IV domingo del Tiempo Ordinario • AÑO / B • Mc 1, 14-20 ● Primera lectura ● Dt 18, 15-20 ● “Suscitaré un profeta y pondré mis ● Segunda lectura ● 1 Cor 7, 32-35 ● “Os digo todo esto para vuestro bien”. palabras en su boca”. ● Salmo responsorial ● Sal 94 ● “Ojalá escuchéis hoy la voz del Se● Evangelio ● Mc 1, 21-28 ● “Enseñaba con autoridad”. ñor: «No endurezcáis vuestro corazón.»”. Marcos 1, 21-28 En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: — «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó: — «Cállate y sal de él.» El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: — «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.» Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea. Para situar el Evangelio ● Continuamos con la lectura de Mc. El domingo tercero leíamos el pasaje inmediatamente anterior a este, el comienzo del evangelio: el inicio de la misión de Jesús y el llamamiento a los primeros discípulos al borde del lago (Mc 1,14-20). ● Hoy -y los dos domingos siguientes- Marcos nos ofrece, a modo de programa, cómo era una ''jornada'' en la vida de Jesús, empezando por su intervención en la sinagoga y su primer milagro liberando de su mal a un poseso. ● A lo largo del año tenemos un Profeta a quien escuchar y a quien seguir. Son las primeras páginas del evangelio, llenas de éxitos y de admiración. Luego vendrán otras más conflictivas. ● Justo al empezar el evangelio, descubrimos un Jesús itinerante. Desde Nazaret, donde había vivido (Mt 2,23), se ha empezado a mover por Galilea. Ahora va “a Cafarnaún” (21), una población fronteriza, lugar de mezcla, de diversidad. Cafarnaún se encontraba al norte del lago de Galilea. ● La “sinagoga” (21) es lugar de estudio, de interpretación de la Escritura y de plegaria de las comunidades judías. Parece que las sinagogas empiezan cuando los judíos vivían deportados, lejos del templo, y necesitaban un lugar de culto. En el culto sinagogal, que tenía lugar el sábado y los otras días de fiesta, se empezaba recitando algunos salmos y la gran confesión de fe denominada «Xemá», formada por Dt 6,4-9; 11,13-21 y Nm 15,37-41; seguía una parte de las «Dieciocho bendiciones», y se hacían las lecturas de algunos capítulos del Pentateuco y de los Profetas, seguidas de una homilía. Jesús, Pablo y los primeros misioneros cristianos aprovecharon las sinagogas para predicar la buena nueva del evangelio (Lc 4,14-30; Hechos 6,8-11; 13,13-47). ● “Los maestros de la Ley” (22) eran un grupo de especialistas de la Sagrada Escritura encargados de leerla, interpretarla y actualizarla (Esdras 7,6.10). Combinaban el estudio de la Ley con una profesión artesana que les daba los mediados de subsistencia. Jesús denuncia la hipocresía de muchos de ellos (Mt 23; Mc 12,38-40), pero también alaba otras (Mc 12,34; Lc 10,28). davía no ha llegado el momento de hacer conocer abiertamente su identidad. Jesús actúa así porque su mesianismo no sea mal entendido, quiere mostrarse poco a poco a sus discípulas y a todo el mundo que no es un mesías guerrero, triunfador y glorioso sino el Mesías pobre y humilde que debe pasar por el sufrimiento y por la muerte antes de resucitar. Jesús mismo no se reconoce como Hijo de Dios hasta el final de su proceso (Mc 14,6162), cuando ya no hay posibilidad de malentendidos. ● “Espíritu maligno” (23): Según las concepciones antiguas, los demonios son unos seres semidivinos que dominan las fuerzas de la natura. Las religiones mesopotámicas suponían la exis● La autoridad de Jesús se manifiesta no sólo en tencia de numerosos demonios o espíritus, algusu manera de enseñar (22.27), sino también nos benéficos y otros maléficos. Estas religiones en la expulsión del espíritu maligno (27). influyeron en las creencias del judaísmo del tiempo de Jesús, y se notan en los evangelios, ● Quienes fueron a la sinagoga comunican a otros lo que allá han vivido –visto y escuchadónde aparecen demonios o espíritus malignos do- (28). Ante Jesús Viviente nadie permanerelacionados con algunas enfermedades y con ce indiferente. La indiferencia que surge en fuerzas malignas que destruyen o alteran la pernuestros días, en lugares dónde se supone sona (Mt 9,32-33; Mc 5,1-14). que se le conoce, quizás indica que no estamos ante Jesús sino ante una reducción cultural de su figura. Notas para fijarnos en el Evangelio ● Jesús, como todo buen judío, va cada sábado a la sinagoga, a reunirse para orar y para escuchar las lecturas de las Escrituras. Cualquiera de los presentes podía ser invitado a hablar a la asamblea. Este es el caso de Jesús, como nos describe Marcos (21). ● Jesús es quien “enseña” (21), el Maestro. La Palabra de Dios llega a plenitud en él. ● “Enseña con autoridad” (22.27). Es decir, es autor del que dice, no repite lo que ha dicho otro. Por esto es creíble. La gente lo compara con “los maestros de la Ley” (22), los cuales a menudo caían en el fundamentalismo de la letra de las Escrituras o, en el mejor de los casos, interpretaban repitiendo lo que habían dicho sabios y maestros anteriores a ellos. Esto no le pasa a Jesús, en quienes encontramos la Palabra de Vida, no una interpretación. ● La reacción del espíritu “maligno” (23) –más adelante encontraremos de otras (Mc 5,2)– ante la presencia de Jesús es la de marcar distancia –literalmente le dice: ¿Qué hay entre tú y nosotros?– ● El espíritu maligno choca frontalmente contra Jesús, el Hijo de Dios (Mc 1,1). Este título de Jesús, o el “Santo de Dios”, como encontramos aquí (24), es a menudo en boca de los demonios (Mc 3,11; 5,7), que lo reconocen como el único que los puede vencer. ● La palabra de Jesús delante del espíritu maligno, “calla y sal de este hombre” (25), es una palabra eficaz, que vence el mal (26). Jesús acalla al espíritu maligno, no sólo como expresión de victoria, sino también porque to- “El Evangelio en medio de la vida” (Domingos y fiestas del ciclo-B) José María Romaguera Colección Emaús Centro de Pastoral Litúgica • Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor • Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado • Leo el texto. Después contemplo y subrayo. • Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo. • Me veo a mí mismo/a como discípulo/a de Jesús ¿lo admiro? ¿qué me llama de su persona? • Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo? • ¿Encuentro reacciones, ante Jesús, como las de la gente de aquella sinagoga? • Llamadas que me hace nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso. • Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... Los demonios Dicen los Evangelios que los demonios te rechazaban violentamente y no querían ni verte aparecer. «¿Qué tienes tú que ver con nosotros, Jesús de Nazaret?». Era la expresión de tu frontal oposición al mal. Pero después de Ti nos enseñan a ver los malos espíritus de arriba, sin descender a esta tierra de barro, que es donde se amasan las obras diabólicas del mal. ¿Es que no vemos al verdadero demonio en los sistemas y poderes de la injusticia organizada? Y como no lo vemos, no nos duele ni nos indigna ni nos moviliza. Y nos quedamos sentados, aguardando falsamente el milagro, entre el run-run de los rezos y la somnolencia de la espera. ¡Ah, Jesús, qué mal entendemos tu Evangelio! Nos escapamos a las nubes, cuando había que descender contigo a la arena. Huimos de la realidad hacia demonios etéreos, cuando había que bajar junto a Ti a la tierra. Tergiversamos tu imagen y tu enseñanza, ¡ay!, y hacemos el ridículo con tontos exorcismos que provocan la media vuelta de los que querían luchar contra los verdaderos demonios. Ábrenos los ojos, Señor, ábreme los ojos, y enséñame a luchar contra el demonio real: el pecado, la injusticia, la ruina de los pobres y la destrucción de tu obra. Patxi Loidi utoridad” a la a o t e p s “Re VER Desde hace tiempo se viene notando una pérdida del respeto a la autoridad. Diferentes colectivos profesionales (p. ej. profesores, policías, médicos y personal sanitario…) denuncian ante la opinión pública que en ocasiones sufren amenazas, violencia verbal, intimidaciones y agresiones. Por eso, se está hablando de la necesidad de recuperar el respeto a la autoridad. No se trata de caer en el autoritarismo, que es la actitud de quien ejerce con exceso su autoridad. La autoridad es el poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho, y recuperar el respeto a la autoridad, por tanto, es reconocer que las personas que integran esos colectivos están legitimadas para ejercer como tales, y, en caso de desacuerdo con alguna de ellas, hay que utilizar también los cauces legales pero sin que ello conlleve la pérdida del respeto a la autoridad. JUZGAR P ACTUAR ¿R ero la palabra “autoridad” tiene otro significado: Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia. Y seguro que conocemos personas que “tienen autoridad”, son “una autoridad”, se han ganado el respeto de la gente y se les tiene muy en cuenta, se les valora sus palabras y sus indicaciones, aunque no se compartan totalmente. espeto la autoridad en la sociedad? ¿Por qué? ¿Qué personas son “autoridades” para mí? ¿Es Jesús una autoridad para mí? ¿El Evangelio me suena a algo nuevo? ¿Por qué? ¿Reconozco y respeto la autoridad de quienes han sido llamados de modo particular a anunciarlo? ¿Qué hago cuando discrepo en algún aspecto? ¿Me siento llamado también a anunciar el Evangelio? ¿Me creo que yo también puedo ser “una autoridad”? El Evangelio de hoy nos muestra que quienes escuchaban a Jesús, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. La predicación de Jesús no consistía en una mera repetición de fórmulas y conceptos aprendidos de memoria, ni su actitud era la de un “instructor” que sólo quiere que sus oyentes aprendan lo que dice sin cuestionarlo. Como hemos dicho, la autoridad que hay que respetar en los evangelizadores les ha sido dada por Dios, una autoridad que debe estar refrendada por el estilo de vida coherente con el seguimiento de Jesús. La gente percibía en Él a un verdadero Maestro que explicaba de manera comprensible lo que transmitía, con un convencimiento y una coherencia entre hablar y obrar que no era lo común y por eso llamaba la atención: Este enseñar con autoridad es nuevo. Precisamente porque se le notaba que lo que decía era lo que vivía, se le veía como una autoridad, y la predicación de Jesús no sonaba a algo ya escuchado, sino a novedad. Y eso, unido a los signos que hacía (Hasta los espíritus inmundos les manda y le obedecen), provocó que su fama se extendió en seguida por todas partes. El Evangelio siempre debe ser novedad, y para ello hace falta que quienes lo anuncian “tengan autoridad”, es decir, que lo vivan, que tengan la misma actitud de Jesús, su coherencia entre palabras y obras. La misión de anunciar el Evangelio compete a todos los que somos la Iglesia, como recordó el Papa Pablo VI en su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi (66): Toda la Iglesia está pues llamada a evangelizar, pero también recordó que sin embargo, en su seno tenemos que realizar diferentes tareas evangelizadoras. Algunos miembros de la Iglesia han recibido este encargo de manera particular, como hemos escuchado en la 1ª lectura: El Señor, tu Dios, te suscitará u profeta… de entre tus hermanos. Y quienes escuchen su predicación deben reconocer y respetar su autoridad, porque viene de Dios: Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande. Si no se respeta esa autoridad, a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Por tanto, si queremos que “se respete la autoridad de Jesús y su evangelio”, quienes somos la Iglesia debemos sentirnos responsables de testimoniarle debidamente. Pidamos que el Espíritu Santo, que es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación (75) nos ayude a ser verdaderos discípulos y apóstoles de Cristo, presencia suya creíble, porque (77) este siglo siente sed de autenticidad (…) se nos pregunta: ¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís? Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación (…) es necesario que nuestro celo evangelizador brote de una verdadera santidad de vida.