el Informe Paisajístico y Patrimonial del Dr. Javier Soriano

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LA TINENÇA DE BENIFASSÀ:
UN PAISAJE SAGRADO
INFORME PAISAJÍSTICO Y PATRIMONIAL
Dr. Javier Soriano Martí
Universitat Jaume I (Castelló)
Colegio Profesional de Geógrafos
LA TINENÇA DE BENIFASSÀ:
UN PAISAJE SAGRADO
INFORME PAISAJÍSTICO Y PATRIMONIAL
Introducción
La Tinença de Benifassà1, el territorio más septentrional de la Comunitat Valenciana, ha
sido calificada como “pequeña comarca de enorme valor paisajístico” (Ortells, 1992)
por sus indudables cualidades naturales, urbanísticas e históricas, así como por sus
peculiaridades económicas (agricultura de montaña, explotación forestal modélica,
incipiente turismo rural, artesanía del boj, caza, etc.).
Se trata de un territorio montaraz en el que destaca su agresiva orografía como nota
distintiva (Muñoz, 1989), factor que ha provocado un relativo aislamiento. Y, como
valor añadido, son tierras de alta montaña situadas a escasos kilómetros del mar
Mediterráneo, con la mayoría de sus poblaciones ubicadas por encima de los 1.000
metros de altitud.
Todos esos ingredientes, junto a su papel fronterizo2, han configurado un territorio con
una acusada personalidad, fraguada a lo largo de la historia. Su carácter ha llevado a
algunos autores a afirmar que en la Tinença podemos encontrar las entrañas de lo
mediterráneo (VVAA, 1985), en alusión a las formas de vida y el paisaje propios de esta
comarca, pero también porque estas tierras forman una unidad muy definida. Tanto
desde el punto de vista físico o natural, como humano o histórico, ya que el elemento
central desde el siglo XIII ha sido el monasterio de Santa María de Benifassà, ordenado
erigir por Jaume I. La denominación comarcal, como Tinença o Tenencia, alude
precisamente a que los pueblos eran tributarios del monasterio. El abad, de hecho, fue
su señor territorial durante muchos siglos.
La historia, la austeridad del territorio montano, su aislamiento secular, la belleza del
entorno natural, el silencio, así como otras muchas razones, invitan a pensar en este
paisaje como un paisaje sagrado, merecedor de las máximas garantías de conservación.
1
El propio topónimo comarcal denota un valor histórico y patrimonial, ya que alude a un castillo
construido por Beni-Hassan, uno de los moradores musulmanes de estas tierras en la Edad Media y, en
concreto, el señor territorial a quien los restantes pobladores rendían pleitesía.
2
La proximidad del Tossal dels Tres Reis (1.347 metros de altitud) denota la confluencia de tres
importantes reinos en la historia de España: Aragón, Catalunya y Valencia.
2
En resumen, estamos ante un territorio que presenta un enorme valor paisajístico y
ambiental. Algunos autores afirman que la Tinença es “una de las mejores reservas de la
biodiversidad del continente europeo” (Lacarra y Sánchez, 1995).
Singularidades geológicas
Una de las particularidades de la comarca estriba en ser un enclave de abrupto relieve en
el que se puede analizar a la perfección una singularidad geológica prácticamente única,
la fusión de los ejes catalánides (las montañas con orientación NNE-SSW que son la
continuación de las Cordilleras Costero-Catalanas) y los ibéricos (orientación NW-SE).
La diversidad paisajística y geomorfológica impone su impronta a muchos parajes, en
los que se pueden admirar fallas, sinclinales y frentes de cabalgamiento. La abundancia
de agrestes aristas mordidas en su base por la erosión del río Sénia (VVAA, 1985)
aporta riqueza a un paisaje compartimentado y agreste.
Las formaciones kársticas –la roca caliza es modelada por el efecto combinado del agua
(disolución) y el hielo (crioclastia)- deparan imponentes roquedos, cuyo tono gris
agrega personalidad a un paisaje austero y escarpado. Es el hábitat idóneo para la cabra
hispánica.
En el centro de la comarca, con directriz W-E, una depresión estructural (hundimiento
de la corteza terrestre) es drenada por el río Sénia (cuenca de 238 kilómetros cuadrados
y caudal de 1m3/seg en el embalse de Ulldecona), que facilita la comunicación de estas
tierras con el Montsià tarraconense y La Sénia, municipio fronterizo entre la Comunitat
Valenciana y Catalunya.
Desde el punto de vista morfoestructural asistimos a la combinación de la tectónica
subtabular (las típicas muelas calizas) y los relieves plegados, por lo que el paisaje de la
comarca puede dividirse en tres sectores:
 Sierras de Benifassà, que acogen los pueblos montanos de El Boixar, Coratxà,
Castell de Cabres y Fredes.
 Alto valle del río Sénia, que labra un rico muestrario de gargantas, cañones y
cascadas (VVAA, 1985).
 Depresión del río Sénia, jalonada por La Pobla de Benifassà y El Bellestar.
La historia geológica también nos depara algunos hitos paisajísticos notables, como las
minas de carbón existentes en las proximidades del monasterio de Benifassà o las minas
de hierro, explotadas desde tiempos de la dominación musulmana, en municipios como
3
Fredes, El Boixar o Coratxà. Su presencia aporta diversidad a un medio natural en el
que encontramos una combinación idílica de paisajes naturales –con escasa intervención
humana-, antrópicos –modelados por el ser humano- y culturales –vestigios de usos del
suelo pasados que se convierten en un legado patrimonial de ingente valor en la
actualidad por su carácter de paisaje orgánico (Mata, 2006)-.
La red hidrográfica
El paisaje de la Tinença está presidido por una red hidrográfica encajada –estrechos
pasos excavados por los cursos fluviales-, modesta por sus caudales –el río Sénia apenas
alcanza 1m3/seg antes de ser regulado en el embalse de Ulldecona3- y con una
particularidad poco frecuente en la Comunitat Valenciana: la abundancia de saltos y
cascadas naturales, como el Salt de Fredes, que son acompañadas por impresionantes
gargantas, como Els Estrets, en El Bellestar.
El río Sénia, en todo caso, se caracteriza por su comportamiento típicamente
mediterráneo, ya que sufre agobiantes sequías (el período de aguas bajas comprende de
junio a septiembre) y también crecidas espectaculares, llegándose a alcanzar un pico de
84 m3/seg en 1957.
Esas fuertes diferencias provocaron que en 1959 se construyera el embalse de Ulldecona
o de la Tinença para laminar las crecidas, almacenar agua y regular el caudal del río. La
presa supone otro hito paisajístico singular en una comarca con escasos espacios aptos
para este tipo de construcciones. La lámina de agua, en efecto, incrementa la riqueza
cromática de los paisajes porque genera bellas panorámicas con el contraste entre el
azul, el verde de la vegetación y el gris del roquedo.
La utilización del agua también aporta particularidades paisajísticas desde la Edad
Media en el curso del río Sénia, ya que la producción de fuerza motriz para moler cereal
dio lugar a la instalación del Molí de l’Abad –el topónimo hace referencia a quien
ostentaba la propiedad del edificio original-, uno de los típicos molinos hidráulicos
harineros que encontramos en el mundo mediterráneo. Su fundación data de 1253. La
construcción perdura, aunque con múltiples modificaciones, gracias a la reconversión en
restaurante de las dependencias destinadas a la molienda.
3
Las aportaciones de los barrancos de la Fou, el Retaule, la Tenalla y el Mangraner forman tanto el
pantano como el mismo río Sénia.
4
Una vegetación única
La Tinença de Benifassà tiene en sus recursos forestales y en su vegetación natural uno
de los valores más destacados. El elemento más notable, sin duda alguna, es la presencia
del hayedo más meridional de Europa, que encontramos en el barranco del Retaule y en
torno a la Font de Montsó –en este segundo enclave se trata de ejemplares plantados
(Lacarra y Sánchez, 1995)-, en las proximidades de Fredes y lindando con Els Ports de
Beçeit, la vecina comarca tarraconense4.
La aparición de hayas (Fagus sylvatica) en estas latitudes supone prácticamente un
milagro de la naturaleza e invita a evitar todo fenómeno de masificación del turismo o la
repetición de modelos urbanísticos litorales en esta selecta porción de la Comunitat
Valenciana. La capacidad de acogida debe ser respetada para preservar uno de los
enclaves de mayor valor botánico del mundo mediterráneo.
La vegetación de alta montaña se fusiona con la propia de la media y baja montaña
mediterránea en una reducida extensión superficial, ofreciendo una biodiversidad
prácticamente única a escala autonómica. La abundancia de especies relictas –junto a
las hayas merece la pena destacar las sabinas y enebros, el acebo, los arces, los tilos,
etc.- supone una riqueza botánica que se revaloriza por la proximidad de estas tierras
con la costa.
Los contrastes cromáticos otoñales, con la mezcla del intenso verde de las coníferas
(Pinus nigra ssp. salzmannii, Pinus sylvestris y Pinus halepensis en las cotas inferiores),
las frondosas (Quercus faginea y Quercus rotundifolia), los tejos (Taxus baccata) y
acebos (Ilex aquifolium) por una parte, junto a los tonos ocres, naranjas, amarillos y
rojos de árboles como los arces (Acer opalus ssp. granatense y Acer opalus), los robles
(Quercus pyrenaica) o la vegetación ripícola (chopos, sauces, etc.)5 brinda escenas
únicas e irrepetibles, que obligan a establecer la máxima protección ambiental para este
territorio. La presencia de tilos (Tilia platyphyllos)6 y cerveras (Sorbus aria) también es
4
La ubicación real de este enclave ha sido muy discutida. Aunque las hayas son abundantes en la zona de
Fredes, la masa más compacta está en la vertiente recayente a la provincia de Tarragona (Samo, 1995).
No obstante, la realidad innegable es que ese hayedo corresponde a una unidad natural (el macizo de Els
Ports de Beçeit, que enlaza con Els Ports de Morella) eminentemente fronteriza.
5
Los bosques de ribera se convierten en un indicador adicional de la diversidad del medio vegetal de la
Tinença, formando auténticas galerías en torno al cauce del río Sénia. Junto a especies como el chopo
(Populus nigra) y el sauce (Salix alba) también encontramos numerosos ejemplares de fresnos (Fraxinus
angustifolia), álamos (Populus alba) y sargueras (Salix eleagnos). Uno de los ejemplares más notables es
el chopo de la font Lluny, en La Pobla de Benifassà, que alcanza los 26 metros de altura y 150 años de
edad.
6
Uno de estos árboles está presente en el propio casco urbano de Coratxà y está catalogado como de un
gran valor simbólico (Gual, 2000).
5
indicadora de una extraordinaria biodiversidad y, por supuesto, refuerza la necesidad de
fijar estrictas medidas protectoras. El bosquete mixto de tilos y arces que encontramos
en el término de Coratxà es otra buena muestra de vegetación relicta y una rareza
botánica digna de admiración.
En las cotas más bajas también es fácil encontrar ejemplares de palmito o margalló
(Chamareops humilis), la única palmácea europea, que establece aquí uno de sus límites
septentrionales. Si a esto añadimos la relativa abundancia de especies emblemáticas de
la montaña mediterránea, como los enebros y las sabinas, con la aparición en cotas altas
de ejemplares rastreros de la segunda y la presencia de los erizos o cojinetes de monja
(denominación popular del Erinacea anthyllis) en las zonas más expuestas al viento, se
completa un abanico vegetal de gran valor que ha sido reconocido en publicaciones,
tesis doctorales y eventos científicos por diferentes organismos (universidades, centros
de investigación, la propia Generalitat Valenciana, Diputació de Castelló, etc.).
La calidad de las plantas aromáticas que pueden recolectarse en la comarca agrega
biodiversidad a este conjunto botánico y, además, ha servido a lo largo de la historia
para realizar algunos aprovechamientos económicos significativos, como la producción
de miel.
La explotación del bosque, todavía vigente, es otro de los valores añadidos de este
territorio (Soriano, 1996). Si antaño fue la extracción de resina para obtener materia
prima (la brea o pegunta, con la que se calafateaban las barcas de pesca), en la
actualidad las sacas de madera de gran calidad todavía permiten mantener la función
económica de unos bosques milenarios que siempre han sido un aliado del ser humano
para sus conquistas (arquitectura naval, construcción de viviendas, diseño de muebles,
etc.).
En resumen, la diversidad y el estado de conservación de los diferentes componentes del
medio natural, con especial énfasis en la vegetación, han despertado la admiración de
numerosos especialistas de los campos del análisis territorial y las ciencias ambientales.
Afirmaciones como “la calidad ambiental de sus pueblos es de las mejores de la
Comunitat Valenciana” (Lacarra y Sánchez, 1995) corroboran esa realidad bien
conocida y que ha sido posible por la explotación sostenible de este territorio, realizada
de forma armónica por sus moradores a lo largo de más de 2.000 años.
6
El monasterio de Santa María de Benifassà
El hito paisajístico, económico e histórico de la comarca es, sin duda, el monasterio de
Santa María de Benifassà. Ante todo porque es el más antiguo de la Comunitat
Valenciana. El propio Jaume I, tras la conquista de Morella, ordenó construir el
conjunto religioso (iglesia, ermitas, residencia del abad, claustro, etc.) con la intención
de afianzar la colonización de unas tierras llamadas a ser fronterizas para siempre.
Según apuntan algunos cronistas, el edificio original llegó a tener un perímetro
amurallado de 24 kilómetros.
Está situado en el término municipal de La Pobla de Benifassà, en una hoya al noroeste
del cerro de Santa Escolástica, ubicación original del castillo de Beni-Hassan, núcleo
fundacional de la Tinença.
Los monjes del Císter que se instalaron en el monasterio desarrollaron una intensa
actividad económica y cultural, ya que en 1261 realizaron una transcripción dels Furs.
El abad ejerció, durante varios siglos, las funciones de señor territorial de toda la
comarca –de ahí el nombre de Tenencia o Tinença-, por lo que los vecinos de cada
pueblo debían pagar una parte de sus cosechas y sus rebaños para engrosar las arcas del
convento.
Como tantos otros enclaves religiosos, tras múltiples avatares históricos (pestes, guerra
de Sucesión, guerra de Independencia...), las desamortizaciones decimonónicas
acabaron con la comunidad. Durante las guerras carlistas el monasterio se convirtió en
prisión del general Cabrera. Los edificios sufrieron innumerables desperfectos y, de
hecho, sólo resistieron en pie el ábside de la iglesia, el campanario, parte del claustro y
las nervaduras de la bóveda del templo. Esas ruinas, con la posterior reconstrucción que
actualmente puede admirarse –los cipreses marcan el paisaje de acceso, con un
itinerario rectilíneo y severo-, fueron declaradas en 1931 Monumento Nacional.
Desde 1967 el monasterio está ocupado por monjas de la Cartuja llegadas desde Italia y
que observan una rigurosa clausura. Desde el punto de vista religioso, esta comunidad
también resulta singular, ya que es la única femenina de la orden cartuja en toda España.
El paisaje arquitectónico y su mosaico
La Tinença de Benifassà aporta elementos singulares para la arquitectura popular y la
arquitectura rural, ya que como comarca serrana sus habitantes tuvieron que adaptarse a
las condiciones naturales –clima extremo, fuertes pendientes, roquedo que suele aflorar
7
en superficie, etc.- sin disponer de excesivos recursos y materiales para modelar el
paisaje y construir sus viviendas.
La arquitectura de los núcleos urbanos conforma un paisaje austero y sencillo, pero
eminentemente funcional. La piedra y el mortero de cal, combinadas con la madera para
configurar la estructura de los edificios, demuestran la versatilidad de los materiales y
su dureza. Las tejas árabes, los aleros de madera y las balaustradas torneadas son
elementos que contribuyen a formar el carácter especial de las poblaciones de la
Tinença, generando una tipología arquitectónica propia de la alta montaña mediterránea.
La técnica de la piedra en seco también encuentra en la comarca ejemplares magníficos,
ya que la utilización de materiales autóctonos siempre resultó la solución más
económica y adaptada al medio. Las barracas de falsa cúpula (para pastores y/o
agricultores) salpican este territorio, como también lo hacen algunas masías –el
poblamiento es básicamente concentrado en la comarca- y varios corrales. Todo esto sin
olvidar las raíces islámicas del territorio, presentes todavía cuando se descubren algunas
cenias o sénies (norias de elevación de agua), ubicadas en las proximidades de
barrancos o lugares donde el nivel freático es elevado.
Pero quizás el elemento más singular sean las paredes, ya que el paisaje está surcado por
kilómetros y kilómetros de muros de piedra –también levantados con la misma técnica-,
que desafían constantemente el paso del tiempo por su durabilidad. La tradicional
combinación de actividades agrícolas y ganaderas obligó en estas tierras a diseñar un
paisaje de bocage (campos cerrados), para defender las parcelas de cultivo de la entrada
de los animales en determinados momentos del ciclo agrícola.
La Tinença de Benifassà resulta igualmente modélica porque sus moradores han sido
capaces a lo largo de los siglos de mantener vivo el secular mosaico paisajístico ligado a
las poblaciones de montaña. La armónica combinación de parcelas agrícolas, bosques y
terrenos pecuarios constituye en pleno siglo XXI la mejor forma de prevenir incendios
forestales y la demostración de que es posible compaginar una actividad económica con
la conservación y mejora de la naturaleza (Gordi y Vilà, 1996).
Los bancales, que dibujan espectaculares graderías en torno a gran parte de los núcleos
urbanos de la comarca, representan un componente esencial de ese mosaico, creando
una estampa irrepetible. Esos aterrazamientos, generalmente de origen medieval o
dieciochesco, suponen un hito paisajístico porque permitieron introducir cultivos en las
proximidades de las zonas habitadas, aportan personalidad a este territorio, nos permiten
conocer la historia de los municipios y, sobre todo, son una muestra viva de la
8
inteligencia adulta (Simó, 1993), es decir, de la ingente capacidad de adaptación de los
pobladores de las zonas de montaña, cuyo ingenio hizo posible construir esos
abancalamientos para garantizar la supervivencia en un medio a menudo hostil (escasa
profundidad del suelo, clima extremo, viento abundante, etc.).
Preservar ese mosaico, con los bancales como elemento insustituible, debe ser
prioritario porque será la garantía de permanencia de un paisaje multisecular, cuyo
legado forma una parte insustituible de nuestro patrimonio cultural.
La Tinença de Benifassà pueblo a pueblo
Seis poblaciones integran la Tinença, aunque en realidad y desde 1978, el municipio de
La Pobla de Benifassà incluye como pedanías a El Bellestar, El Boixar, Coratxà y
Fredes. El éxodo rural obligó a la Administración a tomar esa decisión para hacer viable
la gestión municipal. Algo similar ocurrió con Bel, que actualmente se incluye en el
municipo de Rossell (Baix Maestrat). Castell de Cabres es el segundo municipio
comarcal.
Bel
A unos 950 metros de altitud, esta población que desde 1972 es pedánea de Rossell
(Baix Maestrat), entronca por personalidad, historia, medio natural y aspectos
económicos con la Tinença de Benifassà. La aldea, con un emplazamiento defensivo, se
sitúa en la cima de un planalto y está rodeada por bancales de cultivo. Su relativo
aislamiento motivó precisamente esa necesidad de aterrazar su entorno, ya que la
economía tradicional de la población era autárquica.
La villa, de origen musulmán, ha pertenecido a la Tinença desde la Edad Media hasta
finales del siglo XX. Las crónicas cuentan que Felipe V ordenó en 1705 amurallar el
caserío, aunque en la actualidad no queda vestigio alguno de esas construcciones
defensivas.
Su iglesia, bajo la advocación de Sant Jaume, tiene sello románico y presenta modestas
dimensiones.
El Bellestar
Este municipio, también incluido en La Pobla de Benifassà en la actualidad como
pedanía, se localiza en el curso alto del río Verd, en el que aparece como un hito con su
9
caserío escalando una loma y con la torre de su iglesia –el edificio data del siglo XIIIcomo referente visual. El nombre de la población (bien estar) alude precisamente a esa
posición dominante y las bellas panorámicas que se disfrutan desde este punto7.
La abundancia de fuentes en el término es otro de sus notables valores paisajísticos (los
cronistas aluden a la calidad de sus aguas), ya que antaño las huertas se regaban con los
caudales de diversos manantiales, como la Canaleta. La inteligente utilización y gestión
del agua, heredada desde la Edad Media, es otro de los atractivos comarcales porque nos
ha legado bellas muestras de la arquitectura del agua (abrevaderos, fuentes, lavaderos,
acequias, canales, etc.).
La espectacularidad del emplazamiento de El Bellestar (una colina aislada en la ribera
del río) contrasta con su modesta altitud (715 metros sobre el nivel del mar). Desde el
punto de vista geomorfológico, este pueblo aporta una peculiaridad porque se asienta
sobre una charnela que forma un pliegue arqueado de material cretácico (calizas y
areniscas).
El río Verd se encaja a 300 metros para modelar un paisaje agreste, donde el gris de la
caliza contrasta con el verde intenso de los pinos de media y alta montaña. “Un pliegue
realzado sostiene unas pocas casas que observan plácidamente los antiguos dominios
del monasterio de Benifassà. No cabía mejor aprovechamiento de los suelos” (Ortells,
1992).
A finales del siglo XIX se afirma de esta población que sus casas son de buena fábrica,
la mayor parte de dos pisos. El urbanismo, en cambio, es catalogado como irregular por
el desorden de las calles (Mundina, 1873)... Quizás es una herencia musulmana.
El Boixar
El municipio tiene un emplazamiento espectacular, ya que se asienta sobre un espolón
de interfluvio, rebasando los 1.000 metros de altitud. Su peculiar ubicación lo convierte
en un enclave de extremada fragilidad visual, ya que tiene una situación dominante y,
por lo tanto, susceptible de sufrir agresiones graves con facilidad. Cualquier nueva
construcción provocaría alteraciones irreversibles en el perfil urbano y las bellas
panorámicas actuales, gestadas durante más de 700 años.
7
Las publicaciones especializadas en senderismo destacan las perspectivas y el emplazamiento de El
Bellestar: “El barranco de la Pobla y el barranquet de la Font han cortado una colina, en cuyas suaves
laderas descansan las casas, con el valle en su horizonte inmediato” (Muñoz, 1989).
10
El propio nombre de la población supone una riqueza paisajística, cultural e histórica
añadida, ya que recuerda la abundancia de boj (Buxus sempervirens) en los alrededores,
un arbusto típico en la alta montaña mediterránea que era trabajado en la localidad para
obtener aperos de labranza, útiles domésticos (las imprescindibles cucharas de palo) e
incluso muebles.
El pueblo está catalogado como de alta montaña, por lo que está orientado hacia el Sur
(ladera de solana) para beneficiarse de la insolación en invierno y combatir los rigores
del frío. Las viviendas están ordenadas siguiendo las curvas de nivel y forman una
especie de gradería –dispuestas en paralelo y escalonadas-, en lo que es una magnífica
demostración de inteligencia por parte de los fundadores de la villa a la hora de realizar
el diseño urbano, que en sí mismo es un valor arquitectónico innegable.
La iglesia parroquial, bajo la advocación de la Asunción, data de 1729 y aporta varias
curiosidades: tiene una única nave y es de orden corintia; está completamente construida
con sillares; su portada románica original presenta un soportal, típico en ermitas de
menores dimensiones; y el campanario, reconstruido en la segunda mitad del siglo XIX,
tiene un remate parecido a los que lucen iglesias de Europa Central (Muñoz, 1989).
Las eras, situadas a las afueras de la población y junto al lavadero, también constituyen
un elemento patrimonial de enorme valía porque son la muestra palpable del pasado
agrario de esta comarca.
Entre las singularidades paisajísticas de El Boixar resalta el relieve complejo de sus
alrededores (anticlinales, sinclinales, pliegues con elevado buzamiento, sinclinales
tumbados y superficies de erosión).
Castell de Cabres
Este municipio se encuentra en la zona de transición entre la comarca de Els Ports y la
Tinença de Benifassà, con sus alargadas sierras.
El pueblo, situado a 1.134 metros de altitud, tiene su caserío orientado al Sur para
beneficiarse de los rayos del sol en los crudos inviernos. Su signo distintivo es el
emplazamiento, ya que se ubica sobre un sinclinal colgado, en una depresión entre
cerros, como afirman los cronistas decimonónicos (Mundina, 1873). Su posición es
dominante sobre la quebrada que permite la comunicación entre Els Ports (Mas de
Torremiró, Morella) y la Tinença (El Boixar).
La imagen de la villa, con sus casas dispuestas en abanico y rodeadas por milenarias
paredes de piedra (construidas con la técnica de la piedra en seco) para delimitar
11
parcelas en un paisaje de bocage (campos cerrados), supone una panorámica de gran
valor histórico y sentimental. La impronta de la población, en suma, configura un hito
patrimonial a escala autonómica y, sin duda, en la alta montaña mediterránea. La iglesia
de Sant Llorenç, en estilo barroco y construida en el siglo XVIII, confiere mayor
austeridad a ese paisaje.
Coratxà
Esta pedanía de La Pobla de Benifassà, que en su día era municipio independiente,
depara una de las imágenes más espectaculares de la comarca debido a su
emplazamiento en relieve defensivo. La aldea se asienta en la cima de una muela caliza,
sobre una especie de pedestal natural, a 1.231 metros de altitud, en un enclave de fácil
defensa. Es el núcleo situado a mayor altitud de la Tinença.
Los abancalamientos, integrantes de un paisaje cultural protegido por diferentes leyes
europeas, nacionales y autonómicas, suponen un indicador de la intensa explotación de
estas tierras en otros tiempos, cuando el ser humano cultivaba con denuedo todas las
laderas.
El emplazamiento de la población nos da una lección geológica, ya que las partes
elevadas están constituidas por muelas calcáreas, mientras que los sectores hundidos
han sido modelados por la erosión, que actúa con mayor facilidad sobre las margas.
El paisaje es agreste, con un relieve complejo (pliegues prácticamente verticales, fallas)
que todavía es esculpido por la erosión fluvial, que surca barrancos y torrentes por
doquier.
El casco urbano, de dimensiones modestas, adquiere enorme valor histórico por la
presencia de la iglesia de Sant Jaume, en la que destaca su entrada porticada –una
tipología arquitectónica propia de los templos de la alta montaña, como en el Pirineo
catalán o el cercano Maestrazgo- y un ancho campanario.
Fredes
Este municipio, que pasó a ser pedanía de La Pobla de Benifassà tras perder población a
causa del éxodo rural, se ha convertido en un referente obligado en toda la Comunitat
Valenciana por diferentes motivos. Primero, por tratarse de una de las principales
reservas de bosque autóctono mediterráneo (los contrastes cromáticos otoñales en las
proximidades del pueblo entre el verde intenso de los pinos, y los rojos, ocres y naranjas
de los arces son propios de espacios forestales atlánticos). Segundo, por la frecuente
12
aparición de nieve en estos parajes, virtud compartida con otros núcleos comarcales
como El Boixar o Coratxà, donde no es difícil encontrar este blanco elemento incluso a
finales de abril8. Tercero, por la Reserva Nacional de Caza existente en el municipio9 y
que permite a los más madrugadores o afortunados admirar familias enteras de cabras
hispánicas –especie en franca recuperación- en su propio hábitat. Y, cuarto, por la
presencia del hayedo más meridional de Europa, que se encuentra en los límites de la
Comunitat Valenciana con Catalunya. El faig pare (ejemplar centenario de Fagus
sylvatica) es uno de los principales valores de Fredes.
El pueblo tiene un emplazamiento inaudito, “en un remanso tectónico” (Ortells, 1992),
ya que se asienta en el corazón de una depresión intramontana (la hoya o ‘foia’ de
Fredes), coronando un pequeño altiplano en la cabecera del barranco de Salt, un curso
fluvial cuyo caudal eventual provoca una cascada a pocos metros de la población10. La
suave llanura que ocupa el caserío es el único terreno plano entre anticlinales,
monumentales fallas y grandes pliegues tumbados que constituyen el relieve de los
alrededores. Un auténtico espectáculo para los amantes de la Geología y la
Geomorfología.
Precisamente esas disciplinas nos advierten de posibles riesgos a la hora de introducir
nuevas actuaciones en el entorno, ya que los afloramientos de arenas del Albiense son
bastante inestables y proclives a sufrir deslizamientos en casos de fuertes lluvias o
eliminación de la cubierta vegetal. Cualquier intervención futura, poco recomendable,
debería tener muy presente esos riesgos.
La ubicación en el corazón de la Sierra de Benifassà provoca que el acceso a Fredes sea
realmente dificultoso –una de las carreteras más complejas y con más curvas de la
provincia de Castellón-11, como también lo resulta combatir el frío a 1.090 metros de
altitud. El topónimo Fredes hace precisamente referencia a esa realidad climática, ya
8
En la actualidad, no obstante, ese elemento no cubre totalmente la comarca como antaño, cuando se
vivía hasta cuatro meses en su compañía según rezan cronistas como Cavanilles.
9
Los cronistas del siglo XIX, como Bernardo Mundina, aluden a la relativa abundancia de venados y
corzos en los montes de la comarca.
10
El citado salto es definido, con el lenguaje un tanto literario propio del siglo XIX, como “una altura
cortada verticalmente, desde donde se precipitan aguas formando una pintoresca cascada: el transparente
cristal que forman las aguas al precipitarse, los blancos copos de espuma que se levantan sobre la
superficie de las aguas al caer de tan elevada altura, y el murmullo sonoro que produce su choque, hacen
penetrar al viajero de cierta gravedad; todo este lugar solitario es magestuoso y grande para los poetas”,
(Mundina, 1873). En realidad, más de 125 años después, todas esas sensaciones pueden percibirse
igualmente, lo cual supone un privilegio único.
11
El paisaje adquiere en estos parajes un tinte especialmente áspero y contundente, aportando carácter a
estas tierras, ya que se suceden los picos por encima de los 1.200 metros (Tossal d’Encanadé, Tossal dels
Tres Reis, etc.) para brindar un espectacular telón de fondo a Fredes durante la ascensión.
13
que el emplazamiento del caserío no le protege del viento. Y esto nos recuerda que la
fragilidad visual del enclave es máxima, por lo que es una zona especialmente proclive
a sufrir impactos paisajísticos severos en caso de intervenciones territoriales (instalación
de tendido eléctrico, construcciones, ubicación de antenas, etc.).
La Pobla de Benifassà
La capital de la comarca, paradójicamente, es el pueblo que menor altitud registra (710
metros). Emplazado en la misma cuenca hidrográfica del río Sénia –que aporta unidad a
la comarca-, en el valle del río Verd y el barranc de Bel, el caserío ha colonizado la
ribera escalando una empinada ladera. La particularidad de La Pobla es que ha llegado a
edificarse sobre los materiales cuaternarios (conglomerados aportados por la erosión
fluvial para formar las terrazas fluviales), singularidad respecto a los restantes pueblos,
que están asentados sobre terrenos calizos.
Los cronistas decimonónicos apuntan que el emplazamiento de la villa configura un
hondo entre dos barrancos, el Barranquet de la Font y el de la Puebla, por lo que La
Pobla de Benifassà se sitúa en el centro de una auténtica cuenca visual. Este peculiar
enclave, por lo tanto, resulta sumamente frágil ante alteraciones paisajísticas, dado su
elevado índice de impacto visual desde las vastas extensiones de terreno que lo
circundan.
El paisaje muestra una belleza especial porque el fondo del valle está perfectamente
estructurado por las viviendas y las parcelas de cultivo, que dibujan una especie de orla
alrededor del núcleo urbano para mostrarnos una imagen característica de los pueblos de
montaña. La plaza porticada y la iglesia de Sant Pere Apóstol son los iconos de la
población. El templo, original del siglo XIII, se sitúa en la parte alta y conserva del
Románico la entrada principal y la portada lateral. Tiene una única nave.
14
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17
EL INFORME EN FRASES

La Tinença de Benifassà tiene un “enorme valor paisajístico” (Ortells, 1992)
por sus indudables cualidades naturales, urbanísticas e históricas, así como por
sus peculiaridades económicas (agricultura de montaña, explotación forestal
modélica, artesanía del boj, incipiente turismo rural, caza, etc.).

Esta comarca tiene una acusada personalidad, fraguada a lo largo de la
historia.

Algunos autores afirman que en la Tinença encontramos “las entrañas de lo
mediterráneo” (VVAA, 1985), en alusión a las formas de vida y su paisaje.

Este territorio se ha convertido en “una de las mejores reservas de la
biodiversidad del continente europeo” (Lacarra y Sánchez, 1995).

La Geología aporta diversidad a los paisajes porque en la Tinença confluyen las
directrices ibéricas y las catalánides, aportando un espectáculo único para los
amantes del modelado terrestre.

Los estrechos pasos excavados por los cursos fluviales deparan numerosas
cascadas naturales -como el Salt de Fredes- y configuran impresionantes
gargantas (Els Estrets, en El Bellestar).

La persistencia de pequeñas manchas de hayas y bosquetes mixtos de tilos y
arces suponen auténticos milagros de la naturaleza. Esas realidades constituyen
los principales valores paisajísticos de la comarca.

La capacidad de acogida de este territorio debe ser respetada para conservar
uno de los enclaves de mayor valor botánico del mundo mediterráneo.

La riqueza del medio natural y la perfecta armonía con la población, que siempre
ha apostado por prácticas sostenibles, han provocado afirmaciones de gran
calado entre diferentes especialistas: “La calidad ambiental de sus pueblos es
de las mejores de la Comunitat Valenciana” (Lacarra y Sánchez, 1995).

El mosaico paisajístico modelado a lo largo de casi dos mil años debe ser
preservado como estrategia de prevención de incendios forestales y, sobre todo,
porque supone un legado patrimonial y cultural de indudable valor. Ese mosaico
está seriamente amenazado en otras comarcas de montaña por la creciente
homogeneización del paisaje rural.
18

El emplazamiento de la mayoría de los pueblos, en lo alto de cerros, muelas o
suaves colinas, desaconseja cualquier intervención urbanística porque se
trata de puntos de máxima fragilidad visual. Los cambios introducidos
podrían tener efectos irreversibles por sus impactos paisajísticos.

Todos los núcleos urbanos destacan por algún hecho arquitectónico, aunque en
general son la austeridad y la funcionalidad de los edificios sus principales
valores paisajísticos.

La arquitectura de piedra en seco, con construcciones como corrales, masías,
barracas, cenias y, sobre todo, grandes extensiones lineales de muros
(delimitadores de fincas o caminos, bancales, etc.) son elementos que aportan
carácter y diversidad a este paisaje de campos cerrados o bocage.

Los abancalamientos dibujan espectaculares graderías alrededor de los núcleos
urbanos y crean una estampa irrepetible que no debe ser alterada. Esos
aterrazamientos, de origen medieval o dieciochesco, aportan personalidad a este
territorio y son una muestra viva de la inteligencia adulta.

El propio topónimo de Tinença o Tenencia aporta riqueza y originalidad a la
comarca.

El monasterio de Santa María de Benifassà es el más antiguo de la Comunitat
Valenciana y confiere a esta tierra un carácter especial, con matices propios de
los paisajes sagrados. Esta cualidad, asociada también a la severidad de estos
territorios montanos, invita a otorgar la máxima protección a estos parajes,
evitar todo fenómeno de masificación del turismo e impedir la implantación
de modelos urbanísticos impropios de la montaña por su carácter
insostenible.
19
Castelló, 15 de abril de 2008
Dr. Javier Soriano Martí
Universitat Jaume I (Castelló) - Colegio Profesional de Geógrafos
20
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