1.1 El Reino Asturleonés y el Condado de Castilla

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El reino asturleonés y los núcleos de resistencia de los Pirineos (s.VIII-X).
El territorio de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos quedó al margen del dominio musulmán.
Allí vivían unos pueblos que habían conservado unas estructuras organizativas arcaicas de tipo
gentilicio y que apenas si habían recibido influencias de los romanos y de los visigodos. Esa
situación era bastante ostensible entre los cántabros, vascones e hispani, que era la
denominación que las fuentes francas coetáneas utilizaban para referirse a los habitantes de la
zona pirenaica oriental.
Estos territorios fueron el escenario del nacimiento de los núcleos cristianos de resistencia de la
Península. En la zona cantábrica surgió el reino astur, producto de la unión de los habitantes de
la zona y los nobles visigodos que habían buscado refugio en aquellas montañas. La existencia
de una extensa tierra de nadie en la cuenca del Duero posibilitó la expansión del reino astur a
lo largo del siglo IX y en las primeras décadas del siglo X. Este naciente estado se consideró el
heredero del estado visigodo.
En la región pirenaica estuvieron muy presentes los carolingios, interesados en proteger el
flanco sur de sus dominios. A pesar de ello en los Pirineos occidentales se constituyeron
núcleos independientes. Por último la zona nororiental de la península se convirtió en la Marca
Hispánica, territorio fronterizo del Imperio carolingio.
El reino asturleonés y el condado de Castilla
Los orígenes
El origen de la resistencia contra los musulmanes en esta zona ha de ser puesto en relación
con la existencia de pueblos montañeses, cántabros y astures, y la presencia de elementos
visigodos emigrados o no. Las Crónicas del siglo IX aluden a una cierta alianza entre visigodos
y astures que permitió a Pelayo, noble de origen visigodo, hacerse con el poder. Puede que en
el fondo se tratase de una simple imposición de la minoría culta de inmigrados,
ideológicamente mejor preparada, sobre la mayoría indígena, sometida a partir de ese
momento a un proceso demasiado rápido de transformación de sus estructuras sociales
tradicionales. Simultáneamente y como resultado de la alianza entre Pelayo y el duque Pedro,
representante del elemento cántabro, nació el primer núcleo cristiano, el reino de Asturias. Un
éxito militar, sobre cuya importancia real sabemos muy poco, la batalla de Covadonga (722),
permitió librar al territorio de las fuerzas musulmanas de ocupación.
La marcha hacia las tierras llanas:
Alfonso I (739-757), yerno de Pelayo, fue el primer rey importante del núcleo de resistencia
surgido en las montañas de Asturias. Incorporó el ámbito gallego a sus territorios y realizó
diversas correrías por el Valle del Duero buscando la destrucción de la línea de fortificaciones
que existían en el pie de monte de la cordillera cantábrica. Crónicas posteriores dijeron de él
que yermó los campos llamados góticos, afirmando que llevó consigo a tierras astures a los
cristianos que encontró establecidos en la Meseta.
Después de unos años oscuros el núcleo astur cobró gran vitalidad con Alfonso II el Casto
(791-842). Trasladó la corte a Oviedo, desde Cangas de Onís que es donde se había
establecido en principio. Pero su labor principal fue la restauración de la tradición visigótica, a la
que convirtió en núcleo vertebrador de su reino. Este hecho se plasmó en medidas como el dar
validez al Liber Iudicum o la reorganización del Palatium, elemento central de la corte. Por otra
parte en la época de Alfonso II se inició la repoblación de la Cuenca del Duero, a base de
iniciativas privadas que generaron el asentamiento de colonos en el borde meridional de la
Cordillera Cantábrica. También data de su reinado el descubrimiento en Galicia de los
supuestos restos del apóstol Santiago.
La colonización de la Meseta del Duero:
Las desavenencias internas en al-Andalus fueron aprovechadas por Ordoño I (850-866), en
cuyo reinado los astures efectuaron un gran avance por las llanuras del Duero. Hechos
importantes de la actividad repobladora, que adquirió desde entonces un carácter oficial, fueron
la colonización de Tuy (854), la de Astorga (854), y la de León (856) en la que participaron
gentes de la Cordillera Cantábrica y mozárabes. Inmediatamente se ordenó rehacer las
murallas de León, al tiempo que se restauraba su sede episcopal y se instalaba el palacio real
en las antiguas termas.
No obstante, la máxima expansión territorial del reino astur por las llanuras del Duero se
produjo durante el reinado de Alfonso III el Magno (866-910). Por el oeste el progreso
repoblador fue espectacular, colonizándose Oporto (868) e incluso Coimbra (878). Pero la
culminación de dicho proceso fue la llegada a la línea del Duero, acontecimiento que tuvo lugar
antes de que concluyera el siglo IX, con la fundación de Zamora (893), Simancas (899), Toro
(900). En los últimos años de su reinado, Alfonso III fue designado en algunos diplomas como
emperador, sin embargo parece ser que este título, en ese momento, no tenía otro significado
que el de ejercer el mando en un territorio.
En tiempos de García I (910-914), a quien se debe el traslado de la capital del reino a León, los
condes castellanos también consiguieron llegar a la línea del Duero. Sin embargo en el reinado
de sus sucesores surgieron fuertes tensiones internas en el reino asturleonés, al tiempo que se
registraba un periodo de auge de al-Andalus, era el reinado de Abd al-Rahman III, que inflingió
graves derrotas a los cristianos, la más importante la de Valdejunquera (920).
A pesar de estas circunstancias Ramiro II (931-951) consiguió reaccionar y obtuvo sobre los
musulmanes la resonante victoria de Simancas (939). A raíz de aquel éxito se inició la
repoblación del valle de Tormes, colonizándose Salamanca (941) y otras plazas.
Desde mediados del siglo X el reino de León entró en una fase de indudable decadencia.
Mientras crecían las disputas internas y las intrigas palaciegas aumentaba la dependencia de
los reyes asturleoneses de los califas de Córdoba. En las últimas décadas de esta centuria AlMansur lanzó muy duras campañas contra los núcleos cristianos. A duras penas pudo
mantenerse la línea del Duero como frontera entre la cristiandad y el Islam, pues las
repoblaciones, efectuadas al sur del río después de la victoria de Simancas, quedaron
prácticamente arruinadas.
El Condado de Castilla
El reino asturleonés, al comenzar el siglo X, había alcanzado una gran extensión territorial,
pues abarcaba desde el Mar Cantábrico hasta el Duero y desde Galicia hasta el Alto Ebro. Las
dificultades para gobernar un territorio tan amplio con unas estructuras administrativas tan
rudimentarias, como eran las del momento, explican las tendencias centrífugas observadas en
algunas regiones. Esa tendencia fue particularmente notoria en la zona oriental, en donde se
había formado el condado de Castilla.
La primera mención de Castilla aparece en un documento del año 800, refiriéndose a una
pequeña comarca situada al norte de la actual provincia de Burgos. Aquella zona, que era la
parte más oriental del reino astur presentaba fuertes peculiaridades. Era una región expuesta
permanentemente a las razzias cordobesas, pues los musulmanes, cuando atacaban el reino
astur solían penetrar desde el Valle de Ebro. De ahí la abundancia de fortificaciones, hecho que
dio nombre a la región, y su carácter fronterizo. Pero su singularidad se debía también al hecho
de que la repoblación de aquel territorio fue bastante temprana y su protagonismo había
correspondido a grupos de campesinos, cántabros y vascones, que eran gentes apenas
romanizadas, al alejamiento de la corte, lo cual permitió a los habitantes de la zona regirse por
la costumbre y no por el Liber Iudicum, a la menor estratificación social y a la originalidad de la
lengua romance que se estaba gestando a partir del latín vulgar.
En su origen diversos condes se repartían el territorio y así aparecen las menciones de los
condados de Álava, Lantarón. Burgos y Castilla propiamente dicha. A comienzos del siglo X
Fernán González (927-970) formó un núcleo compacto con todos ellos que constituyó el
condado de Castilla. Persona de gran habilidad política, Fernán González aprovechó la
debilidad de los monarcas asturleoneses coetáneos para fortalecer su propia autoridad. Así
consiguió que el condado fuera hereditario y que a su muerte pasara a sus descendientes.
La progresiva marcha de Castilla hacia la autonomía fue un proceso similar al seguido por los
grandes principados territoriales del imperio carolingio, pero el vínculo formal que ligaba a los
condes de Castilla con los reyes de León no desapareció. Sin embargo tras el asesinato del
conde García Sánchez (1029), Castilla pasó a la órbita de Sancho III de Navarra, casado con
doña Mayor, que era heredera de este territorio.
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