JUEGOS ABURRIDOS Autora: Alba Aresca Sánchez. (Primer premio) Ceres es un pequeño pueblo del Piamonte italiano, situado en una gran colina de una inmensa montaña. Allí viven gran cantidad de niños y niñas cuyas mayores aficiones son los videojuegos, ordenadores, televisiones, teléfonos móviles… En fin, todo aquello que tenga relación con las nuevas tecnologías. Viven en inmensas casas, rodeadas de gran cantidad de juegos, pero su vida transcurre de forma monótona y aburrida. Las calles del pueblo y sus parques están casi siempre vacíos de niños y niñas; sólo se les ve cuando van al colegio o van de compras con sus padres. Es un pueblo que, estando lleno de gente, parece vacío, sin vida. Un día de esos que parece que nada va a ocurrir, llega una persona extraña, rara en el lugar. Los niños desde sus ventanas lo ven, pero ninguno tiene la curiosidad de conocerle; están bastante ocupados con sus aburridos juegos. Es un hombre alto, delgado y cargado con una gran mochila. Pasa el día de casa en casa, llamando a sus puertas, intentando vender cosas que no interesan a nadie. Un día, en una de esas calles desiertas, el hombre, que al parecer era un buhonero, se encontró a un niño solo y aburrido que paseaba sin rumbo fijo y sin saber qué hacer. El niño, intrigado al ver lo que vendía el buhonero, se acercó a él y le preguntó con voz tímida: - ¿Me puede enseñar qué vende, por favor? El buhonero, admirado, abrió su gigantesca mochila de color azul y sacó una gran caja a tope de cosas de poco valor. Había canicas, tabas, balones, pinzas, peonzas, palas, una caja de colores que al abrirla sonaba… Al niño lo que más le gustó fueron las tabas. El buhonero, fascinado, se las regaló, y el niño, alegre, le dio las gracias y se fue corriendo a su casa. Al día siguiente, en el colegio, el niño llevó sus bonitas tabas. Los niños y las niñas de su clase al principio decían: “Eso es una mierda”. “Con eso no se puede jugar”. “Te las ha regalado porque no valen nada”. Una vez que tocó el timbre para salir al recreo, el niño se bajó las tabas y se puso a jugar en una de las pistas. Todos los niños se reían de él porque creían que se las había regalado el buhonero porque no servían para nada. El niño se fue un poco triste y disgustado para su casa. Todos los niños pasaban las tardes sin hacer nada; sólo ver la televisión, jugar a los videojuegos, al ordenador… Solos y cada uno en su casa. Pero el niño dejó todos los videojuegos y ordenadores y empezó a pintar las tabas de diferentes colores, a jugar con ellas… Al día siguiente volvió a llevar las tabas al colegio. Los niños de su clase se fueron fijando cada vez más en cómo las tenía pintadas, en cómo se jugaba… Hasta que un niño se acercó y le preguntó que si podía jugar con él. El niño, ilusionado con poder compartir su juego preferido, le dijo que sí. Comenzó a explicarle los diferentes juegos que se pueden hacer y, de esta manera, todos los niños del colegio comenzaron a formar un gran círculo alrededor de ellos. Ahora todos querían jugar. De esta comenzaron a formar equipos; tenían que comprar tabas y más tabas. El buhonero se hizo famoso en el pueblo. Todos los niños lo buscaban y querían estar con él pues siempre les sorprendía con juegos nuevos y divertidos. Pero otro día de esos que también parece que nada va a pasar, ven al buhonero triste y sin mochila. Todos los niños salen corriendo y van a preguntarle: - ¿Por qué estás triste? ¿Y tu mochila?... El pobre buhonero les cuenta cómo había ocurrido todo: Una juez le había retenido la mochila y todos sus juegos porque decía que no podía vender por la calle y él no tenía un local ni dinero para poner un pequeño negocio. Entonces fue cuando todos los niños hablaron con el alcalde del pueblo para que le dejase un pequeño local y así poder vender todos sus juegos, que eran baratos y divertidos. Se hizo famoso en el lugar y todos los niños de los demás pueblos iban allí buscando esos juegos que no conocían y que eran más divertidos que los aburridos ordenadores y videojuegos. IMAGINACIÓN AL PODER Autora: Marta Medina Navarro. - (Primer premio 6ºC) Si veis en el cuento un paréntesis significa que eso Entró en el cuarto con un cuchillo y, y… es la realidad y lo que viene ¡MAMÁ! antes, lo que se imaginan. ¿Qué quieres? ¡Juan me está contando un cuento de mucho miedo! ¡Juan! No le cuentes esas historias a tu hermana pequeña. ¡No soy pequeña! Tengo seis años. ¡Pequeñaja! –Dijo Juan. ¡Mamá! ¡Juan! ¡Inés! Inés, se me está ocurriendo una cosa. ¿Qué cosa? ¿Y si hacemos lo que hicieron en el cuento que nos leyó mamá? ¡SÍ! Hay que encontrar los mapas. En primer lugar, a la cascada del agua (el baño). Llegaron y… - Mira, Inés, dos espadas (dos velas de Navidad). Cojámoslas. Las metemos en el carro. Ahora, al cuarto de “La nave espacial gigante” (el cuarto de sus padres). Entraron y… - ¡Inés, cuidado, un lobo, un buhonero y una juez! (su perro, su padre y su madre). ¡Cogeremos nuestras espadas! ¡Bien! Se fue. Mira, Juan, Una capa que te hace invisible (un mantel de Navidad). ¿La cogemos? ¡Toma! Métela en el carro. Juan, ¿y si cogemos al lobo y lo educamos para que nos proteja de otras fieras? Sí, parecía muy indefenso. Seguro que está en el bosque de los miedos (el jardín). ¡Vamos! Corre. Cuando llegaron no estaba… - ¡Juan! No está. ¡Espera! Y no hables tan alto. ¡Juan! Está ahí. ¡Vamos a agarrarlo! ¡Bien! Lo conseguimos. Vamos a la jaula de las fieras (el garaje). Cuando entraron, Inés empezó a gritar, vio un rinoceronte (un coche) pero luego se le pasó un poco el miedo… - ¡Juan! Nos vamos. –Dijo Inés tiritando. - ¡NO! Espera… He visto unas armaduras (la cubertería de Navidad). - ¡Mételas en el carro y vámonos de aquí! - Por último, vamos al calabozo (la cocina). Cuando llegaron se dieron una gran sorpresa. ¡Estaba toda su familia! - Es verdad. –Dijo Juan. Hoy es el día de… ¡Navidad! Sin darse cuenta, él y su hermana habían cogido todo lo necesario para cenar. Bueno, todo menos la comida. Y así pasaron el día de Navidad Juan y su hermana Inés. 6:59 Autor: Luis Ángel Pastor Pablos (Segundo premio 6ºD) Érase una vez… Ocurrió desconocida historia en desconocido mundo. Todo comenzó en una casa… Había un joven que parecía ser de unos veinte años. Se llamaba Pit. Estaba entrenando con una espada, atacando a un muñeco hasta que llamaron a la puerta. Se acercó y la abrió. Son las nueve y cuarto de la noche: - - Perdone llamar a estas horas. Es que soy pobre… Podría cambiar dinero por… ¡Estas baratijas…! Se te ve en la cara que eres un buhonero. –Dijo Pit. Al instante, cerró la puerta. - No sé por qué lo hacen si casi nunca consiguen lo que quieren. Al dar dos pasos, volvieron a llamar. - Pero serán… -abrió de nuevo la puerta- Muy bien. ¡Si no entiende por qué le he cerrado la puerta, pues es porque no quiero de esas cosas! ¿Perdón? ¡Ah!, perdone; pensaba que era usted un hombre de esos. – Dijo avergonzado. Entonces, ¿qué quiere? –Vio que era viejo por su rostro, y que llevaba una botella con un líquido grisáceo. Veo que es usted un guerrero. ¿Verdad? ¿Qué? –Replicó Pit, sorprendido por lo que dijo. ¿Có… cómo lo sabe? ¿Quién es? Son las 21:18. - No importa quién soy, sino que cojas esto. ¡Ja! Parece que me he equivocado. –Cierra la puerta. ¡Por Ena! ¡Qué día! Después de cerrar la puerta, Pit volvió a donde estaba entrenando. - No le he engañado, señor Pit. –Se oyó de nuevo la voz del viejo. ¿Cómo ha entrado en mi casa? –El chico se quedó helado. ¿Y cómo sabe mi nombre? ¡Lárguese! - ¡Tranquilo!, no quiero hacerte daño; sólo quería enseñarte esto. –Le enseña aquella bebida. Es una pócima para predecir el futuro. No le creo. –Le contestó. ¿No me cree? –Dijo el viejo. Digo su trabajo, me teletransporto, digo su nombre… ¿Y no se cree esto? En fin, más le vale que sea verdad. –Pit cogió la bebida. Son las 22:03. Pit estaba corriendo por la calle hasta llegar a un pequeño edificio de un piso. Al llegar vio a un grupo de gente. Los conocía; eran de su clase de lucha, que se hacía justamente en el edificio donde estaban. - - Has llegado más de diez minutos tarde. –Le dijo una de las personas, delante de Pit. Era su entrenador. Parecía muy enfadado. Te juro que, como vuelvas a llegar tarde, ¡te echo de aquí! Perdone, entrenador. –Contestó Pit. Son las 00:01. Pit volvió a su casa y, antes de irse a dormir, cogió la botella. - Espero que no sea ningún veneno. Se lo bebió y después se fue a dormir. 7:07 En un observatorio, un astrónomo divisaba el cielo: - Mm… veo que la luna se ve más grande. ¡Espera! ¿Dos lunas? ¡Vaya! Si eso es un asteroide. Voy a ver su rumbo. Según mis cálculos… El asteroide va rumbo a… ¿Qué? –El astrónomo se queda de piedra. ¡no puede ser! ¡Tengo que decírselo al general! ¡Tienen el arma necesaria y lo van a eliminar mañana! El astrónomo fue corriendo hacia su coche. Bajó por la rampa que conectaba la montaña con el pueblo, pero en medio del camino apareció un ser encapuchado que asustó al astrónomo. El coche se desvió y, antes de caer al vacío, el astrónomo salió del coche. - ¡Déjeme! –Gritó. ¡El mundo está en peligro! Lo sé… –Dijo aquella cosa. La bestia se convirtió en una nube que atrapó al astrónomo. Al instante desaparecieron el hombre y aquel ser. 12:56 Pit desayunaba mientras veía la película “La tercera guerra mundial”. Al acabar la película, vio el periódico: “A las nueve de la mañana se ha lanzado al mar el “Desting”, un arma para destruir meteoritos. El general Marco decía que no había sido útil durante hacía más de cincuenta años”. Cuando terminó de leer, alguien llamó a la puerta. Pit pensó: <<espero que no sea ni un buhonero ni un viejo loco>>. Abrió la puerta. - ¡Hola, Pit! Era el amigo de Pitt, Francis. ¡Ah! Hola, Francis. –Le saludó. Quería contarte una cosa: Anoche un viejo me dijo que tenía una pócima para predecir el futuro. ¡Vaya! Pues yo me he encontrado algo más raro con el telescopio. Ven, sígueme. 13:32 Pit y Francis vieron en el telescopio una extraña figura en el cielo. - Parece como una nave espacial. –Dijo Francis al mirar aquella cosa. No sé… Creo que debemos preguntárselo al profesor Ricardo. ¿El astrónomo? –Preguntó Francis. Sí. Los dos subieron al coche y fueron al observatorio del pueblo. Son las 14:28 Cuando llamaron a la puerta, nadie la abrió. - Parece que no está. –Dijo Francis. Espera, la puerta está abierta. –Dijo Pit al abrirla. Miraron por toda la habitación, pero no había nadie. - Tal vez no le importará que veamos esa cosa con su telescopio mientras no esté –opinó Pit- Voy a ver la “nave espacial”. Al poner los ojos en el aparato, Pit se quedó boquiabierto. - Madre mía… ¡Esto no es una nave! ¡Mira! ¿Qué pasa? –Francis se asomó al telescopio. ¡Por Ena! ¡Un asteroide! ¡Y viene directo hacia aquí! ¡Tenemos que decírselo a la gente! Ya no hace falta. Pit movió el telescopio hacia donde estaba el pueblo y vieron a personas corriendo, otras asustadas, y coches que intentaban huir del meteorito. - Se ve hasta sin telescopio. ¡Vámonos! –Dijo Francis asustado. Tenemos que llamar a la Policía, a los militares… ¡A todo el mundo! 16:59 “Hay una nueva amenaza para la humanidad. Un meteorito de seiscientos sesenta y seis kilómetros de diámetro se está acercando al pueblo a un kilómetro por hora. El Gobierno dice que chocará, aproximadamente, dentro de doce horas”. -¡Jolín!, estamos perdidos. –Dijo Pit en medio de las noticias. Lo peor es que, justo esta mañana acabaron con nuestra única oportunidad: El “Destiny”, que era para eliminar asteroides, como el de hoy. Hay dos noticias: Una buena y otra mala. La buena es que podrían rehacerla con los planos. La mala es que han sido robados. - - Sí, lo estamos. –Añadió Francis. ¡Espera un momento! A lo mejor alguien ha creado ese asteroide. ¿Como quién? –Pregunta Francis. ¿Sabes? Aquel viejo que vino anoche a mi casa, dijo mi trabajo, mi nombre y entró en mi casa con la puerta cerrada. Tal vez lo que me tragué anoche fue una pócima para quedarme dormido y no enterarme de que él creara el asteroide porque soy un guerrero. Puede ser… En la ventana, Pit vio un rostro familiar: Era el viejo de la noche anterior. - ¡Es él! –Gritó Pit. ¡A por él! Salieron de la casa de Pit y corrieron tras el viejo. - ¿Eh? ¿Qué quie…? ¡Ah! –El viejo cayó al suelo atrapado por los dos. ¿Qué queréis? 23:50 “Han descubierto al creador del asteroide”. –Se oía en la televisión. “También parece haber asesinado al astrónomo Ricardo Fenixe” - ¡Venga!, es la hora del juicio. –Pit apagó la televisión y los dos fueron al juicio. Se abre la sesión. –Dijo la juez. Estaba en mi casa –comenzó a hablar Pit- y apareció ese viejo y me da una botella que me deja dormido y él crea el meteo… No es verdad. –le corta el viejo- Yo no había creado ese asteroide. Fue mi hermano Rinkah. - - ¿Tu hermano? ¿Cómo lo sabes? Somos gemelos. Por eso sé lo que hace él. ¿Y por qué ha creado ese meteorito? –Preguntó la juez. Verán. Hace mucho tiempo, en este mundo había un rey malvado que mataba a mucha gente. Un día fue asesinado y se convirtió en un espíritu maligno. Ese espíritu se reencarnó en mi hermano y, para vengarse, creó su propio meteorito para acabar con todo este mundo. ¿Y dónde está ahora, exactamente? –Dijo Pit. Mmm… ¡Aquí! Una explosión destruyó todo el edificio. Todas las sillas salieron volando con la gente. De repente, se asomó una figura humanoide. 1:35 ¡Ja, ja, ja! Me habéis descubierto, pero no tendréis tiempo para contarlo. –Era Rinkah, el hermano poseído del viejo encapuchado. Rinkah bajó las manos y todo volvió a estar normal, pero en el reloj de Pit algo cambió: Son las 6:59, un minuto para la colisión del meteorito. Sí, el tiempo había cambiado, y el asteroide se veía muy cerca del suelo. - ¡Ja, ja, ja, ja, ja..! ¡¡¡Hasta siempre, mundo cruel!!! ¡Nooo! –Gritó Pit. No te preocupes. -le dijo el viejo- esto todavía no ha pasado. ¿Qué quieres decir? Aún puedes cambiar este futuro. ¿Y, cómo? Todo esto ha sido un sueño. La bebida que te tragaste no era más que agua con colorante. Tu puedes ver el futuro en sueños. ¡Tienes ese don! Ahora, cuando despiertes, encuentra a Rin… Todo se volvió oscuro y se oyó un tremendo ¡BOOM! Parecía ser el fin. Pero entonces… - ¡Ah! Son las 6:50 de la mañana, diez minutos para la creación del meteorito. - ¡Qué sueño! –Dijo Pit un poco mareado- ¿Podría ser…? ¡Sí! ¡Entonces voy a por Rinkah! Fue corriendo al edificio donde tenía clases de lucha y cogió una espada de hierro. Al salir, Pit oyó: - ¡Oh! ¡Gran Ena! ¡Dame tu poder! –Era Rinkah; estaba en la torre del pueblo. Pit recordó que tenía un tirachinas, así que, apuntó bien y disparó. - ¡Agh! -gritó Rinkah por el dolor- ¡Tuu! Desapareció. Pit miró a su izquierda y después a su derecha. Al mirar de nuevo al frente, apareció Rinkah, a punto de atacarle. Antes, se protege con su espada. Pit le intenta atacar, pero Rinkah se transforma en una nube oscura que sale volando, y que se transforma en una roca. Pit da una voltereta, y esquiva el golpe. Rinkah vuelve a su forma normal e intenta darle una patada a Pit, pero éste se aparta y Rinkah se cae. Pit da un salto y le clava la espada en el corazón a Rinkah. - ¡Nooo! –gritó Rinkah- ¿Cómo sabías que iba a acabar con todo el mundo? ¡AAGH! Pit supo que le había matado cuando dejó de moverse. - ¡Bravo, Pit! –el viejo encapuchado estaba detrás de él- Has acabado con el espíritu maligno y has hecho recuperar a mi hermano. ¡Gracias! ¿Eh? –Rincah se levantó- ¿Qué ha pasado aquí? No, gracias a ti. Sin ti el mundo se habría ido al carajo. ¿Cómo? ¿El mundo al carajo? –Rinkah había vuelto a la normalidad y no sabía lo que había pasado. Nada, hermano. Vamos a casa. Buenas noches, Pit. Adiós. LA NIEBLA ENTRE UNA CASA Autor: Fabio Rodríguez Castaño. (Segundo premio 6ºC) Hola, me llamo Javier; Javi para los amigos. Tengo los ojos verdes, pelo castaño y mi madre dice que soy muy extrovertido. Tengo diez años, voy al colegio del barrio con mis amigos Víctor y Álex. Los dos me caen muy bien. A mí me gusta el béisbol, juego en mi jardín; de hecho, un día estrellé mi pelota de béisbol en una casa oscura en la que me abrió la puerta una juez. No me devolvió el balón y me dio un portazo en todas las narices. Me fui a mi casa y me olvidé de aquello. Ya con diecisiete años les dije a mis amigos que podríamos entrar en la casa y quitar las pelotas que se me habían caído a lo largo de los años. - Lo siento, Javi, creo que no me atrevo a entrar. –Me dijo Víctor. Yo sí entro contigo, Javi. –Dijo Álex. Bien, pero ¿Qué hacemos con Víctor? –pregunté. No sé… Yo le mandaría a su casa, -dijo Álex. Pero es nuestro amigo –Dije yo. Bueno, que nos observe; primero entro yo que soy el que tiene la linterna, -dijo Álex. De acuerdo. –le respondí tembloroso como un flan al ver la cara que tenía Álex de náuseas. Eso sí, es todo un valiente con dieciséis años. Víctor no tanto con dieciocho que tiene. Entramos a la casa cuando, de repente, se abrió el suelo con una enorme grieta y estallaron las ventanas de la casa de la juez, o como la llaman: “La jueza Correra”. Víctor, que no veía nada, huyó al oír semejantes sonidos. Álex, entre una niebla oscura se dirigió al almacén de balones. Pero yo, con mis ojos, vi el momento en que la juez nos sorprendió con unas agujas costureras en el sótano de la casa. NARRADOR: Dichos niños huyeron de la niebla y volvieron a sus casas. Minutos después se llamaron y, contándose entre los dos lo que había pasado, no volvieron a pestañear los párpados. Llamaron al timbre. Abrí; era un buhonero. Salí a ver si me interesaba algo a pesar de que mis padres me decían que no abriese ala puerta a esas personas. Me daba curiosidad una especie de espejo dorado mágico. Decía dicho señor: ¡vamos! Yo, con mis ya veinte años no le creí, desde luego. NARRADOR: Javier llamó a Álex y le explicó lo del espejo. Los dos quedaron en un parque cerca de su instituto. Querían ir más allá. Para esto llamaron a Víctor, que no cogía el teléfono. Fuimos a su casa y encontramos su cuerpo degollado. El forense nos dijo que había sido apuñalado con una especie de daga antigua, con el signo 16º de Slin Road. Yo me di cuenta de que era el número y la calle en la que vivía una juez. Estaba Álex que no suspiraba siquiera. Llegué al fin con Álex a la casa de la juez. Tocamos el timbre y, como era normal, no abrió la puerta. Tramaba algo. Cogimos el arma, que era un espejo, dijo Álex. Yo le dije que por probar no pasaba nada. Entramos por las ventanas y ahí estaba. La enfocamos con el espejo y al verse, se desintegró. Salimos de la casa pitando porque se estaba hundiendo. NARRADOR: Los jóvenes de esta historia sobrevivieron. La casa se destruyó y Víctor, nuestro amigo murió de una manera indescriptible. Estos chavales cada día que pasa, lo piensan, y a sus nietos se lo contaban y dichos nietos les creían por su angustiada cara. Todos los días iban a ver la tumba de un amigo fallecido por la juez. Le pregunté a Álex que cómo es que la juez se desintegró con un espejo y Javier también le preguntó eso al buhonero. El buhonero le respondió: - Eso es porque los espíritus de tus más querían atacar por dentro a tu adversario. Javier sonrió porque sabe que por una vez su amigo Víctor le ayudó. NARRADOR: Y así fue todo lo que ocurrió en el barrio de Slin Road en el año 1.986. El narrador me preguntó que quién escribió esta historia si yo no había nacido. ¿Y este niño tan extrovertido, como decía su madre, no será el mismo que escribió esta historia en vez de yo? EL MATARRATAS MÁGICO Autora: Cristina Hernández Riesco (Tercer premio 6ºD) Érase una vez un buhonero triste y pobre que iba por las casas vendiendo cosas de poco valor, como un peine, un tablero de parchís, etc. Un día pasó por una casa en la que vivía una familia humilde con dos hijos, un loro y un perro. El loro se llamaba Polie y hablaba un montonazo y el perro se llamaba Boss. Era muy juguetón y siempre estaba en alerta por si venía alguien. Los niños eran encantadores. La niña se llamaba Ana, pero la llamaban Anita porque era la más pequeña. El niño se llamaba Raúl y era muy burro y armadanzas. Estaba todo el rato picando a su hermana. Pero un pequeño animalillo acabó con su felicidad. Era un ratoncito que no les dejaba de roer los cables y de comerles la despensa. Pero cuando llamó el buhonero a su casa le compraron un matarratas que también servía para ratones, pero antes de que se lo llevaran les dijo: - Tened cuidado; sólo rociádselo a los roedores. Pero Raúl y Anita ya estaban discutiendo otra vez y Raúl cogió lo que tenía más a mano para defenderse y apretó. Pero Anita se agachó y el matarratas le dio a Polie, que al instante desapareció. Todos se quedaron alucinados y a Raúl se le cayó el spray y rodó hasta los pies de Ana. Ésta pensó: “¡Ah!, a si le si le rocío a Raúl, desaparecerá y no me volverá a picar”. Entonces le roció pero Raúl fue a atarse el cordón y Ana le dio a Boss. Se sorprendió y se le cayó otra vez el spray. Entonces lo fue a coger Rául, pero fue también Anita y ya se estaban peleando por el spray y se rociaron los dos. Aparecieron en un sitio en el que los coches volaban, sin ser naves. No sólo había gente, sino también robots y a Polie y a Boss la gente les miraba como si fueran bichos raros. Entonces Ana se puso a Polie en el hombro y Raúl cogió de la correa a Boss, que la tenía arrastrando. Preguntaron a un robot y a un señor: - ¿En qué siglo estamos? En el siglo XXX. ¡Hala! Han pasado mil años. –Se dijeron los dos. Fueron corriendo otra vez hasta el robot y el señor y les dijeron: - ¡Oye! ¿Han inventado algo para viajar en el tiempo? Sí, pero no está aquí; está en Marte. Mientras tanto, en el siglo XX sus padres estaban preocupados y encontraron el matarratas en el suelo. Fueron al jurado y denunciaron al buhonero. La jueza, después de pensárselo muy bien, decidió que se quedaría el buhonero en la cárcel hasta que aparecieran los niños. Los niños, que tenían una cuenta en el banco, fueron y, como el banco les daba un poco de dinero cada no sé cuanto tiempo, como habían pasado mil años, tenían un montonazo de dinero que les daba para coger una nave de primera clase y les sobraba. Fueron a Marte pero, como había guardianes y no les dejaban pasar, Polie voló sin que se dieran cuenta y repitió la voz de un señor se distrajeron. El perro fue a por uno y los niños a por el otro. Fueron corriendo hasta una cúpula que había, pero había que pagar para utilizarlo. Entonces les dijeron el precio y sólo les faltaba un euro en monedas del futuro. Se disgustaron mucho y cuando se iban, Ana tenía frío y se metió las manos en los bolsillos, aunque sólo tuviera 20 céntimos. Se lo pidieron por favor al señor. Éste pensó: “¡Qué suerte!, con eso ganaré una pasta por parte del museo, porque es una pieza única en el mundo”. Entonces dijo: - Bueno… Os lo pasaré. Los niños se pusieron muy contentos y se pusieron en marcha. Cuando llegaron a casa sus padres estaban dormidos. Ellos se metieron en la cama y se durmieron. Cuando se despertaron sus padres estaban llorando, pero cuando les vieron se alegraron mucho y les preguntaron que qué había pasado. Ellos hicieron como si no hubiera pasado nada y les dijeron que habría sido un sueño. Fueron corriendo hacia la juez y le dijeron que ya estaban allí y que dejara en libertad al buhonero. La juez les hizo caso y le dejó en libertad. Cuando los padres vieron al buhonero dijeron: - ¡Hala! ¡Es verdad! Era todo un sueño. ¡Qué susto! Les abrazaron. Los niños se miraron mutuamente y sonrieron disimuladamente y Polie dijo lo que les había dicho a los soldados. Y todos se rieron. LA FAMILIA KENY (Autora: Marta Santos Aguilar) (Tercer premio 6ºC) Estaba nevando y la familia Keny intentaba construir una casa donde refugiarse. La familia Keny era pobre. Estaba compuesta por el padre, Álex Keny, la madre, Nuria Keny, la hermana mayor, Mónica Keny y el hermano pequeño, Pepe Keny. Álex estaba intentando clavar la madera en el suelo y Pepe poniendo los clavos. Mónica hacía cemento, mientras Nuria colocaba los ladrillos, detrás de la madera que ponían los chicos. Reinaba el silencio; sólo se oía el sonido de los clavos y las quejas de todos al estar soportando aquel frío. De repente, dijo Mónica: - ¡Ojalá terminemos la casa de una vez! Llevamos dos días intentando hacerla y con tanta nieve no se hace nada. Sí -dijo su padre- ¡Es un rollo! Su madre y Pepe seguían trabajando, pero… su madre gritó: - ¡Mirad, un señor! ¡Señor, ayúdenos, necesitamos una casa cuanto antes! Cuando el señor llegó, resultó ser un buhonero. La madre dijo: - ¿Nos puede ayudar? Somos pobres. Sí –dijo bajándose de la bicicleta- pero no construyendo. ¿Qué quieres? ¿Cuerdas, bolsos, una cinta “pa” la niña…? –dijo con esa cancioncita de comerciante¡Yo quiero una cinta! –Gritó Mónica. Así me la pongo sobre las orejas y me las calienta ¡Buena idea!, Mónica –dijo su madre- Nos compraremos una cada una si son baratas y nos ayudarán a seguir construyendo. Son a 5,80 € cada una –dijo el buhonero. - Así no se las vamos a poder comprar, como mucho 2 € por las cuatro cintas –Dijo Nuria. ¡Vale, 2 € todas! Dos euros… ¡Toma! –Dijo la madre. Muy bien, cuatro cintas. Y entre dientes dijo: ¡Se os quemarán las orejas, por no pagar lo debido! Y se marchó (se entiende que en su bicicleta). La familia Keny se quedó las cintas y se las puso rápidamente. Pronto terminaron la casa, pues se calentaron y empezó a dejar de nevar. Se metieron en la casa, a tres kilómetros del pueblo de Villa Flor y se pusieron a decidir donde colocar la chimenea para calentarse en los fríos días como ése. De pronto, se les empezaron a calentar demasiado las orejas, pero pensaron que era de la nieve, que de puro fría se había vuelto caliente. Se quitaron entonces las cintas y las amontonaron donde sería la chimenea. ¡Estaban supercalientes! Entonces empezaron a pensar por qué les había engañado el buhonero. ¡No se les ocurría nada como para que el buhonero se enfadase! De pronto dijo Pepe: - ¡Pues claro! Mamá, ¿no te acuerdas que las quería vender a 5,80 cada una? ¡Esas serían las verdaderas! Pero venía preparado y aceptó 2 €, y a cambio nos timó. - Sí, ese hombre no tiene corazón. –Dijo Mónica. Ni siquiera se pensó si ayudarnos o no. - ¡Le denunciaremos! –Dijo entonces Nuria. Pero… ¿con qué dinero? Nos queda el justo para sobrevivir este mes. Y una denuncia cuesta mucho. - ¡Intentaremos pues, buscar a alguien del pueblo que nos ayude! Salieron de casa, la cerraron con una vieja llave y se fueron al pueblo. Entonces Nuria se acordó de una buena amiga suya a la que no le quitaron ni su casa ni su dinero. Porque ellos no eran pobres: antes tenían su casa con su dinero, pero llegaron los Soñadores que eran algo así como los Romanos y les desterraron y les quitaron el dinero a todos. Pero a Laura, que así se llamaba su amiga, no, porque ella, por suerte, era con la que soñaba Bel, el rey de los Soñadores, y a ella le dejaron todo. Buscaron a Laura y a ella le dio pena, pues también la había timado el buhonero. Se tomaron el té con Laura ya por la tarde y fueron juntos a denunciar al buhonero con el dinero de Laura. El buhonero, en ese instante estaba intentando engañar a un juez y así la juez que les atendió le pidió a su compañero una cinta y que insistiese en pagar 50 céntimos. El juez la compró y se la dio a la juez, que descubrió que realmente era peligrosa. Buscaron al buhonero, pues se había enterado de lo que pasaba y ahora correteaba en su bicicleta entre los muchachos para distraerlos. Le consiguieron detener y juzgar y finalmente fue mandado a la cárcel dos años por intentar burlarse del juez y cuatro por la cinta peligrosa. Los Keny vivieron una temporada con Laura y ella les dio dinero para hacerse una casa mejor, les buscó trabajo y se hicieron aún más amigos. Y todavía hoy los Keny agradecen a Laura su ayuda.