Con María testimonios y anunciadoras de alegría

Anuncio
INSTITUTO HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA
fundado por san Juan Bosco
y por santa María Dominica Mazzarello
N. 945
Con María testimonios y anunciadoras de alegría
«Quería deciros una palabra y la palabra es alegría.
Donde están los consagrados, siempre hay alegría!»
Queridísimas hermanas: He querido iniciar esta circular con la bellísima expresión del Papa
Francisco que encontráis en el inicio de la Carta-circular Alegraos, escrita por la
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y la Sociedad de Vida Apostólica en
preparación al año dedicado a la vida consagrada que celebraremos en el 2015. En esa
carta se recogen preciosos elementos del magisterio del Papa Francisco sobre la vida
consagrada.
Acojamos con corazón de hijas sus reflexiones, que nos sitúan en plena sintonía, en la
Iglesia, con todas las consagradas y consagrados del mundo. Nos ponen sobre todo en
comunión con María que, de manera inesperada, sintió vibrar en su corazón una palabra
llena de misterio. La palabra de alegría de parte de Dios en la Anunciación se convierte
después en agradecimiento por las cosas grandes que el Señor realiza en ella cuando se
hace misionera de su prima Isabel. «Alégrate, el Señor ha pensado en ti». Ella, con
asombro y gran fe, entonó un canto de alegría: Magnificat.
Dios está realizando grandes cosas también en nuestra vida y hasta podemos decir que
está haciendo de nosotras una alegría y un magníficat, como así fue para María. Quisiera
que estuviéramos profundamente convencidas de ello; por esto procuraré reflexionar con
vosotras sobre un aspecto que es típicamente evangélico y salesiano, teniendo como
referencia aquel Alegraos que el Papa Francisco nos repite. Al mismo tiempo estamos
invitadas a encontrar en las Cartas de la madre Mazzarello, como también en las
Constituciones, varias referencias a la alegría.
Miremos a María, que dio luminoso testimonio de fidelidad en cada instante de su
existencia. Podremos así descubrir la belleza de sentirnos envueltas por el amor de Dios
que no se cansa de llegar a nosotras con nuevas anunciaciones.
Como le sucedió a María, el miedo del misterio, que a menudo envuelve nuestros días,
dará paso a la confianza en las promesas de Dios para el
cual nada es imposible.
Por consiguiente, en este mes de mayo a ella consagrado, dejémonos inundar por la
alegría. Es un valor irrenunciable para quien ha optado por seguir a Jesús. Me atrevo a
decir que la nuestra es una vocación de alegría que don Bosco y la Madre Mazzarello
testimoniaron de manera excelente y señalaron como camino de santidad, guiados y
sostenidos por María Auxiliadora.
Alégrate, exulta de gozo
Con esta palabra “alégrate” empieza el evangelio. La alegría tiene origen en Dios. Él entra
de forma sorprendente e inesperada en la casa y en la vida de una muchacha. Pero ¿cuál
es hoy el motivo de la alegría en un mundo que muchas veces parece dominado por la
tristeza, por la contradicción, por la vanidad, por la fragilidad y por la muerte?
“El Señor está contigo”. Con este anuncio, María se deja habitar totalmente por Dios y se
convierte en su morada. La alegría viene de la presencia del Señor, de estar en relación
vital con Él. El Señor ¡es alegría!
Esta palabra se pronunció en la casa donde María habita, en la cotidianidad: lugar de
silencio, de atención, de libertad, de relación, de cercanía; un lugar pobre y humilde, pero
que tiene la puerta abierta hacia el infinito. La casa de María custodia la belleza de lo que
es humilde, escondido; donde todo sabe a familia y a autenticidad.
En esta casa la Palabra de Dios puede resonar con libertad. El Ángel entra en ella. Le pide
que se abra a la alegría. La buena noticia no se puede acoger si el corazón no cree, no
espera, no está dispuesto a lo inédito de Dios. Esto no quita la turbación. Por esto el Ángel
la tranquiliza: “No temas: tú has hallado gracia junto a Dios .Él te ha mirado”. Luego le
anuncia el misterio de la encarnación del Hijo de Dios: “Concebirás un hijo y lo llamarás
Jesús”. María se sorprende pero no pide un signo, pregunta el sentido: “¿Cómo ocurrirá
esto?”
Se realizará en la humildad, característica fundamental del actuar de Dios. “El poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra.”
El sí de María ahora estalla lleno y confiado: acoge el misterio que ritmará su vida hasta el
final. Con su sí la adhesión de María coincide con la adhesión del Hijo al único designio de
amor del Padre. María se hace “casa viviente” del Señor, templo donde habita el Altísimo
(cf. Benedicto XVI, Homilía en Loreto, 4 de octubre 2012).
Contemplándola en toda su belleza interior preguntémonos si, como ella, estamos
dispuestos a las peticiones del Señor, si queremos ofrecer nuestra existencia para que sea
una morada habitada por Él o, más bien, si nos frena el miedo de que sus anunciaciones
puedan limitar nuestra libertad de reservarnos una parte de nuestra vida para que sólo
pueda pertenecer a nosotras.
Apenas el ángel se alejó de ella, María partió a toda prisa hacia las montañas de Judea
para compartir con Isabel la alegría que llevaba en su seno.
Queridas hermanas, la casa de María es la casa de la alegría. También nosotras, como
ella, hemos recibido una vocación. El Señor nos ha dicho: “¡Cuento contigo!”.
En la carta Alegraos escuchamos la Palabra del Papa Francisco que nos dice: la alegría
nace de sentirnos miradas por Dios, elegidas por Él y continuamente empujadas a salir de
nosotras mismas para centrar nuestra vida en Cristo (cf. n. 4). Nos pide que recorramos un
camino sapiencial, que realicemos un peregrinaje interior para salir a primera hora adonde
los espacios son cálidos en relaciones amigas, la inteligencia es llevada a abrirse al
misterio, la decisión determina que está bien seguir a este Maestro que sólo tiene palabras
de vida eterna (cf. Jn 6, 68).
Él nos invita a hacer de la existencia una peregrinación de transformación en el amor. Es
importante detenernos en el fotograma de salida: “la alegría del momento en que Jesús me
ha mirado”. Esta parada permite renacer, renovar el encuentro personal con Él y buscarlo
cada día sin parar, escuchar la voz de Dios que me dice: “Goza: tú eres importante para
mí” (cf. n. 4).
Con las palabras del Papa Francisco, os pido a cada una de vosotras: “Mira en lo profundo
de tu corazón, mira en lo íntimo de ti misma, y pregúntate: ¿tienes un corazón que desea
algo grande o un corazón adormecido por las cosas? Tu corazón ¿ha conservado la
inquietud por la búsqueda o lo has dejado sofocar por las cosas, que terminan por
atrofiarlo?” (n. 4).
¿Cómo respondemos hoy al Tú de Dios que nos llama por el nombre? La llamada que un
día percibimos ¿es capaz de abrirse al futuro, de iluminar todos los pasos a lo largo del
camino? ¿Calienta el corazón y sabe despertar el corazón de los demás?
Personalmente quisiera preguntaros: ¿cómo es la casa de nuestro corazón y la de las
comunidades? ¿Resuena con la alegría de la llamada; está penetrada por la búsqueda de
sentido, de la acogida de la Palabra y del compromiso de dejarnos transformar por ella
hasta generar vida?
Llamadas a ser alegría y a comunicar alegría
Mirar a María en su vida cotidiana y contemplarla en los momentos fuertes en que Dios la
llamó a repetir su sí, abre para nosotros horizontes infinitos de luz.
La circular En preparación al Capítulo Genera XXIII nos ayuda a revisitar experiencias
significativas vividas por María. En la vida de Jesús y de la Iglesia ella realiza el significado
bíblico de la casa como morada de Dios. Os invito a penetrar estas experiencias con la
inteligencia del corazón y con el amor de las hijas que desean ardientemente parecerse a
la Madre y con ella construir algo nuevo, para preparar un mañana prometedor de
esperanza y fuente de alegría.
La encontramos en el momento de su primer sí en Nazareth y la seguimos en su ida al
encuentro de Elisabeth, donde la casa se llena de alegría y brota el canto del Magnificat
que resuena hoy todavía en todo su esplendor. Gozamos por su osadía en Caná y sufrimos
con ella a los pies de la cruz, en el momento a la vez fatigoso y gozoso, cuando se entrega
Jesús y Juan la acoge en su “casa”, en su vida, en su corazón. Permanecemos con ella en
el cenáculo, una casa que recuerda la intimidad de Jesús con los suyos y que ahora, vacía
de la presencia física del Hijo, está habitada por el Espíritu Santo fuente de alegría.
María, en toda su vida es para nosotros un luminoso testimonio de cómo construir casa,
cómo habitar la casa, cómo ser casa. Es un itinerario de fuerte contenido pedagógico que
nos lleva a los orígenes carismáticos, cuando don Bosco y la Madre Mazzarello se dejan
guiar paso a paso con inmensa confianza por su presencia.
Podemos decir que Valdocco y Mornese son “tierras de alegría” en las que se experimenta
el reflejo de Dios y la alegría del corazón (cf. Is 66,14) que irradia y difunde la belleza de
una vida entregada totalmente y sin condiciones a Dios, como la de María fundada sobre la
Roca, sobre la fe en la Palabra. Un motivo grande de alegría es la presencia de los jóvenes
y de las jóvenes en nuestra vida y en nuestra oración. Ellos nos llenan de gozo.
EL Papa Francisco nos recuerda que la belleza de la consagración «es la alegría, la
alegría… no hay santidad en la tristeza… no estéis tristes como quien no tiene esperanza.»
(Encuentro con los Seminaristas, Novicios y Novicias, 6 julio 2013).
La alegría es parte esencial de nuestra identidad de mujeres consagradas salesianas. No
es un adorno de circunstancias, ocasional, de fachada. Si así fuera, caeríamos en la
desilusión de una vida construida sobre arena; sobre la búsqueda efímera del éxito
personal, de la afirmación de sí, de la autorreferencia, del contingente.
Tengo en el corazón la certeza de que María espera vernos FMA ricas de alegría, llamadas
a proteger la identidad carismática con fidelidad e inculturarla en un contexto social
complejo, pero rico de nuevas oportunidades para el anuncio del evangelio.
Quizás nace en algunas un sentimiento de nostalgia o de desánimo pensando en que
aquella atmósfera de Valdocco y de Mornese no siempre la encontramos en nuestros
ambientes.
A veces la sentimos lejos de nosotras, casi como un valor perdido que nos creemos
incapaces de hacer brillar en nuestras comunidades. Si en nosotras anidara este
sentimiento, os pido con todo el corazón que lo alejéis como una peligrosa tentación que
puede manifestarse en los momentos de duda, de incomprensión, de fracaso pastoral o en
otras situaciones de sufrimiento personal y comunitario.
Son situaciones que forman parte de la vida y que pueden encontrar consuelo en la palabra
del Papa que nos invita a mirar a María: «A los pies de la cruz, María es mujer de dolor y al
mismo tiempo de la vigilante espera de un misterio, más grande que el dolor, que está a
punto de realizarse. Todo parece verdaderamente acabado; toda esperanza podría
considerarse apagada. Recordando las palabras de la Anunciación hubiera podido decir: no
se han realizado, he sido engañada. Pero no lo dijo. Sin embargo ella, bienaventurada
porque ha creído, desde esta fe suya ve abrirse el nuevo futuro y aguarda con esperanza el
mañana de Dios.» (A las monjas Camaldulenses, 21 noviembre 2013).
Una clave para afrontar y superar tales situaciones se halla en procurar hacer felices a las
personas con quienes nos relacionamos, las hermanas y los jóvenes, para que juntos
seamos buscadoras y buscadores de Dios y del sentido de la vida. Nuestra felicidad
debería ser la de hacer felices a los demás. Éste es el camino que también sigue el Señor:
Él es feliz cuando nuestra vida resplandece de alegría, de felicidad. Hermanas, ésta es la
verdadera fecundidad de nuestra existencia de consagradas.
Reflexionemos en profundidad sobre nuestra vida de fe. ¿Se funda en nuestras fuerzas o
en la roca que es Jesús? ¿Nos sentimos disponibles, como nos pide el Santo Padre, para
no ver sólo el hoy, sino para estar abiertas al mañana de Dios o a sus sorpresas?
Las preguntas del Papa sugieren también las condiciones para ser hoy con los jóvenes
casa que evangeliza, como lo fue para nuestros Fundadores. Lo mismo puede ser para
nosotras: casas fundadas en Dios y habitadas por su presencia. Casas donde se genera
vida y se la promueve con gestos de humanidad sincera, preveniente, cálida de afecto y de
respeto.
Guardo en el corazón el deseo de tantas hermanas que comparten conmigo su profunda
necesidad de “habitar” en comunidades que tengan el rostro de una familia, donde Dios sea
el centro y donde se vivan relaciones auténticas, abiertas a hacerse cargo juntas de la
misión, sin resistencias individualistas. ¿Qué hay, que tal vez pueda impedir a las FMA
construir, día a día, la familia por Él querida del da mihi animas cetera tolle?
Procuremos ser cada vez más conscientes de que cada una de nosotras está llamada, de
manera única e insustituible, a fomentar la alegría de la comunidad y de toda la casa para
que las jóvenes y los jóvenes deseen compartirla y comunicarla. El Instituto tiene un rostro
de alegría si cada FMA, cada comunidad, acepta con amor que Dios disponga libremente
de su vida para la construcción de su Reino.
Os pido que os preguntéis con sinceridad y objetividad, a la luz del Espíritu Santo, sobre
esta dimensión, invocando la ayuda de María para comprender, acoger y vivir lo que Él os
sugiera.
Con gusto releo con vosotras lo que testimonió la madre Enriqueta Sorbone sobre la vida
de Mornese: «Gran obediencia, sencillez, exactitud a la santa regla; admirable recogimiento
y silencio; espíritu de oración y de mortificación; candor e inocencia; amor fraterno en las
conversaciones, gozo y alegría tan serena que parecía un ambiente de Paraíso.»
(Memorias privadas de la madre Enriqueta Sorbone).
Ésta era la mística mornesina. Y la alegría es un elemento típico de la experiencia vivida en
los orígenes. ¿Es posible también para nosotras, vivirla hoy en nuestros ambientes y
transmitirla en la misión que se nos ha confiado?
Si así fuera, podemos, con audacia y nueva pasión apostólica, salir hacia las periferias para
testimoniar la cultura del encuentro con los más necesitados, sobre todo los jóvenes, a los
cuales regalar una sonrisa y una mirada, elementos fundamentales de relación. Los gestos
son un lenguaje más elocuente que las palabras. Las verdaderas periferias, nos hace
comprender el Papa Francisco, no sólo son las geográficas, sino las del espíritu.
Que la presencia de María en nuestras comunidades nos ayude a redescubrir el valor de la
alegría y a comunicarla en cada ambiente, aún a costa de no ser comprendidas o de ser
consideradas ingenuas. Creo que éste es el camino justo para que ninguna persona,
cercana o lejana, sufra por encontrarse viviendo en el desierto de la soledad y de la
indiferencia.
De la casa a la periferia
Salir, caminar, ir, son verbos repetidos por el Papa con frecuencia y convicción. Son un
urgente reclamo a ser Iglesia misionera, llamada a “despertar” al mundo con la alegría del
evangelio, como nos invita la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium. María, la Mujer del
Magníficat, realizó estos pasos con sencillez, humildad y determinación. Es la Mujer
misionera por excelencia que, al ir hacia su prima Isabel, compartió el misterio de alegría
que llevaba en su seno.
El Instrumento de trabajo en preparación al Capítulo General XXIII remarca que María,
abierta al Espíritu, en escucha dócil y contemplativa de la Palabra, se hace misionera, sale
y va a comunicar una Buena Noticia, anuncia en el Magníficat la presencia de Dios en la
historia.
Salir, ir, encontrar, indican los pasos que también nuestros Fundadores realizaron. Por ello,
podemos definirlos como especialistas en contemplar y en salir, prontos a afrontar las
dificultades inéditas de un camino nuevo (cf. Instrumento de trabajo, n.12).
Salir de la casa para ir hacia las periferias no es una evasión, sino un compromiso
evangélico y carismático que hoy nos interpela profundamente. No debemos evitar el
desafío de estrechar relaciones con los más pobres y alejados; tener una mirada de ternura
hacia los jóvenes más necesitados. Ir hacia las periferias del espíritu conlleva encontrarse
con la crisis de los valores, sentirse comprometidas a hacer redescubrir el valor de la
conciencia recta, a hacer experimentar la alegría de ser de Cristo, como testimonios de la
fe en Él.
Permaneciendo en las periferias con la mirada de María, tocamos la vida y las personas,
nos convertimos en mujeres capaces de sanar heridas, de construir puentes, de ayudarnos
a llevar las cargas unos de otros (cf. Gal 6,2).
Construimos comunidades que se dejan evangelizar y, con misericordia y esperanza, en un
estilo creativo y flexible, saben narrar el evangelio, acompañando a los jóvenes al
encuentro de Jesús.
Esta experiencia es capaz de involucrar a muchas personas, particularmente jóvenes, para
edificar juntos una sociedad como casa para todos. (cf. Instrumento de trabajo, n. 24)
Soy consciente de que no es un camino fácil. A veces puede parecer utópico e ilusorio. A
este respecto quisiera compartir con vosotras una reflexión alentadora del Santo Padre:
«Estamos llamadas por Dios, con nombre y apellidos, a anunciar el evangelio y a promover
con alegría la cultura del encuentro. La Virgen María es nuestro modelo. En su vida dio el
“ejemplo de aquel afecto materno que debería inspirar a todos aquellos que cooperan en la
misión apostólica que la Iglesia tiene de regenerar a los hombres.” (Lumen Gentium 65). Le
pedimos que nos enseñe a encontrarnos cada día con Jesús.
Y cuando tenemos muchas cosas que hacer y el tabernáculo permanece abandonado,
invoquémosla para que nos coja de la mano. Mira, Madre, lo desorientada que estoy,
llévame de la mano. Que nos empuje a ir al encuentro de tantos hermanos y hermanas que
están en la periferia, que tienen sed de Dios y no tienen quien lo anuncie. Que no nos eche
de casa, pero que nos empuje a salir de casa. Es así como somos del Señor.» (Homilía, 27
de julio 2013).
Acojamos estas sabias y provocadoras palabras del Papa con la certeza de que con Jesús
se experimenta la auténtica alegría. No es un bien privado, sino un valor para irradiar sin
miedo de convertirlo en bien común. La alegría que queremos compartir con y por los
jóvenes es la alegría misionera que surge de la conversión personal y comunitaria, de la
conversión pastoral.
Os hago todavía otra pregunta con mucha esperanza: ¿estamos atentas a las situaciones
que muchas personas y familias están viviendo, dispuestas a salir al paso de quien sufre, a
ponernos en la longitud de onda de cuantos han equivocado el camino de la fe o lo están
buscando con esfuerzo?
Como comunidades educativas y como FMA, deseamos que muchos jóvenes puedan
saborear aquel ¡Alégrate! Porque Dios los ama, los llama, los perdona con la ternura de
Padre. Custodiemos en nosotras este deseo con la renovada pasión del da mihi animas
cetera tolle que se convierte en experiencia de comunión entre nosotras, las jóvenes y los
jóvenes, en un clima de espontaneidad, de amistad y de alegría (cf. C 66).
Os doy las gracias de corazón y, a través de vosotras, deseo llegar a todas las personas,
en particular a los jóvenes, que están dispuestos a salir, a hacerse misioneros de la
Palabra con la vida.
Creo que es una respuesta muy positiva para hacer de nuestros ambientes casas donde la
alegría se respira se comparte, al estilo de María.
No es esto tal vez una manera de crear hoy ambientes donde maduran las vocaciones?
El 24 de mayo en Turín, junto con las hermanas del Consejo, recibiré la bendición de María
Auxiliadora sobre todo el Instituto caminando por las calles del mundo. Verteré esta
bendición sobre todas vosotras, sobre vuestras familias, sobre las personas que comparten
con nosotras la misión, sobre la multitud de niños, muchachos y jóvenes con quienes nos
encontramos cada día.
Que Dios bendiga vuestra vida y María os acompañe a vivir la preparación al CG XIII y el
Bicentenario del nacimiento de don Bosco con corazón disponible, libre de temores, abierto
a acoger cuanto el Espíritu Santo nos querrá decir.
Roma, 24 de abril de 2014-04-21
Affma Madre
Descargar