Ordenamiento territorial y desarrollo sustentable a escala regional, ciudad de Santiago y ciudades intermedias en Chile1 Hugo Romero, Fernando Ordenes y Alexis Vásquez Departamento de Geografía Facultad de Arquitectura y Urbanismo Universidad de Chile 1. Introducción Uno de los temas de actualidad en la discusión ambiental sobre la sustentabilidad del desarrollo del país ha girado en torno a la introducción e implementación de instrumentos de ordenamiento territorial. El ordenamiento territorial posee diferentes acepciones en cuanto a su definición, significado y objetivos. Respecto a la definición, existen diversas interpretaciones que pueden resumirse en considerarlo una disciplina académica emergente que forma parte de las (post) modernas ciencias ambientales, o como un conjunto de técnicas para optimizar la distribución espacial de los objetos y actores del desarrollo de acuerdo a distintos objetivos sociales y económicos y, finalmente, como instrumentos de acción política (geopolítica más claramente), considerando la organización de los espacios geoeconómicos, geosociales y geoculturales, así como la existencia de diversos tipos de organización políticoadministrativa de los espacios continentales, nacionales, regionales y locales. Desde el punto de vista ambiental, uno de los más importantes significados consiste en reconocer la existencia de diversos modelos de organización de los sistemas naturales, regulados por principios y mecanismos biofísicos y que encuentran su expresión en los principales sistemas y paisajes naturales, tales como montañas, cuencas o bordes costeros. Cada una de estas porciones de territorio desencadenan continuos procesos para mantener su equilibrio metaestable, en especial a través de los flujos de energía, materia e información. Los sistemas territoriales están ordenados naturalmente y es tarea de la sociedad cuidar que sus perturbaciones no alteren irreversiblemente los mecanismos de tolerancia a los cambios que impidan su regeneración permanente y el mantenimiento de la calidad y cantidad de los recursos naturales y servicios ambientales que ofertan. Por otro lado, la noción misma de territorio implica una apropiación del espacio por parte de la sociedad ya sea en forma directa, a través de las perturbaciones introducidas sobre el funcionamiento de los sistemas naturales, o bien en forma indirecta, mediante la construcción de imágenes y representaciones que dan cuenta de los objetivos socio-culturales de cada comunidad humana. En el primer caso, la distribución espacial de los objetos y procesos económicos, demográfico-sociales y culturales, persigue diferentes objetivos según sea el grupo de actores interesados y con capacidad de control político. Lo cierto es que el valor del suelo, la consideración de 1 Las informaciones contenidas en este ensayo para Santiago y ciudades intermedias son producto de los Proyectos Fondecyt 1970470 y 1000828. 1 las aglomeraciones urbanas como mecanismos adecuados de optimización del espacio económico o la segregación socio-espacial de los habitantes de las ciudad y el campo, son todas estrategias destinadas a representar no sólo los objetivos políticos locales, sino que también los intereses hegemónicos de las fuerzas globales, capitales regionales, circuitos comerciales u otros tipos de actividades destinadas a obtener beneficios de la localización de los objetos y factores. Una tercera interpretación dice relación con el creciente interés desplegado por la relación entre desarrollo sustentable y ordenamiento territorial, en torno a la cual, lamentablemente, no se aprecia la existencia de principios, instrumentos y acuerdos entre los diversos actores involucrados. En efecto, quienes están interesados en el crecimiento económico propugnan órdenes territoriales destinados a favorecer el acceso a las fuentes de recursos naturales y a los mercados espaciales de bienes y servicios, mediante, por ejemplo, la construcción de complejas redes de transportes y comunicaciones destinadas a aumentar la utilidad de los lugares y la conectividad entre los núcleos de oferta y demanda de recursos. Por el contrario, los interesados en la equidad social diseñan territorios favorables a la integración social, privilegiando la proximidad y conectividad, evitando que la distancia física (y social) sea empleada como eficaz mecanismos para segmentar el espacio en áreas de mercado equivalentes a los estratos socio económicos. Por último, los interesados en la conservación del medio ambiente, postulan que las áreas que posee caracteres prístinos de la naturaleza o bien partes y funciones fundamentales para el sistema de soporte de la vida, deben ser mantenidos en su estado natural o bien gestionados con medidas especiales de protección. Demás está indicar que las prioridades que se otorgan a cada uno de los componentes de la sustentabilidad, varían considerablemente en grado y relevancia según sean los actores sociales involucrados en la adopción de decisiones sobre el dónde, cómo y para qué usar el territorio. Ello desemboca en tensiones y conflictos que afectan severamente la consecución de dichos objetivos. Ante ello, es necesario fortalecer los aspectos institucionales y valóricos del ordenamiento territorial. Institucionalmente, es especialmente importante que los diferentes actores sociales expliciten ante la sociedad sus intereses territoriales y las medidas que adoptarán para compensar y negociar las superposiciones en el espacio con otros actores. De igual manera es necesario conocer los objetivos y alternativas propuestas explícitamente por la política pública, puesto que es ella quien debe representar democráticamente los usos y prioridades sobre le territorio del país, regiones, paisajes y ciudades. El territorio posee muchos atributos que forman parte del bien común, tales como el mantenimiento de la calidad de las aguas, del aire, de los suelos y de la diversidad de las especies biológicas y sus hábitats, para los futuros habitantes, sin discriminar su condición social y económica. De igual manera, el territorio está formado por numerosos "comunes" o componentes indivisibles para los servicios que prestan a toda la sociedad, que son valorados en su integridad y cuya violación o destrucción genera sanciones morales colectivas. Los “comunes” no son sólo un conjunto de recursos y bienes productivos, sino también, una compleja red de servicios ambientales, cuyo valor 2 total es difícil de establecer, pero cuyo conjunto constituye el sistema de soporte de la vida que debe ser respetado por todos. La política pública debe esmerarse por definir criterios y objetivos que garanticen la permanencia de los “comunes”, reconociendo explícitamente servicios tales como los que ofertan las áreas verdes al conjunto de la sociedad sólo en virtud de su existencia: reciclamiento del aire y aguas, control de las islas térmicas y de la infiltración de las aguas que recargan los acuíferos, hábitats para las comunidades biológicas y sociales, representación de las cosmovisiones colectivas. Una de las funciones de la política pública consiste justamente en la proposición de un ordenamiento territorial ambientalmente sustentable para el país en su conjunto, para cada una de sus regiones y ecosistemas más frágiles y para los asentamientos humanos que albergan a su población. La política pública no puede prescindir del reconocimiento y fortalecimiento de los valores sociales que aseguran el respeto por la eficiencia económica, la equidad social y la integridad de la naturaleza. De esta forma, las proposiciones de desarrollo territorial, en especial las formuladas estratégicamente (políticas, planes y programas), no pueden sustraerse de los propósitos de protección de la naturaleza y la sociedad y por ello, de la necesaria regulación que controle o impida la acción adversa para la sociedad de sectores interesados sólo en satisfacer sus particulares objetivos, económicos, culturales o políticos. La política pública debe procurar que sus propuestas de ordenamiento territorial representen al bien común y los objetivos consensuados de desarrollo económico y social ambientalmente sustentables. Una especial atención se requiere para considerar la representación que hacen de su geografía los habitantes más antiguos del territorio, puesto que ellos observan, caracterizan y evalúan sus recursos territoriales de una forma muy distinta a los tomadores de decisiones contemporáneos. No es posible desconocer, que ha sido la visión de las comunidades autóctonas, la que les ha permitido sobrevivir por cientos de años en medio ambientes inciertos y complejos, que resultan ser comparativamente desconocidos e inmanejables para los habitantes más modernos. El presente trabajo analiza desde una óptica crítica la forma explícita e implícita en que se están llevando a cabo acciones de ordenamiento territorial a escala regional y urbana en el Chile actual. En primer lugar se presentan situaciones observadas en las regiones del Norte del país, considerando las colisiones espaciales que plantean las formas modernas de ocupación del territorio, en particular respecto a la confrontación entre las actividades productivas y las áreas de conservación de la biodiversidad y de la sociodiversidad. A escala regional, se presenta el estado actual de los territorios de montaña, examinando como ejemplos algunas de las transformaciones más recientes registradas en la Segunda Región de Antofagasta, Tercera de Atacama y Cuarta Región de Coquimbo. La Región de Antofagasta es la más importante para la economía exportadora adoptada por el país, que encuentra en la minería su principal sustento. Las estimaciones existentes sobre las crecientes demandas de agua, presagian las complicaciones que se están generando entre las áreas destinadas a la conservación 3 de la naturaleza, tales como parques nacionales y reservas naturales altoandinas, y las continuas extracciones de agua de las fuentes superficiales y subterráneas. Los conflictos existentes exigen definiciones y estrategias de parte de los sectores público y privado y especialmente, de las comunidades indígenas y rurales directamente afectadas por las actividades económicas modernas. Algo similar sucede con las regiones semi-aridas, donde la competencia por el agua incluye a los sectores de conservación, minero, agrícola y urbano A escala subregional, una de las mayores perturbaciones ambientales se refiere a la metropolización de los territorios globales, representados en este caso, por el crecimiento en superficie, tamaño y funciones de la Ciudad de Santiago, en especial en la última década, cuando se suponía que el tema ambiental había adquirido mayor importancia. En este apartado se proporcionan antecedentes para la evaluación ambiental del proceso reciente de urbanización y respecto a las perspectivas que se observan para el futuro, como una forma de implicar a la planificación territorial ambiental y ecológica en la formulación e implementación de los planes de desarrollo urbano-regionales de la principal urbe del país. A escala local, se han considerado los resultados de análisis practicados en cuatro ciudades intermedias que han sido directamente afectadas por la modernización de las actividades económicas regionales en Chile y que se encuentran en distintos sistemas territoriales: Quillota en los paisajes de cuencas de Chile Central mediterráneo, y Chillán, Los Angeles, ubicados en la transición de los climas mediterráneos a templados y finalmente Temuco, en medio de estos últimos. Para cada una de estas ciudades de rápido crecimiento espacial y demográfico, se ha evaluado su calidad medio ambiental interior, considerando el análisis de diversos atributos espaciales de sus parches y corredores vegetales. Finalmente y como una forma de observar la divergencia entre los análisis ambientales y las proposiciones de instrumentos de ordenamiento territorial, tales como los Planes Reguladores Comunales, se presentan los resultados de la Ciudad de Los Angeles. 2. La colisión territorial del desarrollo en el Norte de Chile En la región norte de Chile se localiza el Desierto de Atacama (uno de los lugares más áridos del mundo) y la Puna de Atacama, las tierras altas donde tienen lugar escasas e irregulares lluvias durante el verano. Debido a la alta evaporación y mínimo escurrimiento superficial prevalecientes, la mayor parte de los ríos y quebradas originados en las montañas desaparecen antes de alcanzar el mar (Fig.1: regiones I y II con proyectos y comunidades). Al interior del Desierto de Atacama, la absoluta aridez y la falta de escurrimiento superficial (excepción hecha del Río Loa), hace que el agua deba ser obtenida de fuentes subterráneas o bien trasladada por cientos de Km. Sobre las montañas, donde su ubican los cuerpos de agua (lagos, lagunas, bofedales o humedales, salares), él hasta ahora poco interés económico, permitió la instalación de varias áreas de conservación y protección de la naturaleza, en sectores donde las poblaciones indígenas han residido por los últimos diez mil años. 4 En la región semiárida, como consecuencia de la ocurrencia de lluvias de invierno y de la acumulación de nieve en las cimas cordilleranas, una serie de ríos bien desarrollados conectan los Andes con el Océano Pacífico (Fig.2: agricultura y comunidades Norte Chico) . A lo largo de las laderas y sobre las llanuras de los valles fluviales se han instalado comunidades agrícolas tradicionales y asentamientos comunitarios que datan desde el siglo XVII. Las actividades económicas y la presencia histórica de la población en el Norte árido y semi-árido de Chile se debe exclusivamente a las torres de agua de los Andes. Sin el aporte de las aguas superficiales y subterráneas que descienden desde las montañas, sería absolutamente imposible sostener la vida en esta parte del país. La conservación de los paisajes de las montañas es un servicio ambiental de importancia estratégica nacional. Económicamente, la minería que se practica al interior y alrededor del Desierto de Atacama ha sido y es el principal sostén de la economía nacional. Durante las dos últimas décadas Chile ha aumentado su Producto Interno Bruto en 2,5 veces, su Ingreso Per Cápita es hoy uno de los mas altos de Latinoamérica (alrededor de US$5.000), el país ocupa el primer lugar en el Indice de Desarrollo Humano y de Competitividad del continente y ha reducido la pobreza de su población en un 50%. Aún la recesión económica desencadenada desde 1998 no ha impedido que su crecimiento económico se mantenga, aunque a tasas cercanas al 3% anual. El crecimiento económico rápido y sostenido no significa, sin embargo, que el Norte de Chile sea considerado como ejemplo de desarrollo sustentable basado en una adecuada relación global-local. Existe una colisión espacial creciente entre los objetivos de las tierras altas y bajas, las actividades económicas allí localizadas y los recursos humanos y naturales. Las áreas montañosas situadas sobre 3000 m de altura, han sido destinadas a la conservación de la naturaleza y la cultura (parques nacionales, reservas y santuarios, patrimonio de la humanidad) y han protegido históricamente las fuentes de agua de los ríos, quebradas y acuíferos subterráneos que sostienen la minería, los oasis agrícolas y las ciudades ubicadas en las tierras bajas y sobre la costa (Arica, Iquique, Tocopilla, Antofagasta). Las tierras altas han sido ocupadas históricamente por agricultores y ganaderos pertenecientes a las etnias originarias (aymarás y atacameños), que han usado los pastizales y pequeños oasis alrededor de las áreas de conservación y a lo largo de quebradas y ríos. En los paisajes semiáridos, la instalación de minas, comunidades agrícolas tradicionales y empresas modernas dedicadas a la exportación de frutas y vinos, además de la expansión urbana, son los principales temas del conflicto territorial. Como ejemplo de la colisión entre las tierras altas y bajas y entre las demandas globales y locales, se puede observar el caso del Valle de Copiapó, donde la compañía minera canadiense Cerro Casale está instalando el proyecto aurífero Aldabarán, con una inversión de 1430 millones con el fin de obtener 25,4 onzas de oro y 2,9 millones de toneladas de cobre, ofreciendo 4000 puestos de trabajo durante la vida útil del proyecto, 5 estimada en 18 años. Para cumplir con estos propósitos destinados al mercado global, se debe extraer el agua necesaria para la producción y transporte del mineral (mineroducto) desde las áreas montañosas de Piedra Pómez. Esta es una zona de recarga de los cuerpos de agua que justifican la existencia de dos parques nacionales: Nevado Tres Cruces y Laguna del Negro Francisco. Aguas abajo, se encuentran 11700 hás. de pastizales que han sido usadas tradicionalmente por los descendientes de la etnia “kollas”, un grupo asociado al Imperio Inca de Tiahuanaku, que han ocupados los valles y laderas del Río Jorquera (tributario del Copiapó) desde el siglo XIX. Las comunidades locales se han unido con los agricultores modernos dedicados a producir uva de exportación para los mercados europeos y asiáticos, y a los habitantes urbanos de la ciudad de Copiapó para proteger los recursos de agua de la escasez que provocará su extracción y de la contaminación que causará el uso minero. El promedio anual de lluvias en el valle de Copiapó es menor que 30 mm y por ello, nuevamente el desarrollo de la zona depende de las torres de agua de los Andes, ahora severamente amenazadas. Otra importante colisión entre el desarrollo de las tierras altas y bajas se puede apreciar entre las comunidades agrícola-ganaderas tradicionales y los modernos empresarios agrícolas exportadores, asociados a las compañías comercializadoras globales, a lo largo de las laderas y fondos de los valles de los ríos Huasco, Elqui y Limarí. La existencia de pastos como producto de las lluvias invernales más abundantes ha explicado la presencia de comunidades agrícola-pastoriles tradicionales desde la colonia. Ellos han desarrollado un complejo sistema espacial que vincula a la agricultura bajo riego con la de secano (llamadas “lluvias” porque sólo se puede producir cuando llueve) y a la ganadería practicada en invierno en las tierras bajas y en verano en las tierras altas. La transhumancia ha sido una de las prácticas de adaptación que ha confrontado el riesgo de las sequías, vinculando la explotación de los diversos pisos ecológicos andinos. La agricultura moderna orientada a los mercados globales ha quebrado el sistema al adquirir la mayoría de las tierras y los derechos de agua, cercado los campos y apropiándose de tierras y bienes comunes. El éxito económico que ha situado a Chile como principal exportador de fruta en el Hemisferio Sur sirve nuevamente para ilustrar la colisión entre lo global y lo local y entre las tierras altas y bajas. La sustentabilidad futura del desarrollo de las regiones semiáridas es otro de los desafíos de las áreas de montaña en Chile. Restan por aclarar asuntos claves como la asignación de los recursos hídricos en forma más justa y teniendo en cuenta la mantención de las poblaciones y actividades locales tradicionales. También es relevante diversificar la producción de frutas e incorporar acciones destinadas a fortalecer el desarrollo endógeno, destacando nuevamente el turismo, la artesanía y esencialmente, la pequeña minería, que en gran medida ha constituido el sustento histórico de la región. 6 3. El Crecimiento de la Ciudad de Santiago y sus Efectos sobre la Pérdida de Servicios Ambientales 3.1. La cuenca como fundamento del ordenamiento territorial urbano La localización de la Ciudad de Santiago en una cuenca ambiental obligaría a manejar cuidadosos criterios antes de adoptar decisiones sobre la localización de instalaciones humanas, tales como residencias, industrias e infraestructuras. La cuenca ambiental constituye uno de los órdenes territoriales más complejos y completos, necesarios de tener en cuenta al planificar el desarrollo urbano. La cuenca ambiental se define como un sistema semi-cerrado, que otorga un carácter esencialmente endógeno a los flujos atmosféricos, hídricos, geomorfológicos y biogeográficos que se desarrollan en su interior, y por ello, condiciona severamente las decisiones sobre usos del suelo y localización de actividades económicas, cuya presión no debe exceder la capacidad de carga de los sistemas territoriales. El carácter semi-cerrado de la cuenca limita los intercambios de materia, energía, momento e información con el exterior. Ello se debe a que los valles fluviales que originan las cuencas, están enmarcados por montañas y relieves que se despliegan extensamente en sus nacientes y reducen significativamente en los exutorios. La Cuenca del Maipo-Mapocho que sirve de asiento a la ciudad de Santiago, constituye un sistema ambiental claramente separado del exterior por las cordilleras de los Andes y de la Costa en sus sectores oriente y poniente, y por los cordones montañosos de Chacabuco y de Angostura de Paine, en el Norte y Sur, respectivamente. Todo el sistema hidrográfico, atmosférico, geomorfológico y biogeográfico está controlado por los flujos que se desplazan a través de ríos, esteros, quebradas y arroyos, vinculando las cumbres y laderas montañosas con los planos fluviales y de inundación que constituyen las llanuras y piedemontes. La Cuenca del Maipo-Mapocho es un complejo sistema ambiental controlado por el comportamiento de cientos de cuencas y subcuencas, de diverso tamaño y altura. La red hidrográfica es la primera evidencia de la presencia de un sistema semi-cerrado. Sobre las laderas y a través de los cursos de agua escurren solamente las precipitaciones líquidas o sólidas que han caído o se han acumulado dentro del espacio establecido por la divisoria de aguas, que separa la cuenca de otros sistemas territoriales vecinos. Mediante el escurrimiento por quebradas, arroyos y esteros, las aguas organizan un sistema ordenado y jerárquico de cauces, que van tributando a lechos mayores a medida que se desciende en altura. El río Maipo, que es el más importante de la cuenca de Santiago tiene como tributario desde el Norte, al río Mapocho, que a su vez es el cauce principal para cientos de quebradas que descienden desde la Cordillera de los Andes. Al tratarse de un sistema semi-cerrado, cualquier cambio que ocurra en las tierras altas (deforestación, incendios forestales, construcción de caminos y viviendas, vertido de contaminantes en las agua o en los suelos, etc.), repercutirá a continuación en el comportamiento de los cauces cuando transitan por las 7 tierras bajas (aumento de caudales y sedimentos, impactos sobre la flora y fauna, limitaciones para el uso humano de las aguas). Adicionalmente a los rasgos orográficos e hidrográficos que cierran la cuenca, se debe agregar la presencia casi permanente de capas de inversión térmica en la atmósfera que impiden o limitan severamente la circulación del aire fuera de ella. En efecto, debido a la localización latitudinal de la cuenca de Santiago bajo el dominio semipermanente del Anticiclón Subtropical del Pacífico Sur, el aire desciende desde la alta atmósfera, comprimiendo el volumen de las capas inferiores cercanas a la superficie, lo que provoca una elevación de sus temperaturas. La temperatura debería descender con el aumento de la altura, de tal forma que los niveles atmosféricos cercanos a la superficie debieran registrar los valores más altos y decrecer por aumento de altura. Ello favorecería la turbulencia del aire, que se elevaría naturalmente a medida que se calienta por su base, realizándose un proceso de reemplazo del aire contaminado por aire más limpio proveniente de las capas más altas. Sin embargo, cuando predomina la inversión térmica, las capas de aire más frío se ubican inmediatamente sobre la superficie, especialmente en otoño e invierno, mientras que el aire más cálido lo hace en altura. Ello implica la estratificación de las capas de aire y como resultado, la imposibilidad de reemplazar el aire contaminado, que permanece dentro de los límites de la cuenca hasta que la llegada de una perturbación atmosférica mayor logre removerlo. La situación se agrava durante los días en que se localiza frente a la costa del país, la llamada "Vaguada Costera" que es un centro de baja presión atmosférica relativa respecto a los centros de alta presión que se ubican en la vertiente argentina de la Cordillera de los Andes, y que determina una acentuación de los flujos descendentes de aire y con ello un aumento de las inversiones térmicas, todo lo cual, desencadena los episodios más severos de contaminación atmosférica, que abarcan a toda la cuenca. En consecuencia, las condiciones ambientales naturales de la cuenca del MaipoMapocho en que se asienta la ciudad de Santiago, son altamente vulnerables ante la intervención humana. Debido a ello, desde 1996, la Ciudad de Santiago ha sido declarada legalmente como atmósfera saturada como consecuencia de que las partículas en suspensión, el Monóxido de Carbono y el Ozono, exceden las concentraciones máximas permitidas para no dañar la salud de las personas. Otros contaminantes se encuentran en situación latente, es decir, cercanos a alcanzar los límites que afectan la salud de los habitantes. Bajo tales circunstancias, la legislación ambiental obliga a preparar planes de descontaminación, que contengan acciones destinadas a evitar que las concentraciones de contaminantes y los episodios de emergencia continúen ocurriendo. El Plan contiene medidas destinadas a disminuir el aporte de las fuentes fijas (industrias) y móviles (vehículos) a las emisiones de contaminantes, así como acciones destinadas a mitigar sus concentraciones. Sin embargo, el crecimiento espacial de las superficies urbanizadas se transforma en una de las principales causas de incremento de las emisiones vehiculares en la medida que es necesario recorrer mayores 8 distancias entre las residencias, los lugares de trabajo y los centros de servicios. El mayor consumo de combustible que demanda cubrir las distancias crecientes, se relaciona directamente con el aumento de la contaminación atmosférica, de igual forma que lo hacen las urbanizaciones de baja densidad y el uso del automóvil privado como principal medio de transporte. Santiago está creciendo a una tasa superior a las 1.000 Hás por año y adoptando un tipo de urbanización que se localiza espacialmente en lugares cada vez más alejados de los límites de la ciudad. Las urbanizaciones que se están estableciendo en lugares alejados de los centros de empleo y de servicios son uno de los factores principales de la mantención de las altas tasas de contaminantes atmosféricos en Santiago, tanto por el aumento del consumo de combustible debido al incremento de las distancias recorridas, como por el aumento del número de viajes realizados diariamente. Ello es especialmente el caso de las sub-urbanizaciones para residentes altos ingresos, que además disponen de varios automóviles en sus hogares. Los problemas de contaminación atmosférica de Santiago y sus efectos sobre la salud de las personas obligaría a mantener bajo control el crecimiento geográfico de la ciudad, sea mediante planes reguladores que establezcan límites geográficos al crecimiento y asignan obligatoriamente los usos del suelo, o bien, como se ha propuesto recientemente, mediante condicionantes específicos aplicados a los proyectos inmobiliarios, que asegurasen que la sociedad no termine pagando las externalidades negativas, económicas, sociales y ambientales, asociadas a su expansión ilimitada. Urbanizar el piedemonte andino, por ejemplo, puede tener efectos muy severos sobre la contaminación atmosférica de Santiago, en la medida que el aire descendente de las cordilleras sea contaminado por emisiones vehiculares, chimeneas domiciliarias o instalaciones industriales, o bien, mediante los aportes de polvo resuspendido que produce la circulación del tránsito por calles pavimentadas y sin pavimentar. Por otro lado, al reemplazar las cubiertas de vegetación nativa o cultivada por viviendas, estacionamientos, calles pavimentadas, etc. se acentúa la producción de lodo, que es una de las fuentes del polvo en suspensión en la atmósfera. Por otro lado, en las cordilleras se acumulan las mayores cantidades de lluvias y también las nieves y glaciares, que producen las aguas recargan los acuíferos, o bien el escurrimiento superficial y subsuperficial, a través de los ríos, quebradas y arroyos. En el caso de Santiago, el almacenaje de agua es un proceso fundamental para su subsistencia, dado que las condiciones climáticas de tipo mediterráneo determinan un promedio de 20 días de lluvias al año, los que pueden descender a menos de diez durante la ocurrencia de años secos, de los cuales se presentan a lo menos 3 cada diez años. Durante una sequía prolongada, el 80% del agua disponible procede del derretimiento de nieves y glaciares. Para que las aguas estén disponibles en las estaciones y años secos es fundamental que se almacenen en el suelo y subsuelo, lo que depende del proceso de infiltración. La infiltración de las aguas requiere la existencia de suelos "no sellados", es decir con la 9 porosidad y permeabilidad necesarias para permitir el almacenaje de las aguas en su interior. La capacidad de almacenamiento del agua en el suelo depende a su vez de la textura y estructura de los suelos, la pendiente y, esencialmente, de la cubierta superficial o uso del suelo. Los terrenos cubiertos con vegetación nativa y densa pueden llegar a infiltrar o almacenar sobre el 90% de las aguas lluvias. Inversamente, los terrenos urbanizados de alta densidad pueden infiltrar menos del 10% de las aguas lluvias. Urbanizar el piedemonte y las partes altas de la cuenca puede llegara a tener efectos dramáticos sobre el comportamiento de las aguas que caen sobre las laderas cordilleranas y son encauzadas por quebradas y ríos. Al deforestar las laderas y más aun, al reemplazar las cubiertas de vegetación natural o cultivada por superficies urbanizadas aumenta el escurrimiento superficial de las aguas lluvias y con ello las probabilidades de que se produzcan inundaciones sobre las tierras bajas El aumento del escurrimiento es especialmente crítico ante los flujos provocados por tormentas, en que la lluvia se concentra en pocas horas, como sucede en los climas de tipo mediterráneo. La urbanización de las laderas y piedemontes cordilleranos disminuye la infiltración y la recarga de los acuíferos y con ello aumenta las probabilidades de que falte agua en los períodos secos, especialmente en las áreas urbanas que dependen de fuentes locales de abastecimiento, que por su lejanías no son cubiertos por las redes regionales de agua potable. Al mismo tiempo, al incrementar el escurrimiento, aumentan los riesgos de inundación de las tierras bajas, en especial de las áreas ribereñas de ríos y quebradas. El aumento del escurrimiento superficial implica además el crecimiento del potencial erosivo de las aguas corrientes, que serán capaces de transportar una mayor carga de sedimentos capturados sobre las laderas deforestadas o bien de los bancos o bordes de los ríos. Los ríos y quebradas que drenan el piedemonte de Santiago y debido a la alta pendiente y ausencia de vegetación que proteja las laderas, se comportan como torrentes de alto potencial erosivo durante los flujos de tormenta, manifestando una enorme capacidad de transportar rocas de gran volumen, razón por la cual algunos de ellos son utilizados como fuentes de materiales áridos o de construcción. Por las mismas razones, las laderas, dependiendo de su pendiente, tipo de materiales rocosos superficiales y grado de deforestación, se constituyen en fuente de sedimentos susceptibles de ser removidos como flujos de barro, a través de la "remoción en masa". La protección de las riberas de los ríos y quebradas ante los riesgos de inundación, así como la de las laderas frente a los de remoción en masa, exigen especiales cuidados ante los cambios de usos del suelo, de rurales a urbanos. La urbanización, al sellar los suelos, aumenta los flujos superficiales y con ello la capacidad erosiva de las aguas lluvias. De allí la necesidad de conservar las llanuras de inundación de los ríos y quebradas libres de ocupación humana y esencialmente incorporar Zonas de Bufferes Riparianos, es decir, de establecer o restaurar las franjas vegetales que se extienden naturalmente 10 sobre los bordes de los ríos y quebradas como consecuencia de la acumulación de humedad en el suelo. De igual manera es indispensable que se controle el Area de Impermeabilización Total, parámetro constituido por la suma de áreas en que se sella el suelo como consecuencia de la urbanización, es decir, debido a la implantación de calles pavimentadas, senderos y caminos transitados con suelos compactados, techos y otras cubiertas duras, que impiden la infiltración de las aguas. Dependiendo de la sensibilidad de las áreas urbanizables, es necesario, disponer de sitios destinados a facilitar la infiltración y contener el escurrimiento, incluyendo pozos y acequias, así como parques y jardines destinados explícitamente a estos fines. La disminución del agua almacenada en el suelo determina un descenso en la evapotranspiración, es decir, en la cantidad de vapor de agua que es traspasado directamente por evaporación desde el suelo a la atmósfera, o indirectamente, a través de la transpiración de los vegetales. Esta es la forma en que el aire adquiere la humedad y con ello, pierde temperatura y combate su desecación. Al eliminar la vegetación natural, se altera la humedad atmosférica y aumentan las llamadas islas de calor, que corresponden a superficies duras urbanizadas con materiales que absorben grandes cantidades de calor durante las horas de insolación directa y lo emiten durante las noches y madrugadas. La urbanización puede contribuir grandemente a la desertificación y calentamiento del medio ambiente en la medida que aumenta la temperatura y disminuye la humedad. Por otro lado, las islas de calor generadas por la urbanización, pueden dar origen a áreas locales de convergencia de masas de aire provenientes de otros lugares relativamente más fríos, que pueden estar contaminadas, trasladando de esta forma la polución hacia áreas que al mantenerse como rurales, frías y exentas de contaminación, poseían o generaban aire limpio, para beneficio de esos lugares o bien para su exportación hacia la ciudad durante el predominio de los flujos de periferia a centro urbano. La ciudad ejerce también un "Efecto de Rugosidad" sobre los flujos de aire, que consiste en obstaculizarlos o frenarlos debido a la presencia de construcciones y edificios que bloquean el viento o bien lo orientan en diferentes direcciones. La urbanización modifica el clima preexistente mediante la generación de islas de calor, islas de humedad e islas de ventilación. La correcta evaluación de las modificaciones climáticas urbanas depende de la calidad del medio ambiente y de su relación con en el clima de la región o la cuenca. Es evidente que los piedemontes andinos son fuente de generación de flujos de aire frío y limpio y, que en este sentido, aportan a la ventilación de la cuenca aérea en que se localiza Santiago. Debidamente protegidos y reforestados, estas áreas precordilleranas deberían actuar en la limpieza del aire contaminado que asciende durante el día transportado por las brisas y vientos locales de valle a montaña. Durante las noches y madrugadas, el aire limpiado por su circulación a través de los árboles y matorrales, descendería hacia el centro de la ciudad, asegurando la calidad del mismo. 11 Las cuencas y subcuencas andinos, son por otro lado, los componentes principales de la Ecología del Paisaje de Santiago. Debido a la aridez predominante y a la presencia de altas pendiente y suelos escasos, las zonas riparianas que bordean los ríos y quebradas se constituyen en los corredores principales a través de los cuales circula la biodiversidad, al mismo tiempo que son sede de los hábitats más sensibles de vida silvestre. En el caso de Santiago, las zonas riparianas de ríos y quebradas interconectan los parches de biodiversidad de la alta cordillera con los de la llanura. Dicha conexión es fundamental para mantener la interacción y complementariedad entre las especies que habitan los diversos pisos ecológicos, así como para generar los sitios en que se concentran las actividades de residencia, reproducción y alimentación de la vida silvestre. El valor de los corredores de biodiversidad depende en gran medida de la conectividad que son capaces de articular entre parches de alta calidad biológica. Dentro de la "arquitectura ecológica del paisaje", las zonas precordilleranas son centros y fuentes de biodiversidad, aunque debido a la explotación irracional de sus recursos biológicos, son escasas las áreas que poseen un alto valor para su conservación. De allí la necesidad de proteger dichas áreas, a través de su inclusion en alguna categoría de áreas silvestres protegidas, así como la protección de sus buffers de amortiguación y defensa, es decir de las áreas y corredores que las separan de las zonas de usos más intensivos, agrícolas y urbanas. La determinación de buffers de protección, areales o lineales, implica seleccionar como Areas de Sensibilidad Ambiental a los corredores, ríos y quebradas que drenan las cumbres y laderas cordilleranas, de gran variedad y diversidad biológica, así como a los parches de alta calidad ambiental, especialmente las laderas de umbría (sombra) y barlovento (expuestas a los vientos y lluvias), escasamente intervenidas antrópicamente y que por ello conservan importantes mosaicos vegetales. Los corredores y parches vegetales desempeñan servicios ecológicos y ambientales: control del escurrimiento y la humedad atmosférica, generación de islas frías y de vientos y brisas locales, filtro de la contaminación y centros de limpieza del aire y aguas, fuentes y habitas de biodiversidad, áreas de conservación de la naturaleza y de recreación de las poblaciones humanas. Dependiendo de algunas importantes propiedades o atributos espaciales, entre los cuales destacan su frecuencia (mientras mayor el número de parches mayores los servicios que brindan), tamaño (mientras más grandes sean los parches mayores son sus servicios y funciones ambientales), proximidad (mientras más cercas se encuentren, mayor es la interacción que determinan), área interior (mientras mayor sea el área interior alejada de los bordes mayor será el refugio que brindan a las especies biológicas y menores los efectos de la matriz sobre los ecosistemas naturales) y convolución (mientras mayor sea el número de los lóbulos y protuberancias de sus bordes mayores serán las variedades de sus paisajes y hábitats y las interacciones con la matriz circundante). 12 Los ríos y quebradas que mantienen sus bordes naturales cubiertos de vegetación son los mejores corredores ambientales y pueden sostener importantes hábitats de especies silvestres en la medida que se mantengan alejados de la urbanización. Cuando se localizan urbanizaciones en las cercanías de sus lechos, se deben introducir franjas sucesivas de protección de las zonas riparianas que actúen como filtros biológicos para impedir la contaminación de las aguas y los hábitats. La contaminación de las aguas depende de la relación entre fuentes puntuales y no puntuales. En Santiago las fuentes puntuales correspondientes al vertido de los residuos líquidos industriales y de aguas servidas urbanas continúa siendo la principal fuente de contaminación de las aguas, aunque su incidencia tiende a decrecer en la medida que se concreta la instalación de plantas de tratamiento. Por el contrario, bajo tales circunstancias, tiende a aumentar la importancia de las fuentes no puntuales, dentro de las cuales se encuentran los mayores aportes de nutrientes y fertilizantes provenientes de las áreas agrícolas y forestales que utilizan grandes cantidades de fertilizantes y pesticidas, y los crecientes aportes de grasas, aceites y sedimentos contaminados, provenientes de las superficies urbanizadas. La urbanización provoca la contaminación de las aguas, dependiendo de la densidad residencial, de los usos del suelo y de la densidad de tráfico. En consecuencia, si se desea que determinadas cuencas y subcuencas contribuyan a la salud ambiental de los cuerpos de agua, es necesario que se evite su urbanización. En definitiva, la urbanización de las cuencas es un factor mayor de perturbación ambiental, que altera los climas locales, los componentes del ciclo hidrológico, la biodiversidad y la calidad ambiental general del paisaje. Consecuentemente, se debiera evitar la urbanización de las áreas que desempeñan funciones ambientales significativas mediante usos del suelo alternativos a la urbanización. Existe la tendencia a suponer que los territorios que no son declarados como reserva ecológica no cumplen funciones o prestan servicios ambientales significativos. Las áreas vegetadas, sean en forma natural o cultivada, mitigan las islas de calor, humedad y ventilación, aseguran la infiltración, controlan el escurrimiento y la erosión y actúan eficazmente como corredores y parches vegetales. La urbanización es la perturbación ambiental más drástica, rápida e irreversible que puede enfrentar el paisaje natural, por lo cual sólo debe proceder sobre los territorios que presentan una amplia capacidad de resilencia, es decir, una alta tolerancia de sus componentes naturales, que les impide ser alterados definitivamente en la medida que la presión urbana sea controlada y no exceda su capacidad de carga. Las cuencas del piedemonte de Santiago se encuentran entre las áreas sensitivas cuya urbanización debiera ser evitada o restringida, considerando que el estado general ambiental de la ciudad exige que sus área periféricas aporten a la descontaminación del ambiente antes que al agravamiento de las condiciones actuales y futuras. Las áreas que han sido destinadas a la preservación ecológica y ambiental requieren en sus alrededores de buffers de amortiguación de las presiones más fuertes, como la 13 urbana, para lo cual las áreas vegetadas, cultivadas o forestadas, pueden ser de trascendental importancia. La selección de las cuencas que pueden ser urbanizadas exige una cuidadosa evaluación de las condiciones naturales y de los impactos de la urbanización sobre los ecosistemas sensibles que puedan contener. Desde luego que son situaciones muy distintas, la existencia de una cuenca que aún conserva importantes cubiertas vegetadas respecto a una que por sus condiciones de aridez o urbanización ya las ha perdido. O bien una cuenca que actúa como eficaz corredor entre parches de alto valor ecológico o paisajístico, en comparación a una cuenca aislada o desconectada de las fuentes de biodiversidad, agua o aire limpios. Una cuenca que mantiene parte de sus estructuras y formas naturales manifestada a través del número, superficie, conectividad y convolución de sus parches y corredores vegetales es de mucho mayor valor de conservación que una cuenca deforestada, fragmentada y erosionada. En este sentido no es un argumento válido asegurar que se debiera autorizar la urbanización de una cuenca o subcuenca aludiendo al hecho de que ello haya ocurrido con anterioridad. Tampoco es suficiente el contar con las modificaciones en los planes reguladores, como sucede con la reciente proposición de liberar 90.000 Hás a la eventual ocupación urbana en la Cuenca de Santiago. Para ello se deberá evaluar detalladamente la sensibilidad ambiental de las eventuales áreas de urbanización y se deberán considerar en las condicionantes no sólo las que resultan de incorporar los costos de la urbanización y el equipamiento, sino que esencialmente las condicionantes que derivan de incluir los costos y servicios ambientales y ecológicos. En la medida que las demandas ambientales de la población de las áreas urbanas metropolitanas aumenten como consecuencia del aumento de la calidad de vida, será más notable la escasez de las cuencas de alto valor ecológico y ambiental que deben ser conservadas como acción efectiva de la política pública. La política pública debe asegurar la calidad de vida y para ello, la calidad ambiental que requiere la totalidad de la sociedad que ocupa los territorios de las cuencas, respetando la comunalidad de los servicios ambientales tales como el rol de las formaciones vegetales en la generación de aire limpio, la protección que ejercen las cubiertas vegetadas frente a los riesgos naturales como inundaciones y remoción en masa, la protección de los suelos y el control de los procesos de erosión y las funciones que aseguran la biodiversidad, como uno de los componentes fundamentales de la heterogeneidad y diversidad territorial, sin duda uno de los principios más valiosos a la hora de evaluar la calidad ambiental de una cuenca o de una ciudad. 3.2 Crecimiento de la ciudad Como es sabido, Chile ha implementado por cerca de treinta años un modelo de desarrollo económico que se basa en la explotación y exportación intensiva de los recursos naturales, en un sistema abierto a la competencia internacional y prácticamente sin intervención del Estado en la regulación de la localización y funcionamiento de los mercados regionales. Aún a nivel urbano, si bien persisten instrumentos de regulación territorial para asignar los usos del suelo, zonificar las 14 ciudades y controlar las densidades de construcciones, lo cierto en que dichos Planes Reguladores Metropolitanos, Intercomunales y Comunales, se encuentran normalmente obsoletos o han sido objeto de tantas modificaciones, presionados por el crecimiento y transformación de las ciudades, que resultan irreconocibles, además de contradictorios. La planificación normativa de los territorios urbanos ha sido reemplazada en la práctica por decisiones de localización especialmente basadas en racionalidades económicas privadas, por decisiones adoptadas en los centros de poder nacionales y extranjeros que controlan la globalización, y en consecuencia, que no consideran los objetivos sociales y medio ambientales que serían necesarios de tener en cuenta, junto a la participación ciudadana, para elaborar propuestas sustentables (Stadel, 2001). Como consecuencia de la aplicación de los principios neoliberales en todos los ámbitos de la vida nacional, la más reciente discusión urbana en Chile dice relación con el intento de las autoridades ministeriales de abandonar la totalidad de las restricciones al crecimiento urbano representadas por los planes reguladores y su reemplazo por las llamadas Zonas de Desarrollo Urbano Condicionado (ZODUC). Bajo esta fórmula y con el fin declarado de facilitar las inversiones y combatir el desempleo, sería posible desarrollar asentamientos consolidados en cualquier territorio no urbano, en la medida que sus superficies sean mayores que 300 Há y que los proponentes de los proyectos inmobiliarios asuman la totalidad de las externalidades económicas, tales como equipamientos comunitarios, construcción de infraestructuras, plantas de tratamiento de desechos y colectores de aguas lluvias. Adicionalmente, se ha propuesto que las superficies originalmente destinadas a áreas verdes por los planes reguladores, que se ubican al interior de los límites urbanos y que por razones esencialmente económicas, no han sido implementadas a la fecha, podrán ser desafectadas por la autoridad ministerial y urbanizadas en un porcentaje variable, entre 10 y 20% cuando correspondan a espacios públicos o privados, respectivamente. Para ello será necesario que los proponentes de los proyectos se hagan cargo de la implementación y mantención de las áreas verdes del resto de los terrenos desafectados, así como de la compensación de la superficie construida por un área equivalente ubicada en otro lugar de la ciudad. Ambos tipos de propuestas señalan la crisis de las políticas públicas urbanas, incapaces de confrontar los intereses privados con el bien común y la justicia social, dejando de lado la preocupación por la salud del medio ambiente de las ciudades, concentrándose sólo en resolver las externalidades de las construcciones. No se ha comprendido ni generalizado el reconocimiento y protección de los servicios ambientales que ofrece la naturaleza –expresados en áreas agrícolas, forestales y remanentes naturales- , cuya destrucción resulta ser una perturbación irreversible que afecta la calidad de vida de las ciudades (Romero y Ordenes, 2002). Cualquiera sea el caso, resulta evidente que los argumentos hasta ahora utilizados para proteger las áreas verdes al interior y alrededor de las ciudades, y para justificar su salvaguarda teórica en los planes reguladores, han fracasado, y que las regulaciones no han sido socialmente compartidas ni asumidas, permaneciendo como obligaciones 15 formales permanentemente violadas y en el caso de las áreas verdes urbanas, jamás implementadas por los servicios públicos. De esta forma existen medio ambientes estrictamente dependientes de los niveles de ingreso de los residentes y sus municipios, y por ello, enormemente diferenciados socialmente entre aquellos que pueden diseñar, construir y mantener las áreas verdes como tales, y aquellos que se cubren de “áreas café” ante las imposibilidades económicas de hacerlo, transformándose en sitios eriazos y suelos desnudos, vertederos ilegales de residuos domiciliarios y de la construcción, núcleos de contaminación y centros de inseguridad ciudadana . En consecuencia es el momento propicio para que se generen nuevos instrumentos de planificación y gestión ambiental para los espacios urbanos y debido a ello, para introducir, desarrollar y aplicar conceptos, métodos y argumentos propios de la Ecología de Paisajes. Las más recientes mediciones indican que la Ciudad de Santiago agregó a sus 50.000 hás de superficie urbanizada algo más de 12.000 hás en la última década, y que debería adicionar otras 35 o 40.000 hás en los próximos 25 años, lo que excedería con creces las 10.000 hás que restarían para alcanzar el límite urbano establecido por el Plan Regulador Metropolitano sólo en 1994. Las autoridades del sector y los investigadores coinciden en que estas tasas se crecimiento son irreversibles, y que, en consecuencia, el dilema no es sí crecer o no, sino disminuir los efectos adversos de dicho crecimiento sobre la calidad de vida de la población. La Ciudad de Santiago, como es sabido, presenta, inadecuadas y difíciles condiciones ambientales, cuyo agravamiento se relaciona directamente con su crecimiento espacial. Al aumentar el tamaño de la ciudad, se produce automáticamente el incremento de las distancias recorridas entre los hogares y los centros de trabajo y servicios, lo que explica el aumento del parque automotriz y de la locomoción colectiva, y con ello de las emisiones de contaminantes atmosféricos, en circunstancias que la atmósfera de Santiago fue declarada como Zona Saturada en 1996. De no mediar acciones exitosas sobre el control, integridad y calidad del transporte público, seguramente la ciudad continuará aumentado las fuentes móviles de contaminación y a través de ello, empeorando la calidad del aire. Por otro lado, las inundaciones asociadas a la ocurrencia de lluvias intensas del presente año afectaron a amplios sectores de la población y la industria, localizados en terrenos vulnerables a este tipo de riesgo y que habían sido ocupados recientemente como parte del rápido proceso de crecimiento mencionado. Las superficies disponibles para ser urbanizadas han correspondido a terrenos cubiertos con cultivos agrícolas, humedales, remanentes de vegetación natural o plantada y mayoritariamente, suelos desnudos bajo especulación urbana. Si bien dichos usos alternativos del suelo no pueden competir económicamente con el elevado precio que alcanzan los terrenos al ser urbanizados, muchos de ellos prestan servicios ambientales a la ciudad cuya adecuada evaluación debiera de ocurrir antes de autorizar su cambio de uso. 16 No existe en la literatura un consenso respecto a la definición de servicios ambientales. Parece ser necesario distinguir entre servicios, funciones y bienes ambientales. Los bienes ambientales corresponderían a productos de la naturaleza que pueden ser directamente aprovechados por los hombres, tales como la madera. Las funciones ambientales serían los procesos de la naturaleza que pueden ser posiblemente usados por el hombre. Por último, los servicios ambientales serían los usos posibles o potenciales que hace la sociedad, de las funciones ambientales, entre las cuales se encuentran la generación y mantenimiento de los flujos e interacciones entre sus componentes abióticos y bióticos: energía, materia, momento e informaciones. Dichos procesos ambientales están destinados en primer lugar a asegurar el funcionamiento de los ecosistemas y a través de ello, a proteger y mejorar las condiciones ambientales de la naturaleza, las que, a su vez, se encuentran en la base de la calidad de vida de las sociedades humanas. Desde el punto de vista de la economía ambiental, correspondería que los servicios ambientales formaran parte de la Valorización Total de los recursos y por ello, que al evaluarlos no sólo se consideraran sus valores de uso directos e indirectos, sino que también los valores opcionales y de existencia, que se vinculan específicamente con la equidad intergeneracional y la sustentabilidad, es decir, con las posibilidades de que las generaciones futuras dispongan de opciones reales para asignar estos recursos a usos alternativos a los actuales, que han mantenido su calidad intrínseca a través del tiempo. De esta forma, el crecimiento de la ciudad de Santiago ilustra el tipo de problemas que debe plantearse la Evaluación Ambiental Estratégica (EAE), instrumento de gestión y planificación ambiental no considerado aún en la legislación del país. En efecto, se trata de problemas que surgen de estimaciones y tendencias de evolución futura, pero que se plantean para escenarios esencialmente desconocidos e inciertos, frente a los cuales sólo cabe considerar diversas alternativas de solución, sobre la base del principio precautorio, que señala que aún ante la incertidumbre debe imperar la conservación de los recursos. Dichas soluciones representan necesariamente ciertas opciones, entre las cuales destacan aquellas que consideran que las políticas, planes y programas urbanoregionales, deben inspirarse en los objetivos del desarrollo sustentable: crecimiento económico, equidad social y protección del medio ambiente, para asegurar que las futuras generaciones dispongan de las mismas opciones de decisión que las actuales respecto al desarrollo de las ciudades y regiones. Es evidente que ello resulta más complejo en el caso de las transformaciones ambientales ligadas al crecimiento urbano, puesto que la ciudad implica una perturbación gigantesca sobre las condiciones naturales de los ecosistemas y su reemplazo por situaciones difícilmente reversibles en el futuro, lo que no hace sino aumentar las precauciones con que deben adoptarse las decisiones actuales. Por otro lado, la EAE trabaja sobre la base de los efectos ambientales acumulativos de las intervenciones sociales y en horizontes de plazos medianos y largos, lo que permite considerar en forma adecuada a las transformaciones globales que provocan el desarrollo de la ciudad sobre los sistemas ambientales naturales y sociales, en 17 horizontes temporales y espaciales equivalentes a los que proponen los planes reguladores territoriales, que por su naturaleza deben ser entendidos también como estratégicos. Entre los servicios ambientales que requieren ser evaluados territorialmente se encuentran los que cumplen las áreas vegetadas, naturales o agrícolas, entre los que se hallan en primer lugar, sus aportes al ciclo hidrológico. Las áreas verdes localizadas al interior o alrededor de la ciudad disminuyen el escurrimiento superficial de las aguas lluvias, mitigan en consecuencia las inundaciones y facilitan la recarga de los acuíferos mediante la infiltración superficial y subterránea. Dichas acciones no sólo regulan las crecidas e inundaciones que siguen a los flujos de tormenta, sino que aseguran la disponibilidad de recursos hídricos en los largos períodos de sequía estacionales y anuales, cuando los flujos dependen de las aguas almacenadas en el subsuelo. El mantener la capacidad de almacenaje de las aguas en el subsuelo se ha tornado tanto más crítico en la medida que disminuyen las nieves y glaciares de la cordillera debido al afecto invernadero y aumentan las incertidumbre climáticas debido a los cambios globales. Las cubiertas vegetales, cumplen un segundo gran conjunto de servicios ambientales al filtrar mediante la retención en sus hojas las partículas en suspensión en la atmósfera que son el principal contaminante en Santiago, así como al reciclar contaminantes atmosféricos, como sucede con la sustracción de carbono. Las cubiertas vegetales, sin importar su origen natural o cultivada, regulan las temperaturas y la humedad atmosféricas. Mediante las sombras y el proceso de evapotranspiración sustraen una parte importante del calor generado y acumulado en las ciudades, que origina la formación de islas y archipiélagos de calor, que no sólo aumentan el stress ambiental de las ciudades sino que además, facilitan la convergencia de las plumas de contaminación hacia los sectores más cálidos, normalmente el centro de las ciudades. Al generar islas frías, la vegetación asegura la heterogeneidad térmica de las ciudades y con ello la ventilación de la atmósfera, al permitir el desarrollo de brisas locales que compensan las diferencias térmicas. La vegetación contribuye además a disminuir substancialmente los ruidos generados por las fábricas y especialmente por la circulación vehicular, que genera la contaminación acústica de amplios sectores urbanos. Consecuentemente, la decisión de optar por un crecimiento urbano extendido y disperso, cubriendo con carreteras, centros comerciales, residencias y fábricas las cubiertas vegetadas, tiene amplios, profundos e irreversibles efectos ambientales, que deben ser evaluados detalladamente en términos de costos no exclusivamente económicos. La generación de hábitats urbanos que se comportan como islas de calor, humedad y ventilación, causa profundos impactos negativos sobre la salud de los ecosistemas y sobre la salud física y mental de los habitantes, cuyo deterioro se debe entender como el problema ambiental más relevante que enfrentan sociedades altamente urbanizadas como la chilena. El intento posterior de revertir la "desertificación" urbana causada por el desaprensiva crecimiento de las ciudades, proceso que afecta a la mayoría de los sectores urbanos de ciudades como Santiago en especial a los sectores de menores ingresos- se enfrenta en primer lugar con problemas de costos económicos, dado los elevados precios que implica repoblar y mantener con vegetación los sitios eriazos (se habla de cinco millones de pesos 18 anuales por hectárea en Santiago) , muchos de los cuales son presentados como supuestas áreas verdes por los planes reguladores. Si a ello se suman los costos ecológicos asociados a la plantación y mantención de áreas verdes (suelos, riego, fertilizantes y plaguicidas), se comprende la imposibilidad de restaurar los hábitats al nivel de biomasa, productividad vegetal y biodiversidad que poseían previamente en forma natural. Con ello se torna muy dudosa la decisión de haber arrasado parches y corredores de vegetación remanente de los bordes de las ciudades. La biodiversidad urbana se relaciona directamente con la calidad de vida en las ciudades. El país ha firmado compromisos destinados a su conservación, como también lo ha hecho respecto al combate de los cambios climáticos y la desertificación, procesos que, como se ha indicado, alcanzan su máxima expresión en las ciudades. Desde luego que no es posible asimilar el concepto de biodiversidad urbana al de biodiversidad natural de las especies, considerando que la transformación del paisaje ha sido brutal e irreversible. Las ciudades presentan una escasa riqueza biológica y la flora y fauna que en ella existe es mayoritariamente introducida y simplificada al máximo. Por ello, es necesario interpretar la biodiversidad como diversidad de hábitats, y, por lo tanto, de áreas proveedoras de servicios y funciones ambientales fundamentales para la calidad de vida urbana. La Ecología de Paisajes es una de las herramientas metodológicas mejor desarrolladas para enfrentar los estudios de la vegetación en el espacio. Las unidades espaciales básicas para la distribución de la vegetación, corresponden a los parches o porciones de la superficie terrestre cubiertas por ella. La anexión espacial de los parches origina los corredores y la suma de parches y corredores corresponde al mosaico de paisajes. Dicho mosaico interactúa con una matriz de fondo, que a escala de la ciudad consiste en las condiciones ambientales urbanas propiamente tales. Si bien existen numerosos atributos espaciales que permiten evaluar los efectos ambientales positivos de la presencia de parches y corredores vegetales al interior de la ciudad (número, superficie, proximidad, área interior, convolución, etc.), en este análisis sólo se ha considerado su número y superficie, y por ello tamaño. La reducción del tamaño de los parches y corredores, aunque aumente el número de los mismos, implica una fragmentación espacial que repercute por lo general, en forma negativa sobre las condiciones ambientales de la ciudad, en especial en términos de servicios ambientales y biodiversidad. Mientras mayor sea el número y tamaño (superficie o área) de los parches, mayor será la cantidad y diversidad de las especies biológicas y mayor la cantidad y calidad de los servicios ambientales que presten al funcionamiento de la matriz urbana. El tamaño del parche es el atributo de mayor importancia ecológica (Sukkop, 1991; Dramstad et al., 1996; Forman, 1997). Los parches de tamaño grande protegen la calidad de los acuíferos y del agua, conectan las especies y flujos de bajo orden, son hábitat para sustentar las poblaciones interiores y fuente de especies y servicios ambientales, así como amortiguadores contra la extinción de éstos durante el desarrollo de los cambios y las perturbaciones. Los parches pequeños, si bien no cumplen las mismas funciones que lios grandes, son eficaces hábitat, fuentes y escalones para la dispersión de las 19 especies y los flujos a través de la matriz urbana. Se trata de hábitats que protegen en forma dispersa a especies raras, y alojan especies que requieren parches pequeños para sobrevivir o que están adaptadas a los bordes. Existe una relación directa entre el tamaño de los parches, la riqueza de las especies y las funciones ambientales, las que corresponden en este caso a los “servicios interiores”. En los parches pequeños estas funciones son reemplazadas por los “servicios de borde”. En el caso de las especies de borde se trata de aquellas que permanecen cerca del perímetro de un elemento del paisaje, por ejemplo las aves depredadoras que establecen patrones lineales de caza y se abastecen desde el exterior. Las especies interiores son aquellas que se mantienen alejadas del perímetro, ocupando el área del centro de los parches y que son las más vulnerables ante las perturbaciones externas provenientes de la matriz urbana. La localización relativa de los parches respecto a la matriz, determinará las funciones de corredores, escalones o fuentes que cumplan en términos de flujos de materia, energía e información, tales como especies biológicas, aire, agua y sedimentos. La remoción de parches causa la pérdida de los hábitats y con ello de las especies biológicas y de los servicios ambientales que ofrecen a la ciudad: islas de aire frío y generación de brisas locales que diluyen la contaminación atmosférica, filtros biológicos que controlan la contaminación del aire, agua y suelos; infiltración de las aguas lluvias y recarga de los acuíferos, protección del suelo ante la erosión y de los riesgos de inundación, etc. A lo menos dos grandes parches son necesarios para mantener la diversidad y riqueza de las especies, pero el número mínimo dependerá de su calidad ambiental y capacidad de sostener la riqueza biológica. Los grandes parches de vegetación natural son las únicas estructuras del paisaje que protegen los acuíferos e interconectan las redes de cauces fluviales, generan flujos limpios de aire y agua, protegen el suelo, sostienen poblaciones viables de especies interiores y proveen de hábitat centrales y coberturas de escape para los vertebrados de más amplio rango de residencia, y permiten regímenes de perturbaciones cercanos a lo natural (Dramstad et al., 1996). Los bordes corresponden a la porción exterior de los parches que separan las condiciones existentes al interior y fuera de ellos. El efecto de borde incluye al conjunto de condiciones que difieren del interior y exterior de los parches. El que los bordes sean rectilíneos o curvilíneos influye también en las interacciones con el exterior y por ello en la calidad y cantidad de los servicios ambientales que prestan los parches. Mientras mayor sea la superficie de los parches, se desarrollará una área interior más amplia, donde podrán generarse y conservarse mejor los servicios ambientales y las especies biológicas. Al fragmentarse los parches en unidades de menor superficie disminuirán las funciones propias del interior y aumentarán los efectos de borde. La mayoría de los bordes corresponden a límites naturales y son curvilíneos, complejos y blandos, mientras que los impuestos por la sociedad tienden a ser rectos, simples y 20 duros. Un borde recto canaliza los flujos a lo largo, mientras que uno curvilíneo favorece los movimientos a través de él. Un parche de bordes convoluído tendrá una mayor proporción de hábitats, especies y funciones de borde disminuyendo las funciones de las áreas interiores, tales como conservación de especies y generación de aire limpio. Mientras mas convolucionada sea la forma de un parche, y por lo tanto mayor el número de lóbulos, mayores serán también las interacciones, positivas o negativas, entre los parches y la matriz de su alrededor. 3.3 Efectos de la urbanización La presente sección analiza las pérdidas de servicios ambientales causados por el crecimiento urbano de Santiago ocurrido entre 1989 y 2001, mediante el examen de secuencias de imágenes satelitales procesadas en sistemas de información geográfica. Entre los rasgos evaluados se encuentran la generación de islas de calor y pérdida de islas frías, homogeneización de las cubiertas superficiales y pérdida de la heterogeneidad y diversidad de los paisajes, desecación de los suelos, disminución de biomasa y productividad vegetal, fragmentación de hábitats e interrupción de corredores de biodiversidad. La figura 3 permite observar que en la ciudad de Santiago se han agregado 13.014,63 Hás a la mancha urbana continua, sólo entre 1989 y 2001 (Tabla 1), mediante diversos procesos espaciales, tales como la acreción de áreas rurales a los bordes de los límites previos de la ciudad, especialmente en los sectores oriente (piedemonte de la cordillera andina), relleno de espacios rurales que se mantenían como intrusiones agrícolas en el espacio urbano, como ha sucedido hacia el Sur, al unirse Santiago con Puente Alto, y a lo largo de ejes viales como ha ocurrido en la Carretera Panamericana Sur, y hacia el Poniente, a lo largo de los ejes representados por el camino a Melipilla, Av. Pajaritos y Ruta 68 a Valparaíso. Hacia el Norte, el crecimiento se ha establecido a lo largo de buffers en torno a la Carretera Panamericana y Circunvalación Américo Vespucio. Año Superficie (Há) 1989 41,059.26 2001 54,073.89 Avance 13,014.63 Tabla 1. Crecimiento de la mancha urbana continua de Santiago entre 1989 y 2001 El crecimiento del espacio continuo de la ciudad (es decir, exceptuando las parcelas de agrado ubicadas aisladamente en las áreas rurales) sugiere los límites que tendría la ciudad en el futuro, reafirmando la existencia de una segunda orbital paralela a Américo Vespucio que dará cuenta del relleno intersticial de los espacios remanentes de superficies agrícolas y naturales existentes en especial entre San Bernardo y Puente Alto y entre éstas ciudades y la carreteras Panamericana Sur. Otro tanto sucederá con los espacios remanentes ubicados entre las rutas 78, 68 y Panamericana Norte. Por 21 otro lado, los corredores urbanos de mayor vigorosidad se aprecian a lo largo de la Carretera Panamericana Norte y del estero Colina. El río Maipo se ha estructurado hasta ahora como una eficaz barrera natural para frenar el crecimiento de la mancha urbana hacia las tierras agrícolas del sur de la cuenca, donde se ubica Pirque. Para organismos como el Colegio de Arquitectos, este proceso de crecimiento espacial es totalmente infundado, puesto que existen 3.000 Hás disponibles al interior de la ciudad que cuentan con infraestructura óptima de urbanización, mientras que otras 10.000 Hás, que se encuentran "erróneamente" según ellos, clasificadas como de preservación ecológica al interior de los límites urbanos, podrían ser objeto de urbanización, todo lo cual tornaría inviable continuar con el crecimiento hacia afuera. 3.3.1 Efectos del crecimiento de la ciudad sobre la biomasa: La expansión urbana de los últimos años ha afectado severamente a 2.679,75 Hás. (tabla 2), que concentraban biomasa alta y muy alta (fig.4), que existían en el sector Norponiente, en torno a la Circunvalación Américo Vespucio; en el sector Nororiente en las cercanías del estero Las Hualtatas; en el área intersticial de Maipú, ubicada entre las rutas 68 y 78, y finalmente, en los sectores comprendidos en La Pintana y entre Puente Alto y La Florida. Categorías Superficie (Há) Concentración mínima 26.19 Concentración baja 799.29 Concentración media 9,670.05 Concentración alta 1,992.69 Concentración máxima 705.06 Tabla 2. Areas de pérdida de biomasa por niveles de concentración en Santiago entre 1989 y 2001 Como se aprecia, la pérdida de biomasa se puede considerar como uno de los principales efectos adversos del actual proceso de urbanización de Santiago. Ello obliga a conservar las áreas remanentes y en especial las que poseen altos valores de productividad biológica, como es el caso de ríos y quebradas que descienden por el piedemonte. 3.3.2 Pérdida de suelos con capacidad de uso agrícola Durante los 12 años recientes analizados, 6.308 Hás. de suelos con capacidad óptima de uso agrícola (clases I, II y III) han sido cubiertos por la urbanización (tabla 3). La pérdida más relevante de suelos de la más alta calidad, es la que ha ocurrido entre las rutas 68 y 78 en el sector de Maipú (Fig.5), que ha afectado casi exclusivamente, a 22 suelos caracterizados por pendientes planas, gran profundidad, excelente contenido orgánico y adecuado drenaje. Debido a dichas características, la pérdida de estos suelos de primera categoría mundial no sólo daña el patrimonio agrícola sino que además elimina sus significativos servicios ambientales, en especial sobre el sistema hídrico, atmosférico y biogeográfico. Categorías Superficie (Há) Clase I 1,618.92 Clase II 2,027.16 Clase III 2,661.93 Clase IV 255.69 Clase VI 405.54 Clase VII 238.77 Clase VIII 292.68 Tabla 3. Areas de suelos, según capacidad de uso, cubiertas por la expansión urbana de Santiago entre 1989 y 2001 La expansión urbana que ha ocurrido en las comunas de Cerrillos, Maipú, La Florida y Puente Alto, ha eliminado también importantes áreas de suelos de clase II y III, cuyo valor agrícola y servicios ambientales son igualmente considerables. La expansión urbana hacia el Norte es la que se sitúa en los suelos de menor calidad agrícola y en algunos casos sobre clases de capacidad de uso superiores a V, lo que exigiría evaluar sus efectos sobre la naturaleza propiamente tal. Es importante detener este proceso de degradación ambiental. Todos los países protegen sus suelos de valor agrícola, por lo que resulta impresentable pretender ocupar grandes extensiones de interés silvoagropecuario por urbanizaciones. 3.3.3 Pérdidas de humedales: La pérdida de áreas con suelos con alto contenido de humedad ha ocurrido especialmente a lo largo de la Carretera Panamericana Norte y en sector del estero Colina (Fig. 6 y Tabla 4), aunque algunos parches pueden ser observados también en Pudahuel, La Florida, La Pintana y Maipú. Categorías Superficie (Há) Contenido mínimo 8.01 Contenido bajo 429.30 Contenido medio 11,233.89 Contenido alto 1,322.46 Contenido máximo 199.62 Tabla 4. Pérdidas de áreas con mayor concentración de humedales: 1,522.08 Hás. 23 La pérdida de 1.522 Hás de humedales en los años recientes no sólo altera a fases significativas del ciclo hidrológico, tales como la evapotranspiración y el escurrimiento, sino que, fundamentalmente significa perturbar ecosistemas que son muy relevantes en particular cuando se trata de pasajes áridos y semi-áridos. Por razones hidrológicas, ecológicas y ambientales los humedales deben ser objeto de protección bajo alguna categoría de conservación, así como de especiales prácticas de gestión cuando deben ser intervenidos. El mantenimiento de los humedales no depende sólo del cuerpo de agua en sí mismo sino que de la salud ambiental de la cuenca o subcuenca que lo sostiene. Las áreas ambientalmente más sensibles se localizan preferentemente en las cercanías de los cauces fluviales o bien en depresiones inundadas por éstos. 3.3.4. Pérdidas de zonas de mayor productividad vegetal Categorías Superficie (Há) Extremo bajo 1.62 Bajo 547.11 Levemente bajo 5,004.18 Levemente alto 4,332.06 Alto 2,507.49 Extremo alto 800.82 Tabla 5. Areas de pérdidas de mayor productividad biológica: 7,640.37 Hás. La pérdida de 7.640 Hás de alta productividad biológica y de verdor en la ciudad ha sido realmente muy significativa (Fig. 7 y Tabla 5) y afecta prácticamente a todas las áreas de expansión urbana, aunque por su extensión es particularmente grave en los sectores Nor y Sur Poniente, al sur de la ruta 68 y en el sector Nororiente, en Lo Barnechea. La pérdida de áreas verdes tiene profundos efectos ambientales y se contrapone con las declaraciones y objetivos de los planes de descontaminación, obligando a proteger las áreas que aun conservan vegetación. 3.3.5. Variaciones térmicas 1989 - 2001 La desecación de los suelos, la pérdida de biomasa y esencialmente el desaparecimiento de las áreas verdes explicaría la elevación de las temperaturas de emisión que presentan 6.485 Hás (Tabla 6) de la ciudad de Santiago y que llega a superar los 4ºC en parches específicos tales como la urbanización de la Viña Cousiño Macul (Fig. 8) , y a elevar en a lo menos 2ºC casi todos los sectores de expansión urbana reciente. Los efectos ambientales respecto al stress térmico en la ciudad, la convergencia de plumas de contaminación hacia los diversos sectores de cambio térmico y de las plumas de calor sobre los ecosistemas naturales, requieren ser estudiados con profundidad, pero es de destacar que los cambios de las temperaturas de emisión superan en mucho las mayores estimaciones asociadas al Cambio Climático Global y focalizan en las ciudades importantes fuentes del problema. 24 Variación Térmica Superficie Afectada (Hás,) Disminución térmica mayor a 4°C 1.98 Disminución térmica de entre 2 a 4°C 10.08 Disminución térmica menor a 2°C 40.23 Temperaturas estables (variaciones menores a 2°C) 662.49 Aumento térmico menor a 2°C 5,993.37 Aumento térmico de entre 2 a 4°C 5,140.71 Aumento térmico mayor a 4°C 1,344.42 Tabla 6. Cambios de temperatura de emisión entre 1989 y 2001. 3.3.6. Parches y corredores ecológicos: La figura 9 presenta los 1667 polígonos formados por parches y corredores vegetales que existían en la ciudad de Santiago en 1989, ocupando 818, 37 Hás dentro de sus límites. Como se aprecia en la tabla 7, el año 2001 la superficie ocupada por éstos había disminuido ligeramente a 737,28 Hás pero lo más significativo era que los polígonos habían aumentado de 1667 a 3849, lo que implica una substancial fragmentación de los mismos. Categorías Superficie (Hás) N° Polígonos Parches y corredores existentes dentro del límite 818.37 1667 urbano en 1989 Parches y Corredores mantenidos el año 2001 737.28 3849 dentro del límite urbano de 1989 Parches y corredores existentes dentro del límite 1556.19 5611 urbano en 2001 Parches y corredores que existirían el año 2001 si no hubiesen sido eliminados por la expansión 4090.50 3498 urbana Tabla 7. Número y superficie ocupados por parches y corredores vegetales en 1989 y 2001 en Santiago . La figura 10 presenta el total de parches y corredores vegetales existentes dentro de la ciudad el año 2001, una vez que se agregaron 13.014 Hás al espacio construido. Como se aprecia el número de polígonos aumentó significativamente y la superficie se duplicó. Sin embargo esta última cifra debe ser contrastada con los parches y corredores que existirían en caso de que la ciudad no se hubiera expandido en la forma que lo hizo. En este caso hipotético los polígonos serían menos, indicando la compactación de las áreas verdes, y las superficies excederían las 4.000 Hás. Como se ha indicado, la superficie real sólo alcanzó a 1.556 Hás, después del proceso de expansión de la ciudad. 25 4. Desarrollo sustentable de las ciudades intermedias En Chile, como en la mayoría de los países latinoamericanos, las ciudades intermedias se han constituido en alternativas para la localización de la población y las actividades económicas frente a las metrópolis y grandes ciudades de la región, debido a la degradación de las condiciones económicas, sociales y ambientales de estas últimas, a las oportunidades de inversión existentes en otras áreas y a las posibilidades abiertas por los modernos sistemas de comunicaciones para instalarse en áreas remotas. De esta forma, en prácticamente todos los países latinoamericanos, son las ciudades intermedias las que alcanzaron las más altas tasas de crecimiento demográfico durante las últimas décadas (Rodríguez y Villa, 1998) . Numerosas actividades económicas se han trasladado hacia las ciudades de tamaño medio que rodean las metrópolis, impulsadas por la revolución de los medios de transporte y comunicaciones, mientras que las empresas transnacionales y nacionales dedicadas a la exportación de materias primas o productos industriales semielaborados han construido instalaciones y adquieren numerosos insumos en las ciudades principales de sus áreas de producción. Al mismo tiempo, la necesidad de aumentar crecientemente los mercados globales de bienes y servicios, las han incorporado rápidamente en sus redes de consumidores. A lo menos en Chile, es posible encontrar en todas las ciudades intermedias sucursales de las redes nacionales de supermercados, tiendas por departamento, farmacias, bancos, compañías de seguros, clínicas hospitalarias, etc., junto con conexión a las redes de telefonía celular, televisión por cable, satélite e internet. La presencia de un mall o shopping center ha llegado a constituirse en el principal símbolo de modernidad y progreso para la ciudad intermedia. Desde luego que no se trata de considerar como ciudades intermedias sólo a aquellas cuya población se encuentra entre determinados umbrales cuantitativos de población, sino que por el contrario, seleccionar aquellas ciudades que presentando una población mucho menor que las grandes metrópolis, y superior a las ciudades pequeñas de las jerarquías nacionales, ejercen un conjunto de funciones de intermediación entre las capitales globales y los hinterlands subregionales (Mertins, 2001a y 2001b). El desarrollo sustentable de las ciudades intermedias es fundamental para difundir y aterrizar los beneficios de la globalización a escala nacional y regional (Azócar et al., 2003; Boissier, 2001; Mertins, 2001, Stadel, 2001, Sassen, 1998). Sin embargo, a pesar de su importancia creciente, no se conoce adecuadamente el estado del medio ambiente de estas ciudades, debido a que normalmente las observaciones, análisis y evaluaciones de estos problemas se concentran en las grandes ciudades o en las áreas mayormente impactadas por los megaproyectos de inversión. Con el fin de evaluar la situación ambiental de las ciudades intermedias y operacionalizar sus objetivos de sustentabilidad para el desarrollo, se ha investigado la dinámica y estado de cuatro ciudades intermedias chilenas: Quillota y Chillán, localizadas en las cuencas mediterráneas centrales, y Los Angeles y Temuco, ubicadas 26 en el sector templado austral, fuertemente impactadas por el desarrollo de las actividades de exportación agrícola, forestal e industrial del país. Las ciudades intermedias se han transformado en áreas de interés prioritario para los inversionistas del sector privado y en consecuencia, sus límites, estructura y funciones crecen y se complejizan permanentemente. Los efectos de la globalización se hacen sentir en la presencia de barrios, sub-urbanizaciones y centros de abastecimiento y servicios exclusivos para quienes son empresarios y profesionales de alto nivel de especialización, empleados en las actividades globalizadas. En forma paralela, la mayoría de la población permanece únicamente vinculada a los empleos de bajos salarios que sirven a las empresas globales, y en las actividades orientadas al mercado interno y a satisfacer las necesidades domésticas de bienes y servicios. El medio ambiente urbano de las ciudades intermedias representa la dualidad básica de sus economías, destacando los barrios de los estratos ricos y de la clase media alta, caracterizados por ubicarse cada vez más lejos del centro, formando parte de núcleos urbanos segregados y cerrados, donde las bajas densidades residenciales, coinciden con extensas áreas verdes, comercios y servicios supersegmentados por sus nichos de consumo. Los centros históricos deben realizar ingentes esfuerzos de inversión pública para mantener su atractividad y evitar una migración mayor de sus negocios y funciones, mientras que los barrios de los estratos pobres presentan medio ambientes “desertificados”, carentes de equipamiento y degradados, aunque se observan grandes diferencias entre una ciudad y otra. De esta manera, las ciudades intermedias chilenas reproducen paulatinamente la estructura y funcionamiento de las grandes ciudades y van dejando atrás la alta calidad de sus ambientes naturales y los niveles de integración socio-espacial y socio-ambiental que las caracterizaron, junto a una pérdida de identidad de sus habitantes, cada vez más dependientes de influencias exógenas. La política pública se observa inerte ante el progreso de la “modernidad” y los objetivos de la sustentabilidad se esfuman detrás de la especulación por el suelo urbano, las enormes rentabilidades de las empresas inmobiliarias, los lobbies de vendedores de automóviles, combustible, construcción de autopistas, etc. y los tráficos de influencia de quienes han descubierto que la compra de suelos agrícolas baratos y su transformación en suelo urbano, es el mejor de los negocios posibles. Debido a su tamaño menor, las ciudades intermedias no habían utilizado hasta ahora el distanciamiento físico como principal elemento de segregación socio-cultural, convergiendo sus habitantes en general en los edificios y espacios públicos principalmente localizados en el centro histórico. Los rasgos del crecimiento más reciente de las ciudades intermedias chilenas (Azócar et al, 2003 y 2002; Bordorf, 2001; Toledo et al, 2001; Romero y Toledo, 2001; Romero et al., 2001; Rovira, 2001), indican un importante incremento de la segregación social, aun entre barrios vecinos, un aumento de las patologías sociales y la delincuencia y una creciente segmentación de los servicios educacionales, sanitarios y comerciales, todo lo cual forma parte de un inadvertido proceso de desintegración socio-ambiental. 27 En esta sección, el estado y cambios del medio ambiente de las ciudades seleccionadas han sido analizados y clasificados mediante sistemas de información geográfica que combinan imágenes satelitales, fotografías aéreas, planos urbanos y mapas resultantes de encuestas aplicadas a la población, detectándose el desarrollo de islas de calor, humedad y ventilación; pérdidas de biomasa y productividad vegetal, reducción de la humedad del suelo, fragmentación y decrecimiento de los hábitats biológicos y los servicios ambientales y segregación socio-espacial. Desde una perspectiva integrada, las ciudades conforman crecientes mosaicos heterogéneos en que las mayores diferencias de sus ambientes se encuentran en atributos que corresponden a niveles de segregación social y ambiental. El presente trabajo se refiere específicamente al estado y evolución de la ecología de los paisajes urbanos. Este tipo de análisis no se ha aplicado con regularidad al interior de las ciudades quedando reservado más bien a la evaluación de paisajes naturales, bajo la idea de que la ciudad corresponde a una perturbación mayor que tornaría inútil el intentar restaurar sus condiciones ambientales y niveles de biodiversidad. La Ecología se define generalmente como el estudio de las interacciones entre los organismos y sus medio ambientes y el Paisaje, como el mosaico de varios kilómetros de extensión sobre el cual recurren los ecosistemas locales particulares y los usos del suelo. La integración de ambos conceptos conforma la Ecología de Paisajes. No hay ninguna razón para desestimar la aplicación de la Ecología de Paisajes al medio ambiente urbano, en especial cuando se trata de proporcionar argumentos para mejorar la calidad de vida en la ciudad, el principal sistema ambiental donde vive e intenta desarrollarse la mayoría de la población. Los paisajes están constituidos por mosaicos diversos y heterogéneos, cuya variación espacial es uno de los principales atributos de sus funciones ambientales. en la medida que estas propiedades determinan la complementariedad, conectividad y flujos de compensación de las diferencias estructurales. Los mosaicos se comportan como sistemas vivos y exhiben tres características principales: estructura, función y cambio (Dramstad et al., 1996). La estructura corresponde al patrón espacial o la distribución de los elementos del paisaje. La función es el movimiento de los flujos de animales, plantas, agua, viento, materia y energía a través de la estructura y el cambio es la dinámica o alteración de los patrones espaciales y las funciones a través del tiempo. El patrón de estructura de un paisaje o región está compuesto de tres tipos de elementos: parches, corredores y matrices, que son las herramientas para comparar paisajes diferentes y para proponer usos del suelo y arquitecturas del paisaje, puesto que los patrones espaciales controlan el movimiento, los flujos y los cambios. La urbanización consiste en la remoción de las estructuras, funciones y cambios controlados por la naturaleza a procesos desencadenados por la sociedad, aunque sus efectos sobre los primeros sean inadvertidos (Pauleit & Duhme, 2000). Los parches ocupados por vegetación y ubicados al interior de los límites de las manchas urbanas de las ciudades seleccionadas son el objeto del presente trabajo. En 28 una primera parte se presenta el estado actual de los parches vegetales, identificados sobre las fotos aéreas e imágenes satelitales del año 2000-2001, en términos de su número. tamaño y localización. En una segunda parte, se examinan y evalúan los cambios espacio-temporales registrados en la última década, comparando los planos de información actuales con los registrados en Quillota, Chillán y Los Angeles en 1989 y en el caso de Temuco, en 1987. Los tipos de vegetación que cubren los parches es otra de sus características relevantes. Un tipo de vegetación corresponde a la disposición particular en el espacio de una formación vegetal. En este estudio los tipos dependen de la productividad biológica (capturada a partir del Indice de Diferencia Vegetacional Normalizado, IDVN), de la distribución vertical de la vegetación en capas o estratos, empleando la clasificación propuesta por Danserau (1999, tabla 8) y de la estructura horizontal o patrón de la vegetación, que corresponde a la distribución de las poblaciones de especies, indicadas en la tabla 2. Altura en metros Clases > 25 Árboles altos 10-25 Árboles medios 8-10 Árboles bajos 2,5-8 Matorral alto 1-2,5 Matorral medio <1 Matorral bajo Tabla 8. Clasificación de la estructura vertical de los tipos de vegetación, según Danserau (1999) Descripción Clase Los diferentes individuos tienen contacto unos con Vegetación densa otros Existe espacio entre los individuos Vegetación semidensa Existe gran cantidad de terreno sin vegetación entre Vegetación abierta los individuos de la comunidad Tabla 9. Clasificación de la estructura horizontal de los tipos de vegetación ,según Danserau, 1999 Como se puede apreciar, la evaluación de la calidad de los servicios ambientales que ofertan los parches y corredores vegetales a la matriz-ciudad es altamente compleja, y sin embargo, absolutamente necesaria de realizar. No basta con afirmar que se debe proteger, aumentar o restaurar las áreas verdes de las ciudades. Las restricciones económicas, culturales y ambientales son lo suficientemente grandes como para requerir una priorización de las acciones que deben emprender los gobiernos y la ciudadanía a favor de la conservación de la naturaleza. Esto es especialmente cierto en países como Chile, donde las presiones para desafectar las áreas verdes y destinarlas 29 a otros usos económicamente mas productivos, tienden a comandar las decisiones actuales sobre tamaño, formas y funciones de las ciudades. Por otro lado, dada las condiciones áridas y los erróneos conceptos culturales prevalecientes sobre calidad paisajística, los costos económicos de generar, implementar y mantener áreas verdes resultan prohibitivos para municipios y áreas pobres. La calidad de las áreas verdes, de acuerdo a su condición de hábitat y a los servicios ambientales que ofertan es de crucial relevancia. Su evaluación fue posible aplicando Análisis Multicriterio a un conjunto de variables, ponderadas por un panel de expertos (geógrafos, ecólogos y urbanistas), quienes consideraron que el tipo y cobertura de la vegetación (árboles, arbustos y césped) actúa como el indicador de calidad más relevante (0,429). Le siguen en importancia, la intensidad de uso del suelo urbano, que varía desde el congestionado centro de la ciudad hasta los espacios naturales periurbanos (0,262); la superficie de los parches (0,109), el área interior (0,067), la proximidad (0,062), la convolución (0,035) y el perímetro (0,031). Conociendo los patrones espaciales de la ecología de los paisajes vegetados urbanos, es posible recomendar funciones específicas en términos de hábitats y servicios ambientales. Se trata de reconocer que las áreas vegetadas remanentes de mayor calidad deben desempeñar roles espaciales fundamentales, tales como corredores, hábitat de refugio de la biodiversidad local, fuentes de aire y agua limpios y protegidos y, eventualmente filtros biológicos para restaurar componentes ambientales contaminados. Las áreas de refugio y/o fuente de servicios ambientales son las más valiosas, realizan funciones que no se encuentran en otros parches y deberían ser conservadas como espacios públicos de articulación de la arquitectura ecológica urbana. Los parches elongados y próximos entre sí, por su parte, deben contribuir a articular corredores ambientales a través de los cuales fluyan la biodiversidad, el aire y las aguas limpias, protegiendo los suelos y las áreas de recarga de los acuíferos y aumentando la oferta de áreas recreacionales para la población. Por último, ciertas áreas remanentes con vegetación agrícola u ornamental deben ser reconocidas como escalones entre las áreas de refugio-fuentes apoyando la conectividad a través de los corredores. La comparación temporal es fundamental para evaluar el concepto de cambio como componente principal de la ecología de paisajes. En el caso de las ciudades es aun más importante puesto que las perturbaciones que se introducen sobre las estructuras y funciones de los ecosistemas son rápidas, contundentes e irreversibles. Por otro lado, es difícil que exista una evaluación del desempeño ambiental de las medidas que se han adoptado en este plazo para combatir la degradación del medio ambiente, aspecto de real trascendencia para la planificación y gestión ambiental de las ciudades. Se ha comparado el cambio de los atributos espaciales de los parches entre fines de la década de los ochenta y comienzos de la presente década. Los parámetros comparados incluyen la superficie de áreas verdes; número, tamaño promedio de los parches y la estadística descriptiva de los mismos (media, desviación estándar, coeficiente de variación), área interior total, largo total y densidad de los bordes. 30 Este trabajo es una contribución para conocer los cambios en las estructuras espaciales e inferir su influencia en la pérdida de servicios ambientales y calidad de vida urbana, lo que puede constituir un aporte a los argumentos de quienes cotidianamente deben enfrentar los sesgos de decisiones puramente económicas o bien la hegemonía de sectores específicos que adoptan decisiones sobre el futuro de las ciudades y de sus habitantes. 4.1. Estado actual de los parches vegetales La tabla 10 presenta la matriz de comparación entre las cuatro ciudades intermedias seleccionadas, que como se aprecia son de muy diferente tamaño, población y localización en el país. Quillota, la más septentrional de las ciudades, se encuentra en el centro del país y del Valle semiárido del río Aconcagua, que desciende desde el monte del mismo nombre al Océano Pacífico. Debido a la alta insolación, ausencia de heladas y aplicación de modernas tecnologías de riego y producción agrícola, esta ciudad se ha especializado en el abastecimiento de bienes y servicios para un hinterland que produce frutas de exportación, tales como chirimoyas y paltos, y que durante los últimos años ha debido localizar dos plantas termoeléctricas de ciclo combinado, activadas por gas natural proveniente de Argentina y destinado a satisfacer las crecientes demandas energéticas de la Macrozona Central, donde se ubica Santiago, que se encuentra 100 Km hacia el SE. Chillàn, por su parte, es una ciudad agrícola tradicional ubicada sobre el borde austral de los climas tipo mediterráneos de lluvias concentradas en la estación invernal, 500 Km al sur de Santiago. Durante la época más reciente los cultivos tradicionales han comenzado a ser reemplazados por plantaciones forestales y rubros de exportación tales como berries, vinos y frutales. Los Angeles, ubicada 100 Km más al sur, presenta climas templados con una mayor estación lluviosa y por ello se ha constituido en el centro de la región de plantaciones forestales exóticas de pinos y eucalyptus, orientados a la exportación de maderas y celulosas. Temuco, por último, se localiza a 750 K, al sur de Santiago, en climas templados y es objeto también de profundas transformaciones productivas, en una región en que predominan aún lo cultivos tradicionales de cereales y la ganadería, además de la presencia de comunidades indígenas del pueblo mapuche que practican agricultura de subsistencia. La fragmentación de la propiedad y la pobreza imperante en las áreas mapuches ha determinado una alta migración hacia la ciudad y con ello, además de un fuerte crecimiento, condiciones ambientales crítica en varios aspectos (Toledo, et al., 2000). 31 CIUDADES HABITAN ÁREA TES URBAN (1992) A (Hás) QUILLOTA 54.000 787 (1) Lluvia s anual es SUPERFICIE (Hás) Y PORCENTAGE DEL ÁREA URBANA CUBIERTA POR VEGETACIÓN 166 (21%) AREAS VERDE S/HAB. (M2) ÁREAS (Hás) VERDES MUNICIPA LES Mt2/H ab de áreas verde s 280 25.9 3.5 Hás 0.64 mm LOS 95.000 1.251 800 181 (14%) 19.0 52 Hás 5.4 (2) ANGELES mm CHILLÁN 146.000 2.052 700 295 (14%) 20.0 30 Hás 2.0 (2) mm TEMUCO 186.000 3.263 896 756 (23 %) 34.6 S.D S.D (3) mm (1) Imagen Satelital Landsat TM año 1998, (2) Imagen Satellital Landsat TM año 2000, (3) Imagen Satellital Landsat TM año 2001 Tabla 10. Características de las ciudades intermedias chilenas seleccionadas La figura 11 presenta la correlación entre el tamaño de las ciudades y el número de parches vegetales, así como el incremento de estos últimos a medida que aumentan las lluvias anuales al desplazarse de norte a sur. Se observa que los parches vegetales no aumentan de manera regular según el tamaño de las ciudades. Los Angeles más que duplica el número de Quillota, aunque su superficie urbana es sólo un 60% mayor. Chillán es un 90% mayor que el área de Los Angeles, y sus parches sólo la superan 20%. Chillán se presenta como una ciudad cuyo número de parches vegetales es menor que el que cabría esperar en términos de tamaño y precipitaciones. La figura 12 comprende la distribución de frecuencia de los parches vegetales en las cuatro ciudades seleccionadas. En forma abrumadora, la mayor cantidad de los parches corresponde a extensiones vegetadas de menos de 1 Há, lo que permite suponer un pobre desempeño ambiental. Estos pequeños parches, normalmente aislados superan en 13 veces a la categoría siguiente de tamaño (entre 1,1, y 5 Há) en el caso de Los Angeles y 18 veces en Temuco, lo que indica la ausencia de una estructura jerárquica proporcional de las áreas verdes. Las ciudades de Chillán y Temuco son las que disponen de parches en la totalidad de los tamaños, mientras que Los Angeles concentra un 95% en tamaños menores a 5 Há. Quillota carece de parches en el tamaño de 15-20 Há. En la figura 13 se observa la convolución de los parches vegetales, indicando el número de lóbulos. Predominan las figuras rectilíneas propias de la acción humana, con menos de tres lóbulos. Chillán y Temuco poseen la mayor cantidad de parches con un número mayor de lóbulos, que junto con indicar una mayor influencia natural e interacción más activa con la matriz urbana, señalan una mayor probabilidad de segmentarse o fragmentarse, de no mediar su adecuada conservación. 32 Respecto al área interior (fig.14), predominan absolutamente los parches compactos con superficies resguardadas menores que 0,81 Há., que superan en cientos de veces a los parches de la siguiente categoría, comprendida entre 0,81 y 1,60 Há. Quillota y Temuco poseen dos y cinco parches, respectivamente, que por su área interior superior a 4,8 Há, pueden sostener con seguridad poblaciones, y ejecutar servicios ambientales propios de los hábitats más protegidos de la matriz urbana. En cuanto a elongación (fig. 15), predominan como se ha dicho las formas compactas, con relaciones menores a 1:2 entre ancho y largo. Sólo siete parches en Los Angeles y tres en Temuco alcanzan una proporción mayor a 1:3,8 entre el ancho y largo, debido a la presencia de canales de riego y bandejones centrales de calles vegetadas, que favorecen el intercambio e interacción espacial de los flujos, disminuyendo los efectos adversos provocados por el aislamiento. La proximidad (fig.16) está controlada por el predominio del ancho medio de las calles, que con menos de 30 m de distancia entre los parches regula las posibilidades de conectividad. Respecto a los tipos de vegetación (fig.17), predominan los parches simplificados a un tipo de vegetación y por lo tanto, los que menos servicios ambientales ofrecen a sus ciudades. Los parches vegetales más valiosos son los de estructura compleja, que concentran la vegetación abierta con predominio de césped, y densa con estratos arbustivo y arbóreo. Estos tipos de parches complejos son escasos, alcanzando a sólo 3 de 153 en Quillota y 19 de 883 en Temuco. La figura 18 muestra la clasificación de los parches de acuerdo a la calidad como hábitat que ofrecen a sus ciudades. Predominan absolutamente los parches de calidad muy baja y baja, según los criterios múltiples y ponderados por los expertos consultados. Los parches de calidad muy alta son extraordinariamente escasos y debieran ser objeto de asignaciones especiales en términos de los usos del suelo y medidas de protección. Las figuras 19, 20, 21 y 22 presentan la distribución espacial de los parches vegetales según su calidad. En Quillota (fig.19), las áreas vegetadas de mayor calidad, tamaño y conectividad espacial corresponden a remanentes de superficies agrícolas que han sido encapsuladas por el crecimiento de la ciudad, los patios de las casas-quinta (viviendas tradicionales que poseen al interior un patio sombreado con árboles frutales y ornamentales) que conformaron el patrón típico de ocupación de los siglos anteriores, e instalaciones especiales, tales como es el caso del Regimiento de Caballería. Lamentablemente, en todos los casos se trata de parches amenazado por los patrones de crecimiento y densificación de la ciudad que se han acelerado en la medida que el éxito económico de sus actividades productivas ha atraído a empresarios, técnicos y profesionales.y a grupos de trabajadores en busca de empleo en una región que alcanza en general altas cifras de desempleo. La ciudad crece permanentemente conurbándose con las vecinas ciudades de La Cruz y La Calera, ocupando suelos 33 agrícolas de extraordinario valor y aun desplegando patrones de suburbanización, mediante la instalación de residencias en medio de áreas rurales. En Chillán y Los Angeles (fig.20 y 21), las áreas de calidad se localizan nuevamente al interior de las casas-quinta, a lo largo de canales de riego y en parches remanentes de actividades agrícolas. En Temuco (fig.22) se adicionan áreas muy significativas de vegas y parches ribereños al río Cautín, campos deportivos municipales, recintos universitarios y militares y extensas áreas residenciales que poseen antejardines y patios interiores vegetados. Por último, las figuras 23 a 26 presentan la proposición de funciones: refugio o fuentes, corredores y escalones, que articulan espacial y funcionalmente el conjunto de los parches vegetados de calidad que aun persisten en las ciudades. 4.2. Evolución de la vegetación urbana en las ciudades intermedias de Chile La tabla 11 sintetiza la evolución experimentada por el número, tamaño promedio y área interior total de los parches vegetales en la última década, lo cual se complementa con datos estadísticos adicionales que se adjuntan a las figuras respectivas. INDICES CIUDADES INTERMEDIAS CHILENAS Quillota Chillán Los Temuco Angeles 1989 2001 1989 1999 1989 2001 1987 2000 455 175 680 297 670 183 2403 1008 227 228 520 428 292 352 894 958 2 0.77 1.30 0.69 2.29 0.52 2.68 1.05 Area Total (Hás) N° de Parches Tamaño Promedio de los Parches (Hás) Area Interior Total 353 103 487 168 542 97 1171 690 (Hás) Tabla 11. Variación de índices espaciales de estructura de los parches vegetales en cuatro ciudades intermedias chilenas Las áreas totales ocupadas por parches vegetales han disminuido substancialmente en todas las ciudades. En el caso de Los Angeles la disminución supera el 70%, seguido por Quillota, con cifras sobre el 60%. Chillán y Temuco superan el 50%. Del total de los parches vegetales que se han perdido, sobre el 70% han sido ocupados por la expansión de las áreas urbanas en Los Angeles, sobre el 60% en Chillán y Quillota y alrededor del 50% en Temuco. El número de parches sólo ha disminuido en Chillán, pero se ha mantenido en Quillota y ha aumentado en Los Angeles y Temuco. En consecuencia, salvo en el caso de Chillán, en las demás ciudades se está en presencia de un significativo proceso de fragmentación de los parches vegetales. 34 El tamaño promedio de los parches vegetales también ha disminuido en todas las ciudades, en forma dramática en el caso de Los Angeles, donde se ha reducido a cerca de 1/5, respecto al tamaño que alcanzaban en 1989. Los tamaños de los parches actuales respecto a los que alcanzaban 12 años atrás corresponden a menos del 50% en Quillota y Temuco y cerca de un 40% en Chillán. Otro tanto sucede con el área interior, que ha disminuido a 1/6 en Los Angeles, a 1/3 en Quillota y Chillán y a cerca de la mitad en Temuco. En síntesis, las ciudades analizadas han experimentado un importante proceso de atrición y fragmentación de los parches vegetales en la última década, como consecuencia de su expansión urbana. Las figuras 27 a 30, localizan los parches vegetales existentes en dos períodos de tiempo en las cuatro ciudades analizadas. Como se aprecia la forma que ha adoptado la expansión urbana es altamente incidente en los resultados ambientales. En Quillota (fig.27) y Temuco (fig.30), el crecimiento urbano ha consistido en la acreción de superficies vegetales existentes en los bordes de la ciudad, con alguna extensión mayor, que se vincula con la conurbación con la ciudad de La Cruz en el caso de Quillota o la de Padre Las Casas, al sur de Temuco. Las ciudades de Chillán (fig.28) y Los Angeles (fig. 29) han penetrado fuertemente en las áreas rurales, adicionando importantes superficies continuas a sus áreas urbanas. 5. Conclusiones Es posible observar en el país, tanto a escala regional, como subregional y urbana, la presencia de crecientes conflictos y colisiones territoriales que representan en el mejor de los casos el debate que comienza a surgir entre los diversos actores del desarrollo, y en el peor, a acciones reactivas ante la imposición de perturbaciones sobre los sistemas naturales e intervenciones sobre los sistemas construidos que afectan a las sociedades locales. El ordenamiento territorial debe ser comprendido e institucionalizado como parte de los instrumentos de Evaluación Ambiental Estratégica, en la medida que constituye el sustento en la formulación de Políticas, Planes y Programas, y por lo tanto posee un carácter integrado e integrativo entre la naturaleza y la sociedad, proporciona visiones de largo plazo y expresa en el espacio las interrelaciones acumulativas de las cuales depende la oportunidad de enfrentar preventivamente los conflictos que se generan entre la naturaleza y la sociedad y entre los distintos actores del desarrollo. Las colisiones observadas en el Norte de Chile sugieren justamente la necesidad de adoptar visiones estratégicas frente a los proyectos de desarrollo, cuya concentración y efectos ambientales exige respuestas integradas y de largo plazo. La insustentabilidad del desarrollo minero es aceptada ampliamente, por lo que cabe adoptar las decisiones para mitigar sus impactos adversos y, esencialmente, planificar estratégicamente las inversiones en recursos físicos y humanos que hay que realizar para diversificar las acciones destinadas a enfrentar el eventual agotamiento de las actuales oportunidades de desarrollo. 35 Las ciudades chilenas, por su parte, han sido objeto de fuertes transformaciones durante las últimas décadas como consecuencia de su participación en el proceso de crecimiento económico, con escasas intervenciones y regulaciones estatales. Además de experimentar importantes tasas de crecimiento demográfico y espacial, que las han llevado a duplicar sus áreas urbanas, lo han hecho ocupando terrenos destinados previamente a usos agrícolas o coberturas naturales. La ecología de paisajes proporciona una serie de parámetros espaciales que permiten estimar la calidad de los hábitats, funciones ecológicas y servicios ambientales, a partir de la consideración de atributos tales como número, tamaño, superficie, circunvolución, área interior y proximidad de los parches vegetales existentes al interior de las ciudades y respecto a sus bordes o separación con otros tipos de parches integrantes del mosaico o matriz urbana. El estado de los atributos espaciales permite asegurar que los principios y fundamentos de la ecología de paisajes no ha formado parte de los argumentos que reconozcan, articulen y prioricen las áreas verdes en función de objetivos ambientales explícitos. De allí que las áreas verdes predominantes sean parches aislados y desconectados, y por ello carentes de funciones ambientales específicas. El análisis temporal permite comprobar que las ciudades chilenas han experimentado importantes procesos de degradación ambiental como consecuencia de las pérdidas en la superficie, tamaño medio, área interior, longitud y densidad de los bordes. Paradojalmente y mientras se avanza en el país en la suscripción de acuerdos internacionales para la protección de la biodiversidad y el logro del desarrollo sustentable, se aprueban nuevas legislaciones que se oponen a dichos objetivos o se desconoce la necesaria participación de la ciudadanía en la adopción de decisiones que les afectan en forma protagónica. Las ciudades, los nichos ecológicos más humanizados, no sólo no mejoran su medio ambiente, sino que manifiestan importantes retrocesos y degradaciones que las alejan permanentemente de los ideales la sustentabilidad. 36 Bibliografía Azócar, G.; Romero, H., Sanhueza, R., Henríquez, C., y Vega, C. 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Fig. 11: Cantidad de parches vegetacionales y superficie urbana. 1000 761 292 786 1000 203 338 284 101 69 65 48 N° de Parches 79 Baja 29 25 Alta 14 12 11 7 Muy Alta 78 100 Muy Baja 33 10 141 41 59 Nº de Parches 100 43 1 10 19 16 14 2 9 3 3 1 Tipos de vegetación: 1: Vegetación abierta con predominio de césped 2: Vegetación semidensa con predominio de estrato arbustivo Quillota 3: Vegetación densaLos conAngeles predominio de estrato Chillán arbóreo 1 Temúco Ciudades Quillota Los Angeles Chillán Temúco Ciudades Fig. 16: Proximidad de los parches vegetacionales. Fig. 15: Frecuencia de parches vegetacionales según elongación. 42 737600 m 736600 m 735600 m 734600 m 733600 m 732600 m 291874 m 290874 m 289874 m 288874 m 287874 m 286874 m Calidad de los Parches Vegetacionales en Cuatro Ciudades Intermedias Chilenas DICIEMBRE 1998 FEBRERO 2001 N N 500 mt. 0 0.5 1 1.5 km. Rio Calidad de los Parches Vegetacionales como Hábitat de Especies : ua cag on Ac 500 mt. 6361612 m 0 0.5 1 Muy Baja 1.5 km. Baja 5847000 m 6360612 m Alta Muy Alta 5846000 m ag ua 6359612 m Rio Aco nc Fig. 19: Ciudad de Quillota Simbología : Río Principal 5845000 m Parche Vegetacional Fig. 21: Ciudad de Los Angeles 6358612 m Limite Área Urbana 5844000 m 6357612 m 5843000 m 712640 m 710640 m 708640 m 706640 m 704640 m 702640 m NOVIEMBRE 2001 238000 m 236000 m 234000 m 232000 m 5927000 m N 500 mt. 0 0.5 1 1.5 km. 5712249 m 5925000 m 5710249 m 5923000 m Fig. 20: Ciudad de Chillán Fig. 22: Ciudad de Temuco 5708249 m FEBRERO 2000 N 5 00 mt. 5921000 m 5706249 m 0 0 .5 1 1 .5 km. 43 737600 m 736600 m 735600 m 734600 m 733600 m 732600 m 291874 m 290874 m 289874 m 288874 m 287874 m 286874 m Función de los Parches Vegetacionales en Cuatro Ciudades Intermedias Chilenas DICIEMBRE 1998 FEBRERO 2001 N N 500 mt. 0 0.5 1 1.5 km. ua cag on Ac Rio 500 mt. 6361612 m R R 6360612 m 0 0.5 Leyenda : 1 R 1.5 km. R 5846000 m Rio Aco nc ag ua C C E C Corredor E Zona de Escalones 5847000 m E 6359612 m Refugio Fig. 23: Ciudad de Quillota R C E Simbología : E 5845000 m Fig. 25: Ciudad de Los Angeles Río Principal C 6358612 m Parche Vegetacional Limite Área Urbana 5844000 m 6357612 m 5843000 m 238000 m 236000 m 234000 m 232000 m 712640 m 710640 m 708640 m 706640 m NOVIEMBRE 2001 704640 m 702640 m 5927000 m N 500 mt. 0 0.5 1 1.5 km. 5712249 m E 5925000 m C E R R 5710249 m E R 5923000 m C R C R E Fig. 24: Ciudad de Chillán Fig. 26: Ciudad de Temuco 5708249 m R C FEBRERO 2000 N 5 00 mt. 0 0 .5 1 1 .5 km. 5921000 m 5706249 m 44 ua 736600 735600 734600 733600 736600 5849000 ua cag on Ac Rio 6360612 m 6360612 m 6359612 m 6359612 m Rio Ac onca gua 6361612 m Rio Ac onca gua 6361612 m 6358612 m 6358612 m Leyenda : on Ac 5848000 5848000 5847000 5847000 5845000 5845000 5844000 5844000 N Parches Vegetacionales 1989 Area Urbana Año 1989 Parches Vegetacionales 2001 Espacios Verdes Desaparecidos por la Expansión del Area Urbana Limite Area Urbana Leyenda : 500 mt. 0 0.5 1 N Parches Vegetacionales 1989 Area Urbana Año 1989 Parches Vegetacionales 2001 Espacios Verdes Desaparecidos por la Expansión del Area Urbana 1.5 Km Limite Area Urbana Rio Principal 500 mt. 0 0.5 1 1.5 km. 5710249 m 5708249 m 5708249 m 5706249 m 5706249 m 5925000 5923000 5923000 5921000 5921000 Leyenda : Leyenda : N N Parches Vegetacionales 1989 Area Urbana Año 1989 Parches Vegetacionales 1999 Espacios Verdes Desaparecidos por la Expansión del Area Urbana 500 mt. 0 0.5 1 Area Urbana Año 1987 Parches Vegetacionales 2000 Espacios Verdes Desaparecidos por la Expansión del Area Urbana 500 mt. 0 0.5 1 1.5 km. 1.5 km. DISMINUCION DE SUPERFICIES VERDES POR EXPANSION DEL AREA URBANA 1989 - 1999 Parches Vegetacionales 1987 267 Hás. Limite Area Urbana RÍo 45 712640 m 5710249 m 710640 m 5712249 m 708640 m 5712249 m 706640 m 704640 m 712640 m 710640 m 708640 m 706640 m 704640 m 238000 236000 234000 232000 238000 236000 234000 232000 5925000 Limite Area Urbana 735600 5849000 734600 733600 6362612 m 291874 m 289874 m cag Rio 288874 m 291874 m 289874 m 288874 m 6362612 m