INTRODUCCIÓN La lectura del texto de Danto Historia y Narración me produjo una especie de desasosiego, pero no al acabar la lectura, acaso por las conclusiones, sino durante la propia lectura. Ese desasosiego provenía con ciertas ideas de Danto acerca del quehacer histórico y de la impotencia ante sus impecables razonamientos. Algo fallaba en sus afirmaciones generales, pero no en el camino que llevaba de las premisas a las conclusiones. Pues bien, en mi trabajo voy a tratar de plantear un par de objeciones a la concepción de Danto de la filosofía sustantiva de la historia, desde ese desasosiego del que hablaba. Y creo que éste se debe al uso de diversos sofismas y artimañas por parte de Danto. Por otra parte, como pequeño apéndice, trataré de llamar la atención sobre la intencionalidad del sujeto como factor a tener en cuenta a la hora de hacer historia, factor que Danto pretende dejar de lado deliberadamente. LA FILOSOFÍA SUSTANTIVA DE LA HISTORIA La perspectiva que Danto asume para deslegitimar una filosofía sustantiva de la historia del tipo de la de Hegel o Marx es la de la filosofía analítica. Los argumentos principales de Danto se articulan en torno a lo que él llama frase narrativa, por lo que el fundamento de su crítica va a ser lingüístico. En concreto, Danto dice lo siguiente: una mínima descripción de la tarea histórica conviene en que ésta hace es relacionar acontecimientos pasados integrándolos en un relato. Esta tarea, analizada desde el punto de vista del lenguaje se puede resumir en la frase narrativa, que forma el núcleo de toda descripción/explicación histórica. La frase narrativa, técnicamente, consiste en un tipo de oración que conecta dos acontecimientos pasados para el historiador y separados temporalmente entre sí, con el fin de explicar el acontecimiento más antiguo a la luz del más reciente. De este modo, Danto introduce en la base del quehacer histórico dos cuestiones fundamentales: la significación y la causalidad. Con respecto a la primera, Danto pretende establecer, partiendo de la frase narrativa, que la Historia se caracteriza por otorgar a los hechos un significado. La Historia, pues, consiste en dar significado a los acontecimientos en función de sus efectos, de la importancia de tales efectos. O lo que es lo mismo: el historiador da significación a los acontecimientos introduciéndolos en un relato, poniéndolos en relación con otros hechos. Aunque siendo fieles al espíritu de Danto, lo anterior sería ya redundante: no existen narraciones puras y asépticas, ya que, por definición, al narrar estructuramos, seleccionamos hechos, ponemos de manifiesto determinadas conexiones y difuminamos otras; creamos esa significación en el mismo acto de narrar, no es que descubramos ningún significado propio de los datos, objetivo. Con respecto a la causalidad, que era la otra conclusión que se derivaba de la definición de la Historia como narración, a partir de la frase narrativa, sólo quiero comentar un par de cosas, porque aunque está también entrelazada con la crítica a la filosofía de la historia, me interesa más su relación con la intencionalidad, de la que quiero hablar en su momento. Lo que se sigue de la definición de Danto es que existe en la historia un tipo de causalidad que es anómala: El historiador explica un hecho pretérito según otro también pretérito, pero posterior al primero. De este modo, aparentemente, un hecho acaecido posteriormente a otro podría ser la condición necesaria del suceso más antiguo; es decir, que un hecho posterior (el descubrimiento de la teoría heliocéntrica por Copérnico) es la causa de que un hecho anterior (la anticipación por parte de Aristarco de esa misma teoría) sea importante. Este problema, más que resolverlo, Danto, como buen filósofo analítico, lo disuelve en tanto que problema lingüístico: el hecho temporalmente posterior no es la causa de que el hecho anterior sea importante (como si la importancia se hallara impresa en un pasado fijo e inmutable que 1 hubiéramos de desvelar), sino de que el historiador dé importancia a aquél hecho más antiguo. Y este dar importancia por parte del historiador es, obviamente, un hecho posterior, con lo que se restablece la relación temporal habitual entre causa y efecto (simplificando mucho, porque a Danto no le gustan los conceptos de causa y efecto aplicados a la historia Pues bien. Danto, desde el parapeto que le proporciona ese concepto sencillo y preciso de la frase narrativa, que he tratado de explicar brevemente, ataca a la filosofía de la historia con este simple argumento: la filosofía de la historia cae en un sinsentido, ya que usa frases narrativas para hablar de la totalidad de la historia (pasada, presente y futura), de tal modo que muchas veces conecta dos acontecimientos separados temporalmente pero que no son pasados para el historiador. Es decir, el filósofo de la historia da significado a acontecimientos pasados o presentes en función de eventos aún no sucedidos, futuros, y, por tanto, desconocidos. Es decir, que narra la historia antes de que se produzca, peca de impaciencia. Bueno, pues en esta tesis de Danto se halla el quid de la cuestión, ya que era sobre todo este aserto el que me sublevaba sobremanera, en tanto que no coincidía con el pero era incapaz de refutar su transparencia. Y, bueno, tampoco quiero decir que haya logrado echar por tierra una teoría tan bien construida como que Danto hace girar en torno a su frase narrativa, pero creo que he logrado, gracias a Ricoeur, plantearle una pequeña objeción. Esta objeción, que es en realidad de Ricoeur (quien, a su vez, no hace sino dar la vuelta a una afirmación de Danto): no está probado que `la intención de los filósofos de la historia sustantiva sea hacer sobre el futuro el mismo género de aserciones que los historiadores tratan de hacer sobre el pasado ´. Esta es la premisa que considero que Danto introduce injustificadamente. En todo caso, esto se ve más claramente en aquellas partes de la obra en que Danto plantea objeciones de carácter general al no menos general concepto de filosofía sustantiva de la historia, por lo que voy a tratar de analizar pormenorizadamente cada una de ellas. Lo primero que quiere dejar claro es que sí que es posible hacer una filosofía de la historia, una que no sea sustantiva, sino analítica, que se ocupe de solucionar los problemas conceptuales en la Historia y también en la filosofía sustantiva de la historia. Esta última labor es la que él pretende realizar. Con respecto a la relación entre la filosofía sustantiva de la historia y la Historia, dice que no puede entenderse análogamente a la relación entre ciencia teórica y ciencia observacional, ya que la Historia no está subordinada a la filosofía de la historia, cada una tiene su propia validez (bueno, mejor dicho: la Historia tiene su propia validez y la filosofía de la historia no tiene ninguna, ya que es una especie de híbrido entre Historia y especulación fantástica). Esto entronca con su pretensión de diluir la supuesta diferencia entre una narración pura y simple y una narración significativa: Danto quiere hacer notar que la Historia no necesita de la filosofía de la historia para dotar y dotarse de significado, que ella por sí misma, al narra, ya está interpretando y no necesita una reelaboración posterior de sus datos. Profundiza en este sentido postulando una cierta capacidad predictiva por parte de la Historia. Esta capacidad es bastante más limitada que la de la ciencia, pero igualmente legítima: mediante una serie de datos históricos dispersos se puede elaborar una hipótesis que permita reconstruir el acontecimiento completo en el que se ubican esos datos. Más adelante podemos hallar datos que las confirmen y, en este sentido, habremos predicho los hallazgos a que futuros historiadores llegarán. Y este argumento, que Danto aduce para probar la independencia de la Historia con respecto a la filosofía de la historia, sirve también como argumento a favor de ésta: la teoría de Marx acerca de la lucha de clases como motor de la historia pretende ser una hipótesis predictiva que puede asemejarse bastante a los relatos que construyen los historiadores con respecto al pasado. Si además tenemos en cuenta la concepción de Danto de un pasado no cerrado y el hecho de que los historiadores predicen también acontecimientos futuros (un descubrimiento histórico futuro, desencadenado por una hipótesis actual, forma parte también de la Historia futura), la diferencia entre ambos tipos de predicciones −las de la Historia y las de la filosofía de la historia− 2 se diluye un tanto. En todo caso, esto tiene que ver con la idea de Danto del quehacer histórico como abducción, sobre lo que quiero volver más adelante. Estoy de acuerdo con lo que dice Danto acerca del significado de los acontecimientos en la Historia y en la filosofía de la historia, cuya asignación sigue un método prácticamente idéntico para ambos casos: la narración. Un acontecimiento adquiere significado en la Historia sólo con respecto a otros acontecimientos posteriores a los que conduce mediante un hilo narrativo. En la práctica histórica convencional, esto es legítimo: el nacimiento de un enfermizo bebé llamado Inmanuel cobra significación al ponerlo en conexión con la Crítica de la razón pura, escrita por él décadas más tarde. Lo que no es legítimo, y en este punto sí que estoy de acuerdo con él, es explicar las invasiones napoleónicas como del Espíritu hacia su autoconciencia plena; es decir, lo que no es correcto es dotar de significado a los acontecimientos en función de un objetivo final al que indefectiblemente se encamina la historia. Esto supone el hecho de que el destino está completamente cerrado. Para ilustrar este particular, Danto acude al siguiente ejemplo: cuando leemos una novela, sólo podemos evaluar correctamente el significado de cada episodio una vez finalizada la lectura y conocido el desenlace final. Ahora bien, yo me pregunto, estirando tal vez en demasía la metáfora de Danto:¿cuántas novelas de misterio tenemos que leer para adivinar que el asesino es el mayordomo? O lo que es lo mismo ¿cuántas misiones de paz de la O.T.A.N. tenemos que presenciar para saber que en la próxima los civiles van a ser también el objetivo estratégico general? Lo que quiero decir es que, efectivamente, situarnos sub specie aeternitatis y encajar cada pieza de la historia en un relato global, con principio, nudo y desenlace, es más bien imposible. Pero lo que no es imposible ni tampoco ilegítimo, creo yo, es situar acontecimientos en una narración, pese a que una parte de ella se ubique en el futuro. En todo caso, quiero volver sobre ello a la luz de la idea de pasado de Danto. Otro pasaje del libro que ha motivado mi reflexión ha sido aquél en el que Danto cita a Löwith para definir la filosofía de la historia como la interpretación sistemática de la historia universal de acuerdo con el principio de que los acontecimientos y sus sucesiones históricas adquieren su unidad por, y están dirigidas a, un último significado. Estoy bastante de acuerdo con esta descripción general de las filosofías de la historia y con la crítica al determinismo y al causalismo implícitos en tales teorías, inaceptables tanto para Danto como para mí, pero me plantea una duda: desde una filosofía de la historia como la de Marx, los acontecimientos son significativos según impulsen o no a la sociedad hacia el comunismo, que es el fin último; bien; y en un relato histórico, digamos, normal, los eventos relatados se engarzan en el hilo conductor del relato en función de su conexión con el suceso final, el desenlace, que se quiere contar o explicar. Pero ¿qué es lo que da importancia a ese suceso final, en el caso de la Historia? ¿por qué el historiador lo elige como culminación? En el libro de Danto no he hallado ninguna respuesta, por lo que me veo obligado a aventurar dos, que me temo que no satisfarían a Danto: Una posibilidad es la de que tal acontecimiento final (supongámoslo presente o, cuando menos, tan reciente que no pueda atribuírsele significado en virtud de sus efectos) toma su sentido de un ámbito extra−histórico. Se me ocurre como ejemplo un acontecimiento de singular importancia periodística (un acontecimiento histórico, como suele decirse)alrededor del cual se articula un relato, siendo este suceso su culminación. La otra posibilidad es que el historiador elige tal o cual hecho y construye un relato para él en función de un relato que lo engloba y que se extiende hacia el futuro. Por ejemplo, el ideal de democracia occidental sitúa las transformaciones políticas de los países descolonizados (parcialmente tan sólo) dentro de un relato que tiende hacia la instauración de una serie de instituciones de cariz democrático. Es en este sentido en el que se habla de transición a la democracia, estabilidad, normalización, etc. En última instancia, ambas posibilidades confluyen en lo mismo: tanto el historiador como el filósofo de la 3 historia realizan una actividad muy parecida, en tanto que construyen relatos que son, en parte, dotados de significado por factores extra−históricos de tipo idealista. En fin, sólo quiero resaltar que el historiador cuando reconstruye los hechos también tiene en cuenta una especie de filosofía de la historia, un marco global de referencia que incluye su idea de hacia donde debe progresar la sociedad, por ejemplo. Hay cosas que son más importantes en la historia que otras y que, por tanto, son el centro de la articulación de un gran número de relatos históricos ¿Por qué? Porque reciben esa significación desde otros ámbitos. En este punto veo oportuno aducir un par de consideraciones del propio Danto con el fin de dar algo de solidez a la aventurada propuesta anterior. Una es la que se refiere a la imaginación histórica y la otra versa sobre la indeterminación del pasado. Con respecto a la primera, Danto insiste en varias ocasiones en que el historiador no es simplemente un investigador que se acerca a la historia−como−registro (el conjunto de los documentos conservados) y descubre la historia objetiva que en ella se narra, sino que es el historiador el que inventa un relato que unifique los datos. Más concretamente, Danto dice que la relación entre esa narración y los datos es abductiva. Esto quiere decir que el historiador, basándose en determinados datos o tal vez simplemente en huecos de las narraciones históricas, crea un relato que considera adecuado para explicar los hechos y, con él como hipótesis de trabajo, emprende de nuevo la labor de investigación, para buscar datos que corroboren su tesis. Además, la propia narración, por su coherencia interna y por armonizar perfectamente con el resto de las narraciones históricas corroboradas y aceptadas, puede invocarse como argumento a favor de sí misma. Esta consideración de Danto me invita a sugerir lo siguiente: ¿por qué no postular la existencia de un determinado quehacer −llamémoslo filosofía de la historia, aunque matizando y con mucha cautela− que consiste en establecer ese tipo de hipótesis abductivas, de crear esos relatos más o menos precariamente fundados, con la peculiaridad de que extenderían su ámbito de explicación no sólo a parte del pasado, sino también a parte del futuro? A los relatos generados por este tipo de tarea Danto no podría achacarles su obvia pobreza de fundamentos, ya que esta carencia no sería más acusada que la que podría presentar un relato histórico sobre el pasado que estuviera aún poco corroborado. Quiero decir que, efectivamente, toda narración que incluya en su seno parte del futuro sufriría un mal endémico: la falta de documentos acerca del futuro. Irónicamente, tal defecto se soluciona con el tiempo, cosa que, por otro lado, también puede ocurrirle a una hipótesis narrativa que verse sobre el pasado y que carezca de evidencias acerca de lo que propone. La otra idea de Danto que quería traer a colación para basar lo expuesto anteriormente, es la de que no existe un pasado fijo. Danto combate la concepción clásica del pasado como una sucesión de acontecimientos que van solidificándose por capas y que se conservan eternamente en algún lugar del tiempo (y del espacio), a la espera de ser descubiertas. Y está en contra de este modelo, que él considera metafísico, debido a que implica también la determinación del futuro: teniendo en cuenta que hay acontecimientos que se prolongan en el tiempo, en el momento en el que entran a formar parte del pasado sólido y estático, un fragmento del acontecimiento podría hallarse penetrando en el pasado, mientras que el resto se hallaría aún en el futuro. En una circunstancia como esta, y conservando la convicción de que el futuro está abierto, el resto del acontecimiento podría no suceder, con lo que quedaría congelado en el pasado tan sólo un fragmento del acontecimiento, lo cual no tiene mucho sentido. Así pues, tanto el pasado como el futuro están abiertos y, como él mismo dice: en un momento determinado tengo más certeza de dónde caerá una piña que acerca de dónde cayó. La diferencia, todo lo más es de grado. El futuro está constituido por cosas que no existen, porque no han existido todavía; pero el pasado está formado también por cosas también inexistentes en tanto que ya no existen. Por todo ello, la diferencia entre narraciones acerca del pasado y narraciones que implican el futuro habrá de implicar como mucho el grado de exactitud, proporcionado principalmente por la posibilidad de documentar los hechos pasados. No obstante, hay una dificultad insalvable: el provincianismo temporal. Somos temporalmente provincianos 4 con respecto al futuro y sólo a veces con respecto al pasado. Esto quiere decir que con respecto al futuro sólo podemos contar con evidencias conceptuales, es decir, que solo podemos aplicarle nuestras categorías mentales presuponiendo que se ajustaran a las circunstancias futuras; por el contrario, para estudiar el pasado disponemos muchas veces de evidencias documentales que nos hacen percatarnos de la singularidad y variabilidad de los modos de pensar a lo largo de la historia; además, nos permiten comprenderlos en cierta mediada y matizar las evidencias conceptuales que, pese a todo, son necesarias. Con todo esto no pretendo, ni mucho menos −creo que ya lo he mencionado− legitimar un tipo de filosofía que pretenda conocer la totalidad de la historia y, por tanto, que pueda establecer leyes causales que permitan predecir de manera científica el desenvolvimiento de la historia. Pero así como las relaciones que establece la historia tampoco son científicas, creo que es posible la proferencia de enunciados con sentido acerca del futuro. Es más, creo que una función importante de la Historia como tal ha de ser la de servirnos para la comprensión y el mejor gobierno de nuestro presente y nuestro futuro. Incluso aún diría más: creo que es imprescindible la creación de este tipo de narraciones ubicadas a caballo entre el pasado y el futuro, por su carácter de guía para la acción. Su características principales podrían ser el estudio en profundidad de la historia y del presente, a partir del cual se podrían adivinar, no ya sucesos futuros, pero sí al menos corrientes o tendencias. Además, en tanto que el futuro está abierto, estos relatos adquieren un matiz que no poseen los de la Historia convencional: tienen una característica parecida a las promesas como actos de habla, esto es, que crean la realidad con sólo su enunciación, siempre y cuando logren el compromiso de los individuos. En fin, que si no es posible lógica y lingüísticamente la narración de parte del futuro, al menos sí que es deseable moralmente y creo que muchas veces es la única manera de comprender la actualidad e incluso la historia. Y hasta me atrevería a decir que todos, de una manera u otra, integramos el presente, por lo menos, en un relato mayor que se proyecta hacia el futuro, aunque sólo sea nuestro propio relato. LA INTENCIONALIDAD EN EL RELATO HISTÓRICO Aquí seré muy breve, pues no he encontrado en el libro más que un par de acercamientos tangenciales al tema por parte de Danto, que debe de tratarlo con mucha más profundidad en sus libros acerca de la teoría de la acción. De hecho, este de la intencionalidad parece más bien un problema que, al hallarse dentro de la teoría de la acción que le sirve de fundamento, se extiende también a sus teorías sobre la historia. Sólo quería destacar que Danto tiene una concepción efectivista de la Historia: lo importante a la hora de narrar la historia es hacer historia de los efectos, que viene a ser lo mismo que conectar sucesos alrededor de un hilo conductor. No es que Danto niegue la existencia de otros factores a tener en cuenta, pero parece que no les da excesiva importancia, cuando a mí me parece que éste de la intencionalidad sí que la tiene. Pues tal vez la caracterización básica de la historia sea la que Danto hace, pero no se puede negar que la intención del sujeto (dejando de lado el problema de su inaccesibilidad) nos daría perspectivas muy reveladoras acerca de determinados sucesos, de tal manera que, incluso, habría que modificar algunos relatos. No es tampoco una cuestión de tratar de conocer la historia tal y como sucedió, cosa que, como muy bien señala Danto, no sólo es imposible sino también inútil, pero es obvio que conocer algunas veces los motivos que impulsaron a un agente a realizar tal o cual acción puede ser fundamental. En definitiva, tal vez sea cierto para el caso del individuo, que sólo podemos conocerlo mediante su exterioridad y su efectividad, pero también podemos establecer, a partir de ello, relatos que traten de comprender también su intención. Y estos relatos podrían ser tomados por la Historia, en el supuesto de que pudieran documentarse suficientemente, a su vez como documentos. FILOSOFÍA DE LA HISTORIA E INTENCIONALIDAD 3º de Filosofía 5 13 de Junio de 2000 Danto distingue dos formas de hacer filosofía de la historia: una, la clásica, la historicista, que él va a criticar, y otra, la de la filosofía analítica, que es la que él pretende llevar a cabo en su obra. De aquí en adelante utilizaré la expresión filosofía de la historia para referirme a la filosofía sustantiva de la historia. Como veremos, Danto esgrimirá este argumento tanto contra la filosofía de la historia como contra la distinción entre narración pura, o crónica, e historia propiamente dicha. La atención a los efectos ante la imposibilidad de acceder a la interioridad del sujeto es propia de las teorías narrativas, donde podríamos incluir a Danto. Hablaré más adelante sobre la interioridad del sujeto. Página 119 de Historia y narración, Arthur C. Danto. El término inglés que usa Danto aquí y en otros lugares es significance, que abarca tanto el sentido de carga de significación como el de importancia. En castellano, significación también posee el matiz de importancia, aunque tal vez se vea más claramente en la forma de adjetivo negado: un acontecimiento puede ser insignificante, es decir, pequeño, poco importante; pero también desde la perspectiva de la narración, es poco importante porque no aporta significación a ningún hecho pasado con el que pueda estar relacionado, o bien que , dentro de un determinado relato, no ha dado lugar a ningún acontecimiento relevante. Tiempo y Narración I. Configuración del tiempo en el relato histórico, página 248, Ed. Cristiandad, Paul Ricoeur. Página 29 de Historia y narración, Arthur C. Danto. Páginas 33−37. Página 39. Página 40. Páginas 39−40. Aprovecho para mencionar aquí que una crítica general a las filosofías de la historia se hace dificultosa, sobre todo teniendo en cuenta que los dos modelos historicistas por antonomasia son tan dispares como el de Hegel y el de Marx. En este sentido, Danto simplifica excesivamente las cosas al hablar, en ocasiones, indistintamente de Hegel, Marx, Engels, el Marxismo y los marxismos. Página 68. Página 71. Pero la cuestión es que podemos estirar bastante unos cuantos hechos, y que una apelación imaginativa a nuestros conceptos generales nos permite dar en seguida una narración de alguna clase, que podemos utilizar como guía para una investigación posterior, viendo si se podrían encontrar datos adicionales, pero independientes, a partir de nuestra narración. Página 71. Danto insiste mucho en este tema del pasado. De hecho, su famosa tesis del Cronista Ideal tiene mucho que ver con esto. En todo caso, Danto habla de ello principalmente para referirlo a la tarea propia del historiador, que es dar significado y, por lo tanto, crear la historia. 6 Página 106. Página 102. Personalmente, siempre he considerado que la obra de Marx tiene mucho más de crítica moral −por medio, eso sí, de un análisis preciso de la sociedad de su época− que de ciencia y que la denominación de socialismo científico proviene más de un prejuicio decimonónico y del intento de diferenciarse del socialismo utópico que de la intención de fondo de Marx que, a mi entender, era la emancipación del ser humano, tarea de reforma ética individual que requiere, no obstante, ciertas modificaciones de las condiciones sociales de vida. Los últimos gobernantes de nuestro país parecen haber comprendido al dedillo esa misión concienciadora de la Historia −y también de la filosofía −, por lo que se están dedicando, ya desde la implantación de la L.O.G.S.E., a hacerla desaparecer de la enseñanza, junto con cualquier otra disciplina de carácter mínimamente crítico. 7