Traducción Corrección Diseño Tessa Scott Moderadora Daniela Castro Vampire and Scones and Edmund Herondale Cassandra Clare Sarah Rees Brennan Sinopsis M agnus Bane aprovecha sus alianzas con los subterráneos y los Cazadores de Sombras en una aventura en el Londres victoriano. Cuando el inmortal brujo Magnus Bane asiste a las conversaciones preliminares de paz entre los Cazadores de Sombras y los Subterráneos en el Londres victoriano, es encantado por dos personas muy diferentes: la vampira Camille Belcourt y el joven cazador de sombras, Edmund Herondale. ¿Ganar corazones significará tomar partido? Londres, 1857 esde los lamentables acontecimientos de la Revolución Francesa, Magnus ha tenido unos ligeros perjuicios contra los vampiros. Los no-muertos fueron siempre matando siervos y poniendo en peligro a monos. El clan de vampiros en París todavía le envía mensajes rudos a Magnus acerca de su pequeño malentendido. Los vampiros guardaban el rencor por más tiempo que cualquier criatura viviente, y cuando estaban de mal humor, se expresan ellos mismos mediante el asesinato. Magnus generalmente deseaba que sus compañeros fueran menos —sin juego de palabras— sanguinarios. También estaba el hecho de que a veces los vampiros cometieron crímenes peor que el asesinato. Cometieron crímenes contra la moda. Cuando se es inmortal, uno lo tenía que olvidar con el paso del tiempo. Todavía, eso no era excusa para usar un gorro última moda en la era de Napoleón I. Magnus estaba empezando, sin embargo, a sentir como si hubiera sido un trinoindente precipitado en despedir a todos los vampiros. Lady Camille Belcourt era una mujer terriblemente hermosa. Ella también fue vestida con la altura absoluta de la moda. Su vestido tenía una encantadora falda, y la caída azul tafetán en siete hileras estrechas sobre la silla hace que parezca como si estuviera levantando de una cascada de brillantes aguas azules. No había mucho material en todo su pecho, que estaba tan pálido y curvado como una perla. Todo eso rompió la perfecta palidez de la curva del pecho y la columna del cuello era una cinta de terciopelo negra y espesa que brilla y unos rizos espesos que se agrupan en su pelo. Un rizo de oro fue lo suficientemente largo para que se situara en la delicada curva de su clavícula, que llevó los ojos de Magnus volver una vez más a — En realidad, todos los caminos conducen de vuelta al pecho de lady Camille. Era un vestido maravillosamente diseñado. También era un pecho maravillosamente diseñado. Lady Camille, era tan atenta como hermosa, notando a Magnus verla, sonrió. -Lo maravilloso de ser una criatura de la noche- le confió en voz baja, Es que uno necesita no llevar nada más que la ropa de noche.-Nunca había considerado ese punto antes,- dijo Magnus, llamando mucho la atención. -Por supuesto que me encanta la variedad, así lo que hago es aprovechar cualquier oportunidad para cambiar de traje. Encuentro que hay muchas ocasiones durante una noche de aventura para una dama de despojarse de sus prendas de vestir.- Se inclinó hacia delante, su pálido codo se apoyaba en la mesa caoba de los cazadores de sombras. - Algo me dice que tú eres un hombre que sabe sobre noches de aventura.- -Mi lady, con migo, todas las noches son una ventura. Ore por continuar su discurso sobre moda,- Magnus la insto. -Es uno de mis temas favoritos.Lady Camille sonrió. Magnus bajó la voz discretamente. - O si lo desea, continuar con su discurso sobre lo de desnudarse. Creo que es mi tema favorito de todos. Se sentaron uno al lado del otro en una larga mesa de cazadores de sombras en el instituto de Londres. El cónsul, un triste nephilim estaba al frente de las actuaciones, fue zumbado alrededor de hechizos que deseaban brujos para poner a disposición a ellos precios de corte de tasa, y sobre sus nociones de comportamiento apropiado para los vampiros y hombres lobo. Magnus no había oído una sola forma en que estos "acuerdos" podrían concebiblemente beneficiar a los subterráneos, pero él podía sin duda ver por qué los cazadores de sombras habían desarrollado un deseo apasionado de ratificarlos. Comenzó lamentando su acuerdo para hacer el viaje a Londres y su Instituto para que los cazadores de sombras pudieran perder su valioso tiempo. El cónsul, quien creía Magnus se llamaba Morgwhatsit, parecía apasionadamente enamorado de su propia voz. Aunque, en realidad había dejado de hablar. Magnus apartó la mirada de Camille para encontrar el menos agradable de vista, el Cónsul— su desaprobación cruzó en su rostro, tan claros como las runas de su piel — mirándolo fijamente. - Si tú y la mujer vampiro podrían dejar su flirteo por un momento,- dijo él en un tono acido. -¿Flirteando? Estábamos más en que caer en una pequeña conversación subida de tono- , dijo Magnus, ofendido. -Cuando empiezo a flirtear, te lo aseguro el cuarto entero lo sabrá. Mi flirteos causan sensaciones.Camille se echó a reír. -¡Qué rima tan inteligente.Las bromas de Magnus parecían liberar el descontento de todos los subterráneos en la mesa. -¿Qué más tenemos que hacer que hablar entre nosotros? -preguntó un hombre lobo mozalbete, todavía joven pero con intensos ojos verdes de un fanático y la cara delgada determinada de un fanático que en realidad era competente. Su nombre era Ralf Scott. - Hemos estado aquí durante tres horas y no han tenido la oportunidad de hablar. Tu nephilim ha hablado todo el tiempo.-No lo puedo creer- dijo Arabella, una sirena encantadora, con su encanto situado en conchas marinas, -cuando nadé en el Támesis, y di mi consentimiento para ser remolcada por poleas y ponerme en un gran acuario de cristal, para esto.Hablaba en voz muy alta. Incluso Morgwhatsit miró sorprendido. ¿Por qué, Magnus quería saber, porque los nombres del Cazador de Sombras eran tan largos, cuando los brujos se dieron apellidos elegantes de una sílaba? Los nombres largos eran pura presunción. -Ustedes desgraciados deben ser honrados de estar en el instituto de Londres,- gruñó un hombre de cabello plateado Cazador de sombras con el nombre de Starkweather. -Yo no permitiría a ninguno de ustedes en mi Instituto, a no ser que yo llevara una de sus cabezas sucias en una pica. Silencio, y deja que tus superiores hablen para ti. Una pausa muy incómoda siguió. Starkweather miró a su alrededor y sus ojos habitaban en Camille, no como si fuera una mujer hermosa, pero como si fuera a ser un buen trofeo para su pared. Los ojos de Camille fueron a su jefe y amigo, el vampiro de cabello claro Alexei de Quincey, pero él no respondió a su súplica muda. Magnus extendió su mano y tomó la de ella. Su piel estaba fría, pero sus dedos se ajustaban cuidadosamente. Vio a Ralf Scott, mirando por encima de ellos y palideció. Él era aún más joven de lo que Magnus había pensado. Sus ojos eran enormes y como vidrio verde, lo suficientemente transparente para que todas sus emociones brillaran a través de su rostro delgado. Ellos estaban fijos en Camille. Interesante, pensó Magnus, y dio una observación a distancia. -Estos están destinados a ser los acuerdos de paz-, dijo Scott, con deliberada lentitud.- ¿Qué nos quiere decir están todos destinados a tener una oportunidad para que nuestras voces sean escuchadas? He oído que la paz beneficia a los Cazadores de Sombras. Ahora deseo hablar sobre cómo beneficiará subterráneos. ¿Los haremos darse puestos en el Consejo?- Starkweather comenzó a ahogarse. Y Una de las mujeres cazadores de sombras se levantó a toda prisa. -Atentos, creo que mi marido estaba tan emocionado por la oportunidad de pronunciar un discurso que no ofreció refrigerios - , dijo en voz alta. -Soy Amalia Morgenstern.- Oh, eso es todo, Pensó Magnus. Morgenstern. Nombre horrible. -Y, ¿hay algo que te puedo ofrecer?- La continuó la mujer. -Voy a llamar a la criada en un santiamén.-No hay carne cruda para el perro, piensa,- dijo Starkweather, y soltó una risita. Magnus vio otra mujer Cazador de Sombras con una risita en silencio detrás de su mano. Ralf Scott, sentado, pálido y silencioso. Había sido la fuerza motriz detrás de montaje de los subterráneos hoy aquí, y había sido el único hombre lobo dispuesto a venir. Incluso su hermano menor, Woolsey, se había quedado de distancia, partiendo de Ralf en los escalones de la entrada del Instituto con un despreocupado lanzamiento de su rubia cabeza y un guiño a Magnus. (Magnus había pensado, interesante, sobre eso, también.) Las hadas se habían negado a asistir, la reina, habiendo establecido a sí misma en contra de la idea. Magnus fue el único brujo que había venido, y Ralf se visto obligado a perseguirlo abajo, sabiendo de sus conexiones con los Hermanos Silenciosos. Magnus no había tenido gran espera sobre este intento de forjar una paz con los Cazadores de Sombras, pero fue una pena ver sueños amplios de niño que vienen a este. -Estamos en Inglaterra, ¿o no estamos?-, preguntó Magnus, y se inclinó con una sonrisa encantadora en Amalia Morgenstern, quien parecía bastante atrevida. -Yo estaría encantado si podría tener algunos bollos-. -Oh, por supuesto-, dijo Amalia. -Con nata, por supuesto.Magnus miró a Camille. -Algunos de mis mejores recuerdos son montones de crema y las mujeres hermosas-. Magnus disfrutaba escandalizando a los Cazadores de Sombras. Camille en su lugar parecía como si estuviesen disfrutando de ella también. Sus ojos verdes estaban entrecerrados por un momento con la divertida satisfacción, como si fuera un gato que ya había tenido su relleno de crema. Amalia tocó el timbre. -Mientras esperamos por muffins, podemos escuchar el resto de discurso del querido Roderick.Hubo un silencio consternado, y en el silencio el murmullo fuera de la puerta, sonó, alto y claro. -Misericordioso Ángel, dame fuerza para soportar. . . . Roderick Morgenstern, que Magnus pensaba verdaderamente merecía tener un nombre que Sonaba como una grava de mascar de cabra, se levantó feliz de continuar su discurso. Amalia intentado destacar discretamente de su asiento—Magnus le podría haber dicho que su falda y sigilo juntos eran una causa perdida—y se dirigió a la puerta, que se abrió. Varios cazadores de sombras jóvenes cayeron en la habitación como cachorros al caer uno tras otro. Los ojos de Amalia redondeadas en comica sorpresa. "Lo que en la tierra" A pesar de los Cazadores de Sombras con la rapidez de los ángeles, sólo uno logró aterrizar con gracia. Era un niño, o mejor dicho, un hombre joven, que terminó con su caída en una rodilla antes de Amalia, como Romeo propone Julieta. Tenía el pelo del color de una moneda que era de oro puro, ningún metal base, y las líneas de su cara eran tan limpias y elegantes como un perfil grabado en una de las monedas principescas. Su camisa se había convertido en desarreglado en algún momento durante la escucha, el collar abrió a revelar el borde de una runa dibujada en su piel blanca. Lo más destacable de él eran sus ojos. Eran ojos riendo, a la vez tan alegres y tiernos: eran el azul pálido resplandeciente de un cielo deslizándose hacia el atardecer en Cielo, cuando los ángeles que habían sido dulces durante todo el día se vieron tentados a pecar. -No podía soportar la idea de separarme de ti ni un momento más, querida, querida señora Morgenstern - , dijo el joven, que poseyó a sí mismo de la mano de Amalia. -Yo os quiero.- Hizo jugar con sus largas pestañas doradas, y Amalia Morgenstern fue inmediatamente reducida a sonroja y sonrisa. Magnus siempre había tenido una preferencia por el pelo negro. Parecía como si el destino determinó que debería ampliar sus horizontes. O eso, o los rubios del mundo se habían formado en una especie de conspiración para ser bien parecido, de repente. -Disculpe, ¿Bane?-, Dijo Roderick Morgenstern. -¿Está usted atendiendo?-Lo siento mucho-, dijo Magnus cortésmente. -Alguien increíblemente atractivo acaba de llegar a la habitación, y dejé de prestar atención a lo que decía-. Tal vez era una observación imprudente. Los ancianos cazadores de sombras, los representantes de la Clave, todo parecía horrorizado y consternado en cualquier Submundo expresando interés en uno de sus jóvenes. El nephilim también había decidido dar opiniones sobre el tema de los invertidos y conducta desviada, ya que un grupo de sus principales ocupaciones se agitaba en armamento pesado alrededor y ajuzgar a todo el mundo que se conocieron. Camille, por su parte, pareciera que encontrara Magnus aún más interesante de lo que era antes. Miró hacia atrás y adelante entre él y el joven muchacho rubio cazador de sombras, y cubrió su sonrisa con una mano enguantada. -Él es muy agradable-, murmuró a Magnus. Magnus estaba viendo como Amalia ahuyentó a los jóvenes cazadores de sombras-el chico rubio; un hombre mayor joven con el pelo marrón grueso y cejas importantes, y ojos oscuros, poco más que un niño, que miraba por encima del hombro y le dijo: "¿Papa?" En claro cuestionamiento a la cabeza del Instituto de Londres, un hombre oscuro sepulcro llamado Granville Fairchild. -Vaya, Charlotte. Tu sabes cuál es tu deber -, dijo Fairchild. Deber ante todo, ese fue el Camino del guerrero, Magnus repensó. Ciertamente deber ante el amor. La pequeña Charlotte, ya un cazador de sombras obediente, trotó obedientemente lejos. La voz baja de Camille tomo la atención de Magnus. -¿Supongo que no deseas compartir a él?Magnus le devolvió la sonrisa. -No como una comida, no. ¿Era eso lo que querías decir? Camille se echó a reír. Ralf Scott, hizo un ruido impaciente, pero se calló por Quincey, que murmuraba de él con disgusto, mientras que el ruido aumentó las murmuraciones y descontentos de Roderick Morgenstern, un hombre deseaba claramente continuar con su discurso y finalmente, los refrigerios llegaron transportados en bandejas de plata por un grupo de criadas. Arabella la sirena levantó una mano, salpicando con energía en su acuario. -Con su permiso-, dijo. -Me gustaría tener un bollo.Cuando el discurso interminable de Morgenstern fue finalmente hecho, todo el mundo había perdido toda voluntad de conversar y simplemente deseaban volver a casa. Magnus se separó de Camille Belcourt con profunda resistencia y de los Cazadores de Sombras con profundo alivio. Había pasado algún tiempo desde que Magnus había estado enamorado, y él estaba empezando a sentir los efectos. Recordó el resplandor del amor como más brillante y el dolor de la pérdida de tan suave que había sido en realidad. Se encontró mirando a muchas caras para el amor posible, y ver tanta gente como vasos de posibilidad brillante. Quizás esta vez no habría algo indefinible que enviar corazones hambrientos, itinerantes, anhelando y buscando algo, no sabía qué, y sin embargo no podía renunciar a la búsqueda. Cada vez que una cara o una mirada o un gesto llamó la atención de Magnus en estos días, se despertó a la vida un estribillo del pecho de Magnus, una canción con ritmo persistente con sus latidos. Quizás esta vez, tal vez éste. Mientras caminaba por la calle Thames, comenzó a trazar formas para ver a Camille nuevo. Se debe hacer una visita al clan de los vampiros en Londres. Sabía de Quincey vivía en Kensington. Fue sólo civil. -Después de todo-, comentó Magnus en voz alta a sí mismo, blandiendo su bastón con cabeza de mono, "Las personas atractivas e interesantes no sólo caen del cielo." Fue entonces que el cazador de sombras de pelo rubio que Magnus había visto en el Instituto hizo un salto mortal desde la parte superior de una pared y aterrizó con gracia en la calle delante de él. -¡Conjuntos devastadores hechos en Bond Street, con chalecos de brocado rojo no simplemente caen del cielo!- Magnus proclamó experimentalmente a los cielos. El joven frunció el ceño. -¿Cómo dice?- -Oh, nada, nada en absoluto-, dijo Magnus. -¿Puedo ayudarle? No creo que haya tenido el placer de conocerlo-. El nephilim se agachó y recogió el sombrero, que había caído sobre el pavimento cuando él había hecho su salto. Luego se lo quitó para reparar hacia Magnus. El efecto de la sonrisa y las pestañas juntas eraN como un pequeño terremoto de atractivo. Magnus no podía culpar a Amalia Morgenstern por su risa, aunque el muchacho era demasiado joven para ella. -No menos de cuatro de mis mayores estimados me dijeron que de ninguna manera debía conversar siempre con usted, así que me prometí que iba a conocerte. Mi nombre es Edmund Herondale. ¿Puedo preguntar tu nombre? Se refirieron a su uso sólo como -una vergüenza más que el espectáculo de un brujo.-Estoy profundamente conmovido por este homenaje-, Magnus dijo a Edmund, e hizo su propio arco. -Magnus Bane, a su servicio.-Ahora estamos familiarizados-, dijo Edmund. -¡Capital! ¿Usted frecuenta las casas bajas del pecado y el libertinaje?-Oh, de vez en cuando.-El señor Morgenstern dijo que lo hizo, mientras estaban tirando por la borda los platos-, Edmund dijo, con muestras de entusiasmo. -¿Vamos?- ¿Tirar los platos? Tomó a Magnus un momento para comprender, y cuando lo hizo, sintió frío por dentro. Los cazadores de sombras habían tirado los platos subterráneos. Por otra parte, eso no fue culpa de Edmund. El único otro lugar al Magnus tuvo que ir fue la mansión que había comprado quizás imprudentemente en Grosvenor Square. Una reciente aventura le había causado a convertirse temporalmente en ricos (un estado que despreciaba, sino que por lo general trató de deshacerse de su dinero tan pronto como él lo tenía), por lo que había decidido vivir con estilo. La ton of London se refería a él, a su juicio, como "Bane el ricachón." Esto significó un gran mucha gente en Londres estaban ansiosos por conocerle, y un gran número de ellos parecía cansado. Edmund, al menos, no lo hizo. -¿Por qué no?- Decidió Magnus. Edmund brillaba. -Excelente. Muy pocas personas están dispuestas a tener aventuras reales. ¿No has encontrado eso, Bane? ¿No es triste? -Tengo muy pocas reglas en la vida, pero una de ellos es nunca rechazar una aventura. Las otras son: evitar ser románticamente enredado con las criaturas del mar, para pedir siempre lo que quiere, porque lo peor que le puede pasar es vergüenza, pero la mejor Lo que puede suceder es la desnudez, para exigir dinero disponible en la delantera, y de nunca jugar a las cartas con la pérdida de Catarina.-¿Qué?-Ella engaña-, explica Magnus. -No te preocupes por eso.- -Me gustaría conocer a una mujer que engaña a las cartas-, dijo Edmund con nostalgia. -Aparte de De Granville tía Millicent, que es un terror en piquet-. Magnus en realidad nunca había considerado que los de alta y poderosos cazadores de sombras jugaran a las cartas, y mucho menos engañado a ellos. Supuso que se había imaginado que su tiempo de ocio y actividades consistieron en el entrenamiento con armas y con las discusiones acerca de su infinita superioridad sobre todos los demás. Magnus se aventuró a dar un toque a Edmund. "Los clubes mundanos por lo general desaprueban clientes que tienen, exclusivamente, por ejemplo, al azar, una gran cantidad de armas de su persona. Así que podría ser un impedimento‖. -Absolutamente no-, Edmund le prometió. -¿Por qué, tengo el surtido más insignificante de armas en mí. Sólo unas pocas dagas miserables, un solo cuchillo estilete, un par de látigos- Magnus parpadeó. -Apenas un arsenal-, dijo. -A pesar de que suena como un Sábado más divertido-. -¡Capital!-, dijo Edmund Herondale, al parecer tomando este de aprobación de su empresa en la excursión de Magnus. Parecía encantado. El club de White, en la calle de St. James, no había cambiado exteriormente en absoluto. Magnus considero la fachada de piedra clara con placer: las columnas griegas y los marcos arqueados a las ventanas más altas, como si cada uno fuera una ventana de la capilla en sí mismo, el balcón de hierro fundido, que llevaba un patrón de remolinos intrincados que siempre habían hecho que Magnus pensara en una procesión de conchas de caracol, la ventana del arco de los cuales un hombre famoso había visto una vez apostar por una carrera entre las gotas de lluvia. El club había sido establecido por un italiano, que había sido el refugio de los criminales, y que había sido la perdición irresistible de aristócratas ingleses durante más de un cien años. Cuando Magnus oyó todo descrito como una "pesadilla", él estaba seguro de que le gustaría. Lo era por qué había elegido ese particular apellido por sí mismo, y también por qué se había unido De White varios años antes en una visita a Londres, principalmente porque su amiga Catarina le había apostado que no podía hacerlo. Edmund se dio la vuelta una de las lámparas de hierro forjado negro puesto delante de la puerta. El salto noindentame detrás del cristal era tenue en comparación con sus ojos. "Esto solía ser un lugar donde los bandoleros tomaron chocolate caliente," dijo Magnus Edmund sin cuidado mientras caminaban en el interior. "El chocolate caliente era muy bueno. El ser un bandolero es trabajo frío. -¿Alguna vez le preguntas a alguien que lo coloque y entregue?-Sólo voy a decir esto-, dijo Magnus. -Estoy corriendo con una máscara de buen gusto y un gran sombrero.Edmund se rió de nuevo, tenía una risa fácil y encantadora, como un niño. Su mirada era itinerante por toda la habitación, desde el techo construido, al parecer como si estuvieran en un gran barril de la araña goteo brillantes joyas como una duquesa de piedra, a las verdes mesas cubiertas de bayeta que se apiñaban en la parte derecha de la sala, donde los hombres estaban jugando tarjetas y perder fortunas. La reacción de Edmund de asombro y sorpresa, le hacían parecer más joven de lo que era; Le daba un aire de fragilidad a su belleza. Magnus no se preguntaba por qué, un Nephilim como él, no era más cauteloso con un submundo. Dudaba que Edmund Herondale desconfiara de cualquier cosa en la vida. Estaba ansioso de ser entretenido, listo para ser emocionado, esencialmente confiando del mundo. Edmund señaló a dos hombres que se quedaron de pie, uno haciendo una entrada en un libro grande con una gran y desafiante pluma. – ¿Qué hacen de pie allí? –. – Supongo que están registrando una apuesta. Hay un libro de apuestas aquí en Blanco que es muy famoso. Todo tipo de apuestas se toman, ya sea un caballero que quiere embelesar a una mujer en un globo a un millar de pies de la tierra o hasta si un hombre puede vivir bajo el agua por un día–. Magnus les encontró un par de sillas cerca del fuego, e hizo un gesto indicando que él y su compañero necesitaban una bebida. Su sed seria saciada en el siguiente instante. Hay ventajas ciertamente excelentes en un club de caballeros. – ¿Crees que alguno de ellos pueda cumplir esa apuesta? – Preguntó Edmund. – No vivir bajo el agua; Sé que los mundanos no pueden. Las otras cosas– – Mis experiencias en un globo fue con una señora que no fue muy agradable,- dijo Magnus haciendo una mueca ante el recuerdo. La reina María Antonieta había sido una experiencia emocionante, pero no se sintió cómodo con ella como compañera de viaje. – Me inclino a disfrutar de placeres carnales en un globo con una dama o un caballero. No importa que tan delicioso sea–. Edmund Herondale no pareció en absoluto sorprendido por la mención de un caballero en las especulaciones románticas de Magnus. – Yo elegiría la apuesta de una señora en el globo–, dijo. – Ah–, dijo Magnus que había sospechado que esa sería su elección. – Pero yo siempre estoy ahí para ser admirado– dijo Edmund, con una sonrisa cautivadora. – Y yo siempre admiro–. Lo dijo con una sonrisa sencilla, batiendo sus pestañas de oro, de la misma forma en que había terminado Amalia Morgenstern alrededor de su dedo. Estaba claro que sabía que era una barbaridad, y que espera que a la gente le gustara. Magnus sospechaba que todos lo hacían. – Ah, bueno– dijo Magnus, tomando el asunto con gracia. – ¿Alguna mujer en particular? – No estoy completamente seguro de sí creo en el matrimonio. ¿Por qué tener un solo bombón cuando se puede tener la caja? – Magnus arqueó las cejas y tomó un sorbo de su excelente brandy. El joven tenía una habilidad especial con las palabras y el deleite inocente de alguien que nunca había tenido el corazón roto. – Nunca a nadie te ha lastimado, ¿verdad? – Dijo Magnus, que no veía sentido irse por las ramas. Edmund miró alarmado – ¿Por qué? ¿Estás a punto de herirme? – – ¿Con todos esos azotes en tú persona? No lo creo. Yo solamente quiero decir que pareces alguien que nunca ha tenido el corazón roto–. – Perdí a mis padres cuando era niño– dijo Edmund con franqueza. – Pero es raro ser un cazador de sombras con una familia intacta. Me llevaron son los Fairchild y crecí en el Instituto. Su instituto ha sido siempre mi casa. Y si usted quiere decir amor, entonces no, mi corazón nunca se ha roto. Tampoco preveo que vaya a suceder–. – ¿No crees en el amor? – – El amor, el matrimonio, todo el asunto es muy sobrevalorado. Por ejemplo, este chico que se llama Benedict Lightwood recientemente ha sido atrapado, y el asunto es horrible… - Tus amigos moviéndose a una etapa diferente de sus vidas puede que sea difícil– dijo Magnus con simpatía. Edmund hizo una mueca. – Benedict no es mi amigo. Es la pobre señorita la que me da lástima. El hombre unos hábitos muy peculiares, si sabes de lo que estoy hablando…–. – No entiendo– dijo Magnus. – Es un poco pervertido, es a lo que quiero llegar–. Magnus lo miró con un aire frío. – Noticias Malas de Benedict, así lo llamamos–, dijo Edmund. – Sobre todo debido a su costumbre de confraternizar con los demonios. Cuantos más tentáculos, mejor, si usted comprende lo que estoy diciendo–. – Oh–, dijo Magnus, iluminado. - Yo sé a quién se refiere. Tengo un amigo quien compró algunas xilografías1 más inusuales. También un par de grabados. Dicho amigo es simplemente un comerciante honesto, y nunca he comprado nada de él mismo, claro está. – También Benedicto Lightworm. Benedict el Feroz, – Edmund continuó con amargura. -Pero él lo hace furtivamente, mientras que el resto de nosotros somos honestos, la Clave y todos piensan que es superlativamente bien educados. Pobre Bárbara. Me temo que actuó apresuradamente por su corazón roto–. Magnus se inclinó hacia atrás en su silla. – ¿Y quién le rompió el corazón, si puedo preguntar? –, Se preguntó, divertido. – Los corazones de las mujeres son como pedazos de porcelana en una repisa de la chimenea. Hay muchos de ellos, y es tan fácil de romper sin darse cuenta–. Edmund se encogió de hombros, un poco triste, pero sobre todo divertido y, a continuación, un hombre en un horrible chaleco se sentó en su sillón. – Le pido perdón–, dijo el caballero. – Creo que estoy un poco ¡ebrio! –. – Amablemente estaré dispuesto a creer que estaba borracho cuando se vistió– dijo Magnus en voz baja. 1 Técnica de impresión con plancha de madera. – ¿Eh?– Dijo el hombre. –Alvanley es el nombre.Usted no es uno de esos ricachones indios, ¿verdad? – A pesar de que nunca sintió ganas de explicar sus orígenes a los europeos de piel blanca que no les importaba saber la diferencia entre Shanghai y Rangún, dados los problemas en la India, no era realmente una buena idea para Magnus ser catalogado como Indio. Suspiraba y desmentida, hizo su presentación y la reverencia. – Herondale– dijo Edmund, inclinándose también. El aseguramiento de oro de Edmund y la sonrisa abierta hicieron su trabajo. – ¿Nuevo en el club? –, preguntó Alvanley, de repente benevolente. – Bien, bien. Es una celebración. ¿Puedo ofrecerle otra copa? –. Los amigos de Alvanley, algunos en la mesa de juego y algunos de fresado sobre esta, hicieron un discreto saludo. La Reina Victoria había dado a luz felizmente y la madre e hija estaban en buenas condiciones. – ¡Beber a la salud de nuestra nueva princesa Beatriz, y para la reina! – – ¿Esa pobre mujer no tiene 9 hijos? – preguntó Magnus. – Por el noveno yo creí que estaría demasiado cansada como para pensar en un nuevo nombre, y sin duda demasiada fatigada para gobernar un país. Beberé a su salud por todos los medios–. Edmund estaba muy listo para ser doblado con más bebidas, aunque en un momento se resbaló y se refirió a la reina como Vanessa en lugar de Victoria. – Ja ja ja ja– dijo Magnus. – ¡Él están gracioso, no hay duda! – Edmund se atraganto con la bebida y casi inmediatamente se embelesó en un juego de cartas. Magnus se unió a jugar Macao también, pero se encontró observando al cazador de sombras con cierta preocupación. Las personas que alegremente creían que el mundo les debía la buena suerte pueden ser peligrosas en la mesa de juego. A esto se añade el hecho de que Edmund ansiaba ganar, y su tipo de temperamento fue el que más apto para el desastre en el juego. Había algo inquietante en el brillo de los ojos del muchacho, de pronto cambiaron por la luz de velas de cera del club, de ser como el cielo a ser como un mar un instante antes de una tormenta. Edmund, Magnus decidió, le hizo pensar en nada tanto como un barco-a brillar Hermoso, sacudido por los caprichos del agua y los vientos. Sólo el tiempo dirá si él encontraría el ancla y el puerto, o si toda la que la belleza y el encanto se reduciría en un naufragio. Todas las fantasías estaban a un lado, no había necesidad de que Magnus jugara a la niñera de un Cazador de Sombras. Edmund era un hombre adulto y capaz de cuidar de sí mismo. Fue Magnus que se aburría en el final, y convenció a Edmund a dar un paseo aleccionador en el aire de la noche. No se habían alejado mucho de la calle St. James, cuando Magnus hizo una pausa en su relato de un determinado incidente en el Perú porque sentía a Edmund llamado la atención a su lado, cada línea del cuerpo atleta angelical repentinamente se tensó. Él trajo a la mente la fuerza de un perro puntero al oír un animal en la maleza. Magnus siguió la línea de visión de Edmund hasta que vio lo que el cazador de sombras estaba viendo: un hombre con sombrero de hongo, su mano se estableció firmemente en la puerta del coche, con lo que parecía ser un altercado con los ocupantes del carro. Era terriblemente descortés, y un momento más tarde se convirtió en peor. El hombre había sujetado el brazo de una mujer, eso fue lo que Magnus vio. Estaba vestida sencillamente, como conviene a una Abigail o Doncella. El hombre trató de abrir con su llave el carro y sacar a la mujer a la fuerza. Él habría tenido éxito, pero para la interferencia de los otros ocupantes del carro, una pequeña dama oscura, esta vez en un vestido que crujían como la seda como su voz sonó como un trueno. – ¡Suelta, desgraciado! – Dijo la señora, y ella golpeo al hombre en la cabeza con su sombrero. El hombre salto ante el ataque inesperado y soltó a la mujer, pero le dio la atención a la mujer y agarró la mano que sostenía el sombrero en su lugar. La mujer dio un grito que parecía más de indignación que de terror, y le golpeó en la nariz. El rostro del hombre se volvió rojo, Magnus y Edmund fueron ambos capaces de ver sus ojos. No había duda cuando esos brillantes ojos verdes se convirtieron en veneno. Demonio, pensó Magnus. Un demonio, y hambriento, al estar tratando de secuestrar a las mujeres de los carros en una calle de Londres. Un demonio, y con una muy mala suerte, por estalo haciendo delante de un cazador de sombras. A Magnus se le ocurrió que los Cazadores de Sombras tal vez cazaban en grupo, y qué Edmund Herondale estaba ebrio. –Muy bien– dijo Magnus –Hagamos una pausa por un momento y consideraremos – Oh, ya se ha escapado, Genial–. Se encontró frente a la capa de Edmund, la arrancó y dejó en un montón sobre los adoquines, y su sombrero, para girar suavemente al lado de él. Edmund saltó y dio un salto mortal en el aire, saltando limpiamente sobre el techo del carro. Mientras lo hacía, sacó las armas de los pliegues que ocultaban en sus vestiduras: los dos azotes de los que había hablado antes, arcos de chispas de luz en el cielo nocturno. Él los manejó con precisión de corte, su luz despierta el fuego de oro en su pelo alborotado y emitían un resplandor en sus rasgos esculpidos, y la luz Magnus vio su cambio de cara de un niño riendo en el severo semblante de un ángel. Un látigo enroscado alrededor de la cintura del demonio como la mano de un caballero en la cintura de una mujer durante un vals. El otro envuelto tan apretado como el alambre en su garganta. Edmund se retorció un lado, y el demonio se giró, estrellándose contra el suelo. – Ya has oído a la señora–, dijo Edmund – Suelta–. El demonio, sus dientes de repente mucho más numerosos que antes, gruñó y se abalanzó sobre el carro. Magnus levantó la mano e hizo que la puerta del transporte se cerrara y el carro dio una sacudida hacia delante unos metros, a pesar de que faltaba conductor del carro, el cazador de sombras seguía de pie encima del este. Edmund no perdió el equilibrio. Era como un gato, simplemente saltó al suelo y golpeó al demonio Eidolon en la cara con el látigo, enviándolo hacia atrás de nuevo. Edmund consiguió poner un pie sobre la garganta del demonio, y Magnus vio a la criatura comenzando a retorcerse, desdibujando sus contornos en forma cambiante. Oyó el crujido cuando la puerta del coche se abrió y vio a la señora que había golpeado al demonio, ensayando para salir de la seguridad con respecto a la calle y sus demonios. – Señora– dijo Magnus avanzando – Debo aconsejarle no para salir del carro, mientras que el asesinato del demonio este en curso–. Ella lo miró a la cara. Tenía grandes ojos de color azul oscuro, el color del cielo, inmediatamente antes de la noche lo convirtió negro, y el pelo que se le escapa de su elaborado peinado era negro, como si la noche había llegado sin estrellas. A pesar de sus hermosos ojos muy abiertos, no se veía asustada, y la mano con la que había golpeado al demonio todavía estaba apretada en un puño. Magnus hizo un voto silencioso de venir a Londres con mucha más frecuencia en el futuro. Era una manera de conocer a las personas más agradables. – Debemos ayudar a ese muchacho–, dijo la dama, con un acento musical cadencioso. Magnus miró a Edmund, quien en ese momento era lanzado contra una pared y estaba sangrando profusamente, pero sonriendo y deslizando una daga de su bota con una mano, mientras que con la otra ahogaba al demonio. – No se preocupe, señora. Él tiene el asunto bajo control– dijo mientras Edmund deslizaba su daga en su lugar. –Por así decirlo–. El demonio gorgoteó y goleó en su agonía. Magnus tomó la decisión de ignorar el furor detrás de él, e hizo a las dos mujeres una magnífica reverencia. No parecía poder consolar a la sirvienta, que se contrajo en los rincones sombríos del carro y trató de esconderse como pañuelo de bolsillo, frente a todos. La señora del pelo de ébano brillante y ojos pensativos soltó su agarre de la puerta del coche y le dio su mano a Magnus. Su mano era pequeña, suave y cálida, ella ni siquiera estaba temblando. "Soy Magnus Bane," dijo Magnus. "Llámeme por ayuda en cualquier momento de peligro de muerte, o en la urgente necesidad de una escolta para un espectáculo noindentower." "Linette Owens", dijo la señora, con hoyuelos. Tenía deliciosos hoyuelos. "Escuché que la capital tiene muchos peligros, pero esto parece excesivo." "¿es ese hombre un hada malvada?" Preguntó la señorita Owens. Ella encontró a Magnus mirándola, sorprendido con su propia mira-da firme. "Soy de Gales", dijo. "seguimos creyendo en las viejas costumbres y en los videntes allí" Ella echó la cabeza hacia atrás para examinar Magnus. Su corona de trenzas de color media noche parecía como si tuviera que ser demasiado grande para una pequeña cabeza, en tal esbelto cuello. "Tus ojos. . ."Dijo lentamente. "Creo que debe ser una buena hada, señor. Lo que su compañero, no puedo decir". Magnus miró por encima del hombro a su compañero, que casi había olvidado estaba allí. El demonio era la oscuridad y el polvo a los pies de Edmund, y con su enemigo bien y verdaderamente vencido, Edmund había vuelto su atención hacia el carro. Magnus observó la chispa de encender el encanto de oro de Edmund al ver a Linette, floreciendo de vela a sol en un instante "¿Qué soy yo?", preguntó. "Soy Edmund Herondale, y, mi señora, siempre y para siempre estoy a su servicio. Si me tuvieras". Él sonrió, y la sonrisa fue lenta y devastadora. En la estrecha calle larga y oscura pasada la medianoche, sus ojos estaban en pleno verano. "No quiero parecer poco delicado o ingrata", dijo Linette Owens, "pero ¿Es usted un loco peligroso?" Edmund parpadeó. "Me temo que he de señalar que usted está caminando por las calles armado hasta los dientes. ¿Esperabas hacer batalla contra una criatura monstruosa esta noche? " "No es 'esperar' exactamente," dijo Edmund. "Entonces eres un asesino?" Preguntó Linette. "¿Es usted un entusiasta soldado?" "Señora", dijo Edmund. "Yo soy un cazador de sombras." "No estoy familiarizada con la palabra. ¿Puedes hacer magia? ", preguntó Linette, y puso su mano sobre la manga de Magnus. "Este señor puede hacer magia." Ella concedió una sonrisa de aprobación a Magnus. Magnus estaba extremadamente satisfecho. "Honrado de ser de ayuda, Srta. Owens," murmuró. Edmund parecía como si hubiera sido golpeado en la cara con un pez. "Por supuesto, por supuesto que no puedo hacer magia!" Logró balbucear, sonando al más puro estilo cazador de sombras horrorizados por la idea. "Oh, bueno," dijo Linette, claramente bastante decepcionada. "No es tu culpa. Todos hacemos con lo que tenemos. Estoy en deuda con usted, señor, por haberme salvado a mí y mi amigo de un destino atroz. " Edmund se pavoneó, y en su placer habló imprudentemente. "No hay de qué. Sería un honor para mí acompañarle a su casa, señorita Owens. Las calles alrededor de Pall Mall puede ser muy peligrosas para las mujeres en la noche". Hubo un silencio. ― ¿Te refieres a Pall Mall? ―preguntó Linette, y sonrió ligeramente.―No soy la que se pasó con el licor fuerte. ¿En su lugar, le gustaría que lo acompañe a su casa, Sr. Herondale? – Edmund Herondale no supo qué decir. Magnus sospechó que era una experiencia de novela, y una que probablemente sería buena para él. La Señorita Owens se volteó ligeramente de Edmund hacia Magnus. ―Mi abigail, Angharad, y yo estábamos viajando desde mi finca en Gales―explicó.― Vamos a pasar una temporada en Londres con un pariente lejano mío. Tuvimos un largo y agotador viaje, y quería creer que podríamos llegar a Londres antes de que cayera la noche. Fue muy estúpido y temerario de mi parte, y le causó una gran angustia a Ahgharad. Tu ayuda fue invaluable. Magnus pudo discernir sobre un asunto más grande a partir de lo que Linette Owens había dicho, que lo que realmente había contado. No se había referido a la finca de su papá, sino a la suya propia, de una forma casual, como acostumbrada a ser propietaria. Eso, combinado con el costoso material de su vestido y un cierto algo sobre su postura se lo confirmó a Magnus −la señorita era una heredera, y no simplemente la heredera de una fortuna, sino de una finca. La forma en que hablaba de Gales hizo pensar a Magnus que la señorita no deseaba dejar sus tierras al cuidado de algún administrador en un embargo. La sociedad lo consideraría un escándalo y una vergüenza que una finca esté en manos de una mujer, especialmente una tan joven y tan bonita. La sociedad esperaría que ella contraiga matrimonio para que su marido pueda administrar la finca, tomar posesión de ambos, la tierra y la señorita. Ella debe haber venido a Londres porque no encontró de su agrado los pretendientes disponibles en Gales, y estaba buscando encontrar marido para llevarlo a Gales con ella. Había venido a Londres en busca de amor. Magnus comprendía eso. Estaba consciente de que el amor no siempre formaba parte de las gangas de matrimonios de la alta sociedad, pero Linette Owens parecía tener mente propia. Pensó que probablemente ella tenía un propósito, −el matrimonio correcto, con el hombre correcto− y que lo lograría. ―Bienvenida a Londres ―le dijo Magnus. Linette hizo una leve reverencia en el carruaje abierto. Sus ojos viajaron sobre el hombro de Magnus y se suavizaron. Magnus miró se dio la vuelta para mirar, Edmund estaba parado ahí, con un látigo enrollado en su muñeca como si estuviese consolándose con este. Magnus tenía que admitir que era una hazaña verse gloriosamente guapo y aun así angustiado. Linette se rindió visiblemente ante un impulso caritativo y bajó del carruaje. Camino a través de los adoquines y se detuvo ante el desolado joven cazador de sombras. ―Lamento si fui descortés, o si impliqué en alguna forma que pensaba que eras un... twpsyn2 ―dijo Linette, discretamente no traduciendo la palabra. Ella sacó su mano, y Edmund le ofreció la suya, palma arriba y con el látigo aún enroscado alrededor de su muñeca cubierta por la manga de su camisa. Hubo una hambrienta súbita franqueza en su cara; el momento tuvo un repentino peso. Linette dudó y después puso su mano en la de él. ―Estoy muy en deuda contigo por salvarme a mí y a Angharad de un destino fatal. Realmente lo estoy,―dijo Linette.― De nuevo, me disculpo si fui ingrata. ―Te dejaré ser tan descortés como gustes, ―dijo Edmund―si puedo volver a verte. Miro abajo hacia ella, sin hacer juego con sus pestañas. Su cara estaba desnuda y abierta. El momento cambió. La honestidad seria y humilde de Edmund hicieron lo que las pestañas y el pavoneo no habían logrado, e hicieron dudar a Linette Owens. ―Puedes visitar el 26 de Eaton Square, la casa de la Dama Caroline Harcourt ―dijo ella.― Si aún lo deseas por la mañana. Alejó su mano, y después de un solo instante de vacilación, Edmund la dejó. 2 Twpsyn: Idiota en galés. Linette tocó el brazo de Magnus antes de ascender al carruaje. Estuvo tan hermosa y amable como antes, pero algo en su actitud había cambiado. ―Por favor visíteme también, si gusta, Sr. Bane. ―Suena encantador. Él tomó su mano y la ayudo a subir al carruaje, en un solo ligero y elegante movimiento. ―Oh, y Sr. Herondale ―dijo la Señorita Owens, sacando su adorable sonriente cabeza a través de la ventana del carruaje―, por favor deje sus látigos en casa. Magnus hizo un pequeño gesto de espanto, minúsculas chispas azules danzaron entre sus dedos. El carruaje partió sin un cochero en la oscuridad, bajando por las calles de Londres. Pasó algún tiempo antes de que Magnus asistiera a otra reunión sobre los Acuerdos propuestos, principalmente porque había habido desacuerdos sobre la elección del lugar para la reunión. Magnus mismo había votado para que se encontraran en otro lugar que no fuera la sección del Instituto que había sido construida en suelo sacrosanto. Sentía que el lugar tenía un aire de habitaciones para sirvientes. Principalmente porque Amalia Morgenstern había mencionado que el área solía ser el alojamiento de los sirvientes de los Fairchild. Los Cazadores de Sombras se habían resistido a la idea de frecuentar cualquier antro de los Subterráneos (citado directamente de Granville Fairchild), y la sugerencia de quedarse afuera e ir al parque fue vetada porque la dignidad de un cónclave sería dañada si algunos mundanos ignorantes tenían un picnic en el medio. Magnus no creía una palabra de eso. Después de semanas de discusiones, su grupo finalmente desistió y volvieron desanimados al Instituto de Londres. El único punto brillante era literalmente un punto brillante −Camille estaba usando un sombrero rojo extremadamente fascinante, y delicados guantes de encaje rojos. ―Te ves estúpida y frívola―dijo De Quincey bajo su respiración mientras los Cazadores de Sombras encontraban sus lugares alrededor de la mesa en una gran habitación oscura. ―De Quincey tiene razón,―dijo Magnus.― Te ves estúpida, frívola, y fabulosa. Camille se acicaló, y Magnus encontró esto encantador y amable, la manera en la que un pequeño cumplido podía complacer a una mujer que había sido hermosa por siglos. ―Exactamente el efecto que quería producir ―dijo Camille― ¿Debería contarte un secreto? ―Te lo ruego,―Magnus se inclinó hacia ella, y ella se inclinó hacia él. ―Me lo puse por ti,―susurró Camille. La oscura majestuosa habitación, con sus paredes cubiertas de tapices adornados con espadas, estrellas y las runas que los Nefilim usaban en su piel, brillaron de repente. Todo Londres pareció iluminarse. Magnus había estado vivo cientos de años, y aun así las cosas más simples podían convertir el día en una joya, y una sucesión de días en una cadena brillante que continuaba y continuaba. Aquí estaba la cosa más simple: le gustaba a una hermosa chica, y el día brilló. La delgada pálida cara de Ralf Scott se volvió incluso más pálida, y tenía líneas de dolor ahora, pero Magnus no conocía al chico y no estaba destinado a preocuparse mucho por su corazón roto. Si la dama prefería a Magnus, Magnus no se inclinaba a discutir con ella. ―Qué complacidos estamos por recibirlos a todos aquí nuevamente,―dijo Granville Fairchild, tan severo como siempre. Cruzó sus manos ante él en la mesa.― Por fin. ―Qué complacidos estamos por haber llegado a un acuerdo―dijo Magnus. ―Por fin. ―Creo que Roderick Morgenstern ha preparado unas palabras―dijo Fairchild. Su cara estaba seria, y su profunda voz sonaba vacía. Había una leve sugerencia de un gatito llorando solo en una gran cueva. ―Creo que he escuchado suficiente de los Cazadores de Sombras ―dijo Ralf Scott― Ya hemos escuchado los términos de los Nefilim para la preservación de la paz entre nuestra especie y la suya... ―La lista de nuestros requerimientos no estuvo de ninguna manera completa ―interrumpió un hombre llamado Silas Pangborn. ―Ciertamente no lo estaba ―dijo la mujer a su lado, tan severa y hermosa como una de las estatuas de los Nefilim. Pangborn la había presentado como "Eloisa Ravenscar, mi parabatai‖, con el mismo aire de propiedad que si hubiese dicho "mi esposa". Evidentemente, ellos permanecían unidos contra los Subterráneos. ―Tenemos nuestros propios términos,―dijo Ralf Scott. Hubo un silencio total por parte de los Cazadores de Sombras. Por sus caras, Magnus no pensó que se estaban preparando para escuchar atentamente. En cambio, parecían estar aturdidos por la imprudencia del Subterráneo. Ralf persistió, a pesar de la completa falta de estímulo para que lo hiciera. El chico era valiente incluso en una causa perdida, pensó Magnus, y a pesar de sí, sintió un poco de remordimiento. ―Querremos garantías de que ningún Subterráneo cuyas manos estén limpias de sangre mundana sea masacrado. Queremos una ley que diga que cualquier Cazador de Sombras que mate a un Subterráneo inocente será castigado,―Ralf gritó con su estallido de protesta, y volvió a gritar. ―¡Tu gente vive de leyes! ¡Son lo único que entienden! ―¡Sí, nuestras leyes, que nos fueron transmitidas por el Ángel! ―rugió Fairchild. ―No reglas que escorias demoniaca traten de imponernos ―comentó despectivamente Starkweather. ―¿Es demasiado pedir tener leyes para defendernos a nosotros como también a los mundanos y los Cazadores de Sombras?―Demandó Ralf― Mis padres fueron asesinados por Cazadores de Sombras debido un terrible malentendido, porque mis padres estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado y fueron presumidos culpables porque eran hombres lobos. Estoy criando a mi hermano pequeño solo. ¡Quiero que mi gente esté protegida, que sean fuertes, y no sean conducidos a esquinas hasta que se conviertan en asesinos o asesinados! Magnus miró a Camille, para compartir un brillo de comprensión e indignación por Ralf Scott, tan terriblemente joven, tan terriblemente herido y terriblemente enamorado de ella. La cara de Camille era impenetrable, más como la cara de una muñeca de porcelana que de una persona, piel de porcelana que no podía ruborizarse o palidecer, sus ojos de frío cristal. Sintió una duda y la descartó de inmediato. Era la cara de un vampiro, eso era todo −ninguna muestra de cómo en realidad se sentía. Había muchos que no podían leer otra cosa más que maldad en los propios ojos de Magnus. ―Qué terrible lástima―dijo Starkweather― Habría pensado que tenías más hermanos para compartir la carga. Ustedes generalmente tienen camadas, ¿no es así? Ralf Scott saltó y golpeó la mesa con la palma abierta. Sus dedos crecieron en garras y rayaron la superficie de la mesa. ―¡Creo que necesitamos panecillos! ―exclamó Amalia Morgenstern. ―¿Cómo te atreves? ―bramó Granville Fairchild. ―¡Eso era caoba! ―gritó Roderick Morgenstern, luciendo horrorizado. ―Me gustaría mucho un panecillo,―dijo Arabella la sirena. ―Si es posible también sándwiches de pepino. ―Me gustan los huevos y berro,―contribuyó Rachel Branwell. ―¡No soportaré ser insultado!―dijo un cazador de sombras llamado Waybread, o algo así. ―No serás insultado, y aun así insistes en asesinarnos ―remarcó Camille, su fría voz cortando el aire. Magnus se sintió casi insoportablemente orgulloso de ella, y Ralf le tiró una apasionada mirada de agradecimiento.― Difícilmente parece justo. ―¿Sabían que, la última vez, se deshicieron de todos los platos que nuestro tacto había profanado, una vez que nos habíamos ido? ―pregunto Magnus suavemente. ―Sólo podemos llegar a un acuerdo si empezamos en una posición de respeto mutuo. Starkweather ladró una risa. Magnus en realidad no odiaba a Starkweather; al menos él no era hipócrita. No importa qué tan grosero, Magnus apreciaba la honestidad. ―Entonces no llegaremos a un acuerdo. ―Me temo que estoy de acuerdo ―murmuró Magnus. Presionó una mano sobre su corazón y su nuevo chaleco de pavo real azul. ―Me esfuerzo por encontrar respeto en mi corazón para ti, pero desgraciadamente parece una búsqueda imposible. ―¡Maldito libertino mágico insolente! Magnus inclinó su cabeza. ―Así es. Cuando la bandeja de refrescos llegó, la pausa de arrojar insultos para comer los panecillos fue tan terriblemente extraña que Magnus se disculpó bajo el pretexto que tenía que usar los baños. Sólo había unos cuantos aposentos en el Instituto en las que los Subterráneos tenían permitido aventurarse. Magnus simplemente tenía la intención de moverse silenciosamente a una esquina sombría, y se sintió bastante disgustado al encontrar que la primera esquina sombría que descubrió estaba ocupada. Había un sofá y una pequeña mesa. Desplomado en la cabecera de la mesa que representaba a ángeles dorados de filigrana estaba sentado un hombre, acunando una pequeña caja en sus manos. Magnus reconoció el cabello brillante y los hombros anchos inmediatamente. ―¿Sr. Herondale? ―preguntó. Edmund empezó mal. Por un momento Magnus pensó que se caería de su silla, pero la gracia de Cazador de Sombras lo salvó. Miró a Magnus con borrosa y dolida sorpresa, como un niño despertado de una bofetada. Magnus dudó que hubiese estado durmiendo mucho; su cara estaba marcada con noches de insomnio. ―Tuvimos una noche de eso, ¿no es así? ―preguntó Magnus, con un poco más de gentileza. ―Tuve unas pocas copas de vino con el pato a la naranja ―dijo Edmund, con una sonrisa pálida que se desvaneció tan pronto como nació.― Debería no volver a comer pato. No puedo creer que me soliera gustar el pato. El pato me traicionó.― Permaneció callado, luego admitió―, tal vez un poco más que algunas copas. No te vi en Eaton Square. Magnus se preguntó por qué demonios Edmund había pensado que estaría, y luego recordó. Era la dirección de una hermosa joven galesa. ―¿Fuiste a Eaton Square? Edmund lo miró como si Magnus fuese poco inteligente. ―Discúlpame ―dijo Magnus.― Simplemente encuentro difícil imaginar a uno de los invisibles gloriosos protectores de mundanos yendo de visita. Esta vez la sonrisa de Edmund era la vieja, brillante y atractiva; aunque, no duró. ―Bueno, sí me pidieron una carta, y yo no tenía ni la más pálida idea de a qué se referían con eso. Se me negó la entrada con un vasto desprecio del mayordomo. ―Supongo que no te rendiste ahí. ―Ciertamente no―dijo Edmund.― Simplemente esperé, y después de unos pocos días tuve la oportunidad de seguir a Li-la Señorita Owens, y atraparla montando en Rotten Row. La he visto todos los días desde entonces. ―¿"Seguirla"? Me pregunto si la dama no alertó a la guardia. El brillo regresó a la cara de Edmund, volviéndolo dorado, azul y perla de nuevo. ―Linette dice que soy afortunado de que no lo hiciera,―añadió, un poco tímidamente.― Estamos comprometidos para casarnos. Esas ciertamente eran noticias. Los Nefilim generalmente se casaban entre ellos, una aristocracia basada en la creencia de su propia santidad. Cualquier futura novia o novio mundana se esperaba que bebiese de la Copa Mortal y fuese transformado por peligrosa alquimia en uno de los del Ángel. No era una transformación a la que todos sobrevivían. ―Felicitaciones ―dijo Magnus, y mantuvo su preocupación encerrada en su pecho. ― ¿Presumo que la Señorita Owens pronto Ascenderá? Edmund tomó un profundo respiro. ―No ―dijo.― No lo hará. ―Oh ―dijo Magnus, entendiendo finalmente Edmund miró hacia abajo a la caja que tenía en sus manos. Era simple, de madera, con el símbolo del infinito dibujado sobre un lado en el que parecía cerillas quemadas. ―Esto es una Pyxis, ―dijo. ―Tiene dentro el espíritu del primer demonio que maté. Tenía catorce años, y fue el día en que supe para lo que había nacido, que había nacido para ser... un Cazador de Sombras. Magnus miró a la cabeza inclinada de Edmund, sus manos con cicatrices de guerrero apretaron la pequeña caja, y no pudo evitar sentir la compasión despertando en él. Edmund habló, en una corriente de confesiones a su propia alma y a la única persona que pensó que escucharía y no pensaría que el amor de Edmund era una blasfemia. ―Linette piensa que es su deber y su llamado cuidar a las personas de su finca. Ella no desea ser una Cazadora de Sombras. Y… y yo no lo desearía, o se lo pediría. Hombres y mujeres perecen intentando Ascender. Ella es valiente, hermosa e inquebrantable, y si la Ley dice que ella no vale exactamente como es, entonces la Ley es una mentira. No puedo creer la injusticia de esto, que he encontrado a la única mujer en el mundo que podría amar, ¿y qué dice la Ley sobre este sentimiento que sé que es sagrado? Para estar con ella, yo debo pedirle a mi más querido amor que arriesgue su vida, una vida que vale más para mí que la mía propia. O debo cortar la otra parte de mi alma... quemar el propósito de mi vida y todos los dones que el Ángel me dio. Magnus recordó como Edmund se había visto en ese hermoso salto para atacar al demonio, como su cuerpo entero había cambiado de estar sin energía a un propósito absoluto cuando vio un demonio; cuando se internó en el combate con la simple y natural alegría de alguien haciendo aquello para lo que fue hecho. ―¿Alguna vez quisiste ser algo más? ―No ―dijo Edmund. Se levantó y puso una mano contra la pared. Peinó su cabello con la otra mano, un ángel traído a sus rodillas, salvaje y desconcertado por el dolor. ―¿Pero qué hay de tu oscura visión del matrimonio? ―demandó Magnus. ―¿Qué hay de tener sólo un bombón cuando puedes tener toda la caja. ―Era muy estúpido,―dijo Edmund, casi violentamente. ―Pensaba en el amor como un juego. No es un juego. Es más serio que la muerte. Sin Linette, también estaría muerto. ―Hablas de renunciar a tu naturaleza de Cazador de Sombras,―dijo Magnus suavemente.― Uno puede renunciar a muchas cosas por amor, pero uno no debería renunciar a uno mismo. ―¿Es así, Bane? ―Edmund se giró hacia él― Nací para ser un guerrero, y nací para estar con ella. ¡Dime cómo conciliar ambas, porque yo no puedo! Magnus no respondió. Estaba mirando a Edmund y recordando cuando ebriamente había pensado acerca del Cazador de Sombras como un adorable barco, que podría zarpar directamente al mar o naufragar contra las rocas. Podía ver las rocas ahora, oscuras y dentadas en el horizonte. Vio el futuro de Edmund sin ser Cazador de Sombras, cómo anhelaría el peligro y el riesgo. Cómo lo encontraría en las mesas de juegos. Cuán frágil sería siempre una vez que su propósito se hubiese ido. Y después estaba Linette, quien se había enamorado de un Cazador de Sombras dorado, un ángel vengador. ¿Qué pensaría ella de él cuando sólo fuera otro granjero Galés, despojado de toda su gloria? Aun así, el amor no era algo que debía ser echado a un lado ligeramente. Aparecía raramente, sólo unas pocas veces en la vida mortal. A veces sólo una vez. Magnus no podía decir que Edmund Herondale estaba mal por aprovechar al amor cuando lo encontró. Él podía pensar que la Ley Nefilim estaba mal por hacerlo escoger. Edmund exhaló. Se veía vacío. ―Te ruego me disculpes, Bane ―dijo.― Simplemente estoy siendo un niño, gritando y pateando contra el destino, y es momento de dejar de ser un niño estúpido. ¿Por qué luchar contra una decisión que ya está tomada? Si me pidiesen que elija entre sacrificar mi vida o sacrificar la de Linette todos los días por el resto de la eternidad, me sacrificaría a mí mismo todas las veces. Magnus miró a otro lado, para no ver las ruinas. ―Te deseo suerte―dijo.― Suerte y amor. Edmund hizo una pequeña reverencia. ―Que tengas un buen día. Creo que no nos volveremos a encontrar. Se alejó caminando, a los tramos internos del Instituto. Unos pocos pasos más lejos, dudó y se detuvo, la luz de una de las angostas ventanas de iglesia volviendo su cabello de un dorado intenso, y Magnus pensó que se voltearía. Pero Edmund Herondale nunca miró hacia atrás. Magnus regresó con un corazón pesado a la habitación donde los Cazadores de Sombras y Subterráneos seguían peleando una guerra de palabras. Ninguno de los lados parecía inclinado a rendirse. Magnus se inclinaba a renunciar al asunto como desesperanzado. A través del vitral las cortinas de la noche empezaron a mostrar signos de reducción para revelar el día, y los vampiros tenían que irse. ―Me parece ―dijo Camille, poniéndose sus guantes escarlatas―, que otra reunión resultará tan inútil como estas han sido. —Si los Submundos siguen siendo desgraciados insolentes, —Dijo Starkweather. —Si los Cazadores de Sombras siguen siendo santitos asesinos, —Acotó Scott. Magnus no podía mirarlo exactamente a la cara, no después de lo de Edmund Herondale. No quería verlo como al sueño de otro chico muerto. —Suficiente! —Dijo Granville Fairchild. —Madamme, no me pida que crea que nunca ha dañado un alma humana. No soy tonto. Y las muertes que provocan los Cazadores de Sombras, siempre han sido en la causa de la justicia y la defensa de los desprotegidos. Camille sonrió, una lenta y dulce sonrisa. —Si crees eso —murmuró—, eres un tonto. Esto causó otra agotadora explosión de indignación en los Cazadores de Sombras que estaban allí reunidos. Ver a Camille defendiendo al chico, enojó a Magnus. Estaba encariñada con Ralf Scott, pensó. Quizá más que encariñada. Magnus podía esperar que ella lo eligiera a él, pero se dio cuenta de que no podía pasar por alto ni envidiar a Scott su afecto. Le ofreció su brazo para que salieran de la habitación, y ella lo tomó. Fueron afuera a la calle, juntos. Y ahí en la entrada misma del Instituto, los demonios descendieron. Demonios Achaieral, sus dientes como navajas de afeitar y sus amplias alas chamuscadas de cuero negro como los delantales de los herreros. Cubrieron la noche, borrando la luna y borrando las estrellas, Camille se estremeció al lado de Magnus, con sus colmillos hacia fuera. A la primera señal de miedo de Camille, Ralf Scott arremetió contra el enemigo, transformándose a su paso y llevando una sangrienta pelea en los adoquines. Los Cazadores de Sombras salieron afuera también, con las armas sobresaliendo de sus fundas y asomándose en sus ropas. Resultó que Amalia Morgenstern había escondido una pequeña hacha bajo su falda. Roderick Morgenstern corrió hacia la calle y apuñaló el demonio con el que Ralf Scott estaba luchando. Desde el pequeño carro que contenía su acuario, Arabella dio un grito, realmente atemorizada, y desafortunadamente se hundió hasta el fondo de su tanque. —Déjamelo a mí, Josiah! —Tronó Fairchild, y Josiah Waybread (No, en realidad ahora Magnus pensaba que era ―Wayland‖), se le unió. Se posicionaron frente al carro de Arabella y se pusieron a defenderla, sin dejar a ningún demonio sin probar la brillante línea de sus hojas. Silas Pangborn y Eloisa Ravenscar se desplazaron hacia la calles, peleando espalda contra espalda con sus armas brillantes borrosas en sus manos y sus movimientos perfectamente sincronizados, como si los dos fueran una sola y feroz criatura. De Quincey los siguió y luchó con ellos. La presencia que Magnus tenía a su lado, se fue de repente. Camille lo dejó y fue corriendo a ayudar a Ralf Scott. Un demonio le saltó por detrás y la levantó por el aire en sus garras de cuchillas. Ralf aulló desesperado y dolorido. Magnus atacó al demonio y lo lanzó hacia el cielo. Camille rodó hacia el suelo, y Magnus se arrodilló y la recogió, sacudiéndola en sus brazos. Se asombró al ver el brillo de las lágrimas en sus ojos verdes, estaba sorprendido de lo frágil que ella se sentía. —Le pido perdón. Generalmente no soy tan fácil de ser derrotada. Una vez, una adivina mundana me dijo que la muerte vendría hacia mi cuando menos me la esperase. —Dijo Camille, con voz temblorosa. — Una superstición tonta, no? Sin embargo, yo siempre quise ser advertida. No le temo a nada, si solo me avisan que el peligro se acerca. —Yo estaría totalmente debilitado si mi conjunto se hubiera echado a perder por culpa de los demonios, que no saben nada acerca de la moda. —Dijo Magnus, y Camille se echó a reír. Sus ojos se veían como la hierba bajo el rocío, y ella era valiente, hermosa y lucharía por su especie, pero también se pondría en su contra. Fue en ese momento que Magnus sintió que había dejado de buscar el amor. Magnus levantó la mirada del encantador rostro de Camille, para luego ver que los Cazadores de Sombras y los Submundos, milagrosamente, no estaban discutiendo. En su lugar, se observaban unos a otros, en la calle repentinamente silenciosa, con los cuerpos de sus enemigos esparcidos alrededor, derrotados gracias a que ellos habían estado unidos. Había un cierto asombro en el ambiente, como si los Nefilims no hubieran podido ver a los Subterráneos como a demonios al haber tenido que luchar contra verdaderos demonios. Los Cazadores de Sombras eran guerreros, y las alianzas de guerra significaban mucho para ellos. Magnus no era un guerrero, pero recordó como los Cazadores de Sombras se habían movido para defender a un hombre lobo y a una sirena. Para él, eso también significaba algo. Tal vez todavía quedaba algo que salvar esa noche. Tal vez podrían hacer real esa descabellada idea de los Acuerdos, después de todo. Entonces sintió a Camille moverse en sus brazos, y vio lo que estaba buscando. Ella estaba mirando a Ralf Scott, y él la estaba mirando a ella. Había un mundo de dolor en sus ojos. El muchacho se puso en pié, y descargó toda su ira en los Cazadores de Sombras. —Ustedes hicieron esto! —Se enfureció—Nos quieren a todos muertos. Ustedes —Estás nos atrajeron loco? —Fairchild demandó— Somos Nefilims! acá— Si los quisiéramos muertos, ya estarían muertos. No necesitamos demonios para matarlos a ustedes, y ciertamente no quisimos manchar nuestro propio patio de entrada. Mi hija vive acá y no la pondría a ella en peligro por nada que puedas nombrar, y justamente no por Subterráneos. Magnus tuvo que admitir que él tenía un punto. —Es su gente la que trajo esta basura a nosotros! —Bramó Starkweather. Magnus abrió la boca para discutir, y entonces cayó en la cuenta de cuán excesivamente vehemente se había opuesto la reina de las hadas cuando discutieron acerca del acuerdo con los Cazadores de Sombras, y también cuán extrañamente curiosa había estado con respecto a los detalles tales como el lugar y el tiempo de la reunión. Cerró la boca. Fairchild le dio a Magnus una mirada de condenación, como si los Cazadores de Sombras pudieran ver reflejada la culpa de todos los Subterráneos en su rostro. —Si lo que dice Starkweather es cierto, han perdido todas las oportunidades para crear un acuerdo con nuestra gente. Estaba hecho, entonces, y Magnus vio pasar la furia por la cara de Scott, hasta que visiblemente se rindió. Ralf miró a Fairchild con los ojos limpios, y habló en un calmo tono de voz: —No nos ayudarán? Muy bien. No los necesitamos. Los Hombres Lobo podemos cuidarnos a nosotros mismos. Me encargaré de que así sea. El joven hombre lobo esquivó la mano de Quincey, que intentaba detenerlo, y no le hizo caso a la respuesta afilada de Fairchild. A la única que le prestó atención fue a Camille. La miró por un momento. Camille levantó su mano, la dejó caer, y Ralf dio media vuelta y se alejó de los Cazadores de Sombras y los Submundos. Magnus lo vio enderezar sus finos hombros e irse, un chico aceptando una pesada carga y aceptando que había perdido lo que más amaba. Magnus recordó a Edmund Herondale. Magnus no volvió a ver a Edmund Herondale, pero lo escuchó una vez más. Los Cazadores de Sombras decidieron que Magnus y Camille eran los más razonables entre todos los Submundos que habían sido convocados. Dado que las otras alternativas eran hombres lobo sin temperamento y Alexei de Quincey, Magnus no se sintió sumamente halagado por la preferencia. Los Nefilims le pidieron a Magnus y a Camille que fueran a una reunión privada para intercambiar información, de modo que pudieran mantener correspondencia independientemente de Ralf Scott. Implícito en el trato, estaba la promesa de que los Cazadores de Sombras deberían ofrecer su protección a Magnus y a Camille en caso de que la necesitaran en algún tiempo futuro. A cambio, por supuesto, de información mágica o Submunda. Magnus fue a la reunión para ver a Camille, y no por otra razón. Se dijo a si mismo que no estaba pensando en absoluto en aquella pelea junto a los demonios, y en cómo se habían unido. Cuando entraron al Instituto, sin embargo, se paró en seco por los sonidos. Los ruidos venían de lo profundo del edificio, y era el ruido, los atormentados sonidos de alguien siendo enterrado vivo. Sonaba como los gritos de un alma en el Infierno, o un alma siendo expulsada del Paraíso. — ¿!Qué es eso!? —Preguntó Magnus. Había solo unos pocos Cazadores de Sombras presentes en esta reunión no oficial, en vez de todos los representantes de La Clave. Solo Granville Fairchild, Silas Pangborn y Josiah Wayland estaban presentes. Los tres Cazadores de Sombras estaban en el pequeño hall, con el llanto de agonía vibrando en las paredes cubiertas de tapices y el techo abovedado, pero los tres parecían totalmente indiferentes. —Un cazador de sombras con el nombre Edmund Herondale ha deshonrado el apellido de su familia y abandonado su deber, dejándose caer en los brazos de la sociedad mundana.-Contestó Josiah Wayland, sin signo de emoción alguno.-Está siendo despojado de sus Marcas. —Y ser despojado de tus Marcas —dijo Magnus lentamente—, ¿Es así? —Está siendo rehecho, en algo más vil —dijo Granville Fairchild, su fría voz, aunque su cara estaba pálida—. Está contra la voluntad del Ángel. Por supuesto que duele. Se oyó un estremecedor grito de agonía que confirmó sus palabras. Él ni siquiera volvió la cabeza. Magnus sintió frío y horror. —Sois bárbaros! — ¿Quieres salir corriendo a ayudarlo? —Inquirió Wayland. —Si lo intentas, cada uno de nosotros se moverá y te derribaremos. No preguntes ni motives nuestro modo de vida. Hablas aquello que es noble y elevado, pero no eres capaz de entenderlo. Magnus escuchó otro grito, que acabó en un desesperado sollozo. El brujo pensó en la noche que había pasado con el chico, y en su radiante rostro, sin dolor alguno. Ese era el precio de los Cazadores de Sombras al enamorarse. Magnus empezó a retroceder, pero los Cazadores de Sombras se juntaron, con los cuchillos desenvainados y serios rostros. Un ángel con una espada en alto, proclamando que Magnus no podría pasar, no habría sido más convincente. Escuchó en su mente el eco de la voz de su padrastro: Niño demoníaco, de Satanás, nacido para ser condenado, abandonado por Dios. El largo y solitario llanto de sufrimiento de un chico al que no podía ayudar, no pudo evitar causarle un escalofrío en sus huesos, como agua fría deslizándose para encontrar una tumba. A veces pensaba que todos habían sido abandonados, cada alma en esta Tierra. Incluso los Nefilims. "No hay nada que hacer, Magnus. Vámonos ", dijo Camille en voz baja en su oído. Su mano era pequeña, pero mantuvo el brazo de Magnus en un agarre firme. Era fuerte, más fuerte que Magnus era, tal vez en todos los sentidos. "Fairchild crió al joven desde que era un niño, creo, y sin embargo, él lo está arrojando a la calle como basura. Los Nefilims no tienen piedad‖. Magnus le permitió llevarlo lejos de ahí, hacia la calle y fuera del Instituto. Él estaba impresionado de que ella estuviera tan tranquila. Camille tenía fortaleza, pensó Magnus. Él deseaba que ella le pudiera enseñar el truco de ser menos tonto, y menos fácil de herir. "He oído que usted nos está dejando, señor Bane", dijo Camille. ―siento que se vaya. De Quincey celebra las fiestas más famosas, y he oído que usted es la vida y alma de cualquier fiesta a la que asiste‖. "Siento tener que irme, de hecho," dijo Magnus. "Si se puede saber por qué?", Dijo Camille, con su hermoso rostro hacia arriba, con los ojos verdes brillantes. ―pensaba que Londres había capturado su fantasía, y que se podría quedar ". Su invitación era casi irresistible. Pero Magnus no era ningún cazador de sombras. Podría tener piedad de alguien que estaba sufriendo, y joven. "Ese joven hombre lobo, Ralf Scott," dijo Magnus, abandonando sus pretensiones. "Él está enamorado de ti. Y me pareció que lo mirabas con cierto interés también. " "¿Y si eso es cierto?", preguntó Camille, riendo. "No me pareces el tipo de hombre que se hace a un lado y renuncia a sus pretensiones por el beneficio de otros!‖ "Ah, pero yo no soy un hombre. O no? Tengo años, y tu también ", agregó, y eso fue glorioso también, la idea de amar a alguien sin temer que lo podría perder pronto. "Sin embargo, los hombres lobo no son inmortales. Ellos envejecen y mueren. El chico Scott no tiene más que una oportunidad para el amor, en la que yo-yo podría ir y volver y encontrarte aquí de nuevo. " Ella hizo un mohín. "Puede que me olvide de ti." Se inclinó a su oído. "Si lo haces, tendré que recordarme a mí mismo por la fuerza de su atención." Sus manos se extendían por su cintura, la seda de su vestido suave bajo las yemas de sus dedos. Podía sentir el oleaje y la subida de ella bajo su toque. Sus labios rozaron su piel, y ella sintió saltar y estremecerse. Él susurró, "Ama al chico. Dale su felicidad. Y cuando vuelva, voy a dedicar una era para admirarte‖. ‗‘Una era entera?‘‘ "Tal vez," dijo Magnus, burlas. "¿Cómo va el poema de Marvell? ―Cien años yo daría para alabar Tus ojos y tu frente; Doscientos años más adorando cada pecho, Pero treinta mil para el resto; Una era, al menos, para todas las partes, Y la última edad debiera mostrar tu corazón. . . . " Las cejas de Camille se había levantado hacia a su pecho, pero sus ojos brillaban. "¿Y cómo sabes que tengo un corazón?" Magnus levantó sus cejas, concediendo el punto. "He oído decir que el amor es fe. "." "si es que tu fe está justificada", dijo Camille, "el tiempo lo dirá." "Antes de que el tiempo nos diga algo más", dijo Magnus, "Humildemente ruego que acepte una pequeña muestra de mi aprecio‖. Metió la mano en su chaqueta, que estaba hecha de tela azul y superfina que esperaba que Camille encontrara brillante, y sacó un collar. El rubí brillaba a la luz de una farola cercana, su corazón del rico color de la sangre. ‗‘ es algo lindo‘‘ dijo Magnus. ‗‘ bastante lindo‘‘ dijo ella Sonando divertida por el eufemismo. "No es digno de su belleza, por supuesto, pero ¿qué podría ser? Hay una cosa pequeña además de hermosura que recomiendo. Hay un hechizo en la joya, para que le avise cuando los demonios estén cerca‖. Los ojos de Camille se abrieron ampliamente, Ella era una mujer inteligente, y Magnus vio que sabía el valor total de la joya y del hechizo. Magnus había vendido la casa en Grosvenor Square, y qué más había que hacer con el proceso? No podía pensar en nada más valioso que la compra de una garantía de que mantendría Camille segura y hacer que ella le recordara amablemente. "Yo pensaré en ti cuando esté lejos", Magnus prometió, fijando el pendiente cerca su blanca garganta. "Me gustaría pensar en ti sin miedos." Camille miro el chispeante centro del collar y de nuevo. Ella miró a los ojos de Magnus. "En toda justicia, debo darle una ficha para que me recuerdes," dijo ella, sonriendo. "Oh, bueno," dijo Magnus mientras se acercaba. Su mano se posó en el pequeño círculo de seda la cintura. Antes de que sus labios encontraron los de ella, murmuró: "Si es por la causa de la justicia." Camille lo besó. Magnus dedicó un pensamiento para que la farola ardiera mas brillante, en el hierro y caja de cristal llenó toda la calle suave luz azul. Él la tomó, y también la promesa de posible amor, y en ese instante todas las estrechas calles de Londres parecieron expandirse, e incluso pudo pensar amablemente en los Cazadores de Sombras, y uno más que el resto. No escatimó un momento para la esperanza de que Edmund Herondale encontraría consuelo en los brazos de su bello amor mundano, que viviría una vida que hiciera que todo lo que él había perdido y sufrido mereciera la pena. El barco de Magnus zarparía esa noche. Dejó a Camille para que ella pudiera buscar a Ralf Scott, él abordó el buque de vapor, un casco de hierro glorioso llamado Persia que había sido hecho con lo último de la inventiva mundana. Su interés en el buque y sus pensamientos de una aventura por venir le hizo arrepentirse menos de su ida, pero aún así, se situó en el carril mientras el buque partía hacia aguas nocturnas. Miró a su pasado en la ciudad que estaba dejando atrás. Años más tarde, Magnus regresaría a Londres y junto a Camille Belcourt, y descubriría no todo lo que había soñado. Años más tarde, otro desesperado chico Herondale con azules, ojos azules vendría a su puerta, temblando por el frío de la lluvia y su miseria, y éste Magnus sería capaz de ayudar. Magnus no conocía a nadie, él sólo se quedó en el muelle en un barco y vio Londres y toda su luz y las sombras deslizarse fuera de vista. http://www.facebook.com/groups/traducholics/ http://traductoresaficionados.wordpress.com/ THE MORTAL INSTRUMENTS City of Bones City of Ashes City of Glass City of Fallen Angels City of Lost Souls THE INFERNAL DEVICES Clockwork Angel Clockwork Prince Clockwork Princess THE BANE CHRONICLES What Really Happened in Peru The runaway Queen