UNIDAD DIDÁCTICA 1: INTRODUCCIÓN AL MUNDO MODERNO TEMA 1: LA ECONOMÍA EUROPEA EN EL SIGLO XVI TEMA 2: LA SOCIEDAD EUROPEA EN EL SIGLO XVI TEMA 3: LA RUPTURA DED LA CRISTIANDAD TEMA 4: LA CULTURA DEL RENACIMIENTO TEMA 5: LA ERA DE LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS TEMA 6: LA EXPANSIÓN IBÉRICA 1 TEMA 1: LA ECONOMÍA EUROPEA EN EL SIGLO XVI. Un conjunto de coyunturas afectaron a la economía del siglo XVI, la más constante fue el aumento de los precios que afectó primeramente a los estados atlánticos y que se extendió por todo el continente. El aumento era ya perceptible a finales del siglo XV, aunque el proceso no se hizo inflacionista hasta mediado el siglo XVI. Los precios agrícolas aumentaron mas deprisa que los demás, el simultáneo incremento demográfico contribuyó a ello, así, por ejemplo, los cereales se encarecieron cinco veces mas en Inglaterra, siete en Francia y aún mas en España. El nivel de lo salarios no se elevó de un modo proporcionado, los salarios se doblaron o triplicaron a lo largo del siglo XVI, pero hubo un innegable pérdida de poder adquisitivo que se puso de manifiesto en apreciables devaluaciones monetarias. En esta época muy pocos vivían únicamente del salario lo que permitió aminorar los efectos de la degradación salarial que, sin embargo, constituía un peligro en el plano social, en la cuidad de Basilea, por ejemplo, se prohibió la inmigración de los trabajadores pobres. La llegada masiva de gran cantidad de metal precioso (oro y plata) procedente de la América hispana agravó notablemente la inflación. España tuvo que difundir en múltiples direcciones los tesoros de cuyo monopolio disfrutaba y a inundar con ellos Europa. El motivo mas corriente de su empleo fueron los gastos militares que crecían sin cesar. España fue las región mas afectada por el alza de los precios y la que menos ventajas reales sacó de su sobrevenida riqueza. Aunque la corona se había reservado el 20 % de toda cantidad de metal precioso almacenado en Sevilla, fue la primera en proclamar su insuficiencia. Felipe II declaró, en 1557, que no podía satisfacer las demandas que había contraído, unos siete millones de ducados. Otra bancarrota se produjo en 1575, con una suma mas del doble de la anterior, a esta se sucedieron otras en 1596, 1607, 1627 y 1647. en 1557, el gobierno español transformó su propia deuda en <juros> u obligaciones del estado. También se produjeron bancarrotas, ese mismo año, en los Países Bajos, en Milán y en Nápoles, así como en Francia. Las mayores víctimas fueron los pequeños ahorradores que habían prestado sus fondos a través de los banqueros. En toda Europa se extendió la inestabilidad financiera y se producían devaluaciones monetarias que provocaban la inflación. Las necesidades crecientes permitieron al crédito prosperar pese a las dificultades y para hacer frente a la incertidumbre financiera se reclamó la creación de bancos públicos, en detrimento de los privados, que surgieron principalmente en Italia como los casos de Génova (1586), Venecia (1587), Milán (1597) y Roma (1605). El crédito se extendió con el uso, cada vez mas habitual, de la letra de cambio que se convirtió en el recurso indispensable para inversiones y transacciones comerciales. El crédito se desarrolló tanto en el sector público como en el privado, los estados tenían una incesante necesidad de dinero y sus gobiernos no podían sostener el ritmo de los gastos que tenían que efectuar, quien prestaba al estado tenía, además de los intereses, las garantías de los réditos o mejoras cedidas a cambio de los acreedores; en caso de bancarrota los réditos no eran anulados. Esto animó a la formación de un grupo de personas que vivían de los réditos y que además estaban vinculados a las instituciones, así, las <rentes> francesas prestaban a la corona, en España existieron los <juros>, emitidos por el estado, y los censos de las municipalidades y de los particulares y que con el paso del tiempo los <juros> se convirtieron en uno de los pilares de la continuidad económica y social. 2 En el siglo XVI los propietarios territoriales procedieron al aumento de los cánones de arriendo, ante las perspectivas ofrecidas por el mercado, y se dedicaron a la administración directa de sus propios dominios. Un nuevo patriciado rural prosperó en muchas regiones de Italia, Inglaterra y países de la Europa centrooriental. En el campo romano, la nobleza usó los terrenos de labranza como pastizales ante la creciente demanda de carne de la ciudad. En la primera mitad del siglo se extendió la superficie de los pastizales y en la segunda se comenzó a cultivar de nuevo trigo y cereales. Para reaccionar frente al alza de los cereales, España , por ejemplo, fijó los precios máximos de la producción lo que benefició en mayor medida al vendedor. En Alemania, Castilla la Vieja y Polonia los arrendamientos agrarios eran de largo plazo y aumentaron considerablemente a lo largo del siglo. En definitiva, el aumento de la población hizo del cultivo de la tierra una inversión segura y un buen negocio tanto para los nobles como para los burgueses. Otra de las características importantes de este período fue el incremento de las actividades comerciales e industriales. La economía europea era pionera por su dinamismo y organización, centro de producción e intercambio. El siglo XVI representó una gran fase de renovada expansión gracias principalmente a las comunicaciones marítimas. Los centros marítimos atlánticos no superaban a los mediterráneos y bálticos, lo que sí ocurrió en el siglo siguiente. Las ciudades que impusieron su supremacía fueron Sevilla, Lisboa, Londres y Amberes. Las dos primeras constituían los centros de gravedad de dos vastos y ricos imperios coloniales. Londres, a pesar de prosperar cada vez mas, permaneció aún alejada de su máximo desarrollo. Bristol, Ruán, Bremen o Hamburgo, sin ser escalas secundarias, no eran de primera magnitud. Amberes reunió las ventajas del tráfico intercontinental, las rutas europeas y los enlaces con el interior. El origen de su fortuna radicaba en su puerto debido a los intereses mercantiles de portugueses y alemanes, sus relaciones con Inglaterra, el Báltico y el Mediterráneo. Se convirtió en un motor económico mundial y un centro de múltiples industrias: textil, metalúrgica, naval, editorial. Se fabricaban gran cantidad de materiales y florecían las operaciones de crédito. Los portugueses encontraron en ella los capitales alemanes y la plata de sus minas, necesarias para sus colonias en las Indias. A mediados de siglo, la extraída en las colonias americanas de España les era más rentable y eso provocó que se retirara de Amberes, en 1549, su monopolio de las especias. En 1565, sufrió las consecuencias del agudo conflicto comercial entre Inglaterra y los Países Bajos y, en 1576, surgió el saqueo español. Londres y Ámsterdam comenzaron a sustituir a Amberes en el plano europeo e intercontinental. Mercaderes, empresarios y artesanos la abandonaron para transferir sus energías a Leiden, Rótterdam, Haarlem y sobre todo a Ámsterdam. También los puertos bálticos y mediterráneos conocieron un importante desarrollo en el siglo XVI, así Alejandría aumentó su volumen de intercambio al igual que Constantinopla o Venecia. Un buen ejemplo de florecimiento mercantil en el Mediterráneo lo ofreció la flota de la ciudad de Ragusa que basó su fortuna en la creciente demanda de transportes marítimos mediterráneos. Aunque no existieron innovaciones importantes respecto a los transportes, la expansión comercial resultó enormemente considerable y esencial para la formación de capitales. No faltaron, sin embargo, las tendencias monopolistas ni las concentraciones de numerosos agentes económicos en torno a un determinado eje comercial. En este tipo de operaciones se distinguieron los ingleses que habían obtenido de la corona el monopolio del comercio a gran distancia, tanto en Europa como fuera de ella, así la Moscovy Company gozó 3 del derecho al tráfico hasta puntos como Jaroslav, Kazán y Astracán (dónde instaló sus almacenes) y desde allí en dirección a Bujara y Persia. Más tarde el zar concedió iguales privilegios a los holandeses, pero mantuvieron el dominio en aquella ruta comercial. En 1579 la Eastland Company con sede en Danzing y Elbing, en 1581 la Levant Company. Los franceses realizaron su penetración comercial en el norte de África en la segunda mitad del siglo XVI, tenía cónsules en Túnez y Fez desde 1577, en Argel desde 1579 y se les concedió en 1604 un derecho de protección sobre los eclesiásticos latinos de Tierra Santa. Francia era la potencia cristiana preponderante en el área otomana. 4 TEMA 2: LA SOCIEDAD EUROPEA EN EL SIGLO XVI. El s. XVI tiene mucho en común con el que lo precede y con el que lo sigue en el plano de la vida cotidiana. La mortalidad infantil sigue siendo muy elevada, en muchos lugares era superior al 50 % (Simancas y Palencia), se trata por tanto de una población joven por cuanto la probabilidad de vida en torno a 1600 era de 34 años para las mujeres y de 28 para los hombres. No se llegaba pronto al matrimonio, las jóvenes se casaban entre los 20 y 25 años, los hombres entre los 25 y los 29, tanto antes como después de 1600. Las prácticas anticonceptivas no se habían difundido aunque se recurría a ellas por distintos motivos. El concilio tridentino tuvo como una de sus consecuencias la obligación a los párrocos católicos de registrar la natalidad; en Inglaterra se realizó a partir de 1653. A pesar de las plagas colectivas y de las deficiencias médicas, el s. XVI estuvo caracterizado por un fuerte incremento demográfico que alcanzó valores próximos al 50 % desde N-S, E-W de Europa: en el Imperio germánico se pasó de 12 a 20 millones, Inglaterra de 3,5 a 5. Este fenómeno se produjo de manera desigual en las ciudades, así Florencia y Milán no crecieron mucho a diferencia de las ciudades atlánticas (Sevilla, Lisboa, Amberes, Ámsterdam o Londres) y también crecieron ciudades como Madrid, Roma y Nápoles. Sin embargo no existieron grandes diferencias entre ellas y muy raras fueron las que superaron los 200.000 habitantes. En este siglo muchas aglomeraciones fueron atacadas por enfermedades epidémicas: Venecia perdió el 30 % de su población entre 1575 y 1576, Santander el 80 % en 1599, Mantua el 70 % en pestes y Génova el 50 % en 1656, estos azotes (pestes) afectaban más a las ciudades y en concreto a los barrios más pobres y con malas condiciones higiénicas. Las familias populares no eran muy numerosas, el número medio de hijos era de 4 siendo los pudientes los que tenían más. El aumento demográfico entró en crisis a finales del siglo por unas desfavorables condiciones metereológicas que causaron males cosechas, por la peste que se difundía en España, Italia y Alemania. Las zonas mediterráneas fueron más afectadas que las nórdicas que obligó a los estados costeros a importar masivas cantidades de cereales del Báltico. También las insuficiencias se relacionan con una inversión de tendencias en el campo, así a principios de siglo muchos campesinos eran relativamente pudientes, a comienzos del siglo XVII no producían trigo suficiente para sus propias necesidades. Se instituyó una relación entre la presión demográfica y el alquiler de tierras y este deterioro de las condiciones de los campesinos provocó los traslados de población donde no existían obstáculos para su movilidad. Muchos perdieron la propiedad de las tierras que poseían quedando reducidos a la condición de braceros temporeros o de desocupados y vagabundos mientras en Francia e Inglaterra los trabajadores agrícolas se convertían en mayoritarios en el mundo rural a causa del aumento demográfico, gran parte del suelo estaba constituido por campos comunales mientras que las haciendas pertenecían a los burgueses, al clero o a los aristócratas. Después de la guerra de los campesinos en tiempos de Lutero una gran cantidad de regiones se vieron afectadas por este tipo de revueltas. Se ampliaron las zonas de cultivo ante la demanda de los campesinos, al no beneficiarse del aumento del precio de los productos de la tierra, muchos bosques y pastizales comenzaron a roturarse y se saneaban terrenos pantanosos en Italia, Inglaterra, Francia y Alemania. La agricultura pasó por un periodo de notable desarrollo aunque no de progresos técnicos. Sobre los campesinos siguieron gravando el fisco con impuestos como la talla y el clero con sus diezmos y crecían los arriendos., con todo un número impreciso se 5 benefició con el alza de los precios de los comestibles mientras pudo gozar de los cánones antiguos. Esta época vio desarrollarse notablemente el pauperismo, las formas de caridad medievales estaban en crisis o se manifestaban como insuficientes, tanto la reforma protestante como la católica buscaron nuevas soluciones. También varias órdenes religiosas surgidas en el mundo católico propusieron entre sus objetivos la ayuda a los necesitados, tendencia que se acentuó entre el s XVI y el XVII. Los grupos mercantiles fueron los más sensibles con la pobreza, en Inglaterra la burguesía disminuyó, hasta una sexta parte, sus donaciones para el culto y aumentó hasta el triple las destinadas a la asistencia. El s. XVI vio surgir los Hospitales de Lyon (1533), Londres (1544) y París (1554) y cómo se recurrió al sistema de dar una licencia a la mendicidad, así los mendigos españoles podía pedir limosna en sus ciudades y sus inmediaciones hasta seis leguas, en Londres los mendigos iban provistos de señales de reconocimiento y autorizados a pedir limosna. Más adelante se limitó el radio de acción al territorio parroquial. Desde 1530, en Inglaterra y Francia, se difundió el uso del impuesto para los pobres y se adoptó la distinción entre hospitales. También se tomaron medidas contra el vagabundeo. En Inglaterra fueron tan severas que fueron abolidas. Se aplicaron también a los pobres y se fue cambiando la imagen de ser la representación viviente de Cristo por la de enemigo de la sociedad de los pudientes. En el siglo XVI el grupo social predominante siguió siendo el de la nobleza, que tenía en sus manos el ejercicio de las distintas formas de poder. La burguesía aceptaba la superioridad de la nobleza y la aristocracia, lejos de ejercer su dominio incontestado, se acercaba hacia su decadencia. Las monarquías seguían practicando la política de limitar los derechos de los feudatarios sobre los que residían en sus dominios o jurisdicciones, así los príncipes europeos perseguían un doble objetivo: consolidar su propia autoridad en el ámbito local y debilitar la fuerza de los nobles, inestables en su fidelidad. Los nobles reaccionaron para restaurar sus antiguos derechos o haciendo indispensable su apoyo a los monarcas obteniendo a cambio privilegios. La relación entre nobleza y monarquía se configuró de manera muy variada según los países, en España la afluencia de elementos burgueses al servicio del soberano no puso en entredicho el vínculo privilegiado entre la corona y la aristocracia, que no se opuso al absolutismo de la corona ya que los nobles controlaban todas las ramas de la administración. En Francia la monarquía tuvo que luchar hasta mediados del siglo XVII para dominar la resistencia e intolerancia de la aristocracia y se apoyó más en los elementos que provenían de la burguesía. Según el censo de fines del siglo, en Castilla la Nueva los nobles controlaban el 40 % de las ciudades y el 34 % de la población, aunque seguían fieles a la corona, mientras en Polonia la habían reducido a un cargo electivo. En el entorno militar, el ejército inglés a mediados de siglo tenía aún una estructura feudal lo mismo que algunos países europeos hasta mediados del siglo siguiente. La burguesía ponía múltiples obstáculos a la supremacía de la aristocracia, más fuerte en el plano económico tendía a obtener los rangos de la nobleza. Para engrosar su patrimonio, los burgueses, habían tenido que ejercer personalmente actividades lucrativas, en general mercantiles y que por tradición los nobles se habían abstenido de ello. Los nobles sostenían que era indispensable a su condición social construirse lujosas mansiones, tener un notable séquito de criados, darse al juego, la caza y los banquetes. No dedicaban tiempo a acumular dinero pero sí a gastarlo con largueza y generosidad sin tener en cuenta sus disponibilidades efectivas. En España se recurrió al mayorazgo para preservar los patrimonios aristocráticos, 6 sus normas prohibían la venta de las propiedades familiares, aunque sí podían contraer deudas, esto mantuvo los bienes mobiliarios, regulando al mismo tiempo el régimen de primogenitura. En Francia los nobles afirmaron que no podía pertenecer a la nobleza quien no fuera de sangre noble y por otro lado perdía sus privilegios quien ejerciera actividad mercantil, la <dérogeance>, aunque muchos juristas admitieron que quien se dedicara al comercio no podía sufrir la pérdida sino tan solo la suspensión del rango mobiliario. La posesión de una tierra titulada no bastaba por sí sola para acceder a la nobleza, había que vivir como tal y demostrar que sus antepasados lo habían hecho igualmente, pero a pesar de estas severas exigencias, el estado noble fue un cuerpo social bastante permeable. Las relaciones entre la nobleza y la burguesía variaban fuertemente de un país a otro. En los principados germánicos los burgueses son podían adquirir propiedades nobiliarias. En Inglaterra no hubo cuestión de limpieza de sangre ni batallas genealógicas, la aristocracia inglesa no era una auténtica casta, sus miembros no perdían su prestigio ni rango al dedicarse a los negocios y se podía llegar a la nobleza aún sin poseer propiedades territoriales. Los grandes aristócratas seguían ocupando los altos cargos que la corona les reservaba, mientras la administración efectiva estaba en manos de la pequeña nobleza que desempeñaba los cargos de sheriff y juez de paz y alimentaba la Cámara de los Comunes. La tierra tuvo una gran función social para la aristocracia. En Italia la tierra fue anhelada con mayor afán por los patricios urbanos, en el resto de Europa el desenlace fue desigual mientras en unos los nobles del campo eran los menos afortunados en otros conquistaron posiciones envidiables. La nobleza supo hacerse emprendora y las burguesías ciudadanas cedieron cada vez más terreno frente al carácter emprendedor de la nobleza, que se manifestó tanto en el plano social como en el económico y político. Los nobles daneses, prusianos y polacos supieron sacar provecho de sus tierras y vender directamente sus productos los comerciantes ingleses y holandeses. Esto ocasionó que los más perjudicados fueran los campesinos reducidos al estado de servidumbre hereditaria. En el siglo XVI existió una interdependencia entre los polos de mayor desarrollo y las zonas marginales, existió una complementariedad entre los países de la Europa oriental y occidental ya que los productos de unos encontraban salida en los otros. La prosperidad holandesa e inglesa tuvo su exponente en los comercios bálticos. En Rusia los zares se mostraron sumamente hostiles con las corporaciones ciudadanas, el poder de los príncipes moscovitas fue aquél que más revistió un carácter sacro, su autocracia marcó profundamente la sociedad rusa en el transcurso del siglo XVI. A principios se llevó a cabo una importante reforma que favoreció a los pequeños nobles <nobles de servicio> en perjuicio de los antiguos aristócratas o <boyardos>. Iván III otorgó a quienes le servían el usufructo de las tierras conquistadas, los boyardos intentaron desquitarse a la muerte de Basilio III, pero Iván IV “El terrible” tomó de nuevo, a su mayoría de edad, las riendas del estado confirmando el carácter hereditario de las tierras otorgadas por Iván III y entregó muchas otras en la zona de Moscú. El zar, con los privilegios otorgados a los nobles de servicio, logró formar una fuerza militar autónoma que le sirvió para hostigar a los boyardos expulsándolos a millares y ejecutándolos en masa. Promulgó leyes para aumentar las prestaciones de los aldeanos y vincularlos al suelo con la prohibición absoluta de alejarse del mismo. 7 TEMA 3: LA RUPTURA DE LA CRISTIANDAD. El humanista Vives, como Erasmo y Moro eran espíritus profundamente religiosos. Todos los que integraban este mundo de intelectuales, eruditos, filósofos, latinistas, constituían también un universo de hombres preocupados por la renovación de las relaciones entre Dios y el hombre. Como premisa de partida es necesario afirmar que el Dios de los humanistas es ante todo amor, de tal manera que era preciso abandonar la imagen que el cristiano tenía de un Dios airado y terrible, divulgada desde los púlpitos medievales. Para lograrlo los humanistas pensaron que había que cambiar las ideas y las palabras. La primera consecuencia fue la preocupación, aparentemente erudita, por revisar las versiones oficiales de las Sagradas Escrituras. Las nuevas ediciones modificaban notablemente los textos medievales. Una vez conseguido, era preciso dirigir las críticas hacia los que oscurecían las palabras: hacia los teólogos, "hierba pestilente" en palabras de Erasmo, más empeñados en los debates sobre los misterios divinos y sobre los dogmas que en acercar a Dios a los hombres. Frente a sus "sutilezas sutilísimas" los humanistas propusieron una teología, una fe y unos ritos sencillos. Bastarían unos pocos dogmas; establecida la libertad del hombre, la religión sería una cuestión individual ajena a normas; la Iglesia sería una institución que serviría sólo para ayudar a los hombres en su camino de salvación; lo verdaderamente importante sería vivir según el mensaje evangélico, liberado de las formas y fórmulas eclesiásticas, tal como lo habían hecho los apóstoles y los primeros cristianos. La religión resultante era tan ecléctica, individualista y subjetiva que se reducía a un moralismo basado en el seguimiento del mensaje evangélico de Cristo, dejando la salvación a merced sólo de la fe que vive del amor. Esta inquietud religiosa de los humanistas no era ajena a los ambientes menos intelectualizados. Constituía una nota más del clima que preludió la Reforma. Pero en modo alguno puede atribuírsele causalidad en las conmociones religiosas y espirituales que vivió Europa a comienzos del siglo XVI. Se suele asociar la Reforma a un hombre, Lutero, y a una fecha, el 31 de octubre de 1517, cuando el fraile agustino publicó las 95 tesis sobre las indulgencias. Pero antes de que eso sucediera se propagaron ideas, como las humanistas, y se despertaron sentimientos religiosos, como los de la "devotio moderna", que fomentaron, provocaron e hicieron posible un clima de escisión de la Iglesia católica, apenas deseada ni siquiera por los que exigían reformas. Es decir, antes de Lutero existía ambiente de reforma. Antes de Lutero existían críticas (la de Wyclif, la de Huss, la de Erasmo) sobre los modos de vivir la religión en el seno de la Iglesia. A partir de Lutero y gracias a él se discute la doctrina, la religión misma. En el origen de todo ese proceso, que conduce desde la mera crítica hasta la elaboración por parte de los reformadores de una nueva doctrina, se encuentran tres causas. En primer lugar, en el origen de la reforma protestante está la disolución del orden medieval, es decir, la ruptura de la unidad política, espiritual y religiosa que lo caracterizaban: la Iglesia, una en la Cristiandad, representada en la unidad de "sacerdotium e imperium". Los cismas medievales y la aparición del sistema de iglesias nacionales dependientes de los poderes seculares representan el preludio de esa quiebra. Al mismo tiempo, el orden medieval favoreció socialmente el clericalismo fundamentado sobre privilegios estamentales y sobre el monopolio cultural de los clérigos, lo cual les confería una superioridad subjetiva sobre los laicos. Cuando el monopolio y la superioridad se rompieron, por la aparición de los círculos humanistas ajenos al clero, se creó una atmósfera antiescolástica y anticlerical que favoreció, como hemos dicho en el epígrafe anterior, el desarrollo de las ideas reformistas. 8 En segundo lugar, en el origen de la Reforma están los abusos morales de algunos Pontífices y del clero. Por abusos se entiende: la negligencia en el cumplimiento de los deberes apostólicos, el afán de placer y la mundanización en las conductas clericales, la excesiva fiscalidad sobre los fieles cuyo único fin era precisamente costear la vida ociosa de los clérigos, el sentido patrimonialista que gran parte del clero tenía de la iglesia, hasta el punto de que muchos clérigos no se sentían como titulares de un oficio, sino como propietarios de una prebenda, en el sentido del derecho feudal, al que iban ligadas algunas obligaciones, no siempre bien observadas. Y por último, estaba muy extendida la concentración de cargos eclesiásticos (obispados, curatos, capellanías que llevaban aparejada la cura de almas) en una sola mano. Este conjunto de abusos produjo un extenso descontento contra la Iglesia mucho tiempo antes de que estallase la Reforma, pero constituyó un arma eficaz, empleada por los reformadores del siglo XVI, para conquistar las adhesiones populares contra Roma. En tercer lugar, en el origen de la Reforma estaban también algunos factores netamente religiosos, entre los cuales cabe destacar: la falta general de claridad dogmática que afectaba no sólo al pueblo sino a los propios eclesiásticos y la extremada sensibilidad religiosa del creyente que hacía angustiosa la tarea de asegurarse la salvación eterna, más valorada incluso que la existencia terrena. Toda la vida del hombre, desde su nacimiento a su muerte, desde la mañana a la noche, estaba dominada por percepciones y referencias sagradas: aquellos hombres apenas podían definir la frontera entre lo natural y lo sobrenatural, tendían a asegurarse la salvación mediante un sistema abigarrado de protecciones, de abogados celestiales, mediadores de todo tipo y para todas las circunstancias, tan criticado por los humanistas, por supersticioso. La salvación eterna era un asunto tan primordial que el cristiano vivía preparándose cotidianamente para morir, de tal manera que la vida constituía un valor subordinado a la forma de morir. Dicho de otro modo, la vida tendría sentido si se conseguía una buena muerte. En aquel ambiente la comunicación entre vivos y difuntos era continua. Los que vivían lo hacían pendientes de generar recursos salvadores. Los difuntos que no hubiesen obtenido la gracia del cielo directamente se beneficiaban de las misas y sufragios encargados por los vivos, que les ayudarían a abreviar la cita previa al cielo, el purgatorio. Las indulgencias, que concedía la Iglesia, eran para quien las conseguía y las acumulaba una manera de remisión de penas en el purgatorio. Eso explica la demanda (espiritual y material) de ese tesoro administrado por el Papa, quien lo explotaba a través de las órdenes religiosas, los párrocos, etc., pues las indulgencias las compraba el cristiano. Se facilitaban ganancias de indulgencias a cambio de un donativo. Eso generó la avidez de algunos, más atentos en financiar sus lujos, y la obsesión de otros, empeñados en acumular días, meses o años de perdón para asegurarse el tránsito hacia el cielo. La Curia romana, insaciable en obtener dinero para la hacienda pontificia, se atrajo con este sistema la antipatía y el odio hacia el Papado, un factor nada despreciable si deseamos explicar el clima reformista de principios del siglo XVI. Este desprestigio del Pontífice de Roma se había ido fraguando con el tiempo. A lo largo de la Baja Edad Media hubo momentos en los cuales los cristianos asistían atónitos y perplejos a la presencia simultánea al frente de la Iglesia de dos Papas (uno en Roma, otro en Aviñón) lo que producía un desconcierto sobre la legitimidad, la autoridad y la infalibilidad de uno o de otro, al mismo tiempo que las ponía en entredicho. Su consecuencia fue el fortalecimiento de la teología conciliar y de las opiniones conciliaristas, la convicción de que la interpretación de la verdad, la emisión de las normas y la capacidad suprema de decisión correspondían a los concilios generales, verdaderos representantes de la Iglesia y 9 capacitados para juzgar al Pontífice falible. Sólo el Concilio V de Letrán (1512-1517) sometió tales teorías, pero no cabe duda de que éstas contribuyeron decisivamente a la ruptura de la Cristiandad. El ambiente en el que triunfó la Reforma estaba dominado de un fuerte sentimiento apocalíptico. Todos en Alemania y en gran parte de Europa estaban convencidos de que el fin de los tiempos estaba inmediato. El fin del mundo vendría acompañado de la visión del Anticristo y de su breve reinado, del triunfo de Cristo y del juicio final. El conjunto se convirtió en arma de combate y en instrumento de propaganda eficaz de los predicadores y reformadores, para quienes el Anticristo estaba encarnado en el Papado y reinaba en Roma. Lutero y los alemanes se sintieron dominados por la obsesión del último día, por la obsesión de la necesidad de instauración de una Iglesia nueva. Para obtener la certidumbre necesaria había que dirigirse a la suprema fuente de revelación, la Sagrada Escritura, evitando intérpretes falibles y poco autorizados. La imprenta, los humanistas, los predicadores y los catequistas del pueblo analfabeto multiplicaron la necesidad de recurrir a la Biblia, inspiradora de todos los reformadores. 10 TEMA 4: LA CULTURA DEL RENACIMIENTO. El siglo XVI constituye un periodo de desarrollo no sólo en el ámbito demográfico, marítimo, económico y político, sino también en el religioso. Las actividades culturales experimentaron igualmente un notable incremento. La nueva técnica de los caracteres de imprenta móviles realizó rápidos progresos de modo que a comienzos de siglo ya estaba en plena actividad. La imprenta se convirtió en un instrumento cultural de mucho valor, las censuras que se montaron para frenarlo lograron sus objetivos en muy pocos países , como España. Los talleres tipográficos desempeñaron un gran papel en la propaganda de las controversias religiosas e igualmente se acrecentó su uso político y administrativo, por ejemplo, los contratos marítimos comenzaron a realizarse por el sistema de rellenar formularios. El uso de la imprenta fue un vehículo notable en obras literarias, geográficas, jurídicas, científicas, técnicas o musicales. El libro se convirtió en el objeto cultural más vendido, cada vez más en las lenguas vulgares y cada vez menos en latín. Fue un producto de factura esmerada y a menudo muy bella, bien encuadernado, compaginado, con papel verjurado a mano y adornado con óptimas ilustraciones hechas a pluma. Si el libro fue un descubrimiento del siglo XV, fue innegablemente una conquista del siglo XVI, sus formatos fueron de lo más diverso, desde el gran infolio al minúsculo en dozavo. La mayor parte de las literaturas nacionales pusieron en circulación unas obras maestras que no tenían parangón con las del siglo anterior, por ejemplo la historiografía italiana que por un lado tiene una ampulosa producción humanística y por otro el ritmo de un Maquiavelo o de un Guiciardini, así como en la literatura caballeresca las sobresalientes obras de Pulci, Boiardo, Ariosto y de Tasso, dentro de este género fuera de Italia tenemos los éxitos del “Amadis de Gaula” (1540-1548) y de “Os Lusiadas” de Camoens (1572). Otra característica importante relacionada con la imprenta como vehículo difusor de la cultura fue la nueva artificiosidad del lenguaje vulgar, que se hace académico y con una tendencia excesiva al clasicismo. El patrimonio literario sufría la influencia de las tendencias aristocráticas y elitistas dominantes de los estratos superiores de la sociedad de la época. El siglo estuvo animado por la creatividad, nacieron el teatro de Ruzzante, la novela picaresca y la comedia dell´arte. Grandes obras como las de Rabelais, Montaigne, Lutero o Shakespeare. Algo similar ocurrió con las artes figurativas, un producto de serie era claramente más popular que el similar salido de la imprenta, teniendo en cuenta que para los indoctos la apreciación visual, la contemplación de las obras, les permitía apreciar muchas de sus intenciones y valores estéticos. El estilo renacentista, aunque no se difundió en igual medida en todos los países europeos, era grandilocuente y estaba basado en valores doctos. En un sentido relativo, el peso específico de pintores y escultores fue mayor que el de los escritores. En su ejecución el clasicismo significaba estudio y estilo amanerado, los contenidos siguieron siendo los tradicionales, en gran medida temas religiosos, que llegó a cambiar e incluso traicionar en ocasiones el espíritu cristiano de la historia, así cuando más adelante en las regiones católicas los artistas fueron inducidos de nuevo a respetar las intenciones religiosas, los resultados no fueron muy positivos. El arte de la Contrarreforma quiso ser edificante pero, a menudo, resulto ser retórico. 11 El estilo renacentista se impuso en todas partes, sólo en el siglo XVII. Durante el XVI muchas zonas, sobre todo del norte de Europa, permanecieron adheridas al gótico. En el plano arquitectónico, se alzaron edificios civiles y privados en cantidad mucho mayor que en el siglo anterior. El nuevo lenguaje de los artistas se hizo clásico (elementos empleados por los antiguos: columnas, frontones, cariátides, bóvedas de cañón, etc), la única innovación relativa fue la cúpula para las construcciones religiosas. Los arquitectos, aparte de introducir estos elementos, impusieron un rigor de perspectiva, una simetría espacial totalmente diferente a la del gótico. Toda construcción fue sometida a normas geométricas y a relaciones de volumen consideradas ideales y perfectas, se tendía a lo imponente, a lo majestuoso, además de a lo regular y armonioso. La arquitectura se estaba convirtiendo más en un marco que en algo representativo de la comunidad. Entre las estructuras urbanas en transformación, se manifestaba todavía en formas bastante espontáneas y variopintas con una participación colectiva en los tipos más diversos de ceremonia pública: procesiones, ejecuciones capitales, autos de fe, entradas triunfales, carnavales, fiestas de todo tipo, etc. El gusto por la manifestación pública era muy vivo, los príncipes daban ejemplo, tomaban y provocaban las iniciativas, aunque las comunidades no se quedaban atrás. Las Cortes eran aún itinerantes y las estancias de los soberanos daban lugar a escenas llenas de movimiento. La pasión por el espectáculo animó la producción teatral, de marcado carácter religioso, con sus misterios y representaciones sacras y también cada vez más, comedias típicamente laicas. Los edificios dedicados a las representaciones eran todavía escasos, los patios de los palacios se adaptaban fácilmente, siendo típica del siglo XVI la utilización provisional de espacios, sobre todo abiertos pero también cerrados, como lugares teatrales y escénicos y donde se recurría a grandes artistas o a eminentes técnicos para la maquinaria y dirección, desde Leonardo hasta Tiziano o Palladio. Requiere especial atención en este periodo el desarrollo de la música como elemento esencial de los espectáculos profanos, las iglesias contribuyeron a su valoración. El impulso aportado a este campo por Lutero fue uno de sus mayores logros culturales. En el canto de los salmos, son célebres los de Claude Goudimel. Calvino la adaptó a la religiosidad por él predicada y fue un arma eficaz entre sus seguidores hugonotes en las guerras de religión francesas, no permitió el uso de instrumentos musicales en los servicios religiosos en los lugares donde se observó su mandato. La Contrarreforma promovió más tarde unas tomas de posición que no eran tan diferentes a las de Calvino, Carlos Borromeo prohibió en su diócesis de Milán el uso de cualquier instrumento en la iglesia, a excepción del órgano, y varios teólogos católicos se declararon en contra de las formas demasiado elaboradas de música religiosa, aunque no fue hostil, la Contrarreforma, al uso de la música. Los ballets, la caza, la guerra, las paradas al aire libre y las simples canciones estimularon una gama riquísima de obras. La canción francesa reinaba en la primera mitad del siglo, con Clément Janequin (1480-1557) y Guillaume Costeley (1531-1606) después. Los Países Bajos se encontraban en el origen de los más notables desarrollos de la música del siglo, los flamencos perfeccionaron la tradición polifónica del período anterior y combinaron las líneas melódicas con las sonoridades vocales. Las obras procedentes de los Países Bajos —los madrigales— ocupan un lugar importante; Italia se había abierto a la influencia flamenca, aunque la supo nutrir y renovar. Adriaan Willaert fue nombrado maestro de capilla de la iglesia de San Marcos en Venecia en 1527 y hata 1571 él y su sucesor, Cyprien de Roe, formaron generaciones de 12 músicos italianos. Willaert introdujo lo coros múltiples con trombones, instrumentos de cuerda y órgano; Verdelot y Arcadelt fueron apreciados por sus madrigales. Roma se convirtió también en un gran centro musical, donde brilló Luigi da Palestrina (1525-1594) y su alumnos español Victoria (1535-1611). Músico de renombre europeo fue Roland de Lassus (1532-1594) un flamenco que residió en Italia y que desde 1556 fue llamado a Munich por Alberto V de Baviera donde permaneció hasta su muerte, fue autor de decenas de misas, centenares de motetes, además de salmos, letanías, canciones, madrigales y lieder. En Francia la música tendió a concentrarse en la corte, floreció el ballet. Inglaterra conoció su edad de oro con Isabel y Jacobo I. En Italia se desarrollaron, a final de siglo, los gérmenes de la ópera, cuyos primeros ejemplos fueron “Dafne” (1597) de Peri, y “Orfeo” (1607) de Claudio Monteverdi (1567-1643). 13 TEMA 5: LA ERA DE LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS. Análogamente a lo sucedido con las técnicas de la vida económica, las de los descubrimientos marítimos maduraron a través de una ininterrumpida experiencia durante los siglos XIV y XV, fuera de la ciencia universitaria que era la que poseía los conocimientos teóricos para las navegación astronómica, pero su disociación con respecto a la práctica hizo que los descubrimientos fueron realizados antes de que esos conocimientos fueran dominados por los navegantes. Los grandes descubrimientos precedieron a la navegación astronómica, los grandes viajes que se realizaron entre el siglo XIV y XV fueron la base de la intensificación de los intercambios y de las comunicaciones mundiales. La fase que va desde 1340 a11420 fue muy importante —fueron alcanzados los archipiélagos de las Canarias y de las Azores— por las perspectivas económicas que se abrieron. El reconocimiento a gran escala de las costas africanas se verificó a partir de 1420. Hasta el siglo XVI, la navegación oceánica de los europeos permaneció sustancialmente vinculada al régimen de los vientos y de las corrientes, así que la experiencia de los navegantes ibéricos adquirida entre Canarias y Azores se reveló como insustituible y determinante, desde la isla más oriental del primer archipiélago a la más occidental del segundo hay más de 2200 km y soplan vientos estacionales que los marineros euromediterráneos ignoraban. Hasta la realización de los máximos descubrimientos, estos archipiélagos continuaron siendo los puntos de referencia, de partida y de llegada de sus empresas oceánicas. La aparición de la carabela en las rutas africanas no está documentada antes de 1440, pero debe suponerse su presencia en la etapa del cabo Bojador, alcanzado por Gil Eanes en 1434 por la necesidad de un velero rápido y maniobrable. De casco alargado y veloz, la carabela poseía poca capacidad de almacenaje (entre 50 y 100 tn. de media) y es la causa de su abandono inmediatamente después de los descubrimientos cuando se requería traer a Europa cargas cad vez más consistentes. Se recurrió entonces a un nuevo tipo de nave (de 250 a 300 tn. de media) con dos o tres mástiles, mayor velamen y una discreta velocidad. La carabela fue por excelencia el navío de la exploración oceánica, capaz de llevar las provisiones necesarias para mantener durante muchos meses a una tripulación de unos 30 hombres, además de su facilidad de maniobra y su excepcional velocidad. El Portugal del siglo XV se aseguró así una notable ventaja respecto a las demás marinas de la época. Tras la muerte de Enrique el Navegante, resultó fundamental el apoyo de los soberanos, como Juan II (1481-1495) y Manuel (1495-1521) que tomaron las riendas economicomarítimas de su país, transfiriendo la base de operaciones a Lisboa. A lo largo de sesenta años, los descubrimientos se sucedieron con fases alternas, aunque también con éxito ininterrumpido. Se alcanzó Cabo Verde y el estuario del Senegal en 1444, se exploró la costa de Oro en torna a 1470 y se alcanzaron las islas de Santo Tomé y Fernando Poo, Diego Cao llegó al estuario del Congo en 1482 y Bartolomé Dias dobló el punto más meridional del continente, el cabo de Buena Esperanza. La circunnavegación de Vasco de Gama, diez años después de Dias, zarpó hacia la India con cuatro pequeñas naves, se dejó transportar desde Sierra Leona hasta el Atlántico meridional, con un rodeo de 10000 km para volver a encontrarse tras cuatro meses de navegación en el cabo de Buena Esperanza (nov de 1497). Al año siguiente, en enero, llegó a la altura de río Zambeze, en marzo a Mozambique, en abril a Mombasa y, en mayo a Calicut, puerto de la India meridional en el 14 océano Índico, regresando en agosto a Lisboa, dos de las cuatro naves y la mitad de sus hombres se habían quedado en el viaje. La empresa de Cristóbal Colón (1451-1506), que se insertó entre la de Dias y la de Vasco de Gama, fue casi tan lusitana como española. Colón perfeccionó su buena formación marítima mediterránea con una experiencia cartográfica y náutica entre Lisboa, las Azores y el Golfo de Guinea. Su intención fue la de ponerse a servicio del soberano portugués, pero en 1485 éste rechazó su propuesta de llegar a China Y Japón navegando hacia occidente, sus carabelas ya habían llegado cerca del Índico. Además de su obstinada fe, Colón obtuvo los medios para intentar su viaje gracias a la confianza que pusieron en él los franciscanos españoles e Isabel de Castilla. Nombrado almirante, virrey y gobernador general, dejado el puerto de Palos el 3 de agosto de 1492, llegó a Canarias el 9 de septiembre y un mes después el 12 de octubre llegaba a las Antillas, el 28 de octubre estaba en Cuba, el 6 de diciembre llegaba a Haití, el 15 de marzo de 1493 estaba de nuevo en Palos con sus carabelas Niña y Pinta (la Santa María había naufragado en santo Domingo). Los viajes de Colón, en particular el segundo —23 de septiembre de 1493-11 de junio de 1496— concretaron genialmente la mejor ruta que debía seguir tanto para la ida como para el retorno, en la travesía del Atlántico. A parte de las incalculables consecuencias del involuntario descubrimiento del continente americano, el primer viaje de Colón tuvo ya un resultado inmediato: la repartición del ámbito extraeuropeo en dos zonas: una española y otra portuguesa; la línea de separación de ambas fue un paralelo situado a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde —Tratado de Tordesillas, 7 de junio de 1494—. Además de los objetivos económicos, los descubrimientos fueron motivados por el objetivo de propagar la fe cristiana. El dinamismo europeo se basaba en una experiencia colonizadora ya plurisecular, como también en un mecanismo económico capitalista suficientemente estructurado y maduro. En sus asentamientos de ultramar, los portugueses se comportaron de modo análogo a los genoveses y venecianos en Levante, buscando las bases y los puntos de apoyo costeros más aptos para atraer las riquezas continentales y negociarlas en beneficio propio. Los sucesivos desarrollos de la penetración europea —en primer lugar la española en América— iniciaron una fase totalmente nueva de colonización. Los descubrimientos y en particular las relaciones comerciales que los siguieron, pusieron en contacto con otros continentes a un número relativamente reducido de europeos. A fines del siglo XVI, quienes se encontraban en ultramar no superaba los doscientos mil, sobre un número de habitantes en Europa que ascendía, aproximadamente, a cien millones. No obstante, llegaron a controlar a poblaciones indígenas de cincuenta a cien veces más numerosas. El promedio de las naves empleadas sería una nave por cada millón de km2 recorridos y se estima que los recorridos llevados a cabo a través de los océanos, entre el siglo XVI y mitad del XVII, fueron cerca de veinticinco mil. Si consideramos sólo América, en todo el siglo poco más de un millón de europeos zarparon hacia sus costas. El aprovechamiento de los nuevos mundos se efectuó de un modo bastante rápido a beneficio de regiones cada vez más vastas de Europa. La llegada de metales preciosos de América contribuyó a reducir la separación que existía entre diversos países al mismo tiempo que se constituía un sistema comercial que incluía, por primera vez, a todo el globo. Después de 1590,las riquezas que provenían de América eran ya aprovechadas más claramente por el norte de Europa que por la península ibérica. Los dos puntales siguieron 15 siendo Lisboa y Sevilla, teniendo ésta última una ventaja del 50 %; el mando de las operaciones fue tomado por ambos estados, el español y el portugués, aunque el primero controlara, hacia 1500, poco más de la mitad del territorio. Después de1550, los marinos de las provincias septentrionales debieron confluir en Sevilla, cuyo centro urbano pasó de los 40000 habitantes, a finales del siglo XV a los 120000 se principios del XVII. 16 TEMA 6: LA EXPANSIÓN IBÉRICA En el siglo XV, Castilla, sólo poseía en el Atlántico las islas Canarias, cuya colonización ocupó varias décadas. En cambio, las isla de Santo Domingo, diez veces mayor, fue ocupada y reducida a colonia por los españoles en unos diez años. Su intenso aprovechamiento hizo que al faltar mano de obra se deportaron a ella a los habitantes de las Bahamas, los conquistadores carecían de todo escrúpulo con tal incrementar sus beneficios. Se lanzaron a la búsqueda de nuevas tierras, desde Cuba hasta la zona de Panamá: en 1513, Vasco Núñez de Balboa encontraba otro mar al otro lado del istmo. En 1519 se iniciaron dos empresas importantes: con cinco navíos, Magallanes empezó de Santander su periplo al globo y Cortés partió a la conquista de México con 600 hombres, quince mosquetes y siete pequeños cañones que disparaban balas de piedra. Al cabo de tres años, una sola nave regresaba del inmenso viaje, con 18 supervivientes de los 265 que habían salido. En un periodo similar, Hernán Cortés, valiéndose del apoyo de los enemigos de los aztecas, se habían apoderado de su país. Mientras que a finales del siglo XV los españoles eran señores en ultramar de no más de 50000 km2, en 1515 poseían ya 250000 y desde 1540 dominaban un radio de dos millones. Desde el inicio se había dirigido a la sumisión de sus habitantes, sin embargo era difícil controlar a los colonos debido a la lejanía con la madre patria. La primera acción de Cortés, la fundación de Veracruz, fue llevada a cabo sin autorización de su superior local: el Adelantado de Cuba, sus seguidores constituyeron por propia iniciativa una comunidad autónoma hasta que, en octubre de 1522, las cartas enviadas por Carlos V legalizaron la situación de la nueva provincia llamada Nueva España, pero tuvieron que pasar varias décadas para que el vasto territorio fuera verdaderamente controlado. El territorio maya fue ocupado entre 1527 y 1544, se produjo una gran revuelta seguida de una gran represión entre 1547y 1548. más que por los arcabuces europeos, los habitantes quedaron diezmados por la enfermedades contagiosas —ante todo la viruela— traídas por los conquistadores, a fines del siglo XVI, de ochenta millones se habían reducido a doce. El cruce étnico entre los recién llegados y las mujeres de lugar dio lugar a la humanidad criolla que constituyó uno de los mayores fenómenos culturales y raciales provocados por la conquista. Tras la conquista de México continuaron hacia la América meridional. Diez años después de que Pascual de Andagoya hubiera llegado al sur de la actual Colombia (1523), se encontraron frente a los incas a 3000 m de altura (1532) y sólo con el rescate del emperador Atahualpa se apoderaron de metales por valor equivalente a medio siglo de producción europea. Tras haber sido bautizado, el soberano fue estrangulado en el verano de 1533 y los españoles pudieron entrar en Cuzco. Pizarro prefirió tener en principio a un soberano inca y nombró a un hermanastro de Atahualpa, llamado Manco que no tardó en provocar una revuelta, los doscientos hombres de Pizarro tuvieron que resistir un asedio de unos dos meses hasta la llegada de refuerzos capitaneados por Almagro (marzo de 1537), nacía así una gran provincia, la del Perú cuyo control no fue fácil, Manco se refugió en las montañas y desde allí condujo una prolongada guerrilla contra los invasores, en cambio, su sucesor TituCusi (1560-1571) se hizo bautizar y dejar a los misioneros agustinos permanecer en la zona por él controlada. En 1572, el virrey Francisco de Toledo se apoderó de la base de Vitcos en hizo decapitar al inca Tupac Amaru, entonces se produjeron las discordias entre los jefes españoles llegando a una especie de guerra civil entre dos facciones capitaneadas por Pizarro y Almagro. Los partidarios de Almagro fueron derrotados en abril de 1538 y se refugiaron en 17 la costa del Pacífico. Tres años más tarde un hijo de Almagro regresó al Perú y asesino a Francisco Pizarro en 26 de junio de 1541. La América del Sur española se extendió un poco hacia la Amazonia —Orellana entró en 1540— y a lo largo de la costa chilena donde tuvieron la feroz resistencia de los araucanos que infligieron un grave derrota a los conquistadores en la batalla de Tucopel, 1553. El resto del siglo el virreinato del Perú no se extendió mucho más. Magallanes había llegado, en 1521, a Filipinas, pero los españoles no estaban ya en condiciones de establecerse allí duraderamente. La fundación de Buenos Aires en 1535 fue un gran acontecimiento. La expedición de Legazpi y Urdaneta (1564-1565) logró la ruta para atravesar el Pacífico que facilitó la ocupación de Filipinas y que los españoles llegaran a la zona de la producción de las especias, se realizaba así la cirunnavegación económica del globo. Las Filipinas eran ya una colonia hacia 1570 y en sus islas los misioneros llevaron a cabo una de más importantes obras de conversión: de un centenar en 1570 pasaron a 100000 an 1583 y cerca de 300000 a finales del siglo. Se estableció una línea regular entre Acapulco y Manila. Simultáneamente se implantaban dos redes de penetración europeas en Extremo Oriente: la portuguesa con base en Macao y la española con base en Filipinas. A través de la subyugación de la mano de obra indígena, los españoles persiguieron también el dominio de las vastas tierras interiores del continente americano y les impusieron su religión y les marcaron con el sello de su propia raza. Tanto Fernando e Isabel como sus sucesores reservaron a los castellanos la exclusiva de los monopolios y del aprovechamiento de las tierras de ultramar, cedieron a los particulares la tarea de fundar las colonias en cuyo interior cada uno tenía amplia jurisdicción. Se instauró la <encomienda> que consistía en la delegación a un hombre emprendedor de los derechos señoriales sobre un dominio y sobre los indígenas que lo habitaban, se dio práctica de exigir a los jefes indígenas que proporcionasen determinadas cantidades de mano de obra a los titulare de las encomiendas, los indígenas eran considerados como parte integrante del botín sin ninguna contrapartida real para ellos, cada individuo estaba sometido a un tributo en oro y en trabajo desde la edad de catorce años. La encomienda no suprimía la autoridad indígena, sino que hacía a su detentor (encomendero) el árbitro de la aplicación de las prescripciones cuya observancia debía asegurar la integración de los indígenas en el nuevo sistema. Este régimen se impuso durante todo el siglo XVI, sin oposición, en los virreinatos de México y del Perú. Castilla creo órganos centrales de control comercial y administrativo. En 1503 se creó y estableció en Sevilla la Casa de Contratación, que en nombre del rey supervisaba y regía el movimiento de las mercancías y de los metales preciosos. En 1524 fue creado el Consejo de Indias, que trataba los asuntos de mayor importancia relativos al imperio de ultramar. En las colonias bajo la autoridad suprema de los virreyes, fueron instituidas las <audiencias> de auditores y procuradores, auténticos detentores del poder. La primera en Santo Domingo (1511) luego México (1527), Panamá (1538), Lima y Guatemala (1542), Guadalajara, Santa Fe, Las Charcas, Quito y santiago de Chile (1564) y la última del siglo XVI fue la de Manila en 1583. Compuesta de letrados, la audiencia fue el verdadero instrumento de la construcción imperial en ultramar. La intelligentsia española del siglo XVI, representada por eclesiásticos, intentó frenar los excesos cometidos por los conquistadores contra los indígenas, se distinguieron los dominicos Antonio de Montesinos, Bartolomé de las Casas (1474-1536) y Francisco Vitoria, que contribuyeron a despertar la conciencia europea ante estos problemas. En 1538, Pablo 18 III publicó una bula que prohibía esclavizar a los indígenas, pero en 1545 Carlos V sancionaba definitivamente el sistema de la encomienda. La conquista militar y administrativa fue acompañada y sostenida por la religiosa, que representó su aspecto más duradero, destacaron los agustinos, los franciscanos y los dominicos, la evangelización se caracterizó por un número reducido de sacerdotes en relación a las necesidades reales. Se crearon tres arzobispados (m de siglo) y las diócesis fueron de quince en 1566 a treinta cuatro en 1622. Se produjo un proceso de criollización eclesiástica acompañada de un fuerte declive del espíritu misionero y una agravación de la conducta respecto a los indígenas. Más consistentes fueron las ventajas que Europa sacó de las colonias de ultramar en el plano económico. El desnivel tecnológico y el escaso número de colonos hizo que los productos del suelo fueran secundarios. Los productos coloniales fundamentales en el imperio hispánico siguieron siendo las drogas y las especias asiáticas y sobre todo los metales preciosos americanos, a la extracción y tratamiento de éstos se dedicaron a los indígenas y también a muchos esclavos negros, el rendimiento fue posible porque el trabajo no era remunerado y era indiferente la suerte física de los trabajadores, las víctimas se contaron por millones. La exportación de metales preciosos a Europa, a comienzos del siglo, superó las 25000 toneladas. Dos grandes centros de producción eran el mejicano y el peruano con los yacimientos del Potosí que proporcionaron el 80 % de la plata peruana y donde a fines del siglo XVI se concentraba una masa de 120000 hombres, ascendió a 160000 en 1610. En la primera mitad del siglo XVI, la plaza a la que iban a parar los metales preciosos llegados a España era Amberes, a la que se enviaban como pago a material bélico y papel. Los bienes que provenían de América representaba una cincuentava parte de la producción de la agricultura europea, en el plano de los intercambios su valor resultó el doble o el triple que el del comercio marítimo del trigo en Europa. En el siglo XVI, la plata representó el 80 % de los metales preciosos, el oro un poco menos del 20 % y las perlas el 1-2 %. El éxito colonial de Portugal no fue menos notable que el de España, la superación del Cabo de Buena Esperanza, por sus navegantes, les puso en contacto con India e Insulindia, donde interesaban casi de modo exclusivo las especias asiáticas. África proporcionó, además de un número cada vez más creciente de esclavos, cierta cantidad de oro que sirvió para financiar la importación de las especias asiáticas. Al principio de siglo fue el oro de Guinea y más tarde el de Mozambique. Incluso la difusión de la fe cristiana, que ere el objetivo principal de las empresas de ultramar, se centró prioritariamente en Asia, aunque a Brasil, Álvares Cabral había llegado casi por casualidad entre abril y mayo de 1500 cuando se dirigía a la Indias. El asentamiento comenzó después de 1530, tras la expedición de Martín Alonso de Souza. En 1540 se procedió al nombramiento de un gobernador general que permitió a la monarquía empezar a percibir los derechos regulares, después llegaron los jesuitas que contribuyeron a la estructuración del país y hacia fin de siglo construyeron astilleros navales. La gran aventura lusitana del siglo XVI siguió siendo la asiática donde no tuvieron ninguna dificultad en asumir el control del océano Índico, tanto desde el punto de vista náutico como comercial, los intereses lusitanos y los de los comerciantes árabes entraron en abierto conflicto. Se debe tener en cuenta las dimensiones geográfica de Portugal, en torno a 1500 eran menos de un millón y medio, y lo mares que surcaban que se encontraban con adversarios más aguerridos que los encontrados por los españoles. El tiempo que se tardaba entre Goa y Lisboa equivalía al que se tardaba entre Lima y Sevilla, a fines del siglo XVI con el sistema en 19 su máxima perfección, se tardaba en el trayecto dieciocho meses para un viaje de ida y vuelta. Uno de ida y vuelta de Goa a Japón duraba tres años. Tanto en África como en Asia, el imperio portugués se basó en el sistema de la factorías monopolistas, aprovechas por la corona a través de los concesionarios. Un capitán mayor —desde 1505 asumió el título de virrey— delegaba sus propios poderes en regidores y gobernadores, de su incumbencia fueron las responsabilidades militares, comerciales y logísticas. La victoria naval entablada en Diu por Francisco de Almeida (1509) en la que venció a los musulmanes consagró una supremacía incontestada en el siglo XVI. El sucesor de Antequera, Albuquerque comprendió la importancia de las embocaduras del golfo Pésico y del mar Rojo y así orientó una política de cooperación con Persia y vio igualmente la necesidad de ampliar sus bases hacia Insulindia, donde Goa, conquistada en 1505 se convirtió en la capital de la India portuguesa. Tomó Malaca en 1511 y su posesión duró 130 años, Ormuz conquistada entre 1507 y 1508 fue sede del virrey a partir de 1510 y a través de esta fortaleza y su escala, los portugueses lograron pertrecharse de la moneda persa de plata que les resultó preciosa en os intercambios efectuados en las plazas indias. Lo que no prosperó fue el bloqueo al mar Rojo, siempre fallido y en 1517 se abandonó la idea de poseer Adén. Durante todo el siglo XVI, el volumen de la producción de las especias aumentó sin cesar, las cantidades llegadas a Europa se duplicaron, objeto de amplio consumo, la pimienta constituía los dos tercios de los artículos que importaban a Europa, cultivada en Malabar tenía la ventaja de llegar a los mercados occidentales en diez meses mientras el resto de especias tardaban mucho más tiempo desde las Molucas —sándalo, macis, clavo, etc.— . A partir de 1501-1503 el centro de maniobra de las especias fue Amberes. La ciudad más perjudicada fue Venecia, aunque mantuvo el eje Venecia–Alejandría para suministrar a Europa. Por la ruta del mar Rojo llegó una cantidad de especias equivalente a tres cuartas partes dela que tomó la ruta del Cabo de Buena Esperanza. En el océano Índico el comercio estuvo en manos portuguesas en un 60 % mientras que el resto lo mantuvieron los árabes. Tras el viaje de Magallanes, —portugués al servicio se España— lucharon durante años para que les reconociesen la pertenencia de las Molucas a su área de influencia, resuelto a si favor en 1529. en 1522 sus naves habían alcanzado las costas australianas, en 1543 enlazaron con Japón con quien se incrementaron los intercambios comerciales, se realizó una importante empresa misionera con el jesuita Francisco Saverio que en 149 fundó una iglesia que llegó a contar con dos millones de fieles. En 1555 llegó para ellos la hora de China, se instalaron en Macao que pasó a ser un gran puerto comercial. A diferencia del imperio español, los portugueses no realizaron un auténtico crecimiento a lo largo del siglo, referente al comercio, le nivel alcanzado en 1515 no fue superado en el futuro. 20 UNIDAD DIDÁCTICA 2: LA CREACIÓN DE LOS ESTADOS MODERNOS TEMA 1: LA MONARQUÍA ABSOLUTA EN LA EUROPA OCCIDENTAL TEMA 2: LAS GUERRAS DE ITALIA TEMA 3: LA REFORMA TEMA 4: CARLOS V Y SUS RIVALES TEMA 5: LA CONTRARREFORMA TEMA 6: FELIPE II Y LA EUROPA PROTESTANTE 21 TEMA 1: LA MONARQUÍA ABSOLUTA EN LA EUROPA OCCIDENTAL El siglo XVI se caracteriza tanto por la subsistencia de una concepción contractual de la autoridad como por el lento triunfo de una idea absolutista del estado, el soberano siguió siendo considerado legítimo en tanto que respetaba las exigencias fundamentales y tradicionales, como la de defender la fe y su propio dominio y salvaguardar las posibles prerrogativas de los distintos miembros del cuerpo social y sus delegaciones. La exigencia de la política exterior y la acción militar hicieron necesaria una acción centralizada de los asuntos públicos. A excepción de los Países Bajos e Inglaterra, todo el mundo se sentía mucho más vinculado a la fidelidad hacia el príncipe natural que al valor todavía incierto de <nación>, se admitía que era necesario obedecer al rey, aun cuando su comportamiento pareciera tiránico: oponerle resistencia era casi un sacrilegio. La evolución de los distintos organismos europeos fue lenta para que su estructura empezase a emerger y se llegase al verdadero absolutismo. Este proceso es una de las características de la Edad Moderna. Durante el siglo XV, apareció en Francia una constelación de prestigiosos tribunales de justicia que se convirtió en bastión de la presencia y jurisdicción monárquicas: los Parlamentos. El primero fue el de París, que hacia 1360 adquirió autonomía separándose del Consejo del Rey, Tolosa en 1420, los del Delfinado —en Grenoble en 1476—, de Guyena — en Burdeos en 1462—, de Borgoña —en Dijón en 1476— y de Normandía —en Ruán en 1515—. El derecho consuetudinario francés fue codificado en 1454. La monarquía aumentó su dominio sobre el país , aunque los gobernadores fueran todavía grandes feudatarios. Los Estados Generales fueron perdiendo su función al no ser convocados y los representantes de las clases sociales se reunieron con mayor frecuencia en los <estados> provinciales. Desde principios del siglo XIV, la monarquía francesa estaba regida por leyes fundamentales, que se reducía a la ley sálica —excluía del trono a las mujeres— y a la imposibilidad de enajenar el patrimonio territorial el estado y renunciar a la propia soberanía. A lo largo de la segunda mitad del XV, el rey pudo dominar cada ves mejor el Grand Conseil —administrador supremo de justicia—. Francisco I constituyó un consejo más restringido —Conseil des Affaires—. Simultáneamente , con Enrique VIII, Thomas Cromwell creaba en Inglaterra el Privy Council. En el terreno financiero, en Francia surgieron circunscripciones locales llamadas “élections” que se agrupaban en “généralités”, grupos de consejeros generales (cinco o seis). Había ido aceptando un sistema fiscal, bajo la presión de las necesidades impuestas por la Guerra de los Cien Años, que se basaba en el monopolio de la sal (gabela), el impuesto directo (talla) y el subsidio (aide) a los que se añadieron los derechos de aduanas y los diezmos eclesiásticos. Estos impuestos, desde 1451, el rey los exigió de manera autoritaria, que tenía en la talla su mayor fuente de ingresos, fijados por ordenanza y se cobraba parroquia a parroquia. No era un sistema equitativo al estar exentos los nobles, el clero y los altos funcionarios, también lo estaban algunos pueblos, distritos y ciudades, en la práctica estaba reservado a las clases medias e inferiores. Hacia la mitad del siglo XVI, la monarquía perfeccionó sus sistema de control atribuyéndose la supervisión de las finanzas urbanas (1555) y confiando a sus propios funcionarios la jurisdicción civil de las ciudades (1567). En el terreno eclesiástico, el Concordato de Amboise (1461) si bien reservaba al Papa la potestad de conceder los beneficios más importantes, subordinaba esta concesión al beneplácito del rey. Más tarde, el concordato de 1516 entre Francisco I y León X confirió al 22 soberano el derecho de nombrar alrededor de seiscientos cargos eclesiásticos de mayor relieve. La situación de España resultó bastante distinta. La unión de las coronas aragonesa y castellana, sobrevino relativamente tarde y hasta el final del XVII las autonomías de las regiones mediterráneas se opusieron con éxito al centralismo. En Cataluña, la Generalitat, asumió prerrogativas judiciales y militares. En Aragón, las Cortes eran más potentes y estructuradas que en Castilla. Los derechos de cada <orden> eran celosamente defendidos frente al intrusismo real. En el seno de las propias Cortes aragonesas, los representantes catalanes formaban un grupo aparte, como un estado dentro del estado. En Castilla, las Cortes se reunían menos regularmente y el soberano podía designar directamente a algunos miembros. Tras la unión, las Cortes tuvieron una consideración todavía menor, Isabel y Fernando no las convocaron entre 1483 y 1497. A fin del siglo XIV, la Hermandad entre las ciudades castellanes dejo de constituir oposición al poder monárquico. En cuanto a la Mesta, sus funcionarios eran asimilables a funcionarios reales. Los más perjudicados eran los campesinos, el soberano no conseguía salvaguardarlos de la explotación de los nobles. La monarquía, aunque no pudo eliminarla en Cataluña, Aragón y Valencia, redujo casi del todo la autonomía de las ciudades de Castilla, que con las contribuciones que éstas votaban en las Cortes mantuvo el núcleo de un ejército permanente. La disolución de las autonomías municipales en Castilla fue casi total tras la represión de la revuelta de los comuneros (1520-1521), donde las ciudades se sublevaron contra la pretensión de instaurar en ellas a corregidores como supervisores administrativos y contra la exigencia real de que a sus delegados en las Cortes se les otorgasen plenos poderes para aprobar las contribuciones fiscales. Las ciudades reclamaban el derecho de nombrar a sus propios funcionarios y reunirse en las Cortes cuando lo creyesen oportuno. Los representantes de Carlos V cedieron ante la nobleza y recibieron a cambio el apoyo armado que derrotaron a los comuneros fácilmente en abril de 1521. Más tarde, cuando Carlos V trató de poner un impuesto a los nobles, éstos se negaron a aceptarlo (1538) y el monarca se abstuvo de convocar a la nobleza a las Cortes de Castilla, aunque siguieron fieles al soberano y éste les reservó gran parte de los cargos administrativos y eclesiásticos. Según Philippe de Commynes, historiador y cronista francés (1447-1511), los reyes, como jefes de sus estados, eran siempre los responsables de sus errores porque les era posible seguir los dictados de la inteligencia política. No todos los príncipes eran tan frios y calculadores como Filippo Maria Visconti o Francesco Sforza en Italia, Luis XI en Francia y Fernando el Católico en España, pero el remedio a sus eventuales insuficiencias se había encontrado y se practicaba cada vez más: consistía en rodearse de hábiles ministros y de fieles consejeros que a su vez se valían de un cuerpo de funcionarios. En los estados europeos no existía un gobierno como el sentido actual, no había ministros con competencias muy específicas y sectoriales, salvo en el terreno financiero, eran colaboradores laicos que desempeñaban diversas funciones o bien parientes consanguíneos que asistían al monarca o incluso altos dignatarios eclesiásticos de alto prestigio. A medida que se iban organizando y articulando los consejos reales, se perfilaba una lucha entre los que pretendían pertenecer a él por su rango y los que procedían de una clase más modesta, la burguesía. La figura del canciller dominó en los siglo XIV y XV y los secretarios se impusieron en el XVI en grandes monarquías como la inglesa y la francesa. El 23 secretario de Enrique VIII, Thomas Cromwell se convirtió en la persona más importante del estado en 1533 cuando sustituyó al cardenal Wolsey. En Francia , los secretarios del rey pasaron a formar parte de su consejo a partir de 1547. Desempeñaban la función de embajadores, de pronunciar discursos elocuentes y redactor documentos oficiales y de utilizar en beneficio del rey sus conocimientos de derecho y administración. El derecho romano ejerció un función cada vez más notable en la afirmación de la soberanía imperial. No faltaron contrastes y resistencias, en los Estados de Carlos el Temerario y en el Imperio Germánico los esfuerzos centralizadores que tendían a aplicar normas más uniformes provocaron revueltas en las poblaciones apegadas a sus costumbres más ancestrales y a su antigua <libertad>. En suelo inglés el derecho consuetudinario no fue nunca suprimido , salvo en los tribunales militares y eclesiásticos, mientras en cuestiones matrimoniales y testamentarias estaba en vigor el derecho canónico, fue el Parlamento el paladín del derecho consuetudinario para establecer un contrapeso al poder monárquico. Un hecho estaba surgiendo con claridad: el príncipe y su corte constituían la suprema instancia decisoria, que se iba potenciando cada vez más . la teoría del derecho divino de los reyes se formuló y se sostuvo hacia finales del siglo XVI. La autoridad real se impuso como autoridad laica en conflicto con el papado o aprovechando las debilidades de la Iglesia. Lo que contribuyó a aumentar la autoridad del príncipe fue la asignación de los distintos cargos y funciones públicos. Fue un proceso lento pero irreversible que llegó a su plena madurez a finales del siglo XVII, con el triunfo del absolutismo. El instrumento de la vasta acción monárquica era ya la burocracia, los funcionarios constituyeron una categoría muy emprendedora y activa, cada uno estaba directamente interesado en su cometido, la remuneración era, a menudo, un factor totalmente secundario, porque no estaba garantizada de modo regular o no constituía el atractivo principal del cargo desempeñado. Mientras en Inglaterra varios cargos siguieron siendo honoríficos, en Francia se practicó la elección de los funcionarios (recaudadores y miembros del Parlamento). El estado se asemejaba a una empresa de gestión pública, que se estaba montando y cuyos beneficios eran cada vez mayores, muchos acudieron a servir al soberano para invertir del mejor modo posible su prestigio, sus energías y su saber. El más alto de los objetivos sociales seguía siendo el de la nobleza. Un cargo público además de para obtener ganancias era el mejor medio para acrecentar la propia influencia, por lo menos a nivel local y satisfacer las ambiciones sociales. Al irse formando la administración central de los estados se dio vida a un conjunto enmarañado y confuso de competencias. La distinción entre dominio privado del príncipe y patrimonio nacional era casi inexistente al principio, se fue precisando con extrema lentitud. Faltaba también el debido acoplamiento entre los poderes locales y centrales. La incoherencia de las situaciones se veía favorecida por la vía simultánea de sistemas jurídicos diversos, como el derecho romano, el canónico y el consuetudinario, de éstos resultó el incremento de la fortuna de las profesiones jurídicas ya que sus profesionales eran los únicos capaces de orientarse entre el laberinto de normas y trámites reglamentarios. Los cargos más elevados no fueron nunca vendidos y siguieron dependiendo siempre de la concesión soberana, su disponibilidad equivalía a la posibilidad de un gobierno efectivo y se reveló como una de las vías maestras del absolutismo. Era un fenómeno corriente que el soberano tuviese en cuenta solamente sus preferencias personales o recompensar algún servicio. No existía estabilidad en el ejercicio de los cargos más elevados: la muerte del soberano podía 24 comportar su pérdida, aunque en el siglo XVI existieron, en la monarquías europeas, auténticas dinastías de funcionarios. La continuidad era casi la regla en las administraciones ciudadanas y provinciales, donde los cargos públicos se convirtieron en monopolio de una especie de aristocracia que veló tenazmente para retenerlos. Los señoríos y principados de la Italia centroseptentrional constituyeron los prototipos de un género de poder político: el de un príncipe que era aceptado no solo por su legitimidad, sino porque aseguraba la función soberana por encima de sus propios intereses. En ciudades republicanas como Venecia, Florencia y Génova se ejerció cada vez más como señorío; estos señoríos no tenían que rendir cuentas a los ciudadanos, sino a un grupo restringido de ellos que detentaban el poder efectivo y que era el mismo estado.. la conciencia progresiva de la razón de estado iba ligada a un concurso de situaciones y a una maduración de las conciencias y una nueva dimensión de la mentalidad. El príncipe europeo quedaba como revestido de nuevas vestiduras, laicas y civiles, casi sagradas. Su acción se presentaba como trascendente y justificaba todos sus actos poniéndolos en un plano inatacable en sí mismo y por sí mismo. Los asuntos de estado escapaban al común de los mortales, se trataba de una esfera totalmente humana pero autónoma, que tenía cierto sabor a divino y era superior a la misma religión. 25 TEMA 2: LAS GUERRAS DE ITALIA Entre finales del siglo XV y principios del XVI, Francia había demostrado ser, a pesar de la pérdida del reino napolitano, la potencia más emprendedora en la península italiana. Controlaba buena parte del Piamonte, dominaba el ducado de Milán y, desde 1507, ocupaba también Génova. La política de Julio II le había permitido consolidar su preponderante presencia: Ferrara y Mantua eran sus fieles aliadas y le ofrecían una preciosa cuña en llanura bañada por el Po. Su fuerza militar, tenía luces y sombras, disponía de un aguerrido grupo de artillería y de una caballería pesada formada por la flor de su numerosa nobleza, pero le faltaba infantería moderna, disponía sólo de grupos de infantes compuestos de cadetes indisciplinados. Se orientaba hacia los suizos y alemanes de donde reclutaba como mercenarios a millares de hombres para cualquier campaña, gracias a los notables recursos financieros de que disponía. En la infantería helvética, se verificaba lo que no ocurría en Francia o Italia, que los nobles asumiesen la función de oficiales a pie para dirigir a los infantes. Los cuadros de piqueros suizos, nobles, caballeros, artesanos y campesinos se encontraban eficazmente unidos que unido a su rígida disciplina había constituido el secreto de sus victorias frente a Carlos el Temerario y luego en Italia. Otros países relativamente pobres habían formado infanterías similares, los lansquenetes, que provenían de los estados hereditarios austriacos y de las zonas vecinas de Alemania meridional, donde los pequeños señores feudales o los cadetes nobles reclutaban a los campesinos formando una tropa excelente, un fenómeno análogo había tenido lugar durante las guerras de Italia. Constatada la inferioridad de la infantería española frente a la suiza, que militaba para los franceses, Gonzalo de Córdoba había tomado a esta última como modelo desde su primera campaña calabresa de 1495-1496 y la pequeña nobleza española no dudó en abastecer cada vez con sus miembros a las filas de esa infantería, que se debía revelar muy pronto como una de las mejores de Europa. Reanudada la guerra en Italia, durante dos décadas se extendió por todo su territorio, los españoles, en el norte, sufrieron importantes reveses iniciales. El ejército francés, al mando de Gastón de Foie, había pasado al contraataque en la llanura del Po a comienzos de 1512. el 10 de abril, 2000 lanceros, 3000 soldados de caballería ligera, 18000 infantes y 50 piezas de artillería atacaron el campo italoespañol, situado en la cercanías de Rávena, y con notable inferioridad numérica. En esta batalla, los lansquenetes, se mostraron por primera vez a la altura de los helvéticos. Aunque la infantería española, bien secundada por la italiana, pareció tomar ventaja inicial, no fue suficiente, el duque de Ferrara, tras un primer empleo no muy eficaz de la artillería francesa, colocó sus cañones de forma que abatiese a la caballería española y ésta lanzó un prematuro ataque sufriendo muchas pérdidas y permitiendo a la caballería enemiga realizar un decisivo movimiento envolvente que deshizo las filas de la infantería italoibérica. Sangrienta victoria que costó la vida a Gastón de Foie, pero que quedó sin fruto inmediato. Las hostilidades prosiguieron al año siguiente con un cambio total en las alianzas: el acuerdo de Julio II con el emperador Maximiliano hizo que Venecia volviera al bando francés. Los suizos, derrotados en Novara en 1513, se reconciliaron con el Papa León X. El emperador Maximiliano se quedó aislado en sus pretensiones sobre el ducado de Milán y la Tierra Firme veneciana. Al año siguiente, Francisco I, que había sucedido a Luis XII, emprendió el camino de Lombardía con 60000 26 hombres y 75 cañones. La gran batalla de Marignano (1515), en dos jornadas sucesivas, opuso a los piqueros helvéticos a sueldo por el duque de Milán contra los lansquenetes del Cristianísimo. El día 13 el éxito del enfrentamiento era incierto, el 14 los suizos daban la impresión de prevalecer, la vanguardia del ejército veneciano se presentó de improviso y la caballería de Bartolomeo d´Alviano los sorprendió por el flanco y la espalda mientras los lansquenetes se reorganizaban, volvían al ataque y aniquilaban al enemigo. La victoria permitía a los venecianos recuperar su Tierra Firme y a los franceses el ducado de Milán. A la muerte de Fernando el Católico, Carlos de Habsburgo quiso firmar con Francisco I el tratado de Noyon (18 agosto 1516) era sólo una tregua. A la muerte de Maximiliano, enero de 1519, el 28 de junio era elegido para el trono imperial el rey de España, que se convirtió en Carlos V, contra la candidatura del soberano francés. Venecia estrechó sus lazos con Francia ante el aumento del poder imperial. Francisco I reabrió las hostilidades con apoyo de los cantones suizos, pero en 1521 el emperador volvió a poner d Francisco María, heredero de los Sforza, en el ducado de Milán, cuya posesión se convirtió indispensable para ambos competidores. El general francés Lautrec atacó entre Monza y Milán el campo fortificado enemigo, el 27 de abril de 1522 sus mercenarios helvéticos se encontraron con los arcabuceros españoles en cuatro líneas sucesivas de mil hombres que mientras una disparaba las otras cargaban produciendo una derrota gravísima a las tropas suizas. Los arcabuceros disparaban a una distancia de doscientos metros con balas capaz de perforar todo tipo de corazas y la zona que tenían que recorrer los enemigos era más ancha y más mortal y peligrosa, el contraataque de los infantes españoles y alemanes provocó la muerte de al menos 3000 enemigos. Francia no se resignaba a la pérdida del Milanesado y en otoño de 1523 envió un nuevo ejército para recuperarle. En otoño de 1524, Francisco I regresaba a Lombardía y obligaba a las tropas enemigas a refugiarse en Pavía en espera de refuerzos, llegados éstos en 1525, Pescara, comandante imperial, inició las operaciones para liberar Pavía, bajo cuyas murallas se encontraba el ejército francés. La victoria española se debió esencialmente a la excelente actuación de los arcabuceros, a la acción de los lansquenetes y a la salida de las tropas asediadas que sorprendieron por la espalda al adversario. El rey no pudo evitar su captura y Carlos V lo envió prisionero a Madrid, donde se vio obligado a firmar en enero de 1526 cuyas condiciones casi humillantes, una vez liberado, se negó a observar. El 22 de mayo del mismo año, en Cognac, bajo la égida de Francia, se reconstituyó una liga italiana contra la preponderancia española, se adhirieron a ella: Venecia, Florencia, el Papa y el duque de Milán. Las fuerzas venecianas y pontificias no pudieron frenar a los lansquenetes imperiales que, al mando del condestable de Borbón, se dirigieron a Roma y la tomaron a saco (6 de mayo de 1527). Los franceses al año siguiente asediaron Nápoles que resultó un fracaso y donde murió Lautrec. En Italia septentrional, en 1529, los arcabuceros españoles se impusieron a los lansquenetes adversarios sin que la caballería francesa pudiese restablecer la situación. Desde entonces el rey de Francia no lograría jamás arrebatar a los españoles el ducado de Milán. Carlos V, que se había reconciliado con el Papa Clemente VII, estaba llevando a cabo otra campaña para reforzar sus posesiones en Italia, los florentinos habían proclamado la república, pero su deficiente organización y su falta de cohesión militar, les hizo capitular al asedio en agosto de 1530 y renunciar para siempre a los ordenamientos republicanos y acoger a un príncipe, el duque de Médicis. 27 Francia había acabado suscribiendo la Paz de Cambrai (5 de agosto de 1529) a la espera de ser capaz de reemprender la ofensiva. A escala mundial y europea el conflicto no estaba acabado, pero en Italia el triunfo de casa de Habsburgo parecía evidente. Lo sancionó el coronamiento de Carlos V que tuvo lugar en Bolonia ante los representantes de todos los estados italianos que aceptaron la supremacía del Imperio. 28 TEMA 3: LA REFORMA Ningún acontecimiento de la historia occidental es tan complejo como la Reforma porque ha sido reducida a un fenómeno de la religiosidad y es considerada como propia de la esfera espiritual. En el propio clima de la Reforma, se encontraban incrustados, interpenetrados y estrechamente unidos lo político, lo social, lo económico, lo religioso y lo cultural. Presentó una especie de cocción en la que todo aparecía implicado, así que lo que se calificaba de religioso era una trama imprescindible de todas las realizaciones colectivas. Afectó profundamente al siglo XVII europeo con repercusiones significativas en otros continentes y que se prolongaron con fuerza hasta el propio siglo XVIII. La Reforma atrajo principalmente a las clases en ascenso, sobre todo en las zonas anglosajonas, desde los comerciantes y los burgueses hasta los artesanos y cuantos habían llegado al gobierno de las comunidades ciudadanas. Los diezmos y la fiscalidad gravaban en amplios sectores del mundo laico, hasta el punto de que los obispos ponían una multa anual por concubinato. En los países de lengua alemana y en los anglosajones, esos gravámenes suscitaban un malestar cada vez más acentuado así como a las clases sociales que estaban directamente afectadas por los privilegios del clero, que incluían impuestos sobre los productos en venta en el mercado y sobre las actividades mercantiles. Hay que tener en cuenta que la reforma no fue un movimiento victorioso en todo el ámbito europeo, no se impuso en los estados ibéricos ni italianos así como tampoco penetró en la mayor parte de la península balcánica. La cristiandad occidental acariciaba desde hacía mucho tiempo el proyecto de reformar la Iglesia, la idea surgió cuando su funcionamiento comenzó a resultar decepcionante lo que hizo aparecer la ruptura existente entre la vida atribuida a los primeros cristianos y la que se tenía ante los ojos, la imagen de un cristianismo primitivo ejemplar era en parte mítica e ideológica y la idea de una primera fase de pureza y de virtud se hacía necesaria para reaccionar frente a las que parecían ser formas de decadencia y adulteración. Una concepción espiritual de la función de la Iglesia chocó durante siglos con una concepción más temporal y política dentro del propio seno de la Iglesia, ambas tendencias se enfrentaron durante mucho tiempo y, a mediada que pasaban los años, grupos de laicos iban acercándose a los clérigos que defendían la Reforma. El fenómeno se acentuaba de tal manera que los sacerdotes no deseaban que los laicos leyeran y conocieran los libros sagrados y menos aún que discutieran sus contenidos e interpretación, aparecían como los hombres doctos y consagrados, que vivían distinto de los demás sin contraer vínculos familiares, que suministraban los medios para hacer propicia la divinidad y conjuraban las insidias de las fuerzas del mal. Por esto el clero ocupaban el primer rango social, se les pagaban los diezmos, se les legaban las propiedades inmuebles y las propiedades territoriales y legislaban en materia de comportamiento. El intento de los reformadores no era privar a la Iglesia del ejercicio de sus funciones, sino de disciplinarlo según determinados criterios. Durante el siglo XV se sucedieron una serie de iniciativas y tentativas encaminadas a reprimir abusos de las órdenes monásticas, a introducir formas más sobrias de piedad, a fundar cofradías y asociaciones religiosas. Algunos reaccionaron de modo radical, John Wyclif (1330-1834) había sostenido que los príncipes tenían el derecho de expropiar el clero y distribuir y administrar sus bienes en beneficio de la comunidad, consideraba contrario a la ley divina el voto de castidad de las monjas y reprobable la mendicidad de los monjes. Aunque era un teólogo, expresaba las reacciones de la sociedad laica frente a la Iglesia y sus obras 29 ejercieron una influencia notable, gran parte de sus críticas fueron reasumidas por los reformadores del siglo XVI. Joan Hus (1369-1415) y sus seguidores corroboraron sus ideas, en gran parte, afirmando que nadie podía hacerse representante de Cristo o de Pedro sino imitaba su comportamiento. Al movimiento de la Devotio moderna se unieron, sobre todo en el noroeste europeo, instancias humanistas que promulgaban el retorno a las fuentes originales de la inspiración cristiana que tuvo su mayor exponente en Erasmo, la lenta y constante búsqueda de la perfección y elevación moral se fundaba en una disciplina interior y en la confianza de recorrer el camino de la virtud y de la salvación. En el transcurso del siglo XVI, XVII y XVIII, la naturaleza llegará a ser gradualmente al instancia suprema, tanto en las dimensiones de la política y del derecho como en las de la moral y del conocimiento científico, convirtiéndose en un criterio de referencia para la verdad religiosa. Mientras Carlos V se apoderaba definitivamente de Lombardía y preparaba su supremacía sobre la península italiana, el imperio era presa de agitaciones a las que intentaba hacer frente. La causa ocasional de los desórdenes fueron las tomas de posición del moje agustino, Martín Lutero (1483-1546), que entró en conflicto con un dominico a propósito de la asignación de indulgencias en territorio alemán. Antes de presentar y hacer circular sus “95 tesis” (1517), había llegado a convicciones dogmáticas contrarias a la doctrina tradicional. Impugnaba el derecho del Papa a distribuir los frutos de los méritos de Cristo y de los santos. En 1518 al remitir al pontífice sus tesis no se retractó de ellas, para él todo cristiano era un pecador, digno de ser condenado sin apelación posible sino creía profundamente poderse salvar solamente gracias a la misericordia de Dios, los sacramentos perdían su importancia, lo que contaba era la iluminación interior por la que cada uno se aseguraba de que la propia miseria moral no le sería imputada. El luteranismo gozó de una serie de circunstancias favorables. Ante todo, su divulgador debería haber sido entregado al cardenal Cayetano, legado pontificio en Alemania, por el contrario, el elector Federico de Sajonia lo sustrajo a tal procedimiento, sosteniendo que no se tenía que arrestar antes de que el acusado fuera juzgado como hereje por una universidad alemana y tras una discusión pública. León X declaró heréticas 41 proposiciones de los escritos de Lutero y lo excomulgó (15 de junio de 1520), el fraile echó a las llamas la bula papal ante los profesores y estudiantes de Wittemberg. Al año siguiente más de un millar de caballeros le escoltaron hasta la Dieta de Worms, donde había sido convocado, rechazó retractarse y la Dieta lo expulsó del Imperio, aunque siguió defendido por el elector de Sajonia. A parte de la solidaridad de sus seguidores tuvo otro aliado muy importante en la imprenta que difundió sus tesis y sus escritos. Lutero tuvo ardorosos partidarios: desde Carlstadt hasta Ulrich von Hutten, desde Franz von Sickingen hasta Felipe Melanchton, quien a fines de 1521 presentaba ordenada toda la doctrina luterana en la obra “Loci comunes”. A partir de entonces numerosas ciudades fueron adoptando el luteranismo: Constanza, Erfurt, Magdeburgo, Halberstadt, Breslau, Bremen, etc. Alemania era el terreno más apropiado para una revuelta antirromana y antiopontificia. En 1525 algunos príncipes alemanes se aliaron para defender la doctrina, incluido el elector de Sajonia y en la Dieta de Spira lograron rechazar la aplicación del Edicto de Worms que cuando una nueva Dieta, en 1529, quiso volver a ponerlo en vigor, la protesta de seis príncipes alemanes y catorce ciudades se aganron el epíteto de protestantes, nombre que desde entonces designaría a los seguidores de Lutero y 30 posteriormente a todos los reformadores de análoga inspiración. En 1513 llegaron a tener un verdadero pacto armado llamado la Liga de Esmalcalda. Ni el Papa ni el Emperador pudieron hacer nada contra los príncipes que no dudaron en manejar el movimiento reformador para su propio provecho, éstos se otorgaron toda una serie de poderes, se convirtieron, revestidos de obispos, en soberanos en el pleno sentido de la palabra, ampliando su propia estructura administrativa, interfiriendo en las nominaciones eclesiásticas y en la formulación de la doctrina. Hubo una Reforma desde las altas esferas, que iba acompañada de centralizaciones territoriales y comportaba visitas e inspecciones oficiales y confiscaba bienes eclesiásticos. Los juristas protestantes sostuvieron que los príncipes electores no debían ser considerados súbditos del Emperador sino asociarse con él en el gobierno de Alemania. Fueron los estados territoriales contrarios a los Habsburgo los que hicieron posible la victoria protestante en la Dieta de Augsburgo de 1555. Lutero no se había limitado a los problemas religiosos y a las consecuencias que se derivaron, algunos de sus seguidores asumieron posiciones más radicales que él. Lutero no revolucionó la vida del fiel, el confesionario se conservó y gran parte del servicio religioso siguió celebrándose como antes., puesto que no tenía un programa litúrgico muy claro e innovador. Más llamativa fue la consecuencia de la doctrina según la cual todos los cristianos participaban del sacerdocio, conllevaba que el clero no tenía que constituirse en una casta separada, que sus miembros podían casarse y que los conventos debían ser abolidos. El mismo Lutero se casó con una monja, Katharina von Bora, con quien tuvo seis hijos. Aprovechando esto los campesinos tendían a rebelarse frente a los abusos y a los gravámenes feudales, así es fácil imaginar el numeroso grupo de seguidores que tuvo Thomas Müntzer (1489-1525) cuando anunció a los campesinos que ellos eran los elegidos, destinados a conseguir la victoria frente a los príncipes y los grandes personajes que querían impedir el triunfo del Evangelio. Los predicadores radicales se pusieron a la cabeza de los aldeanos dando origen al movimiento de los anabaptistas, que según ellos, debían bautizarse de nuevo para conseguir comunidades de santos, donde todo se repartiría equitativamente. Los mismos nobles luteranos, incluido Lutero, se enfrentaron a ellos, Müntzen fue capturado y ejecutado en 1525. en 1534 una nueva revolución de los anabaptistas se produjo en el valle del Rin hasta que se impuso la represión por parte de las tropas episcopales y se les dispersó. La gran aportación del luteranismo consistió en la ruptura de la unidad confesional propia del mundo católico. Lutero, con la ayuda de los príncipes, no dudó en constituir una Iglesia diferente de la de Roma . fue el primero de una larga lista de reformadores que intentaron organizar iglesias autónomas que respondiesen a sus doctrinas, pero que fuesen generosas con el poder constituido: Marín Bucero (1491-1551) en Estrasburgo, Ecolampadio (1482-1531) en Basilea, el rey Gustavo Vasa (1523-1560) en Suecia, etc. La gran victoria militar que Carlos V obtuvo sobre los protestantes alemanes en Mühlberg (24 de abril de 1547) no pudo restablecer la situación y sus efectos fueron pasajeros. Alemania, aunque reconoció como Emperador al hermano de Carlos V, Fernando de Habsburgo, se encontró dividida en el plano religioso en dos zonas desiguales: Baviera y la parte occidental (valles del Mosa, del Mosela, y gran parte del valle del Rin) siguieron siendo católicos, el resto —cerca de 2/3 del territorio— fue desde entonces protestante: la Paz de Aubsburgo (1555) sanción esta división confesional. 31 TEMA 4: CARLOS V Y SUS RIVALES Carlos V aglutinaba en un mano un gran poder, además de la corona húngara, unía a su cetro imperial la corona española y la joven potencia transoceánica en continuo desarrollo de los castellanos. En contrapartida, a tales vastos dominios de los Habsburgo se erigía no solo el expansionismo otomano, sino también la decidida acción de Francia. Carlos V soñaba con restablecer el prestigio del Imperio y con hacer de su cabeza el árbitro de los destinos continentales, no obstante, a pesar de haber perseguido su objetivo durante más de tres décadas tuvo que reconocer que no la había conseguido. Como en Italia anteriormente, ahora en Europa los estados concretos perseguían una política absolutamente exenta de prejuicios, abierta a todas las alianzas que fueran eficaces y provechosas. Francia sola no podía haber hecho frente a los Habsburgo, cuyos territorios prácticamente la rodeaban en torno a 1530, pero no le fue difícil apoyarse en los principales adversarios del emperador y disgregar el bloqueo a que era sometida. Frente a la herejía, Carlos V no se mostró ciertamente inactivo. En los Países Bajos organizó un sistema de vigilancia religiosa similar al de la Inquisición española e hizo publicar toda una serie de ordenanzas sumamente rigurosas. Los más perseguidos fueron los anabaptistas, que quedaron relegados a la clandestinidad y reducidos a grupos aislados. Frente a la propagación del luteranismo, promovió la convocatoria de un concilio con la esperanza de subsanar las divisiones confesionales. Sus esfuerzos alcanzaron éxitos tardíos. En 1530 Melanchton, portavoz protestante, intentó ir al encuentro de los interlocutores católicos, pero Carlos V rechazó en bloque las confesiones de fe de los reformadores. En 1541, en Ratisbona, el legado pontificio logró un acuerdo con los luteranos pero los términos no fueron aprobados ni por el Papa, ni por Lutero ni por Calvino. En el ámbito eclesiástico, el concilio se realizó en 1545 y en el político y sobre todo alemán, la palabra quedó reservada a las armas (Mühlberg) y a la constatación de la imposibilidad de entenderse. La paz religiosa de Augusta no hizo sino sancionar la división entre principados católicos y principados protestantes. Su confrontación con Francia no fue sustancialmente más afortunada ya que desde 1530 Francisco I no vaciló en emprender dos caminos que, aunque poco acordes con su título de rey Cristianísimo, eran políticamente rentables. El apoyo a los príncipes protestantes, adversarios del emperador, y el del entendimiento con los turcos. Con apoyo francés, el duque de Baviera, católico aunque contrario a los Habsburgo, se alió con el landgrave luterano de Hesse para restituir al duque de Württembeerg el estado que en 1522 le había quitado el hermano del emperador, Fernando. Desde 1536 las hostilidades entre Carlos V y Francisco I se reanudaron y se concluyeron después de la muerte de ambos, tras una sucesión de tratados de paz y conflictos armados con fases alternas para cada bando. Otro adversario aún más temible que el francés le tuvo ocupado durante décadas en el opuesto frente balcánico y en el berberisco norte de África. El Imperio Otomano tenía como objetivo principal la expansión armada en dirección a Europa, toda su estructura interna estaba concebida en función de la guerra, de modo que el organismo estatal equivalía a una inmensa máquina bélica. Todo titular de una propiedad territorial (timar) estaba obligado como máximo a prestar servicio militar a caballo, a su vez cualquiera que participase en el ejército victorioso podía ser investido como señor de tierras en la nueva zona conquistada. El timar no se heredaba, de modo que las tierras podían ser redistribuidas a quienes se distinguían en la guerra. Los pueblos sometidos estaban obligados por la administración turca 32 a pagar un conjunto de tributos y prestaciones variables según las necesidades bélicas y, por otro, muchos de sus integrantes —para mantener sus tierras o recuperarlas— participaban en las operaciones militares junto a los turcos. La serie ininterrumpida de derrotas cristianas no debe sorprender ya que ninguna potencia europea estaba organizada de un modo tan vasto y coherente en función del ataque y de la expansión armada. Al innegable deseo de hacer la guerra santa contra los infieles no musulmanes se unía el interés personal de los combatientes. Incluso la religión de los países subyugados era aprovechada, a cambio del permiso para practicar los respectivos cultos, debían abonar tributos especiales que financiaban las futuras campañas. En cuanto a las fuerzas armadas, además de utilizar las propias e inducir a elementos de los pueblos sometidos a reforzarlas, no dudaron en constituir milicias escogiendo por la fuerza a los jóvenes que les interesaban entre las poblaciones cristianas, éstos jóvenes eran deportados, sometidos a un rígido adiestramiento militar, hechos musulmanes e integrados en un cuerpo especial de infantería, cuyos miembros se llamaban jenízaros, verdaderos soldados profesionales, les estaba prohibido casarse (hasta la mitad del siglo XVI), constituían el núcleo y la flor del ejército: eran entre 20000 y 30000 hombres y formaban la fuerza armada más disciplinada de la época. A fines del XV y comienzos del XVI la expansión turca quedó frenada en los Balcanes, ya por la resistencia húngara como por el conflicto entre el sultán y el sha de Persia, Selim I (1512-1520) atacó a los persas y sus tropas llegaron a ocupar Tabriz (1514) pero no doblegaron al adversario. En la otra dirección, los otomanos, obtuvieron pronto resultados notables, en 1516 ocupaban Siria, Palestina y el mismo Egipto, incluso Arabia llegó a pasar bajo su dominio hasta el Golfo Pérsico y el océano Índico. Los españoles habían pasado a la ofensiva en la costa del norte de África —donde se habían establecido numerosas bases piratas musulmanas— ocupando Melilla (1497), Mers-el-Kebir (1505), Orán (1509), Bujía y Trípoli (1510) y controlando el norte argelino (1515). Mientras las fuerzas navales turcas, compuestas por unidades corsarias armadas en el Egeo, habían comenzado a establecerse en el norte de África, tras apoderarse de la isla de Djerba y luego Cherchell, su jefe aceptó la invitación argelina de establecerse en su ciudad pero sucumbió ante los españoles ante las murallas de Tlemecén. El mando de los corsarios fue asumido por su hermano, Khaireddin, conocido como Barbaroja que, para enfrentarse mejor a los españoles, apeló directamente al Diván que lo nombró su lugarteniente (1516), así el poder otomano se instalaba en el Mediterráneo occidental y tomaron la posesión definitiva de Argel en 1529. Carlos V no podía asistir inactivo a los progresos otomanos —Barbarroja se había apoderado de Túnez en 1534— y la reacción del emperador fue inmediata y coronada por el éxito; en 1535, él mismo participó en la expedición que logró recuperar Túnez y poner una guarnición española en La Goleta. La situación en el mar empeoró al aliarse el sultán y Barbarroja con Francia, cuando al año siguiente se reanudó el conflicto ente el emperador y Francisco I, una flota fancoberberisca realizó un ataque contra Baleares y las costas españolas, la contienda entre el Imperio y el turco era más abierta cuando Solimán (15201566), sucesor de Selim, había reemprendido enérgicamente el avance en los Balcanes, a fin de 1521 la fortaleza de Belgrado caía en sus manos, el ataque que realizó contra Hungría concluyó con la victoria de Mohacz (1526) donde perdió la vida el soberano magiar y se desmoronó todo su imperio, pasando en gran parte a dominio otomano —el resto quedó en poder de los Habsburgo— la ofensiva turca continuó llegando, tres años más tarde, a asediar Viena, aunque en vano, lo que acabó con sus avances en tierra. 33 Por mar, sin embargo, continuaron. Una imponente coalición marítima se había constituido para hacerles frente, formada por los venecianos, los españoles y el pontífice, alrededor de 200 unidades se encontraron frente a la fortaleza de La Prevesa, con casi otro tanto de navíos musulmanes al mando de Barbarroja, que había reunido sus fuerzas en el golfo de Arta. Andrea Doria, levantó el bloqueo y permitió salir a la flota turca a mar abirto lo que aprovechó Barbarroja para presentar batalla que, aunque sin infligir graves pérdidas a la flota cristiana, que transformó en una victoria que fue más en el plano moral y estratégico que en el puramente naval, pero como consecuencia la colación naval cristiana no pudo reconstruirse durante mucho tiempo. Carlos V intentó recuperar Argel pero la empresa fracasó y produjo notables pérdidas (1541). Andrea Doria sólo logró tener un éxito en 1551, atacando y tomando Djerba, base del corsario Dragut, éste junto con unidades francesas contraatacó en 1553 y arrebató Córcega a los genoveses a favor del rey Cristianísimo. En 1560 una expedición naval hispanopontificia intentaría en vano ocupar Trípoli, en poder de Dragut. El Mediterráneo se había convertido casi en un lago otomano, mientras los movimientos de la mayor potencia europea, la española, quedaron condicionados, al menos hasta Lepanto, por la amenaza que suponía el imperio otomano. 34 TEMA 5: LA CONTRAREFORMA Se ha entendido tradicionalmente por Contrarreforma aquel conjunto de medidas eclesiásticas y de iniciativas político–religiosas promovidas, en gran parte, por la Iglesia romana para hacer frente a la propagación del protestantismo. El desarrollo de las iniciativas eclesiásticas no anduvieron separadas de tomas de posición políticas, diplomáticas y militares, además de culturales y sociales. Las vicisitudes protestantes ejercieron una influencia decisiva y determinante de esas tomas de posición, que en su conjunto merecen ser llamadas Contrarreforma. Es imposible decir que le habría sucedido al catolicismo si hubiera podido proseguir la obra de reestructuración interna emprendida en el siglo XV y comienzos del XVI sin encontrarse frente a los movimientos protestantes, en cambio, hay que constatar que al catolicismo no le faltaron energías para reaccionar ante el mundo reformado, manifestando una fuerza autónoma y una fisonomía propia, aunque la mayor parte de tales energías se concentraron en luchar contra esa gran adversario. Hasta comienzos del siglo XVI católico equivalía a cristiano, en las décadas siguiente la situación cambió radicalmente y la Europa que había sido fiel a Roma se encontró dividida en dos auténticos campos contrapuestos. Este fenómeno duró alrededor de un siglo, entre la mitad del XVI y mitad del XVII. En lo que hizo la Contrarreforma se hace menudo ardua distinción entre las manifestaciones ideológicas y los aspectos religiosos de los diversos fenómenos. El uso ideológico de las doctrinas de naturaleza religiosa se traduce poco a poco en una devaluación de hecho de su valor originario. El primer ejemplo lo aporta el significado del término <herejía>. En la Europa del siglo XVI todo el mundo se convirtió en hereje a los ojos de quien no era partidario de su confesión, hasta entonces la herejía era error y crimen de unos pocos frente a la verdad compartida por la inmensa mayoría. Aunque no se llegó en todas partes a los extremos de la Inquisición española (que condenó en masa a todos los protestantes de los Países bajos rebeldes),la rabia dogmático constituyó aún un ingrediente muy fuerte en las encarnizadas contiendas del siglo XVI. Cada príncipe intentaba mantener o imponer la unidad religiosa en su estado, pero a veces él mismo no sabía inclinarse claramente por una parte o por otra y si tenía convicciones muy precisas en la materia podía encontrarse frente a unas oposiciones internas difíciles de superar, donde no faltaron ni las ejecuciones capitales ni los asesinatos de los propios soberanos por motivos políticos y religiosos. En cierta medida, las luchas confesionales hicieron más incierta y lábil la dirección de los asunto públicos. Las luchas contribuyeron a dar más libre curso a los motivos objetivos de descontento y a los conflictos sociales. Cuando había razones económicas o políticas para oponerse a la acción de la monarquía, las ideas de la reforma servían de óptimos pretextos para resistir a su autoridad, desde Francia a Escocia o de Inglaterra a Austria. Los calvinistas formaron un fermento de indudable relevancia política y de innegable alcance internacional, el frente común que se constituyó entre las potencias protestantes de la segunda mitad del siglo XVI fue debido a su impulso y no al de los luteranos, y gracias a ellos el protestantismo se convirtió en una bandera de lucha continental y mundial. Las potencias católicas tuvieron que hacer frente durante mucho tiempo a este desafío con suerte dispar y a la lucha militar entre las potencias para asegurar su predominio siguió la contienda entre dos bloques cuyos intereses estaban ensamblados con los políticos y los económicos. 35 Numerosos miembros del clero y también muchos fieles se dieron cuenta que era necesario poner remedio a los abusos de toda índole que degradaban el culto y las ceremonias y que al mismo tiempo degradaban a sus ministros. Los países en los que más se concretó tal organización católica fueron España e Italia, aquellos que luego se pusieron a la cabeza de la Contrarreforma. El cardenal español Jiménez de Cisneros (1436-1517) contribuyó notablemente al fortalecimiento de las estructuras eclesiásticas de su país y no fue ajeno a la germinación del espíritu misionero que caracterizará a la espiritualidad católica del siglo XVII. Anticipó algunas medidas de control de la práctica religiosa que después se hicieron sistemáticas: por ejemplo, en 1503 mandó elaborar el censo de todos aquellos que no habían participado en la comunión pascual de Toledo. Promovió los sínodos para imponer a los sacerdotes la residencia en sus parroquias, la instrucción para la predicación y el catecismo para los niños. También se distinguió por acciones drásticas, como la confiscación de libros árabes encontrados en el reino de Granada (que en parte envió a la hoguera) y el bautismo en masa de millares de musulmanes. Fundó en Alcalá de Henares una universidad de nueva concepción, provista de facultad de derecho, cuyas enseñanzas estaban encaminadas para un mejor conocimiento de la filosofía cristiana y una profundización de las doctrinas teológicas. No admitió las tres mayores tendencias de la escolástica (tomismo, escotismo y nominalismo) y no dudó en introducir el estudio del griego y del hebreo: en Alcalá entre 1514 y 1517, fue impresa la Biblia trilingüe. Las numerosas iniciativas del cardenal español preludiaban las de la Contrarreforma. En Italia desde el siglo XV se habían distinguido eclesiásticos reformadores y celosos predicadores, habían surgido nuevas órdenes religiosas, como la de lo mínimos, fundada por san Francisco de Paula. El impulso siguió durante el siglo XVI con la fundación de los teatinos en 1524 de Gaetano da Tiene y de Gian Pietro Carafa y de los barnabitas de Antón María Sacaría en 1530, siguieron los filipenses de Felipe Neri en 1548 y los fatebenefratelli de san Juan de Dios en 1540. estas nuevas órdenes se distinguieron de las del Medievo por una mayor inserción en la vida cotidiana de los fieles, a los que intentaban asegurar la asistencia material y espiritual así como la instrucción cristiana. Se manifestaba un nuevo fervor religioso, no provocado en modo alguno por la Reforma ya que ésta se difundió muy poco en la península italiana. A pesar de todo, la reforma católica procedía muy lentamente, se hacía sentir gravemente la ausencia o la discontinuidad del impulso pontificio: una reforma católica no habría sido nunca posible sin una reactivación sistemática del papado. En mayo de 1512 había sido convocado un concilio —V de Letrán—, pero Julio II se decidió a convocarlo sobre todo por motivos políticos y su desarrollo demostró que el papado estaba todavía lejos de asumir sus responsabilidades. Ni León X (1513-1521), ni Adriano VI (1521-1523), ni Clemente VII (1523-1534) tomaron iniciativas de gran relieve, aunque el peligro luterano se hacía cada vez más manifiesto. Sólo con Pablo III Farnesio el clima comenzó a cambiar y lo demostró con la elevación al cardenalato de hombres como Gasparo Contarini, Jacopo Sadoleto, Gian Pietro Carafa y Reginald Pole y otros como Marcelo Cervini, Juan Álvarez de Toledo, etc. Pablo III (1534-1549) fue además el Papa que logró organizar el ansiado concilio, primero lo convocó en Mantua (1526) con la esperanza de poder hacer una reunión con los representantes protestantes, cosa que no duró mucho tiempo ya por las dificultades políticas (reanudación de la guerra entre Carlos V y Francisco I) ya por las rigurosas condiciones propuestas por Lutero. Se intentó realizar en Vizenza, con éxito todavía menor. Hubo que 36 esperar hasta 1542 pero ya era tarde la reconciliación y sólo podía proponerse la organización de un catolicismo y una estructura eclesiástica en oposición a otra. Esta fue la obra del concilio convocado en Trento en junio de 1542 y que se inauguró en diciembre de 1545. en 1542 Pablo III había creado la Congregación de la Inquisición. Los Papas sucesores de Pablo III no quisieron dejar exclusivamente al concilio la iniciativa de la Contrarreforma: todos la asumieron como propia, con una energía sin precedentes. Concluidos los trabajos los decretos emanados fueron aprobados por una bula de Pío IV (1559-1564) de enero de 1564, la mayor parte de los estados italianos (incluso Venecia), Portugal y España los aceptaron de inmediato. La figura clave de la reforma católica resultó ser la del obispo, por un lado se prohibió la acumulación de cargos episcopales, por otro, fueron los prelados los encargados de las visitas pastorales regulares y minuciosas en sus diócesis. Un cuidado no menos evidente se dedicó a la función del sacerdote y en especial a su formación donde los seminarios se convirtieron en una pieza fundamental de las renovadas instituciones eclesiásticas formando una densa red que cubrió toda la catolicidad desde Roma o Milán hasta Olmütz, Braunsberg, Fulda e Ingolstadt, también se impulsó el surgimiento de las universidades católicas que se situaron en zonas fronterizas con el mundo protestante, de Dillingen (1554) a Douai (1559), de Olmütz (1573) a Würzburg (1575), de Pont-à-Mousson (1582) a Gratz (1586), Padereborn (1615), Salzburgo (1625), Münster y Osnabrück (1629). Se pusieron en marcha más iniciativas, en 1568 se publicaron un catecismo y un breviario, a los que siguió un misal en 1570, el índice de libros prohibidos se volvió a publicar en 1564 y confirmado en 1571 por la Congregación del Índice. Una atmósfera de vigilancia cultural y de rigidez doctrinal se instauró progresivamente, mientras todo el clero quedaba sometido a un adiestramiento apropiado al ejercicio de sus funciones. El espíritu de apostolado se revigorizó y animó en particular a los miembros de nuevas órdenes, entre éstas se distinguió la Compañía de Jesús, fundada en 1534 por Ignacio de Loyola (1491-1556) que constituyó la milicia más activa de la Iglesia, supieron compaginar la firmeza de la disciplina con la habilidad de la acción concreta sobre el laicado, en particular de las clases sociales superiores para las que organizaron colegios muy eficientes. La múltiple realidad de la Contrarreforma tuvo también un símbolo urbanístico en el nuevo rostro que asumió la ciudad de Roma, la nueva Basílica de San Pedro iba tomando cuerpo hasta que su cúpula vino a destacarse sobre la ciudad, así los Papas hicieron de ella la capital digna de la catolicidad renovada. 37 TEMA 6: FELIPE II Y LA EUROPA PROTESTANTE La ofensiva calvinista: las guerras de religión den Francia. Mientras el catolicismo tensaba sus fuerzas para asegurar la salvación de las armas y su triunfo terreno, el protestantismo no se mostraba menos activo. Muchas iniciativas resultaron paralelas en ambos campos desde la espiritualidad hasta la casuística, desde los libros de plegarias hasta la instrucción. Mientras surgían las universidades católicas no faltaban las fundaciones de universidades protestantes, incluso las figuras más destacadas ofrecían caracteres bastante análogos, como los de Ignacio de Loyola y de Calvino. En el mundo protestante, la zona luterana, en particular la alemana, se distinguía claramente de aquellas regiones en las que el calvinismo estaba tomando la delantera. La “Confessio helvética”, de 1566 señaló la ruptura entre la iglesia de Lutero y las fundadas por Zuinglio y Calvino que se diferenciaban en particular por la doctrina de la eucaristía. No faltó un esfuerzo luterano de definición teológica, dirigido por Jacobo Andrea, que culminó en el “Libro de concordia”, publicado en 1580, que sisntetizaba los puntos capitales de la fe luterana y atenuaba la doctrina de la predestinación. Frente a ellos, los calvinistas, no renunciaron a la lucha abierta y armada, su doctrina estaba impregnada de rigor y radicalismo potencialmente revolucionario que atraía a los miembros de las diversas clases sociales. Tras el tratado de Cateu-Cambrésis, se acentuó en algunos países, especialmente Francia y los Países Bajos, el malestar económico y social, de lo que se aprovechó el calvinismo. La historia de las décadas de guerra religiosa que agitó a Francia no puede prescindir de desempeñar el papel de antagonista de España. En muchas ocasiones los hugonotes (nombre de los calvinistas franceses) pudieron presentarse como campeones de la política nacional con toda la desventaja para el partido católico, al que era demasiado fácil de acusar de connivencia con España. A los calvinistas les ayudó el hecho de que una parte de una parte de la nobleza y de los príncipes vieron la forma de ejercer una mayor influencia en el reino en detrimento del centralismo monárquico. Francia se encontró, igualmente, desde 1559, con una serie de soberanos demasiado jóvenes para ejercer plenamente sus funciones. Cuanto ocurrió en Francia en la segunda mitad del siglo XVI fue sumamente significativo, algunos políticos, como el almirante Gaspar de Coligny, aspiraron a emprender una acción importante en el concierto europeo tratando de sacar partido de las dificultades del adversario ibérico, Felipe II les pagó haciéndose aliado del partido católico, ejerciendo presiones militares e interviniendo en Flandes en las contiendas internas francesas. El éxito final de quien había sido jefe de los hugonotes, Enrique de Borbón (futuro Enrique IV), además de convertirse al catolicismo, se presentó como abanderado de la política nacional y se consolidó luchando contra la intervención española, unido a la debilidad de la monarquía que la obligó a oscilar alternativamente entre el partido hugonote y el católico, que intentaban a la vez condicionar su acción. Esto contribuyó a prolongar el conflicto interno marcado tanto por enfrentamientos sangrientos como por treguas y edictos de pacificación. Los hugonotes vieron como se les iban reconociendo un margen cada vez más amplio de libertad e incluso la posesión de algunas plazas fuertes. La contienda no podía hacer otra cosa que radicalizarse y llevar a país al marasmo, lo que llevó a la búsqueda de una tercera vía que excluyera el predominio de las otras dos. Esta perspectiva fue avanzada por los llamados “politiques”. La solución fue adoptada con el edicto de Nantes de 1598 que 38 sancionó la existencia de un reino donde coexistían dos religiones distintas sin comprometer la solidez nacional y estatal. Con su acción Enrique IV encarnó este difícil éxito, no tardó en abjurar del calvinismo (1593) una vez heredada la corona pero reconoció a los hugonotes con la misma igualdad de derechos. El edicto de Nantes fue aceptado de forma duradera por los calvinistas, que mantuvo sus conquistas y añadió concesiones suplementarias. El objetivo era evitar que los hugonotes constituyeran un estado dentro del estado, como habían intentado hacer hasta entonces. Este objetivo no se consiguió plenamente, puesto que el rey no pudo hacer otra cosa que dejar bajo su control los lugares fortificados que ocupaban y que eran aproximadamente unos 150. Los inconvenientes de tal situación debían hacerse sentir en las décadas siguientes, no obstante, la estructura dualista que se instauró marcó el fin del sueño de hacer de Francia una potencia calvinista, los reformados siguieron siendo la parte hostigada de la nación, gracias también a la acción del partido de los Guisa que había impedido que los hugonotes se instalasen en el norte y en este del país. París se rebeló como un autentico bastión del catolicismo, siendo la representación protestante en la capital casi testimonial España contra los Países Bajos e Inglaterra. Las guerras de religión en Francia habían vuelto a poner en primer plano a facciones aristocráticas opuestas ( a los Montmorency, a los Coligny y a los Borbón por unalado, y a los Guisa por el otro) que se disputaron el predominio o al menos intentaron asegurárselo. Tanto la liga católica como los hugonotes hacían presión sobre los Estados Generales y las asambleas con objeto de controlar el ejercicio del poder soberano. Francia atravesó sus crisis más grave y sólo por un concurso de circunstancias pudo evitar un cambio de régimen y volver así a una monarquía fuerte. Lo que no se logró en Francia se realizó en los Países Bajos. En el momento en que Carlos V decidió retirarse del trono asignó el Imperio germánico a su hermano Fernando y todo el resto (el Milanesado, el reino de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el imperio de ultramar) a su hijo Felipe, juntamente con el título de rey de España y los Países Bajos. Felipe II que se había educado y formado únicamente en España, aunque residió algunos años entre los flamencos —1555 a 1559—, no estaba hecho para comprenderlos, estaban muy apegados a sus autonomías tradicionales mientras que Felipe tenía la vocación de soberano absoluto; el protestantismo había penetrado en la región y Felipe consideraba con horror la herejía, miraba a Flandes como una de las posesiones de la corona que estaban fuera de las fronteras españolas. Al volver a España, Felipe dejó en la región como regente a su hermanastra Margarita, duquesa de Parma, los flamencos se dieron cuenta de que el rey quería gobernar más que por el Consejo de regencia, formado por personalidades locales, por medio de un Consistorio secreto compuesto por hombres de su confianza, el más importante de éstos era Antonio Perrenot de Granvela. En los Países Bajos existían cuatro sedes episcopales, para hacer corresponder la estructura eclesiástica con la política, Felipe II elevó la sede de Malinas a la categoría de arzobispado, poniendo a Granvela a su cabeza y promovió la institución de catorce nuevos obispados. La reacción contra estas medidas fue muy viva, en 1560 consintió que las tropas españolas abandonasen la región y en 1564 hizo que Granvela regresara a España para calmar el descontento. En esta tensa situación se mostraban muy activos los calvinistas que se habían implantado en los Países Bajos, al ser perseguidos hacían todo lo posible para transformar el 39 malestar político local en una auténtica resistencia a la autoridad. Inconscientemente, fue el propio rey el quien animó a que se constituyera una oposición organizada, así quiso que se acrecentara el rigor de la lucha antiprotestante y a consecuencia de los disturbios de 1556 sustituyó a la regente Margarita por el duque de Alba quien llegó al frente de 20000 soldados con consignas de extrema severidad donde permaneció desde 1557 hasta 1573 y aplicó medidas tan drásticas que desencadenaron una auténtica guerra. Los calvinistas se encontraron cada vez menos solos en la lucha que empezó a tomar la forma de una resistencia nacional atrayendo a sus filas a muchos nobles moderados y originariamente católicos. Guillermo de Orange se adhirió a su confesión en 1573, pero ya se había desencadenado una insurrección guerrillera guiada por tierra y por mar por los “gueux” (desarrapados). En el gran centro comercial de Amberes se temía que la intervención de la Inquisición pudiese alejar la presencia de los banqueros de religión no católica. El primero de los derechos reivindicados era el de la libertad de las creencias, la reivindicación de la fe individual se había convertido en la de los derechos innatos, naturales y no revocables por parte de los poderes temporales. El apego interno al conjunto de los <privilegios> locales simbolizaba un tradición de libertad, representaba el vínculo sagrado que unía a los súbditos a su soberano. A medida que la actuación española se mostraba más dura respecto a los súbditos, éstos tendieron a asimilar los <privilegios> a una forma de contrato, era una presión animada por las presiones calvinistas respecto al derecho de resistencia a la autoridad contraria a la fe verdadera y conducía a la disolución del deber de obediencia en caso de que el príncipe no hubiese observado la ley de reciprocidad contenida en ellos. Los gueux del mar manifestaron una fuerza agresiva e indomable hasta el punto de tomar posesión de casi todas las ciudades de Zelanda y Holanda. Después de que Guillermo de Orange hubo aceptado (1572) las funciones de gobernador de Holanda empezó a delinearse una fragmentación del país entre una parte septentrional cada vez más independiente de España y una meridional todavía bajo su control efectivo. A ello se llegó en 1579 cuando fueron proclamadas primero la Unión de Arrás (comprendía el sur valón y estaba animada por la aristocracia católica local) y después la de Utrech, que reagrupaba las regiones flamencas y calvinistas y proclamaron su república independiente (Provincia Unidas, julio de 1558). El poder español se estabilizó en la parte meridional gracias a la habilidad táctica y política del nuevo gobernador Alejandro Farnesio quien entre 1579 y 1585 volvió a ocupar los grandes centros de Torunai, Ypres, Brujas, gante, etc. Varios elementos contribuyeron a mantener católica esa región donde la propiedad eclesiástica ocupaba un lugar predominante y donde la Contrarreforma había llevado a cabo una notable ofensiva con la fundación de toda una serie de seminarios y donde los jesuitas concentraron sus esfuerzos y abrieron muchos colegios: Tournai, Dinant, Saint-Omer, Amberes, etc. La contienda cambió de aspecto al internacionalizarse para que Farnesio no avanzara demasiado en su reconquista. La superioridad militar española y su convencimiento en la fe se encontraron frente a un conjunto de fuerzas que vinieron a obstaculizar sus designios y que a la larga resultaron suficientes para transformar una revuelta local en un verdadero conflicto internacional con resultado desfavorable para la monarquía española. España tenía que mantener hacer frente en el mediterráneo al sultán y tenía la amenaza de los hugonotes franceses, no tuvo nunca la posibilidad de llevar a cabo una eficaz acción naval en aguas de los Países Bajos, la marina era su punto débil aunque en la primera fase fuese su principal arma, les era fácil transformar sus barcos mercantes en navíos armados aptos para operaciones militares mediante el empleo de la artillería a bordo. El dominio del mar 40 aseguraba unas preciosas relaciones con la aliada natural de los sublevados: la Inglaterra de Isabel I. Las relaciones entre Felipe II y la reina Isabel (1558-1603) tenían ya una larga historia desde que el soberano español, muerta María Tudor (1558), había considerado la posibilidad de casarse con ella. Los acontecimientos tomaron enseguida un rumbo diferente, las simpatías de los ingleses por Orange eran evidentes y los gueux del mar encontraron refugio en sus puertos. Isabel intentaba no enemistarse demasiado con España para evitar que ésta apoyase a los partidarios católicos de la pretendiente María Estuardo, aún así permitía a sus súbditos la piratería activa contra los ibéricos y fueron adquiriendo experiencia naval para poder competir con ellos. Estas rencillas tenían un evidente rencor confesional, desde 1559, Isabel se había hecho proclamar <suprema gobernante temporal y espiritual del reino>, había puesto en vigor la legislación anticatólica con el Acta de Uniformidad, que castigaba a quien no seguía el culto oficial, también por influjo de escocia que había aceptado el calvinismo de Jhon Knox, los puritanos que se inspiraban en él se difundían por toda Inglaterra, la reina no los favorecía convencida de que el episcopalismo anglicano defendía mejor los interese del estado, estos conflictos internos fueron lo que produjeron que las relaciones entre Inglaterra y España no se precipitaran en un auténtico conflicto hasta después de 1585. mientras Felipe II, emparentado con la dinastía portuguesa se había anexionado Portugal y todos sus dominios de ultramar en 1580. La piratería inglesa se hizo más intensa y amplia a partir de 1580, en 1585 Isabel aceptaba enviar un cuerpo expedicionario en ayuda de las Provincias Unidas. Felipe II decidió finalmente salir al encuentro del enemigo e inició los preparativos para construir una gran flota. Mientras la católica María Estuardo era eliminada de la escena y obligada a subir al patíbulo (febrero de 1587), las naves de Francis Drake atacaban el puerto de Cádiz e incendiaban los navíos allí concentrados. El gran enfrentamiento tuvo lugar al año siguiente en aguas del canal de la Mancha donde entraron en contacto las unidades ibéricas —la Armada Invencible— con las inglesas. El combate duró una semana y se resolvió con un desastre para los españoles, menos dañados por el adversario que por una tempestad ante la cual no encontraron refugio adecuado. El frente protestante obtuvo pronto nuevos éxitos, Mauricio de Nassau, sucesor de Guillermo de Orange, al mando del ejército de las Provincia Unidas ocupaba Breda en 1590, Nimega y Deventer e en 1591, tras la muerte de Alejandro Farnesio, Felipe II aceptaba reconstituir en los Países Bajos una especie de estado borgoñón satélite, bajo la soberanía de su hija Isabel y su marido el archiduque Alberto. En 1596 Drake volvió a saquear Cádiz durante una semana, la orgullosa España empezó a pensar en negociar, la primera paz fue la de Vervins (1598), entre Felipe II y Enrique IV, la segunda entre Felipe III y la Inglaterra de Jaime I, que había unificado Inglaterra y Escocia en 1604. en 1606 el monarca español proponía un armisticio a las Provincias Unidas y al año siguiente fueron suspendidas las hostilidades: el 9 de abril de 1609 se firmaba una tregua de doce años, ello consagraba innegablemente la existencia de las Provincias Unidas, el reconocimiento del estado calvinista en 1648 fue sobre todo un acto formal. 41 Desde el Mediterráneo hasta la Europa del Norte y del Este. Las luchas de la segunda mitad del siglo XVI entre las potencias de la Europa occidental estaban consagrando las nuevas relaciones de fuerzas y nuevos equilibrios que iban a caracterizar la fisonomía mundial del siglo siguiente. Se puede situar en los años finales del siglo XVI el inicio del traspaso de la supremacía de España a las potencias marítimas protestantes. La mitad del siglo XVI había señalado el apogeo de la expansión otomana, tanto en el mar como en los Balcanes. Si el mundo germánico tardaba en organizarse contra el avance turco, la catolicidad meridional preparaba sus energías para la contraofensiva. En 1559 nacía la orden de los caballeros de San Esteban con sede en Pisa y base marítima en Livorno, se volvían a fortalecer las filas de la orden de Malta, precisamente en Malta un gran ataque llevado a cabo por Solimán el Magnífico y por Dragut chocó por primera vez con un obstáculo insalvable y se vio obligado a retroceder (1565). El nuevo sultán Selim III atacó Chipre que opuso una férrea resistencia, la alianza entre Venecia y los españoles que unieron sus tropas y fueron al encuentro de la armada enemiga, era tarde para salvar a Chipre pero no demostrar que la armada de la Santa Liga unida podía hacer frente a la musulmana: el 7 de octubre de 1571, la flota turca salía claramente derrotada de Lepanto, el efecto psicológico fue notable y desde entonces los otomanos, a pesar de reconquistar Túnez a los españoles al año siguiente, no intentaron ya el enfrentamiento directo en el mar, contentándose con la guerra de corso. En la segunda mitad del XVI, el Mediterráneo se estaba abriendo de nuevo a las marinas atlánticas, primero a la inglesa y luego a la holandesa. Fenómeno similar se producía en el Báltico, objeto de contienda entre daneses, suecos y anseáticos, el tratado se Spira en 1544 había proclamado que los estrechos del Sund tenían que ser dejados libres al tráfico y limitaba el importe de los derechos de pago, los mayores beneficiados fueron los holandeses, aunque el dominio de las aguas bálticas siguió siendo muy disputado. Tras ocupar Novgorod (1478), Iván III había expulsado a los anseáticos e intentado establecerse en el Báltico, medio siglo después Iván IV el Terrible reemprendió la empresa ocupando Narva, la reacción fue inmediata a la presencia rusa y polacos y lituanos formaron en 1569 la Unión de Lublin. Un tratado firmado al año siguiente entre las potencias bálticas (excepto Rusia), Inglaterra, Escocia, España y Francia proclamaba la libertad de navegación. La unión de los destinos de Polonia y Suecia —asuntos monárquicos— hizo frente a Iván IV, inicialmente derrotados lograron arrebatar Estonia y la ciudad de Narva y perdieron Livonia (1579-1581). El monarca sueco Juan III acogió a los jesuitas y abjuró del protestantismo (1578). En Polonia a la política tolerante de Segismundo II —estableció la libertad de culto— no tardó en seguir el influjo de la Contrarreforma, a la muerte de Esteban Bathory se reabrió la lucha por la sucesión entre el archiduque Maximiliano de Habsburgo y el heredero sueco, Segismundo, éste logro hacer retroceder al archiduque y lo hizo prisionero, concediéndole la libertad a cambio de su renuncia definitiva a sus pretensiones, Segismundo (1587-1632) de sólida formación católica no vaciló en hacer suyos los objetivos de la Contrarreforma, se enfrentó a sus propios súbditos adheridos, en gran mediada, al luteranismo siendo su propio tío Carlos el que se puso al frente del partido protestante. En octubre de 1536 fue promulgada en Brzesc (Brest-Litovsk) una unión confesional entre las iglesias romana y ortodoxo rutena. El fin del siglo XVI vivió los primeros síntomas de una reconquista católica de las tierras ocupadas por los turcos. El Papado estaba consagrándose a la reconstitución de un 42 frente antiotomano. El Imperio tuvo una brillante victoria sobre los turcos en Giurgevo (1595). La guerra del Danubio terminó con la tregua de Sziva-Torok, de noviembre de 1606, el sultán renunció entonces al tributo que le habían estado pagando los Habsburgo. El principado de Transilvania mantuvo sus vínculos a la Hungría austríaca. Las ambiciones polacs, sin olvidadar a Moldavia y Valaquia se orientaron a tierras rusas y conquistaron Esmolensko, el proyecto de anexionar moscovia a Polonia fracasó por la resistencia del pueblo ruso. En cambio, fueron notables los resultados en la política de unión religiosa con los ortodoxos. La gestación de nuevo orden europeo resultó muy laboriosa tanto en el este como en el oeste, tomó forma antes en occidente que en oriente. Inglaterra y las Provincia Unidas ocuparon la escena mundial hasta comienzos del siglo XVII, al lado de los reinos ibéricos y Francia. En cambio, la extensa zona báltica, polaca, rusa y balcánica continuará buscando una ordenación estable. 43 UNIDAD DIDÁCTICA 3: LAS ESTRUCTURAS DEL SIGLO XVII TEMA 1: LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA TEMA 2: LA COYUNTURA ECONÓMICA TEMA 3: LAS FORMAS RELIGIOSAS TEMA 4: LA CULTURA DEL BARROCO TEMA 5: LOS IMPERIOS IBÉRICOS TEMA 6: LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA DE EUROPA 44 TEMA 1: LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA Antes y después del siglo XVI la distribución de los hombres en la superficie terrestre resultó sumamente irregular, mientras por un lado el 70 % estaba concentrado al inicio del siglo XVI en el 7 % del territorio, por otro en suelo europeo —que representaba el 2 % del total— se hallaba concentrado un porcentaje del 20 al 25 % de la humanidad. Los dos polos demográficos del planeta eran Europa y China cuyas poblaciones iban en aumento continuo. De los 50-60 millones de 1400, los europeos pasaron al menos al doble a fines del siglo XVII, los chinos pasaron de 70 a 120 millones. El crecimiento, sin embargo, no fue un hecho continuo, el final del siglo XIV representó un momento de clara disminución, seguido por un estancamiento y luego por una decidida recuperación, que culminó a finales del siglo XVI. En cambio, el siglo XVII marcó un nuevo estancamiento, en algunos casos una caída demográfica, antes de producirse el renovado y gran impulso del siglo XVIII. La mortalidad fue claramente mayor en el siglo XVII que en el anterior, principalmente la infantil —de cien niños sólo 61 estaban aún vivos a los 15 años y entre 1580 y 1679 de cien varones vivos a los 15 años sólo 41 llegaban a los 50, en ambientes aristocráticos—. Se ha observado cierto paralelismo entre las depresiones económicas y la disminución del crecimiento demográfico en muchos países europeos durante las últimas décadas del siglo XVI y casi todo el XVII, la tendencia al declive se acentuó en torno a 1650 por la sucesión de crisis de subsistencia, de epidemias y de conflictos militares. En las grandes ciudades el promedio de defunciones fue claramente superior al de nacimientos, si la población urbana no disminuyó siempre en la misma proporción fue debido al continuo fenómeno de la inmigración del campo a la ciudad. La guerra de los Treinta Años provocó una parada brutal en el desarrollo demográfico en Polonia y Alemania, en esta época también la población de Bohemia disminuyó de 1700000 a 930000 habitantes y en Moravia de 800000 a 600000. En Bohemia fue debido al éxodo masivo de 150000 protestantes en torno a 1627 (cuando el emperador Fernando II expulsó a los nobles que habían rehusado convertirse). El Alemania a fin de la guerra contaba con el 40 % menos de habitantes que al inicio —el 50 % en alguna zonas—, mientras los centros urbanos alemanes perdieron cerca de 1/3 de sus efectivos, una región como Württemberg no volvió a tener su precedente demográfico hasta 1730. Un retroceso análogo se observó en otros países europeos; entre 1568 y 1648 en Bravante quedaron anulados los progresos que había registrado en los sesenta años precedentes. La peste de 1630 redujo en más de una tercera parte a las poblaciones de las ciudades italianas; en Cerdeña fue la carestía de 1680 lo que redujo sus habitantes de 300000 a 230000. Las pérdidas humanas causadas por las devastaciones que acompañaron a los turbulentos años de la Fronda (1648-1653) —París y Francia septemtrional— fueron casi un 20 %, una nuevas crisis en Francia fue la producida por carestía de 1693-1694 que afectó principalmente a los campesinos pobres. Otros descensos demográficos se registraron en Dinamarca en torno a 1650, en Inglaterra por la viruela y en Finlandia por la carestía producida entre los años 1696 y 1697. Una clasificación escalonada de la densidad demográfica entre las zonas europeas en torno a la mitad del siglo XVII, se obtendría el resultado de: 44 hab/km2 en Italia septentrional, 34 en Francia, una veintena en Alemania y poco menos en Castilla, y 5 en Rusia y en Ucrania. Pero cada país constituía un caso en sí mismo, si en apariencia Suiza no fue directamente afectada por los conflictos bélicos, si pagó un alto tributo a las guerras con la 45 aportación de mercenarios, de 50000 a 100000 suizos había caído en luchas ajenas en el siglo XV, de 250000 a 300000 en los siglos XVI y XVII. La emigración del campo a la ciudad actuó de modo muy decisivo sobre todo hacia las capitales —como París y Londres— . La primera necesitó tres siglos para incrementar su población de 100000 a 200000 habitantes, luego entre 1610 y 1660 se dobló de nuevo, la ciudad contaba con cerca de 450000 personas en 1684. el desarrollo de Londres fue análogo a mediados del siglo XVI tenía 100000 habitantes, el doble hacia 1610 y el cuádruple en 1665, hay que destacar que Inglaterra estaba desprovista de otras grandes aglomeraciones, solo cuatro —Norwich, York, Bristol y Exeter— superaban los 10000 habitantes. En grandes ciudades europeas se habían convertido Madrid y Viena ambas con 100000 habitantes a finales del XVII y sobre todo Ámsterdam que dobló su población entre 1622 y 1700 llegando hasta los 200000 habitantes. En cambio, Venecia y Amberes retrocedieron demográficamente perdiendo la última más de la mitad de sus efectivos entre 1568 y 1569. por otro lado, en Polonia de los 700 centros con el título de ciudad sólo ocho superan los 10000 habitantes y Hungría que en 1680 parecía un desierto. Entretanto, la peste disminuía lentamente, bien por la difusión de una raza de ratas marrones que habría eliminado el precedente portador de las pulgas pestíferas, la rata negra, o por la sustitución de la madera y la paja por piedra o ladrillos en las construcciones de las casas. En contrapartida, la intolerancia religiosa provocaba desplazamientos más o menos forzados de poblaciones enteras o grupos importantes. Entre 1609 y 1614 el rey de España Felipe III expulsó de sus dominios a cerca de 275000 moriscos que se dirigieron al norte de África. Otros movimientos migratorios fueron os de los protestantes de los Países Bajos, de los hugonotes franceses y de los escoceses. El único caso de emigración voluntaria fue la de decenas de millares de ingleses en dirección a las colonias de la América septentrional. En cambio, en la guerra que se entabló en Irlanda —entre 1641 y 1652— hubo un verdadero exterminio de la población autóctona que perdió medio millón de personas. Un grupo étnico para el que desde el siglo XVI se agravó la tradicional diáspora fue el hebreo, en los países en que eran tolerados estaban obligados a vivir en guetos que no representaban, precisamente, un refugio seguro. Entre el siglo XVI y XVII desde Levante hasta Ragusa, desde Italia hasta Alemania e Inglaterra, los hebreos supieron dar cuerpo a asentamientos muy fructíferos y a una especie de internacional de los negocios. En centros como Ragusa, los hebreos tomaron en sus manos casi todos los hilos de los comercios, en otos, como en Venecia, constituyeron un grupo de importancia fundamental. Muchos exiliados de la península ibérica se establecieron en Ámsterdam y en Hamburgo y facilitaron la penetración nórdica en los imperios español y portugués. 46 TEMA 2: LA COYUNTURA ECONÓMICA Tendencias de la economía. El siglo XVII no se presenta para Europa como una fase de desarrollo y expansión, a pesar de ampliarse e intensificarse los intercambios con los demás continentes. Cuando los especialistas hablan de la economía de este periodo, emplean términos negativos como crisis, depresiones o recesiones, de modo análogo a los demógrafos. Si se quiere explicar la evolución de la situación económica, se debe analizar dentro del contexto general, donde se observa que el aumento de las especias en Extremo Oriente, la equiparación de la relación asiática oro-plata con la europea, el freno impuesto a los productos europeos en el mercado mexicano contribuyeron al estancamiento por lo menos relativo de los intercambios. En Europa, Holanda e Inglaterra se resintieron menos de las dificultades económicas que España o Polonia, la recesión de las ciudades de la llanura italiana del Po repercutió en los mercados de Alemania meridional y aquí y en Renania se resintieron negativamente del colapso de Amberes, que también fue pernicioso para España. Los historiadores de la economía ven en el siglo XVII una constelación de depresiones (desde la producida en 1620-1630 hasta las ocurridas en 1660-1670 y 1690-1700) sin tener en cuenta que, particularmente en España y en Italia, ya se verificó una a finales del siglo XVI con el declive da las importaciones de metales preciosos procedentes de América. En el siglo XVII, la economía castellana acusó bastante bruscamente el final de un periodo de expansión, así como un retroceso demográfico y dificultades financieras. La disminución de las llegadas de oro y plata a España se volvieron a producir entre 1610 y 1620, seguida de una contracción de los comercios entre la madre patria y los virreinatos del otro lado del Atlántico; se ha calculado que al quinta parte correspondiente a la corona de los metales preciosos importados pasó de once millones de pesos en el quinquenio 1601-1605 a 600000 pesos en el quinquenio 1656-1660. la inflación monetaria derivada de ello fue bloqueada en 1679 con las medidas tomadas por el gobierno de Carlos II. La economía mundial de España, tras haber condicionado el desarrollo europeo del siglo XVI, lo influenciaba negativamente mientras su flota mercante declinaba de modo claro. En el Mediterráneo, repercutió en las primeras décadas del siglo XVII la llegada masiva de los holandeses al océano Índico, su aparcamiento de las especias y de los mismos productos del mercado persa, que ahora llegaban a Ámsterdam por la ruta atlántica, las marinas mediterráneas, con excepción de la francesa, cedían el paso en aguas de Levante a la victoriosa competencia de las naves holandesas e inglesas. Se resentían las exportaciones italianas y con ello la producción que se redujo considerablemente debido a la competencia de los tejidos ingleses y holandeses introducidos directamente en los mercados mediterráneos por sus respectivas marinas. La economía balcánica acusaba, igualmente, un notable estancamiento. A excepción de Riga, los puertos bálticos sufrieron entre 1620 y 1650 un declive que llegó a repercutir incluso en Londres. En suma, aún cuando Europa entera fue invadida progresivamente por una oleada de crisis en la primera mitad del siglo XVII, en los países septentrionales no se verificó una auténtica disminución de las fuerzas comerciales. Las monedas de oro y plata no eran objeto de circulación popular, se concentraban en manos de quienes se ocupaban del comercio externo. A escala europea, el metal precioso provenía sobre todo de España. Para el incremento de sus negocios, tanto holandeses como 47 ingleses tenían necesidad de ese metal, los holandeses pudieron consolidar su situación en el Norte gracias a disponer de esos metales. Las Provincias Unidas habían concedido libertad de movimiento a las divisas y constituyeron un gran mercado de lingotes de oro y plata. La plata española era obtenida a cambio de trigo, cobre, estaño, tejidos y madera, una parte se iba hacia el Báltico y otra hacia las Indias orientales y China. Ante el incremento del valor de la plata los estados recurrieron al cobre para la acuñación de sus monedas. Se produjeron fuertes devaluaciones, las mayores en Turquía, Polonia y Francia y también en Rusia donde el cópec de cobre sustituyó al de plata. Con relación al oro, la plata se devaluó en Europa desde la mitad del siglo XVII, llegó al mercado un nuevo protagonista: el oro de los yacimientos aluviales brasileños de Minas Gerais (Mato Grosso) y de la región de Bahía. También en este siglo los imperativos religiosos dejaron de ejercer su primacía sobre la actividad económica, aunque la noción de justo precio siguió estando viva y siguió inspirando la política de las autoridades, sobre todo en el campo de la alimentación. Los comercios. A pesar de los progresos realizados en los tráficos terrestres, estos fueron turbados tanto por los frecuentes y prolongados conflictos bélicos como por fenómenos naturales. Ls administraciones públicas no fueron capaces de obviar la mala calidad de las rutas ni la difícil circulación por los cursos de agua, a excepción del Rin que constituía un eje de importancia muy notable para las numerosas chalanas que lo surcaban, llevando hasta Frankfurt del Main el pescado holandés y los tejidos flamencos para regresar con cargas de vino, aceite, fustanes o seda, etc. Interesente fue el desarrollo seguido por el comercio de la lana inglesa y de sus productos, sobre todo en la época del florecimiento de Amberes, su exportación al continente era ingente y excedía a la demanda local. La lana era llevada a un staple o factoría, que tras la pérdida de Calais (1558) fue sucesivamente situado en Middelburg y en Brujas. En 1617, la factoría fue abolida y se prohibió la exportación ya que la lana era necesaria para la industria insular, que además empezaba a importarla de España. Los ingleses tenían factorías en los Países Bajos y en las Provincias Unidas dominando el mercado de telas de calidad, también hicieron competencia a los holandeses en el Báltico, aunque aquí el volumen holandés era muy alto ya que 1666, las tres cuartas partes del capital que pasaba a través de la Bolsa de Ámsterdam se invertía en aquella zona. Ni siquiera las Actas de comercio emanadas desde Inglaterra y las tarifas aduaneras impuestas por Francia (1664 y 1667) lograron quitar a los holandeses la primacía comercial, que mantenían el control de los tráficos en Europa. Uno de los principales artículos casi monopolizados por ellos era la madera, indispensable para la actividad de los astilleros, que tras agotar las reservas españolas, inglesas y francesas hubo que recurrir a Noruega y el Báltico, Dantzing era el principal puerto de la madera. Los tráficos de las marinas fueron sumamente intensos a través del Sund en el Báltico, así mismo, las marinas nórdicas fueron muy activas en el Mediterráneo, los holandeses en 1670 tenían 200 naves de 360 Tm., los ingleses les hicieron una competencia muy activa, preparando lentamente la supremacía que alcanzarían en el siglo siguiente. Así, el Mediterráneo era un teatro de intensas corrientes de intercambio, y de esa zona y en particular de Italia los países nórdicos copiaron la técnica comercial, sobre todo en el campo de la contabilidad, así los mercaderes holandeses se aplicaron atentamente a hacer 48 suyos los métodos de la actividad bancaria, en Suiza, éstos fundaron manufacturas de terciopelo, introdujeron la industria de la seda y el cultivo de la morera, librando a los cantones de la dependencia económica de los países limítrofes. Se desarrollaron las técnicas aseguradoras, crediticias y financieras que contribuyeron a la expansión comercial y teniendo un particular desarrollo las sociedades basadas en la inversión permanente de capitales. La expansión de este capitalismo comercial favoreció innegablemente la reorganización de la producción industrial. Mercantilismo e industrias. Un fenómeno nuevo producido en el siglo XVII fue el nacimiento de las políticas mercantilistas inspiradas en el nacionalismo, contaban con numerosos precedentes en las practicadas por las ciudades al inicio de la Baja Edad Media que ahora tuvieron mayor repercusión internacional. Muchos gobiernos actuaron con la convicción de que era una de sus funciones el disciplinar la actividad económica de sus propios súbditos y uno de los criterios fue controlar el volumen de las importaciones y desarrollar las exportaciones, así se tenía muy en cuenta la balanza comercial y se intentaba equilibrar con la producción agrícola e industrial. La guerra apareció como la desembocadura natural de las rivalidades económicas y del comercio como su prolongación por diversos medios, es decir, que a los motivos dinásticos de conflicto propios de la Europa de los siglos XIV y XV y a los confesionales del XVI se unieron entonces los específicamente económicos. La rivalidad económica constituyó un componente relevante en la primera guerra entre ingleses y holandeses, el Acta de Navegación de 1651 pretendía eliminar a los holandeses del comercio de importaciones a Inglaterra. El segundo conflicto en 1665 fue considerado como el clásico ejemplo de una guerra comercial. Los holandeses además de chocar con el mercantilismo inglés, no tardaron en hacer lo propio con el francés. Para ingleses y franceses, la desorbitante actividad marítima de lo holandeses era incompatible con la noción de soberanía económica y para los holandeses la razón de estado estaba subordinada a los intereses privados del comercio. En el transcurso del siglo XVII, la organización de la industria siguió llevando un retraso bastante considerable con respecto a la del comercio a pesar de las persistentes reglamentaciones corporativas. Sólo en Inglaterra y en Holanda la industria logró sustraerse al control de las guildas y responder de un modo más ágil a las exigencias de la demanda y de la moda. El grueso de la actividad manufacturera, el sector textil, siguió siendo de tipo artesano o incluso doméstico como la producción de lana —1969 unos 40000 operarios trabajaban en sus domicilios en Manchester—, a pesar de algunos momentos de crisis la industrial textil inglesa fue bastante próspera sacando gran partido de la inmigración de numerosos oriundos de los Países Bajos meridionales. En la producción de seda fue la italiana la más destacada y mejor provista de materia prima. En metalurgia, la industria del cobre y del hierro fue notablemente estimulada en Suecia a causa de las confrontaciones bélicas, la industria de la fundición en Inglaterra y Suecia desplazó a favor de los países nórdicos el equilibrio económico europeo. El carbón se convirtió en una importante materia prima de la industria, su aprovechamiento —aún inicial— favoreció el desarrollo del sistema capitalista de producción. 49 TEMA 3: LAS FORMAS RELIGIOSAS El resurgimiento evidente de las actividades eclesiásticas estuvo marcado por el programa explícito de vincularlas en mayor medida a la vida mundana y laica. Entre los artífices más eficaces de esta orientación figuraron los jesuitas, presentes ya en muchas naciones europeas: en 1626, España contaba con 1962, Alemania con 2283 y Francia con 2156. Resultó un conjunto imponente de iniciativas que se referían a la vez a la vida cultural y política, a la social y económica. En Francia los jesuitas, readmitidos en 1603, se dedicaron a la instrucción elemental desde 1617 en adelante, en 1626 sus doce colegios de la región parisina contaban con más de mil alumnos cada uno. En la primera mitad del XVII también operaron los oratorianos del cardenal Bérulle: en menos de un cuarto de siglo fundaron 43 colegios de enseñanza. Entre 1600 y 1650 fueron instituidas en Francia más de 7500 casas de religiosos por le florecimiento de órdenes tanto antiguas como nuevas. La Italia y España católicas ejercieron una notable influencia en Francia, los carmelitas reformados fueron introducidos tras un viaje de Bérulle a España. Entre las nuevas fundaciones destaca la congregación benedictina de Saint-Maur que se distinguieron por la investigación histórica erudita. Junto a las órdenes prosperaron las cofradías. En 1625 en París había 325, la cuarta parte del suelo urbano de París estaba ocupada en el siglo XVII por edificios sacros o de asistencia social, a los 30 monasterios en 1600 se sumaron 60 (20 hombres y 40 mujeres) antes de 1660. Destacar el Hospital Nom-de-Jésus, fundado en 1635 por San Vicente Paúl que daba asilo a mendigos y en 1665 el Hôpital General des Pauvres de la Compagnie du Saint Sacrement. La acción de la Contrarreforma se hizo sentir de un modo más amplio e intenso en el siglo XVII que en el anterior. Si el protestantismo había exaltado la función sacerdotal de los laicos, el catolicismo —al menos en algunas zonas— otorgó al laicado un puesto mucho más importante que antes, una prueba fue el interés de la órdenes religiosas más dinámicas por la enseñanza. La Contrarreforma emprendió una auténtica campaña misionera en la mayor parte de Europa, el calvinismo la siguió a dura penas mientras el luteranismo no hizo nada al respecto. En Bohemia y en los Países Bajos el catolicismo triunfó gracias a la presencia de tropas españolas, los protestantes fueron considerados como muertos civiles, excluidos de los cargos públicos y del reconocimiento legal de sus matrimonios, sin llegar a los extremos de Bohemia donde los herejes eran amenazados con la muerte y la confiscación de sus bienes. En Moravia sólo se obligó a los nobles protestantes a vender sus bienes en 1654 y en Silesia en 1653 fueron cerrados 656 templos protestantes y expulsados 500 pastores. La universidad católica de Breslau fue fundada bajo el mandato del emperador Leopoldo y reconocida oficialmente en 1702. El siglo XVII registró manifestaciones de una religiosidad muy aguda y rígida. En el campo católico mencionar a san Vicente Paúl y a los jansenistas, el primero fue guiado por la idea de que para elevar el nivel religioso de los cristianos era necesario actuar con fuerza sobre la formación de sus sacerdotes, llevó a cabo desde 1628, sus programas de retiro espiritual para los que estaban a punto de ser ordenados sacerdotes que tuvieron tal éxito que todas las diócesis francesas los adoptaron; la trayectoria de los jansenistas que llegaron a posiciones similares a los calvinistas, afirmando que Cristo no había muerto por todos los hombres, insistían en el carácter irresistible de la gracia, en el número limitado de elegidos y en a indignidad del hombre tras el pecado original. 50 En el campo protestante se estaba consolidando una tendencia impregnada de tolerancia, a principios del XVII en Holanda hubo una controversia entre los calvinistas más rígidos —encabezados por Gomar (1565-1641) y llamados gomaristas— y los partidarios de Armiño (1560-1609) según el cual Cristo se había inmolado por todos y nadie podía proclamarse elegido antes de morir. En lo político, los primeros eran partidarios de la autonomía de la Iglesia respecto al Estado, y los segundos se inclinaban por un amplio control civil de la vida religiosa. Se consolidaron los pietistas de Paul Gerhardt (1606-1676) dedicados al activismo de la piedad. En lo religioso por un lado se llegaban a excesos innegables y por otro había concesiones dogmáticas y una práctica más liberal y comprensiva. Esto se llevó a cabo desde la primera mitad del siglo XVII en el ámbito de la academia protestante de Saumur, fundada por el hugonote Du Plessis Mornay, este colegio teológico inspiró una tendencia al liberalismo religioso no muy distinta a la propugnada por Armiño. Una filiación espiritual menos eclesiástica, aunque análoga, es la que se puede establecer entre el deísmo incipiente de Fausto Socino (1539-1605) o Jean Bodin (1530-1596) y el de los ingleses Herbert de Cherbury (1583-1648) Y John Locke (1632-1704). Durante el siglo XVII se robustecieron progresivamente las corrientes racionalistas que habían hecho su aparición en el siglo anterior. Por otra parte, insistiendo en la importancia de la libertad de conciencia, los arminianos sostenían que sólo esa libertad se podía compaginar con la libertad de comercio, que no debía condenar al ostracismo a ningún pueblo ni a ninguna fe. El gran binomio que inspiraba esta actitudes de pensamiento era el de naturaleza y razón, así un hombre de firmes convicciones religiosas como Pierre Bayle (1647-1706) en su Diccionario filosófico asumía actitudes y defendía tesis cuyo racionalismo podía parecer más libertino. La corriente que en Francia encarnó este modo de pensar fue el libertinismo erudito, cuyos exponentes fueron Pierre Gasendi (1592-1665) y La Mothe le Vayer ( 15881672) esta corriente expresaba la necesidad de liberar a las personas instruidas en las constricciones doctrinales, disfrutar el derecho de la razón en el examen de los problemas morales y humanos, aunque sin atacar de frente a las posiciones oficiales de las distintas iglesias. 51 TEMA 4: LA CULTURA DEL BARROCO Una gran parte de la cultura más difundida siguió siendo la transmitida por los ministros de las distintas confesiones. El siglo XVII es un periodo de predicación intensa y meticulosa más sistemática y organizada que los siglos anteriores. En el campo católico su exponente fueron los jesuitas y en el campo protestante lo más aguerridos fueron los puritanos ingleses. Frente a ellos había un conjunto de cátedras de enseñanza mucho más tupido que antes. Se trataba de niveles culturales distintos y poco comunicados entre sí, el primero correspondía a estratos amplios y en gran parte analfabetos de la población y, el segundo, a grupos más restringidos y de condición más elevada. La preocupación por saber leer y escribir para poseer una cultura personal fue sumamente rara, la mayor parte de la gente buscaba la instrucción como requisito técnico o profesional, incluso para esto, la formación de las ideas morales y de las normas de conducta estaba en manos del clero. Así mismo, existía un desnivel bastante claro entre la alfabetización de la gente de las ciudades y de las que vivían en el campo, en Narbona, por ejemplo, el 90 % de los burgueses sabía leer y escribir a finales del siglo XVI, entre los artesanos urbanos el porcentaje era del 65 % y en el territorio circundante oscilaba entre el 10 y el 30 %. Desde un punto de vista global, se observa que al instrucción, a finales del XVI, estaba ya tan difundida en París casi como lo estará en el resto de Francia a finales del XVII. Hacia 1380, los 100000 habitantes de la capital francesa tenían 41 escuelas públicas para varones y 22 para mujeres, todas de pago. La situación variaba de unas zonas a otras, se ha afirmado que los países protestantes tenían, a final de siglo, el grado de instrucción más alto de Europa, sin embargo, en el radio de acción católica se realizaron grandes progresos, en París desde mitad de siglo cada parroquia poseía una escuela gratuita para los pobres y a finales del siglo el número de mujeres alfabetizadas era casi igual al de los hombres. El sistema de censura de las obras impresas era mayor en los países católicos que en los protestantes, con todo, la censura actuaba con criterios diferentes según los estados: en España se podía escribir libremente sobre problemas económicos y coloniales pero no sobre filosóficos y morales. De todas formas el control de los gobiernos resultó casi tan constrictivo como el de las iglesias. En París, por ejemplo, el libro gozó de una mayor libertad que fue en aumento hacia finales de siglo. Desde el punto de vista de la lengua empleada, la progresión de los idiomas nacionales fue relativamente lenta, en el ultimo tercio del siglo XVI, el 65 % de los libros publicados en Frankfurt no estaban escritos en alemán, éstos descendieron al 50 % a comienzos del XVII y desde 1680 estaban en clara minoría. El siglo XVII fue el siglo de las publicaciones políticas, en el tiempo de la Fronda, aparecieron en París más de cuatro mil opúsculos de propaganda y, durante la revolución inglesa (1640-1661) se publicaron al menos quince mil, donde los diarios británicos tuvieron un desarrollo prodigioso y pasaron de 4 en 1641 a 167 en 1644 y a 722 en 1645. en París igualmente, los periódicos constituyeron un sector independiente de la actividad de la imprenta. Los primeros periódicos eran las versiones tipográficas de los <avisos> que circulaban manuscritos en el siglo anterior y ahora contenían crónicas reunidas de diversas ciudades europeas en lugar de una sola. El primer semanario apareció en 1615 en Frankfurt. Los gobiernos aprovecharon este canal informativo, Richelieu encargó a Théophraste Renaudot la publicación de la “Gazette de France” en 1631, ejemplo seguido en Florencia en 1636, Roma en 1640, Génova en 1645 y Madrid en 1661. Inglaterra fue el primer país en poseer un prensa de oposición política a gran escala, siendo su mayor exponente Jhon 52 Lilbourne en los años 1648-1649. el siglo XVII también el primero en poseer una literatura popular impresa, a la que contribuyó en gran parte la narrativa novelesca. Este periodo no fue cultural y científicamente muy brillante para las universidades que no supieron fomentar el desarrollo del saber, se mantuvieron mucho tiempo fieles a la escolástica tradicional. Muchas desempeñaron la función de proporcionar a los hombres cualificados para ocupar los puestos superiores de la administración y de los tribunales. En muchos sitios se exigía un título universitario, así que pequeños nobles o burgueses debían pasar por estos centros de enseñanza superior. La función internacional de las universidades no decreció y su función cultural resultó cada vez más integrada en otras instituciones. En este siglo florecieron las academias y estaban, sin duda, reservadas a una elite y que se abrían a un círculo de nivel cultural y ambiente social determinado. Sucedió a menudo, sobre todo entre los literatos, que se formaba para tener un público al que poder destinar su producción. Lo que más cuenta, a pesar del respeto a la ortodoxia religiosa, es que se trataba de cenáculos laicos, libres de tratar cualquier tema y capaces de afrontar problemas de actualidad o de utilidad pública. La vida cultural de estas academias se completaba con los intercambios que se producían entre ellas y con las visitas que recibían. Cada vez era más frecuente el viaje de actualización y estudio que muchos nobles, burgueses y artistas, llevaban a cabo para perfeccionar su formación. El país que más objeto de esas visitas temporales era, por su patrimonio artístico, cultural y científico, Italia, donde afluían visitantes de toda Europa. 53 TEMA 5: LOS IMPERIOS IBÉRICOS Es lógico reunir a los dos reinos ibéricos por cuanto entre 1580 y 1640 ambos tuvieron los mismos soberanos. a los lusitanos la unión dinástica les reportó más inconvenientes que ventajas, ya que los enemigos de España aprovecharon la ocasión para dañarla extendiendo la lucha a Portugal y a sus posesiones. La unión dinástica no se tradujo ni en una política unitaria ni en una integración económica orgánica, los portugueses mantuvieron la gestión de la autonomía de sus dominios y sus tráficos pero no vieron que se les extendieran los privilegios de que gozaban los castellanos ni obtuvieron el derecho a comerciar con la mayor parte de las posesiones españolas. Ambos imperios coloniales estuvieron separados a pesar de sus estrechas relaciones, que se saldaron mejor sobre todo en Extremo Oriente y en el transporte de los esclavos africanos a América central y meridional, los negros iban directamente a Potosí a través del puerto de Buenos Aires, desde donde llegaban al norte por la vía de Tucumán. El Imperio Lusitano La organización de los tráficos lusitanos no resultó modificada desde 1580 en adelante. En el siglo XVII el portugués siguió siendo la lengua franca que se había impuesto en los comercios asiáticos y los contactos con los indígenas siguieron estando marcados por la tolerancia recíproca y mezcla racial. El monopolio real siguió concediendo a cuantos participaban en el comercio el derecho a embarcar cargamentos personales de mercancías que eran inferiores a las transportadas por cuenta del erario público. Aunque desde el inicio del siglo XVII las tierras de ultramar fueron proclamadas parte integrante de la madre patria, los funcionarios locales controlaban a su placer los comercios y la vida económica. Por un lados las técnicas tradicionales se revelaban cada vez más inadecuados y por otro, su estado se mostraba menos capaz de salvaguardar su monopolio, estas deficiencias se pusieron de relieve en el conflicto armado con los holandeses. Los lusitanos poseían excelentes oficiales y comandantes, pero confiaban la dirección de sus unidades a nobles provistos de una experiencia más militar que náutica, lo que produjo disensiones y actos de indisciplina. Sus naves estaban más concebidas para almacenaje que para resistencia al mar o ataques enemigos, así las flotas portugueses tuvieron la tendencia a estar compuestas de un número cada vez menor de unidades, al viajar sobrecargadas o a veces siendo vetustas, sufrieron numerosos naufragios, una serie particularmente negra se registró en los 16201623 en que sobre 34 naves que habían partido de Lisboa naufragaron ocho, tuvieron que volver atrás nueve y fueron capturadas dos. En el siglo XVII la competencia holandesa puso al descubierto los inconvenientes de haber hecho de Goa el centro del sistema económico y administrativo del océano Índico, los tráficos allí, estaban obstaculizados por los monzones, situaron múltiples comercios: tejidos indios de algodón se cambiaban en África por oro y marfil y en Indonesia por especias. A causa de los vientos las naves no podían acercase a Goa durante los tres meses de invierno, mientras que durante los tres de verano no podían zarpar. Cuando los holandeses hicieron sus incursiones en el Índico tuvieron en cuenta esas dificultades y prefirieron adentrarse directamente en Indonesia. Entre 1637 y 1645, conjuntamente con los ingleses, decidieron realizar el bloqueo de Goa, logrando derrotar a sus comercios que ya no levantaron cabeza. 54 Antes de estos acontecimientos , la potencia portuguesa había iniciado su decadencia, los comercios lusitanos en Extremo Oriente florecieron en medio de contratiempos, el envío anual de una gran nave a Japón se realizó únicamente entre 1560 y 1618, aunque circularon por aquella ruta unidades menores y más veloces, eran tráficos rentables centrados en Macao, donde se cargaban porcelanas y sedas para Nagasaki. Otra conexión era la que unía Macao con Macasar (isla de Célebes), rica en especias y con Manila. Los dominios portugueses estaban repartidos en un espacio inmenso, protegidos por una marina gloriosa pero de mediana entidad que no podían escapar durante mucho tiempo de los ataques de los rivales. Esto ocurrió también en Brasil, primera tierra en la que intentaron sacar provecho agrícola, la concesión semifeudal del suelo favorecía el régimen de las plantaciones, cuyo apoyo era el empleo de la mano de obra negra. La primera capitanía importante fue la de Sao Vicente, cerca de Santos (1532), luego Pernambuco y la de Bahía. Las plantaciones continuaron su crecimiento y en 1620 los colonos europeos o de sangre mezclada se aproximaban a los 70000 situados la mayor parte en la zona azucarera de Pernambuco. Los holandeses habían hecho su aparición en la zona en torno a 1587 y en el siglo XVII se instalaron en la costa del noroeste, importaban esclavos y exportaban azúcar y en 1620 controlaban una tercera parte del comercio. Llegó así su primer golpe de mano sobre Bahía (1623-1625) sin consecuencias inmediatas. Más duradera fue su acción contra Recife y Olinda (1630), ocuparon Olinda en 1631 y en 1635 Recife. Su retirada no fue provocada por la reacción portuguesa sino por la guerra que libraron simultáneamente con Inglaterra, los holandeses asediaron las colonias lusitanas en África: Luanda, santo Tomé, etc. Los portugueses en 1649 constituyeron una compañía general para el comercio de Brasil, asumido el monopolio de transporte entre las grandes colonias y la madre patria. Otras grandes compañías fueron fundadas bajo el reinado de Pedro II (1667-1683). El Imperio Español A mediados del siglo XVI, España era todavía la segunda nación marinera de Europa, a pesar de los tráficos sevillanos con América, su flota mercantil más importante era la vizcaína, con Bilbao como centro principal de astilleros, sólo en el siglo XVII los astilleros de Vizcaya comenzaron a decaer. Pese a los incesantes conflictos, España hasta 1660 logró hacer funcionar las conexiones entre Andalucía y las colonias americanas, hasta esa fecha las escuadras que las aseguraban fueron interceptadas o derrotadas solo tres veces (famosa fue la acción del holandés Piet Heyn que en 1628 se apoderó de ocho millones de florines). La flota llamada Carrera, compuesta por sesenta naves de promedio, atravesaba cada año el Atlántico con unidades de tonelaje cada vez mayor (400 de media hacia 1600), aunque eran naves de escasa facilidad de maniobra y que embarrancaban con facilidad. En el siglo XVII la potencia económica y política de España se estaba disgregando, la lucrativa Carrera experimentaba una transformación interna, los comerciantes extranjeros asentados en Cádiz tomaron cada vez más su control y al menos durante las primeras décadas del siglo siguió siendo el vehículo de relevantes tráficos atlánticos. En la primera mitad del XVII los cargos sevillanos de la Casa de Contratación fueron ocupados por personajes de alto linaje pero exentos de competencia económica, con la consiguiente pérdida de su eficiencia administrativa. 55 Como a los colonos les estaban prohibidas numerosas actividades productivas, los tejidos, el vino, el aceite, el jabón, la lana de la madre patria llevaban las naves de la Carrera en sus viajes de ida. Las posesiones de ultramar no constituyeron para la industria española ningún estímulo suficiente para el desarrollo adecuado. La economía colonial siguió estando basada en la ganadería, en las plantaciones y en las minas, los competidores ingleses, holandeses y franceses lograron romper el monopolio y abastecer con sus productos al Nuevo Mundo Ibérico. El mercantilismo español se ejerció también en el Pacífico: las importaciones chinas que hacían la competencia a los tejidos castellanos fueron prohibidas en 1631. durante todo el siglo XVII siguió estando en actividad la línea Acapulco-Manila recorrida por galeones construidos en Manila por artesanos asiáticos dirigidos por maestros europeos. El mejor periodo para estos tráficos fue entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII. En Extremo Oriente se produjo la conjunción entre los tráficos lusitanos, españoles y chino-japoneses. Mientras que los españoles no abandonaron las Molucas hasta 1663, Manila contribuyó a salvar el comercio de Macao cuando Japón expulsó a los portugueses y los holandeses bloquearon Malaca. Desde 1620 hasta 1680 las Filipinas se resintieron fuertemente de la clausura al exterior verificada en China, en este mismo periodo declinaba la producción de plata del Perú. El desgaste infligido por los corsarios franceses, ingleses y holandeses se hizo sentir cada vez más sobre el sistema de los tráficos españoles. El comercio entre América y Sevilla descendió por debajo de la 10000 toneladas anuales alrededor de 1640, a causa de la rivalidad armada holandesa, y a continuación siguió descendiendo. 56 TEMA 6: LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA DE EUROPA Las formas de la supremacía oceánica El proceso de relaciones marítimas entre continentes iniciado y desarrollado en el transcurso del siglo XVI, se intensificó en el XVII. No todas las flotas se incrementaron igual, los armamentos navales conocieron un clarísimo ascenso, se distinguieron sobre los demás los ingleses y los holandeses. El tonelaje mercantil de Inglaterra era de 70000 Tm. en 1582, Holanda con sus 570000 Tm. en 1670 superaba ampliamente a Inglaterra, Francia, Escocia, Alemania, España y Portugal juntas, así Ámsterdam superó a Lisboa también como centro de la publicación de mapas, atlas y manuales de navegación. La proyección cartográfica de Mercator (1569) y perfeccionada por Wrigt (1590) se hizo de uso casi normal a partir de 1630. El curso de la historia se estaba modificando gracias a las nuevas orientaciones de los tráficos con repercusiones tanto fuera del continente como en el interior. En la ocupación territorial Europa controlará hacia el 1700 cuatro millones de km2. El orgullo del europeo se estaba desarrollando cada vez más frente a los pueblos de ultramar, aunque los objetivos de la conquista religiosa no habían desaparecido, habían cedido rápidamente el primer puesto a los económicos, ya en transcurso del siglo XVI. Ya desde los siglos XV y XVI los europeos se habían aproximado a otros pueblos con desenvuelta superioridad, como si los que no eran cristianos estuvieran desprovistos de auténticos derechos sobre el suelo que ocupaban y sobre los productos que éste ofrecía. De 1533 en adelante el rey de Portugal concedió a sus nobles las capitanías hereditarias en Brasil. Ya en el XVII, los distintos gobiernos concedían siempre la soberanía feudal a las compañías privilegiadas, que se comprometían a cumplir sus obligaciones de vasallos. En 1606 Jacobo I cedió a los socios de la Virginia Company la plena propiedad de las tierras que hubiera descubierto; en 1628 Luis XIII asignó el Canadá a la Compagnie Française des Indes Orientales. De este modo el aspecto de varias áreas de ultramar, sobre todo costeras, era remodelado según la pauta de los usos y de los modelos de vida vigentes en Europa. La relación de dominio más exportada fue la señorial dado que se trataba de ocupación del suelo y de aprovechamiento de sus recursos. Para los estados, la expansión oceánica representó un factor de consolidación y se tradujo en una reorganización administrativa. Una particular relevancia asumieron en el siglo XVII las relaciones entre los gobiernos y las compañías monopolistas que dependían de ellos. El desarrollo del aparato estatal les llevó a intervenciones directas en sus operaciones de ultramar y los estimuló para recuperar los derechos que al principio habían sido cedidos a las compañías, con el objetivo de someterlas a las leyes válidas para todo los súbditos, así se verificaron desacuerdos entre las compañías y los gobiernos. Los estados se interesaron de valerse de los privilegios que habían concedido para pasar a la gestión directa de las colonias y hacer de ellas las bases de auténticos imperios, llegaron a enfrentarse con los colonos, cada vez menos dispuestos a sacrificarse por las exigencias de los intereses de los grupos económicos de la madre patria, se pasó, en poco tiempo, de la expoliación o de la explotación epidérmica al de la valoración autónoma de los recursos de ultramar, surgiendo así las contradicciones del sistema colonial. La primera solución fue la de las compañías comerciales, ala que ya se había recurrido para los tráficos con el este europeo o el Levante. 57 Existieron compañías efímeras y otras más seculares, con radio de acción solo regional o bien mundial, algunas se hicieron así prósperas (como las de las Indias Orientales holandesas, británicas y francesas) hasta el punto de poder moverse como potencias autónomas y constituir un estado dentro del estado. Se entraba en ellas por derecho hereditario o por el pago de una cuota o bien al término de un periodo de aprendizaje. Las compañías que sólo admitían a comerciantes cualificados se distinguían de las que aceptaban a cualquiera que invirtiese su dinero, las primeras se caracterizaban por sus estatutos y las segundas por el modo de invertir el capital. Cada socio utilizaba sus fondos como caja común para cada viaje: al regreso, los intereses eran divididos. Las compañías que operaban en lugares geográficamente dispersos nombraron gobernadores locales, sometidos de diferentes modos a la dirección central. Cualquier representante quedaba libre para poder negociar personalmente, fuera del ámbito de la compañía, y por ello podía llegar a convertirse en el competidor más temible. Europa utilizaba en su expansión oceánica los instrumentos más perfeccionados de su técnica naval y militar, de su organización social y económica, aunque no podía dejar de tropezar con dificultades que no eran sólo materiales o exteriores, en muchos casos, se encontraban con poblaciones de distinta mentalidad y con las que era muy difícil comerciar. Otra dificultad era la escasa disponibilidad de mano de obra, las compañías tuvieron que recurrir frecuentemente al reclutamiento de colonos europeos, muchos braceros eran contratados por periodos que oscilaban entre un año y medio y tres años. Sin embargo, la fuente más abundante de fuerza de trabajo fue la esclavitud y el empleo servil de los negros, sin los cuales no habrían sido posibles ciertos cultivos rentables. El tráfico de esclavos se convirtió en uno de los principales instrumentos de la colonización atlántica. Fernando el Católico lo promovió y desde 1510 ordenó en la Casa de Contratación organizar el abastecimiento de mano de obra negra para las minas americanas. Como los negros se encontraban en las esfera de competencia lusitana, fueron éstos los que dominaron ese comercio tanto en dirección a las colonias españolas como a las propias. Los negros fueron llevados también a Brasil desde 1525. en el siglo XVII su tráfico pasó en gran parte a manos de los holandeses, que organizaron regulares y numerosos cargamentos desde la Costa de Oro. Este tráfico fue intenso desde 1640 hasta 1700. en la segunda mitad del siglo lo practicaron también los franceses, desde 1673 con la Compañía del Senegal y desde 1685 con la Compañía de Guinea. Más activamente los ingleses desde 1663 cuya Royal African Company vendió 90000 esclavos entre 1671 y 1711. ninguna profesión cristiana se opuso a ese comercio, ni siquiera la calvinista, sus teólogos sostuvieron que eso era justificable porque los negros tenían que ser catequizados y no vendidos a españoles o portugueses. Los holandeses Recién llegados a los océanos se convirtieron bien pronto en auténticos dominadores de las rutas del Atlántico y sobre todo del Índico. Tradicionales y expertos pescadores de arenque en el mar del Norte y principales intermediarios del comercio báltico, constituyeron la gran revelación marinera del siglo XVII. Sus puntos de referencia consistieron en una dúctil capacidad de iniciativa, en una flota en rápido ascenso y sumamente competitiva y en hacerse insustituibles como intermediarios comerciales. Los constructores navales holandeses se distinguieron por su pericia y por el sentido de la economía en el uso de los materiales para la construcción. Sus astilleros tenían un precio inferior en un 40-50 % a los 58 ingleses. Sin innovaciones revolucionarias siguieron a la cabeza de la proyección de mercantes de línea simple, de flotación segura y de mejor aprovechamiento del espacio, fue una producción sistemática y a gran escala. Las innovaciones más destacadas fueron las aportadas al diseño del casco, el amplio uso de cabrestantes y aparejos que permitían economizar la mano de obra. La nave de tres palos transoceánica iba provista de velas cuadras a proa y de una vela mesana latina en el palo mayor. El comercio de especias que supieron organizar provechosamente, representó le precioso complemento de sus comercios bálticos, para éstos y para el mar del Norte construyeron una nueva embarcación, el fluyt, provisto de pocos cañones para disminuir gastos de tripulación y armamento, tenía una sección panzuda, fondo casi plano y una longitud de cuatro a seis veces mayor que su anchura máxima: la proa era chata y la popa redondeada, oscilaba entre las 200 y 500 Tm. y dominó durante el siglo XVII el comercio de la Europa septentrional, debido también a su precio. Amberes fue el gran emporio del siglo XVI, tanto de las especias como del comercio internacional, no fue centro de astilleros importantes y por eso dependía de las marinas extranjeras. Tras producirse la revuelta antiespañola a la flota de las Provincias Unidas les fue fácil su bloqueo. Durante la primera mitad del XVII, entre la tregua de los Doce Años y la guerra siguiente el bloque fue eficazmente mantenido, esto produjo que Ámsterdam se fuese haciendo con el comercio en detrimento de Amberes, donde siguió existiendo el tráfico fluvial con el interior del país. Los holandeses se lanzaron al océano por motivos coyunturales. Al disminuir la afluencia de la sal portuguesa por su conflicto con España, a partir de 1598 empezaron a aprovechar los inmensos yacimientos de Venezuela, ya que este producto era imprescindible para la conservación del pescado. A parte ampliaron el mercado de intercambio con diferentes productos, así en 1621 se llegó a la constitución oficial de una Compañía de las Indias Occidentales, lo que se intentaba era la creación de colonias en el continente americano afín de conseguir productos de venta segura en Europa. Se establecieron en diversas zonas y bastante distantes unas de otras, desde Brasil hasta Guayana, desde el Curaçao hasta la desembocadura del Hudson, tras sus huellas llegaron los ingleses y los franceses. Su colonia más importante fue Nueva Holanda que contaba con 2000 hombres en 1635 y con 10000 diez años más tarde. Su capital Nueva Ámsterdam , se convirtió enel centro de un intenso tráfico de pieles de castor, pero en 1644, por el conflicto con los ingleses tuvieron que cederla y se rebautizó con el nombre de Nueva York. Aún así la marina holandesa siguió ocupando un puesto de gran relieve en los comercios atlánticos. Las mayores fortunas holandesas, sin embargo, se realizaron en Asia, varias compañías había dirigido sus naves por la ruta de la seda hasta las islas de la Sonda, en 1600 el número de barcos holandeses era ya igual al de los portugueses y diez años más tarde lo habían cuatriplicado. Supieron viajar con productos manufacturados para utilizarlos como mercancías aptas para el cambio por otras. Buscaron un paso hacia oriente que los sustrajese al fuerte estorbo de los vientos estacionales y así tras varios avatares encontraron en el sur el mar de Java a través del estrecho de la Sonda, siguiendo una ruta practicable durante todo el año, así evitaron la vía del mar Rojo y del Golfo Pérsico y minaron la función del emporio de Goa. En Yakarta, Jan Pieterszoon Coen fundó la plaza fortificada de Batavia. No renunciaron a los tráficos con Persia, ofreciendo tejidos y armas de fuego y consiguieron hacer confluir en Batavia notables cantidades de seda y tapices. 59 En 1602 se fundó la Gran Compañía Holandesa de las Indias Orientales y desde el principio asumió los caracteres de máximo ente semipúblico, de hecho independiente en cualquier otro campo, dispuso, también desde el comienzo de un capital de cerca de seis millones y medio de florines, de más dinero y naves que sus rivales portugueses e ingleses juntos. La componían seis cámaras distintas: sólo la de Ámsterdam poseía la mitad de los títulos, cada una era autónoma, empleaba sus propias embarcaciones, escogía hombres y mercancías y vendía los productos al regreso. Inicialmente cada socio podía retirar su propio capital y sus interese sin dificultad, pero desde 1612 en adelante, la Compañía rechazó efectuar reembolsos y desde 1623 los propietarios de pequeñas cuotas perdieron todo poder efectivo y los titulares de grandes inversiones vieron como se les reconocía estatutariamente una posición dominante. Hacia mediados del siglo XVII, los Estados generales renunciaron al derecho de aprobar el nombramiento del gobernador general de la Compañía en Asia. Ésta mantuvo el monopolio del comercio de Extremo oriente en el estrecho de Magallanes, con facultad de declarar la guerra y concertar la paz, de estipular alianzas y ocupar cualquier territorio. Los holandeses evitaron comprometerse en conquistas, se opusieron a una emigración de tipo colonial y evitaron mezclarse con los indígenas. Su única instalación agrícola fue en Ciudad del Cabo, a partir de 1652, en la ruta de las especias. El objetivo de la Compañía Holandesa fue dominar los comercios y controlar la producción. En 1670 tenía un centenar de naves de 600 Tm. en servicio. A principios de siglo, los puntos neurálgicos del sudeste asiático cayeron en sus manos: Amboina en 1605, Molucas en 1609, el enfrentamiento con los ingleses se resolvió a su favor y los fue expulsando sucesivamente de Yakarta, Banda, Amboina y la Molucas entre 1620 y 1630. en 1641 tomaron también la base de Malaca y otras plazas lusitanas en Ceilán y la India meridional. En cambio, no lograron expulsarlos de Macao ni impedir que éste irradiase mercancías hacia Manila, India e Europa. La verdadera fuente de la riqueza holandesa siguió estando en Indonesia, donde la Compañía se comportaba casi como un soberano feudal con respecto a los príncipes locales, los apoyaba militarmente y controlaba de manera férrea la producción, lo que se traducía en una serie de medidas colonialistas. Cuando la cantidad producida superaba la demanda, el excedente se destruía y los cultivos fueron concentrados en determinados territorios. De 1680 en adelante se instituyó un cuerpo de supervisores, responsables de las cosechas en las diversas zonas. Exigían también prestaciones personales de trabajo por parte de los indígenas. Los precios de las especias eran fijados para unos cuantos años, vinculados con entregas obligatorias, y en condiciones favorables para ellos. Ingleses y Franceses. Entre los europeos que se lanzaron al comercio trasnsoceánico es preciso no silenciar a los daneses y a los suecos quienes también tuvieron sus Compañías de las Islas Orientales. La lado de la flota holandesa se desarrollaron en particular la inglesa y la francesa, mientras la holandesa optó por el carácter mercante, la inglesa conservó el tipo de embarcación armada, existió una ósmosis entre ambas marinas, a fines del siglo XVII, una cuarta parte, sino la tercera, de los navíos ingleses era de construcción holandesa. La flota británica de acrecentó en la segunda mitad del siglo llegando a las 260000 Tm. en el 1700. a partir de la mitad del siglo se hizo sentir la presencia inglesa y francesa más allá del océano, 60 que hasta entonces la hostilidad con España y sus navíos les era más provechosa la guerra de corsarios. La Compañía Inglesa de las Indias Orientales vio la luz al comienzo del siglo XVII, por una reacción de los mercados londinenses frente a un acaparamiento de las especias por parte de los holandeses, que había hecho doblar su precio en el mercado. Cada socio tenía derecho a un voto proporcional a sus inversiones. Los beneficios de esta Compañía fueron pronto notables, llegando al 250 % entre 1609 y 1613, y al 500 % en 1617. fue la verdadera heredera de los portugueses en la India e incluso los sustituyeron en Ormuz a partir de 1623. Su primer asentamiento fue en Pulicat (1609) cerca de Madrás, de la que apoderaron en 1643 y tenían un fuerte de 1639. la presencia inglesa en la India fue muy notable desde Surta (se habían instalado en 1612) hasta Masulipatam (1631). En 1634 estableció contacto con el Gran Mongol y fue autorizada para comerciar en Bengala, allí surgieron la factoría de Hooghly (1640) y Cassimbazar (1658). En 1641 agregaron Bombay y abrieron en la costa china las bases de Amoy y Fuzhou. Los ingleses consideraron América septentrional como una tierra destinada a poblarse. En Virginia comenzó el cultivo de tabaco hacia 1610 y en la década siguiente era la principal abastecedora de ese producto para la madre patria, se acudió a la mano de obra africana. La segunda colonia fue la de Nueva Inglaterra en 1620, en 1629 Masachusetts y a continubación Providence, Connecticut, New Haven y Rhode Island, y en las cercanías de Virginia surgían Maryland y las dos Carolinas. La presencia inglesa fue diferente de la española y de la portuguesa en el resto del continente, en lugar de conquistadores, feudatarios o funcionarios fueron agricultores y comerciantes. El comercio con esas colonias constituía en la segunda mitad del siglo XVII casi un monopolio para la madre patria, que lo consideró como un sector fundamental de su riqueza. No descuidaron las islas atlánticas, en 1602 habían ocupado el archipiélago de las Bermudas, en 1642 ocuparon Barbados (base principal de sus corsarios) y otras islas menores. La conquista de Jamaica les permitió combatir con los holandeses en el contrabando con la América española. En 1690, una sexta parte de la flota inglesa estaba dedicada las transacciones comerciales con América. Gran potencia continental, Francia fue la última en dedicarse a las empresas transoceánicas. Su comercio gravitaba en parte en torno al tráfico mediterráneo y en parte por su poco interés por las aventuras de ultramar. En sus viajes americanos durante el siglo XVI se puede mencionar l’exploit de una compañía de barcos mercantes de Ruán, que desde 1595 sostuvo una guerra contra los portugueses de Brasil y se dedicó al comercio con Guinea y Angola. Desde 1604 se constituyó también la Compañía Francesa de las Indias Orientales, después de que una expedición llegara a Bantam (Java) en 1601. No obstante, a los inicios del siglo XVII, antes de Richelieu, no tenía el empuje que había caracterizado a Holanda e Inglaterra. Éste fue consciente de la necesidad de que el estado francés se hiciese promotor de la expansión en ultramar. Fundó en 1628 la Compañía de los Cien Socios y dio a Champlain un apoyo vigoroso. La energía de Richelieu logró resultados parciales, aunque no despreciables, como los asentamientos en Guayana, en las Antillas (1626) y en el río San Lorenzo (dónde fundaron Montreal en 1641). Tras la declaración de guerra a España (1635, la Compañía se apoderó de Guadalupe y de la Martinica. En 1633, Richelieu había apoyado la fundación de otra Compañía para la explotación de Guinea, Senegal y Gambia y en 1634 y 1635 otras para operar en Mauritania y Sierra Leona. En 1642, los franceses de la Compañía de Oriente se apoderaron de Madagascar y fundaron 61 Fort-Dauphin. Richelieu dio un impulso a la emigración a América y por consiguiente a la colonización, se enfrentó en Canadá con la resistencia de los iroqueses (1641-1666) u una segunda guerra entre 1682 y 1701. Un nuevo impulso a la expansión francesa lo dio Colbert a partir de 1664 a través de numerosas compañías (sobre todo la de las Indias Orientales y la de las Indias Occidentales). El gobierno de Luis XIV participó en su fundación, reclutó sus socios, nombró sus directores, reunió los capitales necesarios y proporcionó las naves. El estado así, intentó realizar objetivos no solo económicos, sino también políticos y estratégicos. El explorador Cavalier de la Salle descendió el valle del río Mississippi y en su desembocadura fundo Luisiana en 1682. Los contactos entre Europa y los demás continentes se ampliaron de modo muy notable durante el siglo XVII, a ello contribuyó también la nueva política de la Santa Sede, que en 1622 decidió crear un órgano para la coordinación de las misiones: la Congregación de Propaganda FIDE. Los nuevos vicariatos apostólicos empezaron a ser instituidos a partir de 1658, su presencia se hizo sentir particularmente en lugares como Siam, Tonkín y la Conchinchina. Los jesuitas que entraron en China en el siglo XVI fueron apreciados por sus conocimientos en astronomía y artillería y, en 1692 el emperador K’ang-hi de la dinastía manchú de los Tsing autorizó el ejercicio público de religión cristiana en todo el imperio. Aún así la penetración europea en ultramar seguía siendo bastante marginal, junto a Japón se le escapaba también la mayor parte de África negra y se le continuaba mostrando hostil el Norte de África. Los europeos habían penetrado de modo parcial en los continentes, igual que en un océano como el Pacífico, cuyo control se les escapaba casi totalmente. Sin embargo hay que señalar la penetración Rusa en Asia, iniciada en el siglo XVI y que continuó en todo el siglo XVII, fueron los cosacos sus artífices que se extendieron cada vez hacia oriente en busca de pieles, haciendo retroceder poco a poco a los tártaros. El espacio siberiano fue progresivamente controlado por medio de la construcción de campamentos fortificados —ostrog—, donde el gobierno moscovita confinaba también a prisioneros políticos o a presos de derecho común, de estos campamentos surgieron poco a poco las ciudades: Ienisseisk en 1618, Krasnoiarsk en 1628, Iakustsk en 1632. una vez alcanzado el río Lena la penetración se efectuó tanto hacia en norte como hacia el sur en dirección al Baikal. En 1665 los cosacos llegaron al valle del Amur y fundaron Javaroska, aproximándose a la zona controlada por el soberano de Pekín y se enfrentaron sus tropas en 1685. El tratado de Nertchinsk delimitó la frontera a lo largo del río Amur, fueron intermediarios los jesuitas, dado que cada contendiente ignoraba la lengua de su adversario. 62