Documento 3 Síntesis para ser utilizada en el evento de no contar con la conexión requerida. Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy CIENCIA EN EL MUNDO En busca de la verdadera identidad del tío abuelo N'ba N'ga EDUARDO D. SPIVAK Dpto. Biología, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Universidad Nacional Mar del Plata. Hace 370 millones de años, a partir de un grupo de peces con aletas lobuladas y pulmones, se originaron los primeros anfibios e, indirectamente, todos los vertebrados terrestres. El estudio comparado de restos fósiles identificó a los crosopterigios como los peces que lograron la crucial transición. Latimeria, único crosopterigio viviente. Sin embargo, cuando se analizaron los ácidos nucleicos de peces y anfibios actuales, surgieron dudas sobre estos resultados ampliamente aceptados. Ahora se propone a los dipnoos como nuestros lejanos y escamosos ancestros. Entender cuándo, cómo y por qué se originaron los vertebrados terrestres sigue siendo un tema de interés permanente para los biólogos. La interpretación del pasaje de los vertebrados del agua a la tierra recupera hoy actualidad. Pero veamos el escenario donde se desarrolló este "drama evolutivo". Hace alrededor de 370.000.000 de años, hubo un grupo de peces que vivían en aguas dulces y poco oxigenadas. Estos peces dejaron abundantes restos fósiles y llamaron la atención de los paleontólogos, quienes descubrieron que sus aletas eran diferentes de las de los demás peces. En efecto, las aletas se insertaban en un lóbulo basal carnoso y cubierto de escamas que se destacaba del cuerpo, articulaban con la cintura torácica y pélvica de una manera similar a la de los vertebrados terrestres y poseían un esqueleto interno ricamente articulado, provisto de musculatura, que se encontraba en los límites de la misma aleta. Además de las aletas similares a las extremidades de los tetrápodos (vertebrados terrestres que, en general, tienen cuatro patas), esos peces probablemente tenían pulmones y existía una conexión entre las cavidades olfativas y la cavidad bucal, tal como ocurre en los anfibios. Con ese bagaje de "herramientas", es posible que hayan podido sobrevivir por períodos prolongados fuera del agua. Algunos de estos peces fósiles, los llamados crosopterigios, presentaban un cráneo muy similar al de los anfibios fósiles más antiguos que se conocen como lchthyostega. Estos últimos animales vivieron un poco después que los crosopterigios y ya caminaban fuera del agua. En consecuencia, se comenzó a considerar a los crosopterigios como los ancestros de los anfibios actuales (sapos, ranas y salamandras) y, por lo tanto, de todos los vertebrados terrestres. Esta interpretación es aún un "dogma" en los textos básicos de biología. Schmalhausen recreó con elocuencia la probable historia natural de los crosopterigios: "Los más antiguos habitaron en aguas dulces. En ellas, el contenido de oxígeno decae tanto a altas temperaturas, que la respiración branquial se hace insuficiente. Los crosopterigios pasaban entonces a la respiración aérea. Si la putrefacción de las aguas aumentaba, podían salir de ellas arrastrándose y esconderse en la vegetación de las orillas. En caso de desecación, algunos podían probablemente enterrarse en el fango, pero puede ser que también emprendiesen la migración para obtener un nuevo ambiente de agua, como lo suelen hacer algunos peces modernos". Hasta 1938 se pensaba que sólo existían crosopterigios fósiles. En esa fecha, pescadores de las islas Comores, en el océano Índico, encontraron unos extraños peces que fueron identificados como crosopterigios, los primeros vivientes. La especie fue bautizada por los zoólogos con el nombre de Latimeria chalumnae. Que el hallazgo se hiciera en las aguas profundas del mar fue una remarcable paradoja, dada la discrepancia entre los ambientes en que vivían los peces fósiles y los que habitan los especimenes actuales. Pero esto no hizo sino aumentar su fama. El reinado estelar de los crosoptengios parece ahora llegar a su final. Su papel clave en la historia de los vertebrados fue cuestionado a partir de evidencias anatómicas y funcionales y, últimamente, de datos que provienen de la aplicación de técnicas moleculares. Otros antiguos peces con aletas lobuladas, denominados peces pulmonados o dipnoos, parecen ser los llamados a ocupar el lugar de nuestro lejano ancestro. Hoy viven sólo 3 especies de dipnoos en charcos temporarios de agua dulce de África, Australia y Sudamérica; ellos pueden respirar en el aire. La especie sudamericana, Lepidosiren paradoxa o loloch, es un habitante común de los esteros en el norte de la Argentina. Los dipnoos sudamericanos pertenecen a una única especie y son llamados loloch o lepidosirenas (Lepidosiren paradoxa). Habitantes comunes de los esteros en el norte de la Argentina, obtienen el aire por medio de rápidos ascensos a la superficie y excavan grandes cuevas donde pasan el verano. Sus aletas son de aspecto filamentoso; los filamentos muy vascularizados de los machos proporcionan oxígeno a las crías, que ellos cuidan. Hasta la mitad de este siglo, las hipótesis evolutivas se basaban fundamentalmente en la comparación de características estructurales entre los organismos vivientes, y entre ellos y los fósiles. El punto de partida de esta tarea era una premisa simple: la similitud implica parentesco, cuanto más semejante, más próximos son los parientes (aunque cabe aclarar que era necesaria mucha cautela para descartar similitudes provenientes de identidad de funciones, sin el requisito de una herencia común que las explique). Todas las características usadas eran fenotípicas, es decir, el resultado de la interacción de los genes entre sí y con el ambiente, durante el desarrollo de cada individuo. Pero ahora la búsqueda de semejanzas es posible por medio de la comparación directa de los genes, o al menos, de fragmentos de ácidos nucleicos, el material que los constituye. En estas últimas dos décadas se está trabajando para establecer genealogías sobre la base de las secuencias de bases de ácidos nucleicos presentes en los ribosomas, las mitocondrias o el núcleo de las células. Las relaciones cambian, los organismos se reagrupan, los árboles genealógicos ven caer sus ramas y crecer otras nuevas, todo ello con un dinamismo que hace del estudio de la filogenia (las relaciones evolutivas entre los organismos) un campo sumamente atractivo para los zoólogos actuales. Neoceratodus, dipnoo viviente de Australia La comparación entre los ácidos nucleicos de anfibios actuales, de Latimeria chalumnae y de las especies vivientes de dipnoos, no podía tardar en llegar. En 1997, Axel Meyer, de Alemania, y Rafael Zardoya, de España, comunicaron que el ADN de las mitocondrias de los dipnoos es más semejante al de los anfibios actuales que el de los crosopterigios. Las mitocondrias, involucradas en la producción de energía en las células de plantas y animales, llevan sus propios genes que han mutado a lo largo del tiempo evolutivo. Estos resultados proponen un desafío a las tradiciones y el derrumbe de un dogma, pero deben ser considerados provisionales. Será necesario esperar que se realice la comparación de los más complejos genes nucleares de estos animales para establecer el parentesco con mayor certeza. Recién entonces podremos conocer la verdadera identidad de nuestro viejo tío abuelo N'ba N'ga. “Entonces a los peces jóvenes no había quién los contuviera, agitaban las aletas en las orillas de barro para ver si funcionaban como patas, como había sucedido a los más dotados. Pero, justamente en aquellos tiempos, se acentuaban las diferencias entre nosotros: había la familia que vivía en tierra desde varias generaciones atrás, y en la que los jóvenes ostentaban maneras que ya no eran ni siquiera de anfibios, sino casi de reptiles; y había quién se demoraba todavía en hacerse el pez, e incluso se volvía más pez de lo que había sido ser pez en otro tiempo. Nuestra familia, debo decirlo, con los abuelos a la cabeza, pataleaba en la playa sin faltar uno, como si nunca hubiéramos conocido otra vocación. De no ser por la obstinación del tío abuelo N'ba N'ga, los contactos con el mundo acuático se hubieran perdido hacia rato." Párrafo tomado de Las Cosmicómicas, de Italo Calvino, 1984, Minotauro, Buenos Aires, 3° edición, pp. 89-90. (Traducción: Aurora Bernárdez)