[Las Crónicas de Bane 03] Vampiros, panecillos y Edmund Herondale

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Traducción
Corrección
Diseño
Tessa Scott
Moderadora
Daniela Castro
Vampire and
Scones and
Edmund
Herondale
Cassandra Clare
Sarah Rees Brennan
Sinopsis
M
agnus Bane aprovecha sus alianzas con los
subterráneos y los Cazadores de Sombras
en una aventura en el Londres victoriano.
Cuando el inmortal brujo Magnus Bane asiste a las
conversaciones preliminares de paz entre los Cazadores
de Sombras y los Subterráneos en el Londres
victoriano, es encantado por dos personas muy
diferentes: la vampira Camille Belcourt y el joven
cazador de sombras, Edmund Herondale. ¿Ganar
corazones significará tomar partido?
Londres,
1857
esde los lamentables acontecimientos de la Revolución
Francesa, Magnus ha tenido unos ligeros perjuicios contra
los vampiros. Los no-muertos fueron siempre matando
siervos y poniendo en peligro a monos. El clan de vampiros en París
todavía le envía mensajes rudos a Magnus acerca de su pequeño
malentendido. Los vampiros guardaban el rencor por más tiempo que
cualquier criatura viviente, y cuando estaban de mal humor, se
expresan ellos mismos mediante el asesinato. Magnus generalmente
deseaba que sus compañeros fueran menos —sin juego de palabras—
sanguinarios.
También estaba el hecho de que a veces los vampiros cometieron
crímenes peor que el asesinato.
Cometieron crímenes contra la moda. Cuando se es inmortal, uno lo
tenía que olvidar con el paso del tiempo. Todavía, eso no era excusa
para usar un gorro última moda en la era de Napoleón I.
Magnus estaba empezando, sin embargo, a sentir como si hubiera sido
un trinoindente precipitado en despedir a todos los vampiros.
Lady Camille Belcourt era una mujer terriblemente hermosa. Ella
también fue vestida con la altura absoluta de la moda. Su vestido tenía
una encantadora falda, y la caída azul tafetán en siete hileras estrechas
sobre la silla hace que parezca como si estuviera levantando de una
cascada de brillantes aguas azules. No había mucho material en todo
su pecho, que estaba tan pálido y curvado como una perla. Todo eso
rompió la perfecta palidez de la curva del pecho y la columna del cuello
era una cinta de terciopelo negra y espesa que brilla y unos rizos
espesos que se agrupan en su pelo.
Un rizo de oro fue lo suficientemente largo para que se situara en la
delicada curva de su clavícula, que llevó los ojos de Magnus volver una
vez más a — En realidad, todos los caminos conducen de vuelta al
pecho de lady Camille.
Era un vestido maravillosamente diseñado. También era un pecho
maravillosamente diseñado.
Lady Camille, era tan atenta como hermosa, notando a Magnus verla,
sonrió.
-Lo maravilloso de ser una criatura de la noche- le confió en voz baja, Es que uno necesita no llevar nada más que la ropa de noche.-Nunca había considerado ese punto antes,- dijo Magnus, llamando
mucho la atención.
-Por supuesto que me encanta la variedad, así lo que hago es
aprovechar cualquier oportunidad para cambiar de traje. Encuentro
que hay muchas ocasiones durante una noche de aventura para una
dama de despojarse de sus prendas de vestir.- Se inclinó hacia delante,
su pálido codo se apoyaba en la mesa caoba de los cazadores de
sombras. - Algo me dice que tú eres un hombre que sabe sobre noches
de aventura.-
-Mi lady, con migo,
todas las noches son una ventura. Ore por
continuar su discurso sobre moda,- Magnus la insto. -Es uno de mis
temas favoritos.Lady Camille sonrió.
Magnus bajó la voz discretamente. - O si lo desea, continuar con su
discurso sobre lo de desnudarse. Creo que es mi tema favorito de
todos. Se sentaron uno al lado del otro en una larga mesa de cazadores de
sombras en el instituto de Londres. El cónsul, un triste nephilim estaba
al frente de las actuaciones, fue zumbado alrededor de hechizos que
deseaban brujos para poner a disposición a ellos precios de corte de
tasa, y sobre sus nociones de comportamiento apropiado para los
vampiros y hombres lobo. Magnus no había oído una sola forma en
que estos "acuerdos" podrían concebiblemente beneficiar a los
subterráneos, pero él podía sin duda ver por qué los cazadores de
sombras habían desarrollado un deseo apasionado de ratificarlos.
Comenzó lamentando su acuerdo para hacer el viaje a Londres y su
Instituto para que los cazadores de sombras pudieran perder su valioso
tiempo. El cónsul, quien creía Magnus se llamaba Morgwhatsit, parecía
apasionadamente enamorado de su propia voz.
Aunque, en realidad había dejado de hablar.
Magnus apartó la mirada de Camille para encontrar el menos
agradable de vista, el Cónsul— su desaprobación cruzó en su rostro,
tan claros como las runas de su piel — mirándolo fijamente. - Si tú y la
mujer vampiro podrían dejar su flirteo por un momento,- dijo él en un
tono acido.
-¿Flirteando? Estábamos más en que caer en una pequeña
conversación subida de tono- , dijo Magnus, ofendido. -Cuando
empiezo a flirtear, te lo aseguro el cuarto entero lo sabrá. Mi flirteos
causan sensaciones.Camille se echó a reír. -¡Qué rima tan inteligente.Las bromas de Magnus parecían liberar el descontento de todos los
subterráneos en la mesa.
-¿Qué más tenemos que hacer que hablar entre nosotros? -preguntó un
hombre lobo mozalbete, todavía joven pero con intensos ojos verdes de
un fanático y la cara delgada determinada de un fanático que en
realidad era competente. Su nombre era Ralf Scott. - Hemos estado
aquí durante tres horas y no han tenido la oportunidad de hablar. Tu
nephilim ha hablado todo el tiempo.-No lo puedo creer- dijo Arabella, una sirena encantadora, con su
encanto situado en conchas marinas, -cuando nadé en el Támesis, y di
mi consentimiento para ser remolcada por poleas y ponerme en un
gran acuario de cristal, para esto.Hablaba en voz muy alta.
Incluso Morgwhatsit miró sorprendido. ¿Por qué, Magnus quería
saber, porque los nombres del Cazador de Sombras eran tan largos,
cuando los brujos se dieron apellidos elegantes de una sílaba? Los
nombres largos eran pura presunción.
-Ustedes desgraciados deben ser honrados de estar en el instituto de
Londres,- gruñó un hombre de cabello plateado Cazador de sombras
con el nombre de Starkweather.
-Yo no permitiría a ninguno de ustedes en mi Instituto, a no ser que yo
llevara una de sus cabezas sucias en una pica. Silencio, y deja que tus
superiores hablen para ti. Una pausa muy incómoda siguió. Starkweather miró a su alrededor y
sus ojos habitaban en Camille, no como si fuera una mujer hermosa,
pero como si fuera a ser un buen trofeo para su pared. Los ojos de
Camille fueron a su jefe y amigo, el vampiro de cabello claro Alexei de
Quincey, pero él no respondió a su súplica muda. Magnus extendió su
mano y tomó la de ella.
Su piel estaba fría, pero sus dedos se ajustaban cuidadosamente. Vio a
Ralf Scott, mirando por encima de ellos y palideció. Él era aún más
joven de lo que Magnus había pensado. Sus ojos eran enormes y como
vidrio verde, lo suficientemente transparente para que todas sus
emociones brillaran a través de su rostro delgado. Ellos estaban fijos
en Camille.
Interesante, pensó Magnus, y dio una observación a distancia.
-Estos están destinados a ser los acuerdos de paz-, dijo Scott, con
deliberada lentitud.- ¿Qué nos quiere decir están todos destinados a
tener una oportunidad para que nuestras voces sean escuchadas? He
oído que la paz beneficia a los Cazadores de Sombras. Ahora deseo
hablar sobre cómo beneficiará subterráneos. ¿Los haremos darse
puestos en el Consejo?-
Starkweather comenzó a ahogarse. Y Una de las mujeres cazadores de
sombras se levantó a toda prisa.
-Atentos, creo que mi marido estaba tan emocionado por la
oportunidad de pronunciar un discurso que no ofreció refrigerios - ,
dijo en voz alta. -Soy Amalia Morgenstern.- Oh, eso es todo, Pensó
Magnus. Morgenstern. Nombre horrible. -Y, ¿hay algo que te puedo
ofrecer?- La continuó la mujer. -Voy a llamar a la criada en un
santiamén.-No hay carne cruda para el perro, piensa,- dijo Starkweather, y soltó
una risita. Magnus vio otra mujer Cazador de Sombras con una risita
en silencio detrás de su mano. Ralf Scott, sentado, pálido y silencioso.
Había sido la fuerza motriz detrás de montaje de los subterráneos hoy
aquí, y había sido el único hombre lobo dispuesto a venir. Incluso su
hermano menor, Woolsey, se había quedado de distancia, partiendo de
Ralf en los escalones de la entrada del Instituto con un despreocupado
lanzamiento de su rubia cabeza y un guiño a Magnus. (Magnus había
pensado, interesante, sobre eso, también.)
Las hadas se habían negado a asistir, la reina, habiendo establecido a sí
misma en contra de la idea. Magnus fue el único brujo que había
venido, y Ralf se visto obligado a perseguirlo abajo, sabiendo de sus
conexiones con los Hermanos Silenciosos. Magnus no había tenido
gran espera sobre este intento de forjar una paz con los Cazadores de
Sombras, pero fue una pena ver sueños amplios de niño que vienen a
este.
-Estamos en Inglaterra, ¿o no
estamos?-, preguntó Magnus, y se
inclinó con una sonrisa encantadora en Amalia Morgenstern, quien
parecía bastante atrevida. -Yo estaría encantado si podría tener
algunos bollos-.
-Oh, por supuesto-, dijo Amalia. -Con nata, por supuesto.Magnus miró a Camille. -Algunos de mis mejores recuerdos son
montones de crema y las mujeres hermosas-.
Magnus disfrutaba escandalizando a los Cazadores de Sombras.
Camille en su lugar parecía como si estuviesen disfrutando de ella
también. Sus ojos verdes estaban entrecerrados por un momento con
la divertida satisfacción, como si fuera un gato que ya había tenido su
relleno de crema.
Amalia tocó el timbre. -Mientras esperamos por muffins, podemos
escuchar el resto de discurso del querido Roderick.Hubo un silencio consternado, y en el silencio el murmullo fuera de la
puerta, sonó, alto y claro.
-Misericordioso Ángel, dame fuerza para soportar. . . . Roderick Morgenstern, que Magnus pensaba verdaderamente merecía
tener un nombre que Sonaba como una grava de mascar de cabra, se
levantó feliz de continuar su discurso. Amalia intentado destacar
discretamente de su asiento—Magnus le podría haber dicho que su
falda y sigilo juntos eran una causa perdida—y se dirigió a la puerta,
que se abrió.
Varios cazadores de sombras jóvenes cayeron en la habitación como
cachorros al caer uno tras otro. Los ojos de Amalia redondeadas en
comica sorpresa. "Lo que en la tierra"
A pesar de los Cazadores de Sombras con la rapidez de los ángeles, sólo
uno logró aterrizar con gracia. Era un niño, o mejor dicho, un hombre
joven, que terminó con su caída en una rodilla antes de Amalia, como
Romeo propone Julieta.
Tenía el pelo del color de una moneda que era de oro puro, ningún
metal base, y las líneas de su cara eran tan limpias y elegantes como un
perfil grabado en una de las monedas principescas. Su camisa se había
convertido en desarreglado en algún momento durante la escucha, el
collar abrió a revelar el borde de una runa dibujada en su piel blanca.
Lo más destacable de él eran sus ojos. Eran ojos riendo, a la vez tan
alegres y tiernos: eran el azul pálido resplandeciente de un cielo
deslizándose hacia el atardecer en Cielo, cuando los ángeles que habían
sido dulces durante todo el día se vieron tentados a pecar.
-No podía soportar la idea de separarme de ti ni un momento más,
querida, querida señora Morgenstern - , dijo el joven, que poseyó a sí
mismo de la mano de Amalia. -Yo os quiero.- Hizo jugar con sus largas
pestañas doradas, y Amalia Morgenstern fue inmediatamente reducida
a sonroja y sonrisa.
Magnus siempre había tenido una preferencia por el pelo negro.
Parecía como si el destino determinó que debería ampliar sus
horizontes. O eso, o los rubios del mundo se habían formado en una
especie de conspiración para ser bien parecido, de repente.
-Disculpe, ¿Bane?-, Dijo Roderick Morgenstern.
-¿Está usted
atendiendo?-Lo siento mucho-, dijo Magnus cortésmente. -Alguien increíblemente
atractivo acaba de llegar a la habitación, y dejé de prestar atención a lo
que decía-.
Tal vez era una observación imprudente. Los ancianos cazadores de
sombras, los representantes de la Clave, todo parecía horrorizado y
consternado en cualquier Submundo expresando interés en uno de sus
jóvenes. El nephilim también había decidido dar opiniones sobre el
tema de los invertidos y conducta desviada, ya que un grupo de sus
principales ocupaciones se agitaba en armamento pesado alrededor y
ajuzgar a todo el mundo que se conocieron.
Camille, por su parte, pareciera que
encontrara Magnus aún más
interesante de lo que era antes. Miró hacia atrás y adelante entre él y el
joven muchacho rubio cazador de sombras, y cubrió su sonrisa con una
mano enguantada.
-Él es muy agradable-, murmuró a Magnus.
Magnus estaba viendo como Amalia ahuyentó a los jóvenes cazadores
de sombras-el chico rubio; un hombre mayor joven con el pelo marrón
grueso y cejas importantes, y ojos oscuros, poco más que un niño, que
miraba por encima del hombro y le dijo: "¿Papa?" En claro
cuestionamiento a la cabeza del Instituto de Londres, un hombre
oscuro sepulcro llamado Granville Fairchild.
-Vaya, Charlotte. Tu sabes cuál es tu deber -, dijo Fairchild. Deber ante
todo, ese fue el Camino del guerrero, Magnus repensó. Ciertamente
deber ante el amor.
La pequeña Charlotte, ya un cazador de sombras obediente, trotó
obedientemente lejos.
La voz baja de Camille tomo la atención de Magnus. -¿Supongo que no
deseas compartir a él?Magnus le devolvió la sonrisa. -No como una comida, no. ¿Era eso lo
que querías decir? Camille se echó a reír. Ralf Scott, hizo un ruido impaciente, pero se
calló por Quincey, que murmuraba de él con disgusto, mientras que el
ruido aumentó las murmuraciones y descontentos de Roderick
Morgenstern, un hombre deseaba claramente continuar con su
discurso y finalmente, los refrigerios llegaron transportados en
bandejas de plata por un grupo de criadas. Arabella la sirena levantó
una mano, salpicando con energía en su acuario.
-Con su permiso-, dijo. -Me gustaría tener un bollo.Cuando el discurso interminable de Morgenstern fue finalmente hecho,
todo el mundo había perdido toda voluntad de conversar y simplemente
deseaban volver a casa. Magnus se separó de Camille Belcourt con
profunda resistencia y de los Cazadores de Sombras con profundo alivio.
Había pasado algún tiempo desde que Magnus había estado enamorado,
y él estaba empezando a sentir los efectos. Recordó el resplandor del
amor como más brillante y el dolor de la pérdida de tan suave que había
sido en realidad. Se encontró mirando a muchas caras para el amor
posible, y ver tanta gente como vasos de posibilidad brillante.
Quizás esta vez no habría algo indefinible que enviar corazones
hambrientos, itinerantes, anhelando y buscando algo, no sabía qué, y sin
embargo no podía renunciar a la búsqueda. Cada vez que una cara o una
mirada o un gesto llamó la atención de Magnus en estos días, se despertó
a la vida un estribillo del pecho de Magnus, una canción con ritmo
persistente con sus latidos. Quizás esta vez, tal vez éste.
Mientras caminaba por la calle Thames, comenzó a trazar formas para
ver a Camille nuevo. Se debe hacer una visita al clan de los vampiros en
Londres. Sabía de Quincey vivía en Kensington.
Fue sólo civil.
-Después de todo-, comentó Magnus en voz alta a sí mismo, blandiendo
su bastón con cabeza de mono, "Las personas atractivas e interesantes no
sólo caen del cielo."
Fue entonces que el cazador de sombras de pelo rubio que Magnus había
visto en el Instituto hizo un salto mortal desde la parte superior de una
pared y aterrizó con gracia en la calle delante de él.
-¡Conjuntos devastadores hechos en Bond Street, con chalecos de
brocado rojo no simplemente caen del cielo!- Magnus proclamó
experimentalmente a los cielos.
El joven frunció el ceño. -¿Cómo dice?-
-Oh, nada, nada en absoluto-, dijo Magnus. -¿Puedo ayudarle? No creo
que haya tenido el placer de conocerlo-.
El nephilim se agachó y recogió el sombrero, que había caído sobre el
pavimento cuando él había hecho su salto. Luego se lo quitó para reparar
hacia Magnus. El efecto de la sonrisa y las pestañas juntas eraN como un
pequeño terremoto de atractivo. Magnus no podía culpar a Amalia
Morgenstern por su risa, aunque el muchacho era demasiado joven para
ella.
-No menos de cuatro de mis mayores estimados me dijeron que de
ninguna manera debía conversar siempre con usted, así que me prometí
que iba a conocerte. Mi nombre es Edmund Herondale. ¿Puedo
preguntar tu nombre? Se refirieron a su uso sólo como -una vergüenza
más que el espectáculo de un brujo.-Estoy profundamente conmovido por este homenaje-, Magnus dijo a
Edmund, e hizo su propio arco.
-Magnus Bane, a su servicio.-Ahora estamos familiarizados-, dijo Edmund. -¡Capital! ¿Usted
frecuenta las casas bajas del pecado y el libertinaje?-Oh, de vez en cuando.-El señor Morgenstern dijo que lo hizo, mientras estaban tirando por la
borda los platos-, Edmund dijo, con muestras de entusiasmo. -¿Vamos?-
¿Tirar los platos? Tomó a Magnus un momento para comprender, y
cuando lo hizo, sintió frío por dentro. Los cazadores de sombras habían
tirado los platos subterráneos.
Por otra parte, eso no fue culpa de Edmund. El único otro lugar al
Magnus tuvo que ir fue la mansión que había comprado quizás
imprudentemente en Grosvenor Square. Una reciente aventura le había
causado a convertirse temporalmente en ricos (un estado que
despreciaba, sino que por lo general trató de deshacerse de su dinero tan
pronto como él lo tenía), por lo que había decidido vivir con estilo. La ton
of London se refería a él, a su juicio, como "Bane el ricachón." Esto
significó un gran mucha gente en Londres estaban ansiosos por
conocerle, y un gran número de ellos parecía cansado. Edmund, al
menos, no lo hizo.
-¿Por qué no?- Decidió Magnus. Edmund brillaba. -Excelente. Muy pocas
personas están dispuestas a tener aventuras reales. ¿No has encontrado
eso, Bane? ¿No es triste? -Tengo muy pocas reglas en la vida, pero una de ellos es nunca rechazar
una aventura. Las otras son: evitar ser románticamente enredado con las
criaturas del mar, para pedir siempre lo que quiere, porque lo peor que le
puede pasar es vergüenza, pero la mejor Lo que puede suceder es la
desnudez, para exigir dinero disponible en la delantera, y de nunca jugar
a las cartas con la pérdida de Catarina.-¿Qué?-Ella engaña-, explica Magnus. -No te preocupes por eso.-
-Me gustaría conocer a una mujer que engaña a las cartas-, dijo Edmund
con nostalgia. -Aparte de De Granville tía Millicent, que es un terror en
piquet-.
Magnus en realidad nunca había considerado que los de alta y poderosos
cazadores de sombras jugaran a las cartas, y mucho menos engañado a
ellos. Supuso que se había imaginado que su tiempo de ocio y actividades
consistieron en el entrenamiento con armas y con las discusiones acerca
de su infinita superioridad sobre todos los demás.
Magnus se aventuró a dar un toque a Edmund. "Los clubes mundanos
por lo general desaprueban clientes que tienen, exclusivamente, por
ejemplo, al azar, una gran cantidad de armas de su persona. Así que
podría ser un impedimento‖.
-Absolutamente no-, Edmund le prometió. -¿Por qué, tengo el surtido
más insignificante de armas en mí. Sólo unas pocas dagas miserables, un
solo cuchillo estilete, un par de látigos- Magnus parpadeó. -Apenas un
arsenal-, dijo. -A pesar de que suena como un Sábado más divertido-.
-¡Capital!-, dijo Edmund Herondale, al parecer tomando este de
aprobación de su empresa en la excursión de Magnus. Parecía encantado.
El club de White, en la calle de St. James, no había cambiado
exteriormente en absoluto. Magnus considero la fachada de piedra clara
con placer: las columnas griegas y los marcos arqueados a las ventanas
más altas, como si cada uno fuera una ventana de la capilla en sí mismo,
el balcón de hierro fundido, que llevaba un patrón de remolinos
intrincados que siempre habían hecho que Magnus pensara en una
procesión de conchas de caracol, la ventana del arco de los cuales un
hombre famoso había visto una vez apostar por una carrera entre las
gotas de lluvia. El club había sido establecido por un italiano, que había
sido el refugio de los criminales, y que había sido la perdición irresistible
de aristócratas ingleses durante más de un cien años.
Cuando Magnus oyó todo descrito como una "pesadilla", él estaba seguro
de que le gustaría. Lo era por qué había elegido ese particular apellido
por sí mismo, y también por qué se había unido De White varios años
antes en una visita a Londres, principalmente porque su amiga Catarina
le había apostado que no podía hacerlo.
Edmund se dio la vuelta una de las lámparas de hierro forjado negro
puesto delante de la puerta. El salto noindentame detrás del cristal era
tenue en comparación con sus ojos. "Esto solía ser un lugar donde los
bandoleros tomaron chocolate caliente," dijo Magnus Edmund sin
cuidado mientras caminaban en el interior. "El chocolate caliente era
muy bueno. El ser un bandolero es trabajo frío.
-¿Alguna vez le preguntas a alguien que lo coloque y entregue?-Sólo voy a decir esto-, dijo Magnus. -Estoy corriendo con una máscara
de buen gusto y un gran sombrero.Edmund se rió de nuevo, tenía una risa fácil y encantadora, como un
niño. Su mirada era itinerante por toda la habitación, desde el techo
construido, al parecer como si estuvieran en un gran barril de la araña
goteo brillantes joyas como una duquesa de piedra, a las verdes mesas
cubiertas de bayeta que se apiñaban en la parte derecha de la sala, donde
los hombres estaban jugando tarjetas y perder fortunas.
La reacción de Edmund de asombro y sorpresa, le hacían parecer más
joven de lo que era; Le daba un aire de fragilidad a su belleza. Magnus
no se preguntaba por qué, un Nephilim como él, no era más cauteloso
con un submundo. Dudaba que Edmund Herondale desconfiara de
cualquier cosa en la vida. Estaba ansioso de ser entretenido, listo para
ser emocionado, esencialmente confiando del mundo.
Edmund señaló a dos hombres que se quedaron de pie, uno haciendo
una entrada en un libro grande con una gran y desafiante pluma.
– ¿Qué hacen de pie allí? –.
– Supongo que están registrando una apuesta. Hay un libro de
apuestas aquí en Blanco que es muy famoso. Todo tipo de apuestas se
toman, ya sea un caballero que quiere embelesar a una mujer en un
globo a un millar de pies de la tierra o hasta si un hombre puede vivir
bajo el agua por un día–.
Magnus les encontró un par de sillas cerca del fuego, e hizo un gesto
indicando que él y su compañero necesitaban una bebida. Su sed seria
saciada en el siguiente instante. Hay ventajas ciertamente excelentes
en un club de caballeros.
–
¿Crees que alguno de ellos pueda cumplir esa apuesta? –
Preguntó Edmund. – No vivir bajo el agua; Sé que los mundanos no
pueden. Las otras cosas–
– Mis experiencias en un globo fue con una señora que no fue muy
agradable,- dijo Magnus haciendo una mueca ante el recuerdo. La
reina María Antonieta había sido una experiencia emocionante, pero
no se sintió cómodo con ella como compañera de viaje. – Me inclino a
disfrutar de placeres carnales en un globo con una dama o un
caballero. No importa que tan delicioso sea–.
Edmund Herondale no pareció en absoluto sorprendido por la
mención de un caballero en las especulaciones románticas de Magnus.
– Yo elegiría la apuesta de una señora en el globo–, dijo.
– Ah–, dijo Magnus que había sospechado que esa sería su elección.
– Pero yo siempre estoy ahí para ser admirado– dijo Edmund, con una
sonrisa cautivadora. – Y yo siempre admiro–.
Lo dijo con una sonrisa sencilla, batiendo sus pestañas de oro, de la
misma forma en que había terminado Amalia Morgenstern alrededor
de su dedo. Estaba claro que sabía que era una barbaridad, y que
espera que a la gente le gustara. Magnus sospechaba que todos lo
hacían.
– Ah, bueno– dijo Magnus, tomando el asunto con gracia. – ¿Alguna
mujer en particular?
– No estoy completamente seguro de sí creo en el matrimonio. ¿Por
qué tener un solo bombón cuando se puede tener la caja? –
Magnus arqueó las cejas y tomó un sorbo de su excelente brandy. El
joven tenía una habilidad especial
con las palabras y el deleite
inocente de alguien que nunca había tenido el corazón roto.
– Nunca a nadie te ha lastimado, ¿verdad? – Dijo Magnus, que no veía
sentido irse por las ramas.
Edmund miró alarmado – ¿Por qué? ¿Estás a punto de herirme? –
– ¿Con todos esos azotes en tú persona? No lo creo. Yo solamente
quiero decir que pareces alguien que nunca ha tenido el corazón roto–.
– Perdí a mis padres cuando era niño– dijo Edmund con franqueza. –
Pero es raro ser un cazador de sombras con una familia intacta. Me
llevaron son los Fairchild y crecí en el Instituto. Su instituto ha sido
siempre mi casa. Y si usted quiere decir amor, entonces no, mi corazón
nunca se ha roto. Tampoco preveo que vaya a suceder–.
–
¿No crees en el amor? –
– El amor, el matrimonio, todo el asunto es muy sobrevalorado. Por
ejemplo, este chico que se llama Benedict Lightwood recientemente ha
sido atrapado, y el asunto es horrible… -
Tus amigos moviéndose a una etapa diferente de sus vidas puede
que sea difícil– dijo Magnus con simpatía.
Edmund hizo una mueca. – Benedict no es mi amigo. Es la pobre
señorita la que me da lástima. El hombre unos hábitos muy peculiares,
si sabes de lo que estoy hablando…–.
– No entiendo– dijo Magnus.
– Es un poco pervertido, es a lo que quiero llegar–.
Magnus lo miró con un aire frío.
– Noticias Malas de Benedict, así lo llamamos–, dijo Edmund. – Sobre
todo debido a su costumbre de confraternizar con los demonios.
Cuantos más tentáculos, mejor, si usted comprende lo que estoy
diciendo–.
– Oh–, dijo Magnus, iluminado. - Yo sé a quién se refiere. Tengo un
amigo quien compró algunas xilografías1 más inusuales. También un
par de grabados. Dicho amigo es simplemente un comerciante honesto,
y nunca he comprado nada de él mismo, claro está.
– También Benedicto Lightworm. Benedict el Feroz, –
Edmund
continuó con amargura. -Pero él lo hace furtivamente, mientras que el
resto de nosotros somos honestos, la Clave y todos piensan que es
superlativamente bien educados. Pobre Bárbara. Me temo que actuó
apresuradamente por su corazón roto–.
Magnus se inclinó hacia atrás en su silla. – ¿Y quién le rompió el
corazón, si puedo preguntar? –, Se preguntó, divertido.
– Los corazones de las mujeres son como pedazos de porcelana en una
repisa de la chimenea. Hay muchos de ellos, y es tan fácil de romper
sin darse cuenta–. Edmund se encogió de hombros, un poco triste,
pero sobre todo divertido y, a continuación, un hombre en un horrible
chaleco se sentó en su sillón.
– Le pido perdón–, dijo el caballero. – Creo que estoy un poco ¡ebrio!
–.
– Amablemente estaré dispuesto a creer que estaba borracho cuando
se vistió– dijo Magnus en voz baja.
1
Técnica de impresión con plancha de madera.
– ¿Eh?– Dijo el hombre. –Alvanley es el nombre.Usted no es uno de
esos ricachones indios, ¿verdad? –
A pesar de que nunca sintió ganas de explicar sus orígenes a los
europeos de piel blanca que no les importaba saber la diferencia entre
Shanghai y Rangún, dados los problemas en la India, no era realmente
una buena idea para Magnus ser catalogado como Indio. Suspiraba y
desmentida, hizo su presentación y la reverencia.
– Herondale– dijo Edmund, inclinándose también. El aseguramiento
de oro de Edmund y la sonrisa abierta hicieron su trabajo.
– ¿Nuevo en el club? –, preguntó Alvanley, de repente benevolente. –
Bien, bien. Es una celebración. ¿Puedo ofrecerle otra copa? –.
Los amigos de Alvanley, algunos en la mesa de juego y algunos de
fresado sobre esta, hicieron un discreto saludo. La Reina Victoria había
dado a luz felizmente y la madre e hija estaban en buenas condiciones.
– ¡Beber a la salud de nuestra nueva princesa Beatriz, y para la reina! –
–
¿Esa pobre mujer no tiene 9 hijos? – preguntó Magnus. – Por el
noveno yo creí que estaría demasiado cansada como para pensar en un
nuevo nombre, y sin duda demasiada fatigada para gobernar un país.
Beberé a su salud por todos los medios–.
Edmund estaba muy listo para ser doblado con más bebidas, aunque
en un momento se resbaló y se refirió a la reina como Vanessa en lugar
de Victoria.
– Ja ja ja ja– dijo Magnus. – ¡Él están gracioso, no hay duda! –
Edmund se atraganto con la bebida y casi inmediatamente se embelesó
en un juego de cartas. Magnus se unió a jugar Macao también, pero se
encontró observando al cazador de sombras con cierta preocupación.
Las personas que alegremente creían que el mundo les debía la buena
suerte pueden ser peligrosas en la mesa de juego. A esto se añade el
hecho de que Edmund ansiaba ganar, y su tipo de temperamento fue el
que más apto para el desastre en el juego. Había algo inquietante en el
brillo de los ojos del muchacho, de pronto cambiaron por la luz de
velas de cera del club, de ser como el cielo a ser como un mar un
instante antes de una tormenta.
Edmund, Magnus decidió, le hizo pensar en nada tanto como un
barco-a brillar
Hermoso, sacudido por los caprichos del agua y los vientos. Sólo el
tiempo dirá si él encontraría el ancla y el puerto, o si toda la que la
belleza y el encanto se reduciría en un naufragio.
Todas las fantasías estaban a un lado, no había necesidad de que
Magnus jugara a la niñera de un Cazador de Sombras. Edmund era un
hombre adulto y capaz de cuidar de sí mismo. Fue Magnus que se
aburría en el final, y convenció a Edmund a dar un paseo aleccionador
en el aire de la noche.
No se habían alejado mucho de la calle St. James, cuando Magnus hizo
una pausa en su relato de un determinado incidente en el Perú porque
sentía a Edmund llamado la atención a su lado, cada línea del cuerpo
atleta angelical repentinamente se tensó. Él trajo a la mente la fuerza
de un perro puntero al oír un animal en la maleza.
Magnus siguió la línea de visión de Edmund hasta que vio lo que el
cazador de sombras estaba viendo: un hombre con sombrero de hongo,
su mano se estableció firmemente en la puerta del coche, con lo que
parecía ser un altercado con los ocupantes del carro.
Era terriblemente descortés, y un momento más tarde se convirtió en
peor. El hombre había sujetado el brazo de una mujer, eso fue lo que
Magnus vio. Estaba vestida sencillamente, como conviene a una
Abigail o Doncella. El hombre trató de abrir con su llave el carro y
sacar a la mujer a la fuerza.
Él habría tenido éxito, pero para la interferencia de los otros ocupantes
del carro, una pequeña dama oscura, esta vez en un vestido que crujían
como la seda como su voz sonó como un trueno.
– ¡Suelta, desgraciado! – Dijo la señora, y ella golpeo al hombre en la
cabeza con su sombrero.
El hombre salto ante el ataque inesperado y soltó a la mujer, pero le
dio la atención a la mujer y agarró la mano que sostenía el sombrero en
su lugar. La mujer dio un grito que parecía más de indignación que de
terror, y le golpeó en la nariz. El rostro del hombre se volvió rojo,
Magnus y Edmund fueron ambos capaces de ver sus ojos.
No había duda cuando esos brillantes ojos verdes se convirtieron en
veneno. Demonio, pensó Magnus. Un demonio, y hambriento, al estar
tratando de secuestrar a las mujeres de los carros en una calle de
Londres.
Un demonio, y con una muy mala suerte, por estalo haciendo delante
de un cazador de sombras.
A Magnus se le ocurrió que los Cazadores de Sombras tal vez cazaban
en grupo, y qué Edmund Herondale estaba ebrio.
–Muy bien– dijo Magnus –Hagamos una pausa por un momento y
consideraremos – Oh, ya se ha escapado, Genial–.
Se encontró frente a la capa de Edmund, la arrancó y dejó en un
montón sobre los adoquines, y su sombrero, para girar suavemente al
lado de él.
Edmund saltó y dio un salto mortal en el aire, saltando limpiamente
sobre el techo del carro. Mientras lo hacía, sacó las armas de los
pliegues que ocultaban en sus vestiduras: los dos azotes de los que
había hablado antes, arcos de chispas de luz en el cielo nocturno. Él los
manejó con precisión de corte, su luz despierta el fuego de oro en su
pelo alborotado y emitían un resplandor en sus rasgos esculpidos, y la
luz Magnus vio su cambio de cara de un niño riendo en el severo
semblante de un ángel.
Un látigo enroscado alrededor de la cintura del demonio como la mano
de un caballero en la cintura de una mujer durante un vals. El otro
envuelto tan apretado como el alambre en su garganta. Edmund se
retorció un lado, y el demonio se giró, estrellándose contra el suelo.
– Ya has oído a la señora–, dijo Edmund – Suelta–.
El demonio, sus dientes de repente mucho más numerosos que antes,
gruñó y se abalanzó sobre el carro. Magnus levantó la mano e hizo que
la puerta del transporte se cerrara y el carro dio una sacudida hacia
delante unos metros, a pesar de que faltaba conductor del carro, el
cazador de sombras seguía de pie encima del este.
Edmund no perdió el equilibrio. Era como un gato, simplemente saltó
al suelo y
golpeó al demonio Eidolon en la cara con el látigo,
enviándolo hacia atrás de nuevo. Edmund consiguió poner un pie
sobre la garganta del demonio, y Magnus vio a la criatura comenzando
a retorcerse, desdibujando sus contornos en forma cambiante.
Oyó el crujido cuando la puerta del coche se abrió y vio a la señora que
había golpeado al demonio, ensayando para salir de la seguridad con
respecto a la calle y sus demonios.
– Señora– dijo Magnus avanzando – Debo aconsejarle no para salir
del carro, mientras que el asesinato del demonio este en curso–.
Ella lo miró a la cara. Tenía grandes ojos de color azul oscuro, el color
del cielo, inmediatamente antes de la noche lo convirtió negro, y el
pelo que se le escapa de su elaborado peinado era negro, como si la
noche había llegado sin estrellas. A pesar de sus hermosos ojos muy
abiertos, no se veía asustada, y la mano con la que había golpeado al
demonio todavía estaba apretada en un puño.
Magnus hizo un voto silencioso de venir a Londres con mucha más
frecuencia en el futuro. Era una manera de conocer a las personas más
agradables.
– Debemos ayudar a ese muchacho–, dijo la dama, con un acento
musical cadencioso.
Magnus miró a Edmund, quien en ese momento era lanzado contra
una pared y estaba sangrando profusamente, pero sonriendo y
deslizando una daga de su bota con una mano, mientras que con la
otra ahogaba al demonio.
– No se preocupe, señora. Él tiene el asunto bajo control–
dijo
mientras Edmund deslizaba su daga en su lugar. –Por así decirlo–.
El demonio gorgoteó y goleó en su agonía. Magnus tomó la decisión de
ignorar el furor detrás de él, e hizo a las dos mujeres una magnífica
reverencia. No parecía poder consolar a la sirvienta, que se contrajo en
los rincones sombríos del carro y trató de esconderse como pañuelo de
bolsillo, frente a todos.
La señora del pelo de ébano brillante y ojos pensativos soltó su agarre
de la puerta del coche y le dio su mano a Magnus. Su mano era
pequeña, suave y cálida, ella ni siquiera estaba temblando.
"Soy Magnus Bane," dijo Magnus. "Llámeme por ayuda en cualquier
momento de peligro de muerte, o en la urgente necesidad de una
escolta para un espectáculo noindentower."
"Linette Owens", dijo la señora, con hoyuelos. Tenía deliciosos
hoyuelos. "Escuché que la capital tiene muchos peligros, pero esto
parece excesivo."
"¿es ese hombre un hada malvada?" Preguntó la señorita Owens. Ella
encontró a Magnus mirándola, sorprendido con su propia mira-da
firme. "Soy de Gales", dijo. "seguimos creyendo en las viejas
costumbres y en los videntes allí"
Ella echó la cabeza hacia atrás para examinar Magnus. Su corona de
trenzas de color media noche parecía como si tuviera que ser
demasiado grande para una pequeña cabeza, en tal esbelto cuello.
"Tus ojos. . ."Dijo lentamente. "Creo que debe ser una buena hada,
señor. Lo que su compañero, no puedo decir".
Magnus miró por encima del hombro a su compañero, que casi había
olvidado estaba allí. El demonio era la oscuridad y el polvo a los pies de
Edmund, y con su enemigo bien y verdaderamente vencido, Edmund
había vuelto su atención hacia el carro. Magnus observó la chispa de
encender el encanto de oro de Edmund al ver a Linette, floreciendo de
vela a sol en un instante
"¿Qué soy yo?", preguntó. "Soy Edmund Herondale, y, mi señora,
siempre y para siempre estoy a su servicio. Si me tuvieras".
Él sonrió, y la sonrisa fue lenta y devastadora. En la estrecha calle larga
y oscura pasada la medianoche, sus ojos estaban en pleno verano.
"No quiero parecer poco delicado o ingrata", dijo Linette Owens, "pero
¿Es usted un loco peligroso?"
Edmund parpadeó.
"Me temo que he de señalar que usted está caminando por las calles
armado hasta los dientes. ¿Esperabas hacer batalla contra una criatura
monstruosa esta noche? "
"No es 'esperar' exactamente," dijo Edmund.
"Entonces eres un asesino?" Preguntó Linette. "¿Es usted un entusiasta
soldado?"
"Señora", dijo Edmund. "Yo soy un cazador de sombras."
"No estoy familiarizada con la palabra. ¿Puedes hacer magia? ",
preguntó Linette, y puso su mano sobre la manga de Magnus. "Este
señor puede hacer magia."
Ella concedió una sonrisa de aprobación a Magnus. Magnus estaba
extremadamente satisfecho.
"Honrado
de
ser
de
ayuda,
Srta.
Owens,"
murmuró.
Edmund parecía como si hubiera sido golpeado en la cara con un pez.
"Por supuesto, por supuesto que no puedo hacer magia!" Logró
balbucear, sonando al más puro estilo cazador de sombras horrorizados
por la idea.
"Oh, bueno," dijo Linette, claramente bastante decepcionada. "No es tu
culpa. Todos hacemos con lo que tenemos. Estoy en deuda con usted,
señor, por haberme salvado a mí y mi amigo de un destino atroz. "
Edmund se pavoneó, y en su placer habló imprudentemente. "No hay
de qué. Sería un honor para mí acompañarle a su casa, señorita Owens.
Las calles alrededor de Pall Mall puede ser muy peligrosas para las
mujeres en la noche".
Hubo un silencio.
― ¿Te refieres a Pall Mall? ―preguntó Linette, y sonrió
ligeramente.―No soy la que se pasó con el licor fuerte. ¿En su lugar, le
gustaría que lo acompañe a su casa, Sr. Herondale? –
Edmund Herondale no supo qué decir. Magnus sospechó que era
una experiencia de novela, y una que probablemente sería buena para
él. La Señorita Owens se volteó ligeramente de Edmund hacia
Magnus.
―Mi abigail, Angharad, y yo estábamos viajando desde mi finca en
Gales―explicó.― Vamos a pasar una temporada en Londres con un
pariente lejano mío. Tuvimos un largo y agotador viaje, y quería creer
que podríamos llegar a Londres antes de que cayera la noche. Fue
muy estúpido y temerario de mi parte, y le causó una gran angustia a
Ahgharad. Tu ayuda fue invaluable.
Magnus pudo discernir sobre un asunto más grande a partir de lo
que Linette Owens había dicho, que lo que realmente había contado.
No se había referido a la finca de su papá, sino a la suya propia, de
una forma casual, como acostumbrada a ser propietaria. Eso,
combinado con el costoso material de su vestido y un cierto algo sobre
su postura se lo confirmó a Magnus −la señorita era una heredera, y
no simplemente la heredera de una fortuna, sino de una finca. La
forma en que hablaba de Gales hizo pensar a Magnus que la señorita
no deseaba dejar sus tierras al cuidado de algún administrador en un
embargo. La sociedad lo consideraría un escándalo y una vergüenza
que una finca esté en manos de una mujer, especialmente una tan
joven y tan bonita. La sociedad esperaría que ella contraiga
matrimonio para que su marido pueda administrar la finca, tomar
posesión de ambos, la tierra y la señorita.
Ella debe haber venido a Londres porque no encontró de su
agrado los pretendientes disponibles en Gales, y estaba buscando
encontrar marido para llevarlo a Gales con ella.
Había venido a Londres en busca de amor.
Magnus comprendía eso. Estaba consciente de que el amor no
siempre formaba parte de las gangas de matrimonios de la alta
sociedad, pero Linette Owens parecía tener mente propia. Pensó que
probablemente ella tenía un propósito, −el matrimonio correcto, con el
hombre correcto− y que lo lograría.
―Bienvenida a Londres ―le dijo Magnus.
Linette hizo una leve reverencia en el carruaje abierto. Sus ojos
viajaron sobre el hombro de Magnus y se suavizaron. Magnus miró se
dio la vuelta para mirar, Edmund estaba parado ahí, con un látigo
enrollado en su muñeca como si estuviese consolándose con este.
Magnus tenía que admitir que era una hazaña verse gloriosamente
guapo y aun así angustiado.
Linette se rindió visiblemente ante un impulso caritativo y bajó
del carruaje. Camino a través de los adoquines y se detuvo ante el
desolado joven cazador de sombras.
―Lamento si fui descortés, o si impliqué en alguna forma que pensaba
que eras un... twpsyn2 ―dijo Linette, discretamente no traduciendo la
palabra.
Ella sacó su mano, y Edmund le ofreció la suya, palma arriba y
con el látigo aún enroscado alrededor de su muñeca cubierta por la
manga de su camisa. Hubo una hambrienta súbita franqueza en su
cara; el momento tuvo un repentino peso. Linette dudó y después puso
su mano en la de él.
―Estoy muy en deuda contigo por salvarme a mí y a Angharad de un
destino fatal. Realmente lo estoy,―dijo Linette.― De nuevo, me
disculpo si fui ingrata.
―Te dejaré ser tan descortés como gustes, ―dijo Edmund―si puedo
volver a verte.
Miro abajo hacia ella, sin hacer juego con sus pestañas. Su cara
estaba desnuda y abierta.
El momento cambió. La honestidad seria y humilde de Edmund
hicieron lo que las pestañas y el pavoneo no habían logrado, e hicieron
dudar a Linette Owens.
―Puedes visitar el 26 de Eaton Square, la casa de la Dama Caroline
Harcourt ―dijo ella.― Si aún lo deseas por la mañana.
Alejó su mano, y después de un solo instante de vacilación,
Edmund la dejó.
2
Twpsyn: Idiota en galés.
Linette tocó el brazo de Magnus antes de ascender al carruaje.
Estuvo tan hermosa y amable como antes, pero algo en su actitud
había cambiado. ―Por favor visíteme también, si gusta, Sr. Bane.
―Suena encantador.
Él tomó su mano y la ayudo a subir al carruaje, en un solo ligero
y elegante movimiento.
―Oh, y Sr. Herondale ―dijo la Señorita Owens, sacando su adorable
sonriente cabeza a través de la ventana del carruaje―, por favor deje
sus látigos en casa.
Magnus hizo un pequeño gesto de espanto, minúsculas chispas
azules danzaron entre sus dedos. El carruaje partió sin un cochero en
la oscuridad, bajando por las calles de Londres.
Pasó algún tiempo antes de que Magnus asistiera a otra reunión
sobre los Acuerdos propuestos, principalmente porque había habido
desacuerdos sobre la elección del lugar para la reunión. Magnus
mismo había votado para que se encontraran en otro lugar que no
fuera la sección del Instituto que había sido construida en suelo
sacrosanto. Sentía que el lugar tenía un aire de habitaciones para
sirvientes.
Principalmente
porque
Amalia
Morgenstern
había
mencionado que el área solía ser el alojamiento de los sirvientes de los
Fairchild.
Los Cazadores de Sombras se habían resistido a la idea de
frecuentar cualquier antro de los Subterráneos (citado directamente de
Granville Fairchild), y la sugerencia de quedarse afuera e ir al parque
fue vetada porque la dignidad de un cónclave sería dañada si algunos
mundanos ignorantes tenían un picnic en el medio.
Magnus no creía una palabra de eso.
Después de semanas de discusiones, su grupo finalmente desistió
y volvieron desanimados al Instituto de Londres. El único punto
brillante era literalmente un punto brillante −Camille estaba usando
un sombrero rojo extremadamente fascinante, y delicados guantes de
encaje rojos.
―Te ves estúpida y frívola―dijo De Quincey bajo su respiración
mientras los Cazadores de Sombras encontraban sus lugares alrededor
de la mesa en una gran habitación oscura.
―De Quincey tiene razón,―dijo Magnus.― Te ves estúpida, frívola, y
fabulosa.
Camille se acicaló, y Magnus encontró esto encantador y amable,
la manera en la que un pequeño cumplido podía complacer a una
mujer que había sido hermosa por siglos.
―Exactamente el efecto que quería producir ―dijo Camille―
¿Debería contarte un secreto?
―Te lo ruego,―Magnus se inclinó hacia ella, y ella se inclinó hacia él.
―Me lo puse por ti,―susurró Camille.
La oscura majestuosa habitación, con sus paredes cubiertas de
tapices adornados con espadas, estrellas y las runas que los Nefilim
usaban en su piel, brillaron de repente. Todo Londres pareció
iluminarse.
Magnus había estado vivo cientos de años, y aun así las cosas
más simples podían convertir el día en una joya, y una sucesión de días
en una cadena brillante que continuaba y continuaba. Aquí estaba la
cosa más simple: le gustaba a una hermosa chica, y el día brilló.
La delgada pálida cara de Ralf Scott se volvió incluso más pálida,
y tenía líneas de dolor ahora, pero Magnus no conocía al chico y no
estaba destinado a preocuparse mucho por su corazón roto. Si la dama
prefería a Magnus, Magnus no se inclinaba a discutir con ella.
―Qué
complacidos
estamos
por
recibirlos
a
todos
aquí
nuevamente,―dijo Granville Fairchild, tan severo como siempre.
Cruzó sus manos ante él en la mesa.― Por fin.
―Qué complacidos estamos por haber llegado a un acuerdo―dijo
Magnus. ―Por fin.
―Creo que Roderick Morgenstern ha preparado unas palabras―dijo
Fairchild. Su cara estaba seria, y su profunda voz sonaba vacía. Había
una leve sugerencia de un gatito llorando solo en una gran cueva.
―Creo que he escuchado suficiente de los Cazadores de Sombras ―dijo
Ralf Scott― Ya hemos escuchado los términos de los Nefilim para la
preservación de la paz entre nuestra especie y la suya...
―La lista de nuestros requerimientos no estuvo de ninguna manera
completa ―interrumpió un hombre llamado Silas Pangborn.
―Ciertamente no lo estaba ―dijo la mujer a su lado, tan severa y
hermosa como una de las estatuas de los Nefilim. Pangborn la había
presentado como "Eloisa Ravenscar, mi parabatai‖, con el mismo aire
de propiedad que si hubiese dicho "mi esposa".
Evidentemente,
ellos
permanecían
unidos
contra
los
Subterráneos.
―Tenemos
nuestros
propios
términos,―dijo
Ralf
Scott.
Hubo un silencio total por parte de los Cazadores de Sombras. Por sus
caras, Magnus no pensó que se estaban preparando para escuchar
atentamente. En cambio, parecían estar aturdidos por la imprudencia
del Subterráneo.
Ralf persistió, a pesar de la completa falta de estímulo para que
lo hiciera. El chico era valiente incluso en una causa perdida, pensó
Magnus, y a pesar de sí, sintió un poco de remordimiento.
―Querremos garantías de que ningún Subterráneo cuyas manos estén
limpias de sangre mundana sea masacrado. Queremos una ley que diga
que cualquier Cazador de Sombras que mate a un Subterráneo
inocente será castigado,―Ralf gritó con su estallido de protesta, y
volvió a gritar.
―¡Tu gente vive de leyes! ¡Son lo único que entienden!
―¡Sí, nuestras leyes, que nos fueron transmitidas por el Ángel! ―rugió
Fairchild.
―No reglas que escorias demoniaca traten de imponernos ―comentó
despectivamente Starkweather.
―¿Es demasiado pedir tener leyes para defendernos a nosotros como
también a los mundanos y los Cazadores de Sombras?―Demandó
Ralf― Mis padres fueron asesinados por Cazadores de Sombras debido
un terrible malentendido, porque mis padres estaban en el lugar
equivocado en el momento equivocado y fueron presumidos culpables
porque eran hombres lobos. Estoy criando a mi hermano pequeño
solo. ¡Quiero que mi gente esté protegida, que sean fuertes, y no sean
conducidos a esquinas hasta que se conviertan en asesinos o
asesinados!
Magnus miró a Camille, para compartir un brillo de comprensión
e
indignación
por
Ralf
Scott,
tan
terriblemente
joven,
tan
terriblemente herido y terriblemente enamorado de ella. La cara de
Camille era impenetrable, más como la cara de una muñeca de
porcelana que de una persona, piel de porcelana que no podía
ruborizarse o palidecer, sus ojos de frío cristal.
Sintió una duda y la descartó de inmediato. Era la cara de un
vampiro, eso era todo −ninguna muestra de cómo en realidad se
sentía. Había muchos que no podían leer otra cosa más que maldad en
los propios ojos de Magnus.
―Qué terrible lástima―dijo Starkweather― Habría pensado que
tenías más hermanos para compartir la carga. Ustedes generalmente
tienen camadas, ¿no es así?
Ralf Scott saltó y golpeó la mesa con la palma abierta. Sus dedos
crecieron en garras y rayaron la superficie de la mesa.
―¡Creo que necesitamos panecillos! ―exclamó Amalia Morgenstern.
―¿Cómo te atreves? ―bramó Granville Fairchild.
―¡Eso
era
caoba!
―gritó
Roderick
Morgenstern,
luciendo
horrorizado.
―Me gustaría mucho un panecillo,―dijo Arabella la sirena. ―Si es
posible también sándwiches de pepino.
―Me gustan los huevos y berro,―contribuyó Rachel Branwell.
―¡No soportaré ser insultado!―dijo un cazador de sombras llamado
Waybread, o algo así.
―No serás insultado, y aun así insistes en asesinarnos ―remarcó
Camille, su fría voz cortando el aire. Magnus se sintió casi
insoportablemente orgulloso de ella, y Ralf le tiró una apasionada
mirada de agradecimiento.― Difícilmente parece justo.
―¿Sabían que, la última vez, se deshicieron de todos los platos que
nuestro tacto había profanado, una vez que nos habíamos ido?
―pregunto Magnus suavemente. ―Sólo podemos llegar a un acuerdo si
empezamos en una posición de respeto mutuo.
Starkweather ladró una risa. Magnus en realidad no odiaba a
Starkweather; al menos él no era hipócrita. No importa qué tan
grosero, Magnus apreciaba la honestidad.
―Entonces no llegaremos a un acuerdo.
―Me temo que estoy de acuerdo ―murmuró Magnus. Presionó una
mano sobre su corazón y su nuevo chaleco de pavo real azul. ―Me
esfuerzo por encontrar respeto en mi corazón para ti, pero
desgraciadamente parece una búsqueda imposible.
―¡Maldito
libertino
mágico
insolente!
Magnus inclinó su cabeza. ―Así es.
Cuando la bandeja de refrescos llegó, la pausa de arrojar insultos
para comer los panecillos fue tan terriblemente extraña que Magnus se
disculpó bajo el pretexto que tenía que usar los baños.
Sólo había unos cuantos aposentos en el Instituto en las que los
Subterráneos tenían permitido aventurarse. Magnus simplemente
tenía la intención de moverse silenciosamente a una esquina sombría,
y se sintió bastante disgustado al encontrar que la primera esquina
sombría que descubrió estaba ocupada.
Había un sofá y una pequeña mesa. Desplomado en la cabecera
de la mesa que representaba a ángeles dorados de filigrana estaba
sentado un hombre, acunando una pequeña caja en sus manos.
Magnus reconoció el cabello brillante y los hombros anchos
inmediatamente.
―¿Sr. Herondale? ―preguntó.
Edmund empezó mal. Por un momento Magnus pensó que se
caería de su silla, pero la gracia de Cazador de Sombras lo salvó. Miró a
Magnus con borrosa y dolida sorpresa, como un niño despertado de
una bofetada. Magnus dudó que hubiese estado durmiendo mucho; su
cara estaba marcada con noches de insomnio.
―Tuvimos una noche de eso, ¿no es así? ―preguntó Magnus, con un
poco más de gentileza.
―Tuve unas pocas copas de vino con el pato a la naranja ―dijo
Edmund, con una sonrisa pálida que se desvaneció tan pronto como
nació.― Debería no volver a comer pato. No puedo creer que me
soliera gustar el pato. El pato me traicionó.― Permaneció callado,
luego admitió―, tal vez un poco más que algunas copas. No te vi en
Eaton Square.
Magnus se preguntó por qué demonios Edmund había pensado
que estaría, y luego recordó. Era la dirección de una hermosa joven
galesa.
―¿Fuiste a Eaton Square?
Edmund lo miró como si Magnus fuese poco inteligente.
―Discúlpame ―dijo Magnus.― Simplemente encuentro difícil
imaginar a uno de los invisibles gloriosos protectores de mundanos
yendo de visita.
Esta vez la sonrisa de Edmund era la vieja, brillante y atractiva;
aunque, no duró. ―Bueno, sí me pidieron una carta, y yo no tenía ni la
más pálida idea de a qué se referían con eso. Se me negó la entrada con
un vasto desprecio del mayordomo.
―Supongo que no te rendiste ahí.
―Ciertamente no―dijo Edmund.― Simplemente esperé, y después de
unos pocos días tuve la oportunidad de seguir a Li-la Señorita Owens, y
atraparla montando en Rotten Row. La he visto todos los días desde
entonces.
―¿"Seguirla"? Me pregunto si la dama no alertó a la guardia.
El brillo regresó a la cara de Edmund, volviéndolo dorado, azul y
perla de nuevo. ―Linette dice que soy afortunado de que no lo
hiciera,―añadió, un poco tímidamente.― Estamos comprometidos
para casarnos.
Esas ciertamente eran noticias. Los Nefilim generalmente se
casaban entre ellos, una aristocracia basada en la creencia de su propia
santidad. Cualquier futura novia o novio mundana se esperaba que
bebiese de la Copa Mortal y fuese transformado por peligrosa alquimia
en uno de los del Ángel. No era una transformación a la que todos
sobrevivían.
―Felicitaciones ―dijo Magnus, y mantuvo su preocupación encerrada
en su pecho. ― ¿Presumo que la Señorita Owens pronto Ascenderá?
Edmund tomó un profundo respiro. ―No ―dijo.― No lo hará.
―Oh ―dijo Magnus, entendiendo finalmente
Edmund miró hacia abajo a la caja que tenía en sus manos. Era
simple, de madera, con el símbolo del infinito dibujado sobre un lado
en el que parecía cerillas quemadas. ―Esto es una Pyxis, ―dijo.
―Tiene dentro el espíritu del primer demonio que maté. Tenía catorce
años, y fue el día en que supe para lo que había nacido, que había
nacido para ser... un Cazador de Sombras.
Magnus miró a la cabeza inclinada de Edmund, sus manos con
cicatrices de guerrero apretaron la pequeña caja, y no pudo evitar
sentir la compasión despertando en él.
Edmund habló, en una corriente de confesiones a su propia alma y
a la única persona que pensó que escucharía y no pensaría que el amor
de Edmund era una blasfemia. ―Linette piensa que es su deber y su
llamado cuidar a las personas de su finca. Ella no desea ser una
Cazadora de Sombras. Y… y yo no lo desearía, o se lo pediría. Hombres
y mujeres perecen intentando Ascender. Ella es valiente, hermosa e
inquebrantable, y si la Ley dice que ella no vale exactamente como es,
entonces la Ley es una mentira. No puedo creer la injusticia de esto,
que he encontrado a la única mujer en el mundo que podría amar, ¿y
qué dice la Ley sobre este sentimiento que sé que es sagrado? Para
estar con ella, yo debo pedirle a mi más querido amor que arriesgue su
vida, una vida que vale más para mí que la mía propia. O debo cortar la
otra parte de mi alma... quemar el propósito de mi vida y todos los
dones que el Ángel me dio.
Magnus recordó como Edmund se había visto en ese hermoso
salto para atacar al demonio, como su cuerpo entero había cambiado
de estar sin energía a un propósito absoluto cuando vio un demonio;
cuando se internó en el combate con la simple y natural alegría de
alguien haciendo aquello para lo que fue hecho.
―¿Alguna vez quisiste ser algo más?
―No ―dijo Edmund. Se levantó y puso una mano contra la pared.
Peinó su cabello con la otra mano, un ángel traído a sus rodillas,
salvaje y desconcertado por el dolor.
―¿Pero qué hay de tu oscura visión del matrimonio? ―demandó
Magnus. ―¿Qué hay de tener sólo un bombón cuando puedes tener
toda la caja.
―Era muy estúpido,―dijo Edmund, casi violentamente. ―Pensaba en
el amor como un juego. No es un juego. Es más serio que la muerte. Sin
Linette, también estaría muerto.
―Hablas de renunciar a tu naturaleza de Cazador de Sombras,―dijo
Magnus suavemente.― Uno puede renunciar a muchas cosas por
amor, pero uno no debería renunciar a uno mismo.
―¿Es así, Bane? ―Edmund se giró hacia él― Nací para ser un
guerrero, y nací para estar con ella. ¡Dime cómo conciliar ambas,
porque yo no puedo!
Magnus no respondió. Estaba mirando a Edmund y recordando
cuando ebriamente había pensado acerca del Cazador de Sombras
como un adorable barco, que podría zarpar directamente al mar o
naufragar contra las rocas. Podía ver las rocas ahora, oscuras y
dentadas en el horizonte. Vio el futuro de Edmund sin ser Cazador de
Sombras, cómo anhelaría el peligro y el riesgo. Cómo lo encontraría en
las mesas de juegos. Cuán frágil sería siempre una vez que su propósito
se hubiese ido.
Y después estaba Linette, quien se había enamorado de un Cazador de
Sombras dorado, un ángel vengador. ¿Qué pensaría ella de él cuando
sólo fuera otro granjero Galés, despojado de toda su gloria?
Aun así, el amor no era algo que debía ser echado a un lado
ligeramente. Aparecía raramente, sólo unas pocas veces en la vida
mortal. A veces sólo una vez. Magnus no podía decir que Edmund
Herondale estaba mal por aprovechar al amor cuando lo encontró.
Él podía pensar que la Ley Nefilim estaba mal por hacerlo
escoger.
Edmund exhaló. Se veía vacío. ―Te ruego me disculpes, Bane
―dijo.― Simplemente estoy siendo un niño, gritando y pateando
contra el destino, y es momento de dejar de ser un niño estúpido. ¿Por
qué luchar contra una decisión que ya está tomada? Si me pidiesen que
elija entre sacrificar mi vida o sacrificar la de Linette todos los días por
el resto de la eternidad, me sacrificaría a mí mismo todas las veces.
Magnus miró a otro lado, para no ver las ruinas. ―Te deseo
suerte―dijo.― Suerte y amor.
Edmund hizo una pequeña reverencia. ―Que tengas un buen día.
Creo que no nos volveremos a encontrar.
Se alejó caminando, a los tramos internos del Instituto. Unos
pocos pasos más lejos, dudó y se detuvo, la luz de una de las angostas
ventanas de iglesia volviendo su cabello de un dorado intenso, y
Magnus pensó que se voltearía. Pero Edmund Herondale nunca miró
hacia atrás.
Magnus regresó con un corazón pesado a la habitación donde los
Cazadores de Sombras y Subterráneos seguían peleando una guerra de
palabras. Ninguno de los lados parecía inclinado a rendirse. Magnus se
inclinaba a renunciar al asunto como desesperanzado.
A través del vitral las cortinas de la noche empezaron a mostrar
signos de reducción para revelar el día, y los vampiros tenían que irse.
―Me parece ―dijo Camille, poniéndose sus guantes escarlatas―, que
otra reunión resultará tan inútil como estas han sido.
—Si los Submundos siguen siendo desgraciados insolentes, —Dijo
Starkweather.
—Si los Cazadores de Sombras siguen siendo santitos asesinos, —Acotó
Scott.
Magnus no podía mirarlo exactamente a la cara, no después de lo de
Edmund Herondale. No quería verlo como al sueño de otro chico
muerto.
—Suficiente! —Dijo Granville Fairchild. —Madamme, no me pida que
crea que nunca ha dañado un alma humana. No soy tonto. Y las
muertes que provocan los Cazadores de Sombras, siempre han sido en
la causa de la justicia y la defensa de los desprotegidos.
Camille sonrió, una lenta y dulce sonrisa.
—Si crees eso —murmuró—, eres un tonto.
Esto causó otra agotadora explosión de indignación en los Cazadores de
Sombras que estaban allí reunidos. Ver a Camille defendiendo al chico,
enojó a Magnus. Estaba encariñada con Ralf Scott, pensó. Quizá más
que encariñada. Magnus podía esperar que ella lo eligiera a él, pero se
dio cuenta de que no podía pasar por alto ni envidiar a Scott su afecto.
Le ofreció su brazo para que salieran de la habitación, y ella lo tomó.
Fueron afuera a la calle, juntos. Y ahí en la entrada misma del Instituto,
los demonios descendieron. Demonios Achaieral, sus dientes como
navajas de afeitar y sus amplias alas chamuscadas de cuero negro como
los delantales de los herreros. Cubrieron la noche, borrando la luna y
borrando las estrellas, Camille se estremeció al lado de Magnus, con
sus colmillos hacia fuera.
A la primera señal de miedo de Camille, Ralf Scott arremetió contra el
enemigo, transformándose a su paso y llevando una sangrienta pelea
en los adoquines.
Los Cazadores de Sombras salieron afuera también, con las armas
sobresaliendo de sus fundas y asomándose en sus ropas.
Resultó que Amalia Morgenstern había escondido una pequeña hacha
bajo
su
falda.
Roderick Morgenstern corrió hacia la calle y apuñaló el demonio con el
que Ralf Scott estaba luchando.
Desde el pequeño carro que contenía su acuario, Arabella dio un grito,
realmente atemorizada, y desafortunadamente se hundió hasta el fondo
de su tanque.
—Déjamelo a mí, Josiah! —Tronó Fairchild, y Josiah Waybread (No, en
realidad ahora Magnus pensaba que era ―Wayland‖), se le unió. Se
posicionaron frente al carro de Arabella y se pusieron a defenderla, sin
dejar a ningún demonio sin probar la brillante línea de sus hojas.
Silas Pangborn y Eloisa Ravenscar se desplazaron hacia la calles,
peleando espalda contra espalda con sus armas brillantes borrosas en
sus manos y sus movimientos perfectamente sincronizados, como si los
dos fueran una sola y feroz criatura.
De Quincey los siguió y luchó con ellos.
La presencia que Magnus tenía a su lado, se fue de repente. Camille lo
dejó y fue corriendo a ayudar a Ralf Scott. Un demonio le saltó por
detrás y la levantó por el aire en sus garras de cuchillas. Ralf aulló
desesperado y dolorido. Magnus atacó al demonio y lo lanzó hacia el
cielo.
Camille rodó hacia el suelo, y Magnus se arrodilló y la recogió,
sacudiéndola en sus brazos. Se asombró al ver el brillo de las lágrimas
en sus ojos verdes, estaba sorprendido de lo frágil que ella se sentía.
—Le pido perdón. Generalmente no soy tan fácil de ser derrotada. Una
vez, una adivina mundana me dijo que la muerte vendría hacia mi
cuando menos me la esperase. —Dijo Camille, con voz temblorosa. —
Una superstición tonta, no? Sin embargo, yo siempre quise ser
advertida. No le temo a nada, si solo me avisan que el peligro se acerca.
—Yo estaría totalmente debilitado si mi conjunto se hubiera echado a
perder por culpa de los demonios, que no saben nada acerca de la
moda.
—Dijo
Magnus,
y
Camille
se
echó
a
reír.
Sus ojos se veían como la hierba bajo el rocío, y ella era valiente,
hermosa y lucharía por su especie, pero también se pondría en su
contra. Fue en ese momento que Magnus sintió que había dejado de
buscar el amor.
Magnus levantó la mirada del encantador rostro de Camille, para luego
ver que los Cazadores de Sombras y los Submundos, milagrosamente,
no estaban discutiendo. En su lugar, se observaban unos a otros, en la
calle repentinamente silenciosa, con los cuerpos de sus enemigos
esparcidos alrededor, derrotados gracias a que ellos habían estado
unidos.
Había un cierto asombro en el ambiente, como si los Nefilims no
hubieran podido ver a los Subterráneos como a demonios al haber
tenido que luchar contra verdaderos demonios. Los Cazadores de
Sombras eran guerreros, y las alianzas de guerra significaban mucho
para ellos.
Magnus no era un guerrero, pero recordó como los Cazadores de
Sombras se habían movido para defender a un hombre lobo y a una
sirena. Para él, eso también significaba algo.
Tal vez todavía quedaba algo que salvar esa noche. Tal vez podrían
hacer real esa descabellada idea de los Acuerdos, después de todo.
Entonces sintió a Camille moverse en sus brazos, y vio lo que estaba
buscando. Ella estaba mirando a Ralf Scott, y él la estaba mirando a
ella. Había un mundo de dolor en sus ojos. El muchacho se puso en pié,
y descargó toda su ira en los Cazadores de Sombras.
—Ustedes hicieron esto! —Se enfureció—Nos quieren a todos muertos.
Ustedes
—Estás
nos
atrajeron
loco? —Fairchild demandó— Somos Nefilims!
acá—
Si los
quisiéramos muertos, ya estarían muertos. No necesitamos demonios
para matarlos a ustedes, y ciertamente no quisimos manchar nuestro
propio patio de entrada. Mi hija vive acá y no la pondría a ella en
peligro por nada que puedas nombrar, y justamente no por
Subterráneos.
Magnus tuvo que admitir que él tenía un punto.
—Es su gente la que trajo esta basura a nosotros! —Bramó
Starkweather.
Magnus abrió la boca para discutir, y entonces cayó en la cuenta de
cuán excesivamente vehemente se había opuesto la reina de las hadas
cuando discutieron acerca del acuerdo con los Cazadores de Sombras, y
también cuán extrañamente curiosa había estado con respecto a los
detalles tales como el lugar y el tiempo de la reunión. Cerró la boca.
Fairchild le dio a Magnus una mirada de condenación, como si los
Cazadores de Sombras pudieran ver reflejada la culpa de todos los
Subterráneos en su rostro.
—Si lo que dice Starkweather es cierto, han perdido todas las
oportunidades para crear un acuerdo con nuestra gente.
Estaba hecho, entonces, y Magnus vio pasar la furia por la cara de
Scott, hasta que visiblemente se rindió. Ralf miró a Fairchild con los
ojos limpios, y habló en un calmo tono de voz:
—No nos ayudarán? Muy bien. No los necesitamos. Los Hombres Lobo
podemos cuidarnos a nosotros mismos. Me encargaré de que así sea.
El joven hombre lobo esquivó la mano de Quincey, que intentaba
detenerlo, y no le hizo caso a la respuesta afilada de Fairchild. A la
única que le prestó atención fue a Camille. La miró por un momento.
Camille levantó su mano, la dejó caer, y Ralf dio media vuelta y se alejó
de los Cazadores de Sombras y los Submundos.
Magnus lo vio enderezar sus finos hombros e irse, un chico aceptando
una pesada carga y aceptando que había perdido lo que más amaba.
Magnus recordó a Edmund Herondale.
Magnus no volvió a ver a Edmund Herondale, pero lo escuchó una vez
más. Los Cazadores de Sombras decidieron que Magnus y Camille eran
los más razonables entre todos los Submundos que habían sido
convocados. Dado que las otras alternativas eran hombres lobo sin
temperamento y Alexei de Quincey, Magnus no se sintió sumamente
halagado por la preferencia.
Los Nefilims le pidieron a Magnus y a Camille que fueran a una
reunión privada para intercambiar información, de modo que pudieran
mantener
correspondencia
independientemente
de
Ralf
Scott.
Implícito en el trato, estaba la promesa de que los Cazadores de
Sombras deberían ofrecer su protección a Magnus y a Camille en caso
de que la necesitaran en algún tiempo futuro. A cambio, por supuesto,
de información mágica o Submunda.
Magnus fue a la reunión para ver a Camille, y no por otra razón. Se dijo
a si mismo que no estaba pensando en absoluto en aquella pelea junto a
los
demonios,
y
en
cómo
se
habían
unido.
Cuando entraron al Instituto, sin embargo, se paró en seco por los
sonidos. Los ruidos venían de lo profundo del edificio, y era el ruido,
los atormentados sonidos de alguien siendo enterrado vivo. Sonaba
como los gritos de un alma en el Infierno, o un alma siendo expulsada
del Paraíso.
— ¿!Qué es eso!? —Preguntó Magnus.
Había solo unos pocos Cazadores de Sombras presentes en esta
reunión no oficial, en vez de todos los representantes de La Clave. Solo
Granville Fairchild, Silas Pangborn y Josiah Wayland estaban
presentes.
Los tres Cazadores de Sombras estaban en el pequeño hall, con el
llanto de agonía vibrando en las paredes cubiertas de tapices y el techo
abovedado,
pero
los
tres
parecían
totalmente
indiferentes.
—Un cazador de sombras con el nombre Edmund Herondale ha
deshonrado el apellido de su familia y abandonado su deber, dejándose
caer en los brazos de la sociedad mundana.-Contestó Josiah Wayland,
sin signo de emoción alguno.-Está siendo despojado de sus Marcas.
—Y ser despojado de tus Marcas —dijo Magnus lentamente—, ¿Es así?
—Está siendo rehecho, en algo más vil —dijo Granville Fairchild, su fría
voz, aunque su cara estaba pálida—.
Está contra la voluntad del Ángel. Por supuesto que duele. Se oyó un
estremecedor grito de agonía que confirmó sus palabras. Él ni siquiera
volvió la cabeza. Magnus sintió frío y horror.
—Sois bárbaros!
— ¿Quieres salir corriendo a ayudarlo? —Inquirió Wayland. —Si lo
intentas, cada uno de nosotros se moverá y te derribaremos. No
preguntes ni motives nuestro modo de vida. Hablas aquello que es
noble y elevado, pero no eres capaz de entenderlo.
Magnus escuchó otro grito, que acabó en un desesperado sollozo. El
brujo pensó en la noche que había pasado con el chico, y en su radiante
rostro, sin dolor alguno. Ese era el precio de los Cazadores de Sombras
al enamorarse.
Magnus empezó a retroceder, pero los Cazadores de Sombras se
juntaron, con los cuchillos desenvainados y serios rostros. Un ángel con
una espada en alto, proclamando que Magnus no podría pasar, no
habría sido más convincente. Escuchó en su mente el eco de la voz de
su padrastro: Niño demoníaco, de Satanás, nacido para ser
condenado, abandonado por Dios.
El largo y solitario llanto de sufrimiento de un chico al que no podía
ayudar, no pudo evitar causarle un escalofrío en sus huesos, como agua
fría deslizándose para encontrar una tumba. A veces pensaba que todos
habían sido abandonados, cada alma en esta Tierra.
Incluso los Nefilims.
"No hay nada que hacer, Magnus. Vámonos ", dijo Camille en voz baja
en su oído. Su mano era pequeña, pero mantuvo el brazo de Magnus en
un agarre firme. Era fuerte, más fuerte que Magnus era, tal vez en
todos los sentidos. "Fairchild crió al joven desde que era un niño, creo,
y sin embargo, él lo está arrojando a la calle como basura. Los Nefilims
no tienen piedad‖.
Magnus le permitió llevarlo lejos de ahí, hacia la calle y fuera del
Instituto. Él estaba impresionado de que ella estuviera tan tranquila.
Camille tenía fortaleza, pensó Magnus. Él deseaba que ella le pudiera
enseñar el truco de ser menos tonto, y menos fácil de herir.
"He oído que usted nos está dejando, señor Bane", dijo Camille. ―siento
que se vaya. De Quincey celebra las fiestas más famosas, y he oído que
usted es la vida y alma de cualquier fiesta a la que asiste‖.
"Siento tener que irme, de hecho," dijo Magnus.
"Si se puede saber por qué?", Dijo Camille, con su hermoso rostro
hacia arriba, con los ojos verdes brillantes. ―pensaba que Londres
había capturado su fantasía, y que se podría quedar ".
Su invitación era casi irresistible. Pero Magnus no era ningún cazador
de sombras. Podría tener piedad de alguien que estaba sufriendo, y
joven.
"Ese joven hombre lobo, Ralf Scott," dijo Magnus, abandonando sus
pretensiones. "Él está enamorado de ti. Y me pareció que lo mirabas
con cierto interés también. "
"¿Y si eso es cierto?", preguntó Camille, riendo. "No me pareces el tipo
de hombre que se hace a un lado y renuncia a sus pretensiones por el
beneficio de otros!‖
"Ah, pero yo no soy un hombre. O no? Tengo años, y tu también ",
agregó, y eso fue glorioso también, la idea de amar a alguien sin temer
que lo podría perder pronto. "Sin embargo, los hombres lobo no son
inmortales. Ellos envejecen y mueren. El chico Scott no tiene más que
una oportunidad para el amor, en la que yo-yo podría ir y volver y
encontrarte aquí de nuevo. "
Ella hizo un mohín. "Puede que me olvide de ti."
Se inclinó a su oído. "Si lo haces, tendré que recordarme a mí mismo
por la fuerza de su atención." Sus manos se extendían por su cintura, la
seda de su vestido suave bajo las yemas de sus dedos. Podía sentir el
oleaje y la subida de ella bajo su toque. Sus labios rozaron su piel, y ella
sintió saltar y estremecerse. Él susurró, "Ama al chico. Dale su
felicidad. Y cuando vuelva, voy a dedicar una era para admirarte‖.
‗‘Una era entera?‘‘
"Tal vez," dijo Magnus, burlas. "¿Cómo va el poema de Marvell?
―Cien años yo daría para alabar
Tus ojos y tu frente;
Doscientos años más adorando cada pecho,
Pero treinta mil para el resto;
Una era, al menos, para todas las partes,
Y la última edad debiera mostrar tu corazón. . . . "
Las cejas de Camille se había levantado hacia a su pecho, pero sus ojos
brillaban.
"¿Y cómo sabes que tengo un corazón?"
Magnus levantó sus cejas, concediendo el punto. "He oído decir que el
amor es fe. "."
"si es que tu fe está justificada", dijo Camille, "el tiempo lo dirá."
"Antes de que el tiempo nos diga algo
más", dijo Magnus,
"Humildemente ruego que acepte una pequeña muestra de mi aprecio‖.
Metió la mano en su chaqueta, que estaba hecha de tela azul y
superfina que esperaba que Camille encontrara brillante, y sacó un
collar. El rubí brillaba a la luz de una farola cercana, su corazón del rico
color de la sangre.
‗‘ es algo lindo‘‘ dijo Magnus.
‗‘ bastante lindo‘‘ dijo ella Sonando divertida por el eufemismo.
"No es digno de su belleza, por supuesto, pero ¿qué podría ser? Hay
una cosa pequeña además de hermosura que recomiendo. Hay un
hechizo en la joya, para que le avise cuando los demonios estén cerca‖.
Los ojos de Camille se abrieron ampliamente, Ella era una mujer
inteligente, y Magnus vio que sabía el valor total de la joya y del
hechizo.
Magnus había vendido la casa en Grosvenor Square, y qué más había
que hacer con el proceso? No podía pensar en nada más valioso que la
compra de una garantía de que mantendría Camille segura y hacer que
ella le recordara amablemente.
"Yo pensaré en ti cuando esté lejos", Magnus prometió, fijando el
pendiente cerca su blanca garganta. "Me gustaría pensar en ti sin
miedos."
Camille miro el chispeante centro del collar y de nuevo. Ella miró a los
ojos de Magnus.
"En toda justicia, debo darle una ficha para que me recuerdes," dijo
ella, sonriendo.
"Oh, bueno," dijo Magnus mientras se acercaba. Su mano se posó en el
pequeño círculo de seda la cintura. Antes de que sus labios encontraron
los de ella, murmuró: "Si es por la causa de la justicia."
Camille lo besó. Magnus dedicó un pensamiento para que la farola
ardiera mas brillante, en el hierro y caja de cristal llenó toda la calle
suave luz azul. Él la tomó, y también la promesa de posible amor, y en
ese instante todas las estrechas calles de Londres parecieron
expandirse, e incluso pudo pensar amablemente en los Cazadores de
Sombras, y uno más que el resto.
No escatimó un momento para la esperanza de que Edmund Herondale
encontraría consuelo en los brazos de su bello amor mundano, que
viviría una vida que hiciera que todo lo que él había perdido y sufrido
mereciera la pena.
El barco de Magnus zarparía esa noche. Dejó a Camille para que ella
pudiera buscar a Ralf Scott, él abordó el buque de vapor, un casco de
hierro glorioso llamado Persia que había sido hecho con lo último de la
inventiva mundana. Su interés en el buque y sus pensamientos de una
aventura por venir le hizo arrepentirse menos de su ida, pero aún así,
se situó en el carril mientras el buque partía hacia aguas nocturnas.
Miró a su pasado en la ciudad que estaba dejando atrás.
Años más tarde, Magnus regresaría a Londres y junto a Camille
Belcourt, y descubriría no todo lo que había soñado. Años más tarde,
otro desesperado chico Herondale con azules, ojos azules vendría a su
puerta, temblando por el frío de la lluvia y su miseria, y éste Magnus
sería capaz de ayudar.
Magnus no conocía a nadie, él sólo se quedó en el muelle en un barco y
vio Londres y toda su luz y las sombras deslizarse fuera de vista.
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