LA ESQUISA De concejos y comarcas Fermín Rodríguez En estos tiempos de geoestrategia, confusión e incertidumbre global, seguimos estando aquí. Como si de un pasatiempo se tratase les propongo que, si tienen ocasión de hacerse con una mapa mudo de Asturias, intenten poner nombre a los 78 concejos. Si descubre que sabe situarlos a todos, ¡ha ganado! y si, además, los ha visitado, merece el premio “Geógrafo de pata roxa”. Si, por el contrario, sólo acierta a situar el suyo, alguno de los vecinos, y Oviedo o Gijón, le recomiendo que se inscriba rápidamente en algún curso de Geografía de Asturias, ya sea para prejubilados en activo o no, pues se ve que usted tiene afición, pero la dificultad del ejercicio le supera. Y si aún no llega a eso vale más que lo deje y pase a intentarlo con el crucigrama. Para los que están entre las dos notas primeras el siguiente ejercicio consiste en agrupar los concejos por conjuntos o comarcas. A ver cuántas propone usted. El asunto aquí es de permanente actualidad y aflora intermitentemente; normalmente comienza así: “hay muchos ayuntamientos, conviene agruparlos”. Las razones que se esgrimen son varias, pero entre todas destacan las económicas (abaratamiento de costes para, curiosamente, proporcionar mejores servicios a los ciudadanos). Desde luego, la cuestión no está clara, pues el objeto final de la política territorial no es abaratar costes en la provisión de servicios. Sostener el territorio cuesta dinero. “Racionalizar el gasto” es una expresión que normalmente debemos entender como recorte en los servicios. Si a una pequeña comunidad, le quitamos su ayuntamiento, lo fusionamos o le quitamos su personalidad, ¿qué le quedará?. Aún retrocederá un poco más, y ¡eso ni para tomar impulso!. Por otro lado, dada la orografía de nuestro territorio y las peculiaridades de su poblamiento, de aceptar los agrupamientos aún deberían mantenerse abiertas las casas consistoriales donde están, para proveer de servicios a esa comunidad, so pena de incrementar aún más el despoblamiento. El asunto tiene una gran carga simbólica, y su aparición mucho tiene que ver con circunstancias concretas de algunos ayuntamientos, los que caen por debajo de listones demográficos significativos y sondean, tímidamente, al vecino, más pequeño, acerca de fórmulas de agrupación, que les permitan mantener su tamaño, estadístico. Pero la cuestión es importante, pues afecta al modelo de ordenación territorial del país, y es un asunto preocupante en otros. Por ejemplo, en Francia donde hay 37.000 comunas o ayuntamientos, unos 2.000 más que en el resto de toda la Unión Europea, y donde el Estado no se plantea su reducción, pues la base territorial de su organización republicana es la comuna. Por otro lado, en la literatura científica y en la práctica cada vez está más claro que la unidad básica del desarrollo es la localidad, pero que ésta no debe confundirse con el concejo, sino que apunta a una realidad territorial superior, situada entre la región y municipio, llámese comarca o país, y que no tiene, en general, cobertura política o administrativa. Precisamente en Francia ésta se intenta reconocer desde hace poco tiempo con la llamada “Ley de país”, que trata de encajar las piezas de su complejo mosaico nacional para facilitar el desarrollo local; para concretar en todas partes el proyecto de mejora de la calidad territorial, que permita tener más y mejor empleo, sostenibilidad en el medio ambiente, proteger la variedad cultural local y ofrecer a todos los ciudadanos servicios más eficientes. Asturias cuenta con una Ley de comarcas desde hace casi dos décadas, que no se ha desarrollado. El avance en la cooperación intermunicipal se ha hecho de la mano de las mancomunidades de servicios, cuyo balance deja amplias sombras (alargadas por los estrechos localismos y por la pretensión de convertirse en parlamentos comarcales, y lastradas por defectos de fabricación derivados de su ajuste a calzador en una parrilla impuesta) y grandes luces (los consorcios de provisión de servicios) Con todo, y por la fuerza de los hechos, de manera más o menos espontánea, se ha ido formando un nuevo mapa de cooperación más o menos permanente de concejos, a los que ya no preocupa tanto ajustarse a la vieja parrilla, como sacar adelante un proyecto común. Surgen también nuevos foros organizativos (grupos de desarrollo rural, consejos, consorcios comarcales) que tienen como novedades la participación de más agentes territoriales que los representantes públicos y su orientación hacia la gestión de un proyecto territorial. Por tanto, formas de agrupación voluntaria, ampliamente participadas, donde conviven públicos y privados, organizadas alrededor de un proyecto, poco burocratizados y con visión estratégica, están creando una nueva manera de participar en la gestión del desarrollo local y en la ordenación territorial. Desde luego, se trata de un proceso de aprendizaje social lento y con dificultades, pero quizás por no plantearse como meta el suprimir nada sino aunar todo, puedan constituir el germen de esa nueva forma de entender y organizar un país viejo y montañoso que tiene que enfrentar un tiempo de incertidumbres En Geografía todo se construye y se destruye, algunos de los cambios tienen tiempos lentos y otros mas rápidos, pero no hay realidades inmutables. Espacio, tiempo y paisaje suelen ir unidos. El proceso de expansión de la población en los valles mineros hizo que apareciesen concejos como Mieres y San Martín, y que desapareciese el antiguo conceyón lenense, o el de Tudela o el de Arbas. Cuando se cumplen los días las cosas cambian. Sin embargo, quedan en el fondo realidades profundas, propias del país, de su geografía, que pueden ser de nuevo utilizadas para aceptar nuevos desafíos. Claro que ha desaparecido el alfoz bajomedieval de Pravia o de Navia o la Tierra de Ribadeo, pero curiosamente sobre esos mismos espacios, físicamente tan determinados, surgen nuevas fórmulas de cooperación municipal que renuevan los viejos pactos de hermandad. Ahora que necesitamos encontrar un nuevo modelo de estar, cuando encaramos el desarrollo de nuestro territorio sobre bases distintas a las de nuestra última etapa y necesitamos como en todas partes reconocer que la escala del desarrollo es local, quizás necesitemos reflexionar acerca de si debemos cambiar las habitaciones de nuestra vieja casa. Así que, amable lector, si ha tenido la paciencia de leer hasta aquí, que le parece si coge el bolígrafo y agrupa los 78 concejos, a ver cuántas comarcas le salen, y luego va y lo cuenta en www.uniovi.es/cecodet.