Análisis Filosófico de la Educación I.S.F.D. y T. 162 – TRAMO DE FORMACIÓN PEDAGÓGICA PARA PROFESIONALES Y TÉCNICOS – 1° año – Año 2014 Una Filosofía Del Porvenir - Ética y Política Annabel Lee Teles “Quien no espera lo inesperado, no llegará a encontrarlo, por no ser ello ni escrutable ni accesible.” Heráclito PRIMERA PARTE LA ONTOLOGÍA DEL PRESENTE CAPÍTULO 1 ¿QUIÉNES SOMOS EN ESTE PRECISO MOMENTO? “Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos: esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca – ¿cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos?”1 No sabemos quiénes somos. Nosotros, conocedores, acostumbrados a teorías que expliquen la vida y el mundo comenzamos a presentir que no sabemos quiénes somos; ni cuál es la tierra que pisamos, ni el tiempo en que vivimos; que no hay quién tenga las respuestas correctas a nuestras preguntas, que nadie puede decirnos dónde está la verdad ni cómo encontrarla. Vivimos una época grave, donde ha desaparecido la verdad absoluta y las verdades provisionales no consuelan. La incertidumbre y el desconcierto nos acechan. El suelo se mueve debajo de nuestros pies. Corremos el riesgo de aferrarnos a opiniones y a pautas establecidas que inmediatamente muestran su incapacidad para sostenernos. Sin embargo, comenzamos a experimentar un movimiento diferente. Junto al desconcierto brota un destello de alegría, la emergencia de algo nuevo. Una profunda transformación individual y del mundo se está produciendo. Un acontecimiento singular y distintivo se cumple a pesar y a través nuestro, nos envuelve y nos arrastra; trae consigo lo imprevisto, la aparición de diferencias irreductibles que fuerzan a la investigación y a la creación. Extraño acontecimiento múltiple que corre por las calles, que nos espera y nos aspira, que fuerza a pensar el tiempo en que se dan los comienzos junto a los finales. Tiempo de metamorfosis permanente, de nuevos colores y sonidos, de instantes de intensidad y alegría, cuya presencia resulta misteriosa, excitante y brinda el coraje necesario para comenzar una y otra vez. Nos hemos preparado, casi sin darnos cuenta, y comenzamos a vislumbrar una tierra nueva, un tiempo propicio que suscita la posibilidad de encontrarnos; de ir más allá de nosotros mismos, de las identidades que nos han sido impuestas, que no sólo aceptamos, sino que sostenemos y defendemos como si de nuestra esencia singular se tratara. Aprendimos a aferrarnos a pequeñas esclavitudes y las llamamos libertades. Los hombres suelen vivir ignorantes de sí mismos,2 decía Spinoza y nos daba las pistas de una visión ética del mundo, de un pensamiento ético y político inusitado que aún nos cuesta realizar. La tierra nueva es la misma, la antigua, la que hoy se presenta de modo absolutamente distinto, que nos impulsa a crear mundos, a re-crearnos permanentemente. Territorio en pleno movimiento, desterritorializaciones constantes, pliegues y repliegues de una materia temporal en permanente movimiento que nos brinda la posibilidad de seguir insistiendo en la afirmación, de que querer y crear son lo mismo, diferentes e iguales a la vez. Por ello, la urgencia de volver a preguntar ¿quiénes somos?, ¿cuál es el suelo que pisamos?, ¿cuál el momento en que vivimos?, ¿qué somos capaces de ver y oír?, ¿cuáles son nuestros anhelos? Preguntas que impulsan a una decisión: emprender una búsqueda, abrirnos a nuevos modos de pensar, de sentir, de percibir. 1 2 Nietzsche, F., La genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 1986, p. 17. Spinoza, B., Tratado teológico-político, Alianza, Madrid, 1986. Prefacio del autor, p. 61. Búsqueda que es investigación y creación en relación a nuestro presente, a lo que pasa y ocurre, a lo que nos pasa en este lugar en que vivimos. Las preguntas formuladas nos incitan a pensar en el presente. Abren una problematicidad sobre nuestro tiempo que procede del tiempo. Preguntar, buscar es un trabajo temporal, es el tiempo el que nos impulsa, el movimiento del tiempo el que pregunta. Pensar el presente como pregunta del tiempo es no quedarse atado a la sucesión de hechos que nos aquejan, es pensar la historia como el cuerpo del devenir3. LA PROBLEMATIZACIÓN DEL PRESENTE En los tiempos que corren, la cuestión de quiénes somos en este momento resulta inquietante. La pertenencia a este presente, a este horizonte temporal que es el nuestro, se ha vuelto conflictiva; es difícil apelar a una doctrina que la sostenga y fundamente en nombre de una tradición o de la comunidad humana en general. Por su parte, la presencia de lo fugaz y lo efímero hace que las certezas se desmoronen y las prácticas cambien rápidamente. Lo que ayer se aceptaba silenciosamente, hoy comienza a producir inquietudes, provoca ansiedad. Aparecen preguntas, modos de resistir a las verdades instauradas que motivan y desafían el pensar. El pensamiento filosófico atiende al presente. Adopta un sesgo problemático, plantea investigaciones inventivas que configuran nuevos modos de pensar, de percibir y de actuar. Pensar el presente no significa hacer una descripción de los hechos, ni elaborar una representación del actual estado de cosas; significa alumbrar esos elementos intempestivos que expresan la emergencia de múltiples mutaciones. Justamente por ello, la tarea de la filosofía consiste en ver y oír los signos del devenir, captar en el presente esos elementos singulares y específicos que son las señales de la transformación en donde anida la posibilidad de ser distintos de como somos. El devenir es el tiempo donde el antes y el después se dan a la vez, el tiempo de los acontecimientos, de lo que pasa y no cesa de pasar. El devenir se distingue de la historia, tiempo de los hechos y de la presencia, pero no se opone a ella. Los acontecimientos no pertenecen a la historia, ocurren y se efectúan en ella. La filosofía, abierta al devenir, problematiza el presente, capta los signos que señalan las transformaciones propias de la vida. La filosofía dice los acontecimientos y se distingue de los saberes que atienden a los hechos, a los estados de cosas. La actividad filosófica realiza un ejercicio de pensamiento crítico y creativo, se aparta de los condicionamientos históricos, impulsa a pensar distinto de como se piensa, para devenir y crear algo nuevo. El pensamiento realiza su potencial creador. La crítica es el elemento positivo de la creación. El pensamiento, en su realización afirmativa, toma distancia de toda imagen dogmática, de los discursos con ambición totalitaria que pretenden interpretar, desde su fundamento, toda la realidad y dar una respuesta última bajo la forma de un saber consistente, sin fallas. La actividad creativa de la filosofía cuestiona críticamente lo que se considera normal, las creencias que resultan obvias y se pronuncian en las voces de la opinión generalizada. Presta atención al momento en que aparece una cierta inquietud, surge la pregunta y se genera un problema, una cierta forma de resistencia a lo instaurado que provoca una invención en el pensamiento. La filosofía crea nuevos modos de pensar, de sentir: hace rasgaduras en lo establecido para que en ese instante sople el viento de lo inesperado. Pensar lo nuevo conlleva ciertas dificultades. Quizá el obstáculo mayor sea la pertinaz creencia en la realidad presente, la monótona insistencia en el actual estado de cosas considerado como un Todo, puesto ahí, ante nuestros ojos. Si la realidad presente es única, lo nuevo sólo será posible en un tiempo que no es éste, gracias a una trabajosa modificación de la realidad o a un milagro. No hay tiempo para lo nuevo si nos aferramos a la realidad, a la historia como cadena de pasado, presente y futuro. Bajo el imperio del tiempo lineal, lo nuevo es una reproducción más o menos original de lo ya existente o una mera ilusión que se canaliza en el anhelo de un futuro mejor, eternamente demorado. Aún cargamos con la creencia en las cosas, en lo dado. Los hombres y las mujeres, los virus o las tazas conforman el conjunto de todas las cosas existentes. Desde esta perspectiva, lo nuevo es considerado como algo, una cosa más que se 3 Foucault, M., “Nietzsche, la genealogía y la historia” en Microfísica del poder, La Piqueta, Madrid, 1980, p. 12. agrega al conjunto de lo ya dado y requiere, para su producción, un artífice creador. Sin embargo, si atendemos a la vida como transformación permanente, la emergencia de lo nuevo cobra otro vigor. Lo nuevo se realiza siempre. Constantemente se corre el riesgo de no vislumbrar su incipiente actualización y las condiciones de su efectuación. Sólo se capta lo nuevo cuando su fuerza comienza a consolidarse. Por ello, es preciso prestar atención, adquirir una larga preparación, lograr el silencio necesario para acallar el ruido de las cosas. Y de ese modo, asistir a la emergencia de lo singular, de las múltiples diferencias que se dan en la pura acción del brotar, en una génesis eterna y retornante. El devenir excede las cosas, va por encima, por debajo y a través de ellas. El pensamiento capta el devenir, dice los acontecimientos que lo pueblan: expresa lo nuevo, lo que se realiza siempre, a pesar de y gracias a los seres que constituyen el mundo. El pensamiento como realización de lo nuevo afirma el devenir y efectúa su emergencia. LA FILOSOFÍA: UNA ACTIVIDAD POR EXCELENCIA CREATIVA La filosofía es un ejercicio de pensamiento singular y específico; una apertura al afuera, al devenir, a los acontecimientos que lo pueblan y que brindan las señales imprescindibles para que éste se desenvuelva y prolifere. Los signos aparecen por doquier: una mirada, una melodía, un color, una palabra o aquel tono de voz. El pensamiento filosófico afronta los signos del devenir en un encuentro que lo violenta4. El encuentro es fortuito e inevitable. La fuerza del pensamiento, su potencia de convicción radica allí, en la necesidad del encuentro que expresa el enlace indisoluble entre el signo y la idea. El pensamiento pliega el signo, lo envuelve; lo pliega como cúmulo intensivo y los despliega como idea: el signo deviene idea. La actividad filosófica es creativa, traza un mapa, instaura un plano, crea conceptos, plantea problemas. Las ideas son líneas mutantes que se pliegan y se despliegan, movimientos de una materia fluyente que concierne a los seres y al mundo. Al trazar un mapa se instaura un plano, se produce un corte en el devenir que es la condición trascendental de aparición de los conceptos, de su actualización. Los conceptos filosóficos son cúmulos de vibraciones que se encarnan en las palabras que los actualizan; en la voz o en la escritura que los efectúa y los enriquece. En su actualización y efectuación, los conceptos resuenan unos con otros, constituyen verdaderas orientaciones en el pensamiento, muestran sus movimientos, sus tensiones y su fluidez. Los conceptos filosóficos se conectan, generan constelaciones que dicen los acontecimientos y estimulan la aparición de nuevos acontecimientos, instancias problemáticas que fuerzan la génesis en el pensamiento. Los problemas filosóficos son problemas vitales, conciernen a los hombres, a las mujeres, al mundo. Los problemas traen consigo focos intensivos, urgencias, aprisionamientos de las fuerzas vitales que producen fisuras por donde se introduce la potencia mutante del devenir. Plantear problemas y comprenderlos exige abrirse a las sensaciones, a las intensidades que nos recorren y nos atraviesan, a las dimensiones afectivas que constituyen la vida de los seres y del mundo. La filosofía y su historia pierden su carácter erudito, se convierten en una memoria-pensamiento en la cual se vuelven relevantes los problemas que se plantearon, las urgencias que le dieron origen. Aparece la preocupación por las circunstancias que hicieron que ciertas cuestiones, ciertas experiencias aceptadas silenciosamente, comenzaran a provocar discusión, a incitar nuevas actitudes, a generar preguntas que, a su vez, dieran lugar a nuevas configuraciones en el pensamiento, a nuevas posibilidades de vida. El pensamiento filosófico efectúa una actividad creativa en relación con las ideas y los problemas que pueblan su memoria; realiza un ejercicio de pensamiento temporal mediante el cual desenvuelve nuevas modalidades expresivas, nuevas dimensiones para su despliegue con la insistente convicción de alumbrar la potencia de creación y de libertad del mundo y de los seres que lo constituyen. 4 Deleuze, G., Proust y los signos, Anagrama, Barcelona, 1972, p. 185. LA FILOSOFÍA COMO ETHOS5 Pensamiento y vida son dos términos que se entrelazan a partir de una peculiar manera de concebir la filosofía, como modo de ser de la vida. El pensamiento filosófico se realiza en relación a la vida, a los acontecimientos que la pueblan, expresa una preocupación por aquello que pasa y nos pasa; abre una fisura en el presente, da lugar a lo nuevo, a lo que se distingue del estado de cosas vigente; alumbra los signos del devenir que expresan una mutación y son las señales de una transformación. El presente es lo que somos, pero también lo que estamos dejando de ser. La tarea de la filosofía es diagnosticar devenires6 en el presente; el filósofo como inventor de nuevos modos de pensamiento, de nuevos modos de existencia. Pensar es arriesgar ideas, crear conceptos, plantear problemas, hacer visibles cosas que en otras condiciones no podrían verse: pensar es crear. La filosofía se vuelve un ethos, un estilo de vida7, una actitud que conlleva un modo de relación con el mundo, con los demás y consigo mismo. La filosofía recobra su vigor, dice los acontecimientos, da cuenta de su sentido y de su valor, estimula la afirmación de un pensamiento ético-político como ejercicio de libertad. TEXTOS “Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos: esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca, –¿cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos? Con razón se ha dicho: ‘Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón’; nuestro tesoro está allí donde se asientan las colmenas de nuestro conocimiento. Estamos siempre en camino hacia ellas cual animales alados de nacimiento y recolectores de miel del espíritu, nos preocupamos de corazón propiamente de una sola cosa: de ‘llevar a casa’ algo. En lo que se refiere, por lo demás, a la vida, a las denominadas ‘vivencias’, ¿quién de nosotros tiene siquiera suficiente seriedad para ellas? ¿O suficiente tiempo? Me temo que en tales asuntos jamás hemos prestado bien atención ‘al asunto’: ocurre precisamente que no tenemos allí nuestro corazón –¡y ni siquiera nuestro oído! Antes bien, así como un hombre divinamente distraído y absorto a quien el reloj acaba de atronarle fuertemente los oídos con sus doce campanadas del mediodía, se desvela de golpe y se pregunta ‘¿qué es lo que en realidad ha sonado ahí?’, así también nosotros nos frotamos a veces las orejas después de ocurridas las cosas y preguntamos, sorprendidos del todo, perplejos del todo, ‘¿qué es lo que en realidad hemos vivido ahí?’, más aún, ‘¿quiénes somos nosotros en realidad?’ y nos ponemos a contar con retraso, como hemos dicho, las doce vibrantes campanadas de nuestra vivencia, de nuestra vida, de nuestro ser – ¡ay! y nos equivocamos en la cuenta... Necesariamente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos entendemos, tenemos que confundirnos con otros, en nosotros se cumple por siempre la frase que dice ‘cada uno es para sí mismo el más lejano’,– en lo que a nosotros se refiere no somos ‘los que conocemos’...” Nietzsche, F., La genealogía de la moral, prólogo, pp. 17 y ss. Acerca de un cambio de época: la exigencia del retorno “Cuando se produce la Revolución francesa, Luis XVI no lo sabe, pero todo el mundo lo sabe. Hoy en día, cuando evidentemente se trata de un cambio mucho más importante en el que se juntan todos los cambios anteriores, aquellos que tuvieron lugar en el tiempo de la historia, para provocar la ruptura de la historia, todo el mundo lo presiente, aunque cada uno de nosotros no puede afirmar que lo sabe. Es un saber que no está a la medida de un particular. –Sin embargo, usted mismo lo afirma. –Porque yo soy tan sólo una voz episódica, un habla sin contorno. Y, claro está, afirmo más de lo que sé, pero lo que quiero decir no carece de indicios. Esto corre por las calles y esa corriente anónima es fuerte. Hay que oírla.” Blanchot, M., El diálogo inconcluso, pp. 423 y ss. 5 Foucault emplea este término en “Qu’estce que les Lumières?”, en Foucault,M., Dits et écrits, vol. IV, Gallimard, París, 1994, p. 577. 6 Deleuze, G. y Guattari, F., ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona, 1993, p.114. 7 La filosofía como estilo de vida es un concepto de la filosofía antigua. Lo encontramos con insistencia en Sócrates.