3.1.- EN EL FONDO Como hemos visto, el fondo cósmico de microondas es una de las tres pruebas fundamentales de la teoría del Big Bang. Su existencia, predicha por la teoría, y su perfecta forma de espectro de cuerpo negro, indican que, cuando la radiación se desacopló de la materia, el Universo estaba en equilibrio térmico. Del fondo cósmico podemos obtener mucha información. La radiación es extremadamente homogénea e isótropa. Su medida es idéntica, independientemente de dónde miremos. Extremos opuestos del Universo nos ofrecen el mismo panorama. De aquí se deduce que el Universo, en su conjunto, no gira, carece de rotación. Por lo que sabemos, todos los cuerpos astronómicos (galaxias, planetas, estrellas, sistemas solares...) que existen en el Universo están girando. Si el Universo girara como un todo, esto se apreciaría en la radiación de fondo como un corrimiento Doppler (véase capítulo 1). Por el mismo motivo, podemos también deducir que la expansión del Universo es homogénea. No hay zonas del Universo que se expandan más deprisa que otras. Si así fuera, la radiación nos lo contaría. El fondo de microondas nos dice que el Universo no gira y que se expande homogéneamente. Pero si afinamos el oído, escucharemos más cosas. Para ello es necesario que avancemos un poco en la siguiente etapa de la formación del Universo. Antes, durante y tras el desacoplo, la materia llenaba todo el Universo, de una forma sorprendentemente uniforme. No obstante, esta uniformidad no era absoluta. Las fluctuaciones estadísticas, propias de un gas en equilibrio térmico, hacían que en algunas regiones hubiera una densidad de materia ligeramente superior a la densidad media, de tan sólo unas partes entre un millón como mucho. Mientras que en otras partes era ligeramente inferior a la media. Las regiones ligeramente más densas fueron las simientes para la posterior formación de las galaxias. Al expandirse el Universo, esas zonas ejercieron una atracción gravitatoria ligeramente superior, de tal forma que poco a poco fueron atrayendo materia a sus cercanías. Conforme estas zonas atraían más materia, adquirían más y más masa y por tanto aumentaba su fuerza de atracción gravitatoria atrayendo más y más materia. De no ser porque el Universo se estaba expandiendo al mismo tiempo, el efecto multiplicador hubiera acabado en una gran bola de materia. La expansión se oponía a este proceso, de forma que estos núcleos de atracción gravitatoria sólo atrajeron la materia de las zonas más cercanas. De resultas de ello se formaron las galaxias, concentraciones de materia, a pesar de la expansión, nada despreciables. Aquellas minúsculas perturbaciones en la densidad de materia, que actuaron como semillas galácticas, deberían haber dejado sus huellas fósiles en la radiación de fondo. Tras el Desacoplo, la radiación electromagnética que escapaba de las zonas con una densidad de materia mayor, perdió, a resultas de una mayor atracción gravitatoria, más energía que la que abandonaba otras zonas. Si lo expuesto ocurrió realmente, deberían observarse hoy día "manchas" en el fondo cósmico de microondas. El COBE ¿Hemos podido detectar los vestigios de las semillas galácticas, manchas en el fondo de microondas? Para intentarlo se lanzó el satélite COBE, acrónimo de su nombre en inglés COsmic Background Explorer (explorador del fondo cósmico), proyecto dirigido por el astrofísico estadounidense George Smoot. El detector principal del COBE no medía la radiación directamente. Se trataba de un radiómetro diferencial, es decir, medía diferencias de radiación. Comparaba la radiación que provenía desde dos direcciones del firmamento distintas y medía la diferencia de temperatura entre ellas. Representación artística del satélite COBE El COBE fue puesto en órbita el 18 de noviembre de 1989. Inicialmente no cumplió sus expectativas. El fondo de microondas es sorprendentemente uniforme en todas las direcciones, y las manchas, de existir, deberían ser muy tenues. Era necesario acumular gran cantidad de datos del fondo durante mucho tiempo para mejorar la sensibilidad de detección y determinar un resultado definitivo. Conforme las señales se iba acumulando, la sensibilidad aumentaba y lentamente comenzó a discernirse un patrón. Finalmente, en 23 de abril de 1992, dos años y medio después de su lanzamiento, el patrón detectado por el COBE se mostró claro más allá de toda duda y el equipo de George Smoot hizo públicos sus resultados: el COBE había encontrado las manchas esperadas en el fondo cósmico, las señales de las fluctuaciones de densidad primigenias que serían las semillas primordiales para la formación de las galaxias. Habían detectado esto: Las diferencias de temperatura entre las zonas más calientes y las zonas más frías resultaron ser increíblemente bajas: tan sólo de una parte entre cien mil. Estas variaciones se corresponden con unas fluctuaciones en la densidad de materia de tan sólo un 0.01% por encima de la media. El Universo primitivo era realmente muy homogéneo. 3.2.- UN UNIVERSO SONORO En el mapa obtenido por el COBE, observamos que las manchas dejadas en el fondo cósmico por las variaciones de densidad originarias se distribuyen en todas las escalas. Hay manchas grandes, manchas pequeñas, manchas minúsculas, etc... Para comprender la naturaleza de esta distribución, los teóricos emplean una herramienta matemática denominada contribuciones multipolares. Veamos en síntesis su significado. Vamos a definir una variable llamada momento multipolar y representada por la letra L que enumera las diferentes contribuciones a las manchas. Si en el fondo cósmico existe una contribución con un cierto valor L, eso significará que existe una clara variación entre los valores del fondo de regiones que se hallan separadas por un ángulo de 180º/L. Un ejemplo: cuando en el fondo cósmico exista una contribución para L = 1, encontraremos que hay una clara variación entre los valores de regiones que están separadas por un ángulo de 180º, es decir, que se hallan en direcciones opuestas. Para este ángulo particular sólo pueden existir dos regiones opuestas, las correspondientes a los dos polos, así que una será fría y la otra caliente. En este caso decimos que tenemos un dipolo. Imagine una naranja partida por la mitad con una mitad rojiza y la otra azulada y tendrá una imagen clara de un dipolo perfecto. Cuando exista una contribución para L = 2, tendremos un cuadrupolo. Imagine ahora la naranja cortada en cuatro trozos idénticos: rojo-azul-rojo-azul: un cuadrupolo perfecto si los rojos y los azules son de la misma intensidad. Si el promedio de rojo-azul de dos de los trozos es más azulado que el promedio rojo-azul de los otros dos trozos, tendremos una contribución dipolar añadida a la cuadrupolar. Las sucesivas contribuciones se asocian siempre a 2L trozos. El caso L = 0 puro, la contribución monopolar, tiene también un sencillo sentido: una única intensidad. Como hemos visto, esta es de hecho la contribución que predomina en el ruido de fondo debido a su gran homogeneidad e isotropía. En resumen, podemos considerar al momento multipolar L como una forma de medir el tamaño angular de las anisotropías. En el fondo cósmico real se dan todas estas contribuciones al mismo tiempo, sumadas y superpuestas y esto es lo que se muestra en el mapa del COBE. No obstante, COBE no podía detectar diferencias de temperatura si las regiones celestes estaban separadas por una distancia menor de 7º. En argot físico, esto quiere decir que la resolución angular del COBE era de 7º, pudiendo discernir manchas de tamaños mayores, pero no menores. Por tanto, las contribuciones para valores de L mayores que 25 (que corresponde a una escala angular de 180º/25 = 7.2º) no aparecen en el mapa del COBE, no porque no estén ahí, sino porque el instrumento no era capaz de detectarlas. A pesar de que en el fondo cósmico vemos que existen contribuciones a todas las escalas angulares, no todas deberían contribuir de la misma manera. Justo antes del Desacoplo, antes de que la radiación electromagnética se desacoplara del denso plasma de materia que llenaba todo el Universo, la luz no podía moverse con libertad. Estaba interaccionando continuamente con la materia eléctricamente cargada, de tal forma que su movimiento, en el mejor de los casos, era un continuo zigzag. La radiación electromagnética no servía, por tanto, para transmitir eficazmente información de una parte del Universo a otra, como sí ocurre hoy en día. Sorprendentemente este papel de transmisión de información lo detentaba el sonido. En un medio tan denso como aquel de 10 millones de átomos por litro, las ondas de sonido jugaban un importante papel y su velocidad era mayor cuanto más denso era el medio. No se trata de una mera especulación, por extraordinario que parezca, el sonido tiene una actuación substancial en el interior de las estrellas. Actualmente se estudia con medidas precisas en el plasma solar. Recordemos que tras el Desacoplo, los núcleos atómicos absorbieron los electrones del entorno y la materia del Universo se volvió eléctricamente neutra. A medida que el Universo, debido a su expansión, se hacía cada vez menos denso, las ondas de sonido perdían su papel preponderante. Las tinieblas cedían el paso a la luz, que por fin, independizada de la materia, podía viajar con libertad en “línea recta” por el espacio. ¿Quedan huellas fósiles también de este fenómeno de tintes mitológicos? Como nos muestra COBE, en el Universo había fluctuaciones en la densidad de materia en una amplia gama de tamaños. Esas fluctuaciones estaban siendo continuamente atravesadas por ondas sonoras de diferentes longitudes de onda que las alteraban y cambiaban. A su paso dejaban nuevas fluctuaciones, cuyos tamaños estaban relacionados con sus longitudes de onda. La teoría nos dice que en ese momento del Universo existía un modo de vibración, una longitud de onda, predominante. Este armónico principal destacaba sobre las demás notas de la música de la Creación. Dominaba porque los modos de vibración no podían coordinarse entre sí más allá de la distancia que había recorrido el sonido desde el origen del Universo. La mayor longitud de onda con la que podía vibrar el sonido en el Universo estaba limitada por el horizonte acústico, que directamente depende de la velocidad del sonido. Y a su vez, la velocidad del sonido depende de la densidad del material por el que viaja. Como dicha longitud de onda era predominante y como tales ondas sonoras afectaban al tamaño de las fluctuaciones de densidad, las fluctuaciones en la densidad causadas por ese modo de vibración principal debían ser más frecuentes. Por tanto, si fuera posible detectar en las manchas del fondo de microondas ese pico cuyo responsable fue el sonido predominante, podríamos hacer estimaciones sobre la densidad de materia del Universo. Un Universo plano La relación matemática entre el momento multipolar Lpico de esas fluctuaciones de densidad más probables, causadas por la longitud de onda predominante, y el parámetro de densidad del Universo (ver capítulo 1) que determina entre otras cosas la velocidad del sonido, viene dada por la sencilla ecuación: Para valores típicos de la densidad entre 0.25 y 4 (recordemos que la Inflación predecía que este valor debería ser igual a 1), obtenemos valores de Lpico entre 400 y 100 respectivamente, que corresponden a distancias angulares entre 0.45º y 1.8º. Es decir, a mayor densidad del Universo, la velocidad del sonido será mayor, con lo que el horizonte acústico será más grande (el sonido podía viajar más lejos) y la longitud de onda del armónico principal también será más grande. También por tanto las fluctuaciones de densidad, y con ello su tamaño angular actual. Desgraciadamente estas anisotropías están totalmente fuera del alcance de la resolución angular del satélite COBE de sólo 7º. Para poder encontrar el pico de sonido necesitamos resoluciones angulares más bajas. Para estudiar el fondo de microondas con el detalle exigido por las predicciones anterirores, se construyó el detector Boomerang (Balloon Observations Of Millimetric Extragalactic Radiation and Geomagnetics), un detector de mayor sensibilidad que COBE y con mejor resolución angular (0.16º). El Boomerang se lanzó en diciembre de 1998 a bordo de un globo sonda desde la Antártida y estuvo estudiando el fondo cósmico durante 11 días. Su estudio cubrió un 1% del cielo, lo que fue mucho dada su fina resolución angular y el tiempo que estuvo trabajando. Posteriormente, una vez recuperado el detector, se analizaron las anisotropías del fondo cósmico correspondientes a la región de estudio. En abril del 2000 se publicaron en Nature los resultados que a continuación mostramos: Resultados de la misión Boomerang. Puntos rojos: datos experimentales. Línea: ajuste de los mismos al modelo teórico. Claramente se aprecia un pico para el valor Lpico = 200. Es decir, las anisotropías con un momento multipolar de 200 son más probables que las otras. Si volvemos a la ecuación: despejamos y sustituimos por el valor experimental 200 de L pico, obtenemos: Es decir, las medidas de Boomerang del fondo cósmico dan como resultado que la densidad de materia del Universo durante el Desacoplo, y por tanto también en estos momentos, es exactamente igual a la densidad crítica. ¡El Universo es plano! Su métrica espacial a gran escala es euclídea ¡tal y como predice la teoría de la Inflación! Este es un resultado extremadamente importante, de la misma categoría que las abundancias del helio e hidrógeno, que la expansión del Universo o que la existencia de la radiación de fondo. Con todas las de la ley, se puede le considerar como un cuarto puntal que sustenta la credibilidad del Big Bang y la Inflación. 3.3.- ¿ENTROPÍA MENGUANTE? Tras la época del Desacoplo, el Universo, que era homogéneo y uniforme, empieza a hacerse cada vez más tenue y comienzan a surgir por primera vez huecos en su estructura. Se corresponden a las zonas que poseían una densidad de materia más baja que la media. La materia presente en estas migra por atracción gravitatoria hacia las zonas de mayor densidad. Como describimos previamente, conforme más material se evacua de las zonas de menor densidad y se acumula en las zonas de mayor densidad, mayor es la atracción gravitatoria de éstas últimas. Con este efecto multiplicador las diferencias de densidad se intensifican y el proceso se acelera poco a poco. Por primera vez en el Universo, los más ricos se hacen más ricos todavía, a costa de que los pobres se hagan cada vez más pobres. Este curioso comportamiento de agresivo libre mercado de la gravitación parece implicar una suerte de paradoja. Aparentemente, a partir de una situación muy uniforme y sin ninguna estructura, la homogeneidad e isotropía del Universo, llegamos a otra donde se están formando estructuras. Dicho de otro modo: parece que a partir de una situación desordenada alcanzamos una situación aparentemente más ordenada. ¿No va esto en contra del segundo principio de la termodinámica? ¿Acaso la atracción gravitatoria puede invertir el crecimiento de la entropía? Estamos inconscientemente acostumbrados a relacionar el concepto de entropía con la mecánica de los gases. Pero entre los gases ideales y el plasma original que llenaba el Universo hay una importantísima diferencia: las moléculas de los gases ideales no se atraen entre sí. Esa diferencia es vital. La segunda ley de la termodinámica es estadística. Nos cuenta que un sistema tiende a evolucionar hacia el estado más probable. De esta manera, si tenemos humo en una habitación, cuyas moléculas se mueven de forma errática, es extremadamente improbable, pero no imposible, que esas moléculas se agrupen en un rincón de la habitación. Estadísticamente hay mayor probabilidad de que poco a poco se dispersen por toda la habitación. Ese es el estado más probable, con mayor entropía. El estado con todas las moléculas apelotonadas en una esquina y sin moverse sería un estado de muy baja entropía, es decir, muy improbable. Sin embargo con la gravitación ocurre lo contrario, precisamente porque la materia es atraída por la materia. Si tenemos dos masas en reposo en el espacio, comenzarán a atraerse mutuamente hasta que queden juntas. Ese es el estado más probable. La materia sometida a (y generadora de) campos gravitatorios se atrae continuamente. No puede moverse erráticamente como lo hacen las moléculas de un gas. Tiende a atraerse. Una situación con un Universo lleno de materia neutra, sin carga eléctrica, distribuida de forma absolutamente uniforme, de tal manera que ninguna parte atraiga más que otra (recordemos la paradoja de Olbers del capítulo 1), es extremadamente improbable. Cualquier pequeña perturbación que aumentara ligeramente la densidad, provocaría que comenzara a agruparse la materia. Por tanto, cuando sólo actúa la gravedad, es muy improbable tener una distribución homogénea. Para conseguir que ese estado fuera estable tendríamos que ordenar la materia de una forma muy concreta, muy improbable. Ese sería un estado muy ordenado, y por tanto con baja entropía. El estado más probable, es decir, agregados de materia, tendrá mayor entropía. Estará más desordenado. Casi cualquier configuración al azar de la materia nos llevaría a él. Pero no es necesario que demos más explicaciones cuando, afortunadamente, lo podemos amasar con nuestras propias manos y ver con nuestros propios ojos. Sin necesidad de ningún kit especial, podemos jugar a Dios fabricándonos un Big Bang personal en la cocina de nuestra casa. Y comprobar cómo se formaron estructuras en el Universo conforme éste se expandía. Lo primero que necesitamos es la materia primigenia, una materia densa y muy uniforme que llene todo el Universo. Esta materia debe sentir una fuerza de atracción equivalente a la gravitatoria, que la dote de una especie de "pegajosidad". Usaremos como sustituto la miel: la miel es una sustancia homogénea y sus diferentes moléculas sienten entre ellas una atracción eléctrica, llamada fuerza de Van der Waals, que la convierte en pegajosa. Esta atracción será nuestro sustituto de la gravedad. Lo segundo que necesitamos es un Universo en expansión, un espacio que esté inicialmente lleno de miel y que se agrande. Ese universo será el espacio entre nuestros dedos pulgar e índice. Llenemos ese espacio con miel, y al grito de "hágase el Big Bang" separemos lentamente nuestros dedos. Lo que ocurrirá será algo similar a esto: Un Big Bang en la cocina Podemos observar cómo, a medida que el espacio aumenta, la estable situación homogénea inicial se hace cada vez más inestable. Las zonas con una densidad menor comienzan a vaciarse debido a la atracción que ejercen sobre ella las zonas de los alrededor. Poco a poco empiezan a formarse huecos en la estructura, que se van haciendo cada vez mayores, hasta que llegamos a una situación en la que toda la materia se ha distribuido en una compleja estructura de filamentos. Tal y como ocurre en la realidad. 3.4.- UN UNIVERSO DESHILACHADO ¿Tal y como ocurre en la realidad? ¿Es que la materia se distribuye acaso en filamentos? El Universo real, cuando se lo considera a gran escala, se distribuye como la miel entre nuestros dedos. ¿Qué pasa entonces con las estrellas y las galaxias? El Universo, como lo conocemos en la actualidad, es grumoso. Está compuesto por diversos tipos de estructuras que se distribuyen en diferentes niveles de tamaño. Cada una de estas estructuras se agrupa creando "grumos" que forman sucesivos niveles. Por ejemplo: las estrellas se agrupan para formar galaxias y las galaxias se agrupan formando grupos de galaxias. La causa de esta jerarquía de tamaños tiene su origen en el Universo primitivo. Como vimos en la descripción multipolar del fondo de microondas, las perturbaciones de densidad originales del Universo se distribuían en diferentes escalas de tamaños. Al tener perturbaciones de todas las tallas, perturbaciones que actuaron como centros de condensación, las estructuras que surgieron presentan tamaños que se distribuyeran también en varias escalas semejantes. El nivel básico de esta jerarquía está constituido por las estrellas, planetas y sistemas solares. Este nivel se agrupa, gracias a la gravedad, para formar el siguiente nivel, esas enormes estructuras que son las galaxias, compuestas por miles de millones de estrellas y planetas. Ocasionalmente un pequeño conjunto de galaxias están asociadas entre sí gravitatoriamente. Este es por ejemplo el caso de las Nubes de Magallanes, dos pequeñas galaxias que se hallan orbitando nuestra Vía Láctea. Las fuerzas de marea ejercidas por nuestra galaxia en las dos Nubes de Magallanes dan lugar a la llamada Corriente de Magallanes, una corriente de hidrogeno arrancado de las Nubes, formando un puente de materia que las une a nuestra Galaxia. Estas agrupaciones pequeñas se llaman grupos de galaxias. El grupo al cual pertenece nuestra galaxia es en realidad bastante mayor. Tanto la Vía Láctea como las Nubes de Magallanes forman parte de un grupo mayor formado por unas veinte galaxias llamado Grupo Local, entre las que se incluye también la conocida Galaxia de Andrómeda. No obstante, no todas las galaxias forman parte de un grupo; algunas se hallan aisladas y se las conoce con el nombre de galaxias de campo. Pero las galaxias de campo y los grupos de galaxias se agrupan a su vez en estructuras mucho mayores, llamadas cúmulos de galaxias; agrupaciones de galaxias unidas entre sí por su atracción gravitatoria mutua. Finalmente, llegamos al último peldaño de esta jerarquía de tamaños. Los cúmulos de galaxias se agrupan también, creando las mayores estructuras del Universo, llamadas supercúmulos, estructuras usualmente en forma de cadena, constituidas por pocas decenas de cúmulos de galaxias. Nuestro Grupo Local se agrupa junto con varios cúmulos de galaxias, entre ellos el gigantesco Cúmulo de Virgo, para formar el Supercúmulo Local. Jerarquía de estructuras en el Universo: a) sistema planetario (el Sistema Solar) b) pequeño grupo de galaxia (Galaxia de Andrómeda con pequeñas galaxias satélite) c) cúmulo de galaxias (Cúmulo Abell 2218) d) supercúmulo de galaxias (El Super Cúmulo Local) Pero cuando subimos un escalón más en la escala de tamaños del Universo, desaparece la tendencia a formar agrupaciones y nos encontramos con la verdadera estructura a gran escala. En el reino de los gigantes, descubrimos que no existen los cúmulos de supercúmulos. Pero tampoco observamos una distribución uniforme de supercúmulos llenándolo todo. A estas escalas, la materia se distribuye en forma de filamentos, formando grandes ristras de supercúmulos con enormes huecos vacíos. Como la miel entre los dedos de los dioses. Estos vacíos, prácticamente absolutos, son de hecho la característica principal del Universo a gran escala. Ocupan el 90% del espacio con diámetros típicos del 25 Mpc, unos 80 millones de años luz. Esa especie de espuma cósmica, con la materia distribuida en filamentos alrededor de los huecos, es la última escala con estructura. Contemplado el Universo a una escala mayor, encontramos que es uniforme, homogéneo e isótropo. Una masa uniforme de espuma cósmica, prácticamente hecha de vacío, llenándolo todo. Estirando nuestra anología culinaria: el Universo es un gran mouse. Universo a gran escala, tal y como aparece en el muestreo de galaxias del CfA (CfA: Center for Astrophysics, del Harvard-Smithsonian), hasta una distancia de 150 Mpc. Las dos zonas oscuras corresponden al plano de nuestra galaxia, que obstaculiza la visión. El secreto está en la masa El experimento con la miel en nuestra cocina se puede considerar, a parte de una cochinada, una simulación física de la evolución del Universo. Como cochinada no es gran cosa, como simulación tampoco. No reproduce con fidelidad las características reales del Universo primitivo en expansión. Por ejemplo, la expansión de los dedos se da en una única dirección, de arriba a abajo, y no en todas a la vez. Además, la fuerza de atracción de Van der Waals no disminuye con la distancia al cuadrado, como la gravitatoria, sino que es más bien una interacción de contacto. Aun así, como símil, reproduce muy bien las características observadas del Universo. Pero si queremos hacer ciencia sobre la evolución del Universo, tenemos que salir de la cocina y hacerlo mejor. Desde hace unas décadas los físicos se han dedicado a simular en sus ordenadores la evolución del Universo. Básicamente estas simulaciones numéricas consisten en llenar un espacio virtual con millones de puntos, a los que se les dota de una masa también virtual. El sistema comienza a evolucionar en pasos de tiempo discretos. A cada paso, el sistema: a) Hace que el espacio se expanda según los modelos de Friedmann-Robertson-Walker que vimos en el primer capítulo 1. b) Calcula la fuerza de atracción gravitatoria que cada partícula sufre, debido a la presencia de las demás partículas c) Computa a partir de esa atracción las nuevas posiciones que tendrán las partículas. d) Y vuelta a empezar. Dado que estos programas requieren mucho tiempo de cálculo, sólo desde que los ordenadores tuvieron suficiente potencia han podido ser utilizados eficientemente para investigar la evolución del Universo. Los resultados cualitativos que se obtienen son análogos a la estructura real del Universo observable. Aparecen formaciones filamentosas y estructuras complejas. Pero algo no encaja. Si tan sólo tenemos en consideración la masa que detectamos en el Universo, es imposible reproducir en las simulaciones con fidelidad las estructuras observadas. Es decir, a partir de las estrellas y galaxias que podemos contemplar, no hay bastante masa para que las simulaciones puedan generar estructuras similares, en cuanto a densidad y distribución de la materia, a las del Universo real. Para poder conseguir un buen grado de bondad con la realidad, es necesario como mínimo diez veces más masa que la observada. ¿Significa esto que las simulaciones matemáticas no son tan buena herramienta como pensábamos? ¿O significa que existe más masa en el Universo de la que parece? 3.5.- MATERIA OSCURA Un conocido teorema físico-matemático llamado Teorema del Virial, aplicable a los sistemas gravitatorios ligados que están en equilibrio, permite relacionar la energía cinética promedio de las galaxias con la energía potencial gravitatoria promedio. El teorema dice que: A partir del corrimiento Doppler de las galaxias de un cúmulo podemos tener una estimación de las velocidades promedio de las galaxias en el cúmulo, y por tanto de su energía cinética. Por otro lado, a partir de la estimación de la masa observada del cúmulo podemos asignarle una energía potencial gravitatoria. Pero cuando allá por los años 30 el astrofísico búlgaro-suizo Fritz Zwick comparó ambas magnitudes, comprobó con sorpresa que se violaba el teorema del Virial. La energía cinética de las galaxias era muchísimo más alta de la que debería ser si toda la masa del cúmulo fuera la que observamos. Tan sólo se podía llegar a dos conclusiones, o esos cúmulos no son realmente sistemas ligados y están condenados a desintegrarse, cosa que no parece probable. O son sistemas ligados y en los cúmulos existe mucha más masa de la que vemos. De hecho, considerando esta segunda opción, que parece la correcta, a partir del teorema del Virial se llega a que la masa real de los cúmulos de galaxias es, como poco, diez veces mayor que la masa observada. Zwicky postuló por primera vez la existencia real de una materia "oscura" que no era observable directamente por los telescopios. En los años sesenta, la observación telescópica de las galaxias de tipo espiral mostró claramente cómo la mayor parte de su masa se halla distribuida en el bulbo central. En comparación, la masa que hay en los brazos espirales es relativamente pequeña. Por tanto, si queremos describir cómo giran las estrellas de estos brazos espirales, podemos tranquilamente usar las leyes de Kepler. En cambio, para las estrellas sitas en el bulbo central tendremos que considerar alrededor de cuánta masa están girando para calcular su velocidad de giro. En términos físicos, deberemos utilizar el teorema de Gauss. Con esto se obtiene un modelo matemático que predice la velocidad a la que giran las estrellas de una galaxia espiral en función de su distancia al centro. Expresión conocida como curva de rotación. Pero cuando comparamos el modelo teórico con los datos experimentales, obtenemos una llamativa discrepancia: Curva de rotación de una galaxia espiral. En rojo, la predicción teórica. En azul, los valores reales. El radio del bulbo central es de unos 15 kpc. Como podemos ver, las estrellas situadas a mayor distancia del centro de la galaxia no giran según las leyes de Kepler. Esas estrellas giran mucho más deprisa de lo que deberían, si fuera cierto que la mayor parte de la masa galáctica está concentrada en el bulbo central. La explicación más plausible es que hay una gran cantidad de materia no visible y que además se distribuye de forma distinta a la materia visible al no concentrarse en el bulbo central. Por tanto, en el comportamiento de las galaxias encontramos también pruebas de que en el Universo existe mucha más masa de la que se observa. La guinda al problema de la materia oscura la pone la Inflación. Vimos que el modelo inflacionario predecía que el Universo debía ser plano, sin curvatura. Y que la densidad de materia real del Universo sería por tanto igual a la densidad crítica. Hemos comentado también cómo el reciente experimento Boomerang nos ha mostrado que, en efecto, el Universo real es plano o prácticamente plano. Pero si calculamos la densidad crítica de materia, usando la fórmula que vimos en el capitulo primero (=3H2/8), empleamos para ello la mejor estimación de que disponemos de la constante de Hubble, y comparamos el resultado con la densidad de materia que se puede inferir a partir de la materia visible, vemos que en el Universo debe existir casi cien veces más materia que la que vemos. ¡Prácticamente el 99% de la masa del Universo debería existir en forma de materia no visible! 3.6.- MATERIAS EXOTICAS La curva de velocidad de las galaxias, el comportamiento de los cúmulos, la planaridad del Universo y las simulaciones por ordenador de la dinámica de su expansión nos llevan a concluir que la mayor parte de la materia del Universo no es visible. Pero además, en su mayor parte debe de ser de un tipo diferente a la que compone las estrellas, los planetas y a nosotros mismos. No puede estar formada por protones, neutrones, átomos o moléculas, es decir, por materia bariónica. Esta sorprendente conclusión resulta del perfeccionamiento de los modelos de nucleosíntesis primigenia, iniciados por Gamow, Alpher y Herman. Los modelos actuales son tan precisos que pueden calcular la proporción esperada entre cada uno de los diferentes elementos formados durante la nucleosíntesis primigenia frente al número total de fotones de la radiación cósmica. Incluso para los menos abundantes, como He3, deuterio o Li7. Ocurre que estos resultados son sensibles a la densidad de materia bariónica. Si tal densidad varía, las cantidades de elementos que se habrían formado durante la nucleosíntesis primigenia acompañan a esta variación. Los resultados muestran que para obtener proporciones de los elementos ligeros en concordancia con las proporciones que observamos en el Universo real, es necesario que la cantidad de materia bariónica sea menor que un 10% de la densidad crítica. Es decir, la materia oscura no puede ser en su totalidad materia bariónica. De hecho, el modelo que mejor se ajusta a los datos experimentales prevé que la materia bariónica es tan sólo un 4% de la masa total del Universo. Dado que la materia bariónica luminosa que constituye las estrellas y galaxias es a su vez un mero 1% del total, existe al menos un 3% de materia oscura bariónica, en forma de nubes de gas y polvo. Pero el resto de la materia oscura debe ser otra cosa. Esa inesperada cantidad de materia no bariónica no debería sorprender al lector. Recordemos que durante el Big Bang ése no fue el único tipo de materia que se creó. Una enorme cantidad de neutrinos se desacoplaron de la materia allá por el instante t = 0.2 segundos tras el Inicio, llenando todo el Universo. Hoy por hoy resulta imposible detectarlos pues, debido a la expansión del Universo, han perdido energía. Pero, como vimos, los resultados del detector SNO muestran que los neutrinos tienen una pequeña masa. Por tanto su atracción gravitatoria puede sin duda afectar al comportamiento de las galaxias, cúmulos y estructura a gran escala. Consideraremos, por tanto, a los neutrinos primigenios como nuestro primer candidato para materia oscura. Dado que los neutrinos tienen masa de tan solo algunos electrón-volts, les es fácil alcanzar velocidades altas, cercanas a la de la luz. Por ese motivo, en el contexto de la materia oscura se les da el nombre de materia oscura caliente (en inglés hot dark matter, HDM). Además de los neutrinos tenemos otro posible candidato, esas hipotéticas partículas, los WIMP, predichas por los modelos de Gran Unificación. Al igual que los neutrinos, de existir sólo pueden interaccionar con el resto del Universo a través de la interacción débil y la gravitatoria. Pero al revés que los neutrinos, los WIMP tienen mucha masa, de varios cientos de Gigaelectrón-volts, por lo que viajarán a velocidades mucho menores que los neutrinos. Se les da por ello el nombre de materia oscura fría (o en inglés: cold dark matter, CDM). Será nuestro segundo candidato. Los neutrinos tienen una gran ventaja a su favor, y es el hecho de que sabemos que existen y que se formaron en abundancia en el Universo primitivo, mientras que los WIMP poseen de momento existencia teórica. Pero cuando se simula la evolución del Universo teniendo en cuenta uno u otro tipo de materia oscura, las cosas se ponen un poquito peor para los neutrinos. Las siguientes figuras muestran: a) Una simulación numérica por ordenador en un Universo con materia oscura fría (WIMPs). b) Una simulación numérica con materia oscura caliente (neutrinos). c) La distribución observada de galaxias a partir de datos reales del catálogo CfA, para las mismas escalas. Las fluctuaciones iniciales de densidad en la materia oscura se simulan de acuerdo con las fluctuaciones del fondo de microondas. Recordemos que el campo gravitatorio de tales fluctuaciones de materia, tanto bariónica como no bariónica, es lo que produjo las manchas en el fondo cósmico. (a) y (b) simulaciones numéricas frente a (c) datos reales (catálogo CfA) Como podemos inferir de las simulaciones numéricas la materia oscura caliente (no sólo los neutrinos, sino cualquier otro tipo de HDM que pudiéramos teorizar) tiende a formar estructuras más compactas y densas que las que se observan en la realidad. Por el contrario, las estructuras formadas a partir de la materia oscura fría se asemejan más a la estructura real del Universo (a pesar de que en los modelos con CDM no se forman grandes vacíos como el que hay en la constelación de Boyero). Además, en las simulaciones por ordenador con materia oscura fría se comprueba que primero se forman las estructuras más pequeñas como galaxias y estrellas, las cuales posteriormente se van agregando para formar las grandes estructuras como los cúmulos y supercúmulos. Esto es lo que se conoce como formación "de abajo hacia arriba". En cambio, en los modelos con materia oscura caliente ocurre lo contrario: aparecen primero las grandes estructuras, enormes nubes de materia en forma de supercúmulos, dentro de las cuales se produce una fragmentación posterior para formar las pequeñas estructuras galácticas. La formación se denomina entonces "de arriba hacia abajo". Las observaciones indican una formación relativamente reciente de las grandes estructuras, lo que sería más compatible con un modelo "de abajo hacia arriba". Parece por tanto que los misteriosos WIMPs son mejores candidatos a materia oscura. Para los neutrinos, las cosas se ponen todavía peor si echamos números. A partir de la intensidad actual del fondo de microondas, los modernos modelos de nucleosíntesis primigenia pueden predecir con bastante exactitud la cantidad de neutrinos promedio que debe existir en la actualidad. Esta cantidad es de 115 neutrinos de cada especie por centímetro cúbico. Dado que existen tres especies de neutrinos, el electrónico, el muónico y el tauónico, esto da un total de unos 350 millones de neutrinos por metro cúbico. Vimos en el primer capítulo que en la actualidad la densidad crítica del Universo es de unos 5.5 átomos de hidrógeno por cada metro cúbico, siendo la masa de un átomo de hidrógeno de 938.2 MeV. Supongamos que toda la materia oscura no bariónica, el 96% de la masa del Universo, fueran realmente neutrinos. Para que esos 350 millones de neutrinos por metro cúbico dieran exactamente la contribución necesaria a la densidad crítica, tendrían que tener todos ellos una masa de 5.5 x 938.2 x 0.96 = 4953.7 Megaelectrónvolts. Dividiendo este valor por 350 millones, obtenemos que la masa que debería tener cada neutrino, para que pudiera considerárseles toda la contribución a la materia oscura no bariónica, debería ser de 14 electrón-volts. Por supuesto, esa es una masa promedio y es la masa que tendría cada uno si todos pesaran lo mismo. Pero como comentamos hay tres tipos de neutrinos. De modo que este valor promedio nos sirve para calcular la suma de las masas de los tres tipos, que sería de 14 x 3 = 42 electrón-volts, independientemente de cual fuera la masa de cada uno. Pero ya hemos visto que el detector canadiense de neutrinos SNO ha dado recientemente una cota superior de 8.4 electrón-volts para el valor de la masa de los tres neutrinos juntos. Los neutrinos son por tanto demasiado ligeros para ser la única contribución a la materia oscura no bariónica. De hecho, la masa de las tres familias sumadas es cinco veces más pequeña de lo necesario para que pudieran serlo. Sólo contribuyen a lo sumo en un 20% al total. El otro 80% han de ser los esquivos WIMPs. Este resultado nos conduce al perfeccionamiento obvio de modelos de simulación numérica: los modelos mixtos. En ellos se usa tanto materia oscura fría como caliente. Este tipo de modelos es capaz de predecir con mayor precisión las estructuras que se observan en la realidad. Mejor incluso que los modelos basados sólo en materia oscura fría. Las simulaciones más exitosas cuentan con un 70% de materia oscura fría y un 30% de materia oscura caliente, números cercanos a los valores especulados por la vía teórica. Un indicativo de que los modelos caminan en el buen sentido. 3.7.- EL UNIVERSO EN EL ORDENADOR Gracias a los últimos y refinados modelos de simulación numérica de la dinámica del Universo, podemos comprender con gran lujo de detalles cómo se formaron, paso a paso, las grandes estructuras, incluyendo a las propias galaxias. Todas las simulaciones recientes tienen una característica común: cuando el Universo era joven, las primeras estructuras que se formaron en él fueron largos filamentos de materia conectados por sus extremos en nodos a la manera de una telaraña tridimensional o de una red de neuronas. La siguiente imagen es el resultado de una reciente simulación a cargo del físico holandés Tom Theuns. En ella observamos claramente esa característica del Universo joven cuando sólo habían transcurrido 2 mil millones de años desde la era del Desacoplo. Simulación numérica por ordenador de un Universo joven. El color indica densidad de gas. Amarillo: alta; rojo: media; azul: baja. La evolución dinámica de las simulaciones numéricas muestran que, en las zonas de mayor densidad de los filamentos (en amarillo), el gas colapsa sobre sí mismo en innumerables puntos por efecto de la gravedad. La densidad y la temperatura aumentan en el centro de estos objetos en contracción, hasta que alcanza un valor de "encendido" y empiezan a brillar con luz propia. Se ha formado la primera generación de estrellas del Universo, que se distribuye por los filamentos de materia como cuentas insertadas en un collar. Esta primera generación se formó en una fecha tan temprana como el instante 500 millones de años después del Big Bang. Con el transcurrir de los millones de años, esas pequeñas zonas de formación de estrellas fueron gradualmente fusionándose y migrando a lo largo de los filamentos hacia los nodos de mayor densidad por atracción gravitatoria. Durante ese proceso las estrellas se fueron acumulando poco a poco para dar lugar primero a pequeñas protogalaxias. Posteriormente, por unión de esas protogalaxias según llegaban a los nodos, se formaron galaxias y cúmulos de galaxias. En este sentido, aquella primera generación de estrellas se puede considerar como los ladrillos con los que se formaron las galaxias. La estructura del Universo pasó de estar dominada por filamentos de materia a poblarse de grandes cúmulos de galaxias. En algunos casos esos cúmulos todavía están conectados por puentes de materia: los últimos restos de los filamentos originales de mayor tamaño. 3.8.- UN AGUJERO EN EL MEDIO Como vimos en el capítulo 1, la velocidad de escape es la velocidad mínima necesaria para que un cuerpo logre escapar de la atracción gravitatoria de un astro. Cuanta más atracción gravitatoria tiene el astro, mayor será la velocidad de escape. Para el caso de la Tierra, la velocidad de escape es de 40.320 km/h. Cualquier cuerpo que adquiera esa velocidad o una mayor, escapará para siempre de la atracción gravitatoria de la Tierra. Cualquier velocidad menor que el 71% de la velocidad de escape, volverá a caer sobre la Tierra. Las velocidades intermedias producirán una órbita estable alrededor del planeta. Por supuesto, esa velocidad depende de la atracción gravitatoria en la superficie del astro y por tanto cuanto más masa tenga el astro, mayor será su atracción. Pero la velocidad de escape no depende sólo de la masa. Es fácil deducir la fórmula para ella. Simplemente hay que imponer que la energía cinética del cuerpo sea igual o mayor que la energía potencial del campo gravitatorio que tiene que contrarrestar. Es decir: siendo m la masa del cuerpo, y M y R la masa y el radio del astro. La condición crítica, que nos dará el valor de la velocidad de escape, se cumple cuando ambas energías son iguales. Despejando, se obtiene que: Vemos que la velocidad de escape depende por tanto también del radio del cuerpo. Así, si el radio de la Tierra fuera menor, aunque su masa fuera la misma, la velocidad de escape sería mayor. Un agujero negro es un astro con un campo gravitatorio tan intenso que su velocidad de escape es mayor que la velocidad de la luz, mayor que 299.792.458 m/s o lo que es lo mismo, mayor que 1.000 millones de km/h. Dado que la velocidad de escape es mayor que la de la luz, la propia luz no puede escapar de la atracción gravitatoria del agujero negro y vuelve a caer sobre él. De ahí el nombre de agujero negro. Ninguna luz escapa del astro, con lo que su apariencia es exactamente la de un agujero de color negro. Y como la velocidad de la luz es la máxima velocidad posible en el Universo, absolutamente nada puede escapar del agujero negro. Cualquier cuerpo que caiga sobre él desaparecerá para siempre. Es casi como si se saliera del Universo. En esas circunstancias de intensísima gravitación, el espacio-tiempo alrededor del astro está tan curvado y distorsionado que el tiempo se congela para aquellos cuerpos que caen dentro del agujero. Desde su punto de vista nunca llegan a caer, ya que para ellos el tiempo cada vez va más y más despacio, conforme se acercan al borde del agujero negro. Si comprimiéramos la Tierra lo suficiente, podríamos convertirla en un agujero negro. Podemos calcular a partir de la fórmula anterior, que deberíamos comprimirla hasta que tuviera un radio de un centímetro. Toda la masa del planeta concentrada en una canica negra. Las primeras galaxias aparecieron probablemente 1000 millones de años después del Big Bang. Como hemos visto, las simulaciones indican que las galaxias se formaron por la fusión y colisión de pequeñas protogalaxias, a medida que llegaban a los nodos de las estructuras filiformes. Las observaciones apoyan este resultado. Cuanto más lejos observamos en el cielo, más retrocedemos en el tiempo. La luz procedente de una galaxia situada a una distancia de 10 millones de años luz nos muestra cómo era esa galaxia hace 10 millones de años. De esa forma, cuanto más lejos miremos, más jóvenes serán las estructuras que veamos. Y efectivamente, los estudios del cielo más profundo muestran que las galaxias jóvenes eran mucho más pequeñas e irregulares de lo que son hoy. Pero a medida que estas pequeñas galaxias irregulares o protogalaxias se fusionaban para formar una galaxia, sus colisiones y aglomeración en el centro de la galaxia comenzaban a reunir una inmensa cantidad de materia en una zona relativamente reducida. Llegado a un punto, la atracción gravitatoria de ese engendro, con la masa de miles de soles, era tan grande que ninguna fuerza de la naturaleza podía contrarrestarla. Colapsando sobre sí mismo se creaba un superagujero negro. La presencia de esos agujeros negros centrales fue decisiva para estabilizar las jóvenes galaxias, dotándolas de un centro adecuado alrededor del cual rotar. 3.9.- QUASARES Durante varios millones de años después de su formación, la característica principal de una galaxia recién nacida es su intensa emisión de radiación. Puede llegar a ser miles de veces superior a la energía que emite una galaxia estándar. Son quásares. Estos objetos, fuertes emisores de ondas de radio, fueron detectados por primera vez en 1950. Dado que de ellos sólo se veía un punto, aparentando una estrella, se les llamó quásares, acrónimo del inglés quasi-stellar radio source (fuente de radio cuasiestelar). Pero no fue hasta 1963 cuando se descubrió su peculiar naturaleza. El astrónomo estadounidense Marteen Schmidt, al estudiar su espectro, descubrió que presentaban un fortísimo corrimiento hacia el rojo, mayor que el de las galaxias. Debían ser por tanto objetos que estaban increíblemente lejos. Eso justificaba que los telescopios sólo mostraran un punto sin estructura. Pero si a pesar de la distancia podían detectarse como intensos emisores de ondas de radio, la intensidad con la que emitían era descomunal. Hoy día está claro que los quásares son una etapa en la formación de las galaxias, en la cual el núcleo aumenta espectacularmente su luminosidad. Las observaciones nos muestran que todos los quásares están distantes en el espacio, o lo que es lo mismo, en el tiempo. No existen quásares en las cercanías de nuestra galaxia. Todos ellos están a distancias mayores de cien millones de años luz, y su número aumenta conforme nos alejamos, encontrándose su máximo en los doce mil millones de años luz. A esas distancias los vemos tal y como eran cuando el Universo tenía una edad de sólo unos dos mil millones de años. Conforme disminuye la distancia y nos acercamos al presente, disminuye la cantidad de quásares que podemos encontrar. Pero también ocurre al revés: tampoco se encuentran quásares más allá de los catorce mil millones de años luz. En esas distancias lo que encontramos preferentemente son pequeñas galaxias irregulares. Semejante disposición indica que los quásares son una fogosa etapa juvenil transitoria de las galaxias, cuya emisión se va poco a poco extinguiendo a medida que la galaxia madura. El hecho de que existan galaxias con un núcleo activo a mitad de camino entre los quásares y las galaxias normales, como es el caso de las galaxias Seyfert y las radiogalaxias, corrobora esta afirmación. ¿Pero a qué se deben estos fuegos de juventud? ¿Qué motiva esta intensa emisión de radiación? Precisamente la presencia del superagujero negro central de las galaxias. Antes de que la galaxia consiga estabilizarse, el material de su núcleo continuamente está cayendo en el interior del agujero negro central. Conforme cae, comienza a girar con velocidad creciente alrededor del agujero negro, acelerándose hasta llegar a velocidades próximas a la de la luz. Este disco de material cayendo en rápida rotación se convierte en un poderoso emisor de ondas electromagnéticas. Es el grito de agonía de la materia que muere en el agujero, mientras destella con intensos fogonazos que iluminan el Universo. Con el tiempo, las órbitas se estabilizan y el agujero negro acaba engullendo toda la materia de los alrededores. Capturando cada vez menos materia, sus emisiones van decayendo. Hasta convertirse finalmente en una galaxia estándar. No obstante, aunque en poca cantidad, sigue cayendo materia en su interior, y gracias a esto se ha podido detectar el agujero negro que existe en el centro de nuestra propia galaxia. En el centro de la Vía Láctea, en la dirección hacia la constelación de Sagitario, a 26.000 años luz de la Tierra, existe una poderosa fuente de radio llamada Sgr A*. Desde hace tiempo se sospecha que ésta es la localización del superagujero negro central de nuestra galaxia. La confirmación, se obtuvo recientemente, en 1996. Un equipo liderado por el astrónomo alemán Reinhard Genzel se dedicó a estudiar los movimientos de 39 estrellas cercanas a Sgr A*. Si sus órbitas hubieran sido irregulares, esto habría sido indicativo de que estaban orbitando alrededor de un objeto grande y difuso o tal vez con poca masa. Sin embargo encontraron que sus órbitas en torno al centro de la galaxia no eran circulares. El estudio de sus movimientos y velocidades les permitió determinar que las estrellas orbitaban en torno a un objeto de pequeñas dimensiones y extremadamente masivo que se encuentra en el centro de la galaxia: un super agujero negro, con una masa igual a 2.6 millones de soles y un tamaño menor que la órbita de Marte alrededor del Sol. 3.10.- GALAXIAS La clasificación más popular de las galáxias se debe a nuestro viejo conocido Edwin Hubble. En 1925 las clasificó según su forma en tres grandes grupos: elípticas, espirales e irregulares. Las galaxias elípticas (en la clasificación de Hubble, tipo E) son las de estructura más sencilla. Su materia se distribuye en forma de un elipsoide muy simétrico. Algunas de estas galaxias son casi esféricas y se las clasifican como E0. Conforme su esfericidad sea menor, el número junto a la E aumenta. De esta manera, las galaxias elípticas más achatadas se clasifican como galaxias E7. La densidad de estrellas es mayor en el núcleo, que resulta en comparación muy brillante. Como regla general, cuanto más joven es una estrella, más azulada es su luz. Estas galaxias están formadas principalmente por estrellas viejas (llamadas población II), con más de 12 mil millones de años, por lo que estas galaxias resultan rojizas. Prácticamente no presentan manchas oscuras, debido a que tienen pocas nubes de polvo y gas, lo que imposibilita la creación de nuevas generaciones de estrellas. Este tipo de galaxias se encuentra preferentemente en zonas con alta densidad de galaxias, como el centro de los cúmulos más ricos en galaxias. Las galaxias espirales (tipo S) tienen una compleja estructura. Presentan un bulbo central, compuesto por viejas estrellas rojizas de población II, que se asemeja mucho a una pequeña galaxia elíptica. Orbitando a su alrededor encontramos los característicos brazos espirales, que dan nombre a este tipo de galaxias, cuyo grosor es aproximadamente un 10% de su diámetro. Estas galaxias se clasifican en Sa, Sb, Sc y Sd, dependiendo del tamaño relativo entre el bulbo y los brazos espirales. Alrededor de todo existe una estructura esférica de materia, incluyendo materia oscura, llamada halo. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, compuesta por 200 mil millones de estrellas, pertenece a este tipo. A diferencia del bulbo central, los brazos espirales son ricos en material y en ellos encontramos zonas oscuras de polvo y gas, donde se siguen formando estrellas. Por este motivo los brazos tienen un color azulado, al abundar en ellos las estrellas jóvenes (población I, estrellas con menos de 10 millones de años). Los brazos espirales son los auténticos criaderos donde actualmente nacen las estrellas. Una variedad de galaxia espiral la constituyen las espirales barradas (SB en la clasificación de Hubble, también subdivididas de la 'a' a la 'd'), muy similares a las espirales, pero con una característica barra de material que atraviesa el bulbo. Finalmente tenemos las galaxias irregulares. Parecen galaxias espirales de tamaño enano, pero que debido a su pequeño tamaño, no han conseguido desarrollar correctamente su estructura. Así este tipo de galaxias no presenta ni bulbo ni brazos en espiral. Por el contrario, su estructura es desordenada y mal definida. Tienen una abundante población de estrellas jóvenes y son poco luminosas. Las Nubes de Magallanes son un ejemplo típico. Existen además algunas formas híbridas de galaxia. Así, a mitad de camino entre las galaxias espirales y las galaxias elípticas podemos encontrar un tipo de galaxias llamadas lenticulares. A semejanza de las galaxias espirales, presenta un bulbo y un disco, pero el disco no forma una estructura de brazos espirales. En la clasificación de Hubble se las denomina S0. Al igual que las elípticas, suelen tener poco polvo y gas y su población de estrellas es vieja y rojiza (población II). Este tipo de galaxias puede llevarnos a concluir que las galaxias elípticas serían tan sólo galaxias espirales que han perdido o consumido su disco. Lo que corroboraría las actuales creencias sobre la dinámica de formación galáctica. En la actualidad se piensa que esta dinámica es un proceso continuo y que los diferentes tipos de galaxias no conservan su identidad y filiación indefinidamente. Las simulaciones por ordenador indican que las galaxias cambian su aspecto con el correr del tiempo y que mutan entre ellas. La fusión y colisión de galaxias irregulares da lugar a galaxias espirales; las galaxias espirales se agotan y acaban en galaxias elípticas. Y en ocasiones, las elípticas pueden volver a desarrollar brazos espirales, bien porque capturan gas al pasar por alguna zona rica, bien porque colisionan con otras galaxias, como las irregulares. La evolución galáctica se asemeja al proceso de maduración de un enorme y complejo organismo. La clasificación de las galaxias nos recuerda a las clasificaciones zoológicas de los naturalistas. Después de 500 millones de años, el Universo de la mano de la gravitación nos presenta su primer 'ecosistema'.