Feudalismo y Servidumbre

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Feudalismo y Servidumbre
Preguntémonos entonces: ¿qué es el feudalismo, qué es la servidumbre?
¿Cuáles son los caracteres generales de este nuevo orden feudal que se gesta
en Europa en el siglo IX? En primer lugar, las relaciones sociales van a
montarse, van a girar en torno a la tierra. Todo depende de la tierra, tanto el
siervo que la hace fructificar, como el noble señor feudal que recibe su poderío
económico, político y social de las tierras que posee. Todo, así, hace que el
feudalismo sea una economía esencialmente agrícola dominada por una
aristocracia
rural y terrateniente
(primera
característica). La
segunda
característica consiste en que los trabajadores o campesinos (en lenguaje
feudal: el siervo) tienen derechos de usufructo y ocupación de la tierra. Pero la
propiedad de la misma pertenece al gran propietario, es decir, al noble señor
feudal. El siervo, a través del derecho de usufructo y ocupación, perfectamente
trabaja esta tierra: la usufructúa, la ocupa, la hace producir agrícolamente; pero
a condición de retribuir a quien le ha concedido la parcela, a quien le ha
concedido la tierra, a quien se la ha arrendado, prestaciones, ya en dinero, ya
en especies, ya en trabajo obligatorio. La ocupación de la tierra, el usufructo de
la tierra, hace que para ésta se constituya para el siervo en tenencia. Pero para
poderse constituir en tenencia, es decir, para usufructuarla, para ocuparla, para
hacerla producir, tiene que darle al grande señor prestaciones. Estas
constituyen las cordés. Esta relación entre tenir y cordés, segunda
característica del orden feudal, hace entonces la tercera característica que
entre el grande señor feudal y el campesino, agricultor o siervo, se establezcan
vínculos personales de dependencia. Es cierto que el siervo, por el hecho de
poder usufructuar y ocupar la tierra, ya no es propiedad absoluta del señor.
Pero por las cordés, es propiedad relativa del señor. En ese sentido no tiene la
propiedad personal de la tierra y no tiene la libertad personal, como ocurrirá
luego en el sistema capitalista. Esto de no tener la propiedad personal de la
tierra, y esto de no tener libertad personal, hace que su fuerza de trabajo, hace
que sus productos de trabajo, no sean objeto de intercambio libre, no sean
mercancías. Pero, por el hecho de ocupar, de trabajar, de organizarse al
interior de su parcela, no puede ser tratado como un buey, como un objeto que
da la condición de esclavismo. Así, tenir o tenencia, corbés o prestaciones
obligatorias, vinculadas con vínculos de dependencia, hace que el feudalismo
ni sea esclavista ni sea capitalista. Esta es la tercera característica de la
feudalidad.
Y la cuarta es que a nivel político de ejercicio de poder, la autoridad se
ejerce de persona a persona. Cada feudo es una unidad judicial. No hay un
estado soberano. Así, políticamente, es la fragmentación el signo medieval del
poder.
De lo dicho anteriormente, surge inevitablemente una pregunta: ¿cómo
era entonces la propiedad de la tierra al interior del feudalismo? Si como
cronistas nos hubiera tocado hacer un viaje por las tierras medievales y
feudales, hubiéramos encontrado lo siguiente: el gran propietario, el gran señor
feudal, divide su tierra en dos partes: la primera, de alta extensión y,
obviamente, la mejor, es explotada por él mismo o por sus agentes directos.
Alberga en su centro las habitaciones de su dueño, las construcciones que
sirven para la explotación agrícola y los talleres. Es lo que los cronistas
medievales denominan el dominio señorial. La segunda se halla fraccionada en
pequeñas parcelas. Ya hemos hablado de ellas: son las tenir o, con leguaje
medieval latino, agrarium. Estas parcelas son concedidas a los campesinos, a
los agricultores, a los siervos. Pero estos campesinos-siervos, asentados en
estas parcelas, no sólo están obligados a entregar tributos exigidos sobre el
tributo de su parcela (ya en especies, ya en dinero), sino que además deben
trabajar en la explotación del dominio señorial. Esto de las prestaciones, ya en
tributos de especie, ya en tributos de dinero o ya en servicio obligatorio de la
explotación del dominio señorial, constituyen las corbés que hemos
mencionado anteriormente. Así, la corbé, el tributo, funciona para el señor
como una renta en trabajo, como una renta en especie o como una renta en
dinero. Y ello hace que, combinándose dominio señorial, tenir y corbé, el señor
funcione como el organizador y el dueño del proceso de producción.
Vamos ahora a desmenuzar lo que hasta aquí hemos explicado.
Comencemos entonces a desmenuzar lo relativo a los dominios señoriales.
Preguntémonos: ¿cómo era su organización, cuál era su organización? El
centro del dominio era la residencia habitual del dueño. Esta residencia habitual
podía ser la iglesia catedral, la abadía o el castillo fortaleza del señor. De éste
dependen las distintas circunscripciones. Cada una de estas abarcaba varias
villas o aldeas.
Ahora bien, cada circunscripción estaba a su vez colocada bajo el
mando o, mejor, la jurisdicción de una corte. Curtis, en el lenguaje latino,
empleado por los medievalistas. O hof, en el lenguaje empleado por la lengua
germánica; o mainor, tal como se denomina la corte en Inglaterra. En esta
curtis estaba reunidos los edificios de explotación: las granjas, los establos, las
caballerizas y los llamados servicios domésticos. Los servi cutidiani, o también
llamados dai escalchi, dedicados al servicio de la corte. Allí también residía el
agente encargado de la administración. El nombre que se le da a éste depende
de los diversos países: dilicus, mayor, meil, senescal, estihuar, beilif. El bílicus
era elegido entre los ministeriales, es decir, entre los siervos, empleados como
hombres de confianza en la residencia habitual del dueño.
Ahora bien, el conjunto del territorio, sometido a la jurisdicción de una
corte, viene dividido en tres partes: el dominio señorial propiamente dicho, las
heredades y las dependencias. El dominio, en la terminología medieval, se le
conoce como terra indominicata mansus indominicatus, constituye la reserva
señorial. Las tierras reservadas directamente a la explotación del señor. Las
heredades y las dependencias constituyen las tierras de los colonos o de los
siervos, la cantidad de tierra suficiente para mantener a una familia. Su nombre
latino era mansus, masi o mans, en catalán mansía, en alemán huf, tenir en
francés, virgen o yanlai en inglés. Todas, como hemos resaltado en partes
anteriores, están grabadas con faenas gratuitas y prestaciones en provecho del
señor. Y alrededor de todo esto, estaban los pantanos, los brézales, los montes
de utilidad común y que vienen denominado en los textos comunia cuares
capio.
Como hemos visto, tanto el dominio señorial para su explotación, como
las parcelas concedidas en arrendamiento para su explotación, depende de los
siervos o por las corbés o por el trabajo directo del siervo sobre su tenir.
¿Quiénes eran entonces –preguntémonos- los siervos? Con excepción de los
propietarios, de los grandes señores, todos los hombres que vivían en el
territorio de un dominio señorial eran siervos. Pero entre los siervos había una
jerarquía o, mejor, distinción. Existían los servi cuotidiani o manchipia, no eran
esclavos en cuanto no eran propiedad absoluta del señor. Pero su condición
era casi de esclavos en cuanto su persona pertenecía a su señor.
Existían también los llamados servic casati. Son los que trabajan las
tenir o mansi sometidos a faenas gratuitas de corve y tributos. De estos
prácticamente nos hemos ocupado en nuestra charla.
En tercer lugar existían los cerosensuales o santeers. Es una clase de
siervo que encontramos en los dominios monásticos. En estos se había
formado en medio de la población dominial una clase privilegiada: la de los
cerosensuales que descendían, en su mayoría, de viudas de origen libre que
viven al amparo de las abadías y han abandonado a éstas la propiedad de sus
tierras. Pero ¿a condición de qué? De conservar su usufructo dando, eso sí,
una ofrenda al monasterio en cera, en las fiestas eclesiásticas más importantes
del año. La cera era muy importante en aquel tiempo, puesto que era la energía
eléctrica, por decirlo así, del monasterio.
Así mismo, existen los siervos llamados cotari o bordari. Son siervos que
poseen un pequeño lote, pero se contratan como obrero agrícolas al servicio
del señor o al servicio de los poseedores de maci o tenir. Todo esto o, mejor,
todas estas distinciones, siempre hacen referencia a aquellos que no son
propietarios de tierras, están vinculados a un señor, pero están organizados
autónoma, independientemente para efecto de trabajar las parcelas que les
han sido arrendadas.
Pues bien, todo lo descrito hasta aquí, teniendo como punto de
referencia la tenir y las cordé, constituyen dentro del feudalismo las llamadas
relaciones de servidumbre. La gran concreción de estas son los derechos
señoriales, así llamados porque siempre van en beneficio del señor.
Ya en la exposición hemos visto aparecer algunos de estos derechos
señoriales: el caso de las codés o faenas gratuitas. Pero había toda una serie
de obligaciones de los siervos para con sus señores que hacen de éstos
verdaderos amos privilegiados. Al lado de las corbés ya anotadas podíamos
perfectamente hablar de lo siguiente: el yux primenotis o vulgarmente conocido
como derecho de pernada. Toda sierva casada debía pasar con su señor de
dominio su primera noche de bodas. El corimedis o también llamado mano
muerta: a la muerte del siervo el señor recibía toda su herencia o parte de ella.
La tel que podríamos traducir como pecho o tributo: lo podía exigir el señor en
caso de necesidad en cuanto era deber de todo siervo el contribuir al
mantenimiento de su señor. Las barnalités que podríamos traducir como polla o
derecho al bando: obligaban a los siervos a moler el grano en el molino de su
señor, a fabricar su cerveza en su cervecería, a pisar su uva en su lagar, a
cocer el pan en su horno, por todo lo cual, obviamente, debían pagarle. El
campán o medén que era un impuesto público sobre la tierra en beneficio del
señor. El chevach o capitación que era un impuesto anual del señor y muchos
otros. Era una red en la que el siervo quedaba sometido a su señor, llegando a
ser, si no su propiedad absoluta, sí su propiedad relativa, lo cual redundaba
siempre en beneficio de su señor. El único beneficio del siervo era usufructuar
su parcela y sentirse protegido por el señor.
De todo lo anterior, y para concluir, se puede desprender cómo las
relaciones de servidumbre son hechas entre personas de distinta clase social:
el gran señor y el siervo campesino. El gran señor es el gran propietario. El
siervo campesino simplemente arrienda la tierra, la ocupa, la usufructúa; pero
no es su propietario. Pero, al lado de estas relaciones de servidumbre,
aparecen en el feudalismo las llamadas relaciones de vasallaje. Estas se hacen
entre elementos de la misma clase social, es decir, entre nobles, entre señores,
entre caballeros. Y el pilar fundamental de estas ya no será la tenir ni la cordé,
sino el homenaje, el feudo y la investidura. De ello nos ocuparemos en nuestra
próxima charla.
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