¿Eróstrato o bombero

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Gabriel Flores: 'Eróstrato1 y bombero'
Si no he entendido mal los comentarios críticos de Bruno Estrada, nuestras
discrepancias se situarían en al menos tres ámbitos diferentes. En primer lugar, al juicio
que nos merece la actuación del BCE o, precisando algo más, qué factores deben tenerse
en cuenta a la hora de valorar esa actuación. En segundo lugar, a la distinta apreciación
sobre las bondades de las políticas monetarias desarrolladas por la Reserva Federal (Fed)
estadounidense, sus efectos y la posible aplicación de una política monetaria similar por
parte del BCE. Y en tercer lugar, a los mimbres básicos que deben conformar una
estrategia progresista de salida de la crisis.
Bienvenidos el debate y las discrepancias, porque casi siempre permiten repensar
posiciones y argumentos, sea para corregirlos o para afinarlos y enriquecerlos con las
diferentes aportaciones. Acepto con mucho gusto la invitación que me hace Bruno
Estrada con sus críticas, aunque sospecho que la molicie provocada por la canícula
madrileña y las prisas en la redacción de esta respuesta podrían dificultar la precisión o
el buen juicio a la hora de señalar los contornos, orografía y alcance de la polémica.
Ambos, Bruno y yo, coincidimos, lo que no es poco importante, en la buena valoración
que nos merece el análisis que realiza Blaha sobre las posibilidades y los límites de las
políticas monetarias que aplica y anuncia el BCE. Y ambos también estamos de acuerdo,
lo que es aún más relevante, en el rechazo de la estrategia conservadora de salida de la
crisis basada en la austeridad y la devaluación salarial que han desarrollado las
instituciones comunitarias, entre ellas el BCE. ¿Dónde se sitúan, entonces, los
desacuerdos? Si no entiendo mal las críticas y argumentos de Bruno, al que agradezco
de veras la atención que ha prestado a mi escrito anterior, las discrepancias afectarían al
menos a tres ámbitos o centros de atención diferentes. En primer lugar, al juicio que nos
merece la actuación pasada y presente del BCE o, para precisar algo más, en función de
qué factores debe sustentarse ese juicio. En segundo lugar, a las muy diferentes
orientaciones, contenidos y efectos de las políticas monetarias aplicadas por el BCE y la
Fed. Y en tercer lugar, aunque en este caso desborda en parte el contenido del artículo
que nos ofrece Blaha, a los mimbres básicos que deben conformar una alternativa
progresista y de izquierdas a la austeridad impuesta.
1
La idea del título la he tomado prestada de un texto de Benedetti (El cumpleaños de Juan Ángel) de
aconsejable lectura:
el problema no radica en ser héroe o cucaracha
eso sería demasiado fácil
el dilema es abolir todas las esperanzas o dejar unas pocas como muestra
pero tampoco es eso
el dilema es acordarse de todo o solamente de lo necesario
pero tampoco es eso
el dilema es eróstrato o bombero
pero tampoco es eso
Eróstrato ha pasado a la posteridad por incendiario. En un mes de julio de hace 2.370 años quemó en
Éfeso el templo de Artemisa, una de las grandes maravillas arquitectónicas del mundo antiguo, con la
pretensión de hacerse famoso y de que su nombre perdurara por los siglos. Lo consiguió gracias a los que
lo siguieron (seguimos) nombrando.
Vayamos por partes, aunque el intento de pormenorizar las diferencias en territorios tan
amplios y de cierta complejidad choque con la contención, en cuestiones de tamaño y
finura, que impone la época veraniega al que esto escribe y al posible lector de estas
líneas.
Primer ámbito de discrepancias. Bruno pone el acento en la responsabilidad del BCE y
las políticas monetarias aplicadas en la prolongación y mayor intensidad de la crisis
económica en Europa.
En mi opinión, no creo que las diferencias en este terreno residan en poner o quitar
acentos a la responsabilidad del BCE en la intensificación y perpetuación de la crisis en
la UE y, especialmente, en la eurozona. Como parte de la troika (junto a la Comisión
Europea y el FMI), el BCE es corresponsable del errado e interesado diagnóstico de la
crisis y de las erradas tareas de definición, imposición práctica y justificación teórica de
las políticas de austeridad. Sin duda, la política monetaria aplicada por el BCE se ha
alineado estrechamente con los objetivos de austeridad que persigue la troika y es tan
responsable de sus negativos efectos como el resto de las instituciones europeas.
Mis comentarios no pretendían velar o, mucho menos, aminorar las responsabilidades
específicas del BCE en la prolongación de la crisis y sus negativos impactos sobre el
empleo, el crecimiento potencial, los bienes públicos y otros muchos destrozos
económicos y sociopolíticos, sino focalizar la atención en un terreno que considero
importante y que con frecuencia pasa desapercibido o se mantiene en la penumbra: el
BCE ha jugado un papel clave en evitar la implosión del euro, por mucho que ese
objetivo no forme parte de su mandato. Sin la labor del BCE, casi siempre tardía e
insuficiente, la eurozona habría desaparecido, estaría diezmada en sus eslabones más
frágiles o en pleno proceso de desmontaje desordenado. Esa labor de cuidados
paliativos de la eurozona ha sido realizada en exclusiva y de forma muy eficaz por el
BCE. Y creo que va a seguir realizándola de manera tan eficaz como para impedir que
la prolongación de las políticas de austeridad pueda acarrear la desaparición del euro y
la actual eurozona.
Al BCE hay que valorarlo, por tanto, en su doble condición de pirómano y bombero.
Como pirómano ha sido y sigue siendo uno de los pilares básicos en los que se sustenta
la estrategia conservadora de salida de la crisis y ha contribuido, con su política
monetaria, a provocar la segunda recesión de la eurozona (2012-2013) y los estragos
sufridos por los países del sur de la eurozona. Y como bombero ha impedido, con las
políticas monetarias aplicadas o que dice estar dispuesto a aplicar, que la destrucción
económica y social provocada haya acabado por poner en una situación insostenible al
euro y la eurozona.
No me parece que esta dualidad que caracteriza la actuación del BCE, en su acción de
imponer la austeridad y, al tiempo, paliar sus efectos más extremos e impedir que sus
devastadores impactos sean de imposible gestión o reversión, pueda ser ignorada en el
análisis de su papel y las políticas monetarias que desarrolla.
El BCE es, además, otras muchas cosas y actúa en diversos terrenos que, a veces, se
sitúan al límite de su mandato y han dado lugar a múltiples litigios (la compra en el
mercado secundario de deuda soberana de los Estados miembros en dificultades, la
puesta en marcha del Mecanismo de Estabilidad Europeo o los preparativos de nuevas
medidas no convencionales que incluiría la compra de títulos de empresas privadas o,
incluso, la compra directa en el mercado primario de deuda pública de los países
periféricos), surgen al atribuirle nuevas competencias (en el desarrollo de la Unión
Bancaria, por ejemplo) o se derivan de sus estrechas relaciones con los intereses que
defienden los poderes financieros y bancarios o de los apoyos políticos que le dispensan
los gobiernos y fuerzas políticas que han aupado a sus directivos a los puestos de poder
que ocupan y cuya carrera profesional depende de esos apoyos. Todos esos aspectos y,
probablemente, algunos más merecen algún tipo de mención, diversas dosis de atención
en el análisis y una valoración que complete el juicio que nos merece el papel y las
tareas del BCE.
Segundo ámbito de discrepancias. Bruno sostiene que la evolución seguida por la
economía estadounidense y su recuperación, más rápida e intensa que la comunitaria,
están estrechamente relacionadas con las políticas de expansión monetaria aplicadas por
la Reserva Federal y son la prueba de la responsabilidad de las políticas del BCE en la
crisis de las economías del sur de la eurozona. Hasta tal punto lleva esa relación causal
entre la política monetaria expansiva aplicada y la reactivación conseguida por EEUU
que achaca al buen hacer de la Fed el hecho de que la recesión sufrida entre 2007 y
2009 no haya desembocado en otra Gran Depresión, como la de 1929.
En este caso, el debate afecta al menos a dos asuntos diferentes que conviene distinguir:
por un lado, las bondades y los límites de las políticas de expansión cuantitativa
desarrolladas por la Fed; por otro, qué efectos cabría esperar de la aplicación de una
política monetaria similar por parte del BCE, dejando al margen los problemas políticos
relacionados con la oposición de los poderes comunitarios a esas políticas y del cambio
(o manga ancha en su interpretación) en las competencias del BCE que requeriría.
Respecto al primero de esos temas, es imposible negar que la reactivación de la
economía estadounidense en los últimos dos años (cuando las divergencias entre el
crecimiento de la UE y EEUU se hacen patentes) está relacionada y ha sido cebada por
las políticas monetarias expansivas de la Fed. Algo parecido cabría decir de la relación
entre la recesión sufrida en la UE en esos mismos dos años de 2012 y 2013 y la política
monetaria aplicada por el BCE. Pero de ahí a establecer una relación causal exclusiva o
decisiva entre política monetaria y crecimiento económico hay un buen trecho.
Por otro lado, la previsión de crecimiento del 1,7% en el PIB de EEUU para este año de
2014, frente al 1,9% en Alemania, 1,2% en España o 1,0% en el conjunto de la
eurozona (ECO HEBDO Recherche Économique, Nº 29, 25 de julio de 2014, Natixis),
permiten comprobar que la reactivación de EEUU, pese a la expansiva política
monetaria aplicada, no es demasiado intensa ni está tan alejada de la que experimentan
en estos momentos muchos países de la UE y autorizan a sospechar que ese crecimiento
podría estar cargado de fragilidad.
Creo, además, que un examen más preciso y equilibrado del crecimiento experimentado
por la economía estadounidense debería contemplar otros muchos padres que, junto a la
política monetaria, han facilitado ese mejor desempeño económico en 2012 y 2013. Por
ejemplo, la existencia de un Estado federal que cuenta con las instituciones adecuadas,
como la propia Reserva Federal o una unión fiscal y una unión bancaria plenas que
funcionan y disponen de las correspondientes autoridades y reglas federales. Además de
un presupuesto estatal de suficiente envergadura, las ventajas que todavía se derivan de
la hegemonía del dólar como divisa de reserva internacional y principal medio de
cambio en el comercio mundial y a la hora de hacer negocios e inversiones productivas
y financieras, un margen de actuación más amplio para gestionar los déficits de sus
cuentas públicas y exteriores, mayores niveles de independencia energética y una
ventaja significativa en los costes de la energía, un importante peso de la industria
manufacturera y los servicios a las empresas de alta gama y densidad tecnológica que se
sustenta en una notable inversión privada y pública (vinculada, sobre todo, al sector
militar), tanto en investigación y desarrollo como en universidades de alta calidad…
Me parece necesario detenerme un momento en uno de los factores que no aparecen en
la lista anterior, pero ha jugado un papel de primer orden en la reactivación de la
economía estadounidense: la presión a la que están sometidos los costes laborales. En
efecto, todas las fuentes estadísticas muestran y permiten demostrar el importante papel
que juegan los bajos salarios en la creación de empleo y en el impulso del crecimiento
económico en EEUU. Y ese reconocimiento de la fuerte correlación existente en la
economía estadounidense entre aumento del PIB y debilidad de los costes laborales nos
lleva al lado oscuro de su crecimiento económico: desigualdad y ampliación del abanico
salarial; exclusión social de los sectores que ocupan los empleos menos cualificados y
peor pagados; pérdida de la capacidad de compra de la mayoría de las clases
trabajadoras, que también afecta a buena parte de las clases medias.
Lado oscuro que nos obliga a considerar no solo las cifras de crecimiento del PIB en
2012-2013 sino también su calidad, sostenibilidad y efectos sobre el bienestar y las
condiciones de vida de la mayoría social. Así, la renta real (en dólares de 2012) de los
hogares que conforman el quintil (20% de los hogares) que dispone de menos ingresos
ha retrocedido de forma ininterrumpida y ha pasado de los 12.928 dólares del año 2006
a los 11.490 dólares de 2012, situándose en niveles similares a los de hace más de tres
décadas (US Census Bureau, 2014). Ese retroceso afecta especialmente a los salarios
más bajos y constituye la base sobre la que se desarrolla el fenómeno creciente de los
pobres a los que tener trabajo no les permite mantener las condiciones de vida que
predominan en el entorno social en el que viven. Mientras tanto, los ingresos del quintil
de mayor renta se mantienen, con pequeños altibajos entre 2008 y 2012, en torno a
182.000 dólares, lo que implica un incremento del 50% respecto a los de hace tres
décadas. ¿Es de recibo un crecimiento económico que empobrece a la mayoría social,
multiplica los empleos indecentes y obliga a una parte considerable y creciente de las
clases trabajadoras a aceptarlos?
En cuanto al segundo de los temas señalados, la viabilidad y adecuación de la política
monetaria aplicada por la Fed al caso de la economía europea, habría que señalar
algunos impedimentos y características específicas de la eurozona que me llevan a ser
muy escéptico sobre los posibles impactos positivos de una política monetaria como la
aplicada en EEUU (un quantitative easing normal en el que la compra masiva de deuda
pública aumenta la base monetaria y, como consecuencia, la liquidez de los bancos y del
conjunto de agentes económicos públicos y privados) y a señalar qué otros objetivos y
medidas se ajustarían mejor a los problemas específicos de la eurozona y deberían ser
tenidos en cuenta al plantear la política monetaria que conviene a la economía europea.
Por un lado, la transmisión de la política monetaria a la economía real estadounidense se
ha producido principalmente a través del efecto riqueza. Se han vuelto a provocar
burbujas en las cotizaciones bursátiles, a partir de 2009, y en los precios de las
viviendas, a partir de 2011, que (al margen del análisis que merecería la necesidad de
desinflarlas antes de que exploten y alienten una nueva crisis financiera global)
compensan el estancamiento de los salarios y promueven la reducción de las tasas de
ahorro de los hogares.
En la eurozona, con una mayor incidencia de la financiación bancaria y un inferior
desarrollo de los mercados y la financiación bursátiles, ese canal de transmisión de la
política monetaria es mucho más estrecho y dificultaría su incidencia sobre el
crecimiento. Por otro lado, la transmisión de la política monetaria a través del crédito
que ha pretendido el BCE no ha funcionado. Los bancos europeos ya han tenido la
oportunidad de endeudarse con el BCE (y volverán a tener nuevas oportunidades en los
próximos meses) en cuantías muy importantes y a tasas de interés muy bajas, pero el
crédito no ha llegado a los agentes económicos privados y cuando ha llegado lo ha
hecho a unos costes demasiado altos, especialmente para los hogares y las pequeñas y
medianas empresas de los países del sur de la eurozona. La razón es muy simple: los
bancos de los países del sur de la eurozona no tienen un problema de liquidez, sino de
solvencia.
La demanda de crédito en los países del sur de la eurozona es débil porque todos los
agentes económicos públicos y privados están sobreendeudados y necesitan
desendeudarse. Tampoco la inversión de las empresas puede levantar el vuelo, ya que la
debilidad de la demanda interna limita las decisiones de inversión empresarial. A ello se
suma que la oferta de crédito que realizan los bancos es muy restringida, porque sufren
altas tasas de morosidad y deben atender los nuevos requisitos de aumento de capital,
tanto respecto a sus activos (ponderados por su diferente nivel de riesgo) como a sus
pasivos exigibles.
En consecuencia, habría que medir mejor qué tipo de expansión monetaria o modalidad
de quantitative easing sería más adecuada en la eurozona y, sobre todo, procurar otras
herramientas y nuevas competencias del BCE que facilitaran, por ejemplo, la
depreciación del euro o redujeran las exigencias sobre el peso relativo de los fondos
propios de los bancos. Y, en definitiva, habría que lograr que las instituciones europeas
fueran capaces de aceptar mayores dosis de mutualización de la deuda soberana y de los
activos de dudoso cobro de los bancos y permitieran transferir una parte de ese riesgo al
balance del BCE. Otros problemas, relacionados con la financiación de las pequeñas y
medianas empresas solventes, tendrían mejor solución, al margen de lo que puedan
hacer el BCE y las entidades bancarias privadas, en el desarrollo de instituciones
públicas de crédito.
Tercer ámbito de discrepancias. Bruno muestra una gran confianza en las políticas de
expansión monetaria y sostén de la demanda interna para salir de la crisis. Yo albergo
ciertas dosis de desconfianza al respecto. No me parece que nos enfrentemos a un
dilema que reduzca las opciones a una elección binaria entre austericidas y keynesianos,
sería demasiado fácil… y demasiado simple. Me resisto a creer que la izquierda solo
pueda ofrecer como programa para salir de la crisis el reverso de la estrategia
conservadora: frente a la austeridad, incremento del gasto público; frente a la
devaluación salarial, incremento de los salarios; frente a la comedida y tardía liquidez
que proporciona el BCE, expansión monetaria.
La crisis global que estalló en Europa en 2008 desbarató el modelo de crecimiento de la
economía española, sustentado en unas burbujas crediticia e inmobiliaria que al estallar
convirtieron en irrecuperables una parte importante del tejido productivo y empresarial
destruido y los empleos y rentas asociados a las actividades perdidas. Además, la crisis
desveló debilidades que requieren ser superadas: las incoherencias institucionales de la
UE que obstaculizan una gestión de la crisis menos destructiva; el desequilibrado
proceso de construcción de la unidad europea; la desindustrialización y el inconveniente
desarrollo de las estructuras y especializaciones productivas de la economía española.
Salir de la crisis exige atender todos esos flancos, en la economía española y en las
instituciones y políticas comunitarias. Los problemas señalados, que afectan a los
problemas y características particulares de la economía española, a los defectos
institucionales de la UE y al futuro de la construcción de la unidad europea, no pueden
encontrar solución en políticas monetarias expansivas o incentivos a la demanda que
ceben el crecimiento económico. Hay que ir más allá de la política monetaria y tomar
distancias y mayores precauciones con las políticas de demanda que persiguen relanzar
el consumo privado y el gasto público y basar el crecimiento económico en ese
relanzamiento.
Hay muchos rasgos que debe incorporar una estrategia progresista de salida de la crisis
que no pueden encarnarse ni encontrar espacio en un programa de incentivos de la
demanda. Y que son rasgos esenciales, no adornos o eslóganes electorales dedicados a
agradar al público en general y a los electores en particular. Sirvan como muestra
algunos ejemplos:
Hay que construir un nuevo modelo de crecimiento económico que sea al tiempo un
nuevo modo de desarrollo social. Y para ello es imprescindible la modernización de las
estructuras y especializaciones productivas de la economía española y una política de
industrialización compatible con las necesarias sostenibilidad medioambiental y
transición ecológica.
Hace falta un nuevo proyecto de construcción de la unidad europea que pase por un
profundo cambio institucional pero no se agote en dicho cambio. Hay que fortalecer la
cooperación y solidaridad entre los Estados miembros, compartir de forma más justa los
costes y las ventajas que suponen compartir un mercado único y el euro e impulsar
fórmulas federales que precisen el alcance y los contenidos de esa cooperación y la
mutualización de los riesgos. Hay que recuperar de forma efectiva el principio de
cohesión económica, social y territorial. No hay salidas nacionales a una crisis global
que no es sólo económica y que afecta al conjunto de la UE y, de forma muy desigual, a
cada Estado miembro.
Y mientras esas reformas necesarias siguen su cauce y su ritmo, el objetivo y la máxima
prioridad de las izquierdas es generar empleo decente. Y mientras no existan esos
empleos, hay que garantizar una renta suficiente para que las personas y los hogares
afectados por la falta de empleos puedan vivir con dignidad.
No me extiendo más sobre el particular porque solo pretendo ofrecer una pequeña
muestra de algunos rasgos básicos de la salida progresista de la crisis que no tienen
espacio o encuentran mal acomodo en recetas de expansión monetaria e impulso de la
demanda para promover el crecimiento.
Termino y resumo mi posición en este debate: no creo que la complejidad del análisis
de la actuación del BCE y la definición de la política monetaria que debemos exigirle
puedan ser explicadas o embutidas en uno o varios dilemas. Sería demasiado simplista e
insatisfactorio.
La actuación del BCE no debería ser confundida con la de un pirómano, tampoco con la
de un bombero; es al tiempo ambas cosas y otras muchas. Las relaciones entre políticas
monetarias expansivas y crecimiento económico merecen una mayor reflexión y más
atención a los detalles. Nada nos obliga a elegir entre las políticas monetarias realizadas
hasta ahora por la Reserva Federal y el BCE.
La alternativa de izquierdas a la austeridad no puede quedar reducida a una estrategia de
estímulo del crecimiento basada en políticas monetarias expansivas y medidas de
inspiración keynesiana encaminadas a incentivar la demanda.
Tenemos que darle más vueltas a estos asuntos. Hay que concretar más y mejorar los
términos, argumentos y soportes estadísticos del debate, empezando por los que aporto
en este apresurado comentario que intenta responder a las críticas de Bruno y precisar
algo más mi comentario anterior.
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