Apuntes sobre la (in)verosímil implementación de una Política Social Europea tras el Tratado de Lisboa Prof. Dr. Carlos J. Moreiro González. Catedrático de Derecho Internacional Público I. Fundamentos jurídicos de Derecho Originario El Tratado de Lisboa vuelve a circunvalar la necesaria creación de bases jurídicas precisas y solventes para la adopción de políticas verosímiles en este ámbito, tal y como ocurrió en 1957 con el Tratado Constitutivo de la Comunidad Económica Europea. Resulta claramente insuficiente, en este sentido, la falta de conexión sistemática entre, por un lado, las previsiones del TUE relativas a los objetivos de la Unión que, de conformidad con el Art. 3.1 UE, sitúan en su frontispicio la promoción del «bienestar» de sus pueblos, y el Art. 3.3 UE, que subraya, dentro del modelo de la economía social de mercado, la consecución del pleno empleo y del progreso social, a la par que compromete a la Unión en la lucha contra la exclusión social y el fomento de la protección social. Y, por otro lado, la ambigua redacción del Artículo 5.3 del TFUE, según el cuál, la Unión «podrá tomar iniciativas» para garantizar la «coordinación de las políticas sociales» de los Estados miembros. Leída a la luz de los artículos 4.1 y 5.2 del TUE, esta disposición parece revelarnos algunos perfiles de su verdadero alcance: 1) Existe una confianza, casi exclusiva, en la mera asignación «eficiente» de los recursos por la acción del Mercado Interior, a los efectos de lograr los mencionados objetivos del artículo 3 UE. La UEM, sin un presupuesto, ni una política fiscal común, no garantiza el «progreso social». 2) La acción «directa» de la UE para actuar de conformidad con lo previsto en el art. 5.3 TFUE resulta harto complicada: ello a pesar de la cláusula 1 «horizontal» que, de forma explícita prevé el Artículo 9 TFUE, según la cuál, : «en la definición y ejecución de sus políticas y acciones, la Unión tendrá en cuenta las exigencias relacionadas con la promoción de un nivel de empleo elevado, con la garantía de una protección social adecuada y la lucha contra la exclusión social…» 3) Como corolario, el Artículo 151 TFUE y el Artículo 153 TFUE, circunscriben la acción de la UE a apoyar y completar la acción de sus Estados miembros mediante medidas adoptadas por unanimidad del Consejo tanto en lo concerniente a la Seguridad Social y Protección Social, como a la Protección de los Trabajadores. II. El actual enfoque de los derechos sociales como «derechos de solidaridad» El reconocimiento de los Derechos Sociales en la UE ha ocupado un lugar singular dentro del «bloque de constitucionalidad» en el que se incluyen las libertades económicas fundamentales establecidas desde los Tratados de Roma (Constitutivos de la CEE y de la CEA en 1957), los derechos de ciudadanía y, en general, el conjunto de Derechos y Libertades que reconoce la Carta de los DF de la UE. Dicha singularidad, sobre la que inmediatamente volveré, se hace más patente cuando se realiza la ineludible tarea- a efectos de valorar su invocabilidadde identificar sus mecanismos de salvaguardia. Cabe afirmar en este sentido que, en el actual estado del Derecho de la UE, y en el más previsible escenario de su evolución a corto y medio plazo, los 2 Derechos Sociales no son, ni van a ser un reflejo de la aspiración supranacional en lo relativo a la «aplicación uniforme del Derecho europeo». Entiendo que, el reconocimiento de los Derechos Sociales tiene lugar mediante una secuencia en tres dimensiones que supone igualmente una triple modalidad de salvaguardia: primero, la ya referida mención a ciertas disposiciones de los Tratados que, en el marco de la consecución del mercado interior, garantizan la libre circulación de trabajadores a la luz, entre otros, de dos Principios Fundamentales del Derecho de la UE: la no discriminación por razón de nacionalidad, y, la no discriminación por razón de género (Respectivamente, Artículo 45.2 y letra (i) del Artículo 153.2 del TFUE). Se trata, como es sabido, de previsiones que han gozado hasta la fecha de una aplicación uniforme en el territorio de los Estados miembros y que, poco o nada, cabe ya cuestionarlas desde las instancias nacionales en términos de su imperatividad. Segundo, una abundante, progresiva y progresista jurisprudencia del TJCE (hoy TJUE) que, actuando en este ámbito como verdadero Tribunal Supremo de la UE, ha interpretado generalmente el alcance de dichas disposiciones de forma favorable al máximo reconocimiento posible de los derechos de los trabajadores. Tercero, la, a mi entender, más que discutible fórmula de reconocimiento de Derechos Sociales que –también de forma progresiva, pero quizás no tan progresista- responde a la técnica de lo que LAUTERPACHT denomina como «fructificación cruzada entre Tratados Internacionales», tales como la Carta Social Europea (Turín, 1961), o la Carta Comunitaria de los derechos sociales fundamentales de los trabajadores (Bruselas, 1989). Me refiero a la sucesiva adopción de instrumentos internacionales o comunitarios, y que, continuando aún en vigor, se replican con desigual intensidad en diversas disposiciones de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE (Niza, 3 Diciembre, 2000; Estrasburgo, Diciembre, 2007, Título IV (solidaridad, y, en menor medida Título III (igualdad)). Como es sabido, la Carta Social Europea, permite el «pick and choice» de las Partes Contratantes y apenas dispone de vagos elementos de control difuso “del cumplimiento de sus disposiciones”. Asimismo, la Carta Comunitaria de los derechos sociales fundamentales de los trabajadores, es un mero instrumento de «soft Law» en el Derecho de la Unión. Ambos precedentes jurídicos –y el acervo de su implementación- sólo caen sobre la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, como rocío –que no escarcha- que nutre su Título relativo a los «Derechos de solidaridad» con diversas disposiciones cuya invocabilidad resuelta muy compleja. ¿Cuáles son, a mi entender, las consecuencias de todo ello a efectos de su salvaguardia? Mucho han de cambiar las cosas para evitar que, en el corto y medio plazo, el escenario en cuestión presente dos niveles, o dos grados distintos de protección. Por un lado, los derechos ya reconocidos en el TCE y que, una vez en vigor el Tratado de Lisboa, lo están en el TFUE, gozarán de mayores (aunque no totales) garantías de aplicabilidad uniforme. El hecho de que no se haya modificado el contenido de estas disposiciones, es la garantía mayor de la continuidad de su actual estatus. Ahora bien, podrían presentarse algunas situaciones complejas, claramente distorsionadoras de su «efecto útil» si continúa la deriva mercantilista puesta de manifiesto con la aprobación de algunas normas de Derecho Institucional (v. gr. la modificación de la Directiva 203/88, sobre la ordenación de determinados aspectos de la ordenación del tiempo de trabajo, y, la Directiva 2006/123 (de 12.12.2006), sobre los servicios en el mercado interior), cronológicamente casi coincidentes con cierta jurisprudencia del Tribunal de Justicia que cuestiona la validez de relevantes 4 instituciones del derecho laboral, tales como la celebración y el alcance de los convenios colectivos –St. de 11.12.2007, Brentjens; o las actuaciones de las organizaciones de trabajadores en defensa de sus intereses –v. gr. St. de 18.12.2007, Laval, y St. de 3.4.2008, Rüffert. Por otro lado, contemplo con bastante escepticismo la articulación de la protección de muchos Derechos Sociales de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, y, más concretamente, la posibilidad de su protección uniforme en el territorio de los Estados Miembros, tal y como apuntan diversas disposiciones del Derecho Originario. Primero, el nivel de «mínimos» de protección a que se refiere el artículo 53 de la Propia Carta de DFUE, y, la relativización del valor supranacional de sus disposiciones a la luz de sus artículos 51 y 52. Segundo, la aplicación del Protocolo nº 30 del Tratado de Lisboa (Polonia y R. Unido), de la Declaración nº 1, (común de los Estados Miembros), aneja al Acta Final de la CIG 2007 y de las Declaraciones de algunos Estados Miembros: la República Checa (nº 53), y la República de Polonia (nº 61 y 62), de las que toma nota la CIG 2007. Tercero, la difícil exigibilidad de algunos derechos que son claramente Principios dirigidos a la configuración de las Políticas Públicas de la UE: tales como el de Acceso a los SIEG (artículo 36 de la Carta de DFUE). Se abre un periodo de incertidumbre que presumiblemente habrá de configurar un modelo fragmentado de reconocimiento y salvaguardia de los Derechos Sociales en la UE. Y, quizás por ello, también aquí se hace bueno el dicho: el desierto acaba, pero la arena es infinita. 5 III. Consideraciones «ex lege Ferenda» a la luz del mandato del Grupo de Reflexión (Lisboa, Diciembre 2007), y de los objetivos de la Estrategia 2020, (revisión de la Estrategia de Lisboa), presentados por la Comisión en marzo de 2010. Uno de los acuerdos europeos de mayor calado adoptado hasta la fecha sobre la viabilidad del modelo social europeo ha sido la creación de un Grupo de Reflexión independiente impulsado por el Consejo Europeo de Lisboa el 14 de diciembre de 2007 que presentará su informe a la Sesión del Consejo Europeo de junio de 2010, “a fin de contribuir a que la Unión se anticipe y responda a los desafíos más eficazmente a largo plazo (horizonte 2020-2030)1”. Razones fundadas de coherencia y estabilidad han llevado a excluir del contenido de dicho informe los aspectos institucionales, el marco financiero y el funcionamiento de las políticas de la Unión, recientemente revisados por el Tratado de Lisboa. Pertrechar a Europa para la azarosa travesía de este primer cuarto del Siglo XXI, requiere, en síntesis, tres tareas complejas: primero, revisar la vigencia de los valores socioeconómicos que configuran el denominado «modelo social europeo» cuya sostenibilidad está hoy impugnada por factores intra y extra europeos. En 2030, cerca de 2000 millones de personas formarán parte de una nueva «clase media global» (el 50% de la población de la Tierra), y, en 2050, el 60% del PIB 1 Puntos 8-12 de las Conclusiones de la Presidencia, doc. 16616/1/07, Rev1, CONCL3, Bruselas 14.2.2008. Según estas Conclusiones deben incluirse en los trabajos del Grupo de Reflexión los siguientes aspectos: el fortalecimiento y la modernización del modelo europeo de éxito económico y responsabilidad social, la mejora de la competitividad de la UE, el Estado de Derecho, el desarrollo sostenible, la estabilidad mundial, las migraciones, la energía y la protección del clima y la lucha contra la inseguridad mundial en todas sus dimensiones. El Grupo, ya definitivamente configurado, ofrece una enriquecedora heterogeneidad: Presidente, F. González Márquez; Vicepresidentes, V. Vike-Freiberga y D. Jorma Olilla; Miembros: L. Friis, R. Koolhaas, R. Lambert, M. Monti, R. Münz, K. Nikolaïdis, N. Notat, W. Schuster y L. Walesa, Anexo 1 de las Conclusiones de la Presidencia, Consejo Europeo de Bruselas, 15/16.10.2008, doc. 14368/08, CONCL4, Bruselas, 16.10.2008. 6 mundial será generado por las clases medias2. Obviamente, se incrementará exponencialmente la demanda de bienes de consumo doméstico, (como los electrodomésticos o los automóviles) y de materias primas de calidad, con la consiguiente repercusión en el abastecimiento de otros bienes y servicios esenciales en las sociedades desarrolladas (agua, electricidad, combustibles, etc.). Asimismo, el incremento generalizado de las rentas proyectará sus efectos, más allá del consumo, sobre la tasa de ahorro de los Estados que verán fortalecido su tesoro público y la capacidad de acción (pública y privada) de sus sistemas financieros, incluida la posibilidad de operar a través de nuevos «fondos soberanos». Ante esta situación, serán difícilmente sostenibles una parte importante de las prestaciones del «Estado de bienestar» si la pirámide poblacional de Europa no invierte su actual tendencia. El envejecimiento de la población supone la pérdida de rentas de trabajo y el incremento de las prestaciones sociales, no sólo en forma de pensiones. Discurrirán en paralelo las reformas de algunos de los fundamentos sociales y económicos del bienestar europeo. En la antesala de lo que J. RIFKIN califica como “la tercera revolución industrial” ocupa un lugar prioritario la regulación del trabajo asalariado, mayoritariamente concentrado en los servicios en todos los Estados de la UE, ante el progreso tecnológico. Especialmente porque, con unas tasas de evolución de 2 Según X. SALA i MARTIN (Q. J. Ec., 2006), en los próximos quince años Asia aportará el mayor número de integrantes de la clase media, si bien, la reducción de la pobreza (es decir la renta per cápita inferior a 1000 dólares al año) que caerá desde el 17% de la población mundial (año 2000) al 6% (2015), no se traducirá en la configuración de una clase media con ingresos uniformes. En este sentido, el segmento considerado ocupa entre los 4000 y los 19000 euros anuales, unas cifras muy por debajo de la media de la UE (entre 25000 y 60000 euros anuales). 7 empleo todavía crecientes en la UE-273, exige organizarse con unos criterios de demanda que contemplan la no discriminación por razón de género y la inclusión de los inmigrantes. Será difícil mantener el equilibrio entre el aumento de la productividad por las nuevas tecnologías, con la consiguiente laminación de la oferta laboral actual, y la consecución del objetivo de pleno empleo4. Máxime cuando la crisis financiera está secando los caudales de distribución del capital como factor de creación de inversiones en la «economía real». ¿Cómo formular el papel del «capitalismo industrial» en la ecuación capitaltrabajo en un entorno de cambio tecnológico?. La cumbre de la UE sobre el empleo, celebrada en Praga el 7 de mayo de 2009, acordó fijar una estrategia de respuesta fundada en el diálogo social sólido, la actuación conjunta y la creación de sinergias entre políticas sociales y económicas, afirmando que “la defensa de los valores sociales fundamentales no es óbice para la existencia de un mercado interno competitivo5”. Por otro lado, ¿Cómo prescindir del «capitalismo financiero» cuya vigencia es esencial para el comercio internacional de bienes y servicios, y el sostenimiento de las pensiones y de otras prestaciones sociales en un horizonte de prolongación de la vida humana?. ¿Es acaso imaginable un futuro a medio plazo de destrucción de empleo asalariado, en el que, sin embargo, aumente el número de consumidores- función imprescindible en la dinámica capitalista- impulsado por la generalización de la inclusión de las nuevas tecnologías en los procesos de producción de bienes y servicios?. 3 Durante el primer trimestre de 2008 se crearon 755.000 empleos, tendencia que, para el bienio 2008-2009, llegaría, según la Comisión Europea, hasta más de 3 millones; fuente, EUROSTAT. 4 Vid. las Orientaciones integradas nº 17 a 24 en el Anexo a la Decisión del Consejo de 15 de julio de 2008 relativa a las orientaciones para las políticas de empleo de los Estados Miembros, DO nº L 198 de 26.7.2008, pp. 47, ss. en p. 49. 5 Asimismo se fijaron 10 acciones concretas para la consecución de dichos objetivos, vid. doc. IP/09/718. 8 Obviamente, la respuesta política de la Unión Europea a todas estas cuestiones tendrá un impacto relevante en la definición de las Políticas de Empleo, el reconocimiento y protección de los derechos económicos y sociales de los trabajadores asalariados, y, en la propia viabilidad del «modelo social europeo». Lo que subyace es la implantación de la denominada «flexiseguridad», un marco jurídico laboral que facilita el despido pero que garantiza a su vez la protección de los parados, su formación y su reintegración en un plazo razonable de tiempo al mercado de trabajo. No obstante su adecuación a ciertos entornos económicos de la UE –el caso paradigmático es Dinamarca6- es dudosa su viabilidad en otros entornos, como el español, con una baja afiliación sindical, bajas prestaciones por desempleo, altas tasas de temporalidad, un elevado déficit público y una presión fiscal que supone menos de la mitad del PIB. La reciente modificación de los objetivos del Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización7 permite incluir, junto con las actuales ayudas de apoyo a los trabajadores que hayan perdido su empleo por cambios estructurales del comercio mundial que afecten a Estados miembros de la UE, las ayudas al desempleo causado directamente por la crisis financiera y económica mundial. Este instrumento monetario supranacional es un fiel reflejo de los patrones que inspiran la «flexiseguridad» cuyos Principios Comunes fueron aprobados por el Consejo Europeo de 14 de Diciembre de 20078. 6 Con la menor tasa de desempleo de la UE, el 2,7%, y la mayor movilidad en el empleo, el 30% de los asalariados suele hacerlo anualmente, el Gobierno invierte el 4,3% del PIB en políticas de empleo, y, el 30% en políticas sociales. Ello permite configurar un marco laboral con una eficiente intermediación, generosos subsidios y permisos de paternidad/maternidad, servicios de guardería, etc.; FUENTE: EUROSTAT, 2008. 7 Reglamento (CE) nº 546/2009 del PE y del Consejo de 18 de junio de 2009 que modifica el Reglamento (CE) nº 1927/2006, DO nº L 167 de 29.6.2009, p. 26. 8 Doc. 16616/1/07, REV. 1, Bruselas 14.2.2008. 9 Obviamente, la regulación de los mercados laborales es la piedra angular que sostiene en amplia medida la dinamización de la iniciativa y las actividades empresariales, que son la fuerza principal de creación de riqueza en las economías de libre mercado. Pero, la falta de bases jurídicas en los Tratados para adoptar normas supranacionales armonizadoras arroja un panorama muy dispar que hace más compleja la recuperación económica general de los Estados miembros de la UE9. ¿Acaso no es posible evaluar, comparativamente, la respuesta de dicho modelo frente al modelo estadounidense en la crisis económica actual?. En cabeza del ranking de competitividad mundial, los Estados Unidos ya sienten, sin embargo, muy próximas, a varias economías de la UE (Alemania, Dinamarca, Finlandia y Suecia), ello sin menoscabo de un dato revelador: en 2007, el saldo comercial ha sido favorable a Europa en 80.000 millones de euros. Por otro lado, la red «EURES», es otro botón de muestra del gran valor funcional de los servicios públicos de empleo. Esta red canaliza el empleo disponible en la UE mediante un portal común10. Cuando aprieta la congoja, todo es extremo, musitaba el capitán Shigemoto en la novela de J. TANIZAKI, “la madre del capitán Shigemoto”… Lejos de abogar por la sustitución del modelo social europeo convendría ponderar bien el peso específico de algunos de sus logros más señeros: responsabilidad social corporativa; diálogo social; promoción de la formación profesional; sistema público de ayuda al desempleo y de intermediación en la oferta laboral; etc. ¿Habrán de Según el Índice del Banco Mundial “Doing business in the World”, la regulación del mercado laboral en España la ubica en el puesto 160 de 181 países, que supone la existencia de trabas y lagunas muy nocivas para facilitar la actividad empresarial. 10 Actualmente, sin embargo, los servicios públicos de empleo sólo recolocan al 7% de los desempleados en la UE. Por otro lado, medido en términos de PIB ello supone en España un 0,13%, frente al 0,27% de Alemania o el 0,33% de Dinamarca. 9 10 pasar inadvertidos estos logros, como la nieve sobre el agua, en la configuración de las nuevas políticas públicas de la Unión?. Finalmente, es necesario subrayar que la nueva Estrategia 2020 adolece de rigor a la hora de combatir el lacerante fenómeno de la pobreza en Europa, y sólo incluye este reto en el último lugar de los cinco objetivos prioritarios de la acción institucional de la UE en el corto plazo. De manera tibia, fija en 20 millones el número de personas que habrán de salir del umbral de la pobreza antes de 2020, reduciendo -presumiblemente - sólo en una cuarta parte la actual cifra de 80 millones de pobres. Más que un fallo de los mecanismos del libre mercado, más que un coste económico para las arcas públicas, la pobreza en Europa supone un fracaso del idílico modelo de la «economía social de mercado». La dignidad humana, , la inclusión social, y la contribución al bienestar general, se ven gravemente impugnadas en cada persona que vive en Europa en situación de pobreza. Sobran argumentos para reclamar políticas públicas supranacionales que configuren un modelo social europeo creíble. Cada vez que asistimos a la entrada en vigor de una nueva reforma de los Tratados; cada vez que leemos las Conclusiones de los Consejos Europeos de Primavera, se escapan en silencio nuevas oportunidades para forjar las bases comunes de actuación. Como aquéllos barcos del cuento de d’Orsque, sonando estruendosamente sus sirenas, abandonaban un puerto del Mediterráneo sin reparar en un niño que agitaba sus brazos y lanzaba serpentinas de colores desde el espigón. Y la mar las engullía en silencio, ante la indiferencia de los barcos, y de sus pasajeros…Acaso respondan ahora los ciudadanos de la UE lo mismo que entonces relataba el cuento: “niño, a la mar no le vengas con serpentinas”. 11 12