Puentes que unen una larga carrera Por Osman Pérez Méndez / operez@elnuevodia.com Con 73 años, la mayoría de la gente está retirada y no pensando en asumir nuevas responsabilidades. Pero para Rafael Acosta Rosario es todo lo contrario. Él tiene las manos llenas: dirige el Puente Teodoro Moscoso, organiza la carrera de 10 kilómetros que se corre anualmente sobre dicho puente, es líder de la masonería en Puerto Rico, está a la cabeza de una familia que incluye a su esposa, cinco hijos, once nietos y un biznieto. Y, además, estudia a diario. A principios de 1995, luego de su carrera en el Ejército y en la Guardia Nacional, dirigía el Cementerio Nacional de Puerto Rico y ya pensaba en jubilarse. Había llegado allí ocho años antes, tras su primer retiro. No sabía nada de cementerios o de entierros, pero aceptó. Y aprovechó para seguir estudiando en la vida civil. “Todos los días hay que aprender algo, Si no, pierdes el día. Si no has aprendido nada en un día, corre y busca un libro que seguro vas a aprender algo”, afirma el veterano de la Guerra de Vietnam. Antes, mucho antes de esto, recuerda su infancia feliz en Santurce, con amigos que todavía son sus amigos. Su padre, también militar y veterano de la Segunda Guerra Mundial, lo envió al Instituto Militar de Ohio, donde, tras una fallida primera prueba de disparos, se convirtió en campeón de tiro. Regresó a Puerto Rico y siguió luciendo como tirador. Ya en la Universidad, falló por poco en entrar al programa del ROTC por estar demasiado flaco, pero su puntería lo ayudó. Aunque no estaba en sus planes, el “Army” lo envió de vuelta a Puerto Rico. En su puesto, los oficiales eran masones, y su coronel le invitó a unírseles. Se inició en la Logia Fénix 20 de Cayey. Cuando le contó a su padre, éste lo sorprendió diciéndole que él también era masón. “Por eso no creo en las casualidades. Alguien siempre guía mis pasos. A veces he querido ir a un sitio y el destino me lleva a otro y resulta que era lo que me convenía”, reflexiona. Ese destino le llevó a Vietnam, y en su segunda misión su helicóptero fue derribado. Quedó atrapado, con una herida en la espalda y una rodilla destrozada, aunque un soldado puertorriqueño lo salvó de una muerte segura. En su vida militar ha tenido oportunidades para ser el ejemplo a seguir. Cuando dirigía a su grupo de paracaidistas había un ejercicio en que tenían que hacer cinco saltos. Como de costumbre, saltó primero que nadie, pero otro paracaidista se le cruzó y ocasionó que tuviera una mala caída. Se fracturó un codo y quedó inconsciente momentáneamente. Cuando volvió en sí, improvisó un vendaje y culminó los otros cuatro saltos. Sólo uno de 340 soldados bajo su mando “se rajó”. En su otra militancia, tras 48 años de masón, y con el Grado 33, máximo en el Rito Escocés, como Gran Maestro de Puerto Rico, se impuso el desafío de renovar la masonería boricua y acabar con los prejuicios sobre ella. Habla con orgullo de los masones, desde el físico Isaac Newton hasta Benjamin Franklyn, Bolívar, Martí, Betances, De Hostos, José de Diego. Acosta asegura que no hay secretos sobre esta práctica y todo lo que se quiera saber está incluso en internet. Y ya cuando pensaba pasar algún tiempo libre de pesca con sus nietos, apareció su nuevo reto. Horas después del segundo retiro, asumió la dirección del Puente Teodoro Moscoso. Después de resolver los problemas iniciales con los que se topó, para 1997 todo marchaba bien. Fue el momento en que decidió aceptar la propuesta para organizar allí una carrera. Para estudiar cómo se montaba un maratón viajó a Boston. También fue a estudiar los de Chicago, Nueva York y Atlanta. Para el 2000, la carrera había trascendido nuestras fronteras y fue calificada como el principal 10K del mundo. Por ello en 2004 tres prestigiosas revistas de fondismo le otorgaron el premio de “mejor director de carrera”. Pero su empeño no paró ahí. Además de conseguir que cada vez más corredores de primer nivel acudan al Moscoso, y que se haya registrado allí un récord mundial, este año la IAAF (Federación Internacional de Atletismo) le concedió a la carrera la distinción ‘Gold Label’ (Sello de Oro), único 10K que lo posee, distinción que se ha asegurado también para el 2009. La carrera ahora es un evento de tres días, con un sinnúmero de actividades. Acosta atribuye el éxito a la entrega de sus trabajadores, colaboradores y voluntarios, a los que llama sus “tropas, los verdaderos héroes y heroínas que trabajan todo el año”. Entre los voluntarios, se cuentan los ‘boy scouts’ y ‘girl scouts’, paracaidistas y masones. Con tanto quehacer, Acosta no encuentra tiempo para ir a pescar con sus nietos, pero para nada lo descarta. Sonríe y afirma que lo va a lograr, con una resolución que no deja dudas.