Fuera de Ruta Comisión Estatal de Arbitraje Médico ¿recurso para la calidad de la atención? (I) María del Carmen Castro V.* Se preguntaba una colega si mejores leyes hacen mejores ciudadanos y se responde que no necesariamente; de entrada pienso que si, luego matizar con el condicional: “si se acompaña de..”. Igual es pertinente preguntar ¿mejores ciudadanos hacen mejores leyes? Lo que nos lleva a afirmar que los procesos sociopolíticos y culturales no se desarrollan de manera unilateral. La reflexión viene al caso para referirme al decreto del Ejecutivo estatal que establece la Comisión Estatal de Arbitraje Médico Sonora; sin dicha iniciativa, impulsar cambios en el campo de la atención médica se vuelve doblemente difícil. No estoy afirmando que la ley por sí sola hará el trabajo, nada más lejano, sin embargo, la Comisión puede representar una posibilidad y un espacio para que ambos actores, médicos y usuarios, se beneficien de la figura arbitral. No hay que perder de vista que la Comisión tiene por objetivo último ser una instancia a la cual puedan acudir los usuarios y prestadores de servicios médicos para dilucidar, en “forma amigable y de buena fe”, posibles conflictos derivados de la prestación de dichos servicios, con lo cual se contribuirá a evitar grandes cargas de trabajo para los órganos jurisdiccionales, sin sustituirlos. Pretendo, en dos entregas para esta sección, reflexionar sobre algunos antecedentes, implicaciones y acerca la organización de la Comisión. Sonora era uno de los cuatro estados en el país que no contaba con esta Comisión, ¿por qué?, por una correlación de fuerzas entre las instancias de gobierno facultadas para impulsar la iniciativa y los gremios médicos. Así de sencillo. Pero en esta correlación, ¿dónde quedaron los ciudadanos?. Hay que decirlo, nos faltó fuerza para participar. Hace años que se escuchaba hablar de esta necesidad, pero la iniciativa no prosperó por la resistencia de los gremios y supongo que al Ejecutivo, o le interesaba sobremanera negociar, o no le interesaba asumir la responsabilidad y decretar una organización que pareciera impuesta. Los médicos en desacuerdo se manejaron bajo la amenaza de que se fomentaría una medicina defensiva y se encarecerían los servicios por los costos de seguros de responsabilidad profesional y porque no se veían los beneficios en las Entidades Federativas que ya la tenían (aunque no entiendo el argumento cuando muchas de éstas tenían tan pocos años funcionando); en fin, la iniciativa seguía atascada y al final, el Ejecutivo hizo uso de sus facultades. Aunque no estoy de acuerdo con que las leyes sean impuestas verticalmente, menos bajo procesos que una no termina de conocer, lejana al ámbito de los jaloneos políticos, me parece que la Comisión representa varias posibilidades de mejoramiento de la calidad de la atención, bajo las siguientes premisas: informar a la población sobre derechos y obligaciones tanto de médicos como de usuarios (que se establece como uno de sus objetivos), que como quiera que sea puede repercutir en una mayor ciudadanización de los pacientes; puede ser un espacio para visibilizar los serios problemas de la calidad en los servicios de salud (públicos y privados); representa una oportunidad de inclusión y participación social, a través de sus consejeros, y mantener la distancia política de los intereses ajenos en beneficio de la imparcialidad, aunque sea un órgano desconcentrado de la Secretaría de Salud. Y vuelvo a insistir en el condicional: el trabajo de la Comisión será exitoso si se acompaña de procesos paralelos de educación para la salud, de ejercicio de derechos, de respeto mutuo y un equipo profesional en la Comisión que haga valer su investidura. *Profesora-investigadora del Programa Salud y Sociedad de El Colegio de Sonora, ccastro@colson.edu.mx