EL PARADIGMA DE LA GLOBALIZACIÓN El término globalización se ha ido extendiendo en muy poco tiempo dentro y fuera de los círculos académicos. Un repaso apresurado a través del ISBN indica que el primer libro con ese título apareció en 1992 , no mucho más tarde que en otros países, publicándose después cuatro o cinco libros al año hasta que a partir de 1998 aumenta progresivamente el ritmo de edición: hoy se publican en España cuatro al mes con el término globalización en el título, lo que no ocurre con la denominación de mundialización que siguen manteniendo los autores francófonos. Dejando al margen la masa de información que circula por otros medios de expresión parece que la amplia aceptación al término no responde tanto a una cuestión de moda como a la novedad del fenómeno global, que preocupa a la academia y a diferentes grupos sociales. En los últimos cincuenta años hemos asistido, a escala planetaria, a una intensificación de los procesos de mundialización económica como nunca antes se habían dado en la historia. Al tiempo que paralelamente en las distintas regiones del Globo se iban produciendo (con distinto ritmo) dinámicas de ampliación y consolidación de mercados, cada vez más extensos, que permitieran superar el corsé que suponía la existencia de los Estados−nación, a fin de que prosperara la producción y distribución en gran escala, dominada de forma cada día más clara por grandes empresas transnacionales. Éste ha sido especialmente el caso del espacio europeo (occidental), en el que el Estado español se encuentra inmerso. En los últimos veinticinco o treinta años estos procesos se han acelerado considerablemente, habiéndose disparado en el último periodo cuando cae el Muro de Berlín y desaparece la bipolaridad Oeste− Este, la tiempo que se firman los acuerdo de la Ronda Uruguay del GATT, y se crea la Organización Mundial del Comercio (OMC). Hecho que hace que se pueda hablar ya de una verdadera globalización de las relaciones económicas, y especialmente financieras, que está trastocando todo el escenario mundial, con consecuencias dramáticas para los distintos pueblos de la Tierra y el entorno ecológico planetario. En realidad, la globalización económica no es sino una prolongación en el tiempo de los procesos de dominio iniciados con la colonización por las potencias europeas hace ya más de quinientos años, si bien éstos adoptan formas especialmente innovadoras en la actualidad. A lo largo de todo este largo periodo se fueron estableciendo relaciones de explotación entre un Centro (en un primer momento las principales potencias coloniales europeas y más tarde, con el paso de los siglos, los países que en general, hoy configuran la OCDE) y una periferia, el Sur o el Tercer Mundo. Pero recientemente presenciamos tanto la formación de una nueva Periferia, la Periferia Este, tras la integración subordinada de ese inmenso espacio dentro de la Economía Mundo; como el replanteamiento del papel de los distintos territorios de la(s) Periferia(s), y hasta del mismo Centro (o Centros). Así, hoy en día contemplamos cómo también dentro del propio Centro se expanden con especial intensidad en su interior las periferias (excluidos, marginador, precarizados) de todo tipo, al tiempo que en la(s) periferia(s) los procesos de globalización benefician principalmente a sus élites económicas y gobernantes, afectando en algunos casos marginalmente a los trabajadores integrados en condiciones de hiperxplotación en las redes de la producción transnacionalizada de la economía global, mientras que un océano de excluidos( 1.300 millones según el Banco Mundial) (WB,1994),trata de subsistir como puede en condiciones de pobreza absoluta. En la actualidad, en la era de la mundialización, se está extendiendo un nuevo tipo de colonización; ya no está dirigida por los Estados, sino por las grandes firmas transnacionales. Ningún gobierno, ni siquiera en el Norte, ejerce ya control sobre las empresas transnacionales. Si una ley estorba a su expansión, amenazan con irse y pueden hacerlo, de forma inmediata. Son libres de recorrer el planeta para elegir la mano de obra más barata, el medio ambienté menos protegido por la ley, el régimen fiscal menos gravoso y los subsidios más generosos. ¿Hasta cuando mantendremos esto? Todo ello está instaurando, por así decir, una verdadera nueva guerra mundial entre los pobres y los ricos del 1 mundo, comanda por el tremendo poder que van acumulando, al margen de cualquier control, las grandes empresas transnacionales y el capital financiero y especulativo internacional(los nuevos amos del mundo) que operan ya sin ningún tipo de cortapisas al margen y por encima de las estructuras estatales. Y en este contexto en el que cabria entender la consolidación del proyecto europeo, como instrumento que han utilizado las élites económicas continentales para reforzar su poder con el fin de poder operar en condiciones más favorables en una economía mundial crecientemente globalizada. Proyecto que se mueve crecientemente al margen de los intereses de las sociedades europeas y cuyo avance no hace sino ahondar en las dinámicas de precarización, paro y exclusión a escala continental. Igualmente la construcción europea es una parte activa de esta economía del genocidio, como se la ha llegado a llamar, que el mercado impone de forma implacable a nivel mundial. Y su expansión ahonda, asimismo, los desequilibrios ecológicos continentales y planetarios. Al tiempo que se intenta domesticar y anestesiar a las conciencias a través de la capacidad de entretenimiento y espectáculo que le brinda también al poder el manejo del mensaje mediático. Pues ello le permite hacer olvidar (o hacer invisibles) las áreas incómodas de la nueva sociedad que se está fraguando, de los marginados , los sin techo, los drogadictos, los presos, los psiquiatrizados., para relegarlos aún más a las zonas de penumbra. De esta forma, al iluminar la construcción artificial (mediática) de la realidad con los fuegos artificiales del espectáculo, se pretende conseguir el ocultamiento del resto. Y algo de lo que se habla poco y mal es algo que no existe, más aun en la sociedad actual de los medios de comunicación de masas. En paralelo, los ingentes presupuestos que se dedican a la publicidad, que a escala mundial ya sobrepasan a los destinados a la educación. ¿Podemos titular un texto paradigmas de la globalización sabiendo que las 500 mayores empresas del mundo son responsables del 25% del producto mundial bruto y tan sólo ocupan al 1'25% de la población activa mundial? (Fortune, 1993). Con la crítica a la modernidad no se trata de negar, por ejemplo, los descubrimientos científicos, revoluciones industriales, transformaciones demográficas, expansiones urbanas, etc., sino que todos estos elementos se subordinan en función del crecimiento, de la acumulación del capital y la organización política liberal se presenta como el único sistema racional civilizado, ignorando o negando así otras formas de organización social. Cuando se critica esta forma de evolución no se niega el crecimiento en general, como advierte Stephen A. Marglin en su libro Perdiendo el contacto, hacia la descolonización de la economía (2000), sino que se enjuicia la forma de su razón totalizante y teleológica, que en su desarrollo es segregacionista, elitaria y que se funda además sobre la base del trabajo enajenado y una organización política que también enajena la soberanía del pueblo. El capitalismo y la forma liberal de la política, como garantes y portadores del progreso aparecen como una teleología a ser alcanzada obligatoriamente por todas las sociedades consideradas por ellos mismos como tradicionales o incivilizadas. En este sentido el progreso y la modernidad aparecen como un nuevo darwinismo social pregonado por el Occidente. Aquí solo se pretende incidir en que lo social, lo cultural y lo ecológico deben primar sobre el fundamentalismo económico vigente así como en la necesidad de frenar el crecimiento, el desarrollo y la modernización, para hacer frenar estos, para hacer frente a los gravísimos problemas económicos, sociales y ambientales, locales y globales, que enfrentamos. Stephen A. Marglin, Perdiendo el contacto, hacia la descolonización de la economía (2000) Madrid. 2 4 3