TEMA 11 EL DERECHO ADMINISTRATIVO: CONCEPTO Y CONTENIDO. LAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO: FUENTES DIRECTAS E INDIRECTAS. LA LEY: CONCEPTO Y CLASES. EL REGLAMENTO: CONCEPTO Y CLASES. OTRAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO. SUMARIO: I.- EL DERECHO ADMINISTRATIVO: CONCEPTO Y CONTENIDO I.1.- Orígenes del Derecho Administrativo I.2.- Concepto y contenido I.3.- Características del Derecho Administrativo I.3.1.- Autonomía del Derecho Administrativo I.3.2.- Equilibrio entre privilegios y garantías I.3.3.- Carácter contingente del Derecho Administrativo II.- LAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO: FUENTES DIRECTAS E INDIRECTAS II.1.- Caracteres II.2.- Concepto y orden de aplicación II.3.- Enumeración III.- LA LEY: CONCEPTO Y CLASES III.1.- Concepto y naturaleza III.2.- Clases de leyes III.3.- Las leyes orgánicas III.4.- Las leyes ordinarias III.5.- Las disposiciones normativas con fuerza de ley III.5.1.- Los Decretos-leyes III.5.2.- Los Decretos-Legislativos IV.- EL REGLAMENTO: CONCEPTO Y CLASES IV.1.- Concepto y fundamento IV.2.- Clases de Reglamentos IV.2.1.- Por el órgano del que emanan IV.2.2.- Por sus efectos IV.2.3.- Por su relación con la ley V.- OTRAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO V.1.- La costumbre V.2.- Los principios generales del derecho V.3.- La jurisprudencia 147 I.- EL DERECHO ADMINISTRATIVO: CONCEPTO Y CONTENIDO. I.1.- Orígenes del Derecho Administrativo. El Derecho Administrativo surgió como manifestación de las concepciones jurídicas de la Revolución francesa y como una reacción directa contra las técnicas de gobierno del absolutismo. Este partía de un principio básico: la fuente de todo Derecho es la persona subjetiva del Rey en su condición de representante de Dios en la comunidad, lo que implica que puede actuar tanto por normas generales como por actos singulares o por sentencias contrarias a aquellas. Los revolucionarios rechazaban ambas cosas afirmando que la fuente del Derecho no está en ninguna institución supuestamente trascendental a la comunidad, sino en esta misma, en su voluntad general; y a la vez, sólo hay una forma legítima de expresión de esa voluntad, la ley general, la cual ha de determinar todos y cada uno de los actos singulares del poder. I.2.- Concepto y contenido. La mayor parte de los conceptos que de Derecho Administrativo se han dado vienen impuestos por una doble consideración: que el Derecho Administrativo es esencialmente la rama jurídica reguladora de la organización y funcionamiento de la Administración pública, lo cual parece evidente, y que, por otra parte, no toda la normativa aplicable con fines de organizar o hacer actuar a la Administración pública es, sin embargo, Derecho Administrativo. Dicho de otra forma, la necesidad de elaboración de un concepto del Derecho Administrativo viene impuesta porque el criterio subjetivo, la presencia de la Administración en una relación jurídica cualquiera, es insuficiente para hacer de esa relación una sujeta al Derecho Administrativo, ya que a menudo ésta se somete al Derecho privado al actúan sin imperium. De acuerdo con las dos notas fundamentales citadas, esto es, el Derecho Administrativo es el Derecho de la Administración, y el Derecho Administrativo es un Derecho distinto del privado y, por consiguiente público, Entrena Cuesta define el Derecho Administrativo como “el conjunto de normas de Derecho Público interno que regulan la organización y actividad de las Administraciones públicas”. Por su parte, García de Enterría, después de recordar la existencia de dos clases de Derechos: Derechos generales y Derechos estatutarios, entiende que el Derecho Administrativo no es el Derecho propio de unos órganos o de un poder, ni tampoco el Derecho propio de una función, sino un Derecho de naturaleza estatutaria, en cuanto se dirige a la regulación de las singulares especies de sujetos que se agrupan bajo el nombre de Administraciones Públicas, sustrayendo a estos sujetos singulares del Derecho Común. De estas definiciones se desprenden los siguientes rasgos: a) El Derecho Administrativo es un Derecho Público. Por lo pronto hay que decir que el Derecho Administrativo es un Derecho Público del que constituye una de sus ramas más importantes. Siendo la Administración Pública la única personificación interna del Estado, cuyos fines asume, y siendo también 148 dicha persona el instrumento de relación permanente y general con los ciudadanos es licito decir que el Derecho Administrativo es el Derecho Público interno del Estado por excelencia. b) El Derecho Administrativo es un Derecho interno. El Derecho Administrativo es una parte del Derecho público interno, porque aquel sector del Derecho Internacional que regula la organización y actividades de las Administraciones Internacionales no debe integrarse dentro del Derecho Administrativo, sino en el Derecho Internacional Administrativo. c) Regula la organización y la actuación de las Administraciones Públicas. De lo que se deriva: - Que la regulación de la organización administrativa tiene carácter jurídico. - Que las normas que constituyen el Derecho Administrativo, de una parte disciplinan la organización administrativa y de otra las relaciones de la Administración Pública, afectando las segundas de forma inmediata a los derechos o intereses de los administrados. - Que el Derecho administrativo tiene un contenido tridimensional: regula la organización administrativa; las relaciones entre entes públicos; y, finalmente, se ocupa de las relaciones entre los entes públicos y los particulares. d) La presencia de una Administración Pública es requisito necesario para que exista una relación jurídico-administrativa. El carácter estatutario del Derecho Administrativo comporta una última y decisiva consecuencia: para que exista una relación jurídico-administrativa es preciso que, al menos, una de las partes en la relación sea una Administración Pública. I.3.- Características del Derecho Administrativo. I.3.1.- Autonomía del Derecho Administrativo. El Derecho Administrativo no consiste en un conjunto de normas excepcionales frente al derecho general representado por el Derecho civil, sino que constituye el ordenamiento común de la Administración Pública, es decir, un sistema jurídico autónomo paralelo al Derecho privado. De aquí que: a) En caso de lagunas, no se aplicarán directamente ni por vía analógica las normas del Derecho privado, sino otras normas pertenecientes al ordenamiento administrativo, o los principios generales del Derecho, y sólo subsidiariamente, cuando falle la técnica antes indicada, se acudirá al Derecho privado. b) Los principios generales aludidos serán, a su vez, en primer grado, los del ordenamiento jurídico-administrativo. 149 c) La interpretación de las normas que integran este ordenamiento no deberá estar necesariamente ligada a los principios que rigen el Derecho privado, sino que podrá estar regido por principios peculiares del Derecho administrativo. I.3.2.- Equilibrio entre privilegios y garantías. La Administración Pública que tiene como objetivo la satisfacción de los intereses generales, dispone para ello de un elenco de potestades reconocido por el Derecho administrativo (potestad expropiatoria, ejecutividad y ejecutoriedad de los actos administrativos, etc). Ahora bien, al lado de esos privilegios, el Derecho administrativo también coloca una serie de garantías o controles como son el de atenerse a un procedimiento determinado para la producción de los actos administrativos, la limitación en la selección de sus contratistas, etc. I.3.3.- Carácter contingente del Derecho Administrativo. Como ha señalado García Enterría, y como podemos observar con la simple lectura de los Diarios Oficiales, la producción de normas de carácter administrativo reguladoras de la actuación de las Administraciones Públicas en inmenso y no tiene parangón alguno con las normas de Derecho privado que tiene una gran estabilidad. Esta característica, ha llevado a Carl Schmitt a denominar al Derecho Administrativo como ordenamiento de "legislación motorizada". II.- LAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO: FUENTES DIRECTAS E INDIRECTAS II.1. - Caracteres. El problema de las fuentes del Derecho se plantea en el Derecho Administrativo en términos similares a las restantes disciplinas jurídicas en lo que atañe a las diversas acepciones del término fuente (de producción, de conocimiento, etc.), las clases de las mismas (escritas y no escritas, primarias o secundarias, directas o indirectas), principios de articulación entre unas y otras, etc. En cualquier caso, el capítulo de las fuentes del Derecho, aunque no sea su objeto central, tiene en el Derecho Administrativo una importancia muy superior a la de otras disciplinas. La razón está, sin duda, en que la Administración no sólo es como los restantes sujetos del Derecho, un destinatario obligado por las normas jurídicas, sino al propio tiempo un protagonista importante -y cada vez más- en su elaboración y puesta en vigor. Esta participación de la Administración en la creación del Derecho se manifiesta de tres formas: a) Por la coparticipación de la Administración, dirigida por el Gobierno, en la función legislativa del Parlamento mediante la elaboración de los proyectos de Ley, su remisión posterior al órgano legislativo e, incluso, la retirada de los mismos. b) Por su participación directa en la propia función legislativa elaborando normas con valor de Ley, que por ser dictadas por el Gobierno reciben el nombre de Decretos Legislativos y Decretos-Leyes. 150 c) A través, por último, de la elaboración de los reglamentos, normas de valor inferior y subordinado a las normas con rango de Ley, pero que constituyen cuantitativamente el sector mas importante del ordenamiento jurídico. Además de ese protagonismo en la creación de las fuentes escritas, debe resaltarse que las no escritas, llamadas también indirectas o complementarias, tienen un valor muy distinto en el Derecho Administrativo que en el Derecho privado. Así, el menor valor de la costumbre está sobradamente compensado por la aplicación y utilización mas frecuente de los principios generales del Derecho que satisfacen la necesidad de autointegración del ordenamiento jurídico administrativo y que suavizan y compensan sus rigores positivistas. Esta tradicional clasificación de las fuentes en ley, costumbre y principios generales del Derecho que hace el Código Civil no se corresponde, sin embargo, con la realidad del ordenamiento; entre otras razones, porque una fuente tan importante como los reglamentos ni siquiera se cita, aunque se alude ciertamente a ellos cuando se habla de las disposiciones que contradigan otras de rango superior. Por ello hay que entender que el término ley que emplea el Código Civil hace referencia no a su concepto formal -normas con rango de ley- sino al material de norma escrita cualquiera que sea el órgano, legislativo o administrativo de que emane. II.2. – Concepto y orden de aplicación. Garrido Falla define las fuentes del Derecho Administrativo como “aquellas formas o actos en que el Derecho Administrativo se manifiesta en su vigencia”. Las fuentes del Derecho Administrativo pueden clasificarse desde diversos puntos de vista, si bien el más importante es el que las clasifica en fuentes directas y fuentes indirectas. A la hora de establecer el orden de aplicación de las fuentes, hemos de manejar tres criterios fundamentales: el criterio de la primacía del derecho escrito, el criterio de la jerarquía del órgano de que emana la regla escrita del derecho y el criterio de competencia. Por aplicación del primer criterio, las fuentes no escritas van a quedar relegadas en el Derecho administrativo a la categoría de fuentes subsidiarias. Por aplicación del segundo, debe establecerse, aparte, claro está, la primacía de la Constitución, así como la subordinación de las disposiciones administrativas respecto a las normas emanadas del poder legislativo y dentro del poder ejecutivo, la clasificación ha de efectuarse en función del órgano del que emanan. Finalmente, el criterio de competencia, que tiene su fundamento en la coexistencia de un conjunto de entidades territorialmente dotadas de autonomía para la gestión de sus respectivos intereses, supone que cada uno de estos entes viene a constituir un subsistema normativo propia y separado de los demás y del sistema general del Estado; un subsistema compuesto por una norma de cabecera (el Estatuto, para cada Comunidad Autónoma y la Ley de Bases de Régimen Local para las provincias y municipios) y por las normas que sobre la base de aquélla dicte cada entidad. 151 II.3.- Enumeración Teniendo en cuenta todo lo anterior, y dentro de cada uno de los subsistemas a los que nos hemos referido, se puede establecer el siguiente orden jerárquico de las fuentes del Derecho Administrativo: a) Fuentes directas. 1.º La Constitución 2.º Los Tratados Internacionales ratificados por las Cortes Generales y publicados en el Boletín Oficial del Estado. 3.º La Leyes, tanto formales como materiales. 4.º Los Reglamentos. b) Fuentes indirectas. 1.º La costumbre 2.º Los principios generales del derecho 3.º La jurisprudencia Las fuentes directas pueden aplicarse sin ningún tipo de intermediación para decidir sobre la cuestión planteada. Sin embargo, las fuentes indirectas sólo podrán aplicarse en el supuesto de ausencia de fuente directa y siempre que con la misma no se violente ninguna de las normas que componen las fuentes directas. III.- LA LEY: CONCEPTO Y CLASES III.1.- Concepto y naturaleza. El término ley tiene vulgarmente una doble acepción: a veces se habla de ley (en minúscula) refiriéndose a cualquier norma jurídica y otras se emplea en sentido estricto (en mayúscula), refiriéndose a la norma que tiene tal carácter en el sistema jerárquico de fuentes, que es al que nos referimos ahora. En este sentido, la ley se puede definir como “la norma jurídica dictada por los órganos estatales a los que el ordenamiento jurídico atribuye el poder legislativo”. Las Leyes constituyen la fuente ordinaria suprema después de la Constitución pues no sólo regulan los aspectos más importantes de la acción administrativa, sino que también fijan el campo de acción en los que puede moverse la potestad reglamentaria del Gobierno. La importancia de la Ley como fuente del Derecho administrativo es superior en España que en otros países, como Francia, en los que existe una reserva reglamentaria. En España, al no existir esta reserva, el legislador puede abarcar todo el ámbito de actuación que estime más conveniente y en la forma que lo desee, ya que la única limitación la tiene por arriba, o sea, no efectuar remisiones reglamentarias sobre los aspectos fundamentales en materias sujetas a reserva de Ley. En el ordenamiento español pueden distinguirse tres manifestaciones diversas de la potestad legislativa. En primer lugar, una potestad legislativa que corresponde a las 152 Cortes Generales. En segundo lugar, una potestad legislativa que corresponde a los Parlamentos de las Comunidades Autónomas. Y, en tercer lugar, una potestad legislativa excepcional, que corresponde al Gobierno, a través de las modalidades denominadas Decretos-Leyes y Decretos Legislativos; se trata en este caso de una potestad derivada y subordinada, no obstante dar lugar a la emanación de normas con rango de Ley, razón por la cual a estas normas no se las denomina leyes, sino disposiciones normativas con fuerza de Ley. III.2.-Clases de leyes. Las diferentes clases o tipos de leyes que se contemplan en la Constitución Española, se pueden dividir en dos grandes grupos: las leyes orgánicas y las leyes ordinarias. Ambos tipos de leyes difieren tanto por el contenido material como por el procedimiento de aprobación. Las leyes orgánicas tienen un contenido material limitado, puesto que únicamente pueden regular aquellas materias concretas en las que la Constitución exige este tipo de leyes, en cambio, las leyes ordinarias no tienen esta limitación material. En cuanto al procedimiento de aprobación, las leyes orgánicas precisan la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados, cuando las leyes ordinarias sólo requieren la mayoría simple. Pero independientemente de la distinción entre leyes orgánicas y leyes ordinarias, a las que nos referiremos con más detenimiento, la Constitución se refiere a diversos tipos de leyes que, bien en su elaboración o en su aplicación, presentan alguna especialidad. Entre las diferentes clases de leyes, pueden distinguirse las siguientes: a) Leyes de Bases, que constituyen una delegación legislativa que las Cortes hacen al Gobierno para la formación de textos articulados en las materias y con los requisitos expresamente fijados por la Constitución (art. 82). b) Leyes Marco, que son aquellas en que por atribución de las Cortes Generales, las Comunidades Autónomas reciben la facultad de dictar, en materias de competencia estatal y para sí mismas, normas legislativas en el “marco de los principios, bases y directrices que fije la ley (art. 150.1) c) Leyes de Transferencia, que son leyes orgánicas a través de las cuales el Estado transfiere a las Comunidades Autónomas facultades que corresponden a materias de las que es titular el Estado (art. 150.2). d) Leyes de Armonización, que están destinadas a establecer, por parte del Estado, los principios necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las Comunidades Autónomas “cuando así lo exija el interés general” (art. 150.3). e) Legislación Básica, que son las leyes que contienen los principios y aspectos fundamentales de la regulación de una determinada materia sobre la que tienen competencia legislativa tanto el Estado como las Comunidades Autónomas. A diferencia de la las Leyes de Bases que no son directamente aplicables, la legislación básica se aplica directamente. La materia regulada por la legislación básica puede ser desarrollada por las Comunidades Autónomas, pero con respeto a lo establecido en aquella. 153 f) Leyes de Presupuestos. La especialidad más característica de estas leyes es que su elaboración y, por consiguiente, la iniciativa, corresponde exclusivamente al gobierno. Además, tienen un desarrollo parlamentario singular, precisándose la conformidad del Gobierno para la tramitación de las enmiendas que supongan aumento de los créditos o disminución de los ingresos presupuestarios. Por otra parte, estas leyes tienen una serie de limitaciones y así no pueden crear tributos (art. 134.7), ni regular materias que no tengan una relación directa con los ingresos y gastos como ha declarado en Tribunal Constitucional. Las especialidades aquí reflejadas también le son de aplicación a las leyes de presupuestos de las Comunidades Autónomas, incluida la prohibición de regular materias ajenas, como también ha declarado el Tribunal Constitucional. III.3.- Las leyes orgánicas. La figura de las leyes orgánicas es una de las novedades más sobresalientes de la Constitución de 1978, y también una de las más complejas y discutibles. En una primera aproximación, pueden describirse como un tipo especial de leyes para cuya aprobación se requiere un quorum especialmente reforzado en el Congreso de los Diputados, por referirse a materias a las que la Constitución otorga una particular relevancia. Son, pues, dos notas que la caracterizan: una nota material (el ámbito a que se refieren) y una nota formal (el procedimiento de elaboración). Desde el punto de vista material, las leyes orgánicas deben referirse necesariamente a las materias expresamente previstas en el art. 81 de la Constitución, en el que se establece que “son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas, las que aprueben los Estatutos de Autonomía y el régimen electoral general y las demás previstas en la Constitución”. Este precepto diseña lo que podríamos llamar el ámbito necesario de actuación de las leyes orgánicas: dichas Leyes han de regular necesariamente estas materias, de tal forma que su regulación no puede ser llevada a cabo mediante leyes ordinarias; pero, a la inversa, las leyes orgánicas, no pueden operar fuera de estas materias, siendo inválidas en la medida en que regulen cuestiones no comprendidas en la enumeración del articulo 81 o materias en las que otros preceptos de la Constitución las exigen, salvo que se trate de temas conexos con la regulación principal. Por otro lado, las leyes orgánicas se caracterizan por un dato formal, cual es el procedimiento exigido específicamente para su aprobación. De acuerdo con el apartado segundo del articulo 81 Constitución, la aprobación, modificación o derogación de las leyes orgánicas exigirá mayoría absoluta del Congreso, en una votación final sobre el conjunto del proyecto”. Este es el único requisito que caracteriza a las leyes orgánicas: el texto de la misma deberá ser votado globalmente en el Congreso por la mayoría cualificada citada; la ley orgánica no precisa ser aprobada por mayoría especial alguna en el Senado, siguiendo en esta Cámara el procedimiento normal de elaboración de las Leyes. III.4.- Las leyes ordinarias. 154 Las leyes ordinarias son el instrumento normal de realización de la función legislativa por parte de las Cortes. Pueden referirse a cualquier materia que no esté reservada por la Constitución a otro tipo de norma y constituyen la legislación habitual de las Cortes. Constitucionalmente cabe distinguir entre leyes de Pleno y leyes de Comisión. A estos efectos, el art. 75.2 de la Constitución dice que “Las Cámaras podrán delegar en las Comisiones Legislativas Permanentes la aprobación de proyectos o proposiciones de Ley. El Pleno podrá, no obstante, recabar en cualquier momento el debate y votación de cualquier proyecto o proposición de ley que haya sido objeto de esta delegación”. Debe señalarse, no obstante, que la propia Constitución, en su art. 75.3 exceptúa de esta posibilidad la reforma constitucional, las cuestiones internacionales, las Leyes orgánicas y de Bases y los Presupuestos Generales del Estado. III.5.-Las disposiciones normativas con fuerza de ley. Existen dos categorías de disposiciones dictadas por el ejecutivo con fuerza de ley, que son las únicas posibles en nuestro país: las que el Gobierno dicta como consecuencia de una expresa delegación del poder legislativo y las dictadas por razones de extraordinaria y urgente necesidad, que reciben respectivamente el nombre de legislación delegada o Decretos-Legislativos y Decretos-leyes. De estas dos clases de disposiciones normativas, los órganos de gobierno de las Comunidades Autónomas únicamente tienen atribuido la facultad para aprobar Decretos-Legislativos, pero no Decretos-leyes, los cuales quedan reservados al Gobierno de la Nación. III.5.1.- Los Decretos-leyes. Se entiende por Decreto-ley, dice García de Enterría, toda norma con rango de Ley que emana, por vía de excepción, de un órgano que no tiene el poder legislativo, concretamente del Gobierno o Consejo de Ministros. El art. 86 de la Constitución reconoce al Gobierno la facultad de dictar disposiciones legislativas bajo la forma de Decretos-leyes en casos de extraordinaria y urgentes necesidad. Ahora bien, como dijo el Tribunal Constitucional en su sentencia de 31 de mayo de 1982, “esta posibilidad se configura, no obstante, como una excepción al procedimiento ordinario de elaboración de las leyes y en consecuencia está sometida en cuanto a su ejercicio a la necesaria concurrencia de determinados requisitos que lo legitiman”. Estos requisitos, añade, “están recogidos en la Constitución configurando tres bloques definidos: a) La exigencia de que el Decreto-ley se dicte exclusivamente para afrontar una situación de extraordinaria y urgente necesidad; b) La limitación en cuanto a la materia sobre la que puede incidir un Decretoley, lo que supone el que en ningún caso pueda afectar al ordenamiento de las instituciones básicas del Estado, a los derechos, deberes y 155 libertades de los ciudadanos regulados en el Título I de la Constitución, al régimen de las Comunidades Autónomas ni el Derecho electoral general y c) La necesidad, por último, de que los Decretos-leyes sean sometidos inmediatamente al Congreso de los Diputados para su debate y votación de totalidad, en el plazo de los treinta días siguientes a su promulgación, con objeto de que se resuelva por el mismo en cuanto a su convalidación o derogación. III.5.2.- Los Decretos-Legislativos. La legislación delegada encuentra su fundamento en la autorización que el poder legislativo concede al ejecutivo para regular una materia que debería ser objeto de ley formal, mediante Decreto, al cual se concede el valor y eficacia de ley formal. Sus manifestaciones son: el desarrollo de las Leyes de Bases y los textos refundidos. Las Leyes de Bases, previstas en el art. 82 de la Constitución, deben delimitar con precisión el objeto y alcance de la delegación legislativa, los principios y criterios que ha de seguir el Gobierno en su ejercicio y no podrán afectar a materias para las que se exija una Ley Orgánica. La delegación legislativa, debe de otorgarse al Gobierno de forma expresa para materia concreta y con fijación del plazo para su ejercicio, agotándose por el uso que de ella haga el Gobierno mediante la publicación de la norma correspondiente. Las Leyes de Bases no son directamente aplicables y una vez aprobado el texto articulado agotan su función en servir de criterio de interpretación jurisprudencial del mismo. Otro tipo de Decretos-Legislativos son los que constituyen los textos refundido. A diferencia de los textos que desarrollan las Leyes de Bases, no innovan el ordenamiento, es decir, la labor que se confía al Gobierno es puramente técnica: sistematizar y articular en un texto único una pluralidad de leyes que inciden sobre un mismo objeto, sin alterar la regulación material que de esa pluralidad de normas resulta, si bien esta autorización también puede incluir la de regularizar, aclarar y armonizar los textos legales que han de ser refundidos. IV.- EL REGLAMENTO: CONCEPTO Y CLASES IV.1.- Concepto y fundamento. El Reglamento se configura como la fuente más característica del Derecho Administrativo, ya que es propia de esta rama del Derecho y, además, la más importante desde el punto de vista cuantitativo, aunque no desde el punto de vista cualificativo, dado que por aplicación del principio de jerarquía normativa, los reglamentos están sujetos a la Constitución y a las leyes. Por Reglamento se entiende la disposición normativa de carácter general y de rango inferior a la Ley emanada del poder ejecutivo en virtud de su potestad reglamentaria, 156 o como dice García de Enterría de forma más sencilla “se llama Reglamento a toda norma escrita dictada por la Administración”. El fundamento material de esta potestad de la Administración se encuentra en que en una sociedad como la actual, cuyas interrelaciones son cada vez más complejas y sutiles, se requiere que la Administración goce de una facultad mediante la cual asegure el mantenimiento de unos supuestos básicos comunes. En definitiva, como dijo el Tribunal Supremo en su sentencia de 17 de febrero de 1998, “la justificación de la potestad reglamentaria es la siguiente: que la ley, por si misma, es insuficiente para regular la convivencia de la sociedad y la gestión de los intereses de la comunidad. Esta es la razón por la que la Ley llama al reglamento que una vez dictado conforme a Derecho pasa a formar parte del ordenamiento jurídico, complementando a la Ley”. El fundamento formal de la potestad reglamentaria se encuentra recogido en el art. 97 de la Constitución que atribuye al Gobierno el ejercicio de "la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las Leyes", o lo que es lo mismo, "con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho"(Art. 103.1 CE). IV.2.- Clases de Reglamentos. La doctrina mayoritaria clasifica los reglamentos en función de las siguientes variables IV.2.1.-Por el órgano del que emanan. Según el órgano del que emanan, los reglamentos pueden clasificarse en estatales, autonómicos, locales e institucionales. IV.2.2.- Por sus efectos. En función de los efectos que de los mismos se derivan, los reglamentos pueden denominarse jurídicos o propiamente normativos, que son los que regulan las llamadas relaciones de supremacía general y organizativos o administrativos, que o bien son de carácter orgánico, o bien, si se refieren a los administrados, lo hacen en cuanto éstos están incursos en las llamadas relaciones de supremacía especial. IV.2.3.- Por su relación con la ley. Según la relación que los reglamentos pueden tener con la ley, éstos se clasifican en reglamentos ejecutivos o secundum legem, reglamentos independientes o extra legem, y los reglamentos de necesidad o contra legem. a) Reglamentos ejecutivos. El concepto de reglamento ejecutivo es, hoy, ciertamente ambiguo. En principio, todo reglamento viene a ejecutar, directa o indirectamente, alguna Ley. Por ello, este concepto se ha venido restringiendo para designar aquellos reglamentos que, de forma directa, y sin pasos normativos intermedios desarrollen los preceptos de una Ley, ya sea este desarrollo total o parcial. Desde el punto de vista formal, el reglamento ejecutivo se diferencia de los restantes por la circunstancia de que su aprobación debe ir necesariamente precedida del dictamen del Consejo de Estado o 157 del órgano consultivo de la Comunidad Autónoma, dictamen de considerable importancia en el plano jurídico, y cuya ausencia determina, según la jurisprudencia, su nulidad en los supuestos de impugnación directa. b) Reglamentos independientes. Se trata de un concepto difícil, por cuanto alude a dos hechos diversos. En sentido estricto, se entiende por reglamento independiente aquel que no viene a desarrollar de ninguna forma los preceptos de una ley; es, por tanto, un reglamento dictado por la Administración en uso libérrimo de su potestad reglamentaria, y sin recibir para ello previa habilitación de ley formal alguna. c) Reglamentos de necesidad. Este concepto responde a una teoría clásica, conocida con el nombre de teoría de las circunstancias excepcionales. De acuerdo con ella, cuando en la vida de una comunidad se producen estados de alteración o gravedad considerable, que ponen en cuestión el funcionamiento normal de las instituciones (así, por ejemplo, los supuestos de catástrofes o de situaciones revolucionarias), se entiende que dicha alteración produce un apoderamiento excepcional y especialmente enérgico en favor de las autoridades gubernativas para adoptar todo tipo de medidas, incluso normas, dirigidas a evitar la producción de mayores daños o a corregir los ya causados. Estas normas, dictadas por las autoridades gubernativas con motivo de la producción de estas circunstancias excepcionales, son las conocidas como reglamentos de necesidad. En el ordenamiento jurídico español anterior a la Constitución este tipo de reglamentos venían implícitamente admitidos por preceptos tales como el artículo 117 Ley de Régimen Local y el artículo 17 de la Ley de Orden Público, que atribuían, respectivamente, a los Alcaldes y a los Gobernadores civiles la potestad de adoptar cuantas medidas fueran necesarias para evitar o corregir los daños causados con motivo de catástrofes y acontecimientos similares. En la actualidad, hay que estar a lo establecido en los preceptos de la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, que regula los estados de alarma, excepción y sitio, los cuales prevén específicamente este tipo de normas, aunque sin indicar su efectividad ni su ámbito. Estos reglamentos tienen un carácter marcadamente excepcional, en la medida en que se sobreponen y, en cierta forma, suspenden la aplicación de las Leyes en el territorio al que afecte la situación de emergencia antes aludida; poseen por ello, también, un carácter temporal limitado a la duración de la situación anormal. V.- OTRAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO Examinadas las diferentes fuentes directas, procederemos a estudiar las fuentes subsidiarias a las que se refiere el art. 1 del Código Civil, o sea, la costumbre, los principios generales del derecho y la jurisprudencia. V.1.- La costumbre. 158 La costumbre puede definirse como la expresión del sentir popular expresado por la repetición de una serie de actos sobre un orden determinado de derecho. Se trata, por tanto, como observa De Castro, de una norma creada e impuesta por el uso social. La existencia de la costumbre como fuente del Derecho Administrativo, así como su jerarquización, a diferencia de lo que sucede con la costumbre como fuente del Derecho civil, ha sido discutida por la doctrina, si bien debe de afirmarse que aún por parte de quienes la consideran como fuente del mismo reconocen su escasa virtualidad. Dentro de la costumbre, podemos distinguir los siguientes supuestos: a) Costumbre a la que se remite la ley, como por ejemplo en materia de aprovechamientos de bienes comunales en cuyo caso si debe reconocérsela como fuente del Derecho administrativo. b) La costumbre como expresión de las prácticas administrativas. En este caso, la costumbre no se considera fuente del Derecho administrativo ya que la Administración no se encuentra vinculada por el precedente administrativo, debiendo únicamente motivar su actuación cuando se separe del criterio seguido anteriormente. V.2.- Los principios generales del derecho. Los principios generales del derecho, dice el art. 1 del Código Civil, "se aplicarán en defecto de ley o costumbre, sin perjuicio de su carácter informador del ordenamiento jurídico". En este sentido, el Tribunal Constitucional declaró en su sentencia de 2 de febrero de 1981 que “Los principios generales del Derecho incluidos en la Constitución tienen carácter informador de todo el ordenamiento jurídico -como afirma el art. 1.4 del Título Preliminar CC-, que debe así ser interpretado de acuerdo con los mismos. Estos principios generales del derecho expresan, en el concepto de García de Enterría, "los valores materiales básicos de un ordenamiento jurídico, aquellos sobre los cuales se constituye como tal, las convicciones ético jurídicas fundamentales de una comunidad". En su opinión, no se trata simplemente de unas vagas ideas o tendencias morales que puedan explicar el sentido de determinadas reglas, sino de principios del derecho, esto es, formulas técnicas del mundo jurídico, que por ser generales, transcienden de un precepto concreto y organizan y dan sentido a muchos. Este autor viene a destacar su funcionalidad como límite al ejercicio de la actividad discrecional de la Administración, al ser informadores de todo el ordenamiento jurídico. V.3.- La jurisprudencia. En último lugar, debemos destacar por su enorme importancia, el cometido de la jurisprudencia, que complementará el ordenamiento jurídico con la doctrina que, de modo reiterado, establezca el Tribunal Supremo al interpretar y aplicar la ley, la costumbre y los principios generales del derecho (art. 1.6 del Código Civil). 159 La jurisprudencia por sí solo no integra el ordenamiento jurídico, pero la doctrina del Tribunal Supremo al interpretar y aplicar dicho ordenamiento establece unas pautas que si no vinculan directamente al resto de los órganos judiciales, sí condiciona en gran manera su ejercicio por la auctoritas del órgano del que emana. Esta importancia es especialmente significativa respecto de las sentencias dictadas en recursos de casación en interés de Ley, tanto por el Tribunal Supremo, respecto de la normativa estatal, como por los Tribunales Superiores de Justicia respecto de la interpretación y aplicación de las normas emanadas de la Comunidad Autónoma respectiva, puesto que en las mismas, de ser estimatorias, se debe fijar la doctrina legal, la cual vinculará a todos los Jueces y Tribunales inferiores, si la sentencia procede del Tribunal Supremo y a los Jueces de lo Contencioso-Administrativo con sede en el territorio a que extiende su jurisdicción el Tribunal Superior de Justicia si la sentencia procede de estos Tribunales, para lo cual se dispone en los artículos 100.7 y 101.4 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, que estas sentencias deben publicarse en el BOE o en el BO de la Comunidad Autónoma, según la referida sentencia proceda, respectivamente, del Tribunal Supremo o de un Tribunal Superior de Justicia. 160