La aritmética del Apra y el Tribunal Constitucional Por Juan Paredes Castro (El Comercio, 08/05/07) Estamos a exactamente un mes de la cobertura de cuatro vacantes en el Tribunal Constitucional. El Congreso, que deberá elegirlos, hace mutis. Y el Apra, que maneja en esto la sartén por el mango, tiene su propia aritmética. Hubo mucha información mientras los candidatos eran setenta. Ahora que han quedado veinte, el secreto se ha adueñado de la comisión encargada de las calificaciones. Y la línea que podría separar lo ideal escaso de lo común abundante, en materia de requisitos de calidad y trayectoria, sigue siendo tan borrosa como al comienzo. ¿No será que esta línea borrosa, que no logra resaltar fácilmente a los de mayor talla indiscutible viene permitiendo que la política haga más de las suyas que la propia evaluación rigurosa de méritos? Como hay seis bancadas y aparentemente todas quieren tener sus propias particulares posiciones, podríamos encontrarnos, a la vuelta de quince días, con una selección de transacción que sin duda será más una expresión política subalterna que la exigente de peso jurídico que demanda el Tribunal Constitucional (TC). De los siete miembros que tiene este organismo hay dos, los doctores Víctor García Toma y Carlos Mesía Ramírez, cercanos al Apra, aunque rigurosamente respetuosos de su independencia como magistrados. Por elevada que sea esta virtud de saber separar la militancia o simpatía partidaria de la función pública propiamente dicha en cargos como los del TC, sería peligroso que la actual aritmética aprista tratara de llevar a este organismo otros dos candidatos suyos. Así tendríamos una correlación de fuerzas de cuatro a tres, por más que todos se empeñaran en lo mismo: en separar lo partidario de lo jurídico. No bastaría en este caso con ser y parecer independiente. Por lo mismo que el TC ha sido algunas veces fuente de manipulación política como también de vejaciones, debemos hacer todo lo posible porque sea el órgano de control de la Constitución por excelencia, reforzando su independencia y autonomía, desde la propia selección y constitución transparente de sus miembros. El Congreso debe romper el actual secretismo, con la publicación inmediata de la lista de los veinte prefinalistas. En la suposición de que no todos estos tentarán suerte ante el plenario ni se someterán a la votación de dos tercios (80 votos) que cada cual requiere, habrá, sin duda, más cosas que hacer, pero de ninguna manera bajo las sombras. Queremos ver manos limpias y calidad jurídica probada