MESA 3. LA NUEVA CIUDADANÍA Los cascos históricos y el derecho de sus habitantes a una ciudadanía plena Rafael Pavón Rodríguez La necesidad y bondad de la intervención en la ciudad histórica estaba ya plenamente asumida en la década de los años 70 en todo el ámbito europeo. Podíamos decir que era un tópico ampliamente difundido e institucionalmente legitimado el respeto por las formas urbanas y arquitectónicas del pasado. En esa época empiezan a surgir experiencias en Europa que parten o cuentan con una participación vecinal muy importante, es el caso de la Renovación del Barrio de Sao Victor en Oporto, dirigida por Álvaro Siza o los proyectos de Rob Krier que dotaban de soporte físico a la discusión social sobre la intervención en la ciudad consolidada. Con esa experiencia europea como bagaje, el establecimiento de las nuevas autoridades locales democráticas al final de la década de los 70, da pie a intervenciones en la ciudad histórica que parten de la necesidad de incorporar al proceso, no solo instrumentos de intervención sobre lo construido sino instrumentos legales y de intervención social que conformen un proyecto integrado de desarrollo urbano. Es el momento de intervenciones como las de la ciudad de Vitoria, el barrio de Ciutat Vella en Barcelona, los barrios de Trinidad y el Perchel en Málaga, etc. Estas intervenciones podrían tener unas características comunes: El escenario era el de barrios con graves carencias de vivienda y equipamientos, con un tejido social empobrecido y, en algunos casos, con grave riesgo de exclusión social. El planeamiento y la gestión eran el reflejo de una determinada política urbana y de modelo de ciudad, ligado a una mayoría democrática. Existía un importante movimiento social y vecinal que participaba activamente e impulsaba un debate sobre la ciudad y en concreto sobre la intervención en los cascos urbanos consolidados. Con el paso del tiempo aparecieron las políticas de consenso, el pragmatismo, la pretendida flexibilidad del planeamiento, la crisis del movimiento ciudadano y la capitidisminuida participación vecinal y, en definitiva, la llegada del pensamiento único aplicado a la construcción de la ciudad, la ausencia de una verdadera política urbana, de un modelo de ciudad, todo ello en consonancia con la inexpresión ideológica que impregnan las propuestas de los partidos políticos mayoritarios. Esta situación, en la que el poder político se convierte, en la mayoría de los casos, en legalizador de intereses económicos, origina un crecimiento dual de la ciudad que se plasma, entre otros factores, en la segregación espacial, primer paso hacia la segregación social. 193 Los cascos históricos y el derecho de sus habitantes a una ciudadanía plena Rafael Pavón Rodríguez Si la situación descrita afecta a la ciudad en su conjunto, es cierto que particularmente se hace más patente en los centros históricos en una doble vertiente: Aquellos territorios en los que los poderes económicos no ven perspectivas de negocio a corto plazo, se abandonan a su suerte rompiendo el frágil vínculo de relaciones sociales que sostiene, en muchos casos, una precaria situación económica. Se convierten en último caso en refugio de sectores marginales que a su vez “expulsan” a los vecinos tradicionales. Aquellos cascos históricos que prometen una devolución e incremento rápido de las inversiones especulativas, son escenario de una tarea de “acoso y derribo” a los vecinos tradicionales que son expulsados ante la cada vez más débil respuesta tanto de sus asociaciones como de la propia administración. El centro histórico se convierte, en la mayoría de los casos en un amplio escenario donde se sustituyen y unifican usos y clases sociales. Esta situación, en la que nos encontramos a una población en cierta manera indefensa ante los actores de su propio destino, obliga a reivindicar el Derecho a la ciudad de todos sus habitantes. Este derecho incluye vivienda, barrio equipado y dotado de valores sociales, articulado con el conjunto de la ciudad, con posibilidades de empleo y de formación adecuada e igualdad política y jurídica de todos sus habitantes. El ejercicio de este derecho en territorios con una débil estructura social y participativa como es el caso de los centros históricos, requiere políticas de discriminación positiva para aquellos grupos con graves riesgo de indefensión jurídica y social. ¿Que características debería tener esa intervención pública?: En la actual situación no puede disociarse política de vivienda de política social. Más bien hay que decir que las actuaciones urbanísticas y arquitectónicas son una excelente excusa para intervenir a nivel social. Una de las características más significativas de los centros históricos y que ha garantizado su pervivencia ha sido su heterogeneidad de usos y clases sociales, su polivalencia funcional y social. La protección de los colectivos más débiles y su mantenimiento en los barrios se hace imprescindible, no solamente como defensa contra la segregación social sino también como garantía de mantenimiento del carácter vivo de los cascos históricos. La participación cívica en la puesta en marcha de políticas de ciudad es fundamental. Esta necesidad se contradice con la situación de inacción y de crisis en que se encuentra la estructura participativa de la sociedad civil. Por otra parte los colectivos que ocupan el territorio de los centros históricos son cada vez más heterogéneos: profesionales, estudiantes, comerciantes, inmigrantes, excluidos sociales y/o culturales....... Esta situación obliga a la innovación constante en los procedimientos y técnicas de relación administración- sociedad civil. 194 MESA 3. LA NUEVA CIUDADANÍA No podrá existir verdadera participación sin que el ciudadano se encuentre plenamente integrado en los aspectos económicos y culturales de su entorno. Por ello debe considerarse fundamental la aplicación de políticas integradas que garanticen la formación adecuada, el acceso al mercado laboral y al empleo y el derecho a una vivienda digna en definitiva, EL DERECHO A LA CIUDAD. 195