INSTITUTO HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA fundado por San Juan Bosco y por Santa María Dominica Mazzarello N. 893 María, estrella de esperanza Esta circular lleva la fecha del 24 de abril, día en el que se inicia el mes salesiano de preparación a la fiesta de María Auxiliadora. Tenemos muchos motivos para celebrarla solemnemente. Entre ellos, el acontecimiento extraordinario que estamos viviendo: el paso de las FDB a nuestra Familia religiosa. Es difícil expresar la alegría, los ecos que este hecho histórico suscita en el corazón de todas. Lo vivimos como una primavera de gracia, como una bendición que rejuvenece nuestra familia y le da un frescor genuinamente mornesino. Expresamos a María Auxiliadora nuestra gratitud por las cosas grandes que sigue realizando en el Instituto. Mi conversación mensual con vosotras, queridas hermanas, se inspira en el magisterio de Benedicto XVI y en multitud de referencias a nuestro carisma. María es luz de esperanza, Auxiliadora que infunde seguridad, plenitud de lo humano y, por lo mismo, faro luminoso que orienta y guía. Luz de esperanza Desde hace más de mil años, con el himno Ave maris stella la Iglesia saluda a María como luz de esperanza a lo largo de la historia, en cuyas frecuentes turbulencias se hace difícil discernir un camino de salvación. La verdadera luz, ciertamente, es Jesús, pero hay luces más cercanas a nosotras que se han dejado iluminar por la gran luz. Son las personas que han sabido vivir rectamente, sin perder de vista la meta. Y de esta manera también ellas han iluminado nuestra travesía. Luces reflejadas, 1 pero auténticas, que al mirarlas ofrecen orientación segura. Entre estas personas resplandece María, estrella de esperanza para cada hombre y mujer. ¿Quién mejor que ella puede ayudarnos a discernir los caminos que llevan a la comunión, a la paz, a un futuro de esperanza? El sí de María abrió a Dios la puerta del mundo y de esta manera Ella se convirtió en Arca viviente de la Alianza, en la que Dios plantó su tienda entre nosotros (cf Spe Salvi 49). Llena de gracia, María es morada del amor preventivo de Dios y con su ternura maternal irradia este amor sobre el mundo. La esperanza es siempre esperanza de ser amados: sin esta certeza es difícil proyectar el futuro, educarnos y educar en el amor a las nuevas generaciones. Dios, de quien María se siente amada, es el Dios que libera del miedo, el Dios que se hace cercano y se da enteramente a nosotros. A través del sí de María, la esperanza de los milenios se hace realidad: el Hijo que de Ella nacerá es la esperanza de Israel, la expectativa de la humanidad. María se inclinó ante la grandeza de este misterio, llevó en su seno al Salvador y lo entregó al mundo apenas concebido. Caminando llena de alegría y dándose prisa por los montes de Judea para visitar a su prima Isabel, María llevaba la esperanza al mundo. Se convertía así en la imagen de la futura Iglesia, cuya misión es evangelizar generando esperanza. Pero la vida de María no fue un camino alegre y sin obstáculos. Su corazón fue traspasado por una profecía que la marcó profundamente: sobre el Hijo nacido de ella se proyectaba la sombra del sufrimiento. La emigración a Egipto, las exigencias de la actividad pública de Jesús que la mantenían apartada de su entorno, las hostilidades y rechazos que cosechaba el Hijo a causa de su predicación, el verlo morir como un fracasado, fueron golpes duros para su corazón de Madre. Pero en la hora de la Cruz, en que la esperanza parece morir con la muerte de Jesús, empieza su nueva misión: será Madre desde una perspectiva distinta, Madre de todos aquellos que quieren seguir a Jesús. 2 Con el misterio de esta nueva maternidad nace la nueva familia de Jesús. En aquella hora, seguro que tenía presentes las palabras del ángel “¡No temas, María!”, que guardaba en su corazón. La esperanza no está muerta, sino que resplandece con nueva luz. El Reino anunciado por Jesús es distinto al de las expectativas humanas. Comienza justo en el momento supremo del Calvario y no tendrá fin. María permanece en medio de los discípulos de todos los tiempos como su madre, como madre de la esperanza. (cf. Spe Salvi 50) Las palabras con las que Jesús desde la cruz dio a María como madre a Juan revelan gran confianza y cercanía por parte de Dios. Jesús nos confía a Ella, a su misión materna. María nos educa, nos lleva a Dios mostrándonos su rostro amoroso. En el camino desde la Anunciación al Calvario aprende a no temer a Dios, a estar en su presencia aún sintiéndose pequeña y humilde criatura. No tenemos nada que temer de este Dios que no pretende quitarnos nada, ni amenazarnos; al contrario, Él nos ofrece la seguridad que vence a la muerte. María es pues la expresión de la cercanía de Dios; nos libera del temor de acercarnos a Él, nos muestra la belleza y fecundidad de la confianza radical. De ella aprendemos a leer nuestra hora histórica partiendo de la certeza de ser amadas: una certeza que genera esperanza. Quisiera recordar el testimonio de una gran apasionada de María: Chiara Lubich, recientemente fallecida. Con palabras sencillas ella ha sabido explicar al mundo el evangelio de Jesús: «Si estamos unidos, Jesús está entre nosotros». También la historia de su vocación es sencilla: «Un día vi una luz. Me pareció más hermosa que todas las otras cosas hermosas y la seguí». En la Obra de María, el Movimiento al que Chiara ha dado vida, la Madre de Dios aparece como mujer totalmente revestida de la Palabra; como puente, como cumbre: el modelo de todo cristiano. 3 Auxiliadora que infunde seguridad Reconocemos que María tiene un rol especial en nuestra vida de FMA. Ella nos muestra la verdadera luz, nos anima a ser discípulas de Jesús, a seguirlo por el camino del amor hasta el final; amor que se hace Pan para nosotras, guía y sostén en el camino. La imagen de María, estrella del mar, trae a la memoria el sueño de don Bosco de las dos columnas. Explica a sus muchachos la escena con muchos detalles: un mar tempestuoso, naves enemigas que se enfrentan, dos columnas poco distantes una de otra: una, más alta, ostenta una hostia con la inscripción “Salvación de los creyentes”; sobre la otra se alza la Inmaculada, a cuyos pies aparece un escrito: “Auxilio de los cristianos”. La nave de la Iglesia halla la salvación pasando entre las dos columnas. La Eucaristía y María son también hoy las áncoras de salvación de una humanidad que necesita puntos de referencia significativos para no ir a la deriva; una humanidad que se siente sola y extraviada y que invoca la luz de Jesús. María es el faro que puede iluminar en esta búsqueda, puede ayudar a ir a Jesús que nos revela el rostro misericordioso del Padre. Nuestras Constituciones, al recordarnos la misión fundamental de las FMA de orientar a las generaciones jóvenes a descubrir la profunda alegría de la comunión con Dios, nos piden que las ayudemos a «conocer a María, Madre que acoge y comprende, Auxiliadora que infunde confianza, para que aprendan a amarla e imitarla en su disponibilidad para con Dios y los hermanos» (71). En las síntesis de los Capítulos inspectoriales se advierte la exigencia de presentar con mayor audacia la figura de María a los jóvenes. El sí de su respuesta a Dios no le quita la libertad, no la disminuye, sino que la engrandece, permitiéndole llevar a cabo un gran designio de amor. El sello mariano está en la base de la misión que nos llama a ser signo y expresión del amor de Dios: don Bosco nos dio a María como madre y maestra que nos enseña 4 los caminos del amor, caminos que debemos recorrer usando caridad paciente y benigna. De María él aprendió la ciencia del corazón, es decir, el arte de llevar a los jóvenes a Cristo. La presencia familiar de María permite a los jóvenes sentir a un Dios benévolo, rico en misericordia. María ilumina sus opciones diarias: es una presencia que penetra en lo profundo del corazón dando un nuevo dinamismo que, orientando hacia Jesús, ayuda a descubrir la propia llamada a servir en el amor. El itinerario que don Bosco propone a los jóvenes se articula en estas etapas: amor a María; con María, a Jesús; junto a María para llevar a otros jóvenes a Jesús. María no sólo ofrece refugio y seguridad: es madre amorosa y exigente que acoge a sus hijos, los alienta en la difícil etapa de su crecimiento, los hace colaboradores de su solicitud maternal. En el último artículo del Reglamento de la Compañía de María, Domingo Savio y los otros jóvenes del Oratorio que habían redactado el texto expresan la convicción de que María es esperanza para su porvenir y que, amados y ayudados por ella, podrán afrontar las dificultades de la vida y transmitir a su vez amor y confianza a los otros. María es de hecho el vínculo de comunión entre todos sus hijos. Entregarse a María significa abrirse a Dios y al prójimo. Ser signo y expresión del amor preventivo de Dios implica ser, como Ella, personas que escuchan la Palabra, la meditan, se confrontan con ella y enfocan con su luz los acontecimientos de la realidad, trazando caminos de futuro. Debemos preguntarnos: ¿cuánto tiempo dedicamos a discernir, a la luz de la palabra de Dios, cuáles son las necesidades profundas de la humanidad, especialmente cuando consideramos ésta en su aspecto más frágil y conflictivo? El Sistema Preventivo vivido en la escuela de María nos urge a comprender las necesidades educativas del mundo de hoy desde 5 el punto de vista de los últimos, para no excluir a nadie de la promesa de vida plena y abundante que Jesús ofrece; nos invita a ser presencia amiga y estimulante para aquellos que presentan más dificultades, como hace una madre con los hijos más débiles. La gama de las pobrezas juveniles va en aumento, y a veces supera nuestras posibilidades de dar respuestas educativas. Esto es una evidencia que no podemos negar, pero ¿cuánto amor manifestamos en los lugares donde estamos implicadas en el día a día?, ¿cuánta esperanza somos capaces de transmitir? Tenemos en las manos el tesoro de una pedagogía de lo concreto. Nuestros Fundadores nos piden hoy también que hagamos entrar a Dios en el corazón de las generaciones jóvenes no sólo por la puerta de la iglesia, sino también de la escuela y del taller, mediante las “puntadas de aguja” bien hechas como signos concretos del amor a Dios, pequeños gestos del deber cotidiano que encierran un gran amor y que pueden despertar el corazón para que viva los retos diarios de la misión. Retos que son ciertamente distintos de los de ayer, pero que reclaman igualmente muestras de un amor visible y portador de esperanza. María, plenitud de lo humano María es la imagen ejemplar de la persona creyente por su sí confiado y libre a la petición de Dios. De hecho el ser humano no puede alcanzar la salvación y el conocimiento de sí mismo sino mediante el sí del amor. Si la humanidad está inclinada a obrar siempre con autosuficiencia, olvidando el Amor absoluto que da sentido a su existencia, María ennoblece la naturaleza humana porque representa lo que la criatura inteligente y libre está llamada a ser: un ser responsable, es decir, una persona capaz de dar respuesta consciente al proyecto de Dios. Ella es referente para la mujer, tantas veces humillada y explotada incluso por aquellos que dicen liberarla. 6 Este año se conmemora el vigésimo aniversario de la Mulieris dignitatem (1988). Para celebrarlo, el Consejo Pontificio de los Laicos ha iniciado una reflexión, a la luz de la revelación bíblica, sobre los nuevos paradigmas culturales y sobre las dificultades que las mujeres católicas deben superar para vivir la propia dignidad y colaborar, en reciprocidad con los hombres, en la construcción de la Iglesia y de la sociedad. ¿De qué manera podemos integrarnos en este debate y, sobre todo, cómo podemos responder a las situaciones que reclaman nuestra responsabilidad de mujeres al lado de otras mujeres? ¿Cómo podemos devolver la esperanza a tantas mujeres humilladas en su dignidad, en sus legítimas aspiraciones, en sus sueños de futuro? Son preguntas que queremos que se escuchen en las comunidades educativas para encontrar caminos eficaces en la misión de educar a las generaciones jóvenes. La oración que Benedicto XVI dirigió el pasado 8 de diciembre a María me brinda la ocasión de subrayar actitudes que pueden servir como propuesta en el mes dedicado a la Virgen: «Enséñanos, María, a creer, a esperar y a amar contigo; muéstranos el camino que conduce a la paz, el camino hacia el reino de Jesús. Tú, Estrella de la esperanza, que con conmoción nos esperas en la luz sin ocaso de la Patria eterna, brilla sobre nosotros y guíanos en los avatares de cada día, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.» Enséñanos: María es madre y maestra de nuestra vida. Con ella podemos recorrer el camino del abandono confiado, podemos sentirnos bendecidas, esperadas, amadas por Dios, a pesar de nuestra debilidad. Muéstranos: María nos muestra, en medio de la desorientación actual, el camino a seguir para vivir en comunión entre personas y pueblos, el itinerario para testimoniar y anunciar el evangelio al mundo de hoy; para reavivar la confianza entre las personas, fundamento de una paz auténtica y duradera. 7 Brilla sobre nosotras: María es presencia viva en nuestra existencia, habita nuestra casa, ilumina nuestras opciones para que estén guiadas por el sí del amor y nuestra misión se caracterice por la amorevolezza salesiana. Guíanos: María es nuestra madre y nuestra hermana mayor que nos ha precedido cual centinela hacia la Patria definitiva. Ahora se hace compañera de camino, nos ayuda a vivir los avatares de cada día, nos sostiene en el empeño de decir sí a la vida y al amor con los ojos dirigidos a la Meta. A María, estrella de esperanza, estrella del mar, confiamos todos nuestros jóvenes del mundo para que encuentren orientación y sentido en su vida; le confiamos, en particular, la Visitaduría recientemente erigida y dedicada a Maria Stella Maris. Acojamos con alegría la petición de Benedicto XVI que, al final de la carta a los católicos de la República Popular China (27/05/07), invita a los católicos de todo el mundo a unirse en oración con la Iglesia que está en China el 24 de mayo, fiesta litúrgica de María Ayuda de los Cristianos, venerada en el santuario mariano de Sheshan en Shangai. El próximo 24 de mayo estaré, con las hermanas del Consejo, en la basílica de don Bosco en Turín, ante el cuadro de María Auxiliadora: a ella, estrella de la esperanza, confiémosle cuanto llevamos en el corazón. Confiémosle, en particular, al rector Mayor y a los Consejeros recientemente elegidos, el camino poscapitular de nuestros hermanos salesianos tras las huellas de don Bosco, y nuestro próximo Capítulo General. Roma, 24 de abril de 2008 Afma. Madre 8