LA ADOLESCENCIA HUMANA Y LA SOCIAL. (LA ATENTA ESCUCHA DE LA JUVENTUD, CLAVE DE NUESTRA ORIENTACIÓN) INTRODUCCIÓN. La vida de los seres humanos discurre ensombrecida por una permanente incertidumbre; derivada: -del corto tiempo de permanencia en éste mundo del ser humano individual; -de la indefensión propia de nuestra naturaleza; -además de la carencia de sentido a la que la propia existencia nos somete. Desde el mismo momento en que los seres humanos alcanzaron la capacidad de pensar, y tomaron conciencia de su existencia individual en éste mundo; tuvieron que encarar una multiplicidad de preguntas: primeramente derivadas de su propia supervivencia, y en la medida que las necesidades básicas fueron satisfechas; otras preguntas, cada vez más y más complejas, fueron aflorando, adentrándose así paulatinamente en un camino de mayor mentalización, hasta llegar a la toma de conciencia de la limitación que lleva implícita la condición humana, y de la propia muerte. Nada en la vida se nos da de forma gratuita, así que: al costoso camino requerido para la adquisición de una mayor capacidad de pensar, había que añadirle la incertidumbre: derivada de la escasez de respuestas en lo fundamental; que nos precipita a un estado de inquietud y miedo, y que toma su expresión en forma de dolor psíquico; siendo en la actualidad, y en los países desarrollados, el principal factor de dificultad para la culminación de una vida satisfactoria –la psiquiatría será en un futuro, la protagonista de las especialidades médicas, junto con la genética y los trasplantes. En el ser humano, el único regalo es la vida misma, a partir de aquí, toda adquisición tendrá que ser ganada. Son muchas las tretas que el humano utilizada en el empeño de no pagar el coste que el pensar conlleva, así como para contrarrestar los efectos propios de la incertidumbre derivada: la negación y el mantenimiento de un pensamiento mágico y megalomaníaco; la construcción de teorías y dogmas encerrados en filosofías y religiones; el control y sometimiento de los demás; la idealización de los conocimientos científicos de los que se espera todo, etc. Sólo la aceptación de nuestras limitaciones actuales de toda índole, posibilita una salida adaptativa y constructiva -de igual modo, que la duda es requisito indispensable en el avance hacia el conocimiento-. La aceptación de las limitaciones individuales es posible acompañado, es e grupo humano quien mejor las contrarresta. Existen dos tipos de compañías: las internas, que se expresan a través de la fe en el ser humano (derivada de pretéritas experiencias de acompañamiento significativas, producidas en los momentos de transición y caos -propios de nuestros primeros años y de otros momentos de desbordamientos vitales posteriores-); y las externas: las compañías actuales, con las que poder sentirse solidariamente juntos, conjurando las amenazas de todo tipo sentidas en éstos momentos. Los desarrollos engañosos y falsos, por irrealistas, no sirven para la adaptación, viéndose siempre amenazados por la propia realidad, que en el tiempo se acabará imponiendo. En el ciclo vital del ser humano hay muchos momentos, en que el mundo de las certidumbres y de los falsos valores se ven estruendosamente amenazados. Son los momentos de transición y de encrucijada vital, donde aparecen ante los perplejos ojos del interesado, los escenarios escondidos tras lo falso. Son estos arrebatos de lucidez, los que convulsionan al ser humano, sumiéndolo, con frecuencia, en lo que consideran la mayor de las desdichas, a pesar de tratarse de los momentos de mayor creatividad. El tránsito y la resolución de estos momentos son fundamentales, pues en ello se dilucida la confortabilidad existencial de sus implicados. La adolescencia implica la transición entre la infancia y la adultez, siendo siempre una época extraordinariamente comprometida y creativa. LA INFANCIA Y SU CONTEXTO. La vida requiere de una situación dinámica de permanente intercambio; es en la infancia, cuando todos estos fenómenos encuentran su máxima expresión; es en ella, donde más que en ningún otro momento de la vida, el contexto social (la familia) se encuentra en permanente e íntima relación con el niño, condicionando el texto genético (el desarrollo de las potenciales del niño en crecimiento). Es en el contexto social, donde el niño encontrará los recursos necesarios para la obtención de una respuesta a sus necesidades básicas y, finalmente, será éste el constitutivo y soporte de nuestra siempre precaria identidad. En el Génesis se sostiene, en referencia a Jesucristo, que “El Verbo se hizo carne”; en el origen de los seres humanos, la circunstancia es la inversa: “La carne” es la que se transforma en la crianza hacia la mentalización y la adquisición del lenguaje, en “Verbo”; verbo que se pierde con el desbordamiento psíquico, teniéndose que dilucidar los conflictos en la carne y la actuación. -En el ser humano individual y en los grupos humanos, las evoluciones pueden realizarse hacia la progresión o la regresión, ambas implican la misma dirección, pero su sentido es el contrario-. El niño se comporta en gran medida, como una pantalla que refleja las proyecciones de las que es objeto, provenientes de sus adultos significativos; es de la cantidad y calidad de lo proyectado de donde surgen las diferencias entre unos y otros. No tienen los mismos efectos las proyecciones realistas y posibles, que otras alejadas de toda posibilidad de desarrollo, abocando al niño a desarrollos aberrantes y falsos. Escuchando a un niño y analizando sus conductas y comunicaciones, con cierta facilidad deducimos las expectativas y deseos conscientes o inconscientes, adecuados o dañinos, de las que fueron objeto. No es infrecuente que el desajuste emocional de un niño, cualquiera que sea su forma de expresión, suponga el primer indicio de situaciones de conflicto y dolor de la propia familia, que de otra forma podrían haber pasado desapercibidas; convirtiéndose así en la primera señal de alarma de dichos desajustes. ¡Qué importante escuchar a los niños y adolescentes! ¡Cuantas verdades se esconden tras sus desajustes! Si los niños son el espejo familiar, los indefensos como colectivo lo son de lo social (Al referirme a los indefensos incluyo las personas que no tienen, por las circunstancias que sean, la autonomía personal para realizar su vida, encontrándose más al albur de las circunstancias familiares y sociales: los niños, ancianos, enfermos y desheredados de la fortuna, imposibilitados para salir por sí mismos de la situación en que se encuentran). Es en la atenta escucha de estos colectivos donde se encuentran los elementos imprescindibles de orientación para superar el errático momento en que nos encontramos. Es en ésta situación en la que me he basado al elegir el título de ésta exposición. LA ADOLESCENCIA. El periodo adolescente es un momento de encrucijada vital complejo. Para su entendimiento es necesario la conjunción de diversas áreas de conocimientos: psicología infantil y evolutiva; dinámica de grupos familiares y de otros grupos sociales; dinámica de las parejas; psicología de los adultos; del comportamiento de las crisis en los seres humanos; de despedidas y duelos... Más que en otros momentos de la vida, la adolescencia supone una evaluación de todo el proceso de madurez e individuación acaecido durante la infancia. Es en ella donde las problemáticas de los contextos familiares se pondrán de manifiesto a través de sus disfunciones, pudiendo ser entendidas éstas como un síntoma condensado de las mismas. En ella los límites de todo orden se desdibujan. En el interesado se enfrentan y superponen problemáticas infantiles y de adultos; se confunden los límites personales con los de otros miembros de la familia que lo envuelven y ocultan. Es el grupo familiar al que se abandona, y muchas de las necesidades, demandas y expectativas puesta en él, se trasladan al grupo de iguales, en un intento de ocupar el espacio vacío, que el distanciamiento de la familia nuclear provoca; para, de esta manera, constituir una nueva familia compuesta de aparentemente iguales, pues ellas no carecen de estructuras, más bien por el contrario, tienen estructura latentes rígidas y jerarquizadas. Estas cuadrillas de adolescentes, como en todo grupo humano de cualquier tipo, se estructuran y funcionan siguiendo los parámetros interiorizados por los individuos que las componen, y que no son otros que los familiares. De la adecuación en la respuesta al adolescente en ambos grupos, que se comportan a modo de urdimbre afectiva, dependerá en gran parte el éxito de dicha separación, de la que se derivará, invariablemente, su integración personal y su incorporación social. De todos los colectivos vulnerables, el adolescente cuenta con más poderosos medios de expresión, resonando mucho socialmente: la ganancia de autonomía con respecto a tiempos infantiles, su tendencia a amplificarse en grupos de iguales fuertemente cohesionados –la cuadrilla- donde tratan de realizar el apuntalamiento de su precaria identidad. La recién adquirida capacidad de intuir la realidad, y el contraste de ésta con las creencias infantiles en que se sostenían hasta ese momento, y que a partir de entonces se tambalean. El desbordamiento de la situación desemboca en una rigidez de sus planteamientos recientemente hilvanados, y el sostenimiento de los mismos sin dudas, cisuras, ni matizaciones. La adolescencia: ese periodo de transición, en el que se es demasiado grande para seguir siendo considerado niño, y demasiado joven para considerarse adulto. Como en toda transición el paso por un espacio de confusión es obligatorio. Cuestionados los controles venidos de sus mayores, y todavía con precarios controles personales, quedan atrapados en sentimientos de fragilidad, que unido a un gran susto, les aboca a la defensa en el agrupamiento; la cuadrilla es la nueva familia en donde pasará todo. Este tránsito siempre se produce en el encuentro con lo nuevo y el cuestionamiento global de lo viejo ¡que desnudez produce la nueva situación! El joven adolescente se encuentra temporalmente a la intemperie, y con una conciencia de confusión y fragilidad apenas soportable. Son los adolescentes los que últimamente han venido ocupando más páginas en los periódicos y, desgraciadamente, no para resaltar situaciones positivas: que si el botellón, los actos de violencia callejera, su protagonismo en los estadios de fútbol, su participación en el consumo de drogas, sus excesos en su forma de circulación vial, su vinculación en actos terroristas... Como anteriormente he señalado, este colectivo es un espejo donde se refleja el mundo de sus adultos, y una caja de resonancia especialmente ruidosa, con la que nos señalan que algo no va bien ni en el seno de las familias, ni en los contextos sociales a los que pertenecen. La adolescencia, paréntesis entre dos infancias: - la infancia propia de todo ser humano, la de nuestros primeros años y, que nos corresponde por nuestro ciclo vital, finalizando cuando el adolescente sustituye el entorno familiar, protector o destructor, por el social. Frente a los contextos ampliados que suponen lo social, una vez más el adolescente se siente empequeñecido e infantilizado, sentimiento que no abandonará a lo largo de la vida adulta, pese a ello, es en el espacio social donde el adolescente espera recrear las expectativas incubadas, ya para entonces, en su familia, y encontrar las respuestas necesarias que le catapulten a la adultez ansiada. Las idealizaciones familiares destruidas en ésta etapa, son restituidas y recreadas de una u otra manera en el entorno social, donde sus líderes, sus modas, sus divertimentos, sus éxitos y fracasos pasan a ser el centro de atención principal del recién despertado. De cómo haya resuelto la adolescencia la persona, dependerá el tipo de relación futura con la sociedad, oscilando entre dos extremos: desde un tipo de relación mutua extremadamente fructífera y creativa; hasta las formas de relación más perversas y falsas, estas últimas, evidentemente, recíprocamente dañinas. Como hemos podido comprobar las relaciones psicopáticas y perversas, a quien más dañan es al propio autor de las mismas, aunque en sus formas se adornen y falseen con signos aparentemente envidiables. Es en estos momentos adolescentes, de indefensión individual, cuando un contexto social racional se nos torna imprescindible. La pérdida de referencias internas, requeriría ser compensada por un contexto social estructurado y contenedor: capaz de una sintonización empática con las necesidades de su momento, para sentirse contenidos y acompañados –entendidos- y poder encontrar en los líderes sociales, las referencias de orientación necesaria para salir de la encrucijada en que se encuentran. La ingenuidad de planteamientos de muchos líderes sociales, cuando proponen un cambio de la juventud en el que ellos no se sienten implicados, implica el desconocimiento de dicha problemática y una negación de la responsabilidad inherente a su función. En la sociedad, la responsabilidad de su funcionamiento es como en las familias, de los que ocupan los lugares jerárquicos más altos, aunque pueda sonar utópico, por la escasa frecuencia con que el poder se asocia a la responsabilidad. -El mismo fenómeno lo comprobamos en la clínica donde: son comunes las demandas de personas que tienen la expectativa de que les curemos o les mejoremos sin su participación en el cambio; igualmente a nivel familiar: cuando nos depositan un hijo con graves perturbaciones emocionales, con la explícita demanda de que se lo devolvamos curado, sin su participación activa en el proceso-. La sociedad, también se encuentra en un momento adolescente y de transición, llena de confusión y con comportamientos colectivos fuertemente regresivos e infantilizados. En el desbordamiento social en el que nos encontramos, la sociedad en su conjunto se muestra incapaz de tener en cuenta y orientar a sus adolescentes. La escisión e insolidaridad propia de estos momentos, les lleva a presionar a los adolescentes para que se adapten y sometan a otra segunda infancia, y renuncien a la búsqueda de la luz que implican las crisis en los momentos de transición. Resolución de la adolescencia. Poco dura la adolescencia en el ser humano, todavía no ha acertado a despedirse de los cuentos y deseos infantiles, cuando ya se ve seducido por una infancia colectiva de más difícil solución que la precedente. El contexto social actual se encargará de narcotizar sus sentidos con historias y ensueños infantiles, le deslumbrará con poderes de “abracadabra”, con engañosos controles sobre la vida y la muerte, con el ofrecimiento engañoso de algunos humanos representante de los dioses, del dinero, del poder, etc. Apenas si necesitarán pensar por sí mismos, incorporados a la máquina productiva, su energía se canalizará en el mantenimiento del consumo; “todo está suficientemente atado y controlado”. Sus estatus dependerán de su obediencia. Será el sometimiento su principal virtud, con él podrán sumirse en la narcolepsia de la abundancia, delegando su capacidad de pensar, su solidaridad individual y evitando a cualquier precio instalarse en la duda crítica de la incertidumbre existencial. Esta es la resolución positiva de la adolescencia tal como socialmente se entiende. Muchos adolescentes sensibles, con grandes inquietudes, se pierden en dicha transición ante la dificultad de sometimiento y la falta de referentes coherentes que les acompañen en dicha transición. EL TRÁNSITO POR LOS MOMENTOS DE INDEFENSIÓN EN LOS SERES HUMANOS. Son en los momentos de indefensión y de crisis cuando uno requiere de los otros. Es en estos momentos cuando uno comprueba con justeza con qué, y con quién cuenta. De estas situaciones, como de otras de la vida, no se puede salir solo. La soledad es el peor y más insoportable enemigo del hombre. Cotidianamente lo podemos confirmar en nosotros mismos y en nuestra práctica psicoterapéutica, acompañando a las personas a transitar por estos momentos, siendo testigos de los enormes intentos realizados previamente de forma individual, para salir por sí mismos, fracasando. Mas pronto que tarde, todos los seres humanos, dada nuestra naturaleza y nuestro ciclo vital, con accidentes imprevistos o sin ellos, nos encontraremos confrontados íntimamente a nosotros mismos, y comprobaremos con profundo agradecimiento, o con horror, con quien contamos de nuestro entorno más cercano, y la adecuada solidaridad, o insolidaridad, de nuestro entorno social. SITUACIÓN ACTUAL EN LOS PAÍSES DESARROLLADOS. Hace ya tiempo que se viene insistiendo en el estado del bienestar en el que nos encontramos los ciudadanos de los países desarrollados. La insistencia de nuestros políticos, debe de ser proporcional a las dudas implicadas en dicha afirmación. “Los estados nodrizas” en que se han transformado dichos países, han hecho que su población se infantilice. Podemos confiar y abandonarnos al mundo de los deseos y ensueños infantiles; renunciar a la forma de pensar y entender el mundo adolescente, y regresar al pensamiento infantil que habíamos intentado abandonar; eso si: esta vez mimetizados con los pensamientos que las mayorías consideran adultos y esperables. Nuestros políticos ya son suficientes para pensar por todos. Elegir un partido y ser fieles al mismo, sin importar cual sea su comportamiento en la realidad, y entrar en contradicción con la evolución de la vida: siempre cambiante. El mundo actual global no pasa de ser un mal equivalente camuflado del mundo infantil, en el que los juguetes sólo se distinguirán por su tamaño: De los dos a los ocho años: coches pequeños y sencillos; posteriormente: coches más sofisticados, ya teledirigidos, capaces de obedecer al instante a la orden de su dueño, venir y alejarse a voluntad, hasta destrozarse si fuese necesario, o si su dueño así lo determinase; posteriormente, ya en la edad adulta: los coches multiplican su peso, potencia y tamaño; pero, como los precedentes, su origen y muchas de sus finalidades serán en todo comunes a los juguetes infantiles. Lo importante y definitorio no es lo que hacemos, sino, y fundamentalmente, desde donde lo hacemos, en que necesidades superficiales y profundas se sostiene. Las necesidades primarias del ser humano trascienden lo superficial y aparente, teniendo que buscarlas detenidamente siempre por debajo de lo que se ve a simple vista. En estos contextos: deseos y realidades se funden y confunden, se difuminan sus límites a semejanza del mundo infantil. La realidad pasa a ser así nuestro peor enemigo. La amenaza de un incómodo despertar, que hay que evitar a cualquier precio -si aspiramos a instalarnos en un mundo de ensoñaciones- dominado por la inmediatez del placer concreto y externo, y con una prevalencia de un mundo plagado de fantasías y deseos alejados de la realidad. De ésta manera nos precipitamos en la construcción de desarrollos desintegrados, falsos, vacíos y aberrantes de consecuencias dañinas para todos ¿Es éste el estado de bienestar y modernidad al que aspiramos? En un momento u otro de nuestra existencia, si se vive un tiempo suficiente, las preguntas adolescentes reprimidas acaban apareciendo y se nos agolpan: ¿Dónde radica mí bienestar? ¿Cuál es el precio que estoy dispuesto a pagar para sentirme bien? ¿Hay otras formas de vivir que no pasen por la insolidaridad? ¿Porqué los poderosos son indefectiblemente los buenos? ¿Existe otras formas de dilucidar las dificultades y conflictos que no pasen por las guerras individuales, familiares o sociales?... –Muchas personas vienen a nuestras consultas en los momentos en los que se les suscitan estas preguntas, como si ello fuese una enfermedad. Lo más genuino y humano es tomado como lo desconocido e indeseable, confundiéndolo con la enfermedad y en las situaciones más extremas con la locura. Muchas de las demandas que atendemos se realizan en los momentos en que las personas gozan de una mayor salud mental; cuando se ha producido la rotura de muchos de los engaños con los que vivían hasta ese momento, y en los que se sostenían en precario, ocasionándoles un mayor grado de conciencia, que yendo acompañado de la confusión y el dolor psíquico producido por la pérdida, es confundido con la enfermedad. - Por suerte, no hay engaño ni estupidez individual o colectiva que pueda sortear el tiempo, éste y no otro es el juez implacable de todo desarrollo. El mundo avanza, a mí modo de ver, siempre positivamente hacia la luz y hacia estructuras más evolucionadas, como he tenido la posibilidad de afirmar y razonar más pormenorizadamente en otros escritos. EL TEJIDO SOCIAL: FRUTO DE UN CONTEXTO DINÁMICO. Un grupo humano constituye una realidad diferente y mayor que la suma de los individuos aislados que lo componen. Un contexto dinámico consiste: en que el conjunto está formado por las partes que lo constituyen, las cuales no están fijas, se encuentran en permanente intercambio entre ellas, construyéndose y destruyéndose, generando de éste modo continuas nuevas estructuras; ocurriendo todo ello en un mismo momento y participando el conjunto de una misma realidad. Los análisis deben de tener en cuenta a la realidad más global, discurriendo posteriormente en el entendimiento de los aspectos parciales que la componen. El entendimiento que transita de la realidad más amplia a la más particular es posible, pero no en el sentido inverso: de un profundo conocimiento de los aspectos parciales, no se puede inferir el conocimiento de lo global; como ejemplo podríamos tomar la metáfora del cuerpo humano, cuya realidad es superior a la suma de sus componentes: vísceras, músculos, huesos, etc., en el que igualmente es necesario un conocimiento holístico del mismo, si se quiere comprender la funcionalidad de las partes. La complejidad social nos ha abocado a la especialización, consistente en saber mucho de poco, contribuyendo a la confusión, cuando no se tiene en cuenta la globalidad. Los contextos humanos más amplios influyen en los más pequeños y éstos también en el ser humano individual; cerrándose así un círculo en el que todo está interactuando al mismo tiempo. La vida no es una foto fija, es dinámica y cambiante, como el ser humano; pese a que la psicopatología y los métodos de clasificación diagnósticos, insistan en la fijeza e inamovilidad de determinados tipos de síntomas y estructuras. En un artículo anterior – Del individuo al grupo – expuse que lo característico de un contexto dinámico es su continua transformación, encontrándose en permanente creación y destrucción, similar al principio de la física “la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma” – Los seres humanos continuamente se juntan, se agrupan y separan, siguiendo las leyes de las complementariedades y de la casualidad, habiendo una búsqueda activa por parte de éstos al agrupamiento, constituyendo diversos grupos y subgrupos sociales en función de su momento evolutivo y sus necesidades individuales – similar al movimiento permanente de los átomos y las elementos subatómicos que los componen, en continuo movimiento y transformación, y es que el mundo de los seres humanos también sigue las leyes de la física y de la materia de la que se encuentra intrínsecamente compuesto-. EL CONTEXTO SOCIAL DETERMINANTE DE LA VIDA INDIVIDUAL DE LOS SERES HUMANOS. El contexto social tiene una influencia determinante en la vida de las personas que lo componen. Su predominio, aunque existen influencias conscientes, son las inconscientes las determinantes fundamentales de nuestra manera de pensar, sentir y actuar. La matriz social constituye nuestra identidad cultural, siendo una referencia y sostén de las identidades profundas personales; a ellas recurrimos ante momentos de fallas de nuestras identidades más íntimas (entiendo por identidad individual al proceso que relaciona la conciencia de lo que somos como personas, resultante de nuestra historia individual, y dependiente del proceso de individuación y su confrontación con los avatares de la vida). Resumiría lo que quiero decir en una frase, en la que concentro uno de los importantes problemas con que el ser humano tiene que lidiar, como consecuencia de ser pensante y social. El pensamiento: es la resultante más evolucionada de la confluencia de lo biológico y lo social. La identidad es un concepto ambiguo que se nos escapa, tan escurridizo, que las personas, en general, estarán dispuestas a someter grandes aspectos de sí mismos a quien ofrezca una identidad estable, situación imposible y por tanto falsa; aunque hoy esté en auge un gran negocio, con la oferta de identidades múltiples, a cambio del sometimiento de sus consumidores. Resumiría lo expuesto en la siguiente frase: “Somos, lo que somos, pero vivimos con acuerdo a lo que creemos que somos” Por desgracia la vida del ser humano está mas condicionada por su pensamiento, acertado o equivocado, que por la realidad de las cosas. La crisis: necesidad y posibilidad. Si la adolescencia es una época de crisis ¿que menos que hacer algunas reflexiones generales en torno a ellas? La vida es movimiento y cambio. El estatismo es contrario a la vida. Cuando un ser humano se instala en la repetición y en el no cambio, muere, aunque biológicamente continúe viviendo. Todo cambio lleva implícito una situación de desequilibrio y crisis, que finalizará con el establecimiento de un nuevo equilibrio, positivo o negativo, según sea el sentido hacia un mayor o menor grado de evolución. La vida supone siempre un equilibrio inestable, imposible de ser controlado - ni los obsesivos más atentos, ni los psicóticos más amenazados y pendientes son capaces de un control eficaz de la vida – la vida no puede ser controlada, sino que tiene que ser aceptada en la incertidumbre que suponen sus riesgos, sólo así puede ser vivida convenientemente. Todo cambio supone el fin de lo conocido hasta ese momento, e implica un salto al vacío de lo desconocido. Un tránsito temporal por el desorden y la confusión. Un ejemplo metafórico de lo que quiero expresar lo tenemos en el momento en que los padres se encuentran con el compromiso de tener que desvelar a los hijos la realidad del origen de los regalos de Navidades, la rotura del mito de los Reyes Magos. Universalmente conocida es la respuesta de contrariedad y sufrimiento de los niños, un paso por la confusión y el miedo, que les impide por un tiempo disfrutar de una realidad presente mucho más auténtica y cercana que la recientemente pérdida. Lo evidente es: que los regalos han estado siempre, que siguen estando y que los autores de los mismos se encuentran mucho más próximos de lo que les cabía suponer. Como en la ley física que afirma: “La energía: ni se crea, ni se destruye, sólo se transforma” Igualmente ocurre en el mundo del conocimiento: “que ni se crea, ni se destruye, se transforma al hilo de la experiencia”. Por tanto cabe resumir la situación en que “hay que perder (la crisis), para ganar”; lo importante en ésta ecuación necesaria, es si lo que se gana es mejor de lo que se pierde en cuanto a la adaptabilidad para la vida, cuando el resultado es positivo, la crisis, con todas sus dificultades habrán merecido la pena. La compañía. El único requisito necesario para resolver positivamente los tránsitos por la confusión es “la compañía”. Un ser humano acompañado es capaz de las mayores proezas, y de enfrentar las mayores dificultades, ¿Qué no somos capaces de hacer por que nos quieran? En casos extremos hasta morir o matar. Acompañados, los seres humanos podemos tener una existencia digna, aun en las condiciones más adversas. Aislados emocionalmente, nos vemos imposibilitados para resolver las cosas más cotidianas, baste comprobar los efectos devastadores del autismo individual y grupal. A modo de ejemplo de lo dicho: imaginemos a un niño que acompañado a la hora de dormir, puede conciliar un plácido y reparador sueño, delegando el control de los peligros a los acompañantes de su entorno; por el contrario: si al mismo niño, se le acuesta con cierta prisa y se le deja solo en el piso antes de dormir, por las circunstancias que sean, al momento, se verá invadido por miedos y temores surgidos de la soledad y el sentimiento de abandono, que le impedirán conciliar el sueño, encontrándose abocado a controlar los imaginarios peligros en una vigilia desesperada y tensa, pese a que el exterior ambiental carezca de los mismos. Algo tan aparentemente cotidiano puede resultar traumático, situación que de repetirse con frecuencia, le harán desconfiado, vulnerable y rígidamente controlador. Es en la compañía donde pongo la principal necesidad del ser humano, y la angustia más insoportable el abandono, por encima de cualquier otra situación. Tengo que aclarar que cuando hablo de compañía, me refiero a compañía emocional (sentirse acompañado, contenido, reconocido, querido, respetado, entendido en forma de empatía) de la que dependerán el resto de cuidados, uno de los más importantes es el control, frecuentemente distorsionado en los vínculos complicados. En el acompañamiento que realizo a personas en el momento decisivo de su existencia, en el tránsito hacia su muerte, he podido comprobar de forma repetida que, en esos momentos, si el ser humano se encuentra confortablemente acompañado de sus seres queridos, y estos se encuentran razonablemente contenidos, y pueden ofrecerse como continentes, el tránsito de la vida a la muerte lo realizan con la misma tranquilidad cotidiana con que los propios niños afrontan el paso del sueño a la vigilia. Sin compañía no se puede vivir, y por ende morir, los dos son las caras de una misma moneda. Pero ¿por qué tanta importancia a la compañía?, me he alargado en ello, pues es en los momentos de crisis, cuando la realidad de nuestra naturaleza se nos muestra en toda su crudeza: la indefensión y la soledad existencial se nos evidencian; los otros nos aparecen demasiado lejos, o tan cerca que nos sentimos invadidos, y así la situación se nos hace insoportable. Son en estos momentos en que nos sentimos sensibles y vulnerables, cuando necesitamos más desesperadamente la presencia de los demás, siendo capaces de reclamarla a cualquier precio, preferimos pelearnos o agredirnos a cambio de sentirnos acompañados. La crisis, en definitiva, son inherentes a la vida. Esconden oportunidades inéditas que es necesario rescatar. Cerrándolas en falso se retrocede, paralizando la evolución y la vida. La misma situación se da en nuestros pacientes en situaciones de crisis, que tienen derecho a esperar de nosotros la compañía necesaria para inclinar la balanza hacia una resolución favorable de la misma. Paralelismo del mundo infantil y el mundo adulto. Mis observaciones me trasladan al convencimiento de que hay una gran semejanza entre la forma de percibir, pensar y relacionarse de los adolescentes y los adultos. Las problemáticas se reproducen y repiten en ambos colectivos, sólo variando la escala de los hechos; siendo por tanto un cambio que afecta a lo cuantitativo, permaneciendo inalterable lo cualitativo (que es donde debiera radicar la diferencia) de las diversas problemáticas. En ello me baso para sostener que: “culturalmente seguimos adoleciendo de una carencia de evolución, que es necesario tener en cuenta en nuestros análisis”. A continuación expondré algunos de los ejemplos en los que me baso, para afirmar lo expuesto. En el mundo infantil: la percepción es de naturaleza instintiva, aunque matizada desde el nacimiento por un contexto cargado de afectos. Hay una prevalencia del principio del placer sobre el de la realidad, careciendo de objetividad y no discerniendo entre lo deseable y lo posible; se percibe el mundo como fuente de satisfacción o de amenaza. Incapaces de posponer la satisfacción, la requieren de forma inmediata, apenas si existe posibilidad de soportar la frustración. En el mundo del adulto actual: prevalece la misma inmediatez, el principio de realidad externo (reconocido por la capacidad de razonar) es permanentemente negado, ¿no son el consumismo masivo y las compras compulsivas una manera de expresión de lo mismo? ¿Cómo entender los divorcios de parejas apenas constituidas en el tiempo? ¿Acaso los abusos de la cirugía estética y de cosméticos costosísimos, en un intento tan enorme como fallido de parar el tiempo y negar el envejecimiento, se puede considerar razonable? En la inmensa mayoría de los discursos políticos prevalece lo deseable sobre lo posible, haciendo que la emoción prevalezca sobre la razón, e infantilizando a un público que delegando en ellos su capacidad de pensar, siempre costosa, y carente de juicio crítico, les sigue. La xenofobia, el miedo a las diferencias, la rígida afirmación de lo propio con una desvalorización de lo ajeno. Las permanentes presiones hacia los médicos para mantener la vida en circunstancias estériles y extremas, por parte de familiares incapaces de aceptar la muerte como acontecimiento cotidiano de la vida. La percepción con que son vividos colectivamente los resultados deportivos de nuestros equipos. La guerra entre las diferentes culturas, entre las diferentes religiones, vividas siempre como amenazas, no como aportaciones; son tantos los ejemplos que insistir en ello me parece redundante. En cuanto a la identidad: en el mundo infantil, los límites entre el niño y el mundo se encuentran desdibujados, siendo la separación psicológica del “yo” con respecto al mundo exterior en extremo incompleta. En el mundo adulto, esta omnipotencia primaria en el que uno lo es todo, la podemos recrear sin dificultad en múltiples ejemplos históricos y actuales: ¿acaso los grandes líderes sociales no han sostenido hasta tiempos relativamente recientes tener un origen divino: los faraones, los Cesares romanos, los maharajá indios…? En momentos actuales: ¿Acaso la infalibilidad del Papa en materias de fe, no es otra forma de negación de la condición humana y la afirmación de una comunicación privilegiada con Dios? Los líderes de sectas que refieren fuertes convicciones religiosas. Los grandes dictadores. Los políticos al cabo de unos años en el ejercicio del poder, acaban, frecuentemente, fundidos y confundidos con el mismo, percibiendo y pensando el mundo de la realidad de manera distorsionada, y atribuyéndose a sí mismos una capacidad abrumadoramente ilimitada, es la capacidad de todos la que se atribuyen, mientras los otros piensan la escasa importancia de sus aportaciones, cerrándose el círculo del malentendido. En la medida que la idea de sí mismos se aleja de su realidad, se ofrecen a los demás, para entonces negados y desvalorizados, como los únicos, los elegidos -Es en estos momentos de confusión y omnipotencia cuando cometen sus mayores equivocaciones y corren sus mayores riesgos-. Los fenómenos y comportamientos de los seres humanos en colectividad, su tendencia al sometimiento y la pasividad, el fenómeno de masa en el que hay una adaptación desde el sometimiento pasivo al mundo; el seguir automático y carente de crítica a los líderes sociales; las fidelidades más allá de lo racionalmente conveniente a los partidos políticos. ¿Acaso no son formas idealizadas propias de un mundo infantil? La obediencia automática y el sometimiento a personas y estructuras, a cambio de favores y reconocimientos; la comunión en los cristianos, como una forma de participación de la omnipotencia divina. Los Dioses para el niño se encuentran encarnados en los adultos de los que depende, solo con el paso del tiempo y ante un fallo en el proceso de individuación e independencia, tendrá que desprenderse de los padres reales buscándolos compulsiva y desesperadamente en el más allá de lo humano en forma de otros dioses – padres aceptados socialmente. Las religiones son una vuelta al mundo mágico e idealizado del niño. -Dado que en todo ser humano los acontecimientos psíquicos antiguos y primitivos perduran por debajo de lo nuevo, cualquier humano, si se dan las condiciones circunstanciales adecuadas, puede sorprenderse actuando regresivamente con acuerdo a los patrones primitivos (si nos construimos de dentro a fuera, de lo primitivo hacia lo evolucionado; nos destruimos de fuera a dentro, siendo lo último adquirido lo primero que perdemos en los momentos más comprometidos de nuestra existencia)-. En el mundo infantil en el pensamiento prevalece lo mágico, confunde la parte con el todo; desorganizado tolera y condensa contradicciones, confunde lo semejante con lo idéntico; regido por el mundo emocional, se ve condicionado por deseos y temores, moviéndose en un mundo de verdades absolutas. Es un pensamiento cosificado (prevaleciendo las imágenes sobre las palabras) cercano a la acción. En el mundo adulto ¿cómo entender que la justicia funcione con el parámetro de buenos y malos a pesar del conocimiento adquirido de la psicología profunda de los seres humanos? ¿Cómo entender la desmesurada trascendencia que se da a los diagnósticos psiquiátricos, si no es desde la necesidad mágica de control de los incontrolados enfermos a los que atendemos? ¿La astrología, el tarot, los milagros, los amuletos, las religiones, los mitos, acaso pertenecen al mundo racional y científico? ¿Acaso la existencia de la pena de muerte tiene algún sentido fuera de la Ley del Talión? La xenofobia como la proyección de lo desintegrado e indeseable en los desconocidos. Muchos crímenes realizados por personalidades psicopáticas encuentran su explicación en éste tipo de pensamiento. El pensamiento circular obsesivo más relacionado con el control mágico de los peligros que con el entendimiento. El mundo de reyes y reinas, príncipes y princesas, todavía necesarios para el sostenimiento de las instituciones. Las loterías como depositarias de nuestra esperanza de cambio brusco y sin esfuerzo. Mitos culturalmente sostenidos como “querer es poder” “la exagerada idea de libertad del ser humano, una libertad siempre condicional y condicionada”. – cuando la inmensa mayoría del movimiento del mundo, es la resultante de la dialéctica entre: los privilegiados tratando de preservar sus prerrogativas en contra de los menos afortunados, que intentan, a veces desesperadamente, acceder a las mismos, para hacer una de lo mismo. Hoy las relaciones entre los humanos siguen siendo de sometimiento y hechas en la verticalidad, y éste tipo de relación también pertenece al mundo primitivoEn el mundo infantil hay una predominancia de la comunicación preverval: es el contacto físico, la expresión y el tono lo que prevalece sobre la palabra y el sentido de estas; igualmente hay una predominancia de la acción, del gesto y la actuación, las palabras, venidas del pensamiento mágico, también adquieren de ésta manera connotaciones mágicas, destructivas o constructivas, capacidades excesivas que de ningún modo les corresponden, existiendo la creencia mágica de que se puede dominar todo lo que se puede nombrar. En términos lingüísticos cabe afirmar que significante y significado son una y la misma cosa, con el tiempo y la madurez se llegará al pensamiento abstracto. En el mundo adulto ¿No sigue habiendo en la comunicación una prevalencia de la actuación sobre la palabra? Nos encontramos en un momento en que suenan los tambores de guerra contra Irak, todavía en tiempos recientes hemos asistido a una guerra cruenta en el corazón de Europa, hay cientos de conflictos cuya única respuesta es la guerra, o lo que es lo mismo no encuentran en el camino del pensamiento y en la comunicación verbal la vía de la solución, teniendo que ser resueltos (de forma insatisfactoria para todas las partes) en la actuación. No es la racionalidad lo que se dilucida en estas actuaciones colectivas en las que todos estamos implicados. Más cercanamente, acaso no es en nombre de la justicia y la libertad que los terroristas del País Vasco pueden cometer cualquier tipo de atentado, contradiciendo con su actuación el significado de sus palabras, vacías de contenido. Las banderas, las identidades externas, las naciones, los equipos, la pertenencia a los partidos, las modas, el consumismo son unas entre las muchas formas de comunicación social prevalerte. En el presente hay un discurso social vacío y en total contradicción con los hechos. A las palabras se les ha vaciado del sentido de que son portadoras; o por el contrario, son cargadas de un contenido mágico que sobrepasa en mucho a la función simbólica propia de una comunicación evolucionada. Las personas humanas pueden individualmente llegar a niveles evolutivos amplios. En la colectividad, que supone la media de la población, hoy la capacidad de pensar y la racionalidad siguen siendo más un deseo que una posibilidad al alcance de la mayoría (me refiero a los países desarrollados, naturalmente). Resolución de la adolescencia. ¿Acaso la adolescencia puede ser resuelta? ¿No es la vida una permanente adolescencia? ¿Qué entendemos por su resolución? Tras la rotura del entendimiento infantil del mundo, la resolución del espacio de confusión generado por la crisis puede ser diferente en unos u otros casos: - en primer lugar están los que tras la primera infancia, se adaptan por sometimiento a las primitivas estructuras sociales en las que nos encontramos, incurriendo en una segunda infancia, sólo cuestionada en momentos de crisis personales tras circunstancias traumáticas vitales. A críticos, se adaptan y compiten de forma irracional por la posesión del mundo externo a ellos, y generalmente huyen desesperadamente de sí mismos, a quienes en el fondo consideran indignos por dicha renuncia. – Otros, con gran ruido, hacen una de lo mismo que los anteriores, pero con formas aparentemente opuestas, son los contra-dependientes, personas que sin ideas e identidades propias, las toman de los demás, disfrazándolas en la oposición, como si fueran suyas. Cuantos revolucionarios de salón zarandeados por las modas. Cuantos progresistas de forma, ultra conservadores de fondo, predicando aquello que no les pertenece. (Lo que define al ser humano no es lo que dice, sino lo que hace. “Las palabras se las lleva el viento” “Por sus hechos los conoceréis”. Dos poblaciones numéricamente menores de adolescentes discurren por caminos diferentes a la mayoría: -en primer lugar, adolescentes con circunstancias personales tan favorables, que pueden llegar a niveles de adaptación razonable, sin tener que recurrir a una delegación masiva de sí mismo, manteniendo una distancia crítica con el mundo, pero, al mismo tiempo, profundamente comprometido con él; -otra población de adolescentes, sensibles y vulnerables, incapaces de una adaptación creativa, permanecen en la confusión, revelándose contra el sistema y corriendo los graves riesgos propios de este tipo de situaciones, finalmente en la mayoría de los casos saliendo mal parados del embate y entrando en un camino de frecuentes equivocaciones y daño para sí mismos y para los demás, una parte de ellos atendemos diariamente en nuestros despachos. Entre ambas extremos, se coloca un número importante de adolescentes que oscilan entre una y otra posición. Acaso, la resolución de la adolescencia y la madurez consista solamente en la aceptación de nuestras limitaciones, la solidaridad con las limitaciones de los demás, la posibilidad de soportar la incertidumbre vital, y una actitud razonablemente esperanzadora ante la muerte. El mundo de la realidad y su contraste. Vivimos un ratito. Apenas comenzamos a vislumbrar de qué va la vida, ya nos tenemos que apear de ella. Uno de los grandes problemas de la humanidad es la escasa acumulación de experiencias individuales, dado el tiempo tan exiguo que vivimos; además de la marginación de nuestros mayores, evitando tener en cuenta el mensaje del que son portadores: “que la indefensión individual es una compañera que nos acompañará siempre, además de la existencia del deterioro y la muerte”. Lección que puede servir de antídoto al infantilismo y megalomanía en la que nos encontramos instalados. Nada de lo fundamental de nuestra existencia nos pertenece como mérito propio, solo en algunos aspectos parciales de nuestro desarrollo, ya de adultos, tenemos algún protagonismo, siempre mucho menor al imaginado. Nadie, por tanto, tiene más mérito que nadie por ser como es; y los más afortunados, en caso de ser cierta su suerte, debería de reflejase en la solidaridad y la empatía, y no en el desconocimiento, la xenofobia y la distancia. Los falsamente privilegiados se ven incapacitados para renunciar y compartir su situación favorable con los demás, inclusive en éstas circunstancias, hacen una apropiación indebida de los dioses de las diferentes culturas y religiones. Desde siempre, el motor fundamental del mundo de los humanos ha sido el mantenimiento de los privilegios de unos sobre otros. Los más favorecidos utilizan una gran parte de sus recursos en mantener sus privilegios sobre, y a expensas, de la mayoría, apropiándose de lo de todos; por el contrario, los más desfavorecidos se pelean denodadamente, en un intento de sumarse al grupo de los privilegiados, para una vez instalados en ellos, sufrir un lapso de memoria y volver a alinearse (y alienarse), ésta vez en el otro bando, en una defensa a ultranza de lo adquirido. Esta forma de relación en la exclusión, control y sometimiento de unos con otros, confirma una vez más nuestra carencia evolutiva. Hoy, todavía, no podemos imaginar un contexto en que quepamos todos, como la única manera que tiene el ser humano de vivir de forma digna. Nadie puede vivir aislado e incomunicado de los demás; nuestros pacientes graves restituyen en su mundo interno: delirante y alucinatorio, el mundo externo relacional roto y distante tras el autismo defensivo en el que se instalaron. “Nada de lo humano me es ajeno”. Nada de lo auténtico se puede heredar, sólo reconocemos como auténticamente nuestro, lo que ganamos en una pelea franca con la vida, la cosas que más valoramos, son las que nos han supuesto un mayor esfuerzo, y la confortabilidad de nuestra existencia depende de nuestras realizaciones. Hay una abrumadora concordancia entre nosotros. La dificultad de ser tan idénticos, es la que nos mueve a un permanente señalamiento de la diferencia -ya que la conciencia de identidad requiere del contraste-, pero la justificación frecuente de exclusión de los otros por un determinado Rh, por el color de su piel, por sus orígenes, etc., no deja de ser una mera falacia, propia de personas constituidas en la desintegración, y con profundas carencias de identidad personal, que les llevan a proyectar en los otros y en el alejado contexto social sus conflictos. El ser humano pasa la vida detrás del poder. Todo el mundo cuando se habla de poder, parece tener una clara idea de a que se refiere, pero si paramos a pensar un poco más detenidamente, ¿A qué poder nos referimos? ¿Al económico? ¿Al de tener una capacidad de decisión que implique a los demás en sus vidas y bienes? Permanentemente se habla del poder, del emborrachamiento del mismo, del permanente deseo del mismo. ¿Qué no estaría dispuesto a pagar un ser humano lleno de bienes y riquezas, desahuciado por una enfermedad incurable por su salud? ¿Quién es más afortunado, el millonario enfermo, o un humilde muchacho de cualquier lugar?, ¿Quién se cambiaría por quien? ¿Qué poder es ese que consiste en influir en la vida de los demás, sin que podamos influir positivamente en la nuestra? ¿Podemos hacer que nos quieran nuestros familiares, nuestras esposas? ¿Podemos matar a los otros, y no tenemos ningún control sobre nosotros mismos? A eso llamamos poder, y creemos estar diciendo algo. Son tiempos confusos, el adolescente aporta su lógica confusión, que si no es contestada y acompañada por su propia familia, será difícil que pueda encontrar referentes fiables fuera de dicho contexto íntimo, corriendo todo tipo de riesgos, y quedando al albur de la casualidad su salida, con la trascendencia que ello conlleva. La dificultad del adolescente, no está en su visión de cómo debiera de ser el mundo, en la que, probablemente, podríamos estar de acuerdo; sino en la ingenuidad –idealización- que supone la existencia de unos adultos, con las capacidades suficientes como para llevar a cabo dicho cometido. El mundo nunca ha sido justo, sino desajustado, la toma de conciencia de ésta situación es la esperanza de un desarrollo apenas comenzado y hacia el que caminamos más lentamente de lo deseado.