LA REINVENCIÓN DEL LIBRO… “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.” Jorge Luis Borges Prof. Dr. Gastón Tagle Orellana Hace ya unos años, para ser más precisos el 1 de noviembre de 2007, con motivo de la reapertura de la Biblioteca de Alejandría, en Egipto, Umberto Eco, semiólogo e intelectual italiano, dijo varias cosas importantes a propósito del libro, entre otras, lo definió como una “memoria vegetal”, obviamente dada su materialidad. Junto con ello describió varias características de éste, así como las funciones irremplazables que de él se derivan. No es el caso que hoy hagamos una apología del libro, entre nosotros no es necesario, pero convengamos que debemos recordar al resto de la humanidad, aunque esto suene algo presuntuoso de nuestra parte, que el libro – tal y como lo conocemos - es el depositario del conocimiento y la sabiduría humana, pero además, tiene otros entrañables secretos, ya sea por sí solo o si lo comparamos con otros artilugios de dudosa efectividad. Para materializar este objetivo, es imprescindible que veamos cómo ha evolucionado el libro, esto desde el prisma del lenguaje y de la semiótica. Esta circunstancia que pudiera parecer extraña, no es sino un vehículo de entendimiento con relación a cómo se está asimilando hoy el concepto “libro”. No nos debe extrañar que el lenguaje determine realidades y de cómo las nuevas generaciones interpretan lo que nosotros queremos decir. Si a nuestra generación le decimos el término “carpeta”, lo más probable es que inmediatamente nos imaginemos un elemento con forma de cuaderno, algo más grande, hecho de cartulina o cartón, dependiendo para qué la queramos. Pero para un joven de 15 años, por ejemplo, no será otra cosa que una imagen digital, amarilla, generada por la virtualidad de la informática; el punto es que las dos tienen la misma utilidad, con la salvedad que una es orgánica (o vegetal, como dice Eco) y la otra virtual. Pero esto implica más de algún cambio en la percepción de la realidad, por ende, cambia el sentido de leer un libro o el sentido de tener un libro, será distinto, por lo que la realidad será distinta. Siendo así, nos encontramos con la construcción de “realidades” desde lo virtual, lo que tendrá como consecuencia una dinámica absolutamente diferente. Acostumbrarnos o hacer un aggiornamento es imprescindible. El estadio que hay entre nuestras generaciones y hablo de aquellos de más de 50 años, si no es actualizado, será un proceso algo traumático. Pero volvamos a lo dicho anteriormente, específicamente aquello que dice relación con que el lenguaje hace la realidad. El punto es saber cómo, a través de las nuevas formas del libro, las generaciones están entendiendo la realidad, después de todo eso es lo que nos interesa. ¿Qué sucederá, entonces, cuando le digamos a un joven de 15 años: “ve a buscar y/o leer un libro”, traerá un tablet con la imagen de la carpeta amarilla (porque ese es el color prestablecido, cosa que nadie se cuestiona), la abrirá y aparecerá un libro en PDF o en otro formato y comenzará a leer hojeando con el cursor? El acto de leer es el mismo, entonces ¿qué es lo que cambia? Es importante determinar, con relación a lo anteriormente dicho, si acaso es trascendente el lugar en donde está inserto el libro, pues la estructura no vegetal y toda su parafernalia informática puede cambiar mi percepción de la realidad como ya se mencionó en el ejemplo anterior de la carpeta. El peligro que se corre no está en la máquina que reemplaza o pretende reemplazar al libro, sino en la interpretación que se haga de la realidad; si ya ésta es compleja, en cuanto interpretación, dado nuestro lenguaje y nuestra subjetividad como seres humanos, lo virtual corre el riesgo de transformar (y ya sucede) la realidad en algo aparente, es decir, que es y no es, un corto y preciso apotegma (algo shakespeariano) digno de análisis; después de todo “El lenguaje dice siempre algo más que su inaccesible sentido literal, que se pierde ya en cuanto se inicia la emisión textual”1, ¿acaso sucede eso en la lectura virtual? Hay dos problemas con relación a este adviento virtual, el primero es el abandono de la escritura manuscrita y la consecuente pérdida de la cognición y/o intrínseca relación con el acto de escribir, en donde se combinan, a saber “… tres procesos cerebrales: el visual, el motriz y el proceso cognitivo-perceptivo, que hace que el pensamiento fluya desde la mente a las palabras utilizando la memoria para darle 1 Eco, Umberto. “Los límites de la interpretación”. Editorial Lumen, 1990. Pág. 4 forma a la frase antes de escribirla y reproducir las letras en la hoja.”2 Junto con esto se ha verificado en varios estudios que se “… pierde la capacidad de concentración, reflexión o contemplación; se gana un acceso ilimitado a la información, pero se pierde en capacidad para mantener una línea de pensamiento durante un período largo. Internet es una gran herramienta para la mente porque ayuda a encontrar y compartir información de forma muy rápida y eficiente, pero se sacrifica la capacidad para la lectura y el pensamiento profundo a cambio de la habilidad para saltar rápidamente entre muchas pequeñas piezas de información.”3 Y, el segundo, nos dirige inmediatamente a la hipertextualidad, que no es otra cosa que jugar con las realidades (realidades manejadas por las elites de poder), pues se adelantarían a nuestros pensamientos con la consecuente incapacidad de decidir, después de todo “La comunicación que provee la computadora corre delante de nosotros; los libros van a la par de nosotros, a nuestra misma velocidad”4. El hipertexto, puede cumplir una función maravillosa, al permitirnos ir y volver, no en forma lineal, sino dando saltos virtuales que por la condición limitada de nuestra mente no seríamos capaces de realizar; sin embargo, esto no significa más que un acto consultivo de diferentes textos, no un fin en sí, que además puede llevarnos a perder nuestro horizonte en cuanto va desapareciendo nuestro objetivo primero: la permanencia en la memoria de lo que leemos y la consecuente capacidad de análisis y crítica. En uno de los capítulos de esa maravillosa novela de Eco, El nombre de la rosa, que gira en torno a una biblioteca y a un libro muy particular, un libro que mata, hay una discusión acerca de un supuesto texto de Aristóteles, que hablaba sobre la risa, el punto central era que se había perdido, según algunos monjes y que no existía, según Jorge de Burgos (personaje fundamental de la novela), quien argumentaba, que su sola posible existencia denotaría una atentado contra la fe, porque la risa induce a la duda y algo de razón tenía, si no fuera por su censura y miedo a la crítica. Nosotros, herederos de la cultura griega, que nos 2 El Mostrador, 18 de agosto de 2015 Ayala Pérez, Teresa, en Lenguaje y Cibercultura. ¿Identidad versus tecnología?. Departamento de Castellano. Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Pág. 5 4 Discurso de la reinauguración de la biblioteca de Alejandría, 1 de noviembre de 2007 3 enseñó por sobre todo a criticar, somos capaces de dudar de la existencia de algo que se nos presenta a través de un libro, que llega a nuestra mente y que interpretamos, cada uno en su estilo y perspectiva, pero ¿podremos dudar de algo que se nos muestra en la virtualidad de un ordenador y que se nos aparece, sin que lo hayamos escrito y/o sin que lo hayamos pensado? La respuesta es lo suficientemente clara como para aventurarnos a señalar que en lo virtual lo que hay es una mirada, no una lectura, de hecho podemos saltar de texto en texto, de espacio en espacio, generando una hipertextualidad que no consigue o nos dificulta acercarnos cabalmente a la realidad, de hecho lo virtual, v.g. internet y los libros electrónicos (hijos bastardos de la informática), son vistos como “…el principal enemigo del libro y de la lectura, a pesar de su apariencia de estar hecho para leer y escribir"5 . Todo esto ha generado una adicción a la simpleza más absoluta y digamos, no una simpleza ascética que busca conectarse con algo superior o con la interioridad del individuo que la practica, sino más bien con la simpleza de aquel que se ha empobrecido de cognición, producto de la cada vez más alterada escritura y su consecuente lectura. Fernando Savater ha hablado y con mucha razón, sobre la peligrosa influencia que tienen las nuevas tecnologías en la educación, la desaparición de la ortografía y de la sintaxis que caracteriza a muchos correos electrónicos (sic), por ejemplo. La adscripción, ya no a un hipertexto, sino a una realidad formada [o deformada] ad hoc, según sea el caso, nos lleva a un tercer elemento, que juega con nuestros sentidos y que nos transporta a un “… viaje a la hiperrealidad en busca de los casos en los que la imaginación (…) quiere la cosa verdadera y para ello debe realizar lo falso absoluto; y donde los límites entre el juego y la ilusión se confunden, donde el museo de arte se contamina de la barraca de feria y donde la mentira se goza en una situación de «pleno», de horror vacui.”6 Entonces, entre la memoria vegetal y la memoria virtual, no sólo hay una diferencia notable en su materialidad (o no materialidad, si corresponde a la hiperrealidad, antes descrita) sino una un proceso que nos lleva a interpretar la realidad de una manera, incluso, diametralmente opuesta. Sucederá, entonces, que aquellos editores de textos virtuales (y ya los hay por montones) en su afán 5 6 Simone, Raffaele. Citado por Juan J. Gómez, El País, 14 de febrero de 200 Eco, Umberto. “La estrategia de la ilusión”. Editorial Lumen, 1999. Pág. 8 de abaratar costos, nos lleven a una realidad inexistente y/o manejada informáticamente, si es que hay poderes que se confabulan tras ellos, algo así como lo descrito por Orwell, en su novela “1984”. Lo anterior significaría la existencia de un pensamiento binario, limitado por un sí o un no, si no es esto es aquello, sin más alternativas, obviando el proceso de cognición elemental basado en el ocio: nuestra capacidad de criticar, dejando la duda relegada a un plano histórico que, como todas las cosas, pasaría en algún momento a mejor o peor vida, con ello morirían nuestras libertades que tanta sangre han costado a la humanidad. Hubo tiempos, en América, en donde reinaba la censura, incluso hoy existen resabios de ello, pero con el sempiterno acceso a la memoria vegetal, ésta – la censura - terminó por ser inaplicable, a pesar de las dictaduras; sin embargo, con el ejercicio de lo virtual, los procesos de cognición van desapareciendo prontamente y el manejo de la realidad virtual no es otra cosa que una dictadura del pensamiento, la censura con otro nombre. Quid pro quo De la memoria vegetal al resumen, del resumen al esquema y del esquema al libro electrónico “E un suo nome. Quest’oggetto si chiamerà libro. La gente lo terrà fra le mani, lo userà come guida, come amico, e dagli scaffali manderà quell’aria di fiducia e di stabilità che viene dal gesto di trasmettere – sia pure in modo continuamente imperfetto – esperienza e conoscenza.” Il Valore dei libri, Furio Colombo “Se habla de la desaparición del libro; yo creo que es imposible. Se dirá qué diferencia puede haber entre un libro y un periódico o un disco. La diferencia es que un periódico se lee para el olvido, un disco se oye asimismo para el olvido, es algo mecánico y por lo tanto frívolo. Un libro se lee para la memoria.”7 Borges hace hincapié en las diferencias entre los diversos ingenios humanos y en cuanto al libro destaca que un libro se lee para la memoria, resalta algo importantísimo que sirve con mucha holgura para nuestros argumentos: la memoria. Al no existir un proceso de cognición completo, en la lectura de un libro electrónico y su derivada de la hipertextualidad, relega a la memoria (social, histórica, económica, etc.) a un plano menor, dándole más valor al objeto como instrumento que como fin. Esto es lo que ha estado sucediendo en estos tiempos, en donde como se ha señalado en el subtítulo, se ha ido a la deriva con un afán casi infantil e ignoto, hacia un simplismos enervante, obviando el texto y el contexto, dejando de lado el trabajo del investigador y dando más valor a lo fácil, a lo que supuestamente es cuantificable y verificable a través de indicadores, una simpleza mental absoluta, algo así “como el vacío en la oquedad de su cabeza (decía Machado). Hubo tiempos en el clásico retorno a clases, que el profesor nos pedía una “composición” acerca de lo hecho en vacaciones, entonces dábamos rienda suelta a nuestras experiencias, a nuestros juegos infantiles y a nuestra imaginación. Pero esa composición, a pesar de ser muy escueta, las más de las veces, estaba escondida en nuestra memoria, la pensábamos, la transcribíamos con todos los errores que nuestra 7 Borges, Jorge Luis. Borges, Universidad de Belgrano, 1978 Conferencia sobre el Libro. puerilidad nos permitía. Era un buen ejercicio de retorno a clases. Asumo con cierta certeza que esto ya no se hace, pues hoy el colegio no es otra cosa que un traspaso enervado de información, que en vez de incentivar nuestra imaginación, la margina, la complica en una estrechez sin límites, la margina, prevalece la síntesis, el esquema y todos sabemos que no es otra cosa que un copiar y pegar; todo esto nos lleva, de común acuerdo con el sistema, sólo a prepararnos para entrar a la universidad y cuando se llega a ella, se nos sigue obligando a cumplir reglas (o políticas de estado, como suele llamárseles eufemísticamente) provenientes de los ministerios de “educación” de los gobiernos de turno; cuando uno cuestiona algo, la respuesta se hace evidente: “así es el sistema o así se hace hoy”, sin más ni más. Entonces el tiempo se hace corto, hay que resumir y todo lo que se investiga y se quiere publicar en un libro, para que quede en la memoria, hay que transformarlo en una publicación indexada (ISI; SCIELO; SCOPE, etc. que curiosamente son privadas), porque así es el sistema. Aquí nos encontramos con una problemática nueva, cuando hablamos de que un libro se publica para la memoria, inmediatamente nos debiéramos preguntar, si las nuevas formas de publicación, particularmente las antes citadas, quedan en la memoria, son pensadas, repensadas, criticadas y analizadas como se suele hacer – todavía – con un libro. Qué sería del Quijote, qué sería de La Divina Comedia, qué sería de Hamlet, si los lleváramos al mismo plano por donde transitan las nuevas formas. El punto es que “El aserto subyacente en cada una de esas tendencias es que el funcionamiento de un texto (no verbal, también) se explica tomando en consideración, además o en vez del momento generativo, el papel desempeñado por el destinatario en su comprensión, actualización e interpretación, así como la manera en que el texto mismo prevé esta participación.”8, pero esto no está sucediendo en la actualidad. La distancia entre el lector y el autor es aún más infinita, más que por las características de la interpretación, por la ignorancia con relación a éste. La tragedia de estas circunstancias en torno al libro y su lectura, después de todo para eso son los libros, para leerlos, es aún mayor si pensamos que es un hábito que ni siquiera busca remedar la lectura, ni siquiera es el “falso absoluto”, 8 Eco, Umberto. Op. Cit. “Los límites de la interpretación”. Pág. 12 utilizando el concepto de Eco en su texto La estrategia de la ilusión, está más cerca de lo que pensaba Orwell de la humanidad, en 1984. Lo que hoy se hace con los libros virtuales, no es sino una imitación de algo, no se podría decir que del pensamiento, sería una comparación exagerada, lo que hay allí no es sino un instrumento para producir bienes económicos, para convertirse en el principal de los bienes y que imita la estructura de un libro. El libro, a través de su virtualidad, se ha transformado en un mass media y éstos son “… genealógicos y carecen de memoria, aunque ambas características deberían excluirse recíprocamente. Son genealógicos porque toda nueva invención produce imitaciones en cadena, produce una especie de lenguaje común. No tienen memoria porque, una vez producida la cadena de imitaciones, nadie puede recordar quién la empezó y se confunden fácilmente el fundador de la estirpe con el último de los nietos. Además, los media aprenden, y de ahí que las astronaves de La guerra de las galaxias, que nacieron sin pudor de las de Kubrick, sean más complejas y creíbles que el propio modelo que les dio origen, con lo que el modelo parece imitación.”9 Tal vez, quienes nos adscribimos a la tradición del libro impreso, tengamos la secreta esperanza de que éste, ya un invento genial e imprescindible como la cuchara (en palabras de Eco), sobreviva como lo ha hecho a tantos avatares de la historia, por ejemplo a la censura. Esa secreta esperanza se materializa en la delgada e insostenible sustentabilidad de la tecnología: la energía. Para el libro requiero mis manos y, a lo más, una vela, energía suficiente para comenzar nuevamente a escribir la historia de la humanidad. El libro digital nos debiera recordar, con cierta esperanza, la leyenda del Golem, que “… se anima por la letra y por la obliteración de la letra se desploma; hecho de tierra, cae a tierra, hecho polvo, que es su materia” 10, parafraseando esta antigua leyenda judía, podemos decir con cierta certeza apocalíptica qué el libro virtual “… se anima por la técnica y por la obliteración de la imagen; hecho de silicio, cae a la arena, hecho arena, que es su materia…”. 9 Eco, Umberto. Op. Cit. “La estrategia de la ilusión”. Pág. 80 Block de Behar, Lisa. “Borges, la pasión de una cita sin fin”. Editorial Siglo 21, pág. 140 10