SUSANA HINTZE POLÍTICAS SOCIALES ARGENTINAS EN EL CAMBIO DE SIGLO Conjeturas sobre lo posible El presente texto es una síntesis de partes de la Introducción, capítulos 5 y 6 del libro del mismo nombre editado por Espacios Editorial, 2007. Fue preparada para el “II Seminario-Taller de Economía Social” de la Patagonia, Trelew, 8-10 noviembre 2006 Para Alberto Federico-Sabaté, quien siempre apostó que otro mundo es posible. Tan presente en estas páginas INTRODUCCIÓN "Una utopía como idea final .. es algo necesario para que el presente vibre: la utopía tensa desde el futuro un ahora amarrado en el pasado.. Una utopía que aspire a ser un proyecto motor de la historia ha de convencer y vencer, con sus efectos y defectos." Jorge Wagensberg1 Una mirada sobre el siglo XX en América Latina muestra como característica de la sociedad argentina hasta mediados de los ´70, inacabados pero de todos modos significativos, niveles de integración y cohesión social apoyados en la fuerte presencia de clases medias y de asalariados. En el último cuarto del siglo, en un proceso que resulta dramático por su intensidad en términos históricos – si bien no comparativamente con la mayoría de los países de la región- el modelo neoliberal produce cambios profundos en la sociedad, la economía y la política generando una estructura social cada vez más desigual. Y hacia fines del siglo la exclusión, ligada al trabajo y los ingresos y, expresada de manera crítica en el crecimiento de la pobreza2, se convierte en el centro ineludible de análisis de la cuestión social. “Ideas sobre la complejidad del mundo", Tusquets Editores, Barcelona, 2003. Se acuerda con el concepto de exclusión social utilizado por Subirats (2005). Para este autor “engloba al de pobreza pero va más allá. La exclusión social se define también por la imposibilidad o dificultad intensa de acceder a los mecanismos de desarrollo personal e inserción socio-comunitaria y a los sistemas preestablecidos de protección.” En tren de aproximarse a esos mecanismos, vale recordar lo que R. Castel (2004) denomina “una sociedad de semejantes”, en la que prime la ciudadanía social. La entiende como aquella formación social en la cual “nadie está excluido porque cada uno dispone de los recursos y los derechos necesarios para mantener relaciones de interdependencia (y no solamente de dependencia) con todos.” 1 2 1 Arreglos específicos entre estado-mercado-familia han dado lugar a distintos regímenes de bienestar según Esping-Andersen (1993). En su análisis distingue entre el modelo “institucional”, universalista de base público-estatal, cuyos exponentes más importante son los países escandinavos; el “residual” basado en la provisión de servicios por el mercado y asistencia estatal cuando aquél y la familia han “fallado”, básicamente desarrollado en EEUU y en países de tradición anglosajona; y el “continental europeo” de seguro social relacionado a la inserción laboral. Otros autores incorporan un cuarto modelo correspondiente a los países del sur de Europa. [..] Este trabajo analiza este proceso en Argentina por considerarlos el punto de partida – y a la vez fundamentación- que enmarca cualquier propuesta de transformación de las características y posibilidad de desarrollo de políticas públicas que operen de manera significativa en la modificación de las condiciones de vida de la población. En particular aquellas que se propongan contribuir –vía la articulación de acciones del Estado y la sociedad civil- a la promoción de una estrategia de Economía Social y Solidaria en la presente situación del país. Para precisar el uso de estos términos, cabe aclarar que la utilización de las expresiones economía social y economía solidaria ha dado lugar a un amplio debate académico tanto en Europa como América Latina (entre otros Defourny, 2003 a y b; Laville 2004 a, b, y c; Coraggio, 2002 a; Singer, 2004), pero también desde los movimientos sociales. De manera que se aproxima al concepto usado en Europa y Canadá, se utiliza aquí la conjunción de ambas expresiones como denominación comprensiva de lo que usualmente y de manera restrictiva se ha denominado economía social en la Argentina –la larga tradición de experiencias cooperativas y mutualistas- aunadas a las nuevas formas asociativas y de trabajo autogestivo surgidas en años recientes que se asumen como de economía solidaria. Entre las más destacadas: emprendimientos comunitarios; emprendimientos asociativos mercantiles y no mercantiles con apoyo público y/o de organizaciones de la sociedad civil, redes de trueque; e incluso empresas en quiebra recuperadas por los trabajadores que, si bien en su mayoría, se constituyen como cooperativas lo hacen con una perspectiva crítica a las modalidades que esta forma jurídica asumió en muchos casos en el país. En general organizadas en base a valores de solidaridad y cooperación y primordialmente orientadas a la reproducción de la vida, en las cuales la reproducción del capital es un medio para conseguirlo y no un fin en si mismo. [..] Por su parte Coraggio distingue entre economía popular, social y solidaria3 para proponer el concepto de Economía del Trabajo, que aúna a una visión superadora del capitalismo, no presente en las anteriores, la necesidad de introducir en el debate la cuestión de la política y el poder. En sus términos la Economía del Trabajo es “un sistema de organización de la producción y división social del trabajo, de circulación y distribución así como de legitimación de las formas de satisfacción de las necesidades, centrado en el trabajo libremente asociado y con un sujeto sociopolítico articulador de los diversos movimientos que pugnan por aspectos parciales de la reproducción ampliada de la vida de todas las personas y comunidades. Se lo presenta como principio de organización opuesto al del capital, para el cual la fuerza de trabajo es un recurso, una mercancía más” (el subrayado es del autor). Hablar de economía social y solidaria en una denominación común, como se hace aquí, no desconoce la complejidad de sus relaciones. Tal como dijimos tiempo atrás: “Argentina es el lugar de América Latina donde las formas cooperativas y de ayuda mutua de la economía social tradicional lograron y mantuvieron mayor desarrollo e inserción. 3 Lo que sigue corresponde a una comunicación del autor (4/6/06). 2 Sostenidas y encauzadas por normas jurídicas durante los últimos tres cuartos de siglo, pero con el inconveniente de que las nuevas formas asociativas en emergencia, no están siendo comprendidas, articuladas y asimiladas con la rapidez necesaria por aquellas otras tradicionales. Así, la unidad de la economía social tradicional y la nueva es una tarea teórica y empírica entre nosotros, para evitar la banalización de la una por la otra. A su vez las novedosas organizaciones, a las que la política desde el campo popular dio nacimiento en los últimos años, aún se identifican dubitativamente con `otra economía´ y resultan renuentes –lo cual es históricamente justificable- a disputar el espacio de la política y a emprender asociaciones público-privadas con identidades propias y autonomía” (FedericoSabaté y Hintze, 2004). [..] Corresponde a una perspectiva analítica de carácter procesal considerar los desarrollos que se presentan en este libro como el punto de partida de la posibilidad de construcción de la Economía Social y Solidaria y, por lo tanto, contexto situacional de la investigación de tal posibilidad. Esta perspectiva sostiene que es imposible pensar -hacer inteligible- las modalidades, alcances y proyecciones futuras de una estrategia de este tipo si su estudio no se inscribe en las condiciones estructurales, históricamente construidas, que definen la sociedad argentina de comienzos de este siglo, en las cuales la discusión sobre la viabilidad de la Economía Social y Solidaria - o de otras estrategias transformadoras- se sitúa. Es desde este marco que se pretende abrir la discusión e invitar al debate sobre la factibilidad de la Economía Social y Solidaria en tanto estrategia socioeconómica que avance respecto de intervenciones sociales paliativas de la pobreza. Lo que excedería el campo de acción de lo que se considera usualmente políticas sociales, remitiendo al más abarcativo de políticas públicas con incorporación de acciones tanto sociales como económicas. Volviendo a un tema al que ya nos aproximamos en trabajos anteriores “otra economía” es impensable sin “otro estado”4. Por ese motivo se pone énfasis en el rol del Estado en articulación con la sociedad civil, así como en la indagación del tipo de políticas, su integración multi sectorial y sus modalidades de gestión, que permitirían o serían necesarias para el desarrollo de una estrategia como la mencionada. Para ello se intenta reflexionar sobre el pasado y el presente, pensando en un porvenir, no concebido como un destino ineludible, sino transformable por la acción colectiva en el contexto de la relación dinámica entre estructura y proceso en que se expresa cada coyuntura histórica. En este libro se intenta hacerlo, si bien el trabajo concluye con una reflexión en la cual todavía son más las preguntas que se formulan que las certezas que se ofrecen en tren de avanzar sobre la hipótesis de posibilidad de una estrategia de Economía Social y Solidaria en el país. Esta introducción –y por lo tanto este libro- se abre con el reconocimiento de la necesidad, la imperfección y, fundamentalmente, el valor de las utopías. Sartre, refiriéndose tanto a las acciones personales como colectivas, solía resaltar la idea del presente como recuperación del pasado hacia un porvenir. Las páginas siguientes se inspiran en ambas aseveraciones para pensar la situación argentina en el cambio de siglo. 4 Federico-Sabaté y Hintze, 2004; Coraggio en varios textos que se retoman más adelante. 3 ACERCA DE UNA ESTRATEGIA DE ECONOMIA SOCIAL Y SOLIDARIA EN LA ARGENTINA Caracterización de la temática En oposición a lo acaecido en los ´90, momento en que el ajuste estructural fue declaradamente asumido como política de Estado, en ámbitos académicos y políticos y con cierta amplitud, a fines de la década comienzan a discutirse propuestas de políticas sociales alternativas a las de aquel periodo. Entre ellas ocupan un papel importante la referida a la Economía Social y Solidaria. Otra que ha movilizado el debate –y que incluso ha llegado a verse como opción contrapuesta- es el del ingreso ciudadano o renta básica.5 Sobre esto valga aclarar de entrada que, desde la perspectiva que aquí se sostiene, ambos deberían confluir en un proceso de reconstitución de derechos y construcción de ciudadanía. [..] Una aclaración previa. Para la perspectiva desde la que se elabora este trabajo es necesario distinguir entre una propuesta de Economía Social y Solidaria y la concepción de Tercer Sector, en particular en cuanto esta última postula que en el mercado descansa la solución a los problemas sociales, y que es ante sus “fallas” que se hace necesaria la intervención del Estado y y/o de un Tercer Sector, el de las organizaciones de la sociedad civil. Laville (2003) señala que desde el abordaje de la economía solidaria se reconoce una pluralidad de principios en la economía real, que se articulan y entran en conflicto en diferentes épocas, sin que uno de ellos sea necesariamente dominante, como expresa la jerarquía implícita en la denominación anterior. Basándose en Polanyi y Paul Lamy menciona los siguientes principios: el de mercado, el de redistribución asegurada por el poder público (típico de los estados sociales) y el de reciprocidad, que la antropología registra desde las sociedades arcaicas hasta las modernas. Otros autores diferencian estas concepciones por el peso de la filantropía y del trabajo voluntario y por no plantearse el objetivo de la autosostenibilidad, todo lo cual caracteriza al Tercer Sector, en especial en la literatura norteamericana, cuya versión académica más conocida proviene de la Universidad Johns Hopkins. Predomina también en el Tercer Sector un enfoque operacional que acentúa el tema de la gestión profesionalizada de las organizaciones civiles, que busca para este sector patrones de eficiencia gerencial semejantes al del campo empresarial (de Melo Lisboa, 2004). Para el caso de América Latina son diversos los enfoques, una reseña de los de varios autores argentinos se incluyó en la Introducción. Coraggio -quien propone el de Economía del Trabajo ya presentado- hace una buena síntesis del campo que, al distinguir los enfoques, aporta a definir el objeto empírico y los límites analíticos de los conceptos que se están manejando.6 Así reconoce como Economía Popular a aquella que “refiere al conjunto de actividades que realizan los trabajadores a partir de sus capacidades de trabajo y otros recursos. Aunque su sentido no es la ganancia sino la reproducción ampliada de la vida de sus miembros, es parte de la economía capitalista y cumple entre otras funciones la de reproducir la fuerza de trabajo que requiere el capital.” Hecha esta distinción, entiende este autor que la “Economía Social es un término muy marcado por las formas de cooperativa, mutual y asociación tradicionales, estatuidas y codificadas por el sistema como formas de asociación autónomas del capital”. Si bien surgió como un proyecto de emancipación de los trabajadores, “su evolución adaptativa dentro del 5 Al respecto ver los trabajos del Centro Interdisciplinario para el Estudio de las Políticas Públicas. Lo que sigue se basa en una comunicación del autor del 4/6/06, a quien se agradece la colaboración. Desarrollos más amplios se encuentran en diversos trabajos disponibles en www.coraggioeconomia.org. 6 4 sistema de mercado capitalista ha generado en una parte importante comportamientos muy distantes del ideario cooperativista. Paralelamente, las empresas de capital han aprovechado los resquicios de la legislación para este sector para evadir impuestos y responsabilidades sociales por sus trabajadores. En un sentido más profundo, debería significar el reencastramiento de la economía en una sociedad en proceso de transformación progresiva o el reconocimiento de que la economía produce sociedad y que queremos una economía que produzca otra sociedad más justa.” A su criterio, y distinguiéndolo del uso europeo de Economía Social y Solidaria al que se hizo mención (extensible al canadiense) el término Economía de Solidaridad “usualmente se usa como sinónimo de Economía Social, pero conviene reservarlo para las corrientes ideológicas (sobre todo de vertiente cristiana de base en América Latina) que buscan construir formas de acción económica orientadas por valores afines al concepto de solidaridad hacia el otro y predominantemente dirigidas a los pobres.” [..] Como señala este autor: “no alcanza con una dosis de redistribución política del ingreso. Es necesario construir conscientemente otra estructura económica: otros encadenamientos productivos; otra matriz tecnológico-organizativa; reformar el régimen de propiedad de activos productivos, financieros y –crecientemente– del conocimiento; definir un marco normativo y una acción estatal y social para introyectar otros valores de responsabilidad social en la economía empresarial; volver a dar centralidad a la producción de bienes públicos –por el Estado o por organizaciones de la Sociedad Civil no subordinadas al lucro– sin cuya disponibilidad no hay desarrollo integrador posible en el nuevo mundo moderno; constituir otros sistemas de gestión de las necesidades; redefinir de manera eficiente pero justa las relaciones de trabajo asalariado privado y público y el sistema previsional; y, especialmente habilitar el surgimiento de otros actores emprendedores –sobre todo colectivos– que no respondan al modelo de la firma capitalista” (Coraggio, 2004a ). Subyace a esta propuesta la interpretación de que el modelo de acumulación propio del capitalismo latinoamericano de la etapa de la globalización no está en condiciones de volver a integrar la masa de excluidos vía políticas keynesianas e intervenciones redistributivas propias del Estado de Bienestar, tal como este fue desarrollado en sus mejores momentos, aún con las limitaciones que se han reseñado en el Capítulo 1 (Coraggio, 1999, Federico-Sabaté, 2003). A la vez se reconoce que el análisis de la relación entre las organizaciones de la economía estatal, la economía capitalista y las de la Economía Social y Solidaria no es sencillo y requiere un tratamiento teórico y metodológico especial, que asuma el tema de los tres subsistemas con regulación estatal, mercantil y solidaria respectivamente, “como un complejo a la vez paralelo e interdependiente de una sociedad en tránsito y formando lo que algunos autores denominan una economía plural” (Federico-Sabaté y Hintze, 2004). Una mirada sobre la coyuntura muestra que los sectores medios en caída o aquellos ya inmersos en el mundo de la pobreza sobreviven como resultado de una miríada de soluciones parciales, improvisadas, limitadas, más o menos espontáneas, a sus problemas. Caracterizables en general como “predominantemente subordinadas a la satisfacción de sus necesidades y a la calidad de los vínculos socioculturales y no a la lógica de la explotación del trabajo ajeno” (Hintze, Federico-Sabaté y Coraggio, 2003). Es así como, con mayores o menores niveles de organización, existen centenares de experiencias –algunas incluibles dentro de la Economía Popular- , apoyadas algunas por programas públicos de promoción, semi espontáneas otras, luchando por su mantenimiento, intentando dar solución a la exclusión social: formas asociativas comunitarias, de producción conjunta de grupos de desocupados, sociedades de ayuda mutua, servicios públicos autogestionados, ONGs y fundaciones privadas con aplicación de trabajo voluntario, talleres 5 semi artesanales y artesanales apoyados por investigadores de la universidad pública, microemprendimientos, cooperativas, mutuales, empresas en quiebra recuperadas por sus trabajadores, mercados de trueque solidario, iniciativas de reproducción y trabajo autónomo de unidades domésticas de la ciudad y el campo, organizaciones de crédito solidario, etc. (Hintze, Federico-Sabaté y Coraggio, 2003). La transición hacia políticas para la Economía Social y Solidaria: experiencias y reflexiones El pasaje entre las políticas de asistencia a la pobreza con las características operativas que se reseñó [..], hacia políticas públicas de promoción de la Economía Social y Solidaria, es un proceso complejo, sobre el cual se ha teorizado poco hasta el momento. A su comprensión aporta la consideración de experiencias empíricas, dentro de las cuales es relevante la de Brasil. Interesa detenerse en este caso por la forma de integración de las políticas de apoyo a la economía solidaria con las de otros ministerios y agencias públicas, además de entre distintos niveles jurisdiccionales (estados, municipios). Y, en especial, por ser uno de los ejemplos de relación fuerte entre un organismo público y asociaciones de la sociedad civil. También por la transversalidad de las acciones, la amplitud de planos en que se trabaja simultáneamente, que van de lo inmediatamente socioproductivo de atención de la exclusión, a intervenciones de más largo aliento en que la formación, la educación, la innovación tecnológica toman peso. También es destacable la voluntad de difusión amplia que de visibilidad pública a la economía solidaria. La Secretaría Nacional de Economía Solidaria de Brasil (SENAES) fue creada en junio del 2003. Localizada en el Ministerio de Trabajo y Empleo, está a cargo del economista Paulo Singer. La misión de la SENAES es difundir y fomentar la economía solidaria en todo el Brasil, dando apoyo material y político a las iniciativas del Fórum Brasileiro de Economia Solidária, a la red de gestores municipales y estaduales de economía solidaria, así como a otras asociaciones de emprendimientos solidarios del país. [..] Concretamente para el 2005 la SENAES prioriza los tres tipos de acciones que se resumen brevemente a continuación7: - Acciones prioritarias finalísticas. Abarcan: (i) una red de Centros Públicos de Economía Solidaria, espacio de agregación para potenciar diversas iniciativas en el campo de la ES; (ii) recuperación de empresas por los trabajadores bajo régimen de autogestión (a través de asesoría, formación, acompañamiento, crédito e instrumentos legales); (iii) comercialización y redes de producción (iniciativas que permiten viabilizar económicamente los emprendimientos, mediante ferias, cadenas productivas, redes y centros de comercialización). (iv) La línea de Desarrollo y Economía Solidaria, que es entendida como forma integrada de combate a la pobreza, con base comunitaria. En ella los proyectos, propuestos de forma participativa, deben conformar alternativas de especialización productiva para la comunidad. Pueden ser de distinto tipo: apoyo a la organización de redes y/o arreglos productivos relacionados a estrategias de desarrollo local (u otra identidad territorial) – en articulación con los Ministerios de Desenvolvimento Agrário, Desenvolvimento Social, de Integração, Banco do Brasil, entre otros; formación de monitores, multiplicadores y agentes de desarrollo solidario; fomento de emprendimientos solidarios. También contempla una línea de “proyectos especiales”, no incluidos en los 7 SENAES: Ações prioritárias da Secretaria Nacional de Economia Solidária/MTE para 2005. Programa economia solidária em desenvolvimento. Documento disponible en www.mte.gov.br/ Empregador/ EconomiaSolidaria/programa/2005/conteudo/senaes02.pdf (21.02.2006). 6 anteriores de demanda particular por la sociedad civil, a los cuales se los considera una ventana a la innovación. - Acciones transversales, constitutivas de las anteriores y desarrolladas en parcería con otros organismos públicos. Incluyen: (i) Formación: incorporación de la economía solidaria en la enseñanza, en especial de jóvenes y adultos; formación para gestores públicos municipales y estaduales y de ministerios y órganos de gobierno federal; sistematización de los procesos de formación; creación de una Oficina Nacional sobre formación en economía solidaria (con el Fórum Brasileiro de Economía Solidaria); apoyo a proyectos de formación relacionados con los programas Hambre Cero, educadores en salud popular y agentes del Movimiento dos Trabajadores Desempleados. (ii) Movilización y articulación (apoyo a los Fórum Estaduales de Economía Solidaria y al Fórum Brasileiro de ES en sus actividades. (iii) Divulgación (apoyo a la Campaña Nacional de Economía Solidaria junto con el Fórum Brasileiro de ES y creación de un Centro de Documentación – CEDOC – en Economía Solidaria. (iv) Estudios e investigaciones (apoyo vía subsidios a la implementación de políticas pública de economía solidaria. (v) Programa Nacional de Incubadoras tecnológicas de Cooperativas Populares (en asociación con los Ministerios de Ciência e Tecnologia, de Desenvolvimento Social, la Fundação Banco do Brasil). A ello se agrega integración de la ES con la Política Nacional de Salud Mental, generando acciones que asocien ambas políticas; construcción de redes de Tecnología Social e integración con Bancos Públicos Federales para la elaboración de políticas de crédito para la Economía Solidaria y de finanzas solidarias. - Acciones estructurantes, que buscan potenciar, fortalecer, y dar visibilidad política y jurídica a la ES, así como desarrollar mecanismos de construcción y elaboración participativa y democrática da Política Pública en Economía Solidaria. Abarca: finanzas solidarias y crédito; marco jurídico, la instalación de un Consejo Nacional de Economía Solidaria para garantizar la participación de segmentos organizados de la sociedad civil en la elaboración, acompañamiento y evaluación de políticas de Economía Solidaria, de forma articulada con las demás instancias de políticas de trabajo e ingreso; mapeo y Sistema Nacional de Información en Economía Solidaria, constituido por una base nacional y bases locales de información que proporcionen visibilidad y articulación a la Economía Solidaria, demás de ofrecer subsidios a los procesos de formulación de políticas públicas. En relación con las acciones que buscan darle visibilidad política y jurídica a la Economía Solidaria, Singer (2004) realiza una reflexión crucial respecto de la relación entre la economía solidaria y la protección del trabajo. Señala que la SENAES, aliada a los sindicatos y los fiscales del Ministerio de Trabajo y Empleo lucha por la preservación de los derechos sociales y su ampliación, lo cual tiene antecedentes en diversos países que ya adoptaron legislaciones –que la SENAES está tratando de impulsar en Brasil- que obligan a las cooperativas de trabajo y producción a garantizar a todos sus miembros el goce de todos sus derechos legales, evitando así que las cooperativas sean usadas para la expoliación de los trabajadores. Volviendo a la Argentina, se observa en los últimos años una reflexión relativamente amplia sobre el tema de la Economía Social y Solidaria8. Se considera también un indicador de su entidad las críticas que están apareciendo y estimulan un debate enriquecedor. 8 Para tener una idea de su amplitud, a los autores que se citan en este trabajo, debe agregarse la producción sobre aspectos puntuales específicos, por ejemplo los referidos al trueque, los emprendimientos productivos, las cooperativas, las empresas recuperadas, el microcrédito o las finanzas solidarias, que extenderían ampliamente la bibliografía revisada. Un panorama sobre los temas abarcados se encuentra en los libros con las presentaciones de los tres encuentros del Foro Federal de Investigadores y Docentes (La Universidad y el Desarrollo Local) ya mencionados. 7 [..] Los requerimientos del desarrollo de una estrategia de Economía Social y Solidaria en la Argentina encuentran posiblemente su formulación más sistemática y extensa en los análisis de Coraggio. En años recientes a ellos se suman los de Federico-Sabaté. Retomando la cuestión de las políticas, en un trabajo que se sitúa en una perspectiva de corto y mediano plazo, Coraggio reconoce que una transición institucional “entre la actual diferenciación entre programas sociales y económicos y su integración/superación”, solo es posible a través de un proceso de “innovación en las políticas sociales” vigentes (Coraggio, 2004ª, las cursivas son del autor). En el plano de la innovación, considera necesario: superar el “proyectismo” y el sectorialismo, la falta de cooperación y la competencia entre instancias del Estado, entre ONGs; superar el tecnocratismo y el verticalismo estatal, introduciendo formas participativas –intra estado y entre estado y sociedad– de diseño y gestión de los programas públicos y privados; cambiar la cultura los trabajadores estatales y de sus organizaciones estrechamente corporativa, avanzando hacia una cultura de dignificación y responsabilidad de los servidores públicos; atender al conjunto de derechos sociales de todos, regresando de la focalización a la universalización de los derechos; instaurar transparencia y no corrupción bajo control ciudadano; recuperar los niveles históricos de calidad de los servicios públicos, utilizando si es preciso formas renovadas de gestión estatal-usuarios (Coraggio, 2004a). El último punto mencionado es visto como de suma importancia en este trabajo, en tanto ha sido poco considerado en las discusiones sobre la Economía Social y Solidaria en el país. Ello posiblemente se deba a que el peso del asistencialismo focalizado hizo que las políticas sociales sectoriales con pretensión de universalidad fueran permanentemente cuestionadas en la literatura de los ’90 sobre las políticas sociales, sometidas a la acusación de “ineficiencia” e “inequidad”. Recuperar el sentido de universalidad con calidad de las políticas apunta a reconstituir parte de los soportes que –tal como asevera Castel (2004)- son necesarios para conformar derechos de ciudadanía. Los trabajos de este autor9, pensados para una realidad distinta a la del capitalismo avanzado (que en el caso de Francia conserva bastante de las conquistas del estado de Bienestar) abre puntas para una lectura desde la Economía Social y Solidaria. La tríada que establece entre soportes societales-derechos-reconocimiento por el trabajo, propia de la sociedad salarial debe ser repensada para generar sistemas de protección social para el trabajo autónomo, en la línea planteada por Singer para Brasil. Castel, frente a las nuevas características del empleo “que sitúa la incertidumbre en el centro del porvenir del mundo laboral”, se hace una pregunta que podría reformularse para la Economía Social y Solidaria de este modo: ¿es posible asociar nuevas protecciones a las situaciones laborales que generan estas formas de organización de la producción, pero también de la reproducción? Una respuesta positiva, lleva a otra pregunta: ¿qué nuevos derechos son necesarios para garantizar la seguridad colectiva de estas formas? En síntesis, en la perspectiva aquí esbozada, una propuesta de Economía Social y Solidaria que trascienda la asistencia a los sectores vulnerables (necesaria sin duda en esta etapa en tanto tal, pero no como cristalización de lo que se ha llamado reiteradamente “una política de pobres para pobres”), reconoce que: (1) No hay forma de superar la exclusión sin el desarrollo de un nuevo modelo societario que se sostenga en el objetivo de “reproducción ampliada de la vida de todos” (Coraggio, 2005 b), repensando la relación economía-sociedad civil-estado. 9 En los que expresa una postura crítica respecto de lo logrado por la economía social en Francia. 8 (2) Para el caso de la Argentina con los actuales niveles de pobreza y desigualdad la Economía Social y Solidaria requiere impulsar la redistribución de la riqueza. Y en este momento en particular –de manera sistemática y amplia- del ingreso, junto con formas solidarias de reciprocidad pero sin abandonar los mejores y parcialmente logrados intentos del Estado de Bienestar. Entre ellos, los de universalidad con calidad de las políticas de educación, salud, vivienda, infraestructura y de protección social (seguros de enfermedad, invalidez, accidentes de trabajo, vejez, desempleo, etc. para todas las modalidades del trabajo). Tales políticas son aquí valoradas en pos de potenciar su sinergia con nuevas intervenciones en tres sentidos: (i) para generar condiciones sociales de base para la reproducción de la vida de la población: sujetos sociales para los cuales la redistribución estatal provee un salario indirecto que permite cubrir de manera no mercantilizada parte esencial de su reproducción; (ii) para pensar nuevos tipo de políticas de este tipo en consonancia con la coyuntura10 y nuevas formas de gestionar las políticas que permita articular intervenciones públicas, asociativas y comunitarias, (iii) para contribuir a la recuperación de los valores de la ciudadanía social del siglo XX en el contexto del siglo XXI desde una resignificación del papel del Estado pero también de la autonomía de los sujetos. En relación con lo dicho hasta ahora en este capítulo, valga a modo de síntesis de las preocupaciones que lo atraviesan –y obviamente no pretenden resolver- la siguiente cita de Robert Castel (2004): “No se trata de profetizar de qué estará hecho el mañana, sino más bien de constatar su relativa imprevisibilidad, y dependerá también de lo que hagamos o no hagamos hoy para intentar dominarlo. Esta relativa incertidumbre no invalida la cuestión de las protecciones, sino que subraya en cambio, su candente actualidad. En gran medida, sólo se podrá neutralizar el aumento de la inseguridad social si se le da, o no, seguridad al trabajo.” Algunos problemas de la gestión de políticas para la economía social11 Nuevas políticas, en el marco de una estrategia de Economía Social y Solidaria, requieren –tal como se mencionó- la democratización del poder político. A nivel de implementación de las políticas, esto implica la necesidad de modificar no sólo la orientación sino también los procedimientos tanto políticos como técnicos de elaboración, operación y evaluación de intervenciones públicas de modo tal de lograr su democratización vía la efectiva participación de los sujetos en las distintas etapas. 12 10 Por ejemplo, ingreso ciudadano o su variante en la propuesta del FRENAPO referida al Seguro de Empleo y Formación a que se hizo referencia más arriba en el capítulo 3. 11 Versión ampliada y revisada del artículo que se encuentra en www.top.org.ar/bibliotecavirtual. 12 Se está aceptando aquí una concepción fuerte de la participación, en el sentido de Brugué, Font y Gomá (2001): “[..] entendemos a la participación ciudadana como aquella actividad que nos involucra, de una u otra forma, en las decisiones políticas que afectan a la comunidad. Participación, por lo tanto, comporta tomar parte en la definición de escenarios de futuro, en fijar prioridades y optar por formas alternativas de hacer las cosas. Hay múltiples formas de vehiculizar estas capacidades, pero en definitiva se trata siempre de mejorar la relación entre gobernantes y gobernados de forma que éstos tengan la oportunidad de incidir efectivamente en los asuntos colectivos que les afectan. En ese sentido, consideramos débiles otras aproximaciones a la participación que se limitan a su dimensión informativa, consultiva o cooperativa en la prestación de servicios públicos.” 9 Para evitar visiones voluntaristas de este proceso conviene rescatar las conclusiones de un texto que analiza el tema de la incidencia de las organizaciones de la sociedad civil (OSC) en las políticas públicas en varios países de América Latina. En el análisis de la experiencia Argentina, Inés González Bombal (2003) señala que durante los ’90 esta relación se caracterizó (en particular respecto de las políticas sociales) por la lógica de la terciarización de las funciones del estado. La participación de las OSC “se explica mejor a partir de las necesidades intrínsecas de la reforma del Estado que como resultante de un proceso de protagonismo de la sociedad civil en el proceso político”. Acertadamente agrega: “No se verifica aún un debate más amplio que aborde la modalidad de relación deseable entre el estado y lo no gubernamental. Esto no figura en la agenda del estado, pero tampoco es una demanda más transversal de las OSC y por ende no ha llegado a alterar el contexto político en que se desarrollan, con éxitos y fracasos variables, los diversos procesos particulares de incidencia que ensayan las organizaciones.” Respecto de los riesgos que esta relación implica, a su criterio no siempre una participación efectiva de una OSC en una política pública conlleva necesariamente a la ampliación del a democracia y al fortalecimiento de la sociedad civil, para ello resalta la importancia de que las OSC generen capacidad de organización y movilización y para la autonomía, tanto para incidir en el proceso político como para evitar nuevas formas de clientelismo. “Se requiere enfatizar la reconexión de las organizaciones con los movimientos sociales y con el público en general, para así evitar lo que otros estudios han encontrado como tendencia en diversos países: que las organizaciones de la sociedad civil estén más cerca del poder que de la sociedad” (González Bombal, 2003). Desde la perspectiva aquí propuesta, si se considera a estas políticas como construcción social basada en una genuina intervención colectiva, el concepto de participación debería referirse a la intervención sistemática y autogestiva de los actores involucrados en los programas, no como ‘destinatarios´ de una oferta cerrada sino como gestores colectivos de una demanda por bienes y servicios en nuevas modalidades de políticas, que los incluya tanto en el diagnóstico de los problemas que el programa apunta a resolver, en la definición de sus objetivos como en la gestión y la evaluación de sus resultados a partir de efectivos mecanismos de control social. Reiterando lo expresado ya hace varios años, “aunque la necesidad de acuerdos políticos e ideológicos respecto de lo que se considera como deseable en materia de política social constituye una condición imprescindible, no es suficiente para el desarrollo de políticas sociales democráticas y participativas [..] dicho de otro modo: no se resuelve sólo con voluntad política.” La constitución de políticas efectivamente democráticas demanda el desarrollo de nuevos aportes teóricos, metodológicos y técnicos, lo suficientemente flexibles e integradores, como para captar las diferentes determinaciones del problema que se propone enfrentar (Hintze, 1996). En ese marco, varias son las cuestiones que se abren en relación con los temas esbozados en este capítulo: ¿Cuáles son los problemas específicos de la gestión de políticas de este tipo? ¿Cómo se genera conexión y solidaridad social entre organizaciones públicas y gestores de emprendimientos sociales? ¿Cuáles cambios culturales, qué capacitación y profesionalización son necesarios para que los funcionarios públicos acepten y contribuyan a realizar modificaciones en sus organizaciones y en sus relaciones con la sociedad (tanto en términos de nuevos enfoques de políticas como de articulación horizontal y cooperativa entre actores públicos y de la sociedad civil)? De la manera en que se ha venido desarrollando la argumentación, el punto de observación del problema no puede ser ya el Estado o, más precisamente en este caso, la organización pública, sino que requiere un enfoque relacional que se sitúe en la interacción entre la institución estatal y las de la sociedad civil, y que tome en cuenta las características de cada una de ellas y la forma en que éstas inciden en esa interacción. 10 En ese marco, cabe preguntarse ¿qué tipo de gestión -entendida en sentido amplio como planificación, diseño, implementación, ejecución, evaluación y monitoreo- permitiría desarrollar con mayor eficacia social, pero también eficiencia operativa, políticas públicas para la Economía Social y Solidaria? Sin detenerse en la especificidad de cada uno de tales componentes de la gestión, un aspecto al cual es necesario prestar atención refiere a las pautas culturales de los integrantes de organizaciones públicas y de la sociedad civil en la conformación de estas nuevas políticas. Tomando como punto de partida el reconocimiento de la concepción asistencialista predominante en los últimos años, la fragmentación de los programas sociales que aún se mantiene, los problemáticos procesos de desconcentración y descentralización realizados, la limitada capacidad institucional de los niveles subnacionales, es necesario preguntarse: ¿qué tipos de obstáculos subyacen en los valores y comportamientos que caracterizan la cultura de los agentes institucionales, pero también de los actores sociales que promueven emprendimientos de la Economía Social y Solidaria? Un tema recurrente en la literatura sobre Economía Social y Solidaria refiere al necesario cambio cultural que requiere el desarrollo de una estrategia social de este tipo. En esta línea resulta fértil mirar las organizaciones (tanto públicas como privadas) “como ámbito de producción cultural” (Ramió, 1999a). […] Retomando las cuestiones en los que este trabajo se ha detenido en las páginas anteriores se intentará avanzar en los contenidos de la innovación (Coraggio, 2004a) de las políticas sociales. El tipo de gestión que se considera deseable para políticas de este nuevo tipo se caracteriza -por lo menos- por los siguientes atributos: flexibilidad (en oposición a burocrático, lento, procedimentalmente complejo para los actores sociales); participación; integralidad (en oposición a las intervenciones públicas fragmentarias de las políticas sociales típicas que desagregan la atención de necesidades en un conjunto de “ventanillas” a las cuales se debe acudir para resolver los problemas); articulación intersectorial, entre distintos ministerios y entre políticas de promoción de la Economía Social y Solidaria y de provisión de servicios públicos (salud, educación, vivienda, infraestructura, cuidado del medio ambiente). Atributos que no pueden implicar pérdida de eficiencia y eficacia en el uso de los recursos y los resultados de las acciones. Para su desarrollo es necesaria la institucionalización de otros valores y normas y el establecimiento de otras asunciones compartidas que operen como soportes de una nueva forma de entender/actuar la relación entre los funcionarios públicos y los sujetos de derecho de las políticas para la Economía Social y Solidaria. Una nueva cultura compartida, generada a través de procesos de interacción regular entre ambos a partir del desarrollo de proyectos de interés común, requiere la construcción de una relación basada en la confianza y respeto mutuo como base de la cooperación. [..] Como una primera aproximación se presentan a continuación algunas ideas sobre las transformaciones necesarias para la instauración de tal cultura compartida: Tanto el cambio, hacia una mayor transparencia de la gestión pública, como el reconocimiento de lo que cada uno puede aportar en el desarrollo de programas de gestión conjunta, deben sostenerse en los aportes de recursos legítimos13 (proyectos, innovación, saberes, capacidades, habilidades, financiamiento, recursos materiales, información, etc.) en oposición a los que derivan de prácticas paternalistas y clientelares. Se entiende por “recursos legítimos”a aquellos aportes que han atravesado un proceso de consenso social y que, por eso, gozan de reconocimiento, en el sentido de que son considerados socialmente valiosos. 13 11 Un primer requisito es la recuperación de la universalidad como valor público y sus esperables efectos sobre la forma predominante de gestión de programas sociales en la Argentina en relación con las políticas de acumulación de poder, posibilitado en gran medida por la selectividad de los programas asistencialistas. Es casi una obviedad postular que desde el sector público, la superación de orientaciones clientelísticas de las políticas públicas (sumada a una cultura organizativa poco burocratizada y jerárquica, con mecanismos decisorios participativos) son condiciones para romper la relación de asimetría y subalternidad entre destinatarios y agentes institucionales que en general caracteriza a las políticas sociales. Lo cual, a su vez posibilitaría establecer relaciones horizontales y de cooperación entre programas públicos y emprendimientos de la Economía Social y Solidaria. En cambio, no es tan obvia la discusión respecto de cómo se crea, institucionaliza y difunde a todos los niveles tal cultura. Se podría conjeturar que, desde el lado de los emprendimientos de la Economía Social y Solidaria, al quiebre de esta relación contribuiría su conformación con integrantes dotados de compromiso, disposición a la participación y a la relación dialógica; niveles educativos, formación, disponibilidad de saberes y de información, así como experiencia organizativa previa.14 Tales capacidades, actitudes, recursos y disposiciones si están presentes en los integrantes de los emprendimientos asociativos pueden contribuir a elaborar un vínculo simétrico, mucho más de iguales que la relación actual de proveedor/dador versus receptor pasivo de los bienes y servicios de los programas públicos asistenciales; relación sostenida, además, por una supuesta distancia cultural (entendiendo cultura como bagaje en este caso) entre funcionarios públicos y beneficiarios de planes sociales. Desde el sector público contribuiría a este proceso la configuración de una ética de lo público, que requiere el diseño y difusión amplia de “estrategias que tengan como objeto revitalizar valores públicos como la lealtad institucional, la integridad, la objetividad e independencia, la competencia profesional, la confidencialidad, el respeto a las personas” (Ramió, 1999b). La conformación de tales vínculos simétricos, y la valoración del sentido de emprender asociaciones público-privadas con identidades propias y autonomía, puede contribuir a alejar el riesgo de “isomorfismo institucional”, bastante trabajado en estudios sobre el Tercer Sector. Contribuiría también a la instauración de una cultura compartida, la existencia de mecanismos adecuados de coordinación entre actores públicos y de la sociedad civil. De acuerdo con Echebarría (2001) la coordinación “puede definirse genéricamente como el proceso de creación o utilización de reglas de decisión por el que dos o más actores se ocupan colectivamente de un entorno de trabajo compartido”. Se piensa para este caso en sistemas no jerárquicos de coordinación, basados en la adaptación mutua.15 14 Escasamente desarrolladas en el país todavía. Cabe señalar que no hay nada parecido en la Argentina al Forum Brasileiro de Economia Solidaria, y menos a los forum estaduales, (a los que se hizo mención en el punto anterior) que puedan operar como interlocutores reconocidos a las políticas públicas en este campo, discutiendo su orientaciones y proponiendo las propias. 15 Son útiles para entender los mecanismos de construcción de coordinación (y la aceptación cultural de la coordinación como un valor necesario en la gestión de políticas para la economía social) algunas de las afirmaciones de este autor: (a) la necesidad de coordinación surge de la interdependencia (en este caso, de que unidades de diferentes organizaciones compartan un entorno de trabajo); (b) la interdependencia como factor desencadenante de la coordinación depende de la percepción de las unidades como mutuamente dependientes, lo cual no es un proceso espontáneo, sino que requiere desarrollar la capacidad de visualizar la coincidencia con otras en un trabajo 12 Finalmente, se debería fortalecer efectivamente (y no de manera retórica como es usual en el discurso de las políticas públicas en la Argentina) una cultura de la participación. Manteniendo el concepto “fuerte” de participación al que se hizo referencia más arriba se acuerda con Subirats (2001) que la participación enfrenta el reto de demostrar que no es contradictoria con la eficiencia16. Pero además que, desde los sectores populares, su sentido no es constituirse en un instrumento de acumulación de poder que tiende a despegarse del colectivo (contracara de las prácticas clientelares de las organizaciones públicas) sino la forma imprescindible de hacer efectiva la posibilidad de una cultura basada en vínculos simétricos, revalorización de lo público, autonomía y gestión coordinada de las políticas para la Economía Social y Solidaria. REFLEXIONES FINALES: INTERROGANTES SOBRE EL PORVENIR En este libro se ha pretendido generar un marco interpretativo –predominantemente histórico- necesario para pensar la viabilidad de cualquier proyecto transformador en la Argentina contemporánea. En estas páginas finales, a modo de resumen, se volverá sobre este marco de tres maneras: insistiendo en algunas evidencias sobre lo existente, haciendo explícita a la posición teórico-metodológica desde la que lo anterior se dice y, finalmente, ampliando las conjeturas acerca del horizonte de lo posible en el sentido sartreano del presente como recuperación del pasado hacia un porvenir. Comenzando por las "evidencias acerca de lo existente", desde el marco de esta fértil idea sartreana, se hace indispensable no ignorar la magnitud y naturaleza de algunas situaciones que, como pesos y contrapesos, enfrenta la Argentina actual: la gestación durante buena parte del siglo XX de una ciudadanía ligada básicamente a la condición de trabajador (formal, con acceso a protección social), que aún sostiene la valoración colectiva del trabajo en relación de dependencia (incluso el no registrado), si bien aparecen signos incipientes en lo que hace al reconocimiento del trabajo asociativo y autogestivo; la transición, durante los últimos treinta años, desde una relativa -pero, en todo caso, significativa respecto de América Latina- protección de los derechos de los trabajadores, a la significativa pérdida de estos derechos y el predominio de la inseguridad en las condiciones de reproducción de la población, situación que se intensificó fuertemente en la década de los ´90, en la cual las políticas de ajuste estructural del modelo neoliberal alcanzaron su máxima expresión y cuyo más notorio efecto social ha sido la exclusión; conjunto, así como el reconocimiento de los actores intervinientes; (c) la existencia de diversos grados de interdependencia entre unidades organizativas y los diferentes factores de contingencia que rodean su trabajo (como el grado de estabilidad y complejidad del entorno), obligan a pensar en términos de “alternativas y posibilidades de coordinación y no de soluciones ideales y universales” (Echebarría, 2001). Claramente esto es un problema empírico que deberá resolverse en términos de las características de los actores y las situaciones en juego en la construcción de políticas para la economía social. “Desde esta perspectiva, eficiencia y participación no son contradictorias sino absolutamente complementarias y cada vez se irán convirtiendo en más y más inseparables. Todas las críticas a la lentitud, a los costos, a la falta de valor añadido, al ‘cortoplacismo’, a la erosión de las instituciones representativas, etc., que hemos ido desgranando, pierden peso si se comprende que es precisamente la falta de participación –o de implicación sobre aquello que hay que hacer- la que acaba provocando precisamente estos efectos ahora señalados” (Subirats, 2001). 16 13 una fuerte fragmentación social producto tanto del disciplinamiento impuesto por la dictadura 1976-83 como por el neoliberalismo, pero a la vez con movimientos sociales con novedosas formas de resistencia y protesta social; condiciones estructurales que hacen altamente improbable el regreso a un modelo de Estado de Bienestar como el que conoció la Argentina varias décadas atrás; una coyuntura económica y social, caracterizable en el momento en que esto se escribe como de "post-crisis 2001/2002" con crecimiento económico, disminución de los niveles dramáticos de desempleo y desocupación de esos años pero que todavía siguen siendo críticos y sin mejoría generalizada en la distribución del ingreso ni avance claros en relación con un modelo que asuma y enfrente como cuestión social – no la pobreza- sino la desigualdad; políticas sociales que se definen –en el gobierno nacional- desde la diferencia con las asistencialistas focalizadas del modelo neoliberal. Y que -vistas en términos de sus rupturas y continuidades-, no muestran distancias polares sino transiciones tenues, tal como lo indican las acciones, pero sustantivamente los recursos destinados a intervenciones asistenciales por el Ministerio de Desarrollo Social; la simultánea incorporación a la agenda pública de dicho gobierno de acciones de promoción del desarrollo local y de la economía social (temática que comenzó a ser discutida en el país con mayor intensidad al calor de la crisis y la ampliación de las actividades autogestivas y asociativas propiciadas por el incremento de la desocupación y la pobreza); el hecho de que, a pesar de las orientaciones definidas y de los esfuerzos por promover proyectos más amplios (encadenamientos productivos, servicios a la producción), dichas políticas nacionales se encuentran todavía fuertemente orientadas a atender situaciones de vulnerabilidad a través de la promoción de emprendimientos productivos; si bien a ellas se le suman acciones de promoción, con mayor o menor peso y continuidad en diferentes provincias y municipios, lo realizado no ha conformado hasta el momento un subsistema de economía social y solidaria, inclusivo de amplios sectores de la sociedad, en los términos en que se lo ha presentado en el capítulo anterior. Hasta aquí, y sintéticamente “lo existente” -desarrollado con mayor amplitud en las páginas anteriores. Para el segundo ámbito de reflexión que se propuso al inicio de este capítulo -la indagación sobre lo posible- es preciso puntualizar algunas cuestiones teóricometodológicas, algunas ya mencionadas y otras implícitas: a lo largo de estas páginas la propuesta de la Economía Social y Solidaria en la Argentina ha sido considerada como una hipótesis valiosa que debe ser sometida a investigación y, por lo tanto, no como un supuesto o punto de partida indiscutido que no pone en cuestión a lo largo de ese proceso; la Economía Social y Solidaria es, entonces, aquí considerada como un proceso en incipiente construcción cuya viabilidad dependerá de su asunción como proyecto colectivo y por lo tanto socialmente significativo y con capacidad de construir consenso y hegemonía; 14 la idea, finalmente, de que la conformación de tal proyecto demanda, siguiendo a Sartre, considerar la especificidad de las acciones humanas, que atravesando el medio social, transforman al mundo sobre la base de condiciones dadas, de manera tal que todo proyecto es, entonces, al mismo tiempo, “fuga y salto hacia delante”, a la vez negativa y realización17 (Sartre, 1970); En el marco de estas ideas sobre la Economía Social y Solidaria como virtualidad / posibilidad se ha insistido aquí en algunos temas sesgados por el interés por las características y condiciones de desarrollo de las políticas sociales en transición hacia políticas públicas para la Economía Social y Solidaria. Entre ellos: El reconocimiento de la centralidad de la cuestión de las políticas públicas que conforman las condiciones en las que se desarrolla la actividad económica en general y, en particular, las iniciativas de Economía Social y Solidaria promovidas desde tales políticas y el accionar de organizaciones de la sociedad civil. La transición hacia políticas públicas para la Economía Social y Solidaria requiere la “des-asistencialización” de las políticas sociales y la revalorización de la universalización de derechos como una condición a la vez estructural y de sentido para esta estrategia. Por lo tanto la eficacia de los programas específicos para su promoción no puede ser independiente, sino sinérgica con de las políticas sectoriales (salud, vivienda, educación, habitat, infraestructura, medio ambiente) y de seguridad y protección social. La construcción de tales políticas no puede ser ya vista sólo como un rol del Estado y su aparato institucional, sino desde una perspectiva relacional, centrada en la interacción entre las organizaciones del estado y de la sociedad civil, que tome en cuenta las características de cada una de ellas y la forma en que éstas inciden en esa interacción. Entendiendo por sostenibilidad de un subsistema de Economía Social y Solidaria la posibilidad de gestación y perduración en el tiempo de formas no capitalistas de producción y reproducción, las investigaciones realizadas y en curso muestran la necesidad de situar la cuestión de la sostenibilidad y la estabilidad de sus instituciones en el nivel meso y macro y no sólo - como suele hacerse- en el nivel micro de las unidades económicas. Ello significa, que la sostenibilidad – y su percepción por parte de los actores- es indispensable para el cumplimiento de los objetivos de estas formas socieconómicas: la atención y satisfacción continuada del sistema de necesidades centrado en la búsqueda de la reproducción ampliada de la vida y no de la ganancia. Respecto de la sostenibilidad / estabilidad y las formas de reproducción material, enfoque asumido por las investigaciones mencionadas retoma, de Karl Polanyi, inseparable relación entre economía-sociedad, así como su análisis de las formas integración o principios de comportamiento: reciprocidad, redistribución, intercambio mercado y economía doméstica, mencionadas más arriba (Polanyi, (1989 y 1976). el la de de A partir de lo dicho los interrogantes sobre el porvenir –al que hace referencia el título de este capítulo- hacen parte de un programa de investigación mucho más amplio, que asumiendo la hipótesis de la posibilidad de construcción de una estrategia de este tipo Para Sartre cualquiera sean las conductas se tienen que determinar a la vez en relación con “los factores reales y presentes que las condicionan y en relación con cierto objeto que tiene que llegar y que trata de hacer que nazca.” Esto es lo que constituye en sus términos el proyecto, que define “una doble relación simultánea; en relación con lo dado, la praxis es negatividad: pero se trata siempre de la negación de una negación; en relación con el objeto que se quiere alcanzar es una positividad, pero esa positividad desemboca en lo `no-existente´, en lo que nunca ha sido aún” (Sartre, 1970). 17 15 detecte oportunamente tanto las condiciones favorecedoras como los múltiples obstáculos que, sin duda, enfrenta. Son numerosas (más apropiadamente: interminables) las cuestiones a indagar. Entre algunas muy básicas -para poder avanzar en la transición hacia políticas públicas para la Economía Social y Solidaria- cabe señalar: Dentro de las condiciones de desarrollo (obstaculizadoras y propiciatorias) resulta ineludible analizar el contexto político / económico / social / cultural, pero también técnico-productivo que incide sobre las políticas públicas de promoción de esta estrategia. En esa línea interesa así mismo explorar la cultura organizacional pública y de las organizaciones sociales; la capacitación y formación profesional de gestores públicos y agentes sociales presente y la necesaria para el cambio cultural del cual se habló en el capítulo anterior; las representaciones sobre el trabajo en relación de dependencia y el autogestivo, las experiencias asociativas previas que influyen – de manera positiva o negativa- en el desarrollo de una estrategia de Economía Social y Solidaria en un país signado por los procesos a cuya descripción se dedicó la primer parte de este trabajo. Reconociendo la necesidad de análisis macro sociales de amplio alcance, lo anterior debería considerarse en el marco del estudio comparativo de los organismos públicos, sus políticas y programas destinados a la promoción de la Economía Social y Solidaria, presentes no solo en la administración pública nacional, sino en las provinciales y de algunos municipios relevantes. Y conjuntamente analizar las relaciones que estos organismos públicos establecen con organizaciones de la sociedad civil (OSC) en términos de asociación (parcería) y las formas conjuntas de gestión (coordinación, cooperación, simetría, niveles de participación en el diseño, operación, evaluación de los programas). Sobre este punto en las páginas anteriores se ha hecho reiteradas referencias a la sociedad civil y sus organizaciones, entre ellas a las más significativas nacidas y desarrolladas en la Argentina en los últimos años, así como a los valores que sostienen. Junto a su potencialidad a la vez se ha mencionado estudios que muestran los riesgos de su accionar (Gonzalez Bombal, 2003). Como partícipes de una estrategia de Economía Social y Solidaria: Interesa considerar a las OSC en lo que respecta a su creciente constitución como agentes de políticas públicas y a la vez de iniciativas de acción colectiva. En el marco de esas cuestiones generales, se hace necesario indagar respecto de algunas preguntas específicas y directamente empíricas, entre ellas: ¿cuáles y cómo son las OSC con capacidad de interpelar al Estado y proponer “otras” políticas? ¿Cuáles y cómo son las experiencias “exitosas” de políticas para la Economía Social y Solidaria? ¿De qué modo han incidido sobre ellas las representaciones y prácticas sobre el trabajo de los actores sociales y funcionarios públicos? ¿Cuáles estilos de gestión (Oszlak, 1980 y 1994) se han desarrollado a lo largo de esas experiencias? Estas son algunas de las preguntas que están orientando el propio trabajo de investigación sobre lo que se ha denominado conjeturas sobre lo posible. Frente a los interrogantes, en los que toda duda vale, se mantiene sin embargo la utopía de un porvenir transformable en la línea de un mundo al cual los valores de solidaridad y cooperación lo vuelvan a la vez tan igualitario como libre. En el caso de lo propuesto no es esperable un camino sencillo si se acepta, como hicimos un tiempo atrás, que “en la actualidad la economía social se manifiesta en posición 16 activa, pero no cómoda, en un orden socio-político donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo por nacer enfrenta múltiples dificultades” (Federico Sabaté y Hintze, 2004). Es en ese sentido que se considera necesario –de cara a indagaciones futurasconjurar ya sea el “imposibilismo” (Pucciarelli, 2002) lo que presupone, por lo tanto, aceptar la posibilidad de una construcción compartida del porvenir, como reclamar una seria vigilancia epistemológica sobre los conceptos y procedimientos con los cuales trabajar sobre nuestras conjeturas. Con lo cual estas líneas finales retornan al comienzo, pero ahora redefinido: esa utopía que hace que el presente vibre, si -como se dijo- ha de convencer y vencer sólo puede hacerlo asumiendo nuestra responsabilidad como intelectuales en el plano de la producción de conocimiento (sin que esto implique negar, de ningún modo, la participación en la acción política y/o social). Responsabilidad que nos obliga, entonces, a aportar a la elucidación de las vías posibles de transformación de lo social, en tanto nos corresponde asumir con la mayor rigurosidad científica y con todo el esfuerzo y compromiso que ello implica “que el conocimiento es un momento de la praxis, aún de la más rudimentaria” (Sartre, 1970). BIBLIOGRAFIA Brugué, Q., Font, J. y Gomá, R. (2001): Consejos Consultivos en Barcelona: un balance. En Font J. (Coordinador): Ciudadanos y decisiones públicas. Ariel, Barcelona, 2001. Castel, R. (2004): La inseguridad social. ¿Qué es estar protegido? Manantial, Buenos Aires. 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