CUERPO DE VITAMINAS Los españoles se adhieren a la moda norteamericana de consumir complejos vitamínicos. EL PAÍS, 1/2/93 Maika Sánchez. Carlos Requejo, de 37 años y directivo de una multinacional de relaciones públicas, confiesa que de vez en cuando toma complementos vitamínicos para combatir el agotamiento causado por el trabajo: “Tenemos temporadas en las que hay una gran actividad en la empresa y no paramos. Además, cuando esto ocurre, como mal por falta de tiempo y los nervios, así que me tomo un complejo vitamínico y al cabo de unas semanas estoy como nuevo”. El caso de este profesional no es una excepción y esta práctica, importada de Estados Unidos, cada vez es más frecuente en la sociedad española. Según Farmaindustria, en 1992 consumimos 24,4 millones de envases de vitaminas. De esta cantidad, 11 millones contenían complejos vitamínicos y el resto estaba destinado a las diferentes unidades vitamínicas. Este consumo supuso un gasto de 12.784 millones de pesetas, de los que 6.390 millones se emplearon en los suplementos vitamínicos. Según Basilio Moreno, jefe clínico de endocrinología del hospital Gregorio Marañón de Madrid, mediante una dieta equilibrada las vitaminas se incorporan al organismo en cantidades suficientes y, salvo en excepciones muy concretas, no son necesarios los aportes suplementarios. “En los países desarrollados”, dice, “ya no existen enfermedades por déficit vitamínicos severos. Si pueden darse subcarencias por causas muy diferentes. Una de ellas es el estrés producido por el exceso de trabajo, que generalmente se acompaña de una alimentación inadecuada. Otras situaciones específicas son el embarazo, los niños y adolescentes malos comedores, algunos ancianos, ciertos procesos digestivos que cursan con mala absorción vitamínica, después de una enfermedad muy debilitante, personas desnutridas por determinadas enfermedades, regímenes de adelgazamiento y algunos tratamientos médicos que alteran la absorción”. Leche y jamón Ana García Velázquez, de 35 años, es madre de un ni8ño de cinco que siempre ha comido muy mal. “Tengo que estar constantemente pendiente de él para que coma”, afirma, “porque si me descuido se pone a jugar o tira la comida. Siempre ha estado más delgado de lo que a mí me gustaría. De momo que de vez en cuando lo llevo al médico para que le controle y le mande unas vitaminas”. En palabras del especialista del Gregorio Marañón, es muy frecuente encontrarse en la consulta madres que piden vitaminas para sus hijos: “Esta visita está justificada cuando el niño presenta problemas para comer. Pero cuando no es así, yo siempre les digo que las mejores vitaminas para sus hijos son la vitamina J de jamón, la L de la leche o la F de la fruta”. El pediatra Florencio de Santiago admite, sin embargo, que no son sólo las madres quienes se empeñan a veces en dar suplementos vitamínicos a los niños sin que haya necesidad. “Es cierto“, dice, “que todavía quedan algunos médicos que mantienen esta práctica. Pero también es verdad que cada vez son menos. En los 27 años que tengo de experiencia profesional han cambiado mucho las pautas de la nutrición infantil, sobre todo en los últimos diez años”. Según De Santiago, los niños que están sanos comen con normalidad no precisan ningún aporte vitamínico suplementario. “Solo los bebés”, agrega, “alimentados sólo con leche materna durante más de cuatro meses podrían necesitar un aporte de vitamina D; no ocurriría así en la lactancia artificial, ya que las leches maternizadas vienen enriquecidas con vitaminas y minerales”. “La gran mayoría de los pediatras”, señala, “seguimos las recomendaciones de la Sociedad Europea y Americana de Nutrición Infantil y están muy claras las indicaciones del uso de complementos vitamínicos. Otro concepto que también tienen que tener claro las madres es que estos preparados no estimulan el apetito”. Desequilibrios El organismo humano no puede sintetizar sus propias vitaminas y depende de una alimentación variada y equilibrada para conseguir esos micronutrientes básicos para la salud. Una dieta adecuada debe incluir, en proporciones convenientes según la edad y el tipo de actividad que se desarrolla, los siguientes grupos de alimentos: leche y derivados lácteos, verduras, frutas, pescado, carne, huevos y cereales. Según Moreno, una alimentación vegetariana no es equilibrada porque adolece de la carencia de las proteínas de origen animal. “Debería complementarse”, añade el endocrinólogo, “con leche y huevos al menos”. Este experto asegura que las vitaminas no engordan por carecer de contenido calórico y o abren ni frenan el apetito. Cuando el aporte vitamínico es insuficiente puede aparecer agotamiento, irritabilidad, pérdidas de memoria, falta de concentración, apatía, inapetencia e insomnio. Si el estado vitamínico del organismo es equilibrado, la ingesta de suplementos no supone un riesgo para la salud. “Los preparados de complejos vitamínicos que actualmente hay en la farmacia”, explica Moreno, “no suelen provocar hipervitaminosis. Otra cosa es el consumo masivo o prolongado de una sola vitamina, que si podría ser responsable de serias alteraciones. Aunque no son medicamentos, tienen unas indicaciones muy concretas, por lo que deben ser manejadas por el médico”. Imprescindibles e insustituibles Existen 13 vitaminas diferentes y se dividen en dos grandes grupos, según sean solubles en grasas (liposolubles) o en agua (hidrosolubles). En el primero se encuentran las vitaminas A o retinol, D, E o tocoferol y K. En el segundo están las vitaminas B1 o tiamina, B2 o riboflavina, B6 o piridoxina, B12 o cranocobalamina, C o ácido asocórbico y ácido fólico. Las vitaminas son compuestos orgánicos procedentes de los alimentos naturales. Son esenciales para los precisos básicos de la vida, como el crecimiento, la conversión de los alimentos en energía y el mantenimiento del equilibrio nutricional. Su función es imprescindible como reguladores de todos los procesos metabólicos. “La vitamina A, además de hallarse en estado puro en algunos alimento, se encuentra en estado de precursor en los carotenos de los vegetales y se transforma en vitamina en forma natural al pasar al organismo. La vitamina D, también en forma natural en ciertos alimentos de origen animal, se encuentra como precursor en la piel y se convierte en vitamina con la exposición a los rayos solares”, explica Basilio Moreno, jefe clínico de endocrinología del hospital Gregorio Marañón, de Madrid. Las vitaminas están implicadas en la protección de la vista, la piel, los huesos, la sangre y el sistema circulatorio, las mucosas, los órganos digestivos y en las defensas ante las infecciones, entre otras funciones. “El raquitismo, el beriberi, la pelagra y el escorbuto”, recuerda Moreno, “son las enfermedades más características debidas a carencias vitamínicas severas, que ya no se conocen en los países desarrollados. Sin embargo, todavía se siguen viendo en África y en algunas otras zonas subdesarrolladas por las graves carencias nutricionales”. A la hora de cocinar y de servir a la mesa los alimentos naturales es muy importante tener en cuenta a un aspecto, las vitaminas son sensibles a la luz, el calor, el aire y la humedad, y por tanto se degradan ante estos elementos. Por ello es aconsejable evitar largos periodos de almacenamiento de los alimentos y drásticos procesos en su preparación. “No debemos olvidar”, recuerda Moreno, “que las judías verdes que han sobrado en la comida y guardamos para la cena pierden todas sus vitaminas aunque conservan las proteínas”. Artículo transcrito por Verónica Pérez Domingo de 4º de E.S.O. I.E.S. Chiva (curso 00-01)