ORDENAMIENTO TERRITORIAL AMBIENTALMENTE

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Ordenamiento territorial y desarrollo sustentable a escala regional, ciudad de
Santiago y ciudades intermedias en Chile1
Hugo Romero, Fernando Ordenes y Alexis Vásquez
Departamento de Geografía
Facultad de Arquitectura y Urbanismo
Universidad de Chile
1. Introducción
Uno de los temas de actualidad en la discusión ambiental sobre la sustentabilidad del
desarrollo del país ha girado en torno a la introducción e implementación de
instrumentos de ordenamiento territorial. El ordenamiento territorial posee diferentes
acepciones en cuanto a su definición, significado y objetivos. Respecto a la definición,
existen diversas interpretaciones que pueden resumirse en considerarlo una disciplina
académica emergente que forma parte de las (post) modernas ciencias ambientales, o
como un conjunto de técnicas para optimizar la distribución espacial de los objetos y
actores del desarrollo de acuerdo a distintos objetivos sociales y económicos y,
finalmente, como instrumentos de acción política (geopolítica más claramente),
considerando la organización de los espacios geoeconómicos, geosociales y
geoculturales, así como la existencia de diversos tipos de organización políticoadministrativa de los espacios continentales, nacionales, regionales y locales.
Desde el punto de vista ambiental, uno de los más importantes significados consiste en
reconocer la existencia de diversos modelos de organización de los sistemas naturales,
regulados por principios y mecanismos biofísicos y que encuentran su expresión en los
principales sistemas y paisajes naturales, tales como montañas, cuencas o bordes
costeros. Cada una de estas porciones de territorio desencadenan continuos procesos
para mantener su equilibrio metaestable, en especial a través de los flujos de energía,
materia e información. Los sistemas territoriales están ordenados naturalmente y es
tarea de la sociedad cuidar que sus perturbaciones no alteren irreversiblemente los
mecanismos de tolerancia a los cambios que impidan su regeneración permanente y el
mantenimiento de la calidad y cantidad de los recursos naturales y servicios
ambientales que ofertan.
Por otro lado, la noción misma de territorio implica una apropiación del espacio por
parte de la sociedad ya sea en forma directa, a través de las perturbaciones
introducidas sobre el funcionamiento de los sistemas naturales, o bien en forma
indirecta, mediante la construcción de imágenes y representaciones que dan cuenta de
los objetivos socio-culturales de cada comunidad humana. En el primer caso, la
distribución espacial de los objetos y procesos económicos, demográfico-sociales y
culturales, persigue diferentes objetivos según sea el grupo de actores interesados y
con capacidad de control político. Lo cierto es que el valor del suelo, la consideración de
1
Las informaciones contenidas en este ensayo para Santiago y ciudades intermedias son producto de los Proyectos Fondecyt 1970470
y 1000828.
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las aglomeraciones urbanas como mecanismos adecuados de optimización del espacio
económico o la segregación socio-espacial de los habitantes de las ciudad y el campo,
son todas estrategias destinadas a representar no sólo los objetivos políticos locales,
sino que también los intereses hegemónicos de las fuerzas globales, capitales
regionales, circuitos comerciales u otros tipos de actividades destinadas a obtener
beneficios de la localización de los objetos y factores.
Una tercera interpretación dice relación con el creciente interés desplegado por la
relación entre desarrollo sustentable y ordenamiento territorial, en torno a la cual,
lamentablemente, no se aprecia la existencia de principios, instrumentos y acuerdos
entre los diversos actores involucrados. En efecto, quienes están interesados en el
crecimiento económico propugnan órdenes territoriales destinados a favorecer el
acceso a las fuentes de recursos naturales y a los mercados espaciales de bienes y
servicios, mediante, por ejemplo, la construcción de complejas redes de transportes y
comunicaciones destinadas a aumentar la utilidad de los lugares y la conectividad entre
los núcleos de oferta y demanda de recursos. Por el contrario, los interesados en la
equidad social diseñan territorios favorables a la integración social, privilegiando la
proximidad y conectividad, evitando que la distancia física (y social) sea empleada
como eficaz mecanismos para segmentar el espacio en áreas de mercado equivalentes
a los estratos socio económicos.
Por último, los interesados en la conservación del medio ambiente, postulan que las
áreas que posee caracteres prístinos de la naturaleza o bien partes y funciones
fundamentales para el sistema de soporte de la vida, deben ser mantenidos en su
estado natural o bien gestionados con medidas especiales de protección.
Demás está indicar que las prioridades que se otorgan a cada uno de los componentes
de la sustentabilidad, varían considerablemente en grado y relevancia según sean los
actores sociales involucrados en la adopción de decisiones sobre el dónde, cómo y para
qué usar el territorio.
Ello desemboca en tensiones y conflictos que afectan
severamente la consecución de dichos objetivos. Ante ello, es necesario fortalecer los
aspectos institucionales y valóricos del ordenamiento territorial. Institucionalmente, es
especialmente importante que los diferentes actores sociales expliciten ante la sociedad
sus intereses territoriales y las medidas que adoptarán para compensar y negociar las
superposiciones en el espacio con otros actores. De igual manera es necesario conocer
los objetivos y alternativas propuestas explícitamente por la política pública, puesto que
es ella quien debe representar democráticamente los usos y prioridades sobre le
territorio del país, regiones, paisajes y ciudades.
El territorio posee muchos atributos que forman parte del bien común, tales como el
mantenimiento de la calidad de las aguas, del aire, de los suelos y de la diversidad de
las especies biológicas y sus hábitats, para los futuros habitantes, sin discriminar su
condición social y económica. De igual manera, el territorio está formado por
numerosos "comunes" o componentes indivisibles para los servicios que prestan a toda
la sociedad, que son valorados en su integridad y cuya violación o destrucción genera
sanciones morales colectivas. Los “comunes” no son sólo un conjunto de recursos y
bienes productivos, sino también, una compleja red de servicios ambientales, cuyo valor
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total es difícil de establecer, pero cuyo conjunto constituye el sistema de soporte de la
vida que debe ser respetado por todos.
La política pública debe esmerarse por definir criterios y objetivos que garanticen la
permanencia de los “comunes”, reconociendo explícitamente servicios tales como los
que ofertan las áreas verdes al conjunto de la sociedad sólo en virtud de su existencia:
reciclamiento del aire y aguas, control de las islas térmicas y de la infiltración de las
aguas que recargan los acuíferos, hábitats para las comunidades biológicas y sociales,
representación de las cosmovisiones colectivas.
Una de las funciones de la política pública consiste justamente en la proposición de un
ordenamiento territorial ambientalmente sustentable para el país en su conjunto, para
cada una de sus regiones y ecosistemas más frágiles y para los asentamientos
humanos que albergan a su población. La política pública no puede prescindir del
reconocimiento y fortalecimiento de los valores sociales que aseguran el respeto por la
eficiencia económica, la equidad social y la integridad de la naturaleza. De esta forma,
las proposiciones de desarrollo territorial, en especial las formuladas estratégicamente
(políticas, planes y programas), no pueden sustraerse de los propósitos de protección
de la naturaleza y la sociedad y por ello, de la necesaria regulación que controle o
impida la acción adversa para la sociedad de sectores interesados sólo en satisfacer
sus particulares objetivos, económicos, culturales o políticos. La política pública debe
procurar que sus propuestas de ordenamiento territorial representen al bien común y los
objetivos consensuados de desarrollo económico y social ambientalmente sustentables.
Una especial atención se requiere para considerar la representación que hacen de su
geografía los habitantes más antiguos del territorio, puesto que ellos observan,
caracterizan y evalúan sus recursos territoriales de una forma muy distinta a los
tomadores de decisiones contemporáneos. No es posible desconocer, que ha sido la
visión de las comunidades autóctonas, la que les ha permitido sobrevivir por cientos de
años en medio ambientes inciertos y complejos, que resultan ser comparativamente
desconocidos e inmanejables para los habitantes más modernos.
El presente trabajo analiza desde una óptica crítica la forma explícita e implícita en que
se están llevando a cabo acciones de ordenamiento territorial a escala regional y
urbana en el Chile actual. En primer lugar se presentan situaciones observadas en las
regiones del Norte del país, considerando las colisiones espaciales que plantean las
formas modernas de ocupación del territorio, en particular respecto a la confrontación
entre las actividades productivas y las áreas de conservación de la biodiversidad y de la
sociodiversidad.
A escala regional, se presenta el estado actual de los territorios de montaña,
examinando como ejemplos algunas de las transformaciones más recientes registradas
en la Segunda Región de Antofagasta, Tercera de Atacama y Cuarta Región de
Coquimbo. La Región de Antofagasta es la más importante para la economía
exportadora adoptada por el país, que encuentra en la minería su principal sustento.
Las estimaciones existentes sobre las crecientes demandas de agua, presagian las
complicaciones que se están generando entre las áreas destinadas a la conservación
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de la naturaleza, tales como parques nacionales y reservas naturales altoandinas, y las
continuas extracciones de agua de las fuentes superficiales y subterráneas.
Los
conflictos existentes exigen definiciones y estrategias de parte de los sectores público y
privado y especialmente, de las comunidades indígenas y rurales directamente
afectadas por las actividades económicas modernas. Algo similar sucede con las
regiones semi-aridas, donde la competencia por el agua incluye a los sectores de
conservación, minero, agrícola y urbano
A escala subregional, una de las mayores perturbaciones ambientales se refiere a la
metropolización de los territorios globales, representados en este caso, por el
crecimiento en superficie, tamaño y funciones de la Ciudad de Santiago, en especial en
la última década, cuando se suponía que el tema ambiental había adquirido mayor
importancia. En este apartado se proporcionan antecedentes para la evaluación
ambiental del proceso reciente de urbanización y respecto a las perspectivas que se
observan para el futuro, como una forma de implicar a la planificación territorial
ambiental y ecológica en la formulación e implementación de los planes de desarrollo
urbano-regionales de la principal urbe del país.
A escala local, se han considerado los resultados de análisis practicados en cuatro
ciudades intermedias que han sido directamente afectadas por la modernización de las
actividades económicas regionales en Chile y que se encuentran en distintos sistemas
territoriales: Quillota en los paisajes de cuencas de Chile Central mediterráneo, y
Chillán, Los Angeles, ubicados en la transición de los climas mediterráneos a templados
y finalmente Temuco, en medio de estos últimos. Para cada una de estas ciudades de
rápido crecimiento espacial y demográfico, se ha evaluado su calidad medio ambiental
interior, considerando el análisis de diversos atributos espaciales de sus parches y
corredores vegetales. Finalmente y como una forma de observar la divergencia entre
los análisis ambientales y las proposiciones de instrumentos de ordenamiento territorial,
tales como los Planes Reguladores Comunales, se presentan los resultados de la
Ciudad de Los Angeles.
2. La colisión territorial del desarrollo en el Norte de Chile
En la región norte de Chile se localiza el Desierto de Atacama (uno de los lugares más
áridos del mundo) y la Puna de Atacama, las tierras altas donde tienen lugar escasas e
irregulares lluvias durante el verano. Debido a la alta evaporación y mínimo
escurrimiento superficial prevalecientes, la mayor parte de los ríos y quebradas
originados en las montañas desaparecen antes de alcanzar el mar (Fig.1: regiones I y II
con proyectos y comunidades). Al interior del Desierto de Atacama, la absoluta aridez y
la falta de escurrimiento superficial (excepción hecha del Río Loa), hace que el agua
deba ser obtenida de fuentes subterráneas o bien trasladada por cientos de Km. Sobre
las montañas, donde su ubican los cuerpos de agua (lagos, lagunas, bofedales o
humedales, salares), él hasta ahora poco interés económico, permitió la instalación de
varias áreas de conservación y protección de la naturaleza, en sectores donde las
poblaciones indígenas han residido por los últimos diez mil años.
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En la región semiárida, como consecuencia de la ocurrencia de lluvias de invierno y de
la acumulación de nieve en las cimas cordilleranas, una serie de ríos bien desarrollados
conectan los Andes con el Océano Pacífico (Fig.2: agricultura y comunidades Norte
Chico) . A lo largo de las laderas y sobre las llanuras de los valles fluviales se han
instalado comunidades agrícolas tradicionales y asentamientos comunitarios que datan
desde el siglo XVII.
Las actividades económicas y la presencia histórica de la población en el Norte árido y
semi-árido de Chile se debe exclusivamente a las torres de agua de los Andes. Sin el
aporte de las aguas superficiales y subterráneas que descienden desde las montañas,
sería absolutamente imposible sostener la vida en esta parte del país. La conservación
de los paisajes de las montañas es un servicio ambiental de importancia estratégica
nacional.
Económicamente, la minería que se practica al interior y alrededor del Desierto de
Atacama ha sido y es el principal sostén de la economía nacional. Durante las dos
últimas décadas Chile ha aumentado su Producto Interno Bruto en 2,5 veces, su
Ingreso Per Cápita es hoy uno de los mas altos de Latinoamérica (alrededor de
US$5.000), el país ocupa el primer lugar en el Indice de Desarrollo Humano y de
Competitividad del continente y ha reducido la pobreza de su población en un 50%. Aún
la recesión económica desencadenada desde 1998 no ha impedido que su crecimiento
económico se mantenga, aunque a tasas cercanas al 3% anual.
El crecimiento económico rápido y sostenido no significa, sin embargo, que el Norte de
Chile sea considerado como ejemplo de desarrollo sustentable basado en una
adecuada relación global-local. Existe una colisión espacial creciente entre los objetivos
de las tierras altas y bajas, las actividades económicas allí localizadas y los recursos
humanos y naturales. Las áreas montañosas situadas sobre 3000 m de altura, han sido
destinadas a la conservación de la naturaleza y la cultura (parques nacionales, reservas
y santuarios, patrimonio de la humanidad) y han protegido históricamente las fuentes de
agua de los ríos, quebradas y acuíferos subterráneos que sostienen la minería, los
oasis agrícolas y las ciudades ubicadas en las tierras bajas y sobre la costa (Arica,
Iquique, Tocopilla, Antofagasta).
Las tierras altas han sido ocupadas históricamente por agricultores y ganaderos
pertenecientes a las etnias originarias (aymarás y atacameños), que han usado los
pastizales y pequeños oasis alrededor de las áreas de conservación y a lo largo de
quebradas y ríos.
En los paisajes semiáridos,
la instalación de minas, comunidades agrícolas
tradicionales y empresas modernas dedicadas a la exportación de frutas y vinos,
además de la expansión urbana, son los principales temas del conflicto territorial. Como
ejemplo de la colisión entre las tierras altas y bajas y entre las demandas globales y
locales, se puede observar el caso del Valle de Copiapó, donde la compañía minera
canadiense Cerro Casale está instalando el proyecto aurífero Aldabarán, con una
inversión de 1430 millones con el fin de obtener 25,4 onzas de oro y 2,9 millones de
toneladas de cobre, ofreciendo 4000 puestos de trabajo durante la vida útil del proyecto,
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estimada en 18 años. Para cumplir con estos propósitos destinados al mercado global,
se debe extraer el agua necesaria para la producción y transporte del mineral
(mineroducto) desde las áreas montañosas de Piedra Pómez. Esta es una zona de
recarga de los cuerpos de agua que justifican la existencia de dos parques nacionales:
Nevado Tres Cruces y Laguna del Negro Francisco. Aguas abajo, se encuentran 11700
hás. de pastizales que han sido usadas tradicionalmente por los descendientes de la
etnia “kollas”, un grupo asociado al Imperio Inca de Tiahuanaku, que han ocupados los
valles y laderas del Río Jorquera (tributario del Copiapó) desde el siglo XIX. Las
comunidades locales se han unido con los agricultores modernos dedicados a producir
uva de exportación para los mercados europeos y asiáticos, y a los habitantes urbanos
de la ciudad de Copiapó para proteger los recursos de agua de la escasez que
provocará su extracción y de la contaminación que causará el uso minero. El promedio
anual de lluvias en el valle de Copiapó es menor que 30 mm y por ello, nuevamente el
desarrollo de la zona depende de las torres de agua de los Andes, ahora severamente
amenazadas.
Otra importante colisión entre el desarrollo de las tierras altas y bajas se puede apreciar
entre las comunidades agrícola-ganaderas tradicionales y los modernos empresarios
agrícolas exportadores, asociados a las compañías comercializadoras globales, a lo
largo de las laderas y fondos de los valles de los ríos Huasco, Elqui y Limarí. La
existencia de pastos como producto de las lluvias invernales más abundantes ha
explicado la presencia de comunidades agrícola-pastoriles tradicionales desde la
colonia. Ellos han desarrollado un complejo sistema espacial que vincula a la
agricultura bajo riego con la de secano (llamadas “lluvias” porque sólo se puede
producir cuando llueve) y a la ganadería practicada en invierno en las tierras bajas y en
verano en las tierras altas. La transhumancia ha sido una de las prácticas de
adaptación que ha confrontado el riesgo de las sequías, vinculando la explotación de
los diversos pisos ecológicos andinos. La agricultura moderna orientada a los mercados
globales ha quebrado el sistema al adquirir la mayoría de las tierras y los derechos de
agua, cercado los campos y apropiándose de tierras y bienes comunes. El éxito
económico que ha situado a Chile como principal exportador de fruta en el Hemisferio
Sur sirve nuevamente para ilustrar la colisión entre lo global y lo local y entre las tierras
altas y bajas.
La sustentabilidad futura del desarrollo de las regiones semiáridas es otro de los
desafíos de las áreas de montaña en Chile. Restan por aclarar asuntos claves como la
asignación de los recursos hídricos en forma más justa y teniendo en cuenta la
mantención de las poblaciones y actividades locales tradicionales. También es
relevante diversificar la producción de frutas e incorporar acciones destinadas a
fortalecer el desarrollo endógeno, destacando nuevamente el turismo, la artesanía y
esencialmente, la pequeña minería, que en gran medida ha constituido el sustento
histórico de la región.
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3. El Crecimiento de la Ciudad de Santiago y sus Efectos sobre la Pérdida de
Servicios Ambientales
3.1.
La cuenca como fundamento del ordenamiento territorial urbano
La localización de la Ciudad de Santiago en una cuenca ambiental obligaría a manejar
cuidadosos criterios antes de adoptar decisiones sobre la localización de instalaciones
humanas, tales como residencias, industrias e infraestructuras. La cuenca ambiental
constituye uno de los órdenes territoriales más complejos y completos, necesarios de
tener en cuenta al planificar el desarrollo urbano.
La cuenca ambiental se define como un sistema semi-cerrado, que otorga un carácter
esencialmente endógeno a los flujos atmosféricos, hídricos, geomorfológicos y
biogeográficos que se desarrollan en su interior, y por ello, condiciona severamente las
decisiones sobre usos del suelo y localización de actividades económicas, cuya presión
no debe exceder la capacidad de carga de los sistemas territoriales.
El carácter semi-cerrado de la cuenca limita los intercambios de materia, energía,
momento e información con el exterior. Ello se debe a que los valles fluviales que
originan las cuencas, están enmarcados por montañas y relieves que se despliegan
extensamente en sus nacientes y reducen significativamente en los exutorios. La
Cuenca del Maipo-Mapocho que sirve de asiento a la ciudad de Santiago, constituye
un sistema ambiental claramente separado del exterior por las cordilleras de los Andes
y de la Costa en sus sectores oriente y poniente, y por los cordones montañosos de
Chacabuco y de Angostura de Paine, en el Norte y Sur, respectivamente.
Todo el sistema hidrográfico, atmosférico, geomorfológico y biogeográfico está
controlado por los flujos que se desplazan a través de ríos, esteros, quebradas y
arroyos, vinculando las cumbres y laderas montañosas con los planos fluviales y de
inundación que constituyen las llanuras y piedemontes. La Cuenca del Maipo-Mapocho
es un complejo sistema ambiental controlado por el comportamiento de cientos de
cuencas y subcuencas, de diverso tamaño y altura.
La red hidrográfica es la primera evidencia de la presencia de un sistema semi-cerrado.
Sobre las laderas y a través de los cursos de agua escurren solamente las
precipitaciones líquidas o sólidas que han caído o se han acumulado dentro del espacio
establecido por la divisoria de aguas, que separa la cuenca de otros sistemas
territoriales vecinos. Mediante el escurrimiento por quebradas, arroyos y esteros, las
aguas organizan un sistema ordenado y jerárquico de cauces, que van tributando a
lechos mayores a medida que se desciende en altura. El río Maipo, que es el más
importante de la cuenca de Santiago tiene como tributario desde el Norte, al río
Mapocho, que a su vez es el cauce principal para cientos de quebradas que descienden
desde la Cordillera de los Andes. Al tratarse de un sistema semi-cerrado, cualquier
cambio que ocurra en las tierras altas (deforestación, incendios forestales, construcción
de caminos y viviendas, vertido de contaminantes en las agua o en los suelos, etc.),
repercutirá a continuación en el comportamiento de los cauces cuando transitan por las
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tierras bajas (aumento de caudales y sedimentos, impactos sobre la flora y fauna,
limitaciones para el uso humano de las aguas).
Adicionalmente a los rasgos orográficos e hidrográficos que cierran la cuenca, se debe
agregar la presencia casi permanente de capas de inversión térmica en la atmósfera
que impiden o limitan severamente la circulación del aire fuera de ella. En efecto,
debido a la localización latitudinal de la cuenca de Santiago bajo el dominio semipermanente del Anticiclón Subtropical del Pacífico Sur, el aire desciende desde la alta
atmósfera, comprimiendo el volumen de las capas inferiores cercanas a la superficie, lo
que provoca una elevación de sus temperaturas. La temperatura debería descender
con el aumento de la altura, de tal forma que los niveles atmosféricos cercanos a la
superficie debieran registrar los valores más altos y decrecer por aumento de altura.
Ello favorecería la turbulencia del aire, que se elevaría naturalmente a medida que se
calienta por su base, realizándose un proceso de reemplazo del aire contaminado por
aire más limpio proveniente de las capas más altas.
Sin embargo, cuando predomina la inversión térmica, las capas de aire más frío se
ubican inmediatamente sobre la superficie, especialmente en otoño e invierno, mientras
que el aire más cálido lo hace en altura. Ello implica la estratificación de las capas de
aire y como resultado, la imposibilidad de reemplazar el aire contaminado, que
permanece dentro de los límites de la cuenca hasta que la llegada de una perturbación
atmosférica mayor logre removerlo.
La situación se agrava durante los días en que se localiza frente a la costa del país, la
llamada "Vaguada Costera" que es un centro de baja presión atmosférica relativa
respecto a los centros de alta presión que se ubican en la vertiente argentina de la
Cordillera de los Andes, y que determina una acentuación de los flujos descendentes de
aire y con ello un aumento de las inversiones térmicas, todo lo cual, desencadena los
episodios más severos de contaminación atmosférica, que abarcan a toda la cuenca.
En consecuencia, las condiciones ambientales naturales de la cuenca del MaipoMapocho en que se asienta la ciudad de Santiago, son altamente vulnerables ante la
intervención humana. Debido a ello, desde 1996, la Ciudad de Santiago ha sido
declarada legalmente como atmósfera saturada como consecuencia de que las
partículas en suspensión, el Monóxido de Carbono y el Ozono, exceden las
concentraciones máximas permitidas para no dañar la salud de las personas. Otros
contaminantes se encuentran en situación latente, es decir, cercanos a alcanzar los
límites que afectan la salud de los habitantes.
Bajo tales circunstancias, la legislación ambiental obliga a preparar planes de
descontaminación, que contengan acciones destinadas a evitar que las
concentraciones de contaminantes y los episodios de emergencia continúen ocurriendo.
El Plan contiene medidas destinadas a disminuir el aporte de las fuentes fijas
(industrias) y móviles (vehículos) a las emisiones de contaminantes, así como acciones
destinadas a mitigar sus concentraciones. Sin embargo, el crecimiento espacial de las
superficies urbanizadas se transforma en una de las principales causas de incremento
de las emisiones vehiculares en la medida que es necesario recorrer mayores
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distancias entre las residencias, los lugares de trabajo y los centros de servicios. El
mayor consumo de combustible que demanda cubrir las distancias crecientes, se
relaciona directamente con el aumento de la contaminación atmosférica, de igual forma
que lo hacen las urbanizaciones de baja densidad y el uso del automóvil privado como
principal medio de transporte.
Santiago está creciendo a una tasa superior a las 1.000 Hás por año y adoptando un
tipo de urbanización que se localiza espacialmente en lugares cada vez más alejados
de los límites de la ciudad. Las urbanizaciones que se están estableciendo en lugares
alejados de los centros de empleo y de servicios son uno de los factores principales de
la mantención de las altas tasas de contaminantes atmosféricos en Santiago, tanto por
el aumento del consumo de combustible debido al incremento de las distancias
recorridas, como por el aumento del número de viajes realizados diariamente. Ello es
especialmente el caso de las sub-urbanizaciones para residentes altos ingresos, que
además disponen de varios automóviles en sus hogares.
Los problemas de contaminación atmosférica de Santiago y sus efectos sobre la salud
de las personas obligaría a mantener bajo control el crecimiento geográfico de la
ciudad, sea mediante planes reguladores que establezcan límites geográficos al
crecimiento y asignan obligatoriamente los usos del suelo, o bien, como se ha
propuesto recientemente, mediante condicionantes específicos aplicados a los
proyectos inmobiliarios, que asegurasen que la sociedad no termine pagando las
externalidades negativas, económicas, sociales y ambientales, asociadas a su
expansión ilimitada.
Urbanizar el piedemonte andino, por ejemplo, puede tener efectos muy severos sobre la
contaminación atmosférica de Santiago, en la medida que el aire descendente de las
cordilleras sea contaminado por emisiones vehiculares, chimeneas domiciliarias o
instalaciones industriales, o bien, mediante los aportes de polvo resuspendido que
produce la circulación del tránsito por calles pavimentadas y sin pavimentar. Por otro
lado, al reemplazar las cubiertas de vegetación nativa o cultivada por viviendas,
estacionamientos, calles pavimentadas, etc. se acentúa la producción de lodo, que es
una de las fuentes del polvo en suspensión en la atmósfera.
Por otro lado, en las cordilleras se acumulan las mayores cantidades de lluvias y
también las nieves y glaciares, que producen las aguas recargan los acuíferos, o bien el
escurrimiento superficial y subsuperficial, a través de los ríos, quebradas y arroyos. En
el caso de Santiago, el almacenaje de agua es un proceso fundamental para su
subsistencia, dado que las condiciones climáticas de tipo mediterráneo determinan un
promedio de 20 días de lluvias al año, los que pueden descender a menos de diez
durante la ocurrencia de años secos, de los cuales se presentan a lo menos 3 cada
diez años. Durante una sequía prolongada, el 80% del agua disponible procede del
derretimiento de nieves y glaciares.
Para que las aguas estén disponibles en las estaciones y años secos es fundamental
que se almacenen en el suelo y subsuelo, lo que depende del proceso de infiltración. La
infiltración de las aguas requiere la existencia de suelos "no sellados", es decir con la
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porosidad y permeabilidad necesarias para permitir el almacenaje de las aguas en su
interior. La capacidad de almacenamiento del agua en el suelo depende a su vez de la
textura y estructura de los suelos, la pendiente y, esencialmente, de la cubierta
superficial o uso del suelo. Los terrenos cubiertos con vegetación nativa y densa
pueden llegar a infiltrar o almacenar sobre el 90% de las aguas lluvias. Inversamente,
los terrenos urbanizados de alta densidad pueden infiltrar menos del 10% de las aguas
lluvias.
Urbanizar el piedemonte y las partes altas de la cuenca puede llegara a tener efectos
dramáticos sobre el comportamiento de las aguas que caen sobre las laderas
cordilleranas y son encauzadas por quebradas y ríos. Al deforestar las laderas y más
aun, al reemplazar las cubiertas de vegetación natural o cultivada por superficies
urbanizadas aumenta el escurrimiento superficial de las aguas lluvias y con ello las
probabilidades de que se produzcan inundaciones sobre las tierras bajas El aumento
del escurrimiento es especialmente crítico ante los flujos provocados por tormentas, en
que la lluvia se concentra en pocas horas, como sucede en los climas de tipo
mediterráneo.
La urbanización de las laderas y piedemontes cordilleranos disminuye la infiltración y la
recarga de los acuíferos y con ello aumenta las probabilidades de que falte agua en los
períodos secos, especialmente en las áreas urbanas que dependen de fuentes locales
de abastecimiento, que por su lejanías no son cubiertos por las redes regionales de
agua potable. Al mismo tiempo, al incrementar el escurrimiento, aumentan los riesgos
de inundación de las tierras bajas, en especial de las áreas ribereñas de ríos y
quebradas.
El aumento del escurrimiento superficial implica además el crecimiento del potencial
erosivo de las aguas corrientes, que serán capaces de transportar una mayor carga de
sedimentos capturados sobre las laderas deforestadas o bien de los bancos o bordes
de los ríos. Los ríos y quebradas que drenan el piedemonte de Santiago y debido a la
alta pendiente y ausencia de vegetación que proteja las laderas, se comportan como
torrentes de alto potencial erosivo durante los flujos de tormenta, manifestando una
enorme capacidad de transportar rocas de gran volumen, razón por la cual algunos de
ellos son utilizados como fuentes de materiales áridos o de construcción. Por las
mismas razones, las laderas, dependiendo de su pendiente, tipo de materiales rocosos
superficiales y grado de deforestación, se constituyen en fuente de sedimentos
susceptibles de ser removidos como flujos de barro, a través de la "remoción en masa".
La protección de las riberas de los ríos y quebradas ante los riesgos de inundación, así
como la de las laderas frente a los de remoción en masa, exigen especiales cuidados
ante los cambios de usos del suelo, de rurales a urbanos. La urbanización, al sellar los
suelos, aumenta los flujos superficiales y con ello la capacidad erosiva de las aguas
lluvias.
De allí la necesidad de conservar las llanuras de inundación de los ríos y quebradas
libres de ocupación humana y esencialmente incorporar Zonas de Bufferes Riparianos,
es decir, de establecer o restaurar las franjas vegetales que se extienden naturalmente
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sobre los bordes de los ríos y quebradas como consecuencia de la acumulación de
humedad en el suelo. De igual manera es indispensable que se controle el Area de
Impermeabilización Total, parámetro constituido por la suma de áreas en que se sella el
suelo como consecuencia de la urbanización, es decir, debido a la implantación de
calles pavimentadas, senderos y caminos transitados con suelos compactados, techos
y otras cubiertas duras, que impiden la infiltración de las aguas. Dependiendo de la
sensibilidad de las áreas urbanizables, es necesario, disponer de sitios destinados a
facilitar la infiltración y contener el escurrimiento, incluyendo pozos y acequias, así
como parques y jardines destinados explícitamente a estos fines.
La disminución del agua almacenada en el suelo determina un descenso en la
evapotranspiración, es decir, en la cantidad de vapor de agua que es traspasado
directamente por evaporación desde el suelo a la atmósfera, o indirectamente, a través
de la transpiración de los vegetales. Esta es la forma en que el aire adquiere la
humedad y con ello, pierde temperatura y combate su desecación. Al eliminar la
vegetación natural, se altera la humedad atmosférica y aumentan las llamadas islas de
calor, que corresponden a superficies duras urbanizadas con materiales que absorben
grandes cantidades de calor durante las horas de insolación directa y lo emiten durante
las noches y madrugadas. La urbanización puede contribuir grandemente a la
desertificación y calentamiento del medio ambiente en la medida que aumenta la
temperatura y disminuye la humedad.
Por otro lado, las islas de calor generadas por la urbanización, pueden dar origen a
áreas locales de convergencia de masas de aire provenientes de otros lugares
relativamente más fríos, que pueden estar contaminadas, trasladando de esta forma la
polución hacia áreas que al mantenerse como rurales, frías y exentas de
contaminación, poseían o generaban aire limpio, para beneficio de esos lugares o bien
para su exportación hacia la ciudad durante el predominio de los flujos de periferia a
centro urbano.
La ciudad ejerce también un "Efecto de Rugosidad" sobre los flujos de aire, que
consiste en obstaculizarlos o frenarlos debido a la presencia de construcciones y
edificios que bloquean el viento o bien lo orientan en diferentes direcciones.
La urbanización modifica el clima preexistente mediante la generación de islas de calor,
islas de humedad e islas de ventilación. La correcta evaluación de las modificaciones
climáticas urbanas depende de la calidad del medio ambiente y de su relación con en el
clima de la región o la cuenca. Es evidente que los piedemontes andinos son fuente de
generación de flujos de aire frío y limpio y, que en este sentido, aportan a la ventilación
de la cuenca aérea en que se localiza Santiago. Debidamente protegidos y
reforestados, estas áreas precordilleranas deberían actuar en la limpieza del aire
contaminado que asciende durante el día transportado por las brisas y vientos locales
de valle a montaña. Durante las noches y madrugadas, el aire limpiado por su
circulación a través de los árboles y matorrales, descendería hacia el centro de la
ciudad, asegurando la calidad del mismo.
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Las cuencas y subcuencas andinos, son por otro lado, los componentes principales de
la Ecología del Paisaje de Santiago. Debido a la aridez predominante y a la presencia
de altas pendiente y suelos escasos, las zonas riparianas que bordean los ríos y
quebradas se constituyen en los corredores principales a través de los cuales circula la
biodiversidad, al mismo tiempo que son sede de los hábitats más sensibles de vida
silvestre. En el caso de Santiago, las zonas riparianas de ríos y quebradas
interconectan los parches de biodiversidad de la alta cordillera con los de la llanura.
Dicha conexión es fundamental para mantener la interacción y complementariedad
entre las especies que habitan los diversos pisos ecológicos, así como para generar los
sitios en que se concentran las actividades de residencia, reproducción y alimentación
de la vida silvestre.
El valor de los corredores de biodiversidad depende en gran medida de la
conectividad que son capaces de articular entre parches de alta calidad biológica.
Dentro de la "arquitectura ecológica del paisaje", las zonas precordilleranas son
centros y fuentes de biodiversidad, aunque debido a la explotación irracional de sus
recursos biológicos, son escasas las áreas que poseen un alto valor para su
conservación. De allí la necesidad de proteger dichas áreas, a través de su inclusion
en alguna categoría de áreas silvestres protegidas, así como la protección de sus
buffers de amortiguación y defensa, es decir de las áreas y corredores que las separan
de las zonas de usos más intensivos, agrícolas y urbanas.
La determinación de buffers de protección, areales o lineales, implica seleccionar como
Areas de Sensibilidad Ambiental a los corredores, ríos y quebradas que drenan las
cumbres y laderas cordilleranas, de gran variedad y diversidad biológica, así como a
los parches de alta calidad ambiental, especialmente las laderas de umbría (sombra) y
barlovento (expuestas a los vientos y lluvias),
escasamente intervenidas
antrópicamente y que por ello conservan importantes mosaicos vegetales.
Los corredores y parches vegetales desempeñan servicios ecológicos y ambientales:
control del escurrimiento y la humedad atmosférica, generación de islas frías y de
vientos y brisas locales, filtro de la contaminación y centros de limpieza del aire y aguas,
fuentes y habitas de biodiversidad, áreas de conservación de la naturaleza y de
recreación de las poblaciones humanas.
Dependiendo de algunas importantes propiedades o atributos espaciales, entre los
cuales destacan su frecuencia (mientras mayor el número de parches mayores los
servicios que brindan), tamaño (mientras más grandes sean los parches mayores son
sus servicios y funciones ambientales), proximidad (mientras más cercas se
encuentren, mayor es la interacción que determinan), área interior (mientras mayor sea
el área interior alejada de los bordes mayor será el refugio que brindan a las especies
biológicas y menores los efectos de la matriz sobre los ecosistemas naturales) y
convolución (mientras mayor sea el número de los lóbulos y protuberancias de sus
bordes mayores serán las variedades de sus paisajes y hábitats y las interacciones con
la matriz circundante).
12
Los ríos y quebradas que mantienen sus bordes naturales cubiertos de vegetación son
los mejores corredores ambientales y pueden sostener importantes hábitats de
especies silvestres en la medida que se mantengan alejados de la urbanización.
Cuando se localizan urbanizaciones en las cercanías de sus lechos, se deben introducir
franjas sucesivas de protección de las zonas riparianas que actúen como filtros
biológicos para impedir la contaminación de las aguas y los hábitats.
La contaminación de las aguas depende de la relación entre fuentes puntuales y no
puntuales. En Santiago las fuentes puntuales correspondientes al vertido de los
residuos líquidos industriales y de aguas servidas urbanas continúa siendo la principal
fuente de contaminación de las aguas, aunque su incidencia tiende a decrecer en la
medida que se concreta la instalación de plantas de tratamiento. Por el contrario, bajo
tales circunstancias, tiende a aumentar la importancia de las fuentes no puntuales,
dentro de las cuales se encuentran los mayores aportes de nutrientes y fertilizantes
provenientes de las áreas agrícolas y forestales que utilizan grandes cantidades de
fertilizantes y pesticidas, y los crecientes aportes de grasas, aceites y sedimentos
contaminados, provenientes de las superficies urbanizadas.
La urbanización provoca la contaminación de las aguas, dependiendo de la densidad
residencial, de los usos del suelo y de la densidad de tráfico. En consecuencia, si se
desea que determinadas cuencas y subcuencas contribuyan a la salud ambiental de los
cuerpos de agua, es necesario que se evite su urbanización.
En definitiva, la urbanización de las cuencas es un factor mayor de perturbación
ambiental, que altera los climas locales, los componentes del ciclo hidrológico, la
biodiversidad y la calidad ambiental general del paisaje. Consecuentemente, se debiera
evitar la urbanización de las áreas que desempeñan funciones ambientales
significativas mediante usos del suelo alternativos a la urbanización.
Existe la tendencia a suponer que los territorios que no son declarados como reserva
ecológica no cumplen funciones o prestan servicios ambientales significativos. Las
áreas vegetadas, sean en forma natural o cultivada, mitigan las islas de calor, humedad
y ventilación, aseguran la infiltración, controlan el escurrimiento y la erosión y actúan
eficazmente como corredores y parches vegetales.
La urbanización es la perturbación ambiental más drástica, rápida e irreversible que
puede enfrentar el paisaje natural, por lo cual sólo debe proceder sobre los territorios
que presentan una amplia capacidad de resilencia, es decir, una alta tolerancia de sus
componentes naturales, que les impide ser alterados definitivamente en la medida que
la presión urbana sea controlada y no exceda su capacidad de carga. Las cuencas del
piedemonte de Santiago se encuentran entre las áreas sensitivas cuya urbanización
debiera ser evitada o restringida, considerando que el estado general ambiental de la
ciudad exige que sus área periféricas aporten a la descontaminación del ambiente antes
que al agravamiento de las condiciones actuales y futuras.
Las áreas que han sido destinadas a la preservación ecológica y ambiental requieren
en sus alrededores de buffers de amortiguación de las presiones más fuertes, como la
13
urbana, para lo cual las áreas vegetadas, cultivadas o forestadas, pueden ser de
trascendental importancia. La selección de las cuencas que pueden ser urbanizadas
exige una cuidadosa evaluación de las condiciones naturales y de los impactos de la
urbanización sobre los ecosistemas sensibles que puedan contener. Desde luego que
son situaciones muy distintas, la existencia de una cuenca que aún conserva
importantes cubiertas vegetadas respecto a una que por sus condiciones de aridez o
urbanización ya las ha perdido. O bien una cuenca que actúa como eficaz corredor
entre parches de alto valor ecológico o paisajístico, en comparación a una cuenca
aislada o desconectada de las fuentes de biodiversidad, agua o aire limpios. Una
cuenca que mantiene parte de sus estructuras y formas naturales manifestada a través
del número, superficie, conectividad y convolución de sus parches y corredores
vegetales es de mucho mayor valor de conservación que una cuenca deforestada,
fragmentada y erosionada. En este sentido no es un argumento válido asegurar que se
debiera autorizar la urbanización de una cuenca o subcuenca aludiendo al hecho de
que ello haya ocurrido con anterioridad. Tampoco es suficiente el contar con las
modificaciones en los planes reguladores, como sucede con la reciente proposición de
liberar 90.000 Hás a la eventual ocupación urbana en la Cuenca de Santiago. Para
ello se deberá evaluar detalladamente la sensibilidad ambiental de las eventuales áreas
de urbanización y se deberán considerar en las condicionantes no sólo las que resultan
de incorporar los costos de la urbanización y el equipamiento, sino que esencialmente
las condicionantes que derivan de incluir los costos y servicios ambientales y
ecológicos.
En la medida que las demandas ambientales de la población de las áreas urbanas
metropolitanas aumenten como consecuencia del aumento de la calidad de vida, será
más notable la escasez de las cuencas de alto valor ecológico y ambiental que deben
ser conservadas como acción efectiva de la política pública.
La política pública debe asegurar la calidad de vida y para ello, la calidad ambiental que
requiere la totalidad de la sociedad que ocupa los territorios de las cuencas, respetando
la comunalidad de los servicios ambientales tales como el rol de las formaciones
vegetales en la generación de aire limpio, la protección que ejercen las cubiertas
vegetadas frente a los riesgos naturales como inundaciones y remoción en masa, la
protección de los suelos y el control de los procesos de erosión y las funciones que
aseguran la biodiversidad, como uno de los componentes fundamentales de la
heterogeneidad y diversidad territorial, sin duda uno de los principios más valiosos a la
hora de evaluar la calidad ambiental de una cuenca o de una ciudad.
3.2 Crecimiento de la ciudad
Como es sabido, Chile ha implementado por cerca de treinta años un modelo de
desarrollo económico que se basa en la explotación y exportación intensiva de los
recursos naturales, en un sistema abierto a la competencia internacional y
prácticamente sin intervención del Estado en la regulación de la localización y
funcionamiento de los mercados regionales. Aún a nivel urbano, si bien persisten
instrumentos de regulación territorial para asignar los usos del suelo, zonificar las
14
ciudades y controlar las densidades de construcciones, lo cierto en que dichos Planes
Reguladores Metropolitanos, Intercomunales y Comunales,
se encuentran
normalmente obsoletos o han sido objeto de tantas modificaciones, presionados por el
crecimiento y transformación de las ciudades, que resultan irreconocibles, además de
contradictorios.
La planificación normativa de los territorios urbanos ha sido reemplazada en la práctica
por decisiones de localización especialmente basadas en racionalidades económicas
privadas, por decisiones adoptadas en los centros de poder nacionales y extranjeros
que controlan la globalización, y en consecuencia, que no consideran los objetivos
sociales y medio ambientales que serían necesarios de tener en cuenta, junto a la
participación ciudadana, para elaborar propuestas sustentables (Stadel, 2001).
Como consecuencia de la aplicación de los principios neoliberales en todos los ámbitos
de la vida nacional, la más reciente discusión urbana en Chile dice relación con el
intento de las autoridades ministeriales de abandonar la totalidad de las restricciones al
crecimiento urbano representadas por los planes reguladores y su reemplazo por las
llamadas Zonas de Desarrollo Urbano Condicionado (ZODUC). Bajo esta fórmula y con
el fin declarado de facilitar las inversiones y combatir el desempleo, sería posible
desarrollar asentamientos consolidados en cualquier territorio no urbano, en la medida
que sus superficies sean mayores que 300 Há y que los proponentes de los proyectos
inmobiliarios asuman la totalidad de las externalidades económicas, tales como
equipamientos comunitarios, construcción de infraestructuras, plantas de tratamiento de
desechos y colectores de aguas lluvias. Adicionalmente, se ha propuesto que las
superficies originalmente destinadas a áreas verdes por los planes reguladores, que se
ubican al interior de los límites urbanos y que por razones esencialmente económicas,
no han sido implementadas a la fecha, podrán ser desafectadas por la autoridad
ministerial y urbanizadas en un porcentaje variable, entre 10 y 20% cuando
correspondan a espacios públicos o privados, respectivamente. Para ello será
necesario que los proponentes de los proyectos se hagan cargo de la implementación y
mantención de las áreas verdes del resto de los terrenos desafectados, así como de la
compensación de la superficie construida por un área equivalente ubicada en otro lugar
de la ciudad.
Ambos tipos de propuestas señalan la crisis de las políticas públicas urbanas,
incapaces de confrontar los intereses privados con el bien común y la justicia social,
dejando de lado la preocupación por la salud del medio ambiente de las ciudades,
concentrándose sólo en resolver las externalidades de las construcciones. No se ha
comprendido ni generalizado el reconocimiento y protección de los servicios
ambientales que ofrece la naturaleza –expresados en áreas agrícolas, forestales y
remanentes naturales- , cuya destrucción resulta ser una perturbación irreversible que
afecta la calidad de vida de las ciudades (Romero y Ordenes, 2002).
Cualquiera sea el caso, resulta evidente que los argumentos hasta ahora utilizados para
proteger las áreas verdes al interior y alrededor de las ciudades, y para justificar su
salvaguarda teórica en los planes reguladores, han fracasado, y que las regulaciones
no han sido socialmente compartidas ni asumidas, permaneciendo como obligaciones
15
formales permanentemente violadas y en el caso de las áreas verdes urbanas, jamás
implementadas por los servicios públicos. De esta forma existen medio ambientes
estrictamente dependientes de los niveles de ingreso de los residentes y sus
municipios, y por ello, enormemente diferenciados socialmente entre aquellos que
pueden diseñar, construir y mantener las áreas verdes como tales, y aquellos que se
cubren de “áreas café” ante las imposibilidades económicas de hacerlo,
transformándose en sitios eriazos y suelos desnudos, vertederos ilegales de residuos
domiciliarios y de la construcción, núcleos de contaminación y centros de inseguridad
ciudadana .
En consecuencia es el momento propicio para que se generen nuevos instrumentos de
planificación y gestión ambiental para los espacios urbanos y debido a ello, para
introducir, desarrollar y aplicar conceptos, métodos y argumentos propios de la Ecología
de Paisajes.
Las más recientes mediciones indican que la Ciudad de Santiago agregó a sus 50.000
hás de superficie urbanizada algo más de 12.000 hás en la última década, y que
debería adicionar otras 35 o 40.000 hás en los próximos 25 años, lo que excedería con
creces las 10.000 hás que restarían para alcanzar el límite urbano establecido por el
Plan Regulador Metropolitano sólo en 1994. Las autoridades del sector y los
investigadores coinciden en que estas tasas se crecimiento son irreversibles, y que, en
consecuencia, el dilema no es sí crecer o no, sino disminuir los efectos adversos de
dicho crecimiento sobre la calidad de vida de la población.
La Ciudad de Santiago, como es sabido, presenta, inadecuadas y difíciles condiciones
ambientales, cuyo agravamiento se relaciona directamente con su crecimiento espacial.
Al aumentar el tamaño de la ciudad, se produce automáticamente el incremento de las
distancias recorridas entre los hogares y los centros de trabajo y servicios, lo que
explica el aumento del parque automotriz y de la locomoción colectiva, y con ello de las
emisiones de contaminantes atmosféricos, en circunstancias que la atmósfera de
Santiago fue declarada como Zona Saturada en 1996. De no mediar acciones exitosas
sobre el control, integridad y calidad del transporte público, seguramente la ciudad
continuará aumentado las fuentes móviles de contaminación y a través de ello,
empeorando la calidad del aire. Por otro lado, las inundaciones asociadas a la
ocurrencia de lluvias intensas del presente año afectaron a amplios sectores de la
población y la industria, localizados en terrenos vulnerables a este tipo de riesgo y que
habían sido ocupados recientemente como parte del rápido proceso de crecimiento
mencionado.
Las superficies disponibles para ser urbanizadas han correspondido a terrenos
cubiertos con cultivos agrícolas, humedales, remanentes de vegetación natural o
plantada y mayoritariamente, suelos desnudos bajo especulación urbana.
Si bien
dichos usos alternativos del suelo no pueden competir económicamente con el elevado
precio que alcanzan los terrenos al ser urbanizados, muchos de ellos prestan servicios
ambientales a la ciudad cuya adecuada evaluación debiera de ocurrir antes de autorizar
su cambio de uso.
16
No existe en la literatura un consenso respecto a la definición de servicios ambientales.
Parece ser necesario distinguir entre servicios, funciones y bienes ambientales. Los
bienes ambientales corresponderían a productos de la naturaleza que pueden ser
directamente aprovechados por los hombres, tales como la madera. Las funciones
ambientales serían los procesos de la naturaleza que pueden ser posiblemente usados
por el hombre. Por último, los servicios ambientales serían los usos posibles o
potenciales que hace la sociedad, de las funciones ambientales, entre las cuales se
encuentran la generación y mantenimiento de los flujos e interacciones entre sus
componentes abióticos y bióticos: energía, materia, momento e informaciones.
Dichos procesos ambientales están destinados en primer lugar a asegurar el
funcionamiento de los ecosistemas y a través de ello, a proteger y mejorar las
condiciones ambientales de la naturaleza, las que, a su vez, se encuentran en la base
de la calidad de vida de las sociedades humanas.
Desde el punto de vista de la economía ambiental, correspondería que los servicios
ambientales formaran parte de la Valorización Total de los recursos y por ello, que al
evaluarlos no sólo se consideraran sus valores de uso directos e indirectos, sino que
también los valores opcionales y de existencia, que se vinculan específicamente con la
equidad intergeneracional y la sustentabilidad, es decir, con las posibilidades de que las
generaciones futuras dispongan de opciones reales para asignar estos recursos a usos
alternativos a los actuales, que han mantenido su calidad intrínseca a través del tiempo.
De esta forma, el crecimiento de la ciudad de Santiago ilustra el tipo de problemas que
debe plantearse la Evaluación Ambiental Estratégica (EAE), instrumento de gestión y
planificación ambiental no considerado aún en la legislación del país. En efecto, se trata
de problemas que surgen de estimaciones y tendencias de evolución futura, pero que
se plantean para escenarios esencialmente desconocidos e inciertos, frente a los cuales
sólo cabe considerar diversas alternativas de solución, sobre la base del principio
precautorio, que señala que aún ante la incertidumbre debe imperar la conservación de
los recursos. Dichas soluciones representan necesariamente ciertas opciones, entre las
cuales destacan aquellas que consideran que las políticas, planes y programas urbanoregionales, deben inspirarse en los objetivos del desarrollo sustentable: crecimiento
económico, equidad social y protección del medio ambiente, para asegurar que las
futuras generaciones dispongan de las mismas opciones de decisión que las actuales
respecto al desarrollo de las ciudades y regiones.
Es evidente que ello resulta más complejo en el caso de las transformaciones
ambientales ligadas al crecimiento urbano, puesto que la ciudad implica una
perturbación gigantesca sobre las condiciones naturales de los ecosistemas y su
reemplazo por situaciones difícilmente reversibles en el futuro, lo que no hace sino
aumentar las precauciones con que deben adoptarse las decisiones actuales.
Por otro lado, la EAE trabaja sobre la base de los efectos ambientales acumulativos de
las intervenciones sociales y en horizontes de plazos medianos y largos, lo que permite
considerar en forma adecuada a las transformaciones globales que provocan el
desarrollo de la ciudad sobre los sistemas ambientales naturales y sociales, en
17
horizontes temporales y espaciales equivalentes a los que proponen los planes
reguladores territoriales, que por su naturaleza deben ser entendidos también como
estratégicos.
Entre los servicios ambientales que requieren ser evaluados territorialmente se
encuentran los que cumplen las áreas vegetadas, naturales o agrícolas, entre los que
se hallan en primer lugar, sus aportes al ciclo hidrológico. Las áreas verdes localizadas
al interior o alrededor de la ciudad disminuyen el escurrimiento superficial de las aguas
lluvias, mitigan en consecuencia las inundaciones y facilitan la recarga de los acuíferos
mediante la infiltración superficial y subterránea. Dichas acciones no sólo regulan las
crecidas e inundaciones que siguen a los flujos de tormenta, sino que aseguran la
disponibilidad de recursos hídricos en los largos períodos de sequía estacionales y
anuales, cuando los flujos dependen de las aguas almacenadas en el subsuelo. El
mantener la capacidad de almacenaje de las aguas en el subsuelo se ha tornado tanto
más crítico en la medida que disminuyen las nieves y glaciares de la cordillera debido al
afecto invernadero y aumentan las incertidumbre climáticas debido a los cambios
globales. Las cubiertas vegetales, cumplen un segundo gran conjunto de servicios
ambientales al filtrar mediante la retención en sus hojas las partículas en suspensión en
la atmósfera que son el principal contaminante en Santiago, así como al reciclar
contaminantes atmosféricos, como sucede con la sustracción de carbono. Las cubiertas
vegetales, sin importar su origen natural o cultivada, regulan las temperaturas y la
humedad atmosféricas. Mediante las sombras y el proceso de evapotranspiración
sustraen una parte importante del calor generado y acumulado en las ciudades, que
origina la formación de islas y archipiélagos de calor, que no sólo aumentan el stress
ambiental de las ciudades sino que además, facilitan la convergencia de las plumas de
contaminación hacia los sectores más cálidos, normalmente el centro de las ciudades.
Al generar islas frías, la vegetación asegura la heterogeneidad térmica de las ciudades
y con ello la ventilación de la atmósfera, al permitir el desarrollo de brisas locales que
compensan las diferencias térmicas. La vegetación contribuye además a disminuir
substancialmente los ruidos generados por las fábricas y especialmente por la
circulación vehicular, que genera la contaminación acústica de amplios sectores
urbanos.
Consecuentemente, la decisión de optar por un crecimiento urbano extendido y
disperso, cubriendo con carreteras, centros comerciales, residencias y fábricas las
cubiertas vegetadas, tiene amplios, profundos e irreversibles efectos ambientales, que
deben ser evaluados detalladamente en términos de costos no exclusivamente
económicos. La generación de hábitats urbanos que se comportan como islas de calor,
humedad y ventilación, causa profundos impactos negativos sobre la salud de los
ecosistemas y sobre la salud física y mental de los habitantes, cuyo deterioro se debe
entender como el problema ambiental más relevante que enfrentan sociedades
altamente urbanizadas como la chilena.
El intento posterior de revertir la
"desertificación" urbana causada por el desaprensiva crecimiento de las ciudades,
proceso que afecta a la mayoría de los sectores urbanos de ciudades como Santiago en especial a los sectores de menores ingresos- se enfrenta en primer lugar con
problemas de costos económicos, dado los elevados precios que implica repoblar y
mantener con vegetación los sitios eriazos (se habla de cinco millones de pesos
18
anuales por hectárea en Santiago) , muchos de los cuales son presentados como
supuestas áreas verdes por los planes reguladores. Si a ello se suman los costos
ecológicos asociados a la plantación y mantención de áreas verdes (suelos, riego,
fertilizantes y plaguicidas), se comprende la imposibilidad de restaurar los hábitats al
nivel de biomasa, productividad vegetal y biodiversidad que poseían previamente en
forma natural. Con ello se torna muy dudosa la decisión de haber arrasado parches y
corredores de vegetación remanente de los bordes de las ciudades.
La biodiversidad urbana se relaciona directamente con la calidad de vida en las
ciudades. El país ha firmado compromisos destinados a su conservación, como
también lo ha hecho respecto al combate de los cambios climáticos y la desertificación,
procesos que, como se ha indicado, alcanzan su máxima expresión en las ciudades.
Desde luego que no es posible asimilar el concepto de biodiversidad urbana al de
biodiversidad natural de las especies, considerando que la transformación del paisaje
ha sido brutal e irreversible. Las ciudades presentan una escasa riqueza biológica y la
flora y fauna que en ella existe es mayoritariamente introducida y simplificada al
máximo. Por ello, es necesario interpretar la biodiversidad como diversidad de
hábitats, y, por lo tanto, de áreas proveedoras de servicios y funciones ambientales
fundamentales para la calidad de vida urbana.
La Ecología de Paisajes es una de las herramientas metodológicas mejor desarrolladas
para enfrentar los estudios de la vegetación en el espacio. Las unidades espaciales
básicas para la distribución de la vegetación, corresponden a los parches o porciones
de la superficie terrestre cubiertas por ella. La anexión espacial de los parches origina
los corredores y la suma de parches y corredores corresponde al mosaico de paisajes.
Dicho mosaico interactúa con una matriz de fondo, que a escala de la ciudad consiste
en las condiciones ambientales urbanas propiamente tales.
Si bien existen numerosos atributos espaciales que permiten evaluar los efectos
ambientales positivos de la presencia de parches y corredores vegetales al interior de la
ciudad (número, superficie, proximidad, área interior, convolución, etc.), en este análisis
sólo se ha considerado su número y superficie, y por ello tamaño. La reducción del
tamaño de los parches y corredores, aunque aumente el número de los mismos,
implica una fragmentación espacial que repercute por lo general, en forma negativa
sobre las condiciones ambientales de la ciudad, en especial en términos de servicios
ambientales y biodiversidad.
Mientras mayor sea el número y tamaño (superficie o área) de los parches, mayor será
la cantidad y diversidad de las especies biológicas y mayor la cantidad y calidad de los
servicios ambientales que presten al funcionamiento de la matriz urbana. El tamaño del
parche es el atributo de mayor importancia ecológica (Sukkop, 1991; Dramstad et al.,
1996; Forman, 1997). Los parches de tamaño grande protegen la calidad de los
acuíferos y del agua, conectan las especies y flujos de bajo orden, son hábitat para
sustentar las poblaciones interiores y fuente de especies y servicios ambientales, así
como amortiguadores contra la extinción de éstos durante el desarrollo de los cambios y
las perturbaciones. Los parches pequeños, si bien no cumplen las mismas funciones
que lios grandes, son eficaces hábitat, fuentes y escalones para la dispersión de las
19
especies y los flujos a través de la matriz urbana. Se trata de hábitats que protegen en
forma dispersa a especies raras, y alojan especies que requieren parches pequeños
para sobrevivir o que están adaptadas a los bordes.
Existe una relación directa entre el tamaño de los parches, la riqueza de las especies y
las funciones ambientales, las que corresponden en este caso a los “servicios
interiores”. En los parches pequeños estas funciones son reemplazadas por los
“servicios de borde”. En el caso de las especies de borde se trata de aquellas que
permanecen cerca del perímetro de un elemento del paisaje, por ejemplo las aves
depredadoras que establecen patrones lineales de caza y se abastecen desde el
exterior. Las especies interiores son aquellas que se mantienen alejadas del perímetro,
ocupando el área del centro de los parches y que son las más vulnerables ante las
perturbaciones externas provenientes de la matriz urbana.
La localización relativa de los parches respecto a la matriz, determinará las funciones
de corredores, escalones o fuentes que cumplan en términos de flujos de materia,
energía e información, tales como especies biológicas, aire, agua y sedimentos.
La remoción de parches causa la pérdida de los hábitats y con ello de las especies
biológicas y de los servicios ambientales que ofrecen a la ciudad: islas de aire frío y
generación de brisas locales que diluyen la contaminación atmosférica, filtros biológicos
que controlan la contaminación del aire, agua y suelos; infiltración de las aguas lluvias
y recarga de los acuíferos, protección del suelo ante la erosión y de los riesgos de
inundación, etc.
A lo menos dos grandes parches son necesarios para mantener la diversidad y riqueza
de las especies, pero el número mínimo dependerá de su calidad ambiental y capacidad
de sostener la riqueza biológica. Los grandes parches de vegetación natural son las
únicas estructuras del paisaje que protegen los acuíferos e interconectan las redes de
cauces fluviales, generan flujos limpios de aire y agua, protegen el suelo, sostienen
poblaciones viables de especies interiores y proveen de hábitat centrales y coberturas
de escape para los vertebrados de más amplio rango de residencia, y permiten
regímenes de perturbaciones cercanos a lo natural (Dramstad et al., 1996).
Los bordes corresponden a la porción exterior de los parches que separan las
condiciones existentes al interior y fuera de ellos. El efecto de borde incluye al conjunto
de condiciones que difieren del interior y exterior de los parches. El que los bordes sean
rectilíneos o curvilíneos influye también en las interacciones con el exterior y por ello en
la calidad y cantidad de los servicios ambientales que prestan los parches.
Mientras mayor sea la superficie de los parches, se desarrollará una área interior más
amplia, donde podrán generarse y conservarse mejor los servicios ambientales y las
especies biológicas. Al fragmentarse los parches en unidades de menor superficie
disminuirán las funciones propias del interior y aumentarán los efectos de borde.
La mayoría de los bordes corresponden a límites naturales y son curvilíneos, complejos
y blandos, mientras que los impuestos por la sociedad tienden a ser rectos, simples y
20
duros. Un borde recto canaliza los flujos a lo largo, mientras que uno curvilíneo
favorece los movimientos a través de él. Un parche de bordes convoluído tendrá una
mayor proporción de hábitats, especies y funciones de borde disminuyendo las
funciones de las áreas interiores, tales como conservación de especies y generación de
aire limpio. Mientras mas convolucionada sea la forma de un parche, y por lo tanto
mayor el número de lóbulos, mayores serán también las interacciones, positivas o
negativas, entre los parches y la matriz de su alrededor.
3.3 Efectos de la urbanización
La presente sección analiza las pérdidas de servicios ambientales causados por el
crecimiento urbano de Santiago ocurrido entre 1989 y 2001, mediante el examen de
secuencias de imágenes satelitales procesadas en sistemas de información geográfica.
Entre los rasgos evaluados se encuentran la generación de islas de calor y pérdida de
islas frías, homogeneización de las cubiertas superficiales y pérdida de la
heterogeneidad y diversidad de los paisajes, desecación de los suelos, disminución de
biomasa y productividad vegetal, fragmentación de hábitats e interrupción de corredores
de biodiversidad.
La figura 3 permite observar que en la ciudad de Santiago se han agregado 13.014,63
Hás a la mancha urbana continua, sólo entre 1989 y 2001 (Tabla 1), mediante diversos
procesos espaciales, tales como la acreción de áreas rurales a los bordes de los límites
previos de la ciudad, especialmente en los sectores oriente (piedemonte de la cordillera
andina), relleno de espacios rurales que se mantenían como intrusiones agrícolas en el
espacio urbano, como ha sucedido hacia el Sur, al unirse Santiago con Puente Alto, y a
lo largo de ejes viales como ha ocurrido en la Carretera Panamericana Sur, y hacia el
Poniente, a lo largo de los ejes representados por el camino a Melipilla, Av. Pajaritos y
Ruta 68 a Valparaíso. Hacia el Norte, el crecimiento se ha establecido a lo largo de
buffers en torno a la Carretera Panamericana y Circunvalación Américo Vespucio.
Año
Superficie (Há)
1989
41,059.26
2001
54,073.89
Avance
13,014.63
Tabla 1. Crecimiento de la mancha urbana continua de Santiago entre 1989 y 2001
El crecimiento del espacio continuo de la ciudad (es decir, exceptuando las parcelas de
agrado ubicadas aisladamente en las áreas rurales) sugiere los límites que tendría la
ciudad en el futuro, reafirmando la existencia de una segunda orbital paralela a Américo
Vespucio que dará cuenta del relleno intersticial de los espacios remanentes de
superficies agrícolas y naturales existentes en especial entre San Bernardo y Puente
Alto y entre éstas ciudades y la carreteras Panamericana Sur. Otro tanto sucederá con
los espacios remanentes ubicados entre las rutas 78, 68 y Panamericana Norte. Por
21
otro lado, los corredores urbanos de mayor vigorosidad se aprecian a lo largo de la
Carretera Panamericana Norte y del estero Colina.
El río Maipo se ha estructurado hasta ahora como una eficaz barrera natural para frenar
el crecimiento de la mancha urbana hacia las tierras agrícolas del sur de la cuenca,
donde se ubica Pirque.
Para organismos como el Colegio de Arquitectos, este proceso de crecimiento espacial
es totalmente infundado, puesto que existen 3.000 Hás disponibles al interior de la
ciudad que cuentan con infraestructura óptima de urbanización, mientras que otras
10.000 Hás, que se encuentran "erróneamente" según ellos, clasificadas como de
preservación ecológica al interior de los límites urbanos, podrían ser objeto de
urbanización, todo lo cual tornaría inviable continuar con el crecimiento hacia afuera.
3.3.1 Efectos del crecimiento de la ciudad sobre la biomasa:
La expansión urbana de los últimos años ha afectado severamente a 2.679,75 Hás.
(tabla 2), que concentraban biomasa alta y muy alta (fig.4), que existían en el sector
Norponiente, en torno a la Circunvalación Américo Vespucio; en el sector Nororiente en
las cercanías del estero Las Hualtatas; en el área intersticial de Maipú, ubicada entre
las rutas 68 y 78, y finalmente, en los sectores comprendidos en La Pintana y entre
Puente Alto y La Florida.
Categorías
Superficie (Há)
Concentración mínima 26.19
Concentración baja
799.29
Concentración media
9,670.05
Concentración alta
1,992.69
Concentración máxima 705.06
Tabla 2. Areas de pérdida de biomasa por niveles de concentración en Santiago entre
1989 y 2001
Como se aprecia, la pérdida de biomasa se puede considerar como uno de los
principales efectos adversos del actual proceso de urbanización de Santiago. Ello
obliga a conservar las áreas remanentes y en especial las que poseen altos valores de
productividad biológica, como es el caso de ríos y quebradas que descienden por el
piedemonte.
3.3.2 Pérdida de suelos con capacidad de uso agrícola
Durante los 12 años recientes analizados, 6.308 Hás. de suelos con capacidad óptima
de uso agrícola (clases I, II y III) han sido cubiertos por la urbanización (tabla 3). La
pérdida más relevante de suelos de la más alta calidad, es la que ha ocurrido entre las
rutas 68 y 78 en el sector de Maipú (Fig.5), que ha afectado casi exclusivamente, a
22
suelos caracterizados por pendientes planas, gran profundidad, excelente contenido
orgánico y adecuado drenaje. Debido a dichas características, la pérdida de estos
suelos de primera categoría mundial no sólo daña el patrimonio agrícola sino que
además elimina sus significativos servicios ambientales, en especial sobre el sistema
hídrico, atmosférico y biogeográfico.
Categorías
Superficie (Há)
Clase I
1,618.92
Clase II
2,027.16
Clase III
2,661.93
Clase IV
255.69
Clase VI
405.54
Clase VII
238.77
Clase VIII
292.68
Tabla 3. Areas de suelos, según capacidad de uso, cubiertas por la expansión urbana
de Santiago entre 1989 y 2001
La expansión urbana que ha ocurrido en las comunas de Cerrillos, Maipú, La Florida y
Puente Alto, ha eliminado también importantes áreas de suelos de clase II y III, cuyo
valor agrícola y servicios ambientales son igualmente considerables. La expansión
urbana hacia el Norte es la que se sitúa en los suelos de menor calidad agrícola y en
algunos casos sobre clases de capacidad de uso superiores a V, lo que exigiría evaluar
sus efectos sobre la naturaleza propiamente tal.
Es importante detener este proceso de degradación ambiental. Todos los países
protegen sus suelos de valor agrícola, por lo que resulta impresentable pretender
ocupar grandes extensiones de interés silvoagropecuario por urbanizaciones.
3.3.3 Pérdidas de humedales:
La pérdida de áreas con suelos con alto contenido de humedad ha ocurrido
especialmente a lo largo de la Carretera Panamericana Norte y en sector del estero
Colina (Fig. 6 y Tabla 4), aunque algunos parches pueden ser observados también en
Pudahuel, La Florida, La Pintana y Maipú.
Categorías
Superficie (Há)
Contenido mínimo
8.01
Contenido bajo
429.30
Contenido medio
11,233.89
Contenido alto
1,322.46
Contenido máximo
199.62
Tabla 4. Pérdidas de áreas con mayor concentración de humedales: 1,522.08 Hás.
23
La pérdida de 1.522 Hás de humedales en los años recientes no sólo altera a fases
significativas del ciclo hidrológico, tales como la evapotranspiración y el escurrimiento,
sino que, fundamentalmente significa perturbar ecosistemas que son muy relevantes en
particular cuando se trata de pasajes áridos y semi-áridos. Por razones hidrológicas,
ecológicas y ambientales los humedales deben ser objeto de protección bajo alguna
categoría de conservación, así como de especiales prácticas de gestión cuando deben
ser intervenidos. El mantenimiento de los humedales no depende sólo del cuerpo de
agua en sí mismo sino que de la salud ambiental de la cuenca o subcuenca que lo
sostiene. Las áreas ambientalmente más sensibles se localizan preferentemente en las
cercanías de los cauces fluviales o bien en depresiones inundadas por éstos.
3.3.4. Pérdidas de zonas de mayor productividad vegetal
Categorías
Superficie (Há)
Extremo bajo
1.62
Bajo
547.11
Levemente bajo
5,004.18
Levemente alto
4,332.06
Alto
2,507.49
Extremo alto
800.82
Tabla 5. Areas de pérdidas de mayor productividad biológica: 7,640.37 Hás.
La pérdida de 7.640 Hás de alta productividad biológica y de verdor en la ciudad ha sido
realmente muy significativa (Fig. 7 y Tabla 5) y afecta prácticamente a todas las áreas
de expansión urbana, aunque por su extensión es particularmente grave en los sectores
Nor y Sur Poniente, al sur de la ruta 68 y en el sector Nororiente, en Lo Barnechea.
La pérdida de áreas verdes tiene profundos efectos ambientales y se contrapone con
las declaraciones y objetivos de los planes de descontaminación, obligando a proteger
las áreas que aun conservan vegetación.
3.3.5. Variaciones térmicas 1989 - 2001
La desecación de los suelos, la pérdida de biomasa y esencialmente el
desaparecimiento de las áreas verdes explicaría la elevación de las temperaturas de
emisión que presentan 6.485 Hás (Tabla 6) de la ciudad de Santiago y que llega a
superar los 4ºC en parches específicos tales como la urbanización de la Viña Cousiño
Macul (Fig. 8) , y a elevar en a lo menos 2ºC casi todos los sectores de expansión
urbana reciente. Los efectos ambientales respecto al stress térmico en la ciudad, la
convergencia de plumas de contaminación hacia los diversos sectores de cambio
térmico y de las plumas de calor sobre los ecosistemas naturales, requieren ser
estudiados con profundidad, pero es de destacar que los cambios de las temperaturas
de emisión superan en mucho las mayores estimaciones asociadas al Cambio Climático
Global y focalizan en las ciudades importantes fuentes del problema.
24
Variación Térmica
Superficie Afectada (Hás,)
Disminución térmica mayor a 4°C
1.98
Disminución térmica de entre 2 a 4°C
10.08
Disminución térmica menor a 2°C
40.23
Temperaturas estables (variaciones menores a 2°C)
662.49
Aumento térmico menor a 2°C
5,993.37
Aumento térmico de entre 2 a 4°C
5,140.71
Aumento térmico mayor a 4°C
1,344.42
Tabla 6. Cambios de temperatura de emisión entre 1989 y 2001.
3.3.6. Parches y corredores ecológicos:
La figura 9 presenta los 1667 polígonos formados por parches y corredores vegetales
que existían en la ciudad de Santiago en 1989, ocupando 818, 37 Hás dentro de sus
límites. Como se aprecia en la tabla 7, el año 2001 la superficie ocupada por éstos
había disminuido ligeramente a 737,28 Hás pero lo más significativo era que los
polígonos habían aumentado de 1667 a 3849, lo que implica una substancial
fragmentación de los mismos.
Categorías
Superficie (Hás)
N° Polígonos
Parches y corredores existentes dentro del límite
818.37
1667
urbano en 1989
Parches y Corredores mantenidos el año 2001
737.28
3849
dentro del límite urbano de 1989
Parches y corredores existentes dentro del límite
1556.19
5611
urbano en 2001
Parches y corredores que existirían el año 2001
si no hubiesen sido eliminados por la expansión 4090.50
3498
urbana
Tabla 7. Número y superficie ocupados por parches y corredores vegetales en 1989 y
2001 en Santiago
.
La figura 10 presenta el total de parches y corredores vegetales existentes dentro de la
ciudad el año 2001, una vez que se agregaron 13.014 Hás al espacio construido.
Como se aprecia el número de polígonos aumentó significativamente y la superficie se
duplicó. Sin embargo esta última cifra debe ser contrastada con los parches y
corredores que existirían en caso de que la ciudad no se hubiera expandido en la forma
que lo hizo. En este caso hipotético los polígonos serían menos, indicando la
compactación de las áreas verdes, y las superficies excederían las 4.000 Hás. Como
se ha indicado, la superficie real sólo alcanzó a 1.556 Hás, después del proceso de
expansión de la ciudad.
25
4. Desarrollo sustentable de las ciudades intermedias
En Chile, como en la mayoría de los países latinoamericanos, las ciudades intermedias
se han constituido en alternativas para la localización de la población y las actividades
económicas frente a las metrópolis y grandes ciudades de la región, debido a la
degradación de las condiciones económicas, sociales y ambientales de estas últimas, a
las oportunidades de inversión existentes en otras áreas y a las posibilidades abiertas
por los modernos sistemas de comunicaciones para instalarse en áreas remotas.
De esta forma, en prácticamente todos los países latinoamericanos, son las ciudades
intermedias las que alcanzaron las más altas tasas de crecimiento demográfico durante
las últimas décadas (Rodríguez y Villa, 1998) . Numerosas actividades económicas se
han trasladado hacia las ciudades de tamaño medio que rodean las metrópolis,
impulsadas por la revolución de los medios de transporte y comunicaciones, mientras
que las empresas transnacionales y nacionales dedicadas a la exportación de materias
primas o productos industriales semielaborados han construido instalaciones y
adquieren numerosos insumos en las ciudades principales de sus áreas de producción.
Al mismo tiempo, la necesidad de aumentar crecientemente los mercados globales de
bienes y servicios, las han incorporado rápidamente en sus redes de consumidores. A
lo menos en Chile, es posible encontrar en todas las ciudades intermedias sucursales
de las redes nacionales de supermercados, tiendas por departamento, farmacias,
bancos, compañías de seguros, clínicas hospitalarias, etc., junto con conexión a las
redes de telefonía celular, televisión por cable, satélite e internet. La presencia de un
mall o shopping center ha llegado a constituirse en el principal símbolo de modernidad y
progreso para la ciudad intermedia.
Desde luego que no se trata de considerar como ciudades intermedias sólo a aquellas
cuya población se encuentra entre determinados umbrales cuantitativos de población,
sino que por el contrario, seleccionar aquellas ciudades que presentando una población
mucho menor que las grandes metrópolis, y superior a las ciudades pequeñas de las
jerarquías nacionales, ejercen un conjunto de funciones de intermediación entre las
capitales globales y los hinterlands subregionales (Mertins, 2001a y 2001b). El
desarrollo sustentable de las ciudades intermedias es fundamental para difundir y
aterrizar los beneficios de la globalización a escala nacional y regional (Azócar et al.,
2003; Boissier, 2001; Mertins, 2001, Stadel, 2001, Sassen, 1998).
Sin embargo, a pesar de su importancia creciente, no se conoce adecuadamente el
estado del medio ambiente de estas ciudades, debido a que normalmente las
observaciones, análisis y evaluaciones de estos problemas se concentran en las
grandes ciudades o en las áreas mayormente impactadas por los megaproyectos de
inversión. Con el fin de evaluar la situación ambiental de las ciudades intermedias y
operacionalizar sus objetivos de sustentabilidad para el desarrollo, se ha investigado la
dinámica y estado de cuatro ciudades intermedias chilenas: Quillota y Chillán,
localizadas en las cuencas mediterráneas centrales, y Los Angeles y Temuco, ubicadas
26
en el sector templado austral, fuertemente impactadas por el desarrollo de las
actividades de exportación agrícola, forestal e industrial del país.
Las ciudades intermedias se han transformado en áreas de interés prioritario para los
inversionistas del sector privado y en consecuencia, sus límites, estructura y funciones
crecen y se complejizan permanentemente. Los efectos de la globalización se hacen
sentir en la presencia de barrios, sub-urbanizaciones y centros de abastecimiento y
servicios exclusivos para quienes son empresarios y profesionales de alto nivel de
especialización, empleados en las actividades globalizadas. En forma paralela, la
mayoría de la población permanece únicamente vinculada a los empleos de bajos
salarios que sirven a las empresas globales, y en las actividades orientadas al mercado
interno y a satisfacer las necesidades domésticas de bienes y servicios.
El medio ambiente urbano de las ciudades intermedias representa la dualidad básica de
sus economías, destacando los barrios de los estratos ricos y de la clase media alta,
caracterizados por ubicarse cada vez más lejos del centro, formando parte de núcleos
urbanos segregados y cerrados, donde las bajas densidades residenciales, coinciden
con extensas áreas verdes, comercios y servicios supersegmentados por sus nichos de
consumo. Los centros históricos deben realizar ingentes esfuerzos de inversión pública
para mantener su atractividad y evitar una migración mayor de sus negocios y
funciones, mientras que los barrios de los estratos pobres presentan medio ambientes
“desertificados”, carentes de equipamiento y degradados, aunque se observan grandes
diferencias entre una ciudad y otra.
De esta manera, las ciudades intermedias chilenas reproducen paulatinamente la
estructura y funcionamiento de las grandes ciudades y van dejando atrás la alta calidad
de sus ambientes naturales y los niveles de integración socio-espacial y socio-ambiental
que las caracterizaron, junto a una pérdida de identidad de sus habitantes, cada vez
más dependientes de influencias exógenas. La política pública se observa inerte ante
el progreso de la “modernidad” y los objetivos de la sustentabilidad se esfuman detrás
de la especulación por el suelo urbano, las enormes rentabilidades de las empresas
inmobiliarias, los lobbies de vendedores de automóviles, combustible, construcción de
autopistas, etc. y los tráficos de influencia de quienes han descubierto que la compra de
suelos agrícolas baratos y su transformación en suelo urbano, es el mejor de los
negocios posibles.
Debido a su tamaño menor, las ciudades intermedias no habían utilizado hasta ahora el
distanciamiento físico como principal elemento de segregación socio-cultural,
convergiendo sus habitantes en general en los edificios y espacios públicos
principalmente localizados en el centro histórico. Los rasgos del crecimiento más
reciente de las ciudades intermedias chilenas (Azócar et al, 2003 y 2002; Bordorf, 2001;
Toledo et al, 2001; Romero y Toledo, 2001; Romero et al., 2001; Rovira, 2001), indican
un importante incremento de la segregación social, aun entre barrios vecinos, un
aumento de las patologías sociales y la delincuencia y una creciente segmentación de
los servicios educacionales, sanitarios y comerciales, todo lo cual forma parte de un
inadvertido proceso de desintegración socio-ambiental.
27
En esta sección, el estado y cambios del medio ambiente de las ciudades
seleccionadas han sido analizados y clasificados mediante sistemas de información
geográfica que combinan imágenes satelitales, fotografías aéreas, planos urbanos y
mapas resultantes de encuestas aplicadas a la población, detectándose el desarrollo de
islas de calor, humedad y ventilación; pérdidas de biomasa y productividad vegetal,
reducción de la humedad del suelo, fragmentación y decrecimiento de los hábitats
biológicos y los servicios ambientales y segregación socio-espacial. Desde una
perspectiva integrada, las ciudades conforman crecientes mosaicos heterogéneos en
que las mayores diferencias de sus ambientes se encuentran en atributos que
corresponden a niveles de segregación social y ambiental.
El presente trabajo se refiere específicamente al estado y evolución de la ecología de
los paisajes urbanos. Este tipo de análisis no se ha aplicado con regularidad al interior
de las ciudades quedando reservado más bien a la evaluación de paisajes naturales,
bajo la idea de que la ciudad corresponde a una perturbación mayor que tornaría inútil
el intentar restaurar sus condiciones ambientales y niveles de biodiversidad. La
Ecología se define generalmente como el estudio de las interacciones entre los
organismos y sus medio ambientes y el Paisaje, como el mosaico de varios kilómetros
de extensión sobre el cual recurren los ecosistemas locales particulares y los usos del
suelo. La integración de ambos conceptos conforma la Ecología de Paisajes.
No hay ninguna razón para desestimar la aplicación de la Ecología de Paisajes al medio
ambiente urbano, en especial cuando se trata de proporcionar argumentos para mejorar
la calidad de vida en la ciudad, el principal sistema ambiental donde vive e intenta
desarrollarse la mayoría de la población.
Los paisajes están constituidos por mosaicos diversos y heterogéneos, cuya variación
espacial es uno de los principales atributos de sus funciones ambientales. en la medida
que estas propiedades determinan la complementariedad, conectividad y flujos de
compensación de las diferencias estructurales. Los mosaicos se comportan como
sistemas vivos y exhiben tres características principales: estructura, función y cambio
(Dramstad et al., 1996). La estructura corresponde al patrón espacial o la distribución de
los elementos del paisaje. La función es el movimiento de los flujos de animales,
plantas, agua, viento, materia y energía a través de la estructura y el cambio es la
dinámica o alteración de los patrones espaciales y las funciones a través del tiempo.
El patrón de estructura de un paisaje o región está compuesto de tres tipos de
elementos: parches, corredores y matrices, que son las herramientas para comparar
paisajes diferentes y para proponer usos del suelo y arquitecturas del paisaje, puesto
que los patrones espaciales controlan el movimiento, los flujos y los cambios.
La urbanización consiste en la remoción de las estructuras, funciones y cambios
controlados por la naturaleza a procesos desencadenados por la sociedad, aunque sus
efectos sobre los primeros sean inadvertidos (Pauleit & Duhme, 2000).
Los parches ocupados por vegetación y ubicados al interior de los límites de las
manchas urbanas de las ciudades seleccionadas son el objeto del presente trabajo. En
28
una primera parte se presenta el estado actual de los parches vegetales, identificados
sobre las fotos aéreas e imágenes satelitales del año 2000-2001, en términos de su
número. tamaño y localización. En una segunda parte, se examinan y evalúan los
cambios espacio-temporales registrados en la última década, comparando los planos de
información actuales con los registrados en Quillota, Chillán y Los Angeles en 1989 y en
el caso de Temuco, en 1987.
Los tipos de vegetación que cubren los parches es otra de sus características
relevantes. Un tipo de vegetación corresponde a la disposición particular en el espacio
de una formación vegetal. En este estudio los tipos dependen de la productividad
biológica (capturada a partir del Indice de Diferencia Vegetacional Normalizado, IDVN),
de la distribución vertical de la vegetación en capas o estratos, empleando la
clasificación propuesta por Danserau (1999, tabla 8) y de la estructura horizontal o
patrón de la vegetación, que corresponde a la distribución de las poblaciones de
especies, indicadas en la tabla 2.
Altura en metros
Clases
> 25
Árboles altos
10-25
Árboles medios
8-10
Árboles bajos
2,5-8
Matorral alto
1-2,5
Matorral medio
<1
Matorral bajo
Tabla 8. Clasificación de la estructura vertical de los tipos de vegetación, según
Danserau (1999)
Descripción
Clase
Los diferentes individuos tienen contacto unos con
Vegetación densa
otros
Existe espacio entre los individuos
Vegetación semidensa
Existe gran cantidad de terreno sin vegetación entre
Vegetación abierta
los individuos de la comunidad
Tabla 9. Clasificación de la estructura horizontal de los tipos de vegetación ,según
Danserau, 1999
Como se puede apreciar, la evaluación de la calidad de los servicios ambientales que
ofertan los parches y corredores vegetales a la matriz-ciudad es altamente compleja, y
sin embargo, absolutamente necesaria de realizar. No basta con afirmar que se debe
proteger, aumentar o restaurar las áreas verdes de las ciudades. Las restricciones
económicas, culturales y ambientales son lo suficientemente grandes como para
requerir una priorización de las acciones que deben emprender los gobiernos y la
ciudadanía a favor de la conservación de la naturaleza. Esto es especialmente cierto en
países como Chile, donde las presiones para desafectar las áreas verdes y destinarlas
29
a otros usos económicamente mas productivos, tienden a comandar las decisiones
actuales sobre tamaño, formas y funciones de las ciudades. Por otro lado, dada las
condiciones áridas y los erróneos conceptos culturales prevalecientes sobre calidad
paisajística, los costos económicos de generar, implementar y mantener áreas verdes
resultan prohibitivos para municipios y áreas pobres.
La calidad de las áreas verdes, de acuerdo a su condición de hábitat y a los servicios
ambientales que ofertan es de crucial relevancia. Su evaluación fue posible aplicando
Análisis Multicriterio a un conjunto de variables, ponderadas por un panel de expertos
(geógrafos, ecólogos y urbanistas), quienes consideraron que el tipo y cobertura de la
vegetación (árboles, arbustos y césped) actúa como el indicador de calidad más
relevante (0,429). Le siguen en importancia, la intensidad de uso del suelo urbano,
que varía desde el congestionado centro de la ciudad hasta los espacios naturales
periurbanos (0,262); la superficie de los parches (0,109), el área interior (0,067), la
proximidad (0,062), la convolución (0,035) y el perímetro (0,031).
Conociendo los patrones espaciales de la ecología de los paisajes vegetados urbanos,
es posible recomendar funciones específicas en términos de hábitats y servicios
ambientales. Se trata de reconocer que las áreas vegetadas remanentes de mayor
calidad deben desempeñar roles espaciales fundamentales, tales como corredores,
hábitat de refugio de la biodiversidad local, fuentes de aire y agua limpios y protegidos
y,
eventualmente filtros biológicos para restaurar componentes ambientales
contaminados. Las áreas de refugio y/o fuente de servicios ambientales son las más
valiosas, realizan funciones que no se encuentran en otros parches y deberían ser
conservadas como espacios públicos de articulación de la arquitectura ecológica
urbana.
Los parches elongados y próximos entre sí, por su parte, deben contribuir a articular
corredores ambientales a través de los cuales fluyan la biodiversidad, el aire y las aguas
limpias, protegiendo los suelos y las áreas de recarga de los acuíferos y aumentando la
oferta de áreas recreacionales para la población. Por último, ciertas áreas remanentes
con vegetación agrícola u ornamental deben ser reconocidas como escalones entre las
áreas de refugio-fuentes apoyando la conectividad a través de los corredores.
La comparación temporal es fundamental para evaluar el concepto de cambio como
componente principal de la ecología de paisajes. En el caso de las ciudades es aun
más importante puesto que las perturbaciones que se introducen sobre las estructuras y
funciones de los ecosistemas son rápidas, contundentes e irreversibles. Por otro lado,
es difícil que exista una evaluación del desempeño ambiental de las medidas que se
han adoptado en este plazo para combatir la degradación del medio ambiente, aspecto
de real trascendencia para la planificación y gestión ambiental de las ciudades.
Se ha comparado el cambio de los atributos espaciales de los parches entre fines de la
década de los ochenta y comienzos de la presente década. Los parámetros
comparados incluyen la superficie de áreas verdes; número, tamaño promedio de los
parches y la estadística descriptiva de los mismos (media, desviación estándar,
coeficiente de variación), área interior total, largo total y densidad de los bordes.
30
Este trabajo es una contribución para conocer los cambios en las estructuras espaciales
e inferir su influencia en la pérdida de servicios ambientales y calidad de vida urbana, lo
que puede constituir un aporte a los argumentos de quienes cotidianamente deben
enfrentar los sesgos de decisiones puramente económicas o bien la hegemonía de
sectores específicos que adoptan decisiones sobre el futuro de las ciudades y de sus
habitantes.
4.1. Estado actual de los parches vegetales
La tabla 10 presenta la matriz de comparación entre las cuatro ciudades intermedias
seleccionadas, que como se aprecia son de muy diferente tamaño, población y
localización en el país. Quillota, la más septentrional de las ciudades, se encuentra en
el centro del país y del Valle semiárido del río Aconcagua, que desciende desde el
monte del mismo nombre al Océano Pacífico. Debido a la alta insolación, ausencia de
heladas y aplicación de modernas tecnologías de riego y producción agrícola, esta
ciudad se ha especializado en el abastecimiento de bienes y servicios para un
hinterland que produce frutas de exportación, tales como chirimoyas y paltos, y que
durante los últimos años ha debido localizar dos plantas termoeléctricas de ciclo
combinado, activadas por gas natural proveniente de Argentina y destinado a satisfacer
las crecientes demandas energéticas de la Macrozona Central, donde se ubica
Santiago, que se encuentra 100 Km hacia el SE.
Chillàn, por su parte, es una ciudad agrícola tradicional ubicada sobre el borde austral
de los climas tipo mediterráneos de lluvias concentradas en la estación invernal, 500
Km al sur de Santiago. Durante la época más reciente los cultivos tradicionales han
comenzado a ser reemplazados por plantaciones forestales y rubros de exportación
tales como berries, vinos y frutales.
Los Angeles, ubicada 100 Km más al sur, presenta climas templados con una mayor
estación lluviosa y por ello se ha constituido en el centro de la región de plantaciones
forestales exóticas de pinos y eucalyptus, orientados a la exportación de maderas y
celulosas.
Temuco, por último, se localiza a 750 K, al sur de Santiago, en climas templados y es
objeto también de profundas transformaciones productivas, en una región en que
predominan aún lo cultivos tradicionales de cereales y la ganadería, además de la
presencia de comunidades indígenas del pueblo mapuche que practican agricultura de
subsistencia. La fragmentación de la propiedad y la pobreza imperante en las áreas
mapuches ha determinado una alta migración hacia la ciudad y con ello, además de un
fuerte crecimiento, condiciones ambientales crítica en varios aspectos (Toledo, et al.,
2000).
31
CIUDADES HABITAN ÁREA
TES
URBAN
(1992) A
(Hás)
QUILLOTA 54.000
787 (1)
Lluvia
s
anual
es
SUPERFICIE (Hás)
Y PORCENTAGE
DEL ÁREA
URBANA
CUBIERTA POR
VEGETACIÓN
166 (21%)
AREAS
VERDE
S/HAB.
(M2)
ÁREAS
(Hás)
VERDES
MUNICIPA
LES
Mt2/H
ab de
áreas
verde
s
280
25.9
3.5 Hás
0.64
mm
LOS
95.000
1.251
800
181 (14%)
19.0
52 Hás
5.4
(2)
ANGELES
mm
CHILLÁN
146.000
2.052
700
295 (14%)
20.0
30 Hás
2.0
(2)
mm
TEMUCO
186.000
3.263
896
756 (23 %)
34.6
S.D
S.D
(3)
mm
(1) Imagen Satelital Landsat TM año 1998, (2) Imagen Satellital Landsat TM año 2000, (3)
Imagen Satellital Landsat TM año 2001
Tabla 10. Características de las ciudades intermedias chilenas seleccionadas
La figura 11 presenta la correlación entre el tamaño de las ciudades y el número de
parches vegetales, así como el incremento de estos últimos a medida que aumentan las
lluvias anuales al desplazarse de norte a sur. Se observa que los parches vegetales no
aumentan de manera regular según el tamaño de las ciudades. Los Angeles más que
duplica el número de Quillota, aunque su superficie urbana es sólo un 60% mayor.
Chillán es un 90% mayor que el área de Los Angeles, y sus parches sólo la superan
20%. Chillán se presenta como una ciudad cuyo número de parches vegetales es
menor que el que cabría esperar en términos de tamaño y precipitaciones.
La figura 12 comprende la distribución de frecuencia de los parches vegetales en las
cuatro ciudades seleccionadas. En forma abrumadora, la mayor cantidad de los parches
corresponde a extensiones vegetadas de menos de 1 Há, lo que permite suponer un
pobre desempeño ambiental. Estos pequeños parches, normalmente aislados superan
en 13 veces a la categoría siguiente de tamaño (entre 1,1, y 5 Há) en el caso de Los
Angeles y 18 veces en Temuco, lo que indica la ausencia de una estructura jerárquica
proporcional de las áreas verdes.
Las ciudades de Chillán y Temuco son las que disponen de parches en la totalidad de
los tamaños, mientras que Los Angeles concentra un 95% en tamaños menores a 5
Há. Quillota carece de parches en el tamaño de 15-20 Há.
En la figura 13 se observa la convolución de los parches vegetales, indicando el número
de lóbulos. Predominan las figuras rectilíneas propias de la acción humana, con menos
de tres lóbulos. Chillán y Temuco poseen la mayor cantidad de parches con un número
mayor de lóbulos, que junto con indicar una mayor influencia natural e interacción más
activa con la matriz urbana, señalan una mayor probabilidad de segmentarse o
fragmentarse, de no mediar su adecuada conservación.
32
Respecto al área interior (fig.14), predominan absolutamente los parches compactos
con superficies resguardadas menores que 0,81 Há., que superan en cientos de veces
a los parches de la siguiente categoría, comprendida entre 0,81 y 1,60 Há. Quillota y
Temuco poseen dos y cinco parches, respectivamente, que por su área interior superior
a 4,8 Há, pueden sostener con seguridad poblaciones, y ejecutar servicios ambientales
propios de los hábitats más protegidos de la matriz urbana.
En cuanto a elongación (fig. 15), predominan como se ha dicho las formas compactas,
con relaciones menores a 1:2 entre ancho y largo. Sólo siete parches en Los Angeles y
tres en Temuco alcanzan una proporción mayor a 1:3,8 entre el ancho y largo, debido a
la presencia de canales de riego y bandejones centrales de calles vegetadas, que
favorecen el intercambio e interacción espacial de los flujos, disminuyendo los efectos
adversos provocados por el aislamiento.
La proximidad (fig.16) está controlada por el predominio del ancho medio de las calles,
que con menos de 30 m de distancia entre los parches regula las posibilidades de
conectividad.
Respecto a los tipos de vegetación (fig.17), predominan los parches simplificados a un
tipo de vegetación y por lo tanto, los que menos servicios ambientales ofrecen a sus
ciudades. Los parches vegetales más valiosos son los de estructura compleja, que
concentran la vegetación abierta con predominio de césped, y densa con estratos
arbustivo y arbóreo. Estos tipos de parches complejos son escasos, alcanzando a sólo
3 de 153 en Quillota y 19 de 883 en Temuco.
La figura 18 muestra la clasificación de los parches de acuerdo a la calidad como
hábitat que ofrecen a sus ciudades. Predominan absolutamente los parches de calidad
muy baja y baja, según los criterios múltiples y ponderados por los expertos
consultados. Los parches de calidad muy alta son extraordinariamente escasos y
debieran ser objeto de asignaciones especiales en términos de los usos del suelo y
medidas de protección. Las figuras 19, 20, 21 y 22 presentan la distribución espacial de
los parches vegetales según su calidad.
En Quillota (fig.19), las áreas vegetadas de mayor calidad, tamaño y conectividad
espacial corresponden a remanentes de superficies agrícolas que han sido
encapsuladas por el crecimiento de la ciudad, los patios de las casas-quinta (viviendas
tradicionales que poseen al interior un patio sombreado con árboles frutales y
ornamentales) que conformaron el patrón típico de ocupación de los siglos anteriores, e
instalaciones especiales, tales como es el caso del Regimiento de Caballería.
Lamentablemente, en todos los casos se trata de parches amenazado por los patrones
de crecimiento y densificación de la ciudad que se han acelerado en la medida que el
éxito económico de sus actividades productivas ha atraído a empresarios, técnicos y
profesionales.y a grupos de trabajadores en busca de empleo en una región que
alcanza en general altas cifras de desempleo. La ciudad crece permanentemente
conurbándose con las vecinas ciudades de La Cruz y La Calera, ocupando suelos
33
agrícolas de extraordinario valor y aun desplegando patrones de suburbanización,
mediante la instalación de residencias en medio de áreas rurales.
En Chillán y Los Angeles (fig.20 y 21), las áreas de calidad se localizan nuevamente al
interior de las casas-quinta, a lo largo de canales de riego y en parches remanentes de
actividades agrícolas. En Temuco (fig.22) se adicionan áreas muy significativas de
vegas y parches ribereños al río Cautín, campos deportivos municipales, recintos
universitarios y militares y extensas áreas residenciales que poseen antejardines y
patios interiores vegetados.
Por último, las figuras 23 a 26 presentan la proposición de funciones: refugio o fuentes,
corredores y escalones, que articulan espacial y funcionalmente el conjunto de los
parches vegetados de calidad que aun persisten en las ciudades.
4.2. Evolución de la vegetación urbana en las ciudades intermedias de Chile
La tabla 11 sintetiza la evolución experimentada por el número, tamaño promedio y área
interior total de los parches vegetales en la última década, lo cual se complementa con
datos estadísticos adicionales que se adjuntan a las figuras respectivas.
INDICES
CIUDADES INTERMEDIAS CHILENAS
Quillota
Chillán
Los
Temuco
Angeles
1989 2001 1989 1999 1989 2001 1987 2000
455
175
680
297
670
183 2403 1008
227
228
520
428
292
352
894
958
2
0.77 1.30
0.69
2.29 0.52 2.68
1.05
Area Total (Hás)
N° de Parches
Tamaño Promedio de
los Parches (Hás)
Area Interior Total
353
103
487
168
542
97
1171
690
(Hás)
Tabla 11. Variación de índices espaciales de estructura de los parches vegetales en
cuatro ciudades intermedias chilenas
Las áreas totales ocupadas por parches vegetales han disminuido substancialmente en
todas las ciudades. En el caso de Los Angeles la disminución supera el 70%, seguido
por Quillota, con cifras sobre el 60%. Chillán y Temuco superan el 50%. Del total de los
parches vegetales que se han perdido, sobre el 70% han sido ocupados por la
expansión de las áreas urbanas en Los Angeles, sobre el 60% en Chillán y Quillota y
alrededor del 50% en Temuco.
El número de parches sólo ha disminuido en Chillán, pero se ha mantenido en Quillota y
ha aumentado en Los Angeles y Temuco. En consecuencia, salvo en el caso de
Chillán, en las demás ciudades se está en presencia de un significativo proceso de
fragmentación de los parches vegetales.
34
El tamaño promedio de los parches vegetales también ha disminuido en todas las
ciudades, en forma dramática en el caso de Los Angeles, donde se ha reducido a cerca
de 1/5, respecto al tamaño que alcanzaban en 1989. Los tamaños de los parches
actuales respecto a los que alcanzaban 12 años atrás corresponden a menos del 50%
en Quillota y Temuco y cerca de un 40% en Chillán.
Otro tanto sucede con el área interior, que ha disminuido a 1/6 en Los Angeles, a 1/3 en
Quillota y Chillán y a cerca de la mitad en Temuco.
En síntesis, las ciudades analizadas han experimentado un importante proceso de
atrición y fragmentación de los parches vegetales en la última década, como
consecuencia de su expansión urbana. Las figuras 27 a 30, localizan los parches
vegetales existentes en dos períodos de tiempo en las cuatro ciudades analizadas.
Como se aprecia la forma que ha adoptado la expansión urbana es altamente incidente
en los resultados ambientales. En Quillota (fig.27) y Temuco (fig.30), el crecimiento
urbano ha consistido en la acreción de superficies vegetales existentes en los bordes de
la ciudad, con alguna extensión mayor, que se vincula con la conurbación con la ciudad
de La Cruz en el caso de Quillota o la de Padre Las Casas, al sur de Temuco. Las
ciudades de Chillán (fig.28) y Los Angeles (fig. 29) han penetrado fuertemente en las
áreas rurales, adicionando importantes superficies continuas a sus áreas urbanas.
5. Conclusiones
Es posible observar en el país, tanto a escala regional, como subregional y urbana, la
presencia de crecientes conflictos y colisiones territoriales que representan en el mejor
de los casos el debate que comienza a surgir entre los diversos actores del desarrollo, y
en el peor, a acciones reactivas ante la imposición de perturbaciones sobre los sistemas
naturales e intervenciones sobre los sistemas construidos que afectan a las sociedades
locales.
El ordenamiento territorial debe ser comprendido e institucionalizado como parte de los
instrumentos de Evaluación Ambiental Estratégica, en la medida que constituye el
sustento en la formulación de Políticas, Planes y Programas, y por lo tanto posee un
carácter integrado e integrativo entre la naturaleza y la sociedad, proporciona visiones
de largo plazo y expresa en el espacio las interrelaciones acumulativas de las cuales
depende la oportunidad de enfrentar preventivamente los conflictos que se generan
entre la naturaleza y la sociedad y entre los distintos actores del desarrollo.
Las colisiones observadas en el Norte de Chile sugieren justamente la necesidad de
adoptar visiones estratégicas frente a los proyectos de desarrollo, cuya concentración y
efectos ambientales exige respuestas integradas y de largo plazo. La insustentabilidad
del desarrollo minero es aceptada ampliamente, por lo que cabe adoptar las decisiones
para mitigar sus impactos adversos y, esencialmente, planificar estratégicamente las
inversiones en recursos físicos y humanos que hay que realizar para diversificar las
acciones destinadas a enfrentar el eventual agotamiento de las actuales oportunidades
de desarrollo.
35
Las ciudades chilenas, por su parte, han sido objeto de fuertes transformaciones
durante las últimas décadas como consecuencia de su participación en el proceso de
crecimiento económico, con escasas intervenciones y regulaciones estatales. Además
de experimentar importantes tasas de crecimiento demográfico y espacial, que las han
llevado a duplicar sus áreas urbanas, lo han hecho ocupando terrenos destinados
previamente a usos agrícolas o coberturas naturales.
La ecología de paisajes proporciona una serie de parámetros espaciales que permiten
estimar la calidad de los hábitats, funciones ecológicas y servicios ambientales, a partir
de la consideración de atributos tales como número, tamaño, superficie, circunvolución,
área interior y proximidad de los parches vegetales existentes al interior de las ciudades
y respecto a sus bordes o separación con otros tipos de parches integrantes del
mosaico o matriz urbana.
El estado de los atributos espaciales permite asegurar que los principios y fundamentos
de la ecología de paisajes no ha formado parte de los argumentos que reconozcan,
articulen y prioricen las áreas verdes en función de objetivos ambientales explícitos. De
allí que las áreas verdes predominantes sean parches aislados y desconectados, y por
ello carentes de funciones ambientales específicas.
El análisis temporal permite comprobar que las ciudades chilenas han experimentado
importantes procesos de degradación ambiental como consecuencia de las pérdidas en
la superficie, tamaño medio, área interior, longitud y densidad de los bordes.
Paradojalmente y mientras se avanza en el país en la suscripción de acuerdos
internacionales para la protección de la biodiversidad y el logro del desarrollo
sustentable, se aprueban nuevas legislaciones que se oponen a dichos objetivos o se
desconoce la necesaria participación de la ciudadanía en la adopción de decisiones que
les afectan en forma protagónica.
Las ciudades, los nichos ecológicos más
humanizados, no sólo no mejoran su medio ambiente, sino que manifiestan importantes
retrocesos y degradaciones que las alejan permanentemente de los ideales la
sustentabilidad.
36
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38
39
40
1000
3500
3263
1000
814
900
3000
883
2500
700
132
100
2000
500
1500
1251
Nº de Parches
Área Urbana
413
300
41
1.1 Hás - 5 Hás
5.1 Hás - 10 Hás
24
10.1 Hás - 15 Hás
15.1 Hás - 20 Hás
15
> 20 Hás
341
787
< 1.1 Hás
50
Nº de Parches
600
Hectáreas
Nº de Parches
2052
400
363
314
800
10
1000
7
5
4
200
4
3
3
500
153
100
2
0
Los Angeles
Chillán
2
2
0
0
Quillota
2
1
1
0
1
0
1
Temúco
Quillota
Los Angeles
Ciudades
Chillán
Temúco
Ciudades
1000
702
1000
509
283
277
351
205 191
198
64
<2
2-3
15
8
8
7
37
>5
33
27
23
22
4-5
11
10
Nº de Parches
78
99
100
Nº de Parches
100
121
117
135
10
< 31 m
14
13
11
31 m - 60 m
8
61 m - 90 m
6
> 90 m
3
3
1
1
1
Quillota
Los Angeles
Chillán
Ciuades
Temúco
Quillota
Los Angeles
Chillán
Temúco
Ciudades
41
854
1000
1000
393
335
506
293
144
197195
177
100
74
55
Nº de Parches
64
< 1:1.5
23
1:1.5 - 1:2.0
18
11
1.81 Hás - 2.80 Hás
2.81 Hás - 3.80 Hás
18
> 4.80 Hás
1:3.3 - 1:3.8
7
5
5
4
> 1:3.8
3
3
2
1
0
Los Angeles
2
2
1 0
1
0
2
2
0 0
0
1
1
0
1
1
Quillota
5
4
3
2
1
3.81 Hás - 4.80 Hás
15
10
1:2.7 - 1:3.2
7
0.81 Hás - 1.80 Hás
1:2.1 - 1:2.6
15
10
< 0.81 Hás
Nº de Parches
129
100
Chillán
Quillota
Temúco
Los Angeles
Chillán
Temúco
Ciudades
Ciudades
Fig. 12: Frecuencia de parches vegetacionales según tamaño.
Fig. 11: Cantidad de parches vegetacionales y superficie urbana.
1000
761
292
786
1000
203
338
284
101
69
65
48
N° de Parches
79
Baja
29
25
Alta
14
12
11
7
Muy Alta
78
100
Muy Baja
33
10
141
41
59
Nº de Parches
100
43
1
10
19
16
14
2
9
3
3
1
Tipos de vegetación:
1: Vegetación abierta con predominio de césped
2: Vegetación semidensa con predominio de estrato
arbustivo
Quillota
3: Vegetación densaLos
conAngeles
predominio de estrato Chillán
arbóreo
1
Temúco
Ciudades
Quillota
Los Angeles
Chillán
Temúco
Ciudades
Fig. 16: Proximidad de los parches vegetacionales.
Fig. 15: Frecuencia de parches vegetacionales según
elongación.
42
737600 m
736600 m
735600 m
734600 m
733600 m
732600 m
291874 m
290874 m
289874 m
288874 m
287874 m
286874 m
Calidad de los Parches
Vegetacionales en Cuatro
Ciudades Intermedias Chilenas
DICIEMBRE 1998
FEBRERO 2001
N
N
500 mt.
0
0.5
1
1.5 km.
Rio
Calidad de los Parches Vegetacionales
como Hábitat de Especies :
ua
cag
on
Ac
500 mt.
6361612 m
0
0.5
1
Muy Baja
1.5 km.
Baja
5847000 m
6360612 m
Alta
Muy Alta
5846000 m
ag ua
6359612 m
Rio
Aco nc
Fig. 19: Ciudad de
Quillota
Simbología :
Río Principal
5845000 m
Parche Vegetacional
Fig. 21: Ciudad de Los Angeles
6358612 m
Limite Área Urbana
5844000 m
6357612 m
5843000 m
712640 m
710640 m
708640 m
706640 m
704640 m
702640 m
NOVIEMBRE 2001
238000 m
236000 m
234000 m
232000 m
5927000 m
N
500 mt.
0
0.5
1
1.5 km.
5712249 m
5925000 m
5710249 m
5923000 m
Fig. 20: Ciudad de
Chillán
Fig. 22: Ciudad de Temuco
5708249 m
FEBRERO 2000
N
5 00 mt.
5921000 m
5706249 m
0
0 .5
1
1 .5 km.
43
737600 m
736600 m
735600 m
734600 m
733600 m
732600 m
291874 m
290874 m
289874 m
288874 m
287874 m
286874 m
Función de los Parches
Vegetacionales en Cuatro
Ciudades Intermedias Chilenas
DICIEMBRE 1998
FEBRERO 2001
N
N
500 mt.
0
0.5
1
1.5 km.
ua
cag
on
Ac
Rio
500 mt.
6361612 m
R
R
6360612 m
0
0.5
Leyenda :
1
R
1.5 km.
R
5846000 m
Rio
Aco nc
ag ua
C
C
E
C
Corredor
E
Zona de Escalones
5847000 m
E
6359612 m
Refugio
Fig. 23: Ciudad de
Quillota
R
C
E
Simbología :
E
5845000 m
Fig. 25: Ciudad de Los Angeles
Río Principal
C
6358612 m
Parche Vegetacional
Limite Área Urbana
5844000 m
6357612 m
5843000 m
238000 m
236000 m
234000 m
232000 m
712640 m
710640 m
708640 m
706640 m
NOVIEMBRE 2001
704640 m
702640 m
5927000 m
N
500 mt.
0
0.5
1
1.5 km.
5712249 m
E
5925000 m
C
E
R
R
5710249 m
E
R
5923000 m
C
R
C
R
E
Fig. 24: Ciudad de
Chillán
Fig. 26: Ciudad de Temuco
5708249 m
R
C
FEBRERO 2000
N
5 00 mt.
0
0 .5
1
1 .5 km.
5921000 m
5706249 m
44
ua
736600
735600
734600
733600
736600
5849000
ua
cag
on
Ac
Rio
6360612 m
6360612 m
6359612 m
6359612 m
Rio Ac
onca
gua
6361612 m
Rio Ac
onca
gua
6361612 m
6358612 m
6358612 m
Leyenda :
on
Ac
5848000
5848000
5847000
5847000
5845000
5845000
5844000
5844000
N
Parches Vegetacionales 1989
Area Urbana Año 1989
Parches Vegetacionales 2001
Espacios Verdes
Desaparecidos por la
Expansión del Area
Urbana
Limite Area Urbana
Leyenda :
500 mt.
0
0.5
1
N
Parches Vegetacionales 1989
Area Urbana Año 1989
Parches Vegetacionales 2001
Espacios Verdes
Desaparecidos por la
Expansión del Area
Urbana
1.5 Km
Limite Area Urbana
Rio Principal
500 mt.
0
0.5
1
1.5 km.
5710249 m
5708249 m
5708249 m
5706249 m
5706249 m
5925000
5923000
5923000
5921000
5921000
Leyenda :
Leyenda :
N
N
Parches Vegetacionales
1989
Area Urbana Año
1989
Parches Vegetacionales
1999
Espacios Verdes
Desaparecidos
por la Expansión
del Area Urbana
500 mt.
0
0.5
1
Area Urbana Año 1987
Parches Vegetacionales
2000
Espacios Verdes
Desaparecidos por la
Expansión del Area
Urbana
500 mt.
0
0.5
1
1.5 km.
1.5 km.
DISMINUCION DE SUPERFICIES VERDES POR
EXPANSION DEL AREA URBANA
1989 - 1999
Parches Vegetacionales
1987
267 Hás.
Limite Area Urbana
RÍo
45
712640 m
5710249 m
710640 m
5712249 m
708640 m
5712249 m
706640 m
704640 m
712640 m
710640 m
708640 m
706640 m
704640 m
238000
236000
234000
232000
238000
236000
234000
232000
5925000
Limite Area
Urbana
735600
5849000
734600
733600
6362612 m
291874 m
289874 m
cag
Rio
288874 m
291874 m
289874 m
288874 m
6362612 m
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