EL DON DE SABIDURÍA … ilumina la mente para discernir y apreciar las cosas de Dios, ante las cuales los gozos de la tierra pierden su sabor. El don de la sabiduría es el don de saber vivir todas las cosas con gusto. Por eso tiene que ver más con el sabor que con el saber. Es el don de apreciar y sentir a Dios en la vida, en el aire, en los hombres, en la naturaleza, en los pequeños acontecimientos de cada día. Porque Dios es sabroso. EL DON DEL ENTENDIMIENTO) … es una gracia del Espíritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas. Es el don que nos ayuda a comprender quién es el Padre y el Hijo y lo que Éste nos ha revelado: los misterios de su Reino. A través de este don, aprendemos a ver las personas y las cosas con los ojos de Dios, entender con su mente y con su corazón, contemplar con su Espíritu. Nos aumenta la fe para creer como Jesús, “el que inició completa nuestra fe” (Hb12, 2). EL DON DE CONSEJO … ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más a la persona. Es el don para dejarnos orientar y para poder orientar a otros; Don que nos ayuda a tener una palabra o un gesto de aliento en los momentos oscuros o tristes de las personas. Eso implica saber escuchar cuando alguien nos habla, nos contrasta o nos da alguna luz para nuestro camino, así como vivir el silencio, “que favorece la unificación interior y el encuentro con Dios”. EL DON DEL TEMOR DE DIOS. …nos suscita temor de ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra debilidad. Con el temor filial, la persona se preocupa de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de "permanecer" y de crecer en la caridad (cfr. Jn 15, 4-7). El don de temor de Dios nos ayuda a tomar conciencia humilde de la propia fragilidad. Es el don para vivir el respeto a Dios y a los hermanos. Don, que nos hace sentirnos pequeñas, pobres, vulnerables, necesitados de Dios y de los demás. Nuestra espiritualidad concepcionista nos pide vivir, desde la fragilidad, la llamada a ser “santos e inmaculados por el amor” (Ef 1,4). EL DON DE FORTALEZA Por el don de Fortaleza el alma se fortalece ante el miedo natural y soporta hasta el final el desempeño de una obligación. La fortaleza le imparte a la voluntad un impulso y energía que la mueve a llevar a cabo las tareas más arduas, a enfrentar los peligros, a estar por encima del respeto humano, y a soportar las dificultades de la vida. “El que persevere hasta el fin, ese se salvará” (Mt 24,13). El don de fortaleza nos da fuerza, valor, coraje, constancia, perseverancia, fidelidad…Y esto no sólo en ocasiones extraordinarias, sino en todas las ocasiones y todas las horas. Es el don que nos da fuerzas para vivir con sentido, con capacidad de asumir los cambios, las pérdidas, la ascesis,…de nuestra vida. Nos ayuda a afrontar con valentía los imprevistos y las dificultades que nos van apareciendo a lo largo de la existencia. EL DON DE CIENCIA …nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador. Logra descubrir el sentido teológico de lo creado, viendo las cosas como manifestaciones verdaderas y reales, aunque limitadas, de la verdad, de la belleza, del amor infinito que es Dios, y como consecuencia, se siente impulsado a traducir este descubrimiento en alabanza, cantos, oración, acción de gracias. El don de ciencia nos enseña a juzgar rectamente sobre las cosas creadas, a ver en ellas un reflejo del amor creador de Dios y amarlas. Nos muestra el orden del universo que es igualdad, justicia, paz. Por este don, el Espíritu ilumina nuestra inteligencia y nos capacita en la búsqueda de la verdad. EL DON DE LA PIEDAD … sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre y clamar ¡Abba, Padre! Extingue en el corazón aquellos focos de tensión y de división como son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón. El don de piedad nos hace sentir ternura, obediencia, admiración y afecto hacia Dios como Padre-Madre. Es don de familia que nos hace sentirnos hijos del mismo Padre y hermanos entre sí. Es el don para vivir la filiación y fraternidad.