SE VA LA VIDA Letra de Luis Mario (María Luisa Carnelli) Música de Edgardo Donato Compuesto en 1929 José Gobello: Conversando tangos. Buenos Aires: A. Peña Lillo Editor, 1976. María Luisa Carnelli comenzó a escribir letras de tango en 1928. Ya era entonces una escritora muy distinguida. En 1922 había publicado Versos de Mujer; en 1924, Rama frágil. Aquel mismo año —1928— publicó Poemas para la ventana del pobre. Pero me ha dicho María Luisa: “Como la mayoría de los argentinos, yo tenía el tango en la sangre. Desde muy niña sentí su sugestión. Mis hermanos mayores, tangueros de ley, amontonaban discos y más discos que hacían girar en aquellos ya históricos fonógrafos de corneta: El irresistible, La catrera, Independencia, El cachafaz, Armenonville, Entrada prohibida... Algunos no tenían letra; otros, sí. Las aprendí casi en secreto, pues mis padres no aceptaban —justificadamente— cierto tipo de letrillas desvergonzadas, la de Entrada prohibida, por ejemplo, o aquella de El Choclo, la primera, la original, que comenzaba así: Cómo se manya que esa mina que es del yiro... “. Sin embargo, fue Enrique González Tuñón —que escribía para Crítica su famosa serie de Tangos— quien la relacionó con lo que ha dado en llamarse el ambiente. María Luisa escribió entonces los versos de su primer tango, El malevo, dedicado a Carlos Raúl Muñoz y Pérez, periodista y poeta que se firmaba Carlos de la Púa, a quien llamaban El Malevo Muñoz y que trataba de hacerse llamar Carlos Muñoz del Solar. La letra decía: Sos sin sin sin un malevo sin lengue, pinta ni compadrada, melena recortada, milonga y sin canyengue. María Luisa firmó aquellos versos con el seudónimo Mario Castro. Julio De Caro les puso música y los estrenó, con una orquesta de más de veinte ejecutantes, en los bailes de carnaval realizados, en 1928, en los teatros San Martín y Ópera. Aquel estreno fue un buen debut para María Luisa; un debut que la estimuló a seguir escribiendo letras. Y las escribió para Filiberto (Cuando llora la milonga, Linyera), para Luis Teisseire (Luna roja), para Rafael Rossi (P’al cambalache), para Ernesto Ponzio (Quiero papita), para Edgardo Donato... Precisamente, para Donato escribió dos letras: la de Se va la vida y la de Cómo me gusta. Se va la vida es de 1929 (para entonces, María Luisa había adoptado el seudónimo Luis Mario). Fue el caballito de batalla de Azucena Maizani. Magaldi dejó también una óptima grabación de esa página: Se va la vida, se va y no vuelve. Escuchá este consejo: Si un bacán te promete acomodar, entrá derecho viejo. Es ésta la filosofía de Qué va cha ché: Dame puchero, guardate la decencia. Qué va cha ché es tres años anterior a Se va la vida, pero no creo en la influencia de Discépolo sobre la Carnelli, sino en una coincidencia. Hacía casi tres lustros que el tango venía llorando a moco tendido y había de producirse, naturalmente, la reacción contra tanta lágrima. Discépolo reaccionó con Qué va cha ché y, sobré todo, con Victoria. La Carnelli, con Se va la vida: Decí pa que’ querés llorar un amor y morir talvez de desesperanza... Pero Discépolo llega a esa reacción llevado por su espíritu crítico, por el oficio de fiscal de los sentimientos, propios y ajenos, que desempeñó hasta el día de su muerte. La inspiración de la Carnelli era, en cambio, de otro origen: le venía de las viejas letras de la etapa cínica del tango, esa etapa que comenzó cuando el compadrito aprendía el descansado oficio de rufián. El cinismo de Se va la vida y el de la letra que María Luisa Carnelli escribió en 1933 para Quiero papita, un viejo tango de lenocinio del Pibe Ernesto, entroncan con aquella etapa del tango, con aquel tango adolescente y lujurioso, al que deben perdonársele muchas cosas, como se les perdonan abitualmente a los muchachos porque en ellos son naturales y simpáticas (1). 1. María Luisa escribió también una letra titulada Viejo taura a la que debió ponerle música el Pibe Ernesto. Cuando el Pibe murió, en 1934, sólo había alcanzado a componer unos compases. Aquella letra decía así: Era de los tiempos viejos y lo llamaban El Taura. Guapo de funghi ladeao y de melena aceitada, caminaba haciendo cortes por el barrio de Las Latas, bien levantados los hombros y bien visible la faca. Las minusas nunca le batieron cana, porque sin cashotes las apaciguaba; tenía el empaque de los chomas tauras que amansan las donas con sólo mirarlas. Era de los tiempos viejos conocido por El Taura; tenía duro el pellejo y siempre alerta la faca. No cafiolaba a las minas, vivía de la baraja, sólo fayando la timba actuaba de furca o lanza. Se trenzó una vuelta por una macana, dicen que por naipes, baten que por faldas, la cuestión que al coso le ensartó la daga y once años de yuta se comió en Ushuaia. Fue estrenado por Azucena Maizani, quien lo utilizó durante algún tiempo como caballito de batalla. Se va la vida... Se va y no vuelve... Escuchá este consejo: si un bacán te promete acomodar, entrá derecho viejo. Se va, pebeta... ¿Quién la detiene? ¡Si ni Dios la sujeta! Lo mejor es vivirla y largar las penas a rodar. Yo quiero, muchacha, que al fin mostrés la hilacha y al mismo recuerdo le des un golpe de hacha. Decí, ¿pa qué querés llorar un amor y morir, tal vez, de desesperanza? No regués la flor de un sueño infeliz porque, a lo mejor, la suerte te alcanza si te decidís. Se va la vida... Se va y no vuelve... Escuchá este consejo: si un bacán te promete acomodar, entrá derecho viejo. Pasan los días, pasan los años, es fugaz la alegría... ¡No pensés en dolor ni en virtud! ¡Viví tu juventud!