Introducción Martín Böhmer, director del área de Justicia del CIPPEC Martín Böhmer – El tema que nos convoca es un tema fascinante, que se define con dos palabras que tienen una historia un tanto controvertida, la idea de soberanía y la idea de globalización. En nuestro país la idea de soberanía está vinculada a tradiciones nacionalistas de dudosa tradición democrática. Y la idea de globalización viene acompañada de la idea, también de dudosa raigambre democrática, como una idea de interferencia en las decisiones nacionales. Quiero recoger esas dos palabras para una breve introducción a panelistas que saben de estas cosas mucho más que yo, y tratar de darles tanto a soberanía como a globalización una cara un tanto más amistosa entre nosotros. Uno puede pensar a la soberanía como el acuerdo de diferentes Estados en respetar, ser deferentes, a las decisiones democráticas de Estados extranjeros. La idea luminosa de esta idea de soberanía es entonces que cuando los Estados democráticos, las repúblicas, como las llamaba Kant, tomaban una decisión, esa decisión era prima facie una decisión soberana y uno podría decir, desde la filosofía política, correcta, desde el punto de vista de su legitimidad democrática. Y por lo tanto otros Estados no debían intervenir en decisiones que las democracias tomaban por sí mismas. Los aciertos y los desaciertos de la democracia se resuelven con más democracia interna. Y tal vez esa podría ser una definición un tanto más amigable de soberanía. Sin embargo, como ustedes saben, en las democracias modernas, estoy hablando de las democracias post-segunda guerra mundial, luego que los países sobre todo de Occidente, y sobre todo de Europa continental, se dieron cuenta que la democracia sola no producía políticas correctas sino que la democracia en el sentido de regla de la mayoría y representación podía llevar a decisiones violatorias de derechos humanos, que en el caso de Europa en la segunda guerra mundial fueron violaciones masivas de derechos humanos como nunca antes habíamos visto, en ese momento la idea de democracia retoma de la tradición norteamericana un límite institucional, que es el límite de los derechos. No cualquier decisión democrática es una decisión legítima, las decisiones democráticas, es decir, de los representantes del pueblo, decididas por mayoría, tienen los límites de la constitución. Y esos límites de la constitución no son solamente límites que uno respeta automáticamente, sino que las democracias modernas generan agencias que tienen a su cargo el control de esos límites. Y esas agencias uno las puede llamar, para resaltar el punto, agencias contramayoritarias. Agencias cuya legitimidad viene dada no por el voto popular sino por otros motivos, en principio porque tienen que defender cosas que a veces las democracias, cuando se desbocan, violan, como en el caso de los derechos. Es allí tal vez donde uno puede ver, a nivel internacional, que funciona, o que uno pretende que funcione, la mejor visión de la globalización. Entonces si soberanía y globalización tienen algún correlato entre democracia y constitución o democracia y derechos, a lo mejor podemos discutir algo un segundo más a partir de esa idea. Como toda agencia contra-mayoritaria, por ejemplo el poder judicial, algunas instituciones que ha generado el derecho internacional en los últimos tiempos son obviamente un límite a las democracias nacionales. La Argentina ha hecho fe de esto y ha entregado su soberanía, para decirlo en estos términos, a manos de institutos, instituciones, a quienes les entregamos las decisiones últimas en algunos casos respecto de lo que nuestras normas dicen en algunos puntos cruciales del quehacer público. Por ejemplo el caso obvio de los derechos humanos. La Corte Interamericana de Justicia, dicho por nuestra Corte Suprema, es el tribunal último en la interpretación del Pacto de San José de Costa Rica, que hoy es parte de nuestra constitución. Entonces otra vez, dado que en este caso la Argentina le entregó a lo global soberanía. Por qué lo hicimos. Lo hicimos por buenas razones. Dentro de ellas, no confiamos en nuestras instituciones y su capacidad para defender nuestros derechos. Tenemos derecho a eso dado la permanente y en la última dictadura brutal violación masiva de derechos humanos que nosotros cometimos contra nosotros mismos. Así que hacemos bien en ponernos límites a las cosas que nuestra democracia o nuestras instituciones nos pueden hacer a nosotros mismos. En algún sentido lo que está sucediendo hoy en el CIADI o en otros tribunales arbitrarles es similar. A la imposibilidad de brindar seguridad a los derechos de propiedad, la Argentina respondió en los noventa firmando tratados internacionales de inversión que daban jurisdicción a tribunales internacionales, para dar seguridad a quienes venían a invertir a la Argentina. Y hoy la Argentina está pagando esas consecuencias o por lo menos haciendo honor, por ahora, a las obligaciones que se impuso, que fue otra vez restringir su soberanía, o la capacidad de sus autoridades públicas de tomar decisiones en temas fundamentales como son las tarifas de los servicios públicos y el acceso a servicios fundamentales de todos nosotros. Entonces la globalización, o en el caso que a mí me compete, dado que soy abogado y profesor de derecho, la globalización impacta en problemas de soberanía en este sentido, actúa como una agencia contra-mayoritaria, permítanme la metáfora, que impone límites desde el punto de vista de los derechos, a lo que nosotros democráticamente podamos decidir. Tradicionalmente eso terminaba en nuestra Corte Suprema. Tribunal que si bien no es un tribunal democráticamente responsable, en el sentido de que tiene otros mandatos y demás, por lo menos nosotros podíamos hacerle juicio político, como se ha visto en los últimos meses. No es el caso de los tribunales internacionales. Creo que estas son buenas noticias. La Argentina se ha beneficiado en muchos casos, sobre todo en el tema de derechos humanos, de la existencia de este control externo contra-mayoritario de nuestras políticas. Ahora, como ven, supongo que se darán cuenta, no siempre eso es bueno. Entonces creo que para poner un tono, por supuesto no le voy a mandar la agenda a los invitados de Clarín hoy, que saben de esto, otra vez, mucho más que yo, me parece que hay claroscuros en esta decisión o en esta práctica ya internacional de globalizar la política. La parte clara, como digo, es la defensa de derechos, tal vez la defensa de cierta seguridad o cierta consistencia a largo plazo de políticas públicas en los diferentes países controladas por agencias internacionales, que no tienen un interés inmediato, político, en los resultados de estas políticas a nivel nacional, pero la parte oscura del claroscuro, es, como ustedes se podrán dar cuenta, que nuestra democracia pierde el control, nuestro país pierde el control de cuestiones fundamentales de políticas públicas. Y lo hemos hecho no por las buenas razones o por las razones que uno quisiera, sino porque nosotros, para decirlo de una forma polémica, nosotros sabemos que nosotros mismos no podemos generar políticas públicas que respeten los derechos que nosotros mismos hemos puesto en nuestra carta magna. Nosotros desconfiamos de nosotros mismos y esperamos que agencias contra-mayoritarias globalizadas nos ayuden a portarnos bien, para decirlo de alguna manera. Eso es problemático por el obvio déficit democrático que tiene, pero además es problemático por una cosa más –y con esto termino, el rol de la política no es solamente hacer lo que la voluntad popular quiere a través de la política electoral, ni tampoco solamente defender derechos que están colocados en la constitución nacional. Hay también una tercera cosa muy importante que es preservar los acuerdos políticos que los argentinos fuimos decidiendo a lo largo del tiempo. Lo que algunos profesores de derecho constitucional llaman nuestra constitución histórica. Lo que uno puede llamar Derecho, esa práctica social compleja, que de a poco nosotros vamos creando, a través de acuerdos, prácticas, a lo largo del tiempo, sobre qué dice nuestra constitución. Entonces no solamente decisiones democráticas que responden a cuestiones electorales. No solamente cuestiones de derechos que responden a interpretaciones de la constitución. También hay una tercera cosa, que es preservar los acuerdos que nosotros hacemos a lo largo del tiempo respecto de qué dice nuestra constitución y cómo nos vamos a comportar. Esos acuerdos son demasiado sutiles, están demasiado vinculados con acuerdos nacionales y historias nacionales, como para que alguien desde París o desde Washington, o desde Costa Rica, tenga la sensibilidad como para darse cuenta que ese balance, a ese balance se llegó después de luchas semánticas, discursivas muy complejas en nuestro país, honrar eso y hacerlo permanecer a lo largo del tiempo. Estos son los claroscuros que yo veo en la interrelación entre soberanía y globalización, pero seguramente de esto van a dar cuenta quienes me siguen en la palabra. Muchas gracias. Julio Sevares – Gracias Martín Böhmer por plantear de manera tan sucinta e interesante una de las cuestiones fundamentales que estamos viviendo cotidianamente, cuestiones como por ejemplo los juicios en el CIADI o el tema de los derechos humanos.