REDVET. Revista electrónica de Veterinaria 1695-7504 2010 Volumen 11, Número 5

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REDVET. Revista electrónica de Veterinaria 1695-7504
2010 Volumen 11, Número 5
REDVET Rev. electrón. vet. http://www.veterinaria.org/revistas/redvet - http://revista.veterinaria.org
Vol. 11, Nº 05, Mayo/2010– http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n050510.html
La rabia, ¿un mal de otro tiempo? (The rabies, a bad from
another time?)
Arija, Carmen M.1; Sánchez-Contreras, Guillermo2
1
Licenciada en Biología, especialista en Zoología. Sea Wolves.
C/Gorrión 64 – 1º A. 28019. Madrid. carmen_arija@hotmail.com
2
Estudiante de 5º curso de Veterinaria. Sea Wolves. C/Gorrión
64 – 1º A. 28019. Madrid. gjsctn@gmail.com
Resumen
La rabia es una enfermedad que ha acompañado al hombre a lo largo
de toda su historia y que, aunque culturalmente parece asociada con
épocas pasadas, también se encuentra presente en el panorama sanitario
actual. Su incidencia en países desarrollados es muy pequeña hoy día
gracias al avance en nuestros conocimientos acerca del virus, su naturaleza
y vías de transmisión así como a la creación de vacunas eficaces. No
obstante, esta enfermedad se encuentra lejos de estar superada o poder
ser erradicada debido, entre otras causas, a la grandísima cantidad de
reservorios naturales y de difícil control con los que cuenta, tales como
zorros, mapaches, mofetas, murciélagos tanto hematófagos como
insectívoros, mangostas, etc.
Palabras clave: Rabia, virus, zoonosis, mortal, saliva, vacuna.
Abstract
Rabies is a disease which has attended human beings throughout its
history and, although it seems to be culturally associated with the past, it is
also present in the current health landscape. Nowadays, its incidence is
very low in developed countries not only because our knowledge about the
virus, its nature and its ways of transmission has increased considerably
but also because we are able to create more effective vaccines. However,
this disease is far from being overcome or eradicated. There are many
causes but the more important one is the existence of several natural
reservoirs which are difficult to control such as foxes, raccoons, skunks,
bats, mongoose, and so on…
Key Word: Rabies, virus, zoonosis, mortal, saliva, vaccine.
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Se cuenta que hace 5 milenios, 3 antes del nacimiento de Jesús, se
comenzó a hablar de la rabia mediante el término sánscrito “Rabhas” que
significa “agredir”; aunque no fue hasta la época de los Babilonios, allá por el
2.400 a.C., cuando se describió como enfermedad provocada por mordeduras
de animales.
Fue en Italia, a mediados del siglo XVI de nuestra Era, y varios siglos
antes de los estudios de Pasteur, cuando se describió científicamente esta
mortífera enfermedad y sus vías de contagio.
Por aquellos tiempos, cualquiera que fuera atacado por un animal que
pudiera ser portador del virus, era socialmente sentenciado a muerte por la
ausencia de tratamiento; unos eran sacrificados y otros no esperaban, se
suicidaban. El mundo tuvo que esperar hasta 1885, cuando Luís Pasteur saltó
a la fama por ser el primero en diseñar un tratamiento efectivo “postmordedura” contra la rabia.
El virus de la rabia es un virus ARN de cadena negativa envuelto por
una cápsula helicoidal, perteneciente a la familia Rhabdoviridae y, dentro de
ella, al género Lyssavirus. Se caracteriza por tener morfología cilíndrica, como
si de una bala se tratase. Está distribuido a nivel mundial, afectando con
mayor intensidad en los países en vías de desarrollo. La vacunación de zorros
salvajes a través de técnicas de infiltración de dicha vacuna en alimentos,
como veremos más adelante, ha conseguido que en los países más
desarrollados (principalmente en los países de la Unión Europea) sea muy
raro hablar de esta enfermedad.
La saliva del animal rabioso es la encargada de concentrar al virus, que
se contagia por mordeduras o por el contacto de la saliva infectada con piel
dañada, aunque la transmisión por aerosoles también es posible. Son los
vertebrados domésticos y salvajes los que actúan como vectores y/o
reservorios del virus, por ejemplo: domésticamente el perro es el principal.
En el medio natural son muchísimos los animales que intervienen: zorros,
murciélagos hematófagos e insectívoros –siendo descrito el primer caso de
rabia en murciélagos no hematófagos en Estados Unidos en 1953 (Scatterday
y Galton, 1954)- mapaches, mangostas, chacales, primates, lobos…
En este punto, haremos un inciso para introducir al lector en conceptos
como el de reservorio, al que se hace mención en diversos puntos y cuya
delimitación resulta de especial importancia para una adecuada comprensión
del problema que supone la rabia. Existen diferentes definiciones para este
término, siendo una de las más concretas la propuesta por Guillermo Suárez
(2004) como complemento de la definición clásica dada en la obra Zoonosis
transmisibles comunes al hombre y los animales. En esta última se expone el
término reservorio como “cualquier ser humano, animal, artrópodo, planta,
suelo, materia o una combinación de ellos, donde normalmente vive y se
multiplica un agente infeccioso y del cual depende para su supervivencia y
donde se reproduce de manera que puede ser transmitido a un huésped
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susceptible” (Acha y Szyfre, 1989), a lo que el citado autor hace las
puntualizaciones: “el reservorio de agentes infecciosos propiamente dicho
deberá caracterizarse por una vehiculización biológicamente activa, con
multiplicación y crecimiento microbiano, con o sin la aparición de mutaciones,
forma más frecuente de las infecciones víricas, por no padecer la enfermedad
o padecerla de forma inaparente o subclínica” (Suárez, 2004).
Esto implica que los animales que actúan como reservorios de la rabia
se encuentran infectados por el virus, éste se multiplica en su organismo,
pero no manifiestan la enfermedad y por consiguiente no mueren, siendo
potenciales transmisores del mismo.
No obstante, en la mayor parte de los casos, la rabia sí resulta patógena
para el animal infectado por el virus, desarrollándose la enfermedad, cuyos
principales síntomas son:
o
o
o
o
o
o
o
o
Dolor e hipersensibilidad en la zona de la mordedura
Fiebre leve
Problemas en la deglución de líquidos
Hiperactividad (estrés, excitabilidad, tensión…)
Espasmos musculares y convulsiones
Parálisis muscular
Pérdida de sensibilidad por zonación
Alta estimulación de la salivación
En muchos casos la rabia tiene un desenlace mortal, aunque estudios
llevados a cabo por el Centro para el Control de Enfermedades Infecciosas
de Georgia (EEUU) han demostrado que algunos animales infectados por el
virus rábico son capaces de sobrevivir a la enfermedad y excretar el virus
intermitentemente en la saliva durante aproximadamente un año (Suárez,
2004), convirtiéndose en reservorios o portadores de la enfermedad. Este
hecho viene a romper con la creencia establecida de una mortalidad
irremediable en los enfermos de rabia.
Como todos los virus, la rabia necesita de una célula para reproducirse, y
en este caso de su citoplasma. Este virus se introduce dentro de las células
nerviosas, provocando encefalitis en los mamíferos que se exterioriza por
patrones alterados de la conducta, de los que se distinguen dos formas de
la enfermedad: una muda o paralítica y otra forma furiosa.
La forma muda o paralítica se caracteriza por una hiperactividad inicial
del animal. Tras varios días empiezan a manifestarse parálisis: comienza
afectando a la mandíbula inferior e impide el cierre de la boca. El animal
pierde la capacidad de emisión de sonidos (gruñidos, ladridos, bufidos…) y
presenta cúmulos chorreantes de saliva en las comisuras bucales.
Progresivamente se van paralizando más partes del cuerpo, todo ello
debido a la evolución de la encefalitis y a los daños neuronales que provoca
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la presencia del virus, impidiendo la locomoción del animal. Finalmente el
animal morirá por fallo multisistémico.
Por otra parte, la forma furiosa de la enfermedad cursa con:
agresividad, crisis alucinógenas, disminución de la capacidad de emisión
sonora, acumulación continua de saliva en la comisura bucal y una notable
disminución de la capacidad sensitiva a nivel de los receptores gustativos y
los receptores del dolor, pudiendo observarse animales intentando comer
piedras, maderas, tierra…y lanzando mordiscos a todo lo que tiene
alrededor; y animales con quemaduras y graves heridas de las que no son
conscientes. El animal, finalmente, muere a causa de una crisis eufórica o
por parálisis y ataques convulsivos.
Principales reservorios de la rabia
Zorro común (Vulpes vulpes)
Europa
Murciélagos no hematófagos (Eptesicus serotinus
y otros)
Mapache (Procyon lotor)
América
del
Norte
Mofeta (Mephitis mephitis)
Murciélagos insectívoros (Tadarida brasiliensis y
otros)
Murciélagos hematófagos (Desmodus rotundus)
América
del Sur
Murciélagos insectívoros (Tadarida brasiliensis y
otros)
Mangosta (Herpestes auropucntatus)
Gato (Felis catus)
Perro (Canis familiaris)
Chacal (Canis aureus C. adustus y C. mesomelas)
Mangosta amarilla (Cynictis penicillata)
África
Gato (Felis catus)
Perro (Canis familiaris)
Lobo (Canis lupus)
Zorro ártico (Alopex lagopus)
Asia
Gato (Felis catus)
La rabia afecta a
cualquier
mamífero
de
sangre caliente y tiene un
periodo de incubación muy
variable, puede ser de
entre 2 semanas y 2 años.
Todo
ello
depende
principalmente
de
la
distancia que haya desde
la
herida
al
Sistema
Nervioso
Central
(en
concreto
al
cerebro),
aunque existen otro tipo
de factores que añaden
variabilidad como es: el
tipo de herida, el lugar de
la mordedura y la cantidad
de nervios que haya en la
zona, a parte de la
concentración
vírica
inoculada. Además puede
transmitirse
desde
los
pocos días de la infección
y durante todo el proceso
de la enfermedad.
Aunque
existe
la
creencia establecida de
que la rabia es un mal de otro tiempo, se han registrado casos humanos y
animales en tiempos recientes, como un niño fallecido por contacto con un
murciélago no hematófago en Chile en 1996 (Favic et al., 1999), una
cachorrita introducida ilegalmente en Francia y proveniente del Norte de
África en 2004 –su muerte puso sobre aviso a las autoridades sanitarias y
Perro (Canis familiaris)
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se evitó que afectase a humanos vacunando a todas las personas
susceptibles de haberse contagiado-, o la epidemia de Málaga en 1975 en
la que fallecieron varios centenares de animales domésticos y una persona
–el protador del virus, como en el caso anterior, fue un perro introducido
de Marruecos- (Suárez, 2004).
Así mismo, en el control nacional sobre incidencia de rabia realizado en
Lituania entre 1986 y 1996 (Gylys et al., 1998), se observó que un 73,8%
de los casos de rabia detectados se produjeron en animales domésticos
(correspondiendo el 61,1% de los mismos a ganado vacuno) y el resto en
silvestres. Entre los animales silvestres, el 56% de los casos se localizaron
en zorros (Vulpes vulpes) y el 31,2% en perros mapache (Nyctereutes
procyonoides), también conocidos como tanukis.
La erradicación de una enfermedad como la rabia resulta
virtualmente imposible dado el gran número de reservorios silvestres, ya
que para ello sería necesario alterar de forma inconcebible los ecosistemas,
eliminando de los mismos a las especies relacionadas con el virus.
Ya en la epidemia que
azotó Europa en la década de
los 40 del pasado siglo,
Alemania trató de poner freno a
la enfermedad erradicando a los
zorros (V. vulpes) que actuaban
como
vectores
de
la
enfermedad,
mediante
gasificación de las madrigueras
con ácido cianhídrico. El riesgo
de catástrofe ecológica puso
freno a esta práctica, aunque
sólo de forma parcial. La
medida dejó con vida 0,2
Zorro rojo (Vulpes vulpes)
zorros/km2, lo que permitiría
una recuperación de la especie tras la epizootia y teóricamente supondría
un freno para la enfermedad.
La realidad es que semejante masacre no obtuvo los resultados
esperados, ya que poco después la enfermedad se extendió a Francia. En
este último país se puso en práctica una medida que sí obtuvo mejores
resultados, la vacunación oral mediante administración en cabezas de pollo
distribuidas por las zonas de campeo del zorro.
La vacuna, obtenida mediante técnicas de ingeniería genética, cuenta
con un cambio en una glucoproteína superficial del virus de la rabia
(glucoproteína G). Ésta posee marcada antigenicidad y estimula la
formación de anticuerpos neutralizantes que reducen la patogenicidad del
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virus, conservando en cambio la actividad inmunogénica y la potencialidad
como vacuna (Suárez, 2004).
Experiencias similares han sido probadas en América del Norte con
mapaches (Procyon lotor) y mofetas (Mephitis mephitis) resultando un
fracaso debido al rechazo de los cebos, lo que hace necesario replantearse
el medio de administración de las vacunas a estas especies silvestres.
Por lo tanto y a modo de conclusión nos queda decir que la
erradicación de la rabia es harto improbable pero su control puede ser
viable mediante el empleo de vacunas y, sobre todo, mediante un mayor
conocimiento de los ciclos de infección y contagio de la enfermedad.
Bibliografía
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REDVET: 2010, Vol. 11 Nº 05
Recibido 15.03.10 / Ref.Prov. MAR1010/ Aceptado: 14.04.10/
Ref.Def. 051013_REDVET/ Publicado: 01.05.10
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