LA CUMANANA EN EL DEPARTAMENTO DE PÍURA Si bien es cierto que por su escasa resistencia cultural el hombre de la costa estableció una pronta armonía con la lengua de los conquistadores, el hombre del ande se batió en una larga y penosa batalla de resistencia y asimilación que no ha concluido todavía . Varios son los elementos europeos que, desde la llegada de los españoles a tierras americanas, fueron incorporándose, pacífica o violentamente, a lo que ahora se conoce bajo la denominación general de "cultura andina. Arte, costumbres, filosofía y lenguaje se fundieron con elementos similares autóctonos hasta tornarse distintos y a veces irreconocibles con respecto a lo que fueron en sus orígenes. El hombre andino peruano no sólo ha trastocado el espíritu y la sintaxis de la lengua invasora, sino que desde siempre, así como aprendió a cabalgar y a pulsar la guitarra, usó de esa lengua para expresar sus más recónditos sentimientos y emociones. Desde Huallpa Rimachi, en la Colonia, hasta Eustaquio Arehuanca, José Mearía Arguedas, Porfirio Meneses y Eleodoro Vargas Vicuña, en la República, puede decirse que el hombre peruano no ha perdido un solo momento en su afán de consustanciarse y sobrevivir en las formas impuestas por el conquistador. El idioma, por su misma naturaleza comunicadora, fue pieza medular en este rico e intrincado proceso de mestizaje. A fin de garantizar y preservar su dominación, España no se mostró escrupulosa en procurar la extirpación absoluta del Keshwa y otras lenguas aborígenes. Llegó al extremo de disponer la excomunión "ipso facto incurrenda" a los españoles y hacendados que permitieran a los índígenas comunicarse en sus lenguas nativas. Este tipo de disposiciones, junto a otras más efectivas y más violentas, hizo que en algunas zonas, tal el caso de la serranía de Piura, en donde el uso del Keshwa no tuvo ni la fuerza ni la prestancia que tenía en otras regiones, prácticamente desapareciera. Pero lo que no pudo desaparecer, a contrapelo de Reales Cédulas y otras medidas coercitivas, fue el espíritu, la cosmovisión que había dado origen y sustento al keshwa y a las variadas lenguas regionales que se hablaron en el Perú prehispánico. En la poesía popular, las expresiones más altas de esta transculturación lingüística son el wayno, el yaraví, la muliza cerreña y la cumanana piurana, ubicable también esta última, con otros nombres, en algunos departamentos septentrionales del Perú, en Cajamarca por ejemplo, donde ha sido recogida y estudiada por el poeta Mario Florián. Eludamos referirnos al wayno y al yaraví, por ser dos formas artísticas donde es evidente la mutua penetración lingüística y espiritual entre el keshwa y el castellano. La muliza data del siglo XVIII, época en que los españoles estaban embarcados en una febril actividad minera, luego de habérseles agotado el oro y la plata de los saqueos realizados a lo largo y ancho del imperio. El de "muliza" es nombre derivado de muía, que era la bestia de carga que se utilizaba por aquel entonces en los asientos mineros de Cerro de Pasco. "Estas acémilas que se vendían a buen precio en nuestro mercado, eran traídas de las pampas del norte argentino, a donde iban los tratantes de nuestra ciudad y las conducían en compañía de los arrieros argentinos en largas y heroicas jornadas" . En los descansos de estas jornadas, los arrieros gauchos y cerreños, acompañados de sus guitarras y quenas, dieron nacimiento a la muliza, que es letra y música donde se confunden lo gaucho, lo español y lo indígena. La muliza se canta por lo general en décimas, con estribillos muy parecidos a nuestras cumananas: No te empeñes en llorar que el llanto no da consuelo posible es que hasta en el cielo padezca quien supo amar. Arguedas sostiene que la muliza es pobre en música y en letra, pero la reconoce, sobre todo en su carácter actual, como una creación evidentemente mestiza. La cumanana piurana que, como ya hemos dicho, es la misma copla que se conoce en otros lugares del norte del Perú, es también música v letra, en las que es posible rastrear el espíritu de las viejas etnias que antes del arribo de los españoles habitaron en esta parte del país, Su música, de neta raigambre indígena, es monótona y lastimera, y su letra donde el castellano se ha impuesto como instrumento expresivo aborda mayormente temas propios del hombre andino, a través de cuartetos, con versos por lo general octosílabos, cuya rima puede ser asonante, consonante o combinada, aunque casi siempre prevalece la segunda. Veamos algunos ejemplos: 1. Con rima asonante: Una vez me confesé con el cura de Solumbre; de penitencia me dio que a las solteras las tumbe. 2. Con rima consonante: Dejaste el oro por el cobre y el mar por una laguna, despreciaste una fortuna por querer a un hombre pobre. 3. Con rima combinada: Un gavilán con cien plumas no se puede mantener, y el escribano con una mantiene vicio y mujer. A la cumanana también se le conoce en Piura con el nombre de "décimas" aunque casi nunca adopta esta forma (¿influencia de los arrieros? ), "versadas campistas", "tristes" y, cuando sirven para alegrar jaranas, se les llama "chiques", aunque esta última denominación tiende a desaparecer. Los campesinos serranos las cantan en los días festivos, cuando el aguardiente despierta los sentimientos y aligera los nudos de la nostalgia. Las cantan abrazados de dos en dos o bien acompañados por el golpe de alguna arpa antañona y maltrecha. Es en las partes altas de nuestra geografía serrana donde el canto de las cumananas es más monótono y más lastimero, aún cuando los versos no se presten para ello. En otros lugares, como en Santo Domingo (sierra de Morropón) donde se cantan a golpe de arpa, intercalándoles graciosos estribillos"', son menos tristes, se dejan barnizar por una jocundía y hasta deslizan de cuando en cuando un mohín de picardía. En la yunga, y en la costa piuranas, donde su letra se vuelve mórbida y a veces hasta grosera, ya casi no se cantan. Cuando alguien las canta, como ocurre en Morropón o Chulucanas, el tono es apenas un pálido remedo de los lamentos serranos y se adivinan más bien algunos acentos negroides que la hacen muy singular. El origen de la cumanana presenta un doble aspecto: el de su nombre y el de su música y letra propiamente dichas. El de "cumanana" parece ser un nombre reciente que de acuerdo a las divagaciones del escritor Carlos Espinoza León0, debería fecharse más o menos en las últimas décadas del siglo pasado, cuando el hacendado don Ángel Palacios trajo negros esclavos a su hacienda de Las Lomas. Entre estos esclavos habrían venido algunos procedentes de Cumaná (Norte de Venezuela) a quienes se les llamaba cumananos y que se caracterizaban por su alegría, su amor a la música y las chispeantes respuestas u ocurrencias que tenían para cualquier circunstancia. La historia no contradice a Carlos Espinoza León, pues es sabido que a partir de 1,834 , y gracias a un Decreto de Salaverry, se vuelve a reponer el tráfico de esclavos negros que se había abolido al iniciarse las guerras por la independencia. No hay que olvidar además que, a partir de 1,640 , al igual que Lambayeque e lea, Piura llegó a tener una densa población negra que se ubicó principalmente en algunos lugares de lo que ahora es Las Lomas, Morropón y Chulucanas. De cualquier modo es evidente que el término "cumanana" es de procedencia negra. Una reciente publicación titulada QUIMBA, FA, MALAMBO, ÑEQUE, AFRONECR1SMOS EN EL PERÚ, del lingüista y narrador Fernando Romero, así lo confirman. Pero cuando los negros dan nombre a la copla popular, ésta y su música ya existían en la serranía piurana y norteña en general. Es bueno señalar que los negros no sólo bautizan a la cumanana, sino que la enriquecen musicalmente hasta transformarla en tondero y que, gracias a su espíritu socarrón y pleitista, la instrumentan como copla de contrapunto, es decir como versadas de lance y respuesta para medir, en frecuentes duelos verbales, su ingenio y su picardía. Y es así como se propaga y mantiene durante muchos años, dando la falsa impresión de haber sido inventada por los negros. Los arrieros, cuya actividad comercial entre la costa y la sierra siempre fue intensa, se encargarían de hacer volar de pueblo en pueblo el pegajoso nombre de "cumanana". En cuanto al origen de la música y los versos, la historia es otra. El espíritu de ambos, más el de la música que el de los versos, es esencialmente indígena. No olvidemos que el hombre del Perú prehispánico hizo hermosos cantos a sus dioses y que conoció diversas modalidades poéticas para cantar al amor, exaltar la belleza o simplemente decir su estoicismo y su ternura, inclusive en un momento nos tentó la idea de encontrar en el "huahuaqui", que era entre los indígenas la canción dialogada, un remoto precedente de la llamada cumanana de contrapunto. En cuanto a los versos es claro que no muestran !a tragedia lingüística que tiene el vvayno, debido a que en la sierra de Piura la influencia keshwa no logró consolidarse. Sin embargo, sus temas y sus motivos, como ya hemos dicho líneas arriba, están referidas por lo general al ámbito físico y espiritual de nuestros pueblos serranos. En la cumanana podemos decir que se confunden lo español y lo indígena con posterior asimilación del elemento negro.,España aporta el molde de sus coplas y hace que, insertado en él, el triste indígena que tenía carácter estrictamente amoroso, se adaptara prontamente a la expresión de un sentimiento marcado por la angustia y el desamparo existencial que produjo la conquista. El elemento negro le pondría más tarde los aditamentos de su gracia picaresca y su alegría desenvuelta y rijosa. En la Piura de hoy ya casi nadie cultiva la cumanana de contrapunto. Apenas queda el recuerdo de los zambos y zambas "cundas" que, en Morropón, hacían las delicias de los oyentes con sus versos picantes y sus respuestas precisas. Veintimilla y Lacotera fueron dos de ellos y es célebre, tanto en la costa como en la sierra, el siguiente diálogo en cumanana que alguna vez sostuvieron: Veintimilla: Me han dicho que eres cantor, que cantas a lo divino... quiero que me digas cantando cuántos pelos tiene un pollino. Lacotera : La pregunta que me has hecho me ha dejado pensativo... si no se le ha caído ninguno ahí está con los que ha nacido Es tan famoso este diálogo que a su primera copla se la suele encontrar modificada según el gusto y el ingenio de los cantores. En Chulucanas la encontré transformada así: Me dicen que eres cantor, que cantas a lo Chiclayo, en el verso me dirás cuántas plumas carga un gallo. Hemérito Delgado, Juan Jiménez Águila, Ignacio Castro Aponte, Carmen Chumacero, Francisco Escobar y don José Santos Zapata El famoso duelo poético que ocurre entre Nicanor de los Santos Seminario (a) "Mano de Plata" y José Manuel Sojo (a) "Matalaché", y que constituye uno de los puntos centrales de la novela "MATALACHÉ" de Enrique López Albújar, sigue perteneciendo todavía al ámbito de lo literario y académico. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, los versos que improvisan ambos "repentistas" en dicha novela no forman parte de lo que el pueblo piurano conserva como su tradición. Son versos "Cultos" y su factura está más emparentada con la espinela española que con la décima popular conocida entre nosotros. En las entrevistas que hemos sostenido con estudiantes tanto en la costa con la sierra, ha sido insignificante el número de los que conocen los versos que este autor pone en boca de esos personajes. Este hecho confirma el poderío de la tradición oral y su prevalencia sobre formas aparentemente mejor elaboradas, aún cuando como en este caso- el producto aparezca libre de los "defectos" propios de su génesis popular y colectiva. Morropón es el único lugar del departamento donde es posible encontrar cumananas de autor conocido, aunque más se conocen y recitan las de procedencia serrana. Y es que en Morropón se desarrolló toda una tradición cumananera que va desde los célebres Veintimilla y Lacotera hasta el más conocido y popular de sus poetas, don Ramón Domínguez Jiménez pasando por los "cundas" Roberto Mogollón, Oswaldo Carrasco, Arica, autores todos ellos de versadas, contrapuntos , décimas y letras de tonderos . La cumanana que se preserva hoy en el departamento de Piura no es la cumanana de contrapunto. De ella sólo quedan algunos fragmentos que se recuerdan por su belleza o ingeniosidad. La que corre de boca en boca, la que se canta en la sierra, la que recuerdan, aunque sea con dificultades, los muchachos y los viejos de Las Lomas, Chulucanas y Morropón es simplemente la copla de cuatro versos. En Ayavaca, en Huancabamba, en Frías, en Santo Domingo o en Pacaipampa, no hay nadie que las ignore. Son parte insustituible de sus fiestas y en algunos lugares (como Santo Domingo por ejemplo) la gente se muestra orgullosa de la vena y el talento de sus cumananeros. Y en esta exaltación de la poética popular, desde hace algunos años, Morropón se viene auto proponiendo "cuna de la cumanana". Sin embargo, el hecho de ser una expresión del pueblo, a la que nadie puso atención, ni siquiera el magisterio rural, hizo que con el tiempo algunas cumananas se perdieran o se fueran maltratando y distorsionando. Creo que en este sentido, Piura le debe mucho a la labor tesonera del Padre Miguel Justino Ramírez, gracias a quien se mantienen en el magín colectivo no sólo cumananas sino también mitos y leyendas de nuestra serranía. No es extraño, por ello, que en Huancabamba, donde nació y trabajó el padre Ramírez , haya tanto respeto y cariño por sus giros propios, sus cantos y su magia. A la de Justino Ramírez hay que agregar ahora, en Morropón, la minuciosa labor del folklórologo Pedro Miguel Alvarado; en Chulucanas la del escritor costumbrista Carlos Espinoza León; en Ayavaca el trabajo que viene desarrollando el joven y talentoso maestro Efraín Ríos Castillo; en Santo Domingo la obra recopiladora de don José Aristóbulo López; en Frías el trabajo de preservación que vienen realizando el profesor Gabriel Córdova Jiménez y los jóvenes integrantes del grupo musical "Los Ases del Huamingas"; y en Catacaos la inquieta obra del burilador don Juan Ramos Cárcamo. Hablemos ahora aigo de los temas de nuestra cumanana. Son diversos, predominando sin duda los de carácter lírico, en donde el hombre serrano vuelca su sentimiento amoroso, su despecho, su soledad y su nostalgia: Pajarito pechito azul color de verde charán, a qué vienes por aquí sin saber si te quedarán. De día cantan los gallos de noche los azulejos, si nos hemos de querer no importa que estemos lejos. Yo no canto porque sé ni porque mi voz es buena, yo canto para que no caiga el llanto sobre la pena. Los hay también sentenciosos, en los que el campesino resume sus vivencias y su filosofía: No tengo miedo a la muerte aunque la encuentre en la calle, que sin permiso de Dios la muerte no mata a nadie. Preso en la cárcel estoy, no me da pena por eso, que no soy el primer preso ni dejo de ser quien soy Mañana cuando me muera me pondrán poncho y sombrero, pueda ser que en la otra vida haiga viento y aguacero. Y por qué no consignar también aquellas en las que el campesino, sujeto en muchos aspectos a viejas concepciones feudales, expresa abiertamente su criterio machista y patriarcal: Si vas a una fiesta y no quieres padecer no lleves yegua parida ni tampoco a tu mujer. Amigo si quieres tener a tu mujer bien segura amárrala a una pata como hago yo con mi burra. Allá arriba de ese cerro hay una olla cenicera, la mujer que no da poncho se le saca la soncera. Contrariamente a lo que sucedió con la muliza, que se hizo rebelde y protestataria con el desarrollo del proletariado minero de la sierra Central , la cumanana piurana, fiel reflejo de un agro con escasas convulsiones sociales, se mantuvo en sus fueros, al margen casi del problema social. En este sentido los ejemplos son pocos: El cura no sabe arar ni menos jalar un buey, pero el con su mala ley cosecha sin trabajar. El pobre no esté creyendo que el rico le haga atención, será por esta ocasión y mientras le está sirviendo. Como campana de palo son las razones del pobre, pues le niegan la justicia aunque la razón le sobre. En la yunga y en la costa piuranas, los temas de la cumanana se tornan especialmente satíricos y rijosos: Hasta aquí mi amor llegó dime si te determinas para taparte el que orinas con este que orino yo. Todas las mujeres tienen debajo de su fustán un come carne sin hueso y un bebe leche sin pan. Anoche bañé a una negra a ver si se desteñía, cuando más jabón le echaba mas largo se me ponía. Terminemos este muestrario de temas con una curiosa copla recogida en Ayavaca. Su construcción es definitivamente española y debe ser muy antigua por la carga conceptual que contiene: Al indio ni el bien ni el mal nunca le hagas con esmero; el mal por no mandarlo Dios y el bien por no merecerlo. Hemos comprobado, finalmente, que la forma actual de la cumanana, es decir la copla de cuatro versos, se sigue produciendo todavía. Tanto en la sierra como en Morropón, los campesinos aprovechan las fiestas comunales o patronales para crear nuevas "versadas". Se caracterizan éstas por las imperfecciones que muestran, especialmente en la rima y la métrica, así como por la asimilación de temas y voces referidos a la realidad económica y cultural que se vive ahora en las zonas rurales de Piura. Es de esperar que, en el curso de los próximos años, el rescate y el estudio detenido de estas manifestaciones, su tratamiento en programas educativos vinculados a los intereses y la psicología del campesinado, la organización adecuada de concursos y festivales, entre otras actividades, nos permitan contar con una nueva generación de poetas populares que den vida y permanencia a esta expresiva forma de la tradición oral, que ya es elemento intrínseco de la cultura del hombre piurano.