cap. 2

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2.2. LAS FUNCIONES Y FORMAS DEL DINERO
La derivación de Marx del dinero permitió presentar las funciones del dinero en
toda su rica complejidad. El punto metodológico clave a este respecto es que la
representación independiente del valor tiene que desempeñar ciertas funciones en
la economía capitalista. En otras palabras, lo que hace el dinero sigue a lo que es
el dinero. Para las economías neoclásicas, en contraste, se sostiene lo opuesto: el
dinero es lo que el dinero hace y cualquier cosa que pueda satisfacer ciertas
funciones prácticas se trata como dinero. Para el análisis marxista hay un orden
estricto de las funciones del dinero, el cual deriva de lo que el dinero es y
proporciona fundamentos lógicos para la evolución de la forma del dinero. Para
entender el camino del desarrollo desde el dinero en especie a dinero emitido por
el Estado y hasta el dinero crediticio, es necesario examinar el vínculo entre las
formas particulares del dinero y las funciones que el dinero tiene que realizar en el
intercambio capitalista.
2.2.1. Medida del Valor
La primera función de la forma independiente de valor es servir como el material
en que son expresados los valores de los bienes, y de tal forma medidos. La
medición del valor se emprende directamente en el cuerpo del dinero en especie:
una cantidad de oro se postula como el equivalente del valor de un bien con el
proceso analizado anteriormente. Puesto que la expresión de los valores de los
bienes en términos del dinero siempre implica una dimensión menor o
mayormente subjetiva, la repetida transformación de bienes en dinero (o la
imposibilidad de hacerlo) es necesaria para poder validar y rectificar
constantemente la expresión individual de los valores en dinero. De esta manera,
la función del dinero como la medida de valor adquiere un contenido social
determinado.
La determinación del nivel del precio, por otra parte, no debe ser confundida con la
medición del valor. El nivel del precio emerge típicamente a través de la acción del
Estado; este último formaliza la división convencional de los bienes con el dinero
en especie, al igual que el Estado británico hizo su división clásica de la onza troy
con respecto al oro mencionada anteriormente. Dado una unidad estándar del
dinero en especie, los valores de los bienes divididos entre el valor del dinero en
especie dan lugar a un sistema contable de precios. Steuart, según lo explicado en
el capítulo 1, argumentó que el nivel de precios era una aproximación socialmente
convencional de una hipotética unidad ideal del valor. Marx (1859, pp. 79-80;
1939, pp. 791-802), por otra parte, trató al nivel de precios como el nombre de una
división convencional del cuerpo del dinero en especie. La implicación importante
del argumento de Marx es que el sistema contable de precios, aunque claramente
abstracto, tiene una fundación social verdadera en el sistema de los valores de la
bienes; una fundación, además, que es independiente de la determinación del
mismo nivel de precios. También se sigue que la transformación real de precios
abstractos en cantidades concretas de la unidad estandarizada del dinero no se
puede tomar como dada; es de hecho un proceso cargado con incertidumbre.
Una cuestión compleja que emerge en este punto es si el análisis de Marx implica
que el dinero debe tener valor por sí mismo para que pueda medir los valores de
los bienes y fijar los precios. Dicho de otra forma, ¿es el dinero en especie la única
forma adecuada del dinero para lograr la construcción del sistema contable de
precios? Una respuesta a esta pregunta es proporcionada por el funcionamiento
del dinero en especie por sí mismo bajo condiciones explícitamente capitalistas.
Como se mencionó anteriormente, los productores de bienes capitalistas tienen
que ganar tasa media de ganancias; de aquí se desprende que el intercambio de
mercancías entre ellos y con dinero es sobre la base de los precios de producción,
los cuales no son proporcionales al trabajo incorporado en los bienes. La
implicación es que una redistribución del valor excedente ocurre en el proceso de
intercambio capitalista: los capitales en las industrias con una composición
orgánica superior a la media (es decir, ci / vi) se apropian de un valor excedente
mayor al que produjeron. El mismo resultado se sostiene para los capitales en las
industrias con un volumen de ventas típicamente más lento que las demás. Esto
es un juego de suma cero para todos los capitales competentes, puesto que
implica simplemente la redistribución del valor excedente existente. Ahora, si el
dinero es sí mismo un bien, y posee así valor, no tiene un efecto directo en la
redistribución del valor excedente entre los capitales. Los precios contables que
permiten que el proceso ocurra dependen de la tasa media de ganancias
prevaleciente, de la composición orgánica de los capitales competentes y de la
longitud del volumen de ventas. No hay razón por la que estos precios contables
no se pueden fijar en unidades de un dinero sin valor.
Para ir un poco más lejos en este tema, asuma que el dinero en especie es
producido de manera capitalista, por lo que debe tener por sí mismo un precio de
producción. De manera formal, el sistema contable de precios también incorpora el
precio de producción del dinero. Sin embargo, puesto que el dinero en especie por
sí mismo tiene un precio de producción, no puede haber una proporcionalidad
directa entre su valor y su cantidad, definida convencionalmente como la unidad
de la cuenta. Por ejemplo, cuando el dinero en especie es oro producido con una
composición orgánica del capital inferior a la media, los precios de los bienes son
generalmente más altos que cuando el oro tiene una composición orgánica
superior a la media; los precios más elevados reducen el poder adquisitivo del oro
en relación con otros bienes. También, en cuanto a este aspecto, es claro que
aunque se trabaja en un nivel sencillo de análisis, la formación de los precios
contables aparece como la división de los valores de los bienes entre el valor de la
unidad del dinero; bajo condiciones capitalistas la expresión del valor en los
precios contables alberga una amplia relación con el valor del dinero. Hay espacio
para que el dinero sin valor facilite la formación de los precios contables.
El resultado es que el dinero en especie, bajo condiciones capitalistas de
producción e intercambio, proporciona valor al precio bajo una serie de
intervenciones. Los precios de la producción son el resultado del movimiento del
capital en la búsqueda de un beneficio más alto; permiten la redistribución del total
del valor excedente entre los componentes del capital social total. Si la unidad de
la cuenta posee o no valor es irrelevante para la formación de precios relativos de
producción. Una unidad de la cuenta sin valor, como podría ser actualmente un
cheque bancario incanjeable, podría también fijar precios de producción formados
de manera capitalista. Sin embargo, la determinación del nivel de precios de la
producción de bienes como un todo es una cosa totalmente diferente. A este
respecto el dinero sin valor enfrenta dificultades fundamentales, tanto lógicas
como prácticas, que son particularmente severas si hay una ausencia completa
del dinero en especie. Un estudio de estas dificultades abarca buena parte de la
discusión tratada a continuación.
2.2.2 Medios de Cambio (o Medios de Compra)
La segunda función del dinero es mediar el intercambio de bienes. Esta es la única
función del dinero puramente específica a los procesos simples del mercado, y la
típicamente reconocida por todas las escuelas económicas. Para Marx (1867, p.
200), la tradicional fórmula de la simple circulación de los bienes en la esfera del
intercambio es la bienes (C1) – dinero (M) – bienes (C2), o compra-venta. En esta
conexión la forma característica del dinero es la divisa, a menudo en la forma de
moneda. Aunque la posibilidad de acuñar moneda de manera privada no se puede
negar, la acuñación de la moneda es tradicionalmente una actividad del Estado,
puesto que este último le puede conferir a la moneda una aceptabilidad social más
amplia. En las palabras de Marx, 'El negocio de la acuñación, al igual que el
establecimiento de una medida estándar de precios, es un atributo del Estado'
(ibid., pp. 221-2).
En la esfera del intercambio (o de la circulación) el dinero acuñado se caracteriza
por un movimiento constante, mientras que los bienes simplemente entran y salen.
Para una moneda individual el camino seguido en la esfera de la circulación
abarca una serie de movimientos de transacción a transacción; el camino no tiene
ninguna forma determinada. Consecuentemente, el concepto de la velocidad tiene
una aplicación natural en los medios del intercambio. Para Marx (1939, pp. 186-7),
la velocidad del dinero es un promedio de las transacciones por unidad de dinero
por período, determinada por factores institucionales, geográficos y de la
costumbre.
El dinero en la esfera de la circulación también se caracteriza por la cantidad.
Emulando a Ricardo, Marx (1867, p. 237) argumentó que la cantidad necesaria de
dinero varía directamente con los valores de los bienes e indirectamente con el
valor y la velocidad del dinero. Marx, sin embargo, se distinguió rotundamente de
Ricardo para determinar cómo la cantidad real de dinero en especie que circula se
relaciona con la necesaria. Mientras Ricardo había postulado la producción
exógena del dinero metálico, Marx argumentó que el cumplir con los requisitos
monetarios de la esfera del intercambio depende de la producción del dinero en
especie pero también de los acopios existentes de dinero. Para Marx (ibid., pp.
231-2), la circulación metálica se presupone bajo la presencia de atesoramientos
de dinero substanciales que se llevan a cabo fuera de la esfera del intercambio
(incluyendo al metal que se podría acuñar fácilmente). Los acopios actúan como
reguladores de la cantidad de dinero que circula, absorbiendo las cantidades
excesivas de dinero y contrarrestando los déficits. La formación del atesoramiento
es un mecanismo externo a la circulación pero endógeno a la reproducción
económica como un todo; los acopios hacen posible que las cantidades reales
correspondan con las cantidades necesarias de circulación del dinero metálico.
Para Marx este punto es fundamental para rechazar la teoría cuantitativa del
dinero: a través del atesoramiento, la cantidad de dinero en circulación es
determinada por los precios de los bienes.
Marx también validó la opinión ricardiana del dinero como un 'velo', pero en un
sentido parcial y limitado. Si se afirma que los precios determinan la cantidad de
dinero, entonces necesariamente se implica que el fenómeno económico primario
en la esfera del intercambio es la circulación de bienes y no del dinero. El
movimiento de bienes es una condición indispensable para la reproducción
capitalista, mientras que el movimiento perpetuo del dinero es un proceso
secundario surgido y determinado por el movimiento de los bienes (ibid., pp. 21012). Sin embargo, como se discute más a fondo a continuación, para Marx el
dinero también funciona fuera de la circulación, y en cuanto a este atributo no es
para nada un 'velo' en la actividad económica.
La conveniencia del dinero en especie para el funcionamiento de la función de
intercambio no debe subestimarse. La circulación exige inevitablemente la pérdida
de substancia a través de la abrasión, e incluso puede provocar el
reblandecimiento, astillado y desgaste de las monedas. La moneda que circula
posee menos peso, y por lo tanto menos valor, que el que pretende tener. A pesar
de esto, siempre y cuando su deterioración no sea demasiado severa, la moneda
continúa facilitando el intercambio de bienes. Para Marx (1859, pp. 108-14), esto
es posible porque en la circulación simple, C1-M-C2, el dinero aparece
momentáneamente entre los dos bienes, por lo cual su substancia material es
poco importante. La moneda degradada puede funcionar al igual que la moneda
de peso completo simulando el efecto de esta última. La práctica del intercambio
da lugar por sí misma para la aparición del dinero simbólico. Los símbolos
apropiados del dinero en especie (monedas hechas con metales asequibles o
papel sin valor) son emitidos típicamente por el Estado; son dinero representativo
del Estado con circulación obligatoria, como por ejemplo el Assignats Francés o
los Certificados de la Tesorería Británica de la Primera Guerra Mundial. Al igual
que el dinero en especie, el dinero representativo se mueve constantemente a lo
largo de un camino de transacciones articuladas sin alguna forma definida. Sin
embargo, mientras que la cantidad real de dinero en especie en la circulación es
regulada por el atesoramiento que se llevan a cabo a un lado del proceso de
circulación, la cantidad de dinero representativo es determinada por el Estado. Si
el Estado emite grandes cantidades de dinero representativo de forma rápida y
sistemática, la cantidad de dinero en circulación simplemente se expande.
Hay dos razones fundamentales por las cuales el dinero representativo es
deficiente para el atesoramiento y por lo cual no puede abandonar la esfera de la
circulación: primero, el dinero representativo no posee valor dentro de sí mismo; y
en segundo lugar, el dinero representativo no tiene ninguna conexión natural con
el sistema de crédito y la acumulación de capital real. En contraste, el dinero
crediticio emitido por el banco, sin valor alguno, sí posee conexiones naturales con
el sistema de crédito y la acumulación real. Incluso cuando el Estado regula
activamente su creación, el dinero crediticio conserva sus conexiones naturales
con el sistema de crédito, un hecho que le permite tener un papel económico fuera
de la esfera de la circulación. El dinero representativo, por otra parte, recibe su
validez social sólo de la palabra del Estado; a pesar de que el papel del Estado le
permite al dinero circular, no le puede otorgar a ese dinero un papel fuera de la
esfera de la circulación, excepto en el sentido restringido de requerir que los pagos
al Estado (sobretodo impuestos) sean hechos en dinero representativo.
Sin embargo, el carácter arbitrario para determinar la cantidad de dinero
representativo afecta seriamente su funcionamiento como la unidad de cuenta. El
dinero autorizado por el Estado es un símbolo del dinero en especie, su cantidad
'representa' la cantidad necesaria de oro, la cual se determina por el valor de los
bienes, la velocidad y el valor del dinero en especie. Los valores de los bienes se
miden en cantidades de oro, pero se expresan como precios en sumas de dinero
representativo que equivale a la moneda de oro. Si la tasa de equivalencia es uno
a uno, esto es, que la pieza estándar de dinero representativo simbolice una
unidad estándar de oro (digamos, una libra esterlina, o aproximadamente un
cuarto de una onza troy de oro), el sistema contable de precios no cambia. Sin
embargo, si el Estado aumenta arbitrariamente la cantidad de dinero
representativo, mientras que la cantidad necesaria de oro sigue siendo la misma,
la tasa de equivalencia declina. Consecuentemente, aunque los valores de los
bienes sigan siendo iguales, los precios expresados en unidades de dinero
representativo se elevan. Esto es la inflación de los precios en su expresión más
pura, la cual podría conducir potencialmente a una hiperinflación si el Estado
aumenta continuamente la emisión del dinero representativo. La inflación es un
inconveniente característico del dinero representativo al desempeñar su función
como medida del valor y como parámetro del precio. Una forma simple de la teoría
cuantitativa del dinero podría proporcionar cierta profundidad analítica sobre la
inflación de precios pura.
2.2.3 Dinero como dinero
El dinero como la forma independiente de valor también emprende funciones no
estrictamente determinadas con referencia al proceso del intercambio. En la
ejecución de estas funciones el dinero revela la complejidad de su papel social, el
cual va más allá de simplemente facilitar el intercambio de bienes. Marx delineó
estas funciones como el atesoramiento, medios del pago, y dinero mundial, y las
incluyo en el término envolvente de 'dinero como dinero'.
Atesoramiento
El dinero siempre se puede encontrar en un estado de reposo o de movimiento: se
atesora al igual que se encuentra en circulación. Para Marx (1885, pp. 158-9, 1625, 572-4, 410-12), hay varias razones estructurales por las cuales el acopio de
dinero debe ocurrir en el curso de la reproducción del capital social total. Las
acumulaciones de dinero por precaución le permiten a los propietarios de los
bienes enfrentar con éxito las fluctuaciones de precios imprevistas; tanto la
'intermitencia' de la inversión fija de capital, como de la acumulación del valor
excedente, requieren la formación temporal de cantidades estáticas de dinero; la
necesidad de mantener la continuidad de la producción capitalistas durante el
tiempo que toma la venta hace necesaria la tenencia de una reserva de dinero por
parte capitalistas.
El atesoramiento del dinero es una condición previa para la circulación del dinero
puesto que los acopios liberan sumas hacia la circulación y absorben sumas de
ésta. Así la cantidad total de dinero que tiene un país incluye una parte en el
movimiento y la otra estática, estando en constante cambio la línea que divide a
una de otra de acuerdo con los cambios en los requerimientos de circulación de
los bienes. Además de este papel monetario técnico, sin embargo, los acopios
también tienen una función económica más amplia. El atesoramiento concentra la
capacidad de comprar y pagar de forma independiente, sin relación al valor de
uso de bienes ordinarios. En una sociedad capitalista caracterizada por la
materialización de todos los aspectos de lazos humanos, la acumulación de dinero
otorga a su propietario un enorme poder social; el dinero puede comprar el nivel
social, educación, poder político. El poder social de la acumulación de dinero es
más evidente en las relaciones entre Estados capitalistas; el dinero puede
asegurar alianzas entre las naciones y proveer los 'puntos débiles de la guerra'.
Los mercantilistas, cuyo pensamiento se preocupaba por lograr ser que sus
naciones fueran potencias en un mundo de Estados en competencia, entendían
este aspecto del dinero mucho mejor que la economía política clásica.
El atesoramiento de metales preciosos son acumulaciones del valor, y por tanto de
riqueza, en una forma durable. En las sociedades que no poseen un mecanismo
social sistemático para la expansión del valor, el atesoramiento del metal es la
forma principal de la acumulación de riqueza. Como Marx (1859, pp. 128-30)
precisó, en tales sociedades existe una contradicción entre el deseo cualitativo de
acumular infinitamente valor en el dinero y la limitación cuantitativa de atesorar
dinero. La sociedad capitalistas, por otra parte, posee un mecanismo social para la
expansión del valor: la explotación sostenida por la inversión del capital en el
proceso de la producción. El dinero atesorado capitalista es, por un lado, una
acumulación durable del valor, y, por otro, dinero que podría llegar a convertirse
en capital, es decir, que podría ser reinsertado nuevamente dentro de la
producción y crecer. Este doble aspecto del atesoramiento capitalista es un factor
importante en el desarrollo del sistema del crédito capitalista.
Con el desarrollo del capitalismo y de la aparición de un sistema de crédito
avanzado, los acopios de dinero son socializados y su forma cambia. En un nivel
inmediato, el atesorador ya no posee acumulaciones de dinero en especie, sino
que tiene depósitos bancarios, certificados de deuda de una compañía, bonos del
estado y otros instrumentos financieros. Los acopios de los individuos se
convierten en derechos sobre la producción y valores futuros, los cuales se exigen
a las instituciones de crédito en un primer momento. Sin embargo,
simultáneamente, las mismas instituciones capitalistas de crédito comienzan a
sostener una parte de la función social del atesoramiento; las reservas de los
bancos son una forma vitalmente importante de los acopios meramente
capitalistas. Las acumulaciones del dinero por parte de los bancos, sin embargo,
también tienden a perder su substancia metálica en el curso del desarrollo del
sistema del crédito, y se convierten en una estructura graduada de derechos sobre
otros. La masa de acumulaciones enormes de metal de una sociedad capitalista
se retira gradualmente hacia las cámaras acorazadas del banco central, el banco
de los bancos. Históricamente, incluso los acopios de los bancos centrales
nacionales han tendido a perder mucho de su carácter metálico y a contener el
dinero crediticio sin valor de algunos cuantos países capitalistas dominantes.
Medios del pago
Dado la existencia del dinero, el acto de vender, C-M, se puede dividir en dos: la
entrega de los bienes a cambio de una promesa de pago posterior, y la
intervención subsecuente del dinero para saldar la promesa de pago. En una
economía capitalista esta posibilidad da lugar al avance espontáneo del crédito
comercial entre los capitalistas. La deuda comercial está sujeta a compensarse, es
decir, a la cancelación de una deuda contra otra. Con el desarrollo del capitalismo,
esta práctica adquiere especificidad histórica e institucional. Cuánto de los medios
de pago es necesario en un período del tiempo dado depende de la eficacia del
proceso de compensación, de la distancia geográfica y de las formas de comercio
dentro de un país. El dinero como medio del pago completa varias transacciones
precedentes a la vez, con lo cual economiza el uso de medios de compra. No
obstante siempre es necesaria cierta cantidad de medios del pago para liquidar las
deudas comerciales, puesto que es muy poco probable que la compensación y el
crédito fresco sean capaces de saldar todas las obligaciones pasadas en un
periodo determinado.
El movimiento de los medios del pago conforme salda obligaciones pasadas no es
ni suave ni continuo. La razón principal de esto es que la circulación de los medios
del pago tiene un carácter obligatorio, distinto del carácter aparentemente
voluntario de los estrechos medios del intercambio. Mientras que las decisiones de
la reproducción pueden ser pospuestas, el pago de las deudas no. La necesidad
de poseer cierta cantidad de medios de pago por el lado de los deudores
capitalistas es absoluta. La imposibilidad de liquidar las obligaciones comerciales
cuando se requiere implican la bancarrota y la venta forzada de los activos del
deudor.
La forma de dinero que surge en relación a la función de pago del dinero es el
dinero crediticio (Marx, 1867, p. 238). En el nivel más simple, el dinero crediticio se
arraiga en las promesas de pago generadas por el crédito comercial. La letra de
cambio, es decir, un bosquejo por el cual el acreedor obliga al deudor a pagar en
una fecha futura el valor equivalente de los bienes entregados ahora, es una típica
forma temprana del dinero crediticio, como se explica mejor posteriormente en el
capítulo 4. Endosado por su poseedor, la letra de cambio puede circular entre los
capitalistas, permitiendo un mayor intercambio de bienes. Esta forma rudimentaria
de dinero crediticio proporciona una base para prácticas bancario crediticias más
avanzadas. El descontar las letras de cambio, es decir, adelantar dinero al
poseedor de la letra a cambio de esta, permite a los bancos emitir
sistemáticamente sus propias promesas de pago en la forma de notas bancarias.
El dinero crediticio bancario es creado originalmente como obligaciones del banco
a cambio de activos, en una primera instancia mediante la emisión de notas
bancarias para comprar letras de cambio. Las obligaciones de los bancos frente a
los depósitos también pueden realizar la función de pago del dinero con el uso de
cheques o de transferencias directas, con la condición de que exista un sistema de
compensaciones de las obligaciones entre los bancos. El proceso actual de
transformación del dinero crediticio (es decir, billetes, notas bancarias y depósitos
bancarios) importa mucho menos que la fluidez intrínseca de la forma del dinero
basado en el crédito. Con el desarrollo del capitalismo el dinero crediticio toma
diversas formas mientras que las obligaciones de las instituciones financieras
cambian. Estas formas dependen de la históricamente específica estructura
institucional del sistema crediticio, y de la acumulación capitalista en general, pero
el dinero crediticio sigue siendo un derecho sobre las instituciones financieras
respaldadas por sus activos.
Esta conclusión tiene importantes implicaciones para el movimiento y la cantidad
del dinero crediticio, lo cual se aprecia más claramente para el caso de las notas
bancarias. Cuando las notas bancarias son emitidas por los bancos privadas al
comprar deuda comercial, los activos de los bancos se componen en buena parte
de letras comerciales. Cuando estas letras se liquidan, las notas bancarias son
regresadas a los bancos cuando los capitalistas las utilizan (junto con otros
medios del pago) para pagarles. De la misma forma, las obligaciones de los
depósitos en los bancos son canceladas (se pierden a favor de los bancos)
cuando los capitalistas usan los fondos del depósito para liquidar sus obligaciones
vencidas con los bancos. En resumen, el dinero crediticio es creado
constantemente por las instituciones financieras cuando hacen adelantos a los
capitalistas, y es constantemente destruido cuando las deudas de los capitalistas
sostenidas por las instituciones financieras son liquidadas. El camino del dinero
crediticio en la circulación capitalistas tiene una forma cíclica, que la distingue del
camino sin forma del dinero en especie y del dinero representativo. Este es el
fundamento teórico del 'reabastecimiento' de Steuart y de la ley del reflujo de las
escuelas bancarias, discutidas en el capítulo 1. El movimiento cíclico del dinero
crediticio importa enormemente para la determinación de la cantidad de dinero
crediticio en circulación. Esta cantidad depende de los adelantos y del
cumplimiento de los préstamos de un capitalista con otro, y de las instituciones
financieras con los capitalistas. Los determinantes de ambos tipos de adelantos,
así como de la regularidad para liquidar deudas, se arraigan en el proceso de la
acumulación real. Al mismo tiempo, sin embargo, el crédito posee un poder
significativo para 'estirar' la acumulación, esto es, para financiar la generación de
valor adicional y del valor excedente, creando las condiciones para su propio
pago.
El dinero crediticio no es 'neutral' en lo que concierne a la acumulación capitalista.
El dinero crediticio aparece del exterior en la circulación capitalista conforme los
capitalistas y las instituciones financieras van adelantando créditos a otros
capitalistas, y estimulan la creación de valor y del valor excedente. De aquí se
sigue que la cantidad real del dinero crediticio en la circulación con relación a la
cantidad necesaria de dinero es determinada por factores considerablemente más
amplios que los relevantes a la estrecha circulación de bienes. Particularmente
importante a este respecto es el éxito de los adelantos sobre los préstamos para
generar valor excedente, y consecuentemente la creación de recursos para el
pago de la deuda. No puede haber ninguna garantía desde el principio de que el
'canal de la circulación' se encuentre lleno de manera precisa y armoniosa en su
totalidad con dinero crediticio.
Se siguen ciertas conclusiones con respecto a la capacidad del dinero crediticio
para funcionar como medida de valor, particularmente en lo referente al nivel
agregado de precios. El análisis anterior del dinero representativo argumentaba
que el valor de intercambio del dinero representativo es determinado sobre todo
por la cantidad que hay de él en circulación, pero siempre conlleva una relación
con el valor del dinero en especie ya que el dinero representativo simboliza a éste
otro. Para Ricardo, (quién no distinguió entre el dinero representativo y el dinero
crediticio) el valor de intercambio del dinero crediticio bancario también fue
regulado por el valor del dinero en especie, con tal de que hubiera convertibilidad
entre ambos. No obstante la determinación del valor de intercambio del dinero
crediticio es un problema teórico con un grado de dificultad completamente distinto
de lo implicado por Ricardo, cuyos aspectos vemos a continuación.
Cuando el dinero crediticio circula junto con el dinero en especie, y este último
también desempeña un papel activo como reserva en la hoja de balance de los
bancos, el valor del dinero en especie desde luego que tiene influencia regulativa
sobre el valor de intercambio del dinero crediticio, pero no de la manera sugerida
por Ricardo. El marco teórico apropiado para el análisis de este tema es el ciclo de
negocios capitalista (véase el capítulo 6). En el modelo representativo del ciclo de
negocios, el valor de intercambio del dinero crediticio (y el del dinero en especie)
baja (el nivel de precios se incrementa) en el curso de un auge del capitalismo,
con el valor del dinero en especie continuando siendo el mismo. La caída del valor
de intercambio del dinero crediticio, sin embargo, acaba por extinguirse cuando
surgen crisis industriales, comerciales y monetarias después del auge. En el curso
de la crisis monetaria, el dinero como medio de pago se demanda fuertemente,
gran parte del crédito se destruye y frecuentemente los bienes son vendidos por
necesidad. Mientras tanto, el sistema bancario se encuentra obligado para
defender sus reservas de dinero en especie, y a limitar el avance de nuevos
créditos. Precisamente debido a este complejo conjunto de influencias, que se
encuentra elaborado en el capítulo 6, el valor de intercambio del dinero crediticio
(y el del dinero en especie) sube nuevamente (los precios caen), y el dinero en
especie vuelve a tener un papel esencial en la determinación del nivel de precios.
Mientras tanto, el alza del valor de intercambio del dinero crediticio durante la
caída y la recesión, va más allá simplemente de compensar la caída que ocurrió
durante el alza. Sea como sea, está claro que el análisis del valor de intercambio
del dinero crediticio requiere una teoría de la acumulación capitalista además del
análisis monetario de la circulación de los bienes.
Cuando el dinero en especie no tiene ningún papel activo en la acumulación
capitalista, como ha sucedido con la intervención del Estado en el último cuarto del
siglo veinte, el valor de intercambio del dinero crediticio pierde totalmente su
presencia en el valor del dinero en especie. Bajo tales condiciones, la
determinación de la cantidad de dinero crediticio todavía no es totalmente
arbitraria y exógena al proceso de acumulación. En cambio, la cantidad de dinero
crediticio continúa dependiendo de las operaciones del sistema crediticio
relacionadas con la acumulación real, y todavía exhibe elementos de
autoregulación, aunque el último está lejos de ser armonioso. Bajo tales
condiciones la teoría cuantitativa del dinero adquiere cierto grado de validez, y el
valor de intercambio del dinero crediticio (el nivel de precios) tiende a reflejar la
relación entre los valores de los bienes en la circulación y la cantidad de dinero
crediticio. De esta manera, siempre existe la posibilidad de haya una caída rápida
en el valor de intercambio del dinero crediticio (inflación de precios),
particularmente si la intervención del Estado en los procesos del sistema crediticio
es amplia y la acumulación de capital enfrenta dificultades para ampliar la
producción.
Dinero Mundial
Marx (1867, pp. 240-4) adicionalmente argumentó que el dinero en el mercado
mundial funciona como un medio internacional de pago que no tiene ninguna
peculiaridad nacional. De aquí se sigue que el dinero mundial es puramente
metálico. El oro tenía que ser pagado por un país a otro para liquidar sus
obligaciones en la balanza de pagos, para comprar los suministros alimentarios
necesarios, para luchar guerras. La importancia que Marx otorga a la función
como medio de pago internacional del oro está en contraste completo y evidente
con tratamiento que da Ricardo al oro como medio de intercambio exclusivamente.
Para Marx, el dinero mundial es sobre todo un medio de pago, y como
consecuencia a menudo se obliga a los países a adoptar el dinero mundial para
saldar sus obligaciones internacionales. También se sigue que los países que
desean participar en el mercado mundial tienen que poseer una reserva de oro,
cuyo tamaño indica su capacidad para enfrentar las fluctuaciones del mercado
mundial y para proteger su poder político.
El argumento de Marx de que el oro es la forma más apropiada de dinero mundial
no ha soportado la prueba del tiempo muy bien. En retrospectiva, la forma del
dinero mundial ha variado según el desarrollo del sistema global de crédito, con
sus propios centros de la actividad, y las relaciones políticas entre los Estados
capitalistas. La aparición de un sistema global de crédito ha permitido que el
dinero crediticio funcione como un medio de pago que traspasa las fronteras,
aunque el oro no ha dejado de ser utilizado. Lo que también es significativo en
cuanto a este respecto es la aparición histórica de potencias dominantes entre las
naciones capitalistas, primero la Gran Bretaña y posteriormente los Estados
Unidos. La aparición de un sistema global de crédito, centrado en la economía y el
territorio de las potencias dominantes, ha permitido al dinero crediticio de una
nacionalidad determinada funcionar como dinero mundial. Igualmente, sin
embargo, este desarrollo ha hecho que el mantenimiento de relaciones de
equivalencia estables entre las distintas monedas nacionales del mundo sea un
asunto mucho más difícil.
En conclusión, está claro que el análisis de Marx de las funciones y de las formas
del dinero emplea consumadamente la complejidad de las operaciones del dinero
en una economía de capitalista. La tradición ricardiana de la economía política
clásica había limitado las funciones del dinero a un simple medio de cambio.
Aunque la escuela bancaria había redescubierto gran parte del análisis de Steuart
sobre las funciones del dinero, lo hizo sin proporcionar una explicación del hilo
lógica que rodea a las funciones del dinero. Marx llenó esta laguna basando su
análisis de las funciones y formas de dinero en una exploración de las formas y
sustancia del valor. Además el enfoque de Marx indica el camino del desarrollo de
la forma de dinero por sí misma, y muestra que el dinero en especie proporciona
una base firme para el análisis del dinero representativo emitido por el Estado y
del dinero crediticio. En contraste, el análisis económico neoclásico, aunque
reconoce la complejidad de las funciones del dinero y ha producido un volumen
considerable de trabajo sobre la generación del dinero crediticio, no ha
demostrado ni la coherencia interna de las funciones del dinero ni la conexión
lógica entre el dinero en especie y el dinero crediticio.
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