Adaptacion del sistema músculo-esqueletico de potros al ejercicio

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Adaptación del sistema músculoesquelético de potros al ejercicio
Autor: Dr. Enrique Castillo M.V.
La industria del caballo purasangre de carrera, cada vez mas, tiende a
la “aceleración” o al dinamismo de cada una de las fases o eventos
que se suceden dentro del complicado proceso que significa obtener,
levantar y mantener un animal de este tipo. Por esta razón, vemos que
la tendencia de los criadores a nivel mundial, es obtener animales
cargados de “precocidad”, lo que le permite a los mismos, dar sus
primeros pasos en las pistas a escasos días de haber alcanzado los dos
años de edad. Este afán de aceleración, se ha visto en cierta forma
frenado por el temor a causar daños irreversibles en los componentes
del sistema músculo-esquelético de jóvenes atletas. La posibilidad de
provocar lesiones en animales jóvenes, tras el inicio de un programa de
entrenamiento, antes de que huesos, músculos, ligamentos y tendones
alcancen la madurez necesaria para garantizar la fortaleza y
estabilidad de los miembros del animal, han retardado los deseos de
propietarios y entrenadores, por ver a sus ejemplares compitiendo en
pruebas publicas.
Por años, el proceso de maduración de animales jóvenes (yearlings),
menores de dos años de edad, ha implicado una primera fase la cual
tiene lugar en el haras o criadero. El ejercicio a potrero es considerado
fundamental para el desarrollo de animales fuertes, capaces de
soportar los rigores y el “stress” que acompañaran al joven potrillo una
vez comenzado el programa de entrenamiento a nivel del hipódromo.
La posibilidad de criar sus animales a potrero, ha sido por años una
especie de sello de garantía que le da a cualquier criador, la seguridad
de estar produciendo animales suficientemente fuertes para enfrentar
con éxito su vida como atletas. La siguiente fase en este camino hacia
la actividad atlética, se produce a nivel del hipódromo. La entrada de
un potrillo de dos años al hipódromo para iniciar un programa de
entrenamiento, implica en la mayoría de los casos, una serie de
consideraciones y cuidados con el animal de manera de evitarle
cualquier contratiempo que pudiera poner en peligro la vida atlética
del mismo. Tras su arribo al hipódromo, el joven atleta limitara su
actividad física, en principio, solo a caminar por algunos de los
“senderos” o “picaderos” que se encuentran en el área de las
caballerizas. Posteriormente y de acuerdo a la experiencia y criterio de
su entrenador, irá a la pista, y tras varias jornadas de entrenamiento, el
animal será progresivamente exigido pasando de solamente trotar, a
galopar, hasta alcanzar el acondicionamiento necesario para “brisear”
o en otras palabras, realizar ejercicios que implican mayor velocidad y
significan el haber alcanzado el grado de condición necesaria para
participar competitivamente en una prueba publica.
Lo antes expuesto, sin duda, debe sonar familiar a cualquiera que de
una u otra forma haya estado involucrado directamente con las
actividades relacionadas a la vida atlética de un caballo de carrera.
Para aquellos que viven y disfrutan el espectáculo desde la “barrera”,
seguramente esta introducción estará llena de lógica y sentido de
conservación. Sin embargo, lo que hasta ahora había servido como una
especie de “freno” a este afán de velocidad que envuelve a la
industria, podría comenzar a cambiar.
Estudios realizados en los últimos años han fortalecido la idea, que el
ejercicio de cierta intensidad a temprana edad, hecho de una manera
adecuada, lejos de aumentar el riesgo de sufrir lesiones, favorecerá el
acondicionamiento y la adaptación del sistema músculo-esquelético
del animal, disminuyendo la posibilidad de que se produzcan daños a
largo plazo. Es conocido que los huesos de los caballos atletas deben
sufrir a lo largo de su vida un proceso de remodelación, que les permita
alcanzar una forma capaz de soportar el “stress” o presión que se pone
sobre los mismos durante la carrera. Los estudios realizados, han
evaluado los cambios que ocurren en la forma de la “caña” o tercer
hueso metacarpiano del miembro de anterior de un caballo luego de
ser sometido a ejercicios de diferente intensidad. La “caña” o tercer
metacarpiano de un animal joven, el cual no ha sido sometido a ningún
tipo de ejercicio es casi perfectamente redonda. Para soportar la
presión que se pone sobre el mismo durante la carrera, este hueso debe
adoptar una forma elíptica, haciéndose más grueso hacia la cara
anterior y hacia los lados. Lo que los estudios han demostrado, es que a
pesar de que los huesos del caballo sufren una remodelación natural,
provocada por la actividad que los potrillos realizan en los potreros o por
algún tipo de ejercicio casual, esta no es adecuada y la forma
adoptada por el hueso no le permitirá soportar el trauma y la fatiga que
se producen sobre el mismo durante la carrera. Mas aun, los
experimentos realizados con animales ya en entrenamiento han
demostrado, que ejercicios de mayor intensidad tales como el trote o el
galope, tampoco estimulan lo suficientemente al hueso para que
adopte la forma necesaria que le dé solidez y resistencia. Las
conclusiones de estos trabajos han sido claras, solo con ejercicios que
impliquen velocidad se puede alcanzar la remodelación adecuada
que prepara al hueso para soportar el “stress” de la carrera. Dicho de
otra forma, según estos estudios, las practicas tradicionales utilizadas
con miras a ir introduciendo gradualmente un joven atleta a niveles de
ejercicio cada vez más exigentes, no son capaces de preparar los
huesos de los mismos para correr. Por esta razón, luego de meses de
cuidar al animal, tras su primer ejercicio fuerte o “briseo”,
inexplicablemente para su entrenador, ocurre lo inevitable, la “caña”
del potrillo cede al esfuerzo del trabajo produciendo entre otras posibles
lesiones, las conocidas “cañeras”, condición que afecta a un alto
porcentaje de animales jóvenes al inicio de su carrera atlética,
retardando su debut y traduciéndose en perdida de tiempo y dinero.
Es de hacer notar que estos estudios han sido realizados exclusivamente
a nivel del tercer metacarpiano o “caña” del caballo, otras estructuras
tales como articulaciones o tendones no han sido incluidas en estos
estudios, sin embargo los investigadores no descartan que el efecto de
un ejercicio controlado y adecuado, de mayor intensidad, a temprana
edad, también pudiera ser beneficioso para la adaptación de estas
estructuras al esfuerzo de la carrera. Definitivamente el problema es
complejo e implica cambios en los métodos tradicionales tanto de
crianza como de entrenamiento. Nuevas tácticas o métodos deberán
ser desarrollados de manera de introducir a los futuros atletas en
programas de entrenamiento que implique ejercicios de velocidad a
más temprana edad.
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