La masturbación y la castidad (Fr. Armando Díaz, OP) ¿Es pecado la masturbación? En diferentes ambientes está circulando una visión errónea y confusa acerca de la masturbación. Basta citar un ejemplo: "Masturbación: Autoestimulación de los órganos sexuales, usualmente hasta el punto del orgasmo. Contrariamente a ciertos errores populares muy arraigados, la masturbación no produce insania, erupciones u otros problemas físicos. Dado que esta práctica se juzgó mala desde hace mucho tiempo, suele suscitar sentimientos de temor, culpa o vergüenza. Son sentimiento innecesarios...". También: "puede ser útil a ayudar a las mujeres a evitar la frigidez en el coito" (Diccionario de Síntomas y términos médicos, Fundación Favaloro, Editorial IGI S.A., Bs.As., nº 8, pp. 725-7). Con lo aceptado por la Fundación Favaloro se afirma algo muy grave con consecuencias terribles para las personas. Primero: porque con ella se subvierte gravemente el orden natural, ya que la facultad generativa y el semen humano se ordena única y exclusivamente al bien de la especie y no a la satisfacción de la propia sensualidad. La sexualidad humana dice orden a la procreación y a la perfección de los esposos; en cambio la masturbación implica alterar este orden de la sexualidad; es quitarle el sentido profundo. El que se masturba busca autogozar, haciendo de este placer egoísta un fin y no un medio ordenado a la conservación de la especie humana. La masturbación, al igual que otras alteraciones sexuales, al ir contra el orden de la naturaleza provoca consecuencias graves. En esto escuchemos el testimonio de un médico: "La masturbación, acto contra natura, es un verdadero crimen. Basta con analizar su mecanismo para convencerse de su malicia. Los tactos repetidos con presión del pene determinan, por mecanismo reflejo, la erección y la polución. La sensación provocada por las manos es transmitida al cerebro y causa espontáneamente una reacción motora que se resume en el espasmo venéreo y la eyaculación del esperma. Todo el sistema nervioso sufre, por este acto tan vergonzoso como inútil, una profunda conmoción. Repetida con frecuencia, incesantemente, sin llegar nunca a la saciedad, tal práctica se convierte en una costumbre y el cerebro se hace tan susceptible, tan impresionable, que el menor tacto basta para producir la serie de fenómenos fisiológicos descritos anteriormente. Naturalmente, la masturbación habitual va seguida de un agotamiento nervioso cada vez más intenso, que tiene como último resultado la debilidad general del temperamento y la impotencia genital absoluta" (Dr. Jorge Surbled, La moral en sus relaciones con la medicina y la higiene, sucesores de Juan Gili, Barcelona, p. 177). Y en cuanto al sentimiento de culpa provocado por la masturbación no es un sentimiento 'innecesario', al contrario está indicando un alerta, algo grave que está sucediendo. Esta reacción interna de la persona, de la conciencia, es porque se ha alterado un orden intrínseco de las cosas, de ahí, que la masturbación voluntaria en sí misma es siempre e intrínsecamente pecado mortal y no admite parvedad de materia ni excepción alguna. La castidad, ¿produce enfermedades? "Castidad " viene etimológicamente de "castigo". Pero tal etimología es un tanto negativa, al no dar la idea más apropiada de la cosa significada, toda vez que ésta hace referencia, precisamente, al feliz dominio virtuoso de la razón sobre la concupiscencia. La castidad es, precisamente, una virtud, que encauza una de las dimensiones más profundas del ser humano, en este caso el aspecto sexual (genésico). La palabra virtud proviene de "vir", que en latín significa "fuerza". Indica la canalización de las potencialidades, sea de la inteligencia, sea de la voluntad, sea del apetito irascible, sea del concupiscible, todo ello al fin natural y sobrenatural de la perfección del hombre. Repárese en esto: "la perfección del hombre". La virtud indica positividad, perfección. Lo sexual dice relación al otro, a la procreación, a la fecundidad. La castidad es una virtud verdaderamente angélica, por cuanto hace al hombre semejante a los ángeles; claro está que no es fácil de practicar ya que implica una continua vigilancia y una severa austeridad. Se requiere del auxilio divino para la castidad perfecta. San Pablo, cuando le pedía a Nuestro Señor que le sacara el aguijón de la carne, recibió como repuesta "mi gracia te basta" (cfr. 2 Corintios, 12, 9). La castidad como virtud, al igual que todas las otras virtudes, no se puede caracterizar como que frena, que reprime, aunque es obvio que tampoco deja "piedra libre" de hacer cualquier cosa en la permisividad y libertinaje; al contrario, conduce y lleva a todo por el camino del bien, esto es, repetimos, de la perfección. Porque es propio de la virtud llevar a la perfección del hombre. Y a hacer los actos de perfección con verdadero gusto. Por eso no puede verse la castidad, ni ninguna virtud, como algo negativo, como una limitación, sino como una verdadera plenitud. Repetimos la lúcida enseñanza de un filósofo laico, tomista ejemplar, que acaba de fallecer, sobre este tema en el que tan bien ha trabajado: "La virtud no es la "honradez" y "corrección" de un hacer u omitir aislado. Virtud más bien significa que el hombre es verdadero, tanto en el sentido natural como en el sobrenatural. Incluso, dentro de la misma conciencia universal cristiana, hay dos posibilidades peligrosas de confundir el concepto de virtud: primero, la moralista, que aísla la acción, la "la realización", la "práctica" y las independiza frente a la existencia vital del hombre. Segundo, la supernaturalista, que desvaloriza el ámbito de la vida bien llevada, de lo vital y de la honradez y decencia natural. Virtud, en términos completamente generales, es la elevación del ser en la persona humana. La virtud es, como dice Santo Tomás, "ultimum potentiae", lo máximo a que puede aspirar el hombre, o sea, la realización de las posibilidades humanas en el aspecto natural y sobrenatural. El hombre virtuoso es tal que realiza el bien obedeciendo a sus inclinaciones más íntimas". (Pieper, Josef, Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid, 1976, p. 15). La castidad tiene varias formas, que Royo Marin enumera así: virginal, que es la abstención voluntaria y perpetua de toda delectación sexual; juvenil, que se abstiene totalmente de ellas antes del matrimonio; conyugal, que regula según el dictamen de la razón y de la fe las delectaciones lícitas dentro del matrimonio, y viudal, que se abstiene totalmente después del matrimonio ( Antonio Royo Marín, Teología de la Perfección Cristiana, 5ta. Edición, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1968, p. 607). [Acotación: Si la castidad virginal, de quienes hacen voto de castidad, es una entrega positiva a Dios, que exige estar llamado por El para eso (verdadera vocación: "cada uno tiene de Dios su propia gracia: éste, una; aquél, otra", San Pablo, 1 Corintios, 7, 7), la castidad conyugal implica, sin embargo, la misma "abstención voluntaria y perpetua de toda delectación contraria", excepto con una sola persona, el propio cónyuge]. Está claro de las presentes consideraciones que la castidad, como toda virtud, no anula lo humano, muy por el contrario. Y tampoco produce enfermedades. Escuchemos al respecto el juicio de algunos médicos: "El Doctor Houssay (sostiene que... ) no existen enfermedades ocasionadas por la castidad; que quienes han guardado continencia hasta el matrimonio pueden luego procrear sin inconvenientes. No son menos terminantes las afirmaciones del Dr. Juan Agustín Etchepareborda: Considero que la castidad es posible y es asimismo inofensiva y aún beneficiosa para la salud del hombre tanto en su aspecto físico como en el síquico" (Manuel N.J. Bello, Función sexual, Paulinas, Buenos Aires, 1970, pp. 135-6).