contexto del fragmento de descartes de la 2ª evaluación

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CONTEXTO DEL FRAGMENTO DE DESCARTES DE LA 2ª EVALUACIÓN.
Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía
fingir que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que
me encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el
contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se
seguía con evidencia y certeza que yo era, mientras que, con sólo que hubiese cesado
de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no
tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo
ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no resido sino en pensar y que
tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa
alguna material. De suerte que, este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo
que soy, es enteramente distinta del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque
el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo lo que es.
Descartes, R. Discurso del Método, parte IV.
1) Descripción del contexto histórico-cultural y filosófico que influye en el autor del
texto
Este fragmento pertenece a la obra cartesiana El Discurso del Método, publicada
en 1637. Se trata de una obra que recoge los intereses fundamentales de la filosofía
cartesiana: la búsqueda de la verdad, la elaboración de un método racional inspirado en
las matemáticas y aplicable a todas las ciencias, la refundación de una filosofía sobre
bases firmes. Este fragmento se sitúa en su parte IV, en la cual, tras el ejercicio de la
duda metódica, descubre las verdades fundamentales (el cogito, Dios, la existencia del
mundo) a partir de las cuales desarrollar el árbol de la ciencia.
La intención de la obra es mostrar el modo en que, con la buena dirección de la
razón, es posible superar el principio de autoridad, los prejuicios y el escepticismo de la
época. No olvidemos que Descartes (1596-1650) vive en el siglo del Barroco, la
corriente cultural que se caracteriza por el pesimismo, la duda y la incertidumbre,
reflejo de la época de crisis que es el siglo XVII. En la literatura la idea del sueño como
metáfora de la vida está muy presente. Y aunque Descartes también se hace eco de esta
incertidumbre, él busca la simplicidad, la armonía, el orden y la seguridad. Descartes
observaba en su época que las ciencias mostraban un gran desarrollo, gracias, entre
otras cosas, a las matemáticas, pero en otros ámbitos de la vida y del saber se vivía en la
inseguridad, en la confusión, pues las bases del mundo medieval se han quebrado (la
Teología, la ciencia aristotélica, la unidad religiosa, la unidad Iglesia-Estado, la filosofía
escolástica), y un nuevo orden está todavía por consolidarse. Bien es cierto que el
Renacimiento fue el inicio del orden moderno, pero sólo el inicio, y de momento, en el
siglo XVII, la crisis campa en el orden social, político, económico e intelectual.
Socialmente, vemos que las estructuras sociales medievales se quiebran, pues el
XVII es el siglo del desarrollo de la burguesía comercial, que asciende en el panorama
social y político. También ahora es el siglo del nacimiento de los Estados Modernos, en
los cuales predominan las monarquías absolutas como garantía de paz (así lo
fundamenta el filósofo Hobbes), a pesar de que en Inglaterra emerjan las bases de las
monarquías parlamentarias (fundamentadas por el filósofo empirista Locke). Es un
tiempo en el que la relación entre Iglesia y Estado de la Edad Media se rompe, y rota
también la unidad religiosa, se inician las guerras de religión entre los Estados y dentro
de los Estados (guerras en las que los intereses religiosos son en el fondo intereses de
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poder político y económico). Un caso paradigmático de estas guerras es la Guerra de los
Treinta años (1611-1648) entre católicos y protestantes, en la cual participó Descartes
como soldado.
Las guerras, el ataque de la peste y las malas cosechas cíclicas llevan a la crisis
económica, que con frecuencia produjo hambrunas, elevada mortalidad y revueltas
sociales.
En el orden intelectual, el siglo XVII muestra el resultado de la secularización
iniciada en el Renacimiento, por el cual se presenta un modelo de mundo, hombre y
cultura diferente del teocéntrico medieval. En las Universidades todavía se enseña la
ciencia y la filosofía escolásticas, pero los intelectuales participan de un nuevo espíritu
(así lo observamos en las Academias privadas, las publicaciones y en la
correspondencia entre los científicos, técnicos y filósofos de la época). A la formación
de este mundo moderno contribuye especialmente Descartes, considerado por muchos,
el padre de la filosofía moderna, con la inauguración de la corriente filosófica del
Racionalismo (a la que pertenecen también Spinoza, Pascal y Leibniz entre otros). Los
rasgos de la modernidad, en el ámbito del pensamiento podrían resumirse en los
siguientes elementos:
- La revolución científica y la profunda unión entre ciencia y filosofía. En estos
fenómenos el problema del método es fundamental. Tanto en Astronomía (Copérnico,
Kepler, Brahe, Galileo) como en la Física (Torricelli, Galileo) se discute la ciencia
aristotélica. Los métodos escolásticos se muestran incapaces de alcanzar la verdad (así
lo afirma Descartes). Razón y método científico, y no la revelación y la tradición
escolástica, son los nuevos creadores del saber. Encontramos tres métodos importantes
en la época: el inductivo de Bacon, el hipotético-deductivo, basado en la
experimentación, de Galileo, y el matemático de Descartes, inspirado tanto en la
Geometría de Euclides como en el álgebra de los modernos ( aunque, en palabras de
Descartes, superando sus dificultades y sus complejas reglas, que cansaban la
imaginación y podían llevar al error).
- Defensa de la autonomía de la razón y rechazo del principio de autoridad. Se defiende
con ello la libertad de investigación, de conciencia y de religión, pues observamos en la
época un clima de intolerancia religiosa tanto en la Europa de la Contrarreforma como
de la Reforma. Científicos como Giordano Bruno, Galileo, Miguel Servet y el mismo
Descartes sufrieron las consecuencias de esta intolerancia religiosa.
- Un punto de vista antropocéntrico en la mentalidad, que en la filosofía se traduce en su
carácter subjetivista, en cuanto centrada en el sujeto que conoce y actúa. Con la filosofía
moderna se produce el descubrimiento de la subjetividad (el yo o cogito cartesiano es un
ejemplo de ello). Tanto racionalistas como empiristas (Locke, Hobbes, y en el XVIII
Hume) centran sus investigaciones en el problema del conocimiento y de la verdad, ejes
de todas las reflexiones. Se busca la verdad, “el bien soberano”, en palabras de
Descartes, evitando el error.
La filosofía de Descartes, en este contexto moderno, se desarrolla en conexión
con su evolución personal e intelectual. La formación como estudiante en el colegio de
La Flèche (jesuita) y en la Universidad le lleva a la consideración de que la escolástica
es una vía muerta para la verdad. Sólo las matemáticas son vistas como inspiradoras,
por su solidez. Y la pluralidad de opiniones filosóficas, frente a la marcha unánime de
las ciencias, le parece una desventaja. Por otra parte, el escepticismo (Montaigne,
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Francisco Sánchez) no permite justificar el avance real de las ciencias, y Descartes
considera necesario también lucha contra él (las reglas del método intentan encontrar
verdades indudables, la duda metódica no es escéptica). A la formación académica,
donde Descartes no encontró una base sólida para el conocimiento, le siguió la
experiencia de la vida, la búsqueda de la verdad “en el libro del Mundo”. Pero, tras años
visitando cortes, países y participando como soldado en guerras europeas, Descartes
concluye que no hay nada en las costumbres de los hombres que tenga solidez. Por ello,
decidió consagrar su vida a crear un método perfecto, aplicable a todo conocimiento y a
la acción, y para ello se refugió en Holanda, país en el que vivió durante 20 años. De su
época en Holanda, donde había por entonces un clima de mayor tolerancia hacia la
ciencia y la libertad de conciencia, datan sus principales obras: el Discurso del Método,
las Meditaciones Metafísicas, Principios de la Filosofía. En 1649, huyendo del clima de
intolerancia hacia su filosofía, acudió a Suecia por invitación de la reina Cristina de
Suecia. En 1650 murió. Sus libros fueron incluidos en el índice de libros prohibidos por
la Iglesia, y durante un tiempo, fue un crimen declararse cartesiano en Francia.
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