Dan Brown no existe Los monjes del Opus siempre me han dado grima... Estaba yo sentado en el suelo, mirando el programa de Buenafuente y tomando unos útiles apuntes, para superar sin problemas el próximo psicotécnico laboral al que me enfrentaré en breve, cuando tuve una revelación. Bueno, he de confesar que no soy el primero al que la pantalla estroboscópica le descubre la verdad a 50hz. por segundo. Sin ir más lejos, un amigo mío mirando la televisión descubrió que no debía tener televisión en casa. Ahora es un paria amediático que ni siquiera sabe tararear un anuncio de telefonía y deambula por ahí preguntando a la gente quién es el neng de castefa. El caso es que hipnotizado por las gafas del filósofo de Reus y el flash tonto y constante de la tele pensé: "¿Por qué quiero ser funcionario pudiendo amasar fortunas imperiales escribiendo libros como los de Dan Brown?". Susurrando ese nombre, medio sonriendo y con el orgullo y la perspicacia propia de un investigador de CSI Las Vegas, entorné los ojos mientras subía la vista por la pared pensando… -En ese nombre está resumido la esencia del talento, el trabajo bien hecho y el éxito merecido: Dan Brown-. Y con esa evocación, me emocioné. Salté de la posición del loto y me puse entusiasmado a organizar los elementos de mi primer libro arrasador de la muerte. -¡Necesito un argumento! ¡Algo misterioso y arcano! ¡Arcano que rima con…bueno es igual! El argumento lo ponemos luego.¡Empezemos por el título! ¡Que sea el título que inspire la historia! ¡Venga, que seguro que no se ha hecho nunca! Ha de ser algo sugerente, que esconda tópicos eclesiales y misteriosos escándalos vaticanos insondables. Que como el amigo Dan dijo "Una organización tan antigua y poderosa como el Vaticano no habría podido alcanzar el poder que ostenta sin ocultar algunos secretos de familia" Y recordando ese inteligente pensamiento que ya lo quisiera para él un presidente autonómico, me puse al trabajo. Pero, ¿habrá que documentarse, no? Y agobiado ya antes de juntar dos letras, empecé a pensar que el talento fecundo del amigo Dan, escondía alguna ventaja secreta. ¡Claro! ¡Ya está! Ese monstruo es hijo de un profesor de matemáticas y de una compositora de música sacra, ¡de casta le viene al galgo! ¡Si juntas ese ADN a un desorden numérico con apariencia de código y la tocata y fuga en Re menor de Bach, te sale de una tirada una novela con: el subsecreto pontificio, la curia, el archivo secreto vaticano, sus finanzas, sus riquezas y el escándalo de su banca, el Opus Dei, los templarios, los cátaros, la papisa Juana, María Magdalena, la sospechosa muerte de Juan Pablo I, la Mona Lisa, la guardia suiza y un señor de Cuenca que paseaba por la plaza de San Pedro! Ese hombre es un portento de la ingeniería genética de las multinacionales editoriales y yo no puedo competir contra eso. Pero cuando me estaba empezando a deprimir como un profesor de colegio católico y ya empezaba a dejar de lado esa idea de ser escritor best seller, pensé: "me voy a relajar y escribiré sobre lo que me parezca con frescura y sin vergüenza... -¡Qué caray! ¡Me voy a tomar esto como quien se va a bailar a Maputo en un viaje solidario!" Pero no. Ahí la máquina literaria Brown, precisa como una mira láser editorial, se había adelantado con varios ejemplos ya superventas negando esa necesidad en el conocimiento: se inventó una persecución por París sin mirarse un callejero, ideó un mensaje críptico donde los avezados protagonistas, pensando que era arameo, descubren- después de 20 páginas- que es una imagen que se lee enfrontándola a un espejo, diseñó con Photoshop a un monje -albinoasesino y del Opus Dei, descubrió que el Santo Grial es en realidad María Magdalena que tuvo una relación con Jesús y que su prole se perpetúa en el tiempo con nombre de ONG sacada de Matrix, con muy mala leche y peores intenciones. Afirmó que la divinidad de Jesús fue decidida en un mal concilio, después de una mala cena, en una noche loca de verano, etc, etc. ¡Y eso sólo en un libro, El codigo Da Vinci! ¡Este hombre es un maestro ninja de la improvisación y el mínimo esfuerzo! Y entonces me acuerdo que en el último libro presentado en España -pero editado originalmente en el 1996-, La fortaleza digital, el estilo Dan Brown ya estaba relajado descubriéndonos a nuestra piel de toro con perlas como: “ El zumo de arándano era una bebida popular en España” (¡cuando todo el mundo sabe que es el aguamiel!). O como ”¡Los malditos españoles comulgaban al principio de la misa!". O poniéndose ya en modo tour operator solidario, denuncia lo mal diseñada que está la Giralda: ”Los escalones eran sumamente empinados. Más de un turista había muerto aquí. Esto no era Estados Unidos, las señales de advertencia y los pasamanos brillaban por su ausencia.Tampoco había a quien pedir responsabilidades. Esto era España". Luego, para vergüenza de toda la red de posicionamiento global por satélite del planeta, Brown afirma hablando de Sevilla “Becket se dirigió a la calurosa explanada de baldosas de la plaza de España. Ante él, el ayuntamiento se alzaba entre los árboles"… aunque el ayuntamiento de Sevilla esté a 15 minutos a pie de la plaza de España. ¡Que a mí me lo han contado! Entonces yo ya me puse a llorar emocionado sin vergüenza de que me viesen los vecinos, sabiendo que ese cruce entre Santo Tomás de Aquino y David Copperfield , ese híbrido a medio camino de Harry Houdini y Truman Capote, ese trapecista de las letras, ese espadachín de la novela...ese... ¡ese HOMBRE es mi faro de Alejandría en lo creativo literario! Esa personita, publicando diamantes impresos como El código Da Vinci y traduciéndolo a 44 idiomas, ha colado más de 25 millones de ejemplares en todo el mundo. ¡Sin despeinarse y con la Encarta y el Google como principal arma académica y de documentación! Sólo en los dos últimos años y sólo en EEUU, Dan Brown ha ganado 41 millones de euros por sus vástagos literarios: Ángeles y demonios, La conspiración y Fortaleza digital. ¡Y todo eso mientras se comía sus Krispies y organizaba la película con Tom Hanks! Entonces me paralizó el pánico.Tanta facilidad novelesca, tanta pericia argumental, tanta erudición, tanto instinto e ingenio...y sin el menor atisbo de sonrojo...eso no parece... humano.¿Y si Dan Brown no existe? No me parece tan descabellado. No más que un monje asesino albino del Opus Dei con pinta de Anakin Skywalker metido en el lado oscuro hasta las cejas ... ¡Podría ser que estuviésemos delante del campanazo literario más innovador desde la publicación de la Biblia de Gutenberg! ¡Un escritor virtual! ¡Ya está! ¡Dan Brown no es una persona! ¡Es un complicado sistema informático que, por medio de unas subrutinas, introduciéndole unos datos aleatorios genera una historia que, convenientemente filtrada y editada por un condensador de fluzo lineal, da como resultado un best seller de materia–antimateria. O varios. Vaya. ¡Por eso el Vaticano está interesado en el proyecto! Dan Brown debe ser el nombre en clave...O sea que Dan Brown, como persona-escritor, no existe. Ahora lo entiendo todo. Esos pequeños e inocentes errores en las novelas... esa capacidad de hilar historias como quien hace ganchillo sin importarle un estatut... sólo deben ser pequeños bugs en el proceso de datos. Claro. De hecho las máquinas no sienten vergüenza. Sólo ganan dinero. Seguro que todo esto lo financia el Opus Dei para reclutar monjes albinos. Es evidente que no puedo competir con el Deep Blue de los Best Sellers. Así que he decidido aparcar de momento eso de ser escritor millonario, concentrarme en el próximo psicotécnico y no explicarle esto a nadie. Pero a nadie. Los monjes del Opus siempre me han dado grima... Un momento,...¿Y si Buenafuente tampoco existe...?