7. Significado de la Revolución Nacional * Es verdaderamente importante el retorno del hombre, ya lleno de vivencias, en la cúspide de su carrera, a los lugares originarios de su formación y su cultura. Un día, en 1967, estuve sentado aquí, como alumno, con el inmenso orgullo, que me daba el ingresar a lo que podríamos llamar la más eminente casa de estudios de las Fuerzas Armadas, la Escuela de Altos Estudios Militares Eduardo Avaroa. Permanecí en este plantel durante diez meses, día a día, ocupado en la intensa tarea de cumplir un plan de estudios y absorbido por la responsabilidad que entrañaba profundizar el análisis de la problemática socio-económica del país. Mas tarde las obligaciones de mi carrera m trajeron de vuelta a esta aula magna, en mi condición de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, para la inauguración y la clausura de otro año lectivo que cumplía este instituto. Siempre que concurrí a este recinto, lo hice convencido que venía no a dar sino a recibir, no a hablar sino a escuchar lo que la experiencia, el conocimiento y el patriotismo de los grandes bolivianos, habían acumulado a lo largo de nuestra historia. Empero, hoy día, cuando los acontecimientos de la vida nacional motorizados por una amplia alianza de los sectores populares, sin que yo agua buscado y esto seguro no lo merezco, me llevaron a asumir la presidencia del Gobierno Revolucionario, me atrevo a traer el mensaje, que en esta hora de hondas y radicales transformaciones me es imperativo hacer conocer en todos los hogares, en todos lo rincones y en todas las fronteras de la patria. Y este mensaje, adquiere especial relieve y significación al plantearlo en el más calificado centro de estudios militare especializados con que cuenta la República y donde se congregan los cuadros de las Fuerzas Armadas y las personalidades más sobresalientes de todos los sectores representativos de la comunidad nacional. Y es que estoy convencido que cuando ustedes, alumnos de este instituto superior, entren a investigar y a debatir los factores que conforman el andamiaje de la realidad sociológica, económica y política del país, en los marcos de la coyuntura histórica que toca a nuestra generación afrontar, deberá n tomar conciencia de los objetivos que la Revolución Nacional y mi gobierno persiguen para lograr la liberación del pueblo boliviano de toda forma de dependencia y de todo sistema de opresión. La naturaleza ha dotado a nuestro país de los más ricos variados recursos. En todas las latitudes de nuestro territorio encontramos diseminados los elementos necesarios a la formación de una economía sólida y próspera. Nuestro potencial mineralógico es uno de los más opulentos y completos del mundo, estamos considerados entre los primeros productores de estaño, antimonio y zinc y contamos con importante reservorios del hierro, manganeso, bismuto, cobre, otro, plata y plomo. * En la Escuela de Altos Estudios Militares Coronel Eduardo Avaroa, 1° de abril de 1971. El caudal energético se presenta en todas las regiones del territorio: poseemos la segunda reserva probada de gas natural de petróleo de la América del Sud; evidenciándose también la existencia de una enorme cuenca sedimentaria de grandes y promisorios horizontes en materia de hidrocarburos y, en cada coordenada geográfica de nuestro mapa, se ubican invalorables fuentes hídricas capaces de abastecer todos los requerimientos que un programa intensivo de electrificación demandaría. Las condiciones económicas del país permiten que los variados suelos que abarca nuestra geografía puedan asegurarnos la producción de toda suerte de cultivos, con rendimientos óptimos, para cubrir no solamente la demanda alimenticia interna, sino la que pueda proporcionarnos el mercado exterior. Recientemente se ha comprobado la excelente calidad del algodón de nuestro trópico; la reserva forestal cuenta con especies de inmenso valor económico y con mercados internacionales seguros y, para qué referirnos a la castaña, la goma, la caña de azúcar y las variedades forrajeras que puedan alimentar cuantiosos rebaños ganaderos. Las llanuras del oriente boliviano, los templados valles adyacentes a la cordillera y las inmensas latitudes de la meseta andina, constituyen espacio, cabalmente evaluado por expertos en la materia, para abrigar toda especie y tipo de ganado dentro de sus adecuadas áreas. Pero, frente a ese panorama de riqueza multifome que la mayoría de las naciones del mundo desearía poseer, contemplamos un cuadro de expoliación, de desperdicio y devastación. Nuestro país ha sido víctima de sistemas irracionales de explotación que ha n deformado nuestra economía y han impedido nuestro progreso. En lugar de aprovechar las ingentes posibilidades que ofrecía la variedad de los recursos naturales, el capital extranjero, con sus efectos depredatorios, nos impuso el pesado y limitativo yugo de una economía monoproductora. De esta manera, la riqueza, en lugar de abrir el camino del progreso y del bienestar, se convirtió en instrumento de opresión y de domino de nuestros minerales. Era preferible recibir fabulosos dividendos repartidos en el exterior, que abrir surcos, sembrar la tierra, explorar los ríos, instalar fábricas o cimentar una industria nacional. Era más fácil aprovecharse de la mano de obra barata, a la que jamás se dio justa compensación, que preparar los recursos humanos calificados capaces de promover el desarrollo. Era más fácil concentrar los esfuerzos alrededor de los filones mineralógicos ubicados en el altiplano y en las vertientes de la cordillera, que ocupar las fronteras asegurando la soberanía del país en toda la extensión de su territorio aunque ese abandono pudiera costar la desmembración de la patria o pudiera ocasionar el enclaustramiento de Bolivia. Los explotadores del país encontraron terreno propicio en las características sociológicas bolivianas. La cuestión, fue apenas mantener en estado de vasallaje y sumisión al campesino boliviano, ya abrumado por la servidumbre colonial de cuatrocientos años y aislado e incomunicado en su cultura por el idioma y la tradición. El problema fue continuar con la desarticulación territorial entre el oriente y occidente del país. El secreto fue beneficiarse de los contrastes aparentemente avasalladores de nuestra geografía. Los opresores de la nación, por otra parte, relegaron al criollo y al mestizo a las tareas de la artesanía primitiva, del servicio doméstico o del pongueaje político, negándole educación, oportunidad y, lo que es más grave, la preservación de su dignidad humana. La Revolución Nacional es la rectificación, la transformación y el cambio de esta secuela de vicisitudes, agravios y frustraciones. La Revolución Nacional es la recuperación de nuestros recursos para su promoción y cabal aprovechamiento. Es, sin lugar a dudas, un proceso de rescate de los bienes que conforman nuestra economía, pero no es un proceso ciego ni limitador porque comprendemos la validez y necesidad de las inversiones y de la tecnología que son imprescindibles para el desarrollo. La Revolución Nacional es vertebración de los elementos que posibiliten un crecimiento armónico y uniforme en todos los sectores de la economía, rompiendo definitivamente la monoproducción y cerrando el ciclo de exportación exclusiva de materias primas. Revolución Nacional es transformación de esas materias primas en productos elaborados. Es convertir los minerales en metales, el petróleo en derivados y los hidrocarburos en petroquímica. Revolución Nacional es repoblación ganadera, es reforestación, mecanización de la agricultura, riego y abandono en los campos; es justa distribución de la tierra y créditos al alcance del campesinado. Revolución Nacional es apoyo a los empresarios que estén identificados con las metas del desarrollo industrial que requiere el país. Es garantía para los inversionistas que coadyuven con los programas trazados por el Estado para superar nuestro atraso. Por todo esto, el Gobierno Revolucionario ha inaugurado los hornos de Vinto y ha suscrito ayer el contrato para la fundición del antimonio. Por ello nos encontramos empeñados en concluir las negociaciones que nos permitan terminar la construcción del gasoducto de exportación Santa Cruz – Yacuiba. Estamos fomentando créditos para la agricultura, la ganadería y la industria. Hemos asegurado capitales, a través de los organismos competentes, que se encuentran a disposición de todos aquellos que tienen proyectos factibles y que demuestren rentabilidad. No se ha medido esfuerzo para llevar adelante las obras de vinculación carretera que consoliden la integración nacional y no se abandonarán los programas de telecomunicaciones y de electrificación. En el ámbito social son gigantescos y difíciles nuestros objetivos pero no habrá retroceso, ni desmayo, ni concesión, ni vacilaciones. Sólo venciendo los grandes desafíos que la economía anquilosada y moribunda que el feudalismo y la opresión capitalista nos han dejado, podremos conquistar la liberación social del pueblo boliviano. Es irreversible la integración del campesinado en al vida nacional, pero ello, sólo será posible a través de la educación, de la salubridad y de la dotación de los beneficios que la tecnología y la ciencia han puesto al alcance de los seres humanos. Es imprescindible la modernización y humanización de los centros urbanos. Dotar a nuestras ciudades de una infraestructura sanitaria adecuada, de pavimento, electricidad y servicios públicos modernos; cubrir el déficit de la demanda habitacional y asegurar eficientemente la provisión alimenticia; brindando además, escuelas, hospitales y centros recreativos. Garantizar, por encima de cualquier otra exigencia, el derecho al trabajo, derrotando la desocupación y consolidad definitivamente los servicios de asistencia y previsión social. La tarea del Gobierno Revolucionario, en fin, puede resumirse en el restablecimiento de la dignidad humana y en la devolución de la confianza en el futuro. Finalmente, la Revolución Nacional se enfrenta ante la tarea de la reorganización política del país. En primer término debemos cimentar la soberanía nacional en todos los confines de la patria. Ha un patrimonio que debemos proteger y conservar. Hay derechos imprescriptibles e inalienables que debemos estar dispuestos a reafirmar en cada hora y en cada instante, como el de la reivindicación marítima que nos llevará, más tarde o más temprano, a una salida propia y soberana en el Océano Pacífico. Es impostergable conseguir que el pueblo boliviano fortifique la alianza popular de obreros, campesinos, intelectuales y Fuerzas Armadas y organice el instrumento político que nos restituya a la verdadera democracia que la liberación nacional habrá de crear. El Gobierno Revolucionario encuentra insoslayable, para su propia sobrevivencia, que el pueblo boliviano conquiste el orden y la justicia que permitan llevar adelante las tareas de la producción, del progreso y del bienestar. No hay Revolución sin disciplina, sin respeto, sin dignidad. Ya lo he dicho, no podemos dar la razón a los viejos opresores del país que nos acusan de haber implantado el caos, la anarquía y la incertidumbre. La unidad y la organización son las armas esenciales en el combate que el pueblo debe librar contra sus enemigos. El desorden y las divisiones sólo pueden favorecer a al reacción y a los intereses bastardos de lo explotadores internacionales. La Revolución debe mantenerse vigilante, enérgica, decidida, pero debe ser generosa, paciente, creadora y responsable. No retrocederemos, pero tampoco se permitirá la alineación del proceso revolucionario por la izquierda infantil o su derrota en manos de la derecha inoperante y entreguista. No hay consigna internacional que nos desvíe, ni imposición que nos amedrente. La Revolución Nacional nace bajo el impulso creador del pueblo boliviano y ustedes, como yo, humildes soldados de su causa, deben formar en las filas de su vanguardia. En los estudios que se inician hoy, tengan siempre presente al pueblo humilde y trabajador del país, del cual ustedes forman parte. Atiendan al espíritu creador, disciplinado y patriótico de las Fuerzas Armadas; no dejen de recordar a los héroes que formaron la patria y nos legaron este patrimonio; no pierdan de vista el ejemplo de lo grandes oficiales que en la función pública tuvieron el coraje de servir y de morir. En los altos institutos militares, como éste, en las escuelas, en los cuarteles, en las fábricas, en las guarniciones de fronteras, debemos gestar y concluir la ideología de la Revolución y preparar el advenimiento de una nueva sociedad para Bolivia.