10.4. Evolución económica y cambio social. El arranque del movimiento obrero (1833-75). Abordamos a continuación una serie de aspectos referentes a la evolución económica y social de la España del XIX, así como el arranque del movimiento obrero. En este sentido la situación económico-social española de la centuria dista bastante del contexto internacional más desarrollado. Concretamente en materia económica, la revolución industrial española es ciertamente más modesta e incompleta que las experimentadas por países como Gran Bretaña (I Revolución Industrial 1750-1850) en un primer estadio y Japón, Estados Unidos y Alemania en segundo término (II Revolución Industrial 1870-1914). Por lo que se refiere a la situación económica también encontraremos notorias diferencias y fundamentalmente un caminar más lento hacia una sociedad cada vez más dominada por la burguesía, más urbana, menos agraria y cada vez más diversificada, poniéndose en este sentido las bases para la construcción de la sociedad de masas. I. EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y CAMBIO SOCIAL Seguidamente nos interesaremos más específicamente por el panorama español económico-social, dividiendo el estudio de estas cuestiones en 3 grandes bloques: a) Evolución Demográfica: España asiste a un todavía lento crecimiento poblacional en el que la pervivencia del modelo demográfico antiguo sigue estando muy presente, esto es, alta mortalidad (la catastrófica e infantil son todavía elevadas) y alta natalidad, con localizaciones mayoritariamente urbanas y con masiva incidencia del analfabetismo. De hecho, el abandono de esta dinámica y la transición hacia un modelo demográfico más moderno no comienza hasta principios del XX, momento en el que iniciará su descenso la mortalidad y se mantendrá la elevada natalidad. Precisamente a raíz de este progresivo descenso de los índices de mortalidad (sobre todo de la infantil) la población española pasará de los algo más de 11 millones de habitantes en 1800 a superar los 18 millones en 1900. Cabría significar también el progresivo aumento de los movimientos migratorios, tanto nacionales del campo a la ciudad en busca de las áreas más atractivas laboralmente hablando (Cataluña y País Vasco), como internacionales hacia lugares de ultramar a los que fundamentalmente emigra población gallega buscando sobreponerse a la crisis agraria de fin de siglo. b) Evolución Económica: En este apartado el país sigue siendo dependiente del sector primario y más concretamente de la agricultura. No será hasta el siglo XX cuando el peso de lo agrícola vaya disminuyendo en favor del secundario y posteriormente del terciario, si bien a comienzos de la nueva centuria todavía ocupa al 66% de la población. Precisamente por este predominio de la agricultura los liberales del XIX intentaron acometer una reforma agraria que llevará aparejada medidas como las desamortizaciones (Mendizábal 1836, Madoz 1855), la desvinculación, la abolición del régimen señorial, la supresión del diezmo y una mayor libertad de mercado. El saldo final de estas medidas será positivo, pues la agricultura española aumenta la superficie cultivada, mejora sus medios técnicos, intensifica la producción y se especializa cada vez más en cultivos mediterráneos. Empero, las mejoras agrícolas no fueron tan significativas como para impulsar posteriormente una revolución industrial tal y como ocurriera en el caso británico. Tal es así que muchos autores concluyen que España carece de una revolución industrial propiamente dicha, aunque a lo largo del XIX percibamos el despegue de la industria textil catalana y de las siderurgias malagueña (1830-64), asturiana (ligada a la minería 1864-79) y vasca (finales del XIX). Este sector industrial se irá progresivamente diversificando hacia ramas como la industria química, la papelera, de la construcción y la automovilística. Asistiremos también a la transición energética del carbón a la electricidad y ya a comienzos del XX dará sus primeros pasos el petróleo. Finalmente para apoyar y difundir este auge, será imprescindible la generalización de un nuevo medio de transporte, el ferrocarril, que en España ubica su despegue a partir de la Ley General de Ferrocarriles (1855). c) Evolución Social: En líneas generales se percibe un progresivo ascenso de la burguesía, un incremento de las clases medias y una mayor diversificación de la sociedad. En definitiva, la sociedad es cada vez menos bipolarizada y se va sustituyendo el carácter estamental (característico del Antiguo Régimen) por un modelo más meritocrático (propio del liberalismo y de las sociedades democráticas en general) en el que encontramos diferentes grupos y rasgos: *La nobleza verá recortados sus privilegios y perderá posiciones en gran medida por no involucrarse en el crecimiento económico del país. *El clero, a pesar de la palpable reducción del regular, sigue ocupando una notable posición y es el principal controlador de las instituciones de enseñanza. *El ejército continúa estando muy presente en la vida política del país, constituyendo buena prueba de ello nombres como Riego, Espartero o Prim, entre otros. *La burguesía asciende en el escalafón al verse muy vinculada al crecimiento económico del país. Destacará la industrial y la comercial, cuyas figuras más poderosas suelen residir en Madrid y en no pocas ocasiones adoptarán las formas de vida típicamente nobiliarias. *Las clases medias también experimentan un notable ascenso, incluyendo en el seno de este grupo fundamentalmente al funcionarado y a las profesiones liberales. *Los trabajadores agrícolas constituyen el grupo social más numeroso y heterogéneo del país, puesto que distinguimos diferentes condiciones en función de su relación con la tierra. Encontraremos así propietarios, aparceros, arrendatarios y fundamentalmente jornaleros empleados en los latifundios tanto de la mitad meridional como de Andalucía occidental. *Los trabajadores urbanos aumentarán a pesar de la escasa e irregular industrialización española, pudiendo reconocer entre los mismos básicamente a trabajadores de arraigada cultura gremial (zapateros, sastres...), empleados del servicio doméstico (fundamentalmente mujeres) y trabajadores relacionados con el comercio (dependientes, repartidores, transportistas). A estos se irán sumando a lo largo del XIX obreros fabriles (localizados sobre todo en Cataluña y País Vasco), ferroviarios e inmigrantes poco cualificados procedentes del campo. Antiguos y nuevos trabajadores compartirán problemas tales como la inseguridad laboral, la inexistencia de cobertura sanitaria, la ausencia de seguros que cubran estadios de enfermedad y/o vejez, las extensas jornadas laborales (por encima de 10 horas) y la difícil adaptación a la maquinización. Si a esta situación estrictamente laboral añadimos que su vida privada era prácticamente inexistente y que sus viviendas solían carecer de unas mínimas condiciones higiénico-sanitarias, se comprende el frecuente recurso al alcoholismo como vía de escape a este padecimiento. II. ARRANQUE DEL MOVIMIENTO OBRERO ESPAÑOL. La citada industrialización, por precaria que fuera, y la aparición de un nuevo grupo como los trabajadores fabriles, nos conducen necesariamente al arranque y progresiva organización del movimiento obrero español. Hasta el siglo XIX los trabajadores urbanos eran escasos y estaban poco coordinados, pudiendo hablar de formas de protesta bastante arcaicas como el bandolerismo rural y los motines contra determinados impuestos, la subida de precios y/o el reclutamiento de quintas. Progresivamente estas fórmulas van adquiriendo un tinte más político y el movimiento obrero comienza a adquirir conciencia de clase y a mejorar su organización a través de 3 grandes estadios: -En las décadas anteriores al Sexenio Democrático destacan algunas protestas ludistas como la de Bonaplata (años ´30), la aparición de las sociedades de socorros mutuos, precedentes de los sindicatos (años ´40), y la organización de las primeras huelgas organizadas (años ´50). -Durante el Sexenio (1868-74) constatamos ya el decidido intento por mejorar las condiciones de vida-trabajo y en algunos casos de fomentar la revolución política y el cambio social. Para ello se optará tanto por la acción directa, más propia de anarquistas, como por la acción política, más característica de los marxistas. El mayor carácter rural del país será clave para el notable calado de un anarquismo que a España llega de la mano de Fanelli y que dará líderes estrictamente nacionales como el tipógrafo Anselmo Lorenzo. Asimismo, destaca la aparición de grupos como la Federación Regional Española (FRE), sección española de la AIT indiferente al juego político que calará especialmente entre los obreros industriales levantinos y los jornaleros andaluces. -Después del Sexenio se prohíbe la FRE, si bien surgen otras organizaciones como la Federación de Trabajadores de la Región Española y grupos que recurren a acciones violentas como Mano Negra. No obstante, los acontecimientos más notorios en materia de movimiento obrero en el último cuarto del XIX serán sin duda las fundaciones del Partido Socialista Obrero Español (1879) a cargo de Pablo Iglesias y de su sindicato afín, la Unión General de Trabajadores (1888). El PSOE contó con su propio periódico, El Socialista y aunque participó en la creación de la II Internacional, inicialmente tuvo poca aceptación por parte de la opinión pública y se limitará a la organización de las manifestaciones del 1º de mayo a partir de 1890. Por lo que se refiere a la UGT, esta estuvo subordinada al PSOE, con el que compartió dirigentes como el propio Pablo Iglesias. Con sede en Madrid, estuvo liderada en sus comienzos por las sociedades de oficio madrileñas en torno a la Casa del Pueblo y las sociedades obreras de metalúrgicos vizcaínos y mineros asturianos.