Lectio Divina miércoles 26 de junio, décima segunda semana Tiempo Ordinario Ciclo –C- Génesis 15,1-12.17-18; Salmo 104; Mateo 7, 15-20 PALABRA QUE DA VIDA -Reflexionemos- «Por sus frutos los conocerán» 1. Hagamos las LECTURAS Dijo Jesús a sus discípulos: -«Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conocerán. 2. MEDITEMOS la lectura a. ¿Qué dice el texto? El evangelio de hoy forma parte de las recomendaciones finales del Sermón de la Montaña. Los conflictos con los falsos profetas vienen desde el Antiguo Testamento, pero en tiempos de Jesús había profetas de todo tipo, debido a la cantidad de movimientos existentes: fariseos, esenios, zelotes, saduceos y otros. Y en los tiempos de Mateo, estos grupos se multiplican aún más. Por tanto, la misión de llevar la Buena Nueva del evangelio no era tarea fácil. Los discípulos serán mansos corderos en medio de lobos rapaces. De ahí viene la advertencia al discernimiento. Deben estar alerta, pues también ellos van a ser tildados de falsos profetas, puesto que la verdad incomoda a los grupos religiosos dominantes. b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? ¿De qué depende ser un árbol sano y dar buenos frutos? En algunas ocasiones pensamos que depende de nuestro esfuerzo. Hacemos un paralelo entre el cuidado del árbol y nosotros mismos. Creemos que por que ayudamos a plantas o a los árboles en su proceso de crecimiento, podemos aplicar dichas técnicas, cuidados y conocimientos a nosotros mismos y crecer o dar frutos por el cuidado que ponemos en nuestro crecimiento. Sin embargo, dar frutos no depende tanto de nuestro esfuerzo, de nuestro cuidado. Depende más bien de dónde estén plantadas nuestras raíces. Esa es la única verdad. Si nuestras raíces están en tierra fértil, abonada por Dios, no hay dudas de que seremos árboles sanos y que estaremos dando buenos frutos. De no ser así, no vale todo el cuidado que pongamos en nuestras ramas. Señor te pido que pueda seguir recibiendo del abono que es tu palabra para que tu Espíritu Santo pueda correr como savia por todo mi ser y así dar los frutos que esperas. 3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón La comparación del árbol y sus frutos ayuda al discernimiento sobre el papel de la religión y el de sus misioneros en el mundo de hoy. – ¿Somos nosotros, nuestras familias, nuestras comunidades, nuestra parroquia, nuestras iglesias, árboles sanos dispuestos a dar los frutos buenos del amor, la solidaridad, la justicia, la paz? Lo que hacemos, ¿es coherente con nuestra fe cristiana? ¿Cuáles son los árboles enfermos y los frutos podridos de nuestra sociedad hoy? 4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios? Señor Dios nuestro: Por medio de tu Hijo, que está en medio de nosotros, ayúdanos a descubrir de nuevo qué significa ser amado por ti. Que todas nuestras vidas sean un descubrimiento y una profundización de las riquezas y capacidades de nuestra fe, esperanza y amor, para que demos frutos duraderos de bondad y de justicia, en respuesta a tu amor, que permanece por los siglos de los siglos. Amén. 5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? Motivación: Y hablando de árboles y frutos es interesante saber algo sobre la poda… LA PODA La poda es algo muy frecuente en el campo. Campesinos y hortelanos son diestros en ella. Incluso en la ciudad, los amantes de los árboles y de las plantas las podan en tiempos señalados. Obtienen así ejemplares más bellos, más fuertes, más sanos... Pero con ser una operación tan corriente, necesaria y positiva, nos resulta una energía extraña, cuando no una anti-energía o muerte. Sin embargo, la poda es ley de vida y crecimiento de las plantas..., de las personas y de los grupos. Controla, encauza y orienta las fuerzas; impide la dispersión, da nuevas energías. Nos hace crecer y ser nosotros mismos. Nos poda el Padre, eso dices Tú. Poda a los que dan fruto, para que den más. Nos poda a los que bien nos quiere. Nos corta las alas de la soberbia y de la comodidad que nos impiden dar fruto y malgastan energía. ¡Corta brotes «naturales», que parecen ser expresión de vida, para que demos más y mejor fruto! Nos podan los amigos, el grupo, la comunidad, a través de relaciones claras y fraternales; a través de la ayuda, la crítica y la exigencia. Nos podan cuando ponen en crisis nuestro estilo de vida y escala de valores; cuando nos hacen afrontar las incoherencias y zonas oscuras de nuestro ser. Algunos se podan a sí mismos para dar más fruto. Saben decir no a ciertas cosas. Saben renunciar a bienes positivos y objetivos dignos para conseguir bienes mayores y tesoros escondidos. ¡Dichosos esos hombres y mujeres! Dichosos los que viven con ellos, porque participan de su fruto. La mayoría de las podas vienen sin buscarlas. Las trae la vida cuando menos lo esperas; son podas involuntarias, imprevistas, a veces duras y dolorosas, y no siempre las aceptamos como algo positivo. Involuntaria o voluntaria, a tiempo o a destiempo, asumida o rechazada, la poda es el secreto de las personas que se han hecho fuertes, de los hombres y las mujeres que dan fruto, de quienes tienen vida. ¡Pódanos, Señor! ¡Pódame, Señor!