LAS CORTES DE LEGISLATIVA. CÁDIZ: CONSTITUCIÓN, COMPOSICIÓN Y OBRA CONSTITUCIÓN: En mayo de 1808, en plena Guerra de la Independencia, la Junta Suprema Central convocó unas cortes extraordinarias. No obstante, estas cortes tardaron bastante tiempo en formarse y reunirse por culpa de las dificultades de la guerra. De hecho, muchas provincias no pudieron enviar diputados y, finalmente, la mayoría de éstos resultaron ser de Cádiz y alrededores y también de las colonias americana. El ambiente liberal de la ciudad influyó en que gran parte de los elegidos simpatizara con las ideas liberales. Las cortes se reunieron por primera vez en 1810 y ya en las primeras sesiones los diputados liberales obtuvieron un gran triunfo: gracias en parte a la actuación de Muñoz Torrero, se aprobó la existencia de una sola cámara y se reconoció la soberanía nacional; así, de un plumazo quedaba abolido el Antiguo Régimen. COMPOSICIÓN: En cuanto a la composición de las Cortes de Cádiz, nada menos que un tercio de sus representantes eran clérigos. También había algunos miembros de la nobleza (aunque casi ninguno de la alta nobleza), así como un número importante de abogados, funcionarios y militares. No había artesanos ni obreros ni campesinos; más bien abundaba la clase media de las ciudades. Aunque en esta época aún no había partidos políticos en España, muy pronto en las cortes pudieron distinguirse tres grupos: -Absolutistas: querían mantener el Antiguo Régimen. -“Jovellanistas”: deseaban modernizar España pero que el rey siguiera teniendo grandes poderes. -Liberales “doceañistas”: (Muñoz Torrero, por ejemplo) pretendían acabar con el absolutismo y establecer en España el sistema liberal. OBRA LEGISLATIVA. Poco a poco, estas cortes fueron aprobando una serie de leyes que trataban de acabar con el Antiguo Régimen: -Establecieron la libertad de imprenta. -Suprimieron la Inquisición. -Acabaron con el poder de juzgar a los campesinos, propio de los señores feudales. -Autorizaron la venta de tierras del estado que estaban sin cultivar. -Suprimieron los gremios. Por último, el diecinueve de marzo de 1812 fue promulgada la primera constitución que ha tenido España. Se trata de una de las constituciones más avanzadas y “modernas” de la época (si bien es conservadora en algunos aspectos como el religioso). En ella el soberano ya no es el rey sino la nación y se suprime el absolutismo: de ahora en adelante el poder legislativo pertenecerá a las cortes, el poder judicial a los jueces, y sólo el poder ejecutivo será ejercido por el monarca. Además, al ciudadano se le reconocen una serie de derechos: libertad de imprenta, propiedad privada, igualdad ante la ley, enseñanza privada pública y gratuita… No obstante, la constitución es más conservadora en el tema de la religión, pues el catolicismo sigue siendo la confesión oficial. Por último, se adopta el sufragio universal masculino e indirecto. En resumen, es una constitución más avanzada y progresista que la de la Revolución Francesa. Es, además, la más larga de nuestras constituciones. No obstante, estuvo muy poco tiempo en vigor, pues el regreso de Fernando VII lo impidió. Sólo al morir este rey acabó en España el Antiguo Régimen, y se estableció el liberalismo, aunque en su versión más conservadora. 2. La Guerra de la Independencia: causas, desarrollo y consecuencias. La Guerra de La Independencia fue un hecho de enorme trascendencia para la historia española. En ella los estamentos privilegiados fueron incapaces de hacer frente al enemigo francés mientras que el pueblo, la burguesía y las clases medias se crecieron y acabaron tomando en buena medida el mando de la situación. Así, esta guerra fue el principio del fin del Antiguo Régimen. Los acontecimientos que precedieron a la guerra fueron los siguientes: -En 1788 Carlos IV subió al trono. Como su reinado coincidió con la Revolución Francesa este rey, temiendo un peligroso contagio revolucionario, paró todas las reformas ilustradas de su padre y apartó del gobierno a los ministros de éste (Floridablanca, Jovellanos, etc.). -En 1799 Napoleón iniciaba una política imperialista destinada a conquistar Europa. En España el poder había recaído en Manuel Godoy, un personaje odiado por todos y nefasto para la historia de España, que, sin embargo, logró tener en sus manos la voluntad del rey y de la reina. Por miedo a una posible invasión francesa, Godoy pactó a principios del siglo XIX con Napoleón, de modo que las tropas españolas ayudaron a éste en la batalla de Trafalgar, lo que hizo a nuestro país sufrir una gran derrota. Poco después Godoy firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau: España permitía que las tropas francesas entraran en nuestro territorio para invadir Portugal. A cambio, una vez conquistado, el país vecino sería repartido entre Francia y España. Desgraciadamente, al permitir la entrada de un ejército extranjero, Godoy le estaba entregando su propio país al enemigo. -En 1808 las tropas francesas se habían adentrado ya en España, lo cual era prácticamente una invasión. Temiéndose lo peor, Carlos IV abandonaba Madrid para trasladarse al sur. Este hecho fue aprovechado por la nobleza palaciega para rebelarse en Aranjuez contra el rey, enormemente desprestigiado, exigiendo que Godoy fuera depuesto y que Carlos IV abdicara en su hijo Fernando. Al monarca no se le ocurrió otra cosa que pedir ayuda a Napoleón. Éste vio lo débil que era la monarquía española y se reafirmó en su intención de invadir España. Pidió a padre e hijo que acudieran a Francia y, una vez allí, obligó a ambos a abdicar y a darle el trono a su propio hermano, José Bonaparte. La conquista se había hecho, pues, de una forma aparentemente legal y pacífica. Lo curioso es que José Bonaparte resultó ser un rey asombrosamente bueno para España: desamortizó buena parte de las tierras del clero, acabó con los mayorazgos y con el régimen señorial, estableció la igualdad ante la ley de todos los españoles y abolió la Inquisición (Estatuto de Bayona). A pesar de sus buenas intenciones, el pueblo español siempre lo odió por su condición de extranjero e invasor. -El dos de mayo de 1808 estalló en Madrid un motín popular contra los franceses. Aunque fue duramente reprimido, a los pocos días la rebelión se había extendido por toda España, y el alcalde de la localidad de Móstoles declaraba oficialmente la guerra a los franceses. Nuestro país sufría, sin embargo, un vacío de poder: los reyes españoles estaban “prisioneros” en Francia, el ejército era incapaz de hacer frente a las tropas enemigas y las clases privilegiadas se mostraban también inútiles ante la situación. Así, fue el propio “pueblo” quien actuó y organizó la resistencia: en todas las ciudades o pueblos de cierta importancia se organizaban juntas locales, que a su vez se ponían a las órdenes de su Junta Provincial y de la Junta Suprema Central, de carácter nacional. Estas juntas las formaban los notables de las ciudades: campesinos acomodados, burgueses, gentes de profesión liberal, miembros del clero y también algunos nobles ilustrados. Pero la vieja nobleza tradicional, con sus viejas costumbres y su mentalidad feudal,quedó en un segundo plano cuando no fuera de juego. Ésta es una guerra distinta, donde distintos grupos sociales se unen contra un mismo enemigo y donde, además, el pueblo tiene una importantísima participación luchando mediante guerrillas. Salvo unos pocos afrancesados (en general, intelectuales que pensaban que sólo de Francia podían llegarnos la libertad y el progreso), todo el país se une, como hemos dicho, contra el enemigo francés. Sin embargo, el llamado “Frente Patriótico” abarca a personas con ideas muy distintas: desde absolutistas que quieren que continúe al Antiguo Régimen, hasta burgueses e intelectuales que pretenden acabar del todo con el feudalismo. Por su parte, el pueblo llano, muy ignorante, apenas tiene una ideología clara, pero idealiza al rey Fernando, y desea que vuelva. Napoleón siempre pensó que la conquista de España iba a ser algo rápido y muy fácil. Pero la situación se le complicó porque durante meses Zaragoza y Barcelona resistieron, impidiendo el avance francés por todo el Levante. Por otra parte, en julio de 1808 el ejército invasor fue derrotado en Bailén, lo que impidió que los franceses tomaran Andalucía. Ante esto, el propio Napoleón llegó con refuerzos a España en otoño y logró conquistar Madrid. Teóricamente ya tenía dominado el país, pero la población siguió hostigando al invasor en todo el territorio mediante guerrillas. A partir de 1812 las cosas empezaron a ir mal para el emperador: la campaña de Rusia le tenía totalmente ocupado. Además, las fuerzas españolas habían pedido ayuda, y un ejército británico, perfectamente equipado y de concepción muy moderna, al mando del general Wellington, se había presentado en la península para ayudar a españoles y portugueses. Finalmente, en 1813, Napoleón, viéndose incapaz de luchar en varios frentes a la vez, decidió abandonar la península. Pero a la vez que España luchaba contra los franceses, las fuerzas rebeldes movían sus hilos e iban desmantelando toda la estructura del Antiguo Régimen. Ya hemos visto que al empezar la guerra el Frente Patriótico se organizó en Juntas Provinciales, que a su vez obedecían a una Junta Suprema Central. Esta última desde el principio reconoció a Fernando como legítimo rey de España. Posteriormente, Napoleón llegó con su ejército y logró controlar la mayor parte de la península. En 1810 Cádiz era una de las pocas ciudades que aún se resistía al enemigo y allí se trasladó la Junta Suprema Central. A fin de formar un nuevo gobierno español legítimo, esta Junta consiguió, después de mucho tiempo, convocar las cortes y formar una regencia de cinco miembros. Sin embargo, éstas no fueron las típicas cortes al estilo medieval (es decir, divididas en tres estamentos). No se contó un voto por estamento porque en ellas existió una cámara única, donde tanto valían los votos de los privilegiados como los de los no privilegiados. Además, Cádiz había sido siempre una ciudad muy liberal en cuanto a ideas políticas. Eso y el ambiente de la guerra hicieron que las gentes con ideas más liberales cobraran fuerza como diputados en las cortes. Las Cortes de Cádiz lograron promulgar, en 1812, la primera de las constituciones que ha tenido España. Aunque los diputados liberales tuvieron gran influencia en esta constitución, también había en las cortes diputados absolutistas a los que hubo que contentar en ciertas cosas: así, la Constitución de 1812 acabó dando a la religión católica muy amplios derechos. Por lo demás, fue la más avanzada de las constituciones de la época, además de ser una de las primeras. En ella se reconocía la libertad de imprenta, la igualdad ante la ley, la libertad civil y el derecho a la propiedad. La monarquía se veía notablemente limitada, se convertía en parlamentaria. A las cortes le correspondían amplios poderes y la justicia se hallaba exclusivamente en manos de los tribunales. Finalmente, la Constitución proclamaba la Soberanía Nacional y el sufragio universal masculino pero indirecto. Esta constitución fue el primer paso para desmantelar, por tanto, el sistema feudal y el Antiguo Régimen.