Érase una vez una estrella que se llamaba Cuqui. Era muy vieja y ya casi no daba luz. Tenía tres planetas a su alrededor que se llamaban Rocky, Jacky y Lassie. Se había hecho muy grande y roja y sabía que como les pasaba a todas las estrellas, pronto se iba a acabar su luz. Estaba muy asustada. Un día fue a ver a Rocky y le preguntó: ¿Crees que me voy a apagar pronto? Rocky que había conocido a muchas estrellas le dijo que si. Las últimas semanas había estado dando a sus planetas grandes cantidades de luz, y ahora ya casi no le quedaba. Rocky le dijo que visitara a Jackie que era médico. Cuqui se puso en camino siguiendo la órbita de Jacky hasta que lo encontró. ¿Me estoy gastando? Sí, le dijo Jackie pero no te asustes. Nos has dado mucha luz y calor y cuando te apagues trocitos de ti formarán una nueva estrella. Cuqui, más tranquila se dejó acunar por las nubes frías y el gas y se sintió acompañada por estrella más jóvenes. Ese mismo día Cuqui explotó y dejo de lucir, porque se había gastado su corazón lleno de calor y de luz. Las nubes frías que habían sido amigas de Cuqui y el gas frío hicieron un trato: Nos juntaremos para formar una estrella y recogeremos los trocitos del corazón de Cuqui que siempre había sido una estrella muy calentita y luminosa y había dado mucho cariño a todos los planetas, las nubes y el gas que habían vivido con ella. Así lo hicieron y desde entonces, cada vez que una estrella se gasta explota, las nubes frías y el gás se ponen de acuerdo para recoger pequeños trocitos de estrella y así formar una estrella grande y muy luminosa.