Comentario La autora se aboca en este artículo a la problemática de los grupos, a partir de una investigación realizada en grupos de adultos, de clase media, de las provincias de Santa Fe y Buenos Aires, que integraban grupos vivénciales y de aprendizaje. Investiga las dificultades que se observan en la conformación de la red transferencia y contratransferencial, y las consecuentes dificultades en la realización pertinente de la tarea convocante. Encuentra el origen de estos fenómenos en los efectos de la política neoliberal sobre los lazos sociales. Aporta el análisis en el contexto específico de Argentina, de la influencia del proceso militar en las creencias populares sobre la grupalidad y el liderazgo. Propone cómo intervenir en las situaciones grupales donde se observan las situaciones descriptas. Abstract In this article , the author advocates herself to group-related issues, starting from an investigation carried out in groups of middle-class adults from the provinces of Santa Fe and Buenos Aires which are part of experiential and learning groups. She investigates the difficulties that can be seen in the shaping of the transferential and countertranferential net and the consequent difficulties in the pertinent realization of this task. She finds the origin of these phenomena in the effects of the neoliberal politics over the social links. She brings the analysis in the especific context of Argentina, and the influence of the military government on the popular believes on groups and leadership. She makes a proposal about how to supervise group situations where the former situations can be seen. Agradecimientos Al psicólogo Guillermo Leone por sus aportes teóricos y críticas enriquecedoras. A los grupos y coordinadores que permitieron la realización de esta investigación. ¿Grupos?...¡¡¡¡NOOOOOOOOO!!!! Las dificultades de la agrupabilidad... Autora: Psic. Griselda Raquel Leoni Terapeuta especializada en el trabajo en grupos. Coordinadora de grupos de aprendizaje en educación universitaria, grupos de formación en técnicas psicodramáticas, grupos terapéuticos con trabajos vivenciales, grupos especializados en técnicas guestálticas. Supervisora de coordinadores y observadores de grupo. Actualmente coordina un grupo de profesionales dedicados al área de la salud y la expresión. El contenido del presente artículo es el fruto de una investigación centrada en el trabajo en grupos que tenían como tarea en algunos casos el aprendizaje y en otros la experiencia vivencial propia de contextos terapéuticos. En dichos grupos se trabajaba con técnicas expresivas y de acción. La población observada era urbana, específicamente de las provincias de Santa Fe y Buenos Aires, y sus edades oscilaban entre los 15 y 50 años. La población desde el punto de vista socioeconómico era de clase media con formación primaria y secundaria completa en su mayoría, en su minoría contaban con estudios universitarios o terciarios completos. La investigación se extiende desde el año 1995 hasta la actualidad. Lo que se acentúa a lo largo de estos años, más profundamente entre los años 1998-2001, es una gran dificultad de los coordinadores y de los integrantes de los diversos grupos para sostener el trabajo grupal. A fin de organizar el estudio pormenorizado de este fenómeno se subdividirá el artículo en dos partes. En la primera se estudiaran las dificultades observadas en el grupo coordinado. En la segunda se abordará la problemática de los coordinadores. Mirando el grupo desde su dinámica interna Se comenzará detallando las características que se repetían en los grupos que presentaban dificultades con el sostenimiento de la tarea: Dificultades para mantener una matriz grupal vital y pertinente con la tarea. El término matriz grupal hace referencia a la organización libidinal que en cada grupo se da. Esta organización “(...) está basada en los lazos libidinosos que lo individuos tienen entre sí y con el coordinador. Estos lazos libidinosos tienen que ver con LA RED DE IDENTIFICACIONES que se va estableciendo en el transcurso del grupo que está íntimamente relacionada – en realidad es lo que la constituye- a lo que se ha dado en llamar MATRIZ GRUPAL. Es decir que esta MATRIZ SERIA EN REALIDAD UNA MATRIZ DE IDENTIFICACIONES formada por supuestas identificaciones secundarias (...)” (1). redes grupales basadas en su estructuración en un narcisismo que produce conductas de individualismo, competencia y agresividad, en muchos casos de índole claramente psicopáticas. Si bien el narcisismo es constitutivo en los seres humanos, aquí se hace referencia a la estereotipia y fijación en modelos narcisistas de relación, una vez que se ha trabajado profundamente esta problemática desde lo técnico, y sería esperable una elaboración y transformación de esta situación. Transferencias ambivalentes hacia el equipo coordinador que presentan grandes dificultades para ser trabajadas, y que tienden a rigidizarse en el odio, la desconfianza y la lucha por el poder con el coordinador. En cuanto a las fases grupales, etapas que antes se calificaban como de proceso grupal suelen transformarse en la modalidad por excelencia de ciertos grupos. Se observaron grupos que no podían salir de la serialidad luego de varios meses de trabajo, o que se instalaban en una “fraternidad-terror” expulsiva de sus propios miembros o del equipo coordinador. (1) Del Cueto, Ana María y Fenández, Ana María, “El dispositivo grupal”, Lo grupal 2, pág. 32, Ediciones Ayllu, Buenos Aires, 1990 La demanda se centraba en el coordinador. Se le pedía que fuera el motor de todo el trabajo y, a la vez, se expulsaba lo que este tenía para dar. Los grupos se instalaban en la fase teorizada por Gladis Adamson de “Yo no soy vos”, que es pensada como de inicio en la historia de un grupo. En torno al pago y en general a todos aquellas variables, que hacen al encuadre como la frecuencia, el horario, el lugar, etc. se observaba en los grupos una permanente desconfianza hacia los profesionales y su idoneidad como especialistas, así como también la creencia de que no cumplirían con lo acordado. Esto instauraba una lucha del grupo por reencuadrar la tarea, permaneciendo en pretarea, e invadiendo un espacio que estaba ocupado por los profesionales y que se sustentaba en su saber científico. En cuanto al vínculo grupo-equipo se repiten fenómenos de alianza y-o coalición contra terceros que parten del grupo y que buscaban manipular tanto a miembros de la coordinación como del propio grupo. Cuando se centraban en el equipo de coordinación su objetivo era fracturarlo. Los co-coordinadores debían mostrar gran ductilidad y confianza para atravesar estas maniobras sin quebrar la relación, en muchos casos sostenida a través de años de trabajo. Se observaba que el grupo miraba hacia afuera, hacia lo que lo rodeaba, queriendo escapar de la mirada intragrupal que les producía pánico. Se escenificaba una y otra vez la evitación constante de la propia intimidad y se producía un “cuadro” muy especial: la psicopatía grupal que en algunos casos llegaba a transformarse en montaje perverso. Una matriz grupal no continente La matriz del grupo se conforma cuando existe una empatía que une a los distintos miembros entre sí, desde la historia en común, los intereses o los objetivos. Este fenómeno a veces se conoce concientemente y otras se ignora y solo se registra a través de rechazos o aceptaciones. La mirada recíproca no solo incluye a los miembros del grupo, sino al coordinador y a la institución que este representa. Existe una matriz básica que tiene que ver con la permanencia, con esos miembros que nunca faltan y que se comprometen con los demás. Esta conceptualización sobre las características de la matriz básica la consideraremos en cuestionamiento a partir de esta investigación. En los grupos observados había graves problemas para “hacer lazo”. Se habla de la proliferación de personalidades con constituciones narcisistas que constituían al grupo desde su pertenencia egoica. Les interesaba la permanencia del espacio grupal solo para satisfacer sus propios objetivos, fueran estos terapéuticos o de aprendizaje. Su “estar” en el grupo obedecía puramente a un objetivo personal, “hacé la tuya” podría representar el móvil que caracterizaba a este tipo de pertenencia, parafraseando los mensajes publicitarios de estas épocas. La red indentificatoria que se conformaba a partir de este tipo de personalidades estaba centrada en fenómenos competitivos y de poder movilizados por sentimientos de celos, envidia y ambivalencia. La transferencia se centralizaba en los coordinadores, se les demandaba excelencia, productividad, y exclusividad en lo vincular. La mirada del grupo se centraba en las acciones que realizaban los líderes y no circulaba la libido entre los pares. Los grupos que sufrían esta sintomatología quedaban estereotipados en fases (2), que en un proceso “sano”, solo serían una etapa. (2) “(...) un número de creencias bien sistematizadas y compartidas: son reglas secretas de relación, creencias organizadas que justifican muchos modelos interaccionales y que promueven la estabilidad de la relación... expresa la forma en que es percibido el grupo desde adentro (...)” Adamson, Gladis, “Fases y mitos en grupos operativos”, pág.1. Según Gladis Adamson el grupo moviliza en cada integrante una regresión: la reactualización de los vínculos pasados sería ambivalentes de amor y odio, surge la fantasía de aglutinación, de pérdida de identidad. La autora define a la primera fase grupal con la frase “Yo no soy vos” y al mito de esta etapa como al de “autoabastecimiento”. En este momento se observa: una acentuada defensa del individualismo, cada uno viene con motivaciones propias a cumplir tareas explícitas e implícitas y espera recibir todo del conductor. Se observa dependencia oral hacia la coordinación: hay una excesiva demanda y lo que se recibe es rechazado. Cada miembro del grupo está centrado en su propia necesidad sin reconocer las necesidades del otro. Si esto se estereotipia se genera mucha competencia roles suplementarios como si lo que los nutre fuera solamente lo interno y niegan los a aportes del grupo. Lo patológico observado en los grupos en los que se centró esta investigación es que se fijaban a esta etapa sin hacer los procesos esperables de evolución desde el apego excesivo al coordinador al apoyo interno. Se aferraban a este modo de funcionamiento como el único posible, a pesar de las intervenciones reiteradas de los coordinadores sobre este punto. Raúl Usandivaras con su conceptualización de la etapa de fusión-desintegración, nos permite ahondar en la comprensión de la fase “Yo no soy vos”. Según este autor aparecen dos fuerzas antagónicas: una centrípeta que lleva a la unión indiscriminada de los integrantes y otra, centrífuga, que tiende a la separación de todos, a la desintegración del grupo. Cuando los miembros del grupo se unen, se diferencian claramente del terapeuta y pueden adoptar hacia él la actitud de sometimiento, como si fuera un ser con poderes superiores al cual se someten totalmente, o, por el contrario la actitud opuesta la de verlo como un enemigo contra el cual tienen que defenderse luchando. Vemos en estas dos actitudes los supuestos básicos de Bion: la “dependencia” y la “pelea y fuga”. Cuando responden a la dependencia se fusionan de manera indiscriminada creando en todos una intensa angustia de pérdida de los límites del “self”, con la consiguiente confusión entre unos y otros luego por reacción se distancian para diferenciarse pero caen en el otro peligro: alejarse tanto que finalmente el grupo se desintegre. Ambas angustias son tan terribles que van generando un movimiento pendular que sino se equilibra puede causar la ruptura del grupo. Como evitación y defensa a las estructuraciones grupales que he enunciado en algunos grupos apareció la fijación en la etapa de fraternidad-terror, que conceptualizó Sartre, como forma de evitar la vuelta a la serialidad y la posibilidad de fuga, desviación o no-participación. En esta etapa aparece el control desde el terror. El poder grupal se materializa a través de la presión que este ejerce. El terror es el primer estatuto común: mientras las circunstancias no los conmuevan es terror que une y no terror que separa El autor define esta etapa como el derecho de todos a través de cada uno, sobre cada uno. En esta etapa se suele discriminar y se desea echar a “los diferentes” que son vistos como “traidores” por no seguir sin cuestionamiento las órdenes grupales; hay además una unión violenta contra el terapeuta y se tiende a participar en acciones comunes como grupo, en general de odio: el que no lo hace queda afuera. Los grupos observados atacaban al terapeuta y al encuadre(3). Se les cuestionaba su idoneidad como profesionales y especialistas y suponían que no cumplirían con lo acordado. Esto en alguno casos impedía que el coordinador se centrara en los contenidos, de este modo el grupo permanecía en la pre-tarea, que según Enrique Pichón-Riviere, “(...) se caracteriza por la puesta en juego de técnicas defensivas grupales movilizadas por la resistencia al cambio y. destinadas a postergar la elaboración de las ansiedades que funcionan como obstáculo epistemológico (...)” (4). (3) En el encuadre los coordinadores fijan: la frecuencia de las reuniones, los horarios de trabajo, los contenidos y los honorarios. (4) Pichón-Riviére, Enrique estructura de una escuela destinada a la formación de psicólogos sociales, El Proceso Grupal, pág. 159, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1975. ¿Procesos grupales en crisis o crisis social?... Estas conformaciones grupales no permiten sentimientos de solidaridad, afecto y compromiso permitirían una mayor calidad en la tarea que común y ayudarían al sostenimiento del grupo que se den que se realiza en por fuera del espacio de trabajo establecido. La permanencia del grupo sin la existencia de los coordinadores, o lo que es lo mismo, el trabajo autogestivo se ve imposibilitado, y los proyectos grupales, quedan limitados a la existencia efímera del grupo “oficial”. Ahora bien, la hipótesis que se sostiene en este trabajo es la siguiente: en las dificultades registradas en los grupos investigados se actualizan una serie de fenómenos sociales característicos de la Argentina y consecuentes con su pasado histórico y su actual momento sociopolítico. Analizaremos a continuación los dos sistemas sociales que consideramos que tienen efectos directos en la realidad grupal estudiada: el proceso militar que padeció Argentina, y el actual proceso neoliberal. Ambos constituyen un entramado reticular que se sumerge en lo social y aparece en cada grupo constituido, y sobre todo, en el grupo interno, que resuena permanentemente, tanto en los coordinadores como en los coordinados. Blas de Santos nos aporta su análisis de los efectos de la política neoliberal sobre los lazos sociales. Considera que: * implican la destitución de significaciones producto de la tradición y de la historia que tenían como premisa la igualdad como condición de todo orden político-económico posible y deseable. * valores como la justicia y el derecho son sacrificados en pos de la factibilidad del modelo: se tolera la corrupción de los gobernantes como precio de sus logros y se acepta la pérdida de derechos a favor de la rentabilidad de los inversores. * El provecho individual y privado que se supone como producto del modelo borra toda consideración ética solidaria ante el inédito costo social del modelo económico en curso. * El estado transfiere la responsabilidad por la “cosa pública” a un estamento profesional especializado en la gestión de la política, la ciudadanía se reduce a asistir como testigo a la representación de lo público, que se juega en la escena del espectáculo. * La pérdida del referente que encarnaban los países socialistas no permite su uso como plano de proyección para superar el orden social vigente y lograr cambios radicales en la sociedad. Así nos encontramos con que la modalidad subjetiva de la época pasa por la reticencia, cercana a la indiferencia, ante toda posición que comprometa las ideas y la voluntad mas allá de lo que requiere el mantenimiento de lo conocido. La incertidumbre por el porvenir rechaza la conexión con todo proyecto que cuestione la certeza en la salida desde la propia iniciativa y genera desconfianza en los proyectos colectivos, que se asocian al fracaso de las economías populistas y a la represión. Observamos aquí las conductas descritas en el plano grupal: la imposibilidad de hacer lazo, el predominio de conductas narcisistas y competitivas, la depositación en los coordinadores de la acción transformadora desde una actitud ambivalente de validación-descalificación. En cuanto a los efectos del proceso militar en nuestra sociedad, Darío Páez Rovira sistematiza los fenómenos que hemos enunciado analizando la dictadura chilena. El autor comenta que desde el punto de vista psicoanalítico en estos sistemas represivos se pasa de la fusión del Yo con el Ideal del Yo, a la distancia enorme entre la realidad, el Yo y el Ideal del Yo. Por otro lado, la pérdida de los lazos afectivoslibidinales y de los líderes que unían a los sujetos, debilitan la fuerza del Ideal del Yo colectivo. Igualmente, el fracaso de los movimientos sociales pone en cuestión la validez de los valores ideológicos concentrados en el Ideal del Yo. A esto se une la presión ideológica y práctica de la dictadura para destruir activamente el Ideal del Yo o valores ideológicos de los movimientos sociales. El Ideal del Yo coincide con el Yo al precio de un esfuerzo gigantesco de denegación de la realidad y de inversión libidinal en una actividad estéril a medio y corto plazo. Se rebaja o disminuye el carácter alternativo de la utopía social movilizadora, presentada en el discurso ideológico, y los partidarios del socialismo se convierten en partidarios de la democracia popular o del gobierno democrático, los socialdemócratas se convierten en liberales, los populistas diminuyen el acento en los aspectos colectivistas de su discurso. En cuanto a los efectos directos y específicos de la represión sobre la psicología social del movimiento de masas lo que se produce es lo siguiente: * La destrucción o congelamiento de las organizaciones sindicales y/o políticas de las masas dominadas que implica la desaparición del soporte organizativo de la ideología o conciencia socio-política del movimiento de masas. Esto provoca un retroceso en la forma de conciencia social existente entre la masa dominada vale decir una regresión de sus niveles de conciencia. * La parálisis de la actividad creativa, que implica la instauración de las dictaduras, provoca la atrofia del sentido de Sí mismo, en otros términos, la ausencia de toma de decisiones importantes a nivel social involucra la pérdida del sentido de la identidad personal y social, así como la disminución de la autoestima y autoconciencia * La censura social que se impone sobre ciertos hechos sociales (desaparecidos, represión, abusos, etc.) limita la percepción de los sujetos y actúa también en el sentido de disminuir la identidad personal y social, así como su autoestima y capacidad de acción. * La represión busca la desaparición de los lazos de identificación y de reconocimiento que unían los sujetos de las clases dominadas entre ellos y que permitían su acción colectiva. La represión impone la serialidad, vale decir, la existencia de una multitud de individuos sin lazos de identificación entre ellos, que no se reconocen como iguales – allí donde antes existía una masa organizada y consciente de sus intereses comunes. * El proceso represivo actúa como gigantesca escuela social, provocando un resocialización, un cambio de esquemas de acción, normas, valores que guían a los sujetos de las clases dominadas en el periodo de ascenso de los movimientos sociales. Esto permite la reaparición o reforzamiento de una psicología social o conjunto de representaciones sociales que caracterizan a los sujetos de las clases dominadas en condiciones de extrema pobreza. Este conjunto de rasgos son lo siguientes: a) La desvalorización de Sí mismo, que va unida a una pasividad y a la dependencia de sujetos o fuerzas exteriores para cambiar el medio social. b) Una pobre estima de Sí mismo, que va unida a mecanismos de negación de la realidad existente, a la identificación o introyección con los sujetos de las clases dominantes o que han tenido éxito, como cantantes, actores, etc. c) El autoritarismo, vale decir, la afirmación de la necesidad de que alguien mande y otro obedezca, así como una legitimación de las medidas y figuras de autoridad. d) El arribismo, vale decir, el intentar superar la situación de pobreza a través de ganarse el favor de los poderosos. e) El miedo y el rechazo al cambio, que se expresa en una visión fatalista y resignada de la vida un bajo nivel de aspiraciones y una visión del mundo que reproduce de manera específica la visión de la ideología de las clases dominantes. Estos conceptos nos permiten comprender la estereotipia de los grupos estudiados dentro de fases como la de fraternidadterror, que implica la negación de la diferencia y la obediencia a un líder que asume el rol de Ideal del Yo expulsivo y castigador. Nos aportan una explicación sobre el descreimiento que se observa en los grupos en torno a la posibilidad de concretar proyectos por fuera de la realidad conocida del grupo: en estos intentos de proyección extragrupal se actualizan los miedos terribles a la represión recibida por aquello líderes que osaron transgredir los mandatos de la ideología oficial, y cada miembro del grupo se enfrenta con un Ideal del Yo descalificado, que se cree incapaz de sostener valores ideológicos contestatarios. El abordaje de la tarea grupal, que es eminentemente creativa e implica la posibilidad del aprendizaje y la transformación de la subjetividad es evitada porque implica asociaciones directas con el proceso militar y sus mandatos de anulación de lo colectivo. Se detonan en el interior de cada miembro del grupo mecanismos de defensa aprendidos, introyectados, e inconscientes de negación, evitación, autocensura; y emociones como el miedo, la angustia, la ira. Estos emergentes grupales “toman” la tarea grupal y desafían al coordinador en su posibilidad de abordarlos o renegarlos, evitando así conectarse con su subjetividad herida. ¿QUÉ HACER?...Una mirada desde la coordinación. Pensar sobre la propia práctica, especialmente sobre las dificultades no es sencillo. Si además hablamos de los efectos que todos, tanto coordinadores como coordinados vivencian, muchas veces sin conciencia y en forma repetitiva en sus cotidianeidades, estamos involucrándonos con un tema que nos enfrenta con el desafío de la auto observación permanente y el retrabajo de estos obstáculos en forma conciente y crítica. Considero que es necesario abordar esta problemática, en primer término “realizando el duelo” del deseo de los coordinadores de encontrar en sus grupos una masa crítica y revolucionaria, y aceptar la nueva conformación social y sus enormes dificultades de toma de conciencia de sus posibilidades de acción y protagonismo. Es de primordial importancia que el coordinador trabaje su proyecto ideológico y su protagonismo real en lo social, ya que de otro modo se corre el riego de darle al grupo el objetivo de concretarlo. Esta situación implicaría en que el grupo “actúe” la contratransferencia con las graves consecuencias que ocasionaría esta situación. Enunciaremos algunas: El grupo hace el deseo de otro, no el suyo propio, con lo que se coloca en una situación de sometimiento y alineación que reproduce los sistemas ideológicos dominantes. El coordinador queda dependiente del accionar del grupo: es felíz si el grupo “avanza”, se frustra si el grupo se “paraliza”. El coordinador se queda en un lugar autorreferente, donde todo lo que sucede en el grupo “depende de él” o es “hacia él”, generando el conocido “síndrome del burn out”, donde aparecen graves patologías en los trabajadores de la salud que dramatizan las situaciones con las que trabajan. El grupo se resiste a este liderazgo y muestra conductas transgresoras hacia el coordinador que no redundan en un cambio saludable para el grupo, ya que no le permiten dedicarse a su proyecto sino que deben defenderse del que se les impone. Si el coordinador, además, utiliza sus intervenciones en pro de “sancionar” la conducta grupal por ser “resistencial”, y no trabaja su propia fantasmática proyectada, nos encontraremos frente a una situación iatrogénica, ya que el grupo no puede hacer un proceso saludable al carecer de una contención apropiada. Por lo tanto es necesario abordar con gran seriedad y conciencia, que hay de autoritario en la forma de coordinar que se sostiene y preguntarse si se realizan autocríticas fecundas, si e utilizan los medios de trabajo de la contra transferencia que todo coordinador tiene: su terapia personal y el espacio de supervisión. En el abordaje concreto de lo grupal, luego de haber analizado profundamente lo antedicho, sería necesario analizar las dificultades en la agrupabilidad como parte de “lo emergente”, característico y específico de ese grupo y de ese proceso puntual, utilizando las técnicas de abordaje con que se trabajan los fenómenos que hacen a la “pre-tarea” y a las primeras fases del trabajo en grupos. Consideramos como fundamental apoyar cada fenómeno de acción grupal que pueda aparecer, trabajando con el encuadre como recurso de re-elaboración de los conflictos que estas acciones impliquen o los “modelos autoritarios” que contengan. El coordinador debería sostener un modelo democrático de respeto por las ideas de todos y, el mantenimiento de los límites que permiten el crecimiento grupal, no autorizando la descalificación, la violencia, o la corrupción (en sus diferentes formas de simbolización) entre los miembros del grupo o hacia el equipo coordinador. Creemos que es fundamental que se apele a la realidad del aprendizaje constante en la interacción con el otro y al cuestionamiento de los paradigmas que regulan la conducta. Lo esencial sería no “ahogar” la acción, ya que esta implica la ruptura de la represión y por lo tanto la toma de la palabra social: la posibilidad de lo instituyente . Es más consideramos que la acción es el objetivo primordial del coordinador en cuanto al grupo, ya que esta es la que permite la real modificación de las condiciones concretas de la existencia. Es muy importante considerar que los comportamientos colectivos siempre van por delante de las representaciones sociales y la psicología suele ser más conservadora que los movimientos sociales. Intentemos dejarnos sorprender por los cambios súbitos que aparecen en el ritmo de producción de los movimientos sociales a partir de líderes informales, sin centralización ni plan previo. Tengamos siempre presente que el grupo posee sus propios objetivos, posibilidades y deseos, y que es necesario no “romper su identidad” para imponer la del coordinador, pues sino estaríamos siendo tan violentos como las estructuras represoras de las que ya hemos hablado. El coordinador puede elegir no trabajar con determinado grupo porque no acuerda con su sistema ideológico, y de este modo estaría teniendo en cuenta el respeto por el otro y por sí mismo. De este modo aceptaría con humildad sus límites en la tarea y permitiría que ese grupo encontrara un nuevo coordinador que pudiera tener una contra transferencia pertinente a su sistema de creencias que permitiría una tarea grupal exitosa. Esta decisión muchas veces es una intervención en sí misma, ya que deja sentada la “diferencia” y la posibilidad de elegir otro sistema ideológico, con la fortaleza que implica la acción del despego por ser consecuente con el propio sistema de valores. Es importante recalcar que hay personas para las que no es aconsejable el trabajo grupal y que podrían producir situaciones problemáticas en el desarrollo de la tarea. En este sentido el coordinador puede realizar entrevistas previas que le permitan realizar un diagnóstico apropiado, y a partir de la información recabada podrá decidir a quien incluirá en el grupo y a quién le prescribirá otro tipo de actividad. En cuanto a los cuestionamientos hacia la idoneidad de lo profesionales a cargo, que se observaban en los grupos estudiados, es necesario que se tenga en cuenta el creciente descreimiento hacia los profesionales por observarse recurrentes faltas al correcto desarrollo de su profesión. Se hace necesario “ocupar” el rol, desarrollarlo con honestidad y responsabilidad, y en el desenvolvimiento de la tarea el grupo se formará su opinión sobre ese determinado profesional a cargo. El solo hecho de llevar un título no certifica idoneidad. Para finalizar es necesario recordar que las situaciones sociales explicitadas afectan a todos, terapeutas y pacientes, y este hecho puede capitalizarse. Es un rasgo común que puede servir para la integración grupal en pro de un proyecto que implica a todos. Tengamos en cuenta que los grupos se cohesionan si hay un “un peligro en común”. Es necesario que sea un objetivo explicitado por el coordinador y acordado con el grupo, ya que sino estaríamos hablando de manipulación de parte del coordinador. BIBLIOGRAFÍA 1- De Santos, Blas,“El lazo que libere”, Revista de Psicología y Grupo, Publicación de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, Bs. 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