Reflexiones alrededor de las ‘crisis’. Jos Demon, Red ETC, OCLACC 23-12-08 En este ensayo quiero destacar que la crisis financiera que se desató en este año,y que nos acompañará en el año venidero, no viene de forma aislada sino que es parte de un conjunto de problemas y crisis que se nos presenta como el desafío de este nuevo milenio. El texto es escrito desde una perspectiva cristiana -es una reflexión teológica- y espero que sea un apoyo para los que se sienten apelados por el mensaje de Jesús y la actual misión de las iglesias. Comenzaré con algunas reflexiones alrededor la concepción de la crisis financiera en un país europeo como es Holanda para extender la mirada hacia las otras crisis del mundo actual. Concluyo que los actuales problemas que proceden del dominio de una alianza neoliberal solo pueden resolverse mediante otro pacto, otra alianza internacional de la sociedad civil y los estados como actores que estén dispuestos a tomar una verdadera responsabilidad en nuestro mundo global. 1 Holanda, o el impacto de la crisis en Europa Recién estuve en Holanda, mi país natal, y resultó muy interesante ver y escuchar lo que resonaba y lo que se comentaba alrededor de la crisis económica, crisis financiera, más bien, que está apretando al mundo. Cuando llegué a finales de octubre ya se habían estallado los problemas financieras en Europa con bancos que se habían involucrado en los arriesgados fondos de burbuja. Ya conocemos la trama que definió a la actual crisis. Se dieron créditos arriesgados, sobre todo para la compra de casas, a personas de que de antemano se supo que no estarán en condiciones de pagarles. Los intermediarios y los bancos vendieron estos créditos arriesgados como si fueron créditos sólidos; se les ofreció a la gente que quiso invertir en el mercado. El pecado original se produjo en algunos bancos norteamericanos, como Lehman Brothers, Merill Lynch y el mismo City Bank, que adquirieron grandes ganancias y hasta prestigio del mundo financiero con estas ventas ficticias en los años que adelantaron a la actual crisis. Sus ejecutivos y consejos (boards) recibieron bonos extras de millones de dólares encima de sus megalómanos 1 salarios, hasta este año mismo de la crisis, por tan excelentes ganancias que supieron conseguir en beneficio de sus compañías. ¿Qué significa la ‘crisis’ para los europeos, en particular para los holandeses? Los perjudicados fueron una gran cantidad de personas e instituciones que se hicieron seducir por los altos rendimientos de inversión de este tipo de fondos, fondos que fueron propagados por una mayoría de los bancos en Estados Unidos y Europa. Los mismos asesores de bancos acreditados aconsejaron a que instituciones y personas comunes y corrientes invirtiesen en estos fondos de tan alta rendimiento. Muchos holandeses, municipios y hasta provincias holandeses se convencieron en depositar su dinero en el Banco de Islandia, por ejemplo, aunque el renombrado periódico inglés The Economist ya había descalificado a esta institución un año antes de que estallara la crisis. Hay gran conmoción y voces que atestiguan que se acerca un tiempo de quiebra como el gran crisis mundial que se conoció en los años treinta antes de la segunda guerra mundial. Pero tales aseveraciones parecen algo exageradas y se escucharon frecuentemente cuando estalló una crisis económica en las últimas décadas, por ejemplo, la de los capitales volátiles en la Asia en de 1997-98, que afectó sobre todo, pero temporalmente, a los así llamados ‘tigres asiáticos’ como Japón, Corea del Sur, Taiwán, Singapore y cachorros más jóvenes como Malasia y Indonesia. En Holanda se registró una baja de la producción de acero y de automóviles como de la producción de artículos de lujo y de las vacaciones. Y por fin se bajaron los precios de las casas y apartamentos que se habían inflado por la especulación en los últimos veinte años al doble de habitaciones parecidas en países vecinos como Alemania y Bélgica. Por supuesto que los que más le afectan esta bajada de la demanda sean los empleados y trabajadores. Pero un país como Holanda se diferencia de los Estados Unidos -donde las consecuencias personales de las despedidas, en la industria automóvil por ejemplo, son mucho más serias- por tener una red básica de asistencia social para los temporalmente desempleados. Estos fondos de asistencia social se vieron, por lo demás, incrementados por el crecimiento de la economía en los últimos años. Por el momento el ministro holandés de economía estima que el crecimiento de la economía se mantendrá en cero, o que habrá un por ciento de receso, para el año venidero. Sí sea así se comprobarán muy exageradas las lamentaciones alrededor de la crisis; al menos, desde la perspectiva holandesa. Los gobiernos nacionales en Europa y la Unión Europea han reservado grandes fondos para apoyar a los bancos y los aseguradores que están en graves problemas por sus actitudes arriesgadas e incompetentes. Los gobiernos aprovecharon esta oportunidad para recriminar a estas empresas financieras por participar en las irresponsables especulaciones de burbuja. Con ello los estados esperan recuperar parte de su autoridad ética y moral para supervisar al mundo financiero que se le escapó de las manos en las últimas tres décadas del predominio de la doctrina neoliberal. En el mundo financiero, como en el mercado comercial en general, hubo una fenomenal concentración de poder, de tal forma que los grandes bancos y aseguradores nacionales se vieron obligados a integrarse -si no fueron integrados a la fuerza- por los nuevos conglomerados de consorcios internacionales. Holanda perdió 2 su principal banco, el ING, por una compra hostil por parte del conglomerado Fortis que integra diversos bancos y aseguradores de Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Francia y Escocia. Por la actual crisis que afectó intensamente al conglomerado Fortis el estado holandés supo recuperar la mayoría de las acciones del banco ING, a que se sumó el aplauso de la población holandesa. 2 Ilusiones de la nación y del nacionalismo Pero es poco probable que los estados nacionales occidentales u orientales lograrán recuperar su autoridad sobre el mundo financiero o comercial, al menos bajo el actual régimen del libre mercado. Las empresas comerciales y financieras se van donde más lucro esperan y, por lo general, no les pueden importar exigentes consideraciones éticas, porque solo les impiden realizar la maximización de sus ganancias. Si uno acepta las premisas del libre mercado aquello es el mundo ‘real’ en qué no existen espacios para los que sueñan con un mundo llena de utopías idealistas. La excesiva carrera por la ganancia que caracteriza a la doctrina del libre mercado es un esfuerzo que ya por mucho tiempo escapó de las manos de los estados. Fue una empresa que se le escapó de las manos de los estados desde sus inicios. La formación de estados como solemos identificarles hoy se inició en la misma época del inicio del capitalismo moderno en el siglo XVI. Flandes, la norteña parte de Bélgica de habla holandesa o flamenco y su principal ciudad y puerto Amberes, cronológicamente seguido por Holanda, donde destaca la ciudad y el puerto de Ámsterdam, son muy buenas pretendientes para reclamar el título de haber sido la cuña del capitalismo moderno. El declarado interés público de sus comerciantes y de sus gobernantes en este siglo XVI ya no se dirigía a la difusión de una autoridad real o de la verdad de una única religión como ocurrió con los españoles y portugueses, sino a las eventuales ganancias de sus inversiones. Desde sus inicios la doctrina del ‘comercio libre’ se confabuló con los beneficios que los estados que dominaban al comercio pudiesen adquirir de ella. El breve periodo del dominio flamenco holandés del libre negocio fue relevado por el reino inglés y después por el imperio norteamericano, pero nunca fue así que los estados dominaron al comercio. Hablamos más bien de una convivencia entre estados dominantes, los representantes del comercio y la población de estos países en que, supuestamente, todos se benefician. La estructura de esta alianza no ha experimentado significativos cambios hasta el día de hoy. Los estados europeos, Estado Unidos, Japón, los tigres como Corea del Sur y Taiwán siguen defendiendo al libre comercio cuando se les beneficia. La población y el gobierno se lamentan cuando hay una crisis o una recesión porque esto implica que su economía deja de crecer o que disminuyera por un por ciento. ¿Pero que implica, en realidad, este ‘estancamiento’ o esta ‘recesión’ cuando estos países tenían largos periodos de crecimiento con tasas anuales positivas de 2 a 3 por ciento? Los gobiernos nacionales del turno del occidente se preocupan, sobre todo, por su popularidad. Esto implica que intentan satisfacer a los deseos de su población, a iniciar con el crecimiento económico para asegurar el trabajo, el poder de compra y el 3 bienestar de de su propia gente. La intervención del estado holandés, y la de otros gobiernos europeos, alrededor de la crisis se restringe a reclamar los fondos que deben ser devueltos a sus ciudadanos y a los municipios y las provincias que invirtieron en las transacciones de tipo burbuja. Se preocupan a que no se le defrauda su población en futuras inversiones. Pero hasta allí llega la preocupación de los gobiernos, hasta que se regule otra vez el mercado, de tal forma, que les asegura que todo funcionará como antes en beneficio de la propia nación. En los países del occidente se sigue creyendo en el mito del progreso sin limites, es decir, que no hay limites al progreso por parte de la naturaleza y que cuando ellos progresan otros pueblos también se benefician; una creencia que conviene para seguir justificando el aumento de la riqueza nacional. Estos estados ricos y sus poblaciones no se animan en reconocer que existan regiones del mundo que se perjudican por su crecimiento económico, donde no se puede competir con el mercado capitalista que les ha sido impuesto, donde no hay inversiones ni posibilidades de producción, donde aumenta la pobreza y donde se arrasa a los bosques y se acaba con la naturaleza. Tanto el estado holandés como la mayoría de la población holandesa son ciegas para estos problemas. Estos pueblos, tan orgullosos de sus ‘democracias’ se mueven en un ciclo cerrado, vicioso, donde tan solo gobiernos que aumentan al lucro pueden ganar las elecciones. Pero corrijamos está sentencia absoluta, en el sentido literal y figurativo de la palabra. Seamos más precisos, mas detallados y, al mismo tiempo, más esperanzadores. La mayoría de la población, y con ello su representación en el estado, en los países europeos no se preocupa de estos problemas. Son demasiado lentos y asentados, no quieren ver más allá de sus comodidades, seguridades y satisfacciones inmediatas. Pero por buena suerte existen también personas que son más perspicaces, por la misma afinidad que tienen con los y las profetas de antaño, y estas personas les encontramos tanto en los países supuestamente desarrollados como en los supuestamente subdesarrollados. Hoy los problemas globales nos obligan mirar más allá de nuestro propio ombligo, tanto a las personas pensantes como a los estados. De tal forma que se puede y debe comprobar la capacidad intelectual y emocional, tanto de las personas como de los estados, por su voluntad y empeño de comprender a los problemas de los demás. Aunque esta regla ya existió antes de la globalización, se le ve agudizado en nuestro tiempo; esto si podemos incluir como uno de los avances que nos facilitó el proceso de la globalización. 3 La debilidad inherente de la especulación financiera En un interesante artículo Walden Bello (ABC de la debacle financiera de Wall Street; http://alainet.org/active/27365) releva de otros tipos de conexiones entre la actual crisis y otras dinámicas de la actual economía global. El autor opina que se puede considerar a la especulación financiera como unas de las formas en que el capitalismo trató de superar a una crisis de superproducción, un exceso de capacidad productiva del sistema que supera la capacidad de consumo de la población mundial. Este exceso se hubiese producido en los años 70 cuando se estancó el crecimiento de la posguerra, un estancamiento que fue acompañado por una alta inflación y la primera crisis petrolera. 4 Según Bello el capital intentó tres rutas de escape al dilema de la superproducción: la reestructura neoliberal, la globalización y la financierización. La reestructuración neoliberal se inició en la decada de Reagan y Thatcher, con el objetivo de revitalizar la acumulación de capital. Para poder revitalizar se suponía que se debía eliminar las restricciones al crecimiento, uso y circulación del capital y la riqueza. Y que se debía redistribuir inversamente al ingreso, desde las clases medias y los pobres hacia los ricos, en base de la teoría que este procedimiento motivaría a los ricos a invertir, y que así se reiniciaría el crecimiento económico. La segunda ruta del capital mundial para escapar al estancamiento fue, según Bello, la “acumulación extensiva” o globalización, entendida como la rápida integración de las zonas semi-capitalistas, no capitalistas o precapitalistas en la economía del mercado mundial. En los últimos 25 años China puede figurar como el caso más espectacular de esta inclusión, inclusión de una tremenda área no capitalista en la economía capitalista mundial. Bello calcula que en la primera década del siglo XXI entre el 40 y el 50% de las ganancias de las empresas estadounidenses provenía de sus operaciones y ventas en el exterior, en particular en China. La tercera ruta de escape para mantener y elevar la rentabilidad mientras el sistema padecía de sus problemas de sobrecapacidad, consistió de lo que el autor intitula como ‘financierización’. En el mercado circulaban y circulan grandes cantidades de dinero excedente que se invirtieron y reinvirtieron en el sector financiero. El sector financiero empezó a retroalimentarse a sí mismo, de la cual resultó una separación entre una hiperactiva economía financiera y una economía real estancada. Walden Bello señala que el problema de la inversión en operaciones financieras equivale a extraer valor de un valor ya creado. Puede generar ganancia, sí, pero no crea un nuevo valor. Solamente la industria, la agricultura, el comercio y los servicios crean nuevos valores, por el esfuerzo y el ingenio humano. “Como la ganancia no se basa en un valor creado, las operaciones de inversión devienen volátiles y los precios de los valores, bonos y otras formas de inversión pueden apartarse radicalmente de su valor real”. Las ganancias dependen entonces de la forma en que uno(s) sabe(n) aprovechar la diferencia creciente entre la tendencia ascendente de los precios y el valor real de las mercancías, y de saber venderles antes que la realidad obligue a una ‘corrección’. Por esta inestabilidad, inherente a su forma de operar, arguye Bello, el capital financiero experimentó sucesivas crisis financieras desde que los mercados de capital fueron desregulados y liberalizados en la década de 1980. Antes que estalló el debacle actual de Wall Street, laa más explosivas de estas burbujas fueron la cadena de crisis de los mercados emergentes y la implosión de las acciones en tecnología en Estados Unidos en 2000 y 2001. La crisis de los mercados emergentes abarcó fundamentalmente la crisis financiera mexicana de 1994-95, la asiática de 1997-98, la rusa de 1998 y el colapso argentino de 2001 y 2002, aunque también sacudió a otros países como Brasil y Turquía. La sobre- inversión en Asia hizo caer los precios de los inmuebles y los valores, y trajo como consecuencia una fuga de dinero generalizada, ocasionada por el pánico. En 1997, cien mil millones de dólares se fugaron de las economías del sudeste asiático en el curso de unas pocas semanas. 5 La explicación de Walden Bello de la actual constelación económica es tan solo una y necesita ser contrastada con teorías de otras economistas y científicos sociales. Pero tiene su merito por el intento de explicarnos, en forma pedagógica, que está ocurriendo en el mundo de la actual economía. Me parece que la podemos considerar como una teoría valedera hasta que se le refuta con otros argumentos. Unos de los importantes datos que aporta esta explicación es el contraste entre una economía real estancada por haber encontrado un límite en la venta de sus artefactos, por un lado; y una hiperactiva economía financiera cuya característica es la de especular en forma arriesgada en beneficio de pocos, mientras que trae imprevisibles riesgos para la mayoría de los inversionistas, y para los que se dedican a la economía real. Una de las conclusiones más importantes que podemos sacar de este relato es que necesitamos de una economía real que invierta en las reales necesidades de la gente, y que se oponga a las especulaciones financieras en beneficio de algunos aprovechadores. 4 Las crisis y los más pobres Si países como Holanda en Europa del norte esperen reducir la crisis a un por ciento de regresión de su economía, hay otros donde su impacto será mucho más devastador. Los países más pobres experimentan la crisis con mucho más severidad, por ser dependientes de la exportación de productos primarios a los mercados del primer mundo. Con la crisis se restringe la demanda y la importación en los países más ricos y se disminuye el flujo de productos del hemisferio sur hacia el norte. En Ecuador, por ejemplo se redujo drásticamente la exportación de plátanos y camarones hacia el tradicional mercado estadounidense. Y, contrario a un país como Holanda, no existe ningún colchón social que podría sostener a los pequeños empresarios y trabajadores en los países pobres. El Consejo Pontificio "Justicia y Paz" emitió un documento interesante en el Vaticano el día 18 de noviembre de 2008, en que indica que la solución a que apuntan crisis como el que estamos experimentando, se encuentra en un mayor control internacional a las inversiones, junta a la inversión en proyectos de verdadero desarrollo, sobre todo en los países menos desarrollados (‘Un nuevo pacto para refundar el sistema financiero internacional’; http://www.radioevangelizacion.org/spip.php?article2589) El documento del Consejo Pontifica se preocupa de la conferencia internacional "Financiar para el Desarrollo” que tenía lugar en Doha del 29 de noviembre al 2 de diciembre de 2008, bajo las auspicias de la Asamblea General de las Naciones Unidas y con la participación de la sociedad civil, en que se quiso evaluar la implementación de un documento aprobado en 2002 en Monterrey –el llamado “Consenso de Monterrey”. Aquel documento incluía seis capítulos sobre las grandes cuestiones esenciales para financiar el desarrollo: la movilización de los recursos internos, los flujos de capitales privados, el comercio internacional, la cuestión de la deuda externa, y la cuestión sistémica sobre los modos de dar fuerza y coherencia al sistema monetario, financiero y comercial global en apoyo del desarrollo. Justicia y Paz tema que la precipitación de la crisis financiera global que se ha originado en el mercado de las hipotecas ‘subprime’ en Estados Unidos hará desvanecer este importante tema del desarrollo de la agenda internacional, cuando la 6 inversión es justo el desarrollo de los países pobres que indica el camino que habrá que transitar para la solución de la crisis. En el fondo, dice el Pontificio Consejo, la crisis financiera es el resultado de una praxis cotidiana que tenía como punto de referencia la absoluta ‘prioridad del capital respecto al trabajo’. Recuerda que en lo que se refiera a educación a la responsabilidad, tanto bancarios como empresarios pueden encontrar un fundamento sólido en los principios de la doctrina social de la iglesia: la prioridad del principio del bien común, el destino universal de los bienes y la prioridad del trabajo sobre el capital. El Consejo nos recuerda que las tres crisis del 2008 -la crisis alimentaria, la crisis energética y la crisis financiera- están estrechamente conectadas. Por ello, arguye, la posibilidad de contribuir a una salida sostenible de la crisis financiera debe consistir en construir las condiciones para que los ahorros que se generan se dediquen al desarrollo. Sólo destinando recursos -públicos pero también privados- al desarrollo ‘real’ se podrá reconstruir un sistema financiero sano y capaz de rendir de verdad, es la principal conclusión del documento del Pontificio Consejo. Por la misma razón se necesita controlar a los flujos de dinero que están afuera del alcance de los gobiernos nacionales, en particular al mercado offshore, las inversiones que se colocan en bancos e instituciones (como en Suiza o las Islas Caimanes), es decir, en zonas de inversión con un reglamento particular que no se rigen por una legislación nacional. El documento de Justicia y Paz subraya que los mercados offshore “han sido un nudo importante, tanto en la transmisión de la actual crisis financiera, como en haber mantenido una trama de prácticas económicas y financieras alocadas: fugas de capitales de proporciones gigantescas, flujos "legales" motivados por objetivos de evasión fiscal y canalizados también a través de la sobre o infrafacturación de los flujos comerciales internacionales, reciclaje de los procedentes de actividades ilegales”. Los procesos de globalización, dice el documento, cambiaron el tipo de composición de la tasación y contribuyeron a una depravada traslación de la tasación del capital a la tasación del trabajo. Esto quiere decir que se ha erosionada la detracción fiscal sobre las actividades empresariales más grandes y más móviles en el campo internacional que fácilmente pueden recurrir a los centros "offshore", cuando se tasan en cambio mayormente los factores productivos menos "móviles" que difícilmente pueden escapar al gravamen fiscal, es decir, a los trabajadores y las pequeñas empresas. El Pontificio Consejo aclara que la actual situación financiera es un resultado de la falta de voluntad de las autoridades, en particular de los países más ricos en elaborar lineamientos puntuales para el mercado financiero; no elaboraron estos lineamientos por los beneficios económicos que se derivan de hospedar una fuerte industria financiera. Por ello han evitado afrontar cuestiones importantes como la trazabilidad de los movimientos financieros, el rendir cuentas adecuadamente de las operaciones en los nuevos instrumentos financieros y la cuidadosa valoración del riesgo. Por opinar que el mercado bastaba para dar precio justo al riesgo las mismas instituciones financieras internacionales no están dotadas del mandato y de los instrumentos necesarios para afrontar estas cuestiones. 7 Es evidente que la sociedad civil y los estados necesitan abordar estos temas de Walden Bello y del Consejo Justicia y Paz, que se giran alrededor la existencia de una economía real en que se puede construir un futuro para todos, y en particular para los más pobres del mundo, y esta otra economía de burbujas que tan solo beneficia a algunos cuantos peces gordos. Para ello necesitamos encaminar una revalorización de los tradicionales modelos capitalistas de la economía y del comercio y sus parámetros del éxito. Ya tuvimos suficientes aprendizajes alrededor lo nefasto que resulta ser un sistema económico y financiera que tan solo se dirige al incremento de la ganancia individual. Sin negar que si existe un gran valor de la competencia en el mercado abierto, habrá que rehusar a la antigua imagen de Adam Smith, el primer teorético de la economía que hablo de la mano invisible que encamina a libre comercio y que regula sus abusos y sus crisis. Esta mano no existe y este discurso del poder auto regulatorio del libre comercio tan solo sirve a los que quieren enriquecerse a costos de los demás. 5 Una calamidad nunca viene por si sola Con razón varias analistas y comentaristas han resaltado que la crisis financiera no es una crisis en y por si, aislada de lo demás crisis que están ocurriendo en la actualidad. Está íntimamente conectada con la crisis alimentaria, con la crisis energética, con la crisis climática y la del medio ambiente. El calentamiento global, la devastación de la naturaleza, la desaparición acelerada de los especies tanto de fauna como de flora, el agotamiento de los recursos naturales y de los recursos energéticos, lo que el científico social Ulrich Beck ya calificó como la característica de una nueva ‘sociedad de riesgo’, son los problemas que nos interrumpen en el estado de sueños e ilusiones idóneos del occidente. Los norteamericanos consuman cuatro veces más de los recursos naturales de lo que les corresponde, los holandeses dos veces más, lo que es una flagrante injusticia en un mundo donde otras poblaciones ni alcanzan a la décima parte de lo que se les debe adjudicar. La India y la China fueron los únicos países, mejor dicho: continentes, que crecieron de 8 a 10 % en estas últimas tres décadas y que necesitarán una inmensa cantidad de recursos naturales, de minerales y de hidrocarburos para sostener y desarrollar a sus incipientes y dinámicas industrias. China ya inició compras de extensos terrenos y de importantes empresas de explotación de petróleo y minerales en África y en America Latina para abastecer a su galopante industria, pero sin ningún respeto ni por las poblaciones pobres ni por el medio ambiente en las regiones donde operan. En los últimos años las grandes empresas alimenticias del mundo privilegiaron el cultivo en gran escala de productos como la soya y la caña para sustituir como hidrocarburo al petróleo, cuyo costo se despegó vertiginosamente estos últimos años. Por lo que a primera vista aparece como un sencillo e inocente cambio de estrategias de cultivo, se elevaron los precios de los alimentos básicos como arroz, harina, aceites, etcétera, un aumento que hizo crecer la cantidad de hambrientos de 848 a 963 millones de personas, una cifra que probablemente subirá a un billón. La Organización de la ONU de Alimentos y Agricultura (FAO por sus siglos en inglés: comp.: http://www.rlc.fao.org/es/politicas/panorama.htm) ya anunció que tan solo en estos dos años se le perdió toda la ganancia tan arduamente conseguida en la situación de los más necesitados de las dos últimas décadas. 8 Seguiré con unos ejemplos de lo que significa la creciente interrelación entre las poblaciones en nuestro tiempo de la globalización. Los chinos, japoneses, coreanos y más poblaciones orientales están devorando a las especies animales más protegidas como son los tigres, elefantes, rinocerontes y tiburones, que sea para adornos, para elaborar afrodisiacos o para comérselos sus alas, que estiman que fuese delicadeza. Y la reserva de los Galápagos está siendo destruida por la necesidad de sus 2000 familias pescadores pobres a quienes el gobierno ecuatoriano permitió pescar indiscriminadamente a los tiburones, para tan solo cortar sus alas, y a los pepinos del mar. En la región más estratégica para la sobrevivencia humana, la Amazonía, donde se paga por parte de los estados occidentales a los gobiernos para conservar a sus bosques, se ve una tala indiscriminada de madera por la funesta alianza entre empresarios corruptos y la misma población pobre que necesita sobrevivir. Tan solo en la parte amazónica de Brasil desaparece cada año una superficie de bosque que equivale a Holanda. La pobreza es definitivamente el peor enemigo del medio ambiente, pero cuesta bastante explicar y aclarar aquello a los países ricos en Europa, que opinan, de forma arrogante, que pueden y deben transferir sus propias preocupaciones y prioridades a otros hemisferios. No necesitamos más detalle aquí. Estos sencillos ejemplos ya indican cuán interdependientes somos en los comienzos de este nuevo milenio. Una decisión o unos hechos en un parte del mundo, en Asia por ejemplo, trae consecuencias inmediatas para otros continentes como Europa, América o África. Y por esta razón ya no sirven estos gobiernos y estados que tan solo se concentran en su propio progreso aunque sea a detrimento de los demás. Estos podemos, definitivamente, cualificar como gobiernos ineptos, discapacitados y autistas, con mis excusas a las personas que son representadas por estas calificativas, porque ellas, al menos, tienen otras capacidades y talentos. Los estados necesitan de un profundo cambio en sus orientaciones si quieren responder a los grandes actores que determinan el bienestar de nuestro planeta. La legislación nacional ya no es eficaz para controlar a empresas multinacionales y a las extensas redes internacionales de inversionistas y bancos que nos llevaron a la crisis alimentaria y financiera. Pretender como de costumbre que la mano invisible del libre mercado lo solucionará todo, que es el contenido de la doctrina neoliberal que los estados más poderosos impusieron en estas últimas décadas, nos llevará a otras crisis aún mucho más profundas. 6 Una alianza global contra el imperio de lucro El actual desafío es una legislación que transciende a las naciones y a los continentes, una legislación y un control internacional que fuese capaz de frenar al afán de lucro que domina al actual espectro global. Podemos constatar que hasta el momento los estados han avanzado demasiado poco con relación a este tipo de legislación y control internacional. Los estados no estarán motivados si no existiera una sociedad civil, una fuerte opinión pública, a la vez nacional y mundial, que les exige actuar a nivel de los abusos internacionales. Para contrarrestar al poderoso imperio del lucro y del beneficio personal y sus esquemas se necesita una alianza de personas e instituciones de buena voluntad, a su vez sencillas como las palomas pero astutas como las serpientes. 9 Ya existen iniciativas prometedoras de esta alianza internacional que se propone de cuidar al hombre y al medio ambiente. El público europeo y el público mundial en general son cada vez más informadas y críticos de las conductas antiéticas de las empresas. Y las mismas empresas andan muy preocupadas de su reputación y renombre. En aquel control ético apoyan organizaciones especializadas que se preocupan de la calidad del medio ambiente, como el Fondo Mundial de Naturaleza o la Greenpeace, y otras que se empeñan en el desarrollo de los países y poblaciones pobres, o veedurías que se dedican a controlar la calidad de la información de las empresas comerciales que dominan al espectro de la comunicación. Lo que si hace falta aquí es una mayor coordinación y una mejor cooperación entre la sociedad civil de los países ricos y aquel de los países pobres, porque existen todavía grandes diferencias y malentendidos entre las dos partes que deben integrar esta alianza por el bien. Nos urge mencionar e incluir a un factor más que pareciera que no tiene límite ni crisis; el desarrollo tecnológico, tal vez el fruto más admirable del capitalismo. Los modernos medios de comunicación digital se han transformado en grandes apoyos para vigilar y monitorear al imperio donde tan solo cuenta el mundo desleal de la ganancia individual. Karl Marx ya intuyó la importancia de este factor cuando opinaba que el mismo avance tecnológico pudiese hacer obsoleto al propio sistema capitalista, para abrir la posibilidad de otra sociedad más solidaria y más creativa. No necesitamos compartir el optimismo científico de Marx, tan idóneo del siglo XIX y del capitalismo mismo, para observar que la misma tecnología digital que infló a la empresa más influyente y al hombre más rico del mundo, se está transformando en una instancia crítica de los propios principios del lucro personal y de la propiedad privada. La tecnología digital, las nuevas TIC, tienen un alto potencial educativo y liberador si se les implementa al beneficio del bien común de todos. Estos acontecimientos delinean por su parte los desafíos de nuestros comunicadores. Ya no podemos contentarnos con una comunicación latinoamericana. Nuestros comunicadores tendrán que estar en permanente contacto con otros comunicadores comprometidos en Norte América, Europa, Asia y África, para poder informar a nuestras poblaciones. Los avances de la comunicación crítica en América Latina nos imponen otras obligaciones hacia las poblaciones pobres en Asia en África con que compartamos un sinnúmero de problemas. Cuando sabemos, como indica el filósofo Jesús Conill, “que toda África no tiene una agencia de información propia, que toda la información se la hacen otros…ya sabemos qué pasa. … ¿Eso es libertad? ¿Eso es justicia del orden mediático?” Hasta ahí tiene que llegar la función pública de la ética de la comunicación propone Conill. Y hasta ahí tiene que llegar nuestra solidaridad. Para la gente de buena voluntad y para los cristianos se presente la tarea de moldear otro sistema de la economía y de las finanzas que se rige por principios del bien común y de la solidaridad entre las poblaciones y las naciones. 10