4. El cogito y el criterio de verdad (tema). 0. La verdad incorregible. Con el planteamiento de los argumentos del ser engañador, la duda ha alcanzado un punto culminante (duda "hiperbólica" la denomina el propio Descartes).| En efecto, Ee edificio del conocimiento se ha derrumbado, socavado por las dudas de la Meditación primera. (De las cosas que se pueden poner en duda). Por cierto, el texto que estamos comentando versa sobre las cosas que se pueden poner en duda y que trata también en la primera de sus Meditaciones metafísicas. 1. Ahora todo es incierto, incluso algo tan poco dudoso como las verdades de las matemáticas. 2. Descartes ha llegado al convencimiento «metodológico» de que el mundo físico, incluido su propio cuerpo, no existe. En este punto, en este estado de turbación (desorientación), Descartes da un giro y emprende el camino de vuelta: hará un esfuerzo para salir de este estado de ofuscación, para buscar un punto arquimédico: encontrar algo, por pequeño que sea, que sea indudable. La pregunta es la siguiente: ¿se sigue de la no existencia del mundo o de mi cuerpo que yo no existo? Pues no, si estoy pensando algo es que yo existo. Hay, por lo tanto, una proposición de la que no puedo dudar; es imposible, desde un punto de vista lógico, dudar de ella. ï Toda duda implica que existe un ser dudante (o pensante), y esto no puede dudarse. «Yo soy, yo existo» es la primera certeza, es una afirmación necesariamente verdadera. Ningún Dios engañador o genio maligno podrá hacerme dudar de esto: «Si me engaña, es que yo soy; y aunque me engañe tanto como quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo piense que soy alguna cosa» Meditación segunda. La certeza de mi existencia no es como la certeza de las verdades necesarias de la lógica o de las matemáticas. 1. No hay nada necesario en mi existencia ï Ya que es una existencia contingente 2. Pero debo existir desde el momento en que estoy ocupado en mi pensamiento. 3. Además, no puede engañarme ningún genio maligno, pues ni siquiera él puede engañar sin haber alguien al que engañar: debe haber (existir) una persona que sea engañada. Esa persona ... puede dudar de lo que piensa, pero no del hecho mismo de pensar. "Yo soy, yo existo", debe ser cierto siempre que lo afirmo o pienso en ello. Es una proposición incorregible, en el sentido de Bernard Williams. Esta es la fórmula de las Meditaciones, pero no es la única en sus obras: La primera formulación está en la cuarta parte del Discurso del método: "Pienso, luego soy, era tan firme y tan cierta que todas las suposiciones más extravagantes de los escépticos no eran capaces de socavarla". Mediante la duda, Descartes ha dejado en suspenso todo el saber tradicional, todas las "verdades" sobre las que se había edificado la filosofía tradicional. Todo ha sido puesto en duda, pero hay una certeza que resiste todos los ataques de la duda, de la que es imposible dudar: es el hecho simultáneo del propio pensamiento y de la propia existencia; puedo dudar de todo, pero de lo que no puedo dudar es de que estoy dudando, no puedo dudar de mi pensamiento, y mi pensamiento se da porque se da mi existencia y viceversa. Mi pensamiento y mi existencia los percibo simultáneamente: COGITO ERGO SUM (PIENSO LUEGO SOY O EXISTO). Puedo pensar que no existe Dios, el mundo, las cosas y sus atributos o características..., pero no puedo pensar que yo, que pienso estas cosas, no existo al mismo tiempo que las pienso. Para dudar hace falta pensar y para pensar hace falta existir. Por tanto, hay que admitir que yo soy un ser que piensa, es decir, un ser que existe mientras piensa; pues podría ser que al dejar de pensar, dejara también de existir. Mi existencia como sujeto que piensa está libre de todo error y toda duda. Para pensar o dudar, para tener conciencia de algo, tengo que existir y sé que existo en la medida, y en el momento, en que estoy pensando. Descartes entiende por pensar “todo aquello de lo que somos conscientes como operante en nosotros” Principios de Filosofía, 1, 9. Por tanto, sentir, imaginar, querer, dudar, etc. son para Descartes pensamientos o formas de pensar, como más adelante volveremos a recordar. En este sentido la tesis agustiniana es un antecedente de la tesis cartesiana. Pero difieren en dos aspectos muy importantes: (1) La existencia de Agustín es plena, completa, es decir, es la existencia del ser humano; mientras que el cogito ergo sum cartesiano recoge solamente la existencia del pensamiento, de algo que piensa, de una cosa o sustancia pensante. Por otro lado, (2) el papel que juega en ambas filosofías es muy distinto, ya que para Agustín es la constatación de un hecho irrefutable, una verdad entre tantas otras; para Descartes, por el contrario, es el fundamento, la base y la justificación última del conocimiento humano y la realidad. Para Agustín esta tesis es marginal, para el filósofo francés es el elemento nuclear y central sobre el que se apoya y se levanta toda su filosofía. Nota: Esta intuición intelectual, pienso y soy, es el primer principio de la filosofía cartesiana. Tengamos en cuenta que Descartes distingue dos clases de principios: 1. los principios abstractos, lógicos o formales (como el principio de contradicción: A no es B y B no es A), que… 1. son evidentes y constituyen la base del pensamiento, 2. pero no nos dan a conocer ninguna cosa real o existente; 2. y los principios reales. Por ejemplo, el cogito, que… 1. se apoya en la realidad, (en la existencia del Yo) 2. …y nos permitirá, según Descartes, deducir a continuación la existencia de otras realidades (Dios, alma, mundo...). El cogito es para nosotros la primera verdad, hemos dicho. Esto significa que es la única verdad absolutamente indudable. A partir de aquí debe levantarse todo el edificio de la filosofía; de esta verdad debemos deducir, con evidencia, todas las demás verdades. 1. Hemos visto cómo Descartes descubre como primera verdad que existe y que piensa. En esto no es completamente original, como sabemos, pues ya San Agustín había establecido frente al escepticismo académico que si nos equivocamos, somos: aunque estuviéramos engañados en todo lo demás no podemos estarlo respecto al hecho de nuestra propia existencia. Si fallor, sum. Descartes, que había estudiado con los jesuitas de La Flèche, conocía bien… 1. el pensamiento de San Agustín, 2. así como la escolástica tomista (Santo Tomás de Aquino) por mediación de Francisco Suárez, el último gran escolástico español. En efecto, encontramos toda la terminología metafísica escolástica en los escritos cartesianos (sustancia, esencia, forma sustancial, etc.). Se trata muchas veces de una terminología en cierto modo vaciada de sentido, ← al no encajar ya en la nueva filosofía. 1. Esta terminología se aprecia, por ejemplo, en la antropología cartesiana 2. mientras que su física (mecanicismo) muy poco tiene ya que ver con la física aristotélica, mucho más cualitativa. Descartes se propone combatir a Aristóteles, como él mismo escribe en varias cartas, por mucho que a veces lo disimule (como ocurre en su antropología). La tarea de Descartes es deconstruir, la obra de Aristóteles (el pensamiento medieval en general) para volver a construir una filosofía nueva. Consciente de ello en el capítulo segundo del Discurso del método, Descartes acudirá al ejemplo de los urbanistas y fundadores de estados para reconocer su obra. 2. Pero volviendo al cogito (así abreviamos la primera y fundamental verdad: cogito ergo sum o “pienso, luego existo”) hemos de decir, ante todo, que se trata de una intuición intelectual. 1. Por su forma gramatical, por el empleo de la palabra “luego”, cabría pensar que estamos ante un razonamiento o ante la conclusión de un silogismo; además el propio Descartes presenta algunas veces el cogito en forma de silogismo: para poder pensar es necesario existir; es así que yo pienso; luego yo existo. Y nos dice Descartes que él no ha dudado nunca de la evidencia, de la verdad, de la primera premisa (llamada en lógica premisa mayor): el pensamiento está necesariamente ligado a la existencia. 2. Ahora bien, para Descartes, … 1. aunque el cogito puede expresarse de esta manera, 2. no es propiamente un razonamiento sino una intuición, esto es, la captación intelectual inmediata o directa de una idea o concepto bien claro y distinto (idea que Descartes llamará “naturaleza simple”). ¿Es el cogito el resultado de un silogismo? Estamos viendo ahora la cuestión de: 1. Si el cogito expresa una inferencia, en primer lugar 2. Si Descartes supuso que la expresaba, en segundo lugar Su forma es trivialmente la de una inferencia, en el sentido en que contiene la palabra "luego"; y Descartes se congratula al referirse al cogito en términos de inferencia à Por ejemplo, en el Discurso del Método. ≠ No obstante, la situación es más compleja de lo que tales comentarios podrían sugerir. à Así, en las Meditaciones, sostiene que el cogito no es una inferencia, afirmando que "no concluye su existencia de su pensamiento como si fuera un silogismo, sino porque es una cosa evidente por sí misma". ". Por ello, la existencia del YO no se deduce de la acción de pensar, se trata, más bien, de un único acto de intuición puramente racional en el que el YO se nos muestra como PENSANTE y EXISTENTE al mismo tiempo. Tenemos, por tanto, cumplido el primer requisito que exigía el modelo del método matemático: una primera verdad de la que será posible deducir el resto del sistema. Mas Descartes no se detiene en la duda hiperbólica. Olvidando por un momento que está sometiendo todo a duda y que, por eso mismo, no puede todavía confiar en su propia razón (recordemos la hipótesis del genio maligno), se apresura a deducir, partiendo del cogito, dos nuevas “verdades”. Y escribimos “verdades”, entre comillas, precisamente porque no tenemos de momento más que una verdad (pienso, luego existo) y todo lo demás es absolutamente incierto. Pues bien, estas dos “verdades” son las siguientes: 1. La primera, referida al yo; 2. la segunda, a la verdad misma. Veámoslo brevemente, por tratarse de algo a lo que habrá que aludir más adelante: 1. Pienso y soy. ¿Pero qué soy? Y cómo Descartes ha podido dudar de su propio cuerpo, entonces tiene que afirmar, lógicamente: “yo no soy más que una cosa que piensa”. Algo capaz de pensar. 2. Pero es la segunda verdad la que nos interesa ahora: ¿en qué consiste la verdad? ¿Qué es la verdad? ¿Cuál es el criterio de la verdad? ¿Cuál es la norma o regla según la cual podemos afirmar que algo es verdadero y distinguirlo de lo falso o dudoso? Si el cogito es verdadero, tendremos que saber por qué es verdadero. Y esto es lo mismo que saber en qué consiste, al menos, una verdad: la principal, la básica, la fundamental. A las preguntas anteriores responde Descartes diciendo: porque lo concibo o lo entiendo, de manera clara y distinta . He aquí, pues, hallado el Criterio de Verdad, de toda verdad: lo que entendamos de manera clara y distinta será verdadero, y lo que no será falso. 3. Las creencias a examen. Pero, ¿de dónde viene el impulso para una renovación de las bases de la filosofía? Una respuesta es que el desarrollo de la filosofía moderna puede ser interpretado como: 1. Una respuesta al reto planteado por el escepticismo 2. Derivado a su vez del replanteamiento de las relaciones entre razón y fe tras la reforma protestante. Richard Popkin, en su texto ya clásico, La historia del escepticismo desde Erasmo hasta Spinoza (1983), lo ha analizado con maestría: el problema planteado por Lutero primero y más tarde por Calvino es el problema de encontrar un criterio de verdad para nuestras creencias: ¿Cómo sabemos que un juicio determinado se corresponde con la realidad? § Todos aceptaban que las Sagradas Escrituras: 1. Eran la revelación de la palabra de Dios 2. Pero a su vez también aceptaban que se necesitaba una interpretación de ella ï Puesto que las incoherencias, las contradicciones y los pasajes oscuros abundaban -y, obviamente, siguen abundando. Y puesto que se trataba de llegar a saber, qué era lo que Dios decía exactamente, era necesario: 1. Llegar a una sola verdad 2. Y tener por tanto un criterio que garantizase que esa y no otra era la verdad. § Lutero estableció un nuevo criterio religioso: el de que la conciencia está obligada a creer aquello que ella misma se dicta. ð La consecuencia obvia es que si la lectura de la Biblia lleva al lector a sacar conclusiones que divergen de las ofrecidas por la iglesia católica, su deber será seguir su propia conciencia ï Pues es ésta el único criterio seguro de verdad. ≠ Iglesia católica era inaceptable ï 1. Minaba su autoridad y su papel como intermediaria entre Dios y los hombres. 2. Además, prescindiendo de esta cuestión política, los teólogos católicos pensaban que con ello se introducía la anarquía religiosa ï Destruyendo cualquier norma de verdad: Porque todo aquello que a una conciencia le pareciese verdadero tenía que ser verdadero. Conclusión: Muy pronto este problema iba a ser planteado en el ámbito de la filosofía en términos no religiosos sino escépticos: ¿cómo sabemos que aquello en lo que creemos es verdadero? Algunos de los mejores espíritus del siglo XVII (siglo del genio) [como lo llamó Whitehead], se encontraron con que habían heredado este problema que ya había trascendido la mera religión: Un problema de índole eminentemente religiosa paulatinamente se fue transformando en un problema de epistemología: El decidir qué criterio de verdad debemos adoptar. Hay 2 cuestiones en juego: 1. Primero estaba la cuestión de la verdad de ese mismo edificio del conocimiento que algunos pretendían edificar (verdad que algunos con criterio ficcionalista (instrumentalista) como el cardenal Belarmino negaban) =/= Galileo era un físicomatemático, realista. (En definitiva: ¿De qué tipo de verdad estamos hablando?) 2. Y en segundo lugar estaba el problema de cómo saber cuál de entre varias teorías incompatibles entre sí pero compatibles con la evidencia disponible era la verdadera. Todo esto se planteaba de forma científica y políticamente activa junto con: 1. El problema de las nuevas teorías astronómicas y físicas (Revolución científica, iniciado por Kepler, Copérnico y Galileo) 2. Y el juicio al que fue sometido Galileo. Este debate no era meramente académico ï La cárcel y la hoguera también jugaban un papel. Descartes es el filósofo que mejor asume el conjunto de problemas planteado (en el ámbito de la teología y de la ciencia) y el que ofrece una solución más interesante: (Si bien en ningún momento acaba con la discusión sí que la eleva y abre en ella nuevas vía: ver esto en las críticas de otros autores a Descartes) § Debemos recordar que el s. XVI contempló el resurgimiento de los movimientos escépticos de la antigüedad, de los que Descartes se nutre. Una exposición confusa, pero ilustrativa del tipo de escepticismo dominante en la época se encuentra en los Ensayos de Michael de Montaigne. En su "Apología de Raimundo Sebond" usa distintos argumentos escépticos para, desprestigiando el conocimiento que el hombre es capaz de alcanzar, se asiente con más vigor la confianza en la fe. Tradicionalmente la figura de Descartes ha sido considerada como un hito en la historia de la filosofía Y esto porque habría variado la jerarquía tradicional de los problemas filosóficos: ésta ya no estaría encabezada por la metafísica sino por la epistemología. A partir de Descartes, la primera pregunta que un filósofo debe formularse es ¿qué podemos conocer? y la respuesta que éste ofrezca determinará a su vez su respuesta a las demás cuestiones de la filosofía. Nota: Tal giro se había producido previamente a la obra de Descartes, aunque su filosofía juega un papel relevante en la clarificación y consolidación de tal perspectiva. 4. Según el criterio de verdad de Descartes, el error se da en los juicios sólo cuando juzgamos precipitadamente, por ejemplo, sin la debida seguridad. Por eso es importante seguir las reglas del método, con el debido orden, con el debido cuidado para estar bien seguros de no olvidar nada, de no equivocarnos en nada. Y esto nos obliga a una última y breve consideración: la novedad, la originalidad del criterio de verdad cartesiano, lo que es casi lo mismo, del criterio moderno de la verdad. 1. La filosofía anterior, lo hemos dicho, era esencialmente realista y hacía depender la verdad del ser mismo de las cosas. 2. En cambio, la filosofía cartesiana inicia el camino del idealismo en la medida en que desplaza la norma de la verdad hacia el sujeto que conoce en lugar de verla en el objeto conocido. → Las ideas, la conciencia, serán el fundamento del ser para la filosofía moderna de corte idealista y racionalista. Si nos fijamos bien, el ser, la realidad, no aparece como tal en el criterio de verdad o certeza cartesiano: ← mis ideas, mis contenidos de conciencia, en la medida en que son evidentes para mí, constituirán lo verdadero. ¿Dónde está el ser, donde está la realidad? Supeditada a la conciencia. Kant explotará y desarrollará esta nueva fundamentación de la filosofía. Con este SUBJETIVISMO nace la filosofía moderna, al situar al yo como un inicio radicalmente novedoso con respecto a la tradición filosófica anterior. La certeza, o mejor, el criterio de certeza, se produce cuando nuestra razón concibe una naturaleza simple con claridad y distinción. Una idea es clara cuando es en sí misma inteligible, es decir, cuando manifiesta plenamente lo que es, o, dicho de otro modo, una idea es clara cuando es inmediatamente reconocible. Una idea es distinta cuando está perfectamente separada de las otras ideas, es decir, si se halla en el pensamiento sin mezcla alguna de otra idea que la enturbie o la confunda; todas las ideas distintas son claras, pero no todas las ideas claras son distintas. A estas propiedades en el conocimiento es a lo que Descartes llama la evidencia o criterio de certeza. La certeza subjetiva como NUEVO CRITERIO DE VERDAD abandona la concepción de la verdad como •la correspondencia o adecuación entre lo que se dice o piensa y lo que es realmente (definición clásica de la verdad enunciada por Aristóteles). Ahora la verdad no es la concordancia entre el pensamiento del sujeto y la realidad del mundo, sino que la verdad se establece solamente en el pensamiento del sujeto, es decir, en las ideas (sin correspondencia con el mundo, cuya existencia es problemática), pues si las ideas tienen determinadas características (a saber, claridad y distinción), entonces serán verdaderas. Es la concepción de la verdad como certeza subjetiva. La verdad, por tanto, se establece dentro del sujeto, y no de la relación del sujeto con el mundo. Podría decirse que se pasa de una concepción "objetiva" de la verdad a una concepción "subjetiva" de la verdad. Dicho de otro modo: en la filosofía anterior, el mundo o la realidad garantizaban la verdad de mis ideas. Se entendía que había dos polos en el conocimiento: el sujeto (que conoce) y el objeto (a conocer), siendo la verdad la adecuación del pensamiento a la realidad. En Descartes esto cambia radicalmente. La verdad, que en Descartes es certeza, no está en función de una representación o idea que surge y debe corresponderse con el mundo exterior, sino en la claridad y la distinción con la que una idea se presenta a mi mente. Esto es así porque Descartes ha roto previamente la relación que unía al sujeto de conocimiento y la realidad conocida, situando un intermediario: las ideas. No hay conocimiento directo de la realidad porque entre ella y el sujeto están las ideas, que son el objeto de conocimiento (y no las cosas reales, como en la filosofía anterior a Descartes). Lo que yo conozco inmediatamente no son cosas reales sino mis ideas de esas cosas. En este sentido, se puede calificar la filosofía de Descartes como IDEALISTA. Idealismo y subjetivismo son, pues, las marcas distintivas que deja Descartes en la filosofía y que lo convierten en el padre de la filosofía moderna. El error. Un Dios que no puede ser engañador pone de relieve la importancia del problema del error para Descartes, que sería equivalente al problema del mal para la teología. En efecto, 1º. El problema de cómo un Dios bueno puede permitir el mal en lo que ha creado 2º. Encuentra su paralelo, esta vez referido al conocimiento: si existe un Dios bueno que nos ha creado, fuente de toda verdad e incapaz de engañarnos, ¿cómo puede ser que nos equivoquemos tantas veces en nuestros juicios? Dedica la Meditación cuarta a responder a esta pregunta. ¿A quién podemos atribuir el error? 1. No podemos atribuir el error a Dios ï Pues toda verdad depende de la omnipotencia de Dios, à El error no puede estar por encima de Él 2. Tampoco al hombre: ï ¿Por qué? Porque no hay defectos en nuestra naturaleza, sean nuestros juicios verdaderos o falsos. [Como dice en Principios, 1, 38,] 1º. Ni cuando pensamos ï Pues el entendimiento no se equivoca, está libre de error ï Ya que todo lo que percibimos clara y distintamente es verdadero: Podemos percibir clara y distintamente las ideas o no, pero el error no está en ellas ï Pues como dice Descartes, imagine yo un cuadrado o una quimera, tan verdad es que imagino una como la otra. | En el entendimiento, pues, no está el error, sino en el juicio que establece la voluntad. 2º. Pero tampoco cuando queremos ï Ya que Descartes considera la voluntad como perfecta. 3. La causa del error está propiamente en el mal uso de la voluntad. Como somos seres finitos, hay muchas cosas que nuestro entendimiento no percibe claramente. à En estos casos: 1. Deberíamos aplazar nuestro juicio, siguiendo la prevención y evitando la precipitación, en palabras del método. 2. Pero la voluntad, que es más amplia (de algún modo es infinita), da su asentimiento a un juicio aunque “no haya una evidencia clara”. à Esto es, extendemos la Voluntad a cosas que no entendemos. El error surge del contraste entre: 1. La infinitud de la voluntad 2. Y la finitud del entendimiento. Para evitar el error debemos restringir la voluntad a los límites que el entendimiento revela de forma clara y distinta, y no ir más allá. A pesar de estos buenos consejos, esto no ayuda mucho porque hay poca gente que distingue lo que percibe clara y distintamente y lo que no. | Las facultades funcionan bien, pero del hombre depende hacer buen uso de ellas ¿Cómo?: no tomando ideas confusas por ideas claras.