EL HERMANO POLICARPO “LEGISLADOR” Nadie más recomendado que el Hermano Policarpo para dar al Instituto una sana legislación. Tenía todas las virtudes que conforman al buen religioso, mantenía un gran espíritu de familia, admiraba a su fundador y al legado que había dejado a sus hijos. Su primera decisión fue pedir a los Hermanos cualquier material que conservasen del fundador: estatutos, reglas provisionales, reglamentos de escuelas, etc. En la circular de 8 de enero de 1843, escribía: “las cartas escritas de su puño y letra, dictadas por su celo, las copias de cosas escritas o dictadas por su piedad, las Reglas, incluso manuscritas, que tuviesen alguna particularidad relativa al trabajo que hemos emprendido, nos serán transmitidas cuanto antes. Tenemos la seguridad de que os apresuraréis religiosamente para procurarnos todo lo que pueda ayudarnos para acabar con éxito la redacción que esperáis con tan vivo interés”. Una vez que tuvo en sus manos todo el material enviado por los Hermanos, emprendió su tarea. El trabajo se completó en los primeros meses de 1843. Mandó escribir el ejemplar a un buen calígrafo, después lo pasó de un obispo a otro, en todas las diócesis en que enseñaban los Hermanos, para solicitar su aprobación. Se propuso incluso, a sugerencia de los padres jesuitas de Vals, someter su texto a la Congregación de Obispos y Regulares en Roma. Este envío, nunca tuvo lugar. Es, probable que los Padres se diesen cuenta de que no eran Constituciones propiamente dichas, sino Reglas y que entonces no era necesario hacerlas aprobar por Roma. Las Reglas que acababa de escribir el Hermano Policarpo estaban mucho más desarrolladas que las del padre fundador; cuatro veces más. Las del padre trataban sobre todo de virtudes, un poco de la vivienda, del mobiliario y de la comida. El Hermano Policarpo completó la parte relacionada con las virtudes, y añadió: a) La vida social de los Hermanos: vida de comunidad, el comportamiento con respecto a los Hermanos, recreos, cartas, viajes, enfermos, oraciones por los difuntos, admisión, toma de hábito, profesión, reglamento, horario. h) El ejercicio de su apostolado: escuelas, deberes de los Hermanos en la escuela, días de clase y de asueto, corrección de alumnos. LAS FUENTES El padre Andrés Coindre decía haberse inspirado, para la composición de sus Reglas, en la Regla de San Agustín y en las Constituciones de San Ignacio. Había tomado la noción de vida común de San Agustín y sus principales aplicaciones de San Ignacio. El Hermano Policarpo, que quería ampliar las Reglas permaneciendo fiel al fundador, tomó prestados, en lo que se refiere a la conducta y a la oída espiritual, largos extractos del Sumario de Constituciones y Reglas de los Jesuitas. Encontró en ellas una solución feliz, pues, a la vez, mantenía la fidelidad a los orígenes y obtenía Reglas seguras, ya que eran obra de un santo y habían aguantado la experiencia de tres siglos. Quedaba por legislar sobre nuestra obra de apostolado, la educación de los niños. Las Reglas de 1821 no decían nada; los Hermanos tenían algo de experiencia, pero veinte años es bien poco. El Hermano Policarpo sabía, ya que tenía en mano las cartas del Padre, que cuando el Fundador orientó al Instituto hacia la educación en las escuelas, había tomado como modelo a los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Debió preguntarse entonces: ¿por qué no tomar de los Hermanos de las Escuelas Cristianas las directrices para guiar nuestro apostolado? Y eso fue lo que hizo. Además de dar al Instituto Reglas sabias y equilibradas, el Hermano Policarpo le dio unos estatus que definían claramente su naturaleza y su gobierno. Completó, antes de morir, las Reglas con las Constituciones. Durante el capítulo de 1856, se revisaron todos los textos y se aprobaron. De tal manera que el Instituto tenía entonces toda su legislación y podía superar sin temor las derivas provenientes de la falta de legislación. El Hermano Policarpo había completado su misión de legislador. CONCLUSIÓN Como restaurador y legislador, como fundador de casas, como el que impulsó la obra de América, el Hermano Policarpo se mostró fiel a los primeros deseos del fundador. Fue un “líder”, un organizador, un maestro, un hombre cuya visión clara de las cosas y de la vida ejemplar dieron forma y estabilidad al carisma del Instituto. Fue el hombre providencial designado para responder a las necesidades del momento. Los Hermanos no se arrepintieron de haberle elegido en 1841 y 1846. Declarado Venerable en 1984, por medio del decreto pontifical sobre la heroicidad de sus virtudes, el Hermano Policarpo merece con justicia ser presentado ante el pueblo fiel como un modelo a imitar. Con un deseo común, los Hermanos del Sagrado Corazón suspiran porque esté cerca el día en que sea declarado bienaventurado. Frére Louis-Régis Ross, s.c. (Cien años educando desde el corazón, pp.86-87)