Guerra Daneri, Enrique:“La nueva ley de integraciones agrarias en

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La nueva ley de integraciones agrarias
en el Uruguay
Enrique Guerra Daneri
Prof. Titular de DerechoAgrario - Fac. de Derecho de la
Universidad de la RepúblicaUruguay
1. Introducción.
En fecha 21 de mayo de 2004, el Poder Ejecutivo de nuestro país,
promulgó la ley No.17.777, cuyo contenido en adelante examinamos,
pero que en sustancia, refiere a la materia anunciada en el título. No
obstante, jurídicamente, la ley lleva por nombre “De las Sociedades
Agrarias y los Contratos Agrarios Colectivos y de Integración”
Se trata de una norma de iniciativa parlamentaria, que posee la
inusual cualidad de haber recibido no sólo la aprobación unánime de
la Cámara de Diputados y la de Senadores, sino además, de que dicha
promulgación se formó con la integración de las Secretarias de
Economía y Finanzas, Ganadería, Agricultura y Pesca y, Educación y
Cultura en los plazos inmediatos que marca la Constitución.
La explicación para este fenómeno poco común en nuestras leyes,
se encuentra en que en su contenido, es esta una norma técnica que
tuvo origen en nuestra Cátedra de Derecho Agrario de la Facultad de
Derecho de la Universidad de la República. Sin embargo, tuvo que
transcurrir más de 14 años y diversos períodos de Gobierno y su
redacción adecuada de tiempo en tiempo, para que fuera
comprendida. Debe subrayarse que tal vez, no hubiera conocido luz,
sino fuera por el decidido apoyo que en el año 2002, le diera la
Asociación de Escribanos del Uruguay.
2. El propósito económico y el contenido jurídico de la ley.
Esta ley, desde el punto de vista de la economía agrícola, propende
el fenómeno de la integración horizontal y vertical de la actividad
agraria, en cualquiera de sus modalidades. Particularmente, fomenta
la conexión inmediata del fenómeno productivo de la agricultura, con
las exigencias actuales del consumo alimenticio. Se quiere facilitar un
tránsito mercantil, de fase directa a cargo de los mismos productores,
así como crear un ámbito jurídico que permita acordar reglas de
comercialización con el sector industrial o simplemente del comercio.
El fenómeno básico que provoca este cambio, radica en que ya no se
consume lo que se produce, sino que sólo se produce lo que se
consume.
Para lograr este objetivo de integración agrícola directa entre
productores y con el mercado consumidor, se reconocieron desde el
punto de vista jurídico, dos nuevos tipos asociativos, que
precisamente no están contenidos en el derecho mercantil: las
asociaciones agrarias y las sociedades agrarias. No se trata de una
creación dogmática, sino una respuesta que tiene su origen en una
realidad social y económica de la agricultura actual de nuestro país,
que no se encuentra contemplada desde el derecho comercial,
conforme los intereses propios de la actividad agraria.
Están previstos además, dos formas contractuales de oposición de
intereses: el contrato agrario colectivo y el contrato de integración
productiva con integración de partes. Se trata de dos negocios,
tampoco previstos hasta ahora a texto expreso de modo genérico en
nuestro derecho positivo. (sólo de manera excepcional puede
encontrarse el contrato colectivo en el régimen de la lechería).
De manera accesoria, esta ley concede personería jurídica a las
sociedades civiles con objeto agrario exclusivo y permite la emisión de
obligaciones negociables y la creación de fondos de inversión.
3. El panorama asociativo previo a la ley.
El fenómeno asociativo es, sin duda, uno de los dos sucesos
principales de la ley.
Previo a ella, nuestro derecho positivo presentaba en esta materia,
un panorama falto de inmediatez y poco ajustado al realidad social y
operativa del agro.
Podían encontrarse diversas figuras asociativas, que
tradicionalmente se consideraron suficientes, aunque en verdad no lo
fueran completamente.
La aparecería, que constituye el grado más simple del negocio
asociativo agrícola, carece de toda estructura interna y externa, y no
responde a bases asociativas igualitarias (pues se reparte la renta
bruta), siendo la sociedad civil la estructura que le seguía en grado. Si
bien en la sociedad civil puede encontrarse ya, un escalón más
complejo de integración, dado que naturalmente no posee personería
jurídica, cuenta con un patrimonio de afectación que es inmune a la
acción de los acreedores del socio y por ende individualizable fuera del
patrimonio y disponibilidad de cada socio. Sus inconvenientes
tradicionales radican en su falta de personería, la responsabilidad
ilimitada de sus socios y la ausencia de todo vínculo directo de los
socios con el capital social.
Más allá de esta tipicidad simple, era necesario acudir a las
sociedades mercantiles. Era éste sin duda, un salto cuantitativo y
cualitativo muy grande, que no conocía escala intermedia. Las
sociedades comerciales son tipos rígidos, con estructuras
inexogorables, plagadas de exigencias formales, y con importante
costo constitutivo y funcional.
Las cooperativas agrarias, que finalmente completaban el
cuadro general asociativo previsto legalmente para la actividad
agrícola, poseen el inconveniente de que su estructura se encuentra
diseñada para albergar un número mínimo de asociados que no es
menor; pero básicamente, el vínculo asociativo se funda en la ayuda
mutua y no en el capital, por lo que cada socio sólo posee un voto,
cualquiera fuere su aporte. Ello no estimula la inversión privada.
4. Los fines de la ley.
Esta ley, persigue cuatro fines:
a)
colmar espacios entre la legislación civil y comercial en
materia asociativa, que se entendieron convenientes para el sector
agrario.
b)
ordenar y sistematizar el régimen de las estructuras
asociativas en materia agraria, que era confuso y carente de unidad
conceptual, dado su latitud..
c)
consolidar y jerarquizar el proceso de identidad, social,
económica y jurídica de la materia agraria y el sector rural en
general.
d)
dar tipicidad legal a negocios que promueven la conexión
objetiva entre productores rurales y entre éstos y terceros
representativos de intereses profesionales diferentes a los suyos.
4.1 Colmar espacios entre la legislación civil y comercial en
materia asociativa.
Entre los principales propósitos de esta ley, se encuentra la
necesidad de colmar los vacíos existentes entre los tipos civiles y
mercantiles, en razón de las necesidades agropecuarias, aspecto
tradicionalmente negado desde otras áreas del derecho.
Sin embargo, esta norma prevé 4 aspectos no contemplados en
la legislación asociativa prexistente.
4.1.1 En primer término, crea estructuras asociativas basadas en
la autonomía de la voluntad. En este sentido, tanto la estructura
interna de administración (directores, directorio, asambleas y en
general órganos individuales o colectivos, votación,etc.), así como la
estructura en relación al capital de uno de los tipos asociativos, queda
libradas a la voluntad de los socios y no se encuentran dispuestas de
modo obligatorio por la ley, como sucede en los tipos comerciales. Son
pues, figuras mucho más flexibles y de creación más sencilla, pues
sólo requieren inscripción registral y prescinde de la publicidad por
edictos. No obstante se dispone un régimen subsidiario, que es el del
Código Civil, para las sociedades civiles, en cuanto no resulte
incompatible con la naturaleza y estructura de los tipos creados en la
ley (art.20).
4.1.2 En segundo lugar, el fenómeno asociativo permite fines
múltiples. En efecto, mientras las sociedades comerciales sólo se
crean para el reparto de ganancias (art.1 de la ley No.16.060) y las
sociedades civiles para el de beneficios (art.1875 del C. Civil), en esta
ley se permite además la unión de intereses también para otros fines.
De manera expresa, se prevé la vinculación por razones de economía
de escala (art.1 A) en donde el provecho asociativo consiste en facilitar
la actividad económica de sus miembros. Este aspecto a nivel
comercial, sólo podía obtenerse fuera del régimen típico de las
sociedades comerciales y a través de los llamados Grupos de Interés
Económico (art.489 de la ley de sociedades comerciales) cuya
estructura legal tiene el inconveniente de la responsabilidad ilimitada
de sus integrantes(art.495) y la prohibición de emitir títulos
negociables (art.493).
4.1.3 En tercer término, esta ley permite crear vínculos asociativos
impersonales, sin necesidad de “reconstruir” la noción de contrato
contenida de modo clásico en nuestro Código Civil (art.1247), en base
a prestaciones recíprocas. Para ello y como veremos, se buscó la
figura del negocio colectivo en la asociación agraria).
4.1.4 Pero por otra parte y en cuarto lugar, esta ley permite ahora,
la creación de un tipo asociativo (la sociedad agraria), con personería
jurídica y responsabilidad limitada, donde la naturaleza personal del
vínculo es de esencia, lo que no sucede en ninguna de las formas
mercantiles. Así por ejemplo, les resulta aplicable el art.1926 del C.
Civil, que permite a cualquiera de los socios, dar por disuelta la
sociedad si alguno de ellos no cumple con su aporte, principio general
que no es de recibo en las sociedades comerciales.
4.2 Ordenación y sistematización del fenómeno asociativo en
materia agraria.
4.2.1 Como es sabido, históricamente la agricultura ha
desarrollado sus propias estructuras asociativas, especialmente para
la organización colectiva del trabajo y la explotación en común de la
tierra. No puede olvidarse, que la sociedades primitivas eran rurales y
sus estructuras organizativas se encontraban unidas a la vida
agrícola. Así en el derecho romano, es fácil conectar la familia
(agrícola) con el contrato de sociedad (particularmente formada a
través de la indivisión sucesoria del patrimonio agrícola).
Pero sin duda que existen ejemplos notables en la agricultura
pasada y presente, como el caso de los ejidos mexicanos, los kibutz
israelitas, y en general las peculiares y diversas modalidades
recogidas en las reformas agrarias en América Latina e incluso el
reconocimiento a ciertas Comunidades Nativas. Actualmente varios
países de la Unión Europea, especialmente en Francia, tienen una
vasta experiencia en formas de sociedades y asociaciones peculiares,
que no son conocidas en materia comercial.
Precisamente, una de las características universales del fenómeno
asociativo en materia agraria, radica en la amplitud del mismo; vale
decir en la dimensión lata que posee. Esto tal vez pueda explicarse en
la medida que la actividad agraria, no sólo es un medio de vida, sino
también que implica una forma de vivir, lo que supone necesidades
muy variadas en sus objetivos y sus fines.
Esta latitud y dimensión del problema, impidió un desarrollo
uniforme de su disciplina. Siguió así un camino empírico y
heterogéneo, caracterizado por la pluralidad de formas y
designaciones.
El problema es que hasta esta ley, el fenómeno asociativo agrario,
no había admitido su reducción a un fenómeno unitario, como
sucedió con el contrato (plurilateral) de sociedad en materia
mercantil. Carrozza mismo señalaba que la “agricultura de grupo” es
“una fórmula susceptible de suministrar la llave para la lectura
unitaria de fenómenos jurídicos diversos y aparentemente lejanos unos
de otros.”
Sin embargo en los últimos años, parece ir tomando cuerpo una
idea y un fin casi básicos, que explican por igual y como suerte de
común denominador para el respaldo del asociacionismo agrario: la
idea de desarrollo rural. Es este un concepto sin duda complejo, de
fronteras difusas y, principalmente, de naturaleza interdisciplinaria
(comprende asuntos de muy variados de índole social, económica,
técnica, jurídica, etc.). En sustancia, requiere de una visión
globalizadora del sector agrario, con pluralidad de fines y con un
propósito y alcance muy diferente a la manera en que viene planteado
el fenómeno de la sociedad en materia mercantil.
Pues bien, esta nueva ley, pretende sistematizar y ordenar el
problema asociativo en el agro, que hasta el momento era de pobre
dimensión y formado en base a estructuras muchas veces no
definidas y sin nombre.
4.2.2. Los nuevos tipos asociativos. Constitución y naturaleza.
La ley reconoce dos nuevos tipos sociales: las asociaciones agrarias y
las sociedades agrarias. La base de su entendimiento y disciplina
reposa en la autonomía de la voluntad.
Las asociaciones agrarias, son estructuras abiertas, que en
principio permiten el ingreso y egreso de los asociados, bajo ciertas
condiciones que prevé la ley y bajo las reglas que puedan disponerse
estatutariamente.
Las sociedades agrarias en cambio, son estructuras cerradas,
basadas en la naturaleza personal del vínculo asociativo.
En todo caso se exige siempre la participación constitutiva de por
lo menos un productor rural, figura que se define en la ley uruguaya
por vez primera, luego que en 1942, fuera derogado el C. Rural de
1875.
La posición de los asociados y de los socios en ambos tipos,
responden a su participación en el capital social, por lo que no puede
integrarse a esta ley, el fenómeno de la ayuda mutua, propio de las
cooperativas.
Por ello, técnicamente, es mejor a nuestro juicio, considerarlas
como estructuras impersonales y personales, pues en esta
circunstancia radica la esencia del vínculo asociativo.
La naturaleza jurídica de uno y otro tipo social es diversa.
La asociación agraria es un negocio jurídico cuya naturaleza
responde al negocio colectivo; en tanto que la sociedad agraria, es un
contrato.
Para esta disposición, se tuvo en cuenta las dificultades de nuestro
derecho positivo en relación a las carencias de una disciplina general
del negocio jurídico, del fenómeno asociativo como tal y del contrato
plurilateral como tal.
Como se recordará, el negocio colectivo se caracteriza en primer
término por la estructura de la voluntad negocial, que son del mismo
contenido, están dispuestas en sentido paralelo y persiguen un fin
común y un mismo efecto jurídico, lo que permite recibir un número
indefinido de voluntades ya que no están basadas las unas en las
otras. Por tanto, es un negocio que admite la decisión por mayorías, la
creación de reglas internas objetivas y abstractas (estatutos) y permite
naturalmente, el ingreso de nuevas voluntades y el egreso de las
existentes, sin afectar el negocio constitutivo.
Se trata en segundo término de un negocio unilateral, pues si bien
existen pluralidad de personas y voluntades, no hay intereses
recíprocos o contrastantes y por lo tanto, no hay más que una sola
parte, de intereses comunes.
En las asociaciones agrarias, la estructura del capital queda en
buena medida librada al criterio de las partes. Para el capital, no hay
exigencias de máximos ni mínimos y es de naturaleza variable, a
propósito del libre tránsito de los miembros. Pero puede constituirse
con un monto limitado o ilimitado. Como se divide en partes sociales,
que es posible representarlas en títulos nominativos o al portador
cuya transmisión es enteramente libre, la creación de un capital
limitado totalmente integrado y con partes al portador, la pueden
convertir en una estructura cerrada e impersonal. Contrasta así con
la posibilidad de un capital ilimitado de ingreso y egreso abierto, con
partes sociales nominativas. Las posibilidades en este sentido son
muy amplias y variadas.
La sociedad agraria en cambio, es un contrato plurilateral, en el
cual existen partes y cada parte, es titular de un interés, aunque no
en sentido recíproco, sino en sentido convergente. Lo característico no
obstante –y que separa a este contrato de sociedad del contrato de
sociedad mercantil- radica en la naturaleza personal del vínculo, por
lo cual si bien los intereses de cada parte no son recíprocos, las
voluntades se apoyan las una en las otras, al igual que en la
concepción tradicional del contrato y a diferencia además del acto
colectivo. Si un socio no cumple con su aporte, cualquiera tiene
derecho a considerar disuelto el vínculo social.
Ambos tipos sociales tienen personería jurídica desde su
constitución y deben inscribirse en una nueva Sección creada en el
Registro de Personas Jurídicas. La inscripción es esencial para
adquirir el tipo social previsto en la norma.
4.3 La jerarquía de la materia agraria. La definición de la
actividad agraria y la agrariedad por conexión.
El otro gran aspecto que cubre esta ley, es que consolida y
jerarquiza la identidad jurídica de la materia agraria.
Esto se logra, pues la ley dispone el objeto exclusivo de estas
estructuras para lo cual da una definición de la actividad agraria y de
la actividad conexa, aspecto que hasta el momento no recibía
consagración positiva en nuestro derecho.
En efecto, el art.3 de la ley dispone:
“A los efectos de esta ley, se reputan agrarias las
actividades destinadas a la producción animal o vegetal y sus
frutos, con fines de su comercialización o industria, así como
también las de manejo y uso con fines productivos de los
recursos naturales renovables.”
“Se consideran comprendidas en ella, las actividades
realizadas por los productores rurales de manera directamente
conexa o accesoria, sea para sostén de su explotación, o como
complemento o prolongación de sus actos de producción o
servicio”.
Como puede apreciarse, la concepción por un lado es bien próxima
a la definición de la ley francesa, que recoge la teoría de la agrariedad,
pero en la manera que la doctrina uruguaya la ha considerado
siempre. Pero además, recepciona también la otra corriente, que basa
la naturaleza agraria de los fenómenos en los recursos naturales
renovables. En síntesis, para nuestro derecho positivo, la identidad
jurídica de la actividad agraria está dada, tanto por la identidad de lo
que se produce (seres animales y vegetales y sus frutos con fines de
comercializarlos o industrializarlos), como la identidad de aquello con
que se produce (suelos, aguas, etc.), pero sin exigencia alguna de que
ambos aspectos deban concurrir necesariamente. Tan agrario es la
cría de caracoles y un cultivo hidropónico, como el la construcción de
una obra hidráulica para embalsar agua y suministrar un servicio de
riego a los productores rurales.
Pero en el inciso segundo, la ley decepciona la agrariedad por
conexión, esto es aquellas actividades que si bien no son agrarias por
esencia, la ley no obstante, las considera como tales. El criterio es la
conexión subjetiva, por lo que para que se considera agraria una
actividad que no lo es por esencia, no alcanza su vinculación directa
sino que debe ser llevada adelante por el mismo productor. Esto
permite que los actos que incorporar valor agregado a la producción
agraria por un mismo productor no pierdan la naturaleza original
agraria. Aunque la ley, recibe también en su redacción, formas
atípicas de conexión subjetiva, como es el caso del agroturismo, que
practicado en los términos de la ley, no es actividad mercantil sino
agraria.
Más allá de este concepto básico que envuelve operativamente a la
ley, se brinda –como indicáramos- una definición de productor rural
bajo los siguientes términos:
“Se entiende por productores rurales, los que ejercen la
actividad agraria a nombre propio y también aquellos en cuyo
nombre se ejerce”.
Se trata de una definición sencilla, que ata al sujeto con la
definición de la actividad dada en el art.3, lo que recibe una noción de
índole profesional y no vinculado a la propiedad de la tierra como el
concepto antiguo del C. Rural de 1875.
La distinción entre ejercicio a nombre propio y a nombre ajeno, es
adecuada en un régimen de estructuras asociativas, para despejar
todas duda que el productor rural, es la persona jurídica (sociedad o
asociación) y no se es por la circunstancia de ser socio o
administrador de la entidad.
4.4 La tipicidad legal a negocios que promueven la conexión
objetiva.
La cuarta finalidad de esta ley, es dar tipicidad legal a negocios que
promueven la conexión objetiva sea entre productores rurales o entre
éstos y terceros, representativos de intereses profesionales diferentes
a los suyos.
En este sentido, el art.22 dispone la posibilidad de realizar
convenios colectivos y convenios de integración productiva con
pluralidad de partes, que permiten establecer entre el sector
industrial y el agrario ( ej. entre una empresa industrial y sus
productores remitentes, sea de leche, de uva, de aves, de ganado)
reglas de comercialización de calidad y cantidad y precio de la
producción agropecuaria. De esta manera, se puede sustituir el
mercado individual y empírico existente en muchos modalidades de
producción, por un mercado más reglado en base a intereses directos
de los particulares y en relación directa con las exigencias del
mercado consumidor; suplantando así, la posible intervención del
Estado.
Una de las particularidades de la ley, radica en que el
incumplimiento de uno de los individuos, permite a otro perjudicado,
demandar directamente reclamando perjuicios, sin que ello suponga
la rescisión total o parcial del convenio.
Bahía Blanca, 7-8 de octubre de 2004
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