1º Bach.T2 - IES Herminio Almendros

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TEMA 2
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
1.- TRANSFORMACIONES AGRARIAS Y CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO.2.- EL DESARROLLO DE LA INDUSTRIA.3.- LIBERALISMO ECONÓMICO Y CAPITALISMO.- (no)
4.- LAS CONSECUENCIAS SOCIALES.1.- TRANSFORMACIONES AGRARIAS Y CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO.Los dos motores precedentes de la industrialización fueron la producción agrícola y el
crecimiento de la población.
1.1.- LA REVOLUCIÓN AGRÍCOLA.Una serie de transformaciones en la agricultura, que se conocen como revolución agrícola,
hicieron posible un notable aumento de la producción de alimentos, que a su vez permitió la
supervivencia de una población en rápido crecimiento. En 1650 la producción de un
trabajador agrario permitía alimentar a 1,5 personas; en 1800, había aumentado hasta 2,5
personas.
Las tres innovaciones agrarias más importantes fueron los cambios en el sistema de cultivo, la
introducción de nuevas máquinas y la nueva estructura de la propiedad. La difusión de la
rotación de cultivos (sistema Norfolk), que combinaba la siembra de cereales con plantas
forrajeras, permitió suprimir el barbecho, que exigía dejar una parte del suelo sin sembrar para
recuperar su fertilidad. Nabos, tréboles y alfalfa ayudaron a fijar nitrógeno al suelo y
aumentaron la producción de forraje, con lo cual se incrementó también la cabaña ganadera
cuyo estiércol, a su vez, mejoró la fertilidad de la tierra. La introducción de nuevos métodos de
siembra (Jethro Tull), de nuevas herramientas (arado Rotherham, trilladoras mecánicas…), de
nuevos cultivos (patatas, maíz…) y de nuevos fertilizantes (guano) permitieron aumentar y
diversificar la producción de alimentos.
Este cambio en la forma de cultivar fue unido a otra transformación: el cercamiento de tierras
comunales (openfields), que conllevó su privatización mediante las leyes de cercamiento
(Enclousure Acts). La subida del precio de los cereales estimuló a los grandes propietarios a
adueñarse de las tierras de uso colectivo para poder producir más e incrementar sus
beneficios. Esta privatización comportó la individualización de la producción e incentivó la
mejora de las técnicas de cultivo y el aumento de la producción destinada al mercado.
El cercamiento de tierras provocó una concentración de la propiedad, que perjudicó a los
pequeños propietarios y a los campesinos pobres, quienes perdieron su derecho a usar las
tierras comunales. Al no disponer de recursos para cercar tierras tuvieron que vender sus
propiedades y convertirse en jornaleros a cambio de un salario. Como el número de
campesinos que buscaban trabajo era muy elevado, los salarios resultaban bajos y muchos se
vieron obligados a emigrar a las ciudades.
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1.2.- EL AUMENTO DE LA POBLACIÓN.El aumento de la oferta de alimentos desde mediados del XVIII hizo posible un elevado
crecimiento demográfico. Las grandes hambrunas desaparecieron y la población, mejor
alimentada, tuvo mayor resistencia ante las enfermedades y epidemias. Gran Bretaña vivió una
gran expansión demográfica: entre 1800 y 1900 el número de habitantes se triplicó, pasando
de 10,9 a 37 millones.
Este crecimiento fue el resultado de cambios en la natalidad y en la mortalidad. Durante el
XVIII la natalidad se elevó del 32,5‰, a principios de la centuria, al 37‰, a finales, debido a la
disminución de la edad de matrimonio y del número de célibes por la mejora de la situación
económica. Esta tasa inició su declive en la segunda mitad del XIX como consecuencia del
descenso de la mortalidad infantil, y de un mayor deseo de las familias de controlar el número
de nacimientos.
La reducción de la tasa de mortalidad fue, en primer lugar, el resultado de una mejor
alimentación, a la que contribuyeron, ya en la segunda mitad del XIX, algunos avances
médicos e higiénicos, como la vacuna contra la viruela y la difusión del uso del jabón. De este
modo, la tasa de mortalidad disminuyó un tercio, pasando de alrededor del 32‰ en 1700, a
situarse ligeramente por encima del 20‰ a finales del XIX.
Asimismo, la esperanza de vida creció notablemente, y a finales del XIX se situaba, tanto en
Gran Bretaña como en la mayoría de países industrializados, alrededor de los cincuenta años.
2.- EL DESARROLLO DE LA INDUSTRIA.El nacimiento de la industria estuvo estrechamente vinculado a tres elementos que se han
convertido en emblemáticos del proceso industrializador: la fábrica como lugar de producción, la
mecanización del proceso productivo y el uso generalizado de la energía del vapor.
2.1.- LA MECANIZACIÓN Y EL SISTEMA FABRIL.El cambio en los sistemas de producción se caracterizó por el uso de máquinas y por la
sustitución de las fuentes animadas de energía (trabajo humano o de animales) por
inanimadas (energía hidráulica y carbón). Ambos elementos, unidos a la necesidad de un
mayor control sobre la mano de obra, provocaron la concentración de obreros y obreras en
edificios destinados a la producción (fábricas). Este proceso comportó la ruina de muchos
artesanos, y la producción individualizada (artesanal) fue progresivamente sustituida por el
sistema fabril (producción en serie).
La mecanización del proceso productivo se inició en la industria textil con la lanzadera volante
de John Kay (1733), las nuevas hiladoras (Spinning Jenny, Mule, Water Frame) y los telares
mecánicos y poco a poco las máquinas se fueron extendiendo a los sectores agrícola,
minero y metalúrgico. Ahora bien, el salto definitivo a las nuevas formas de producción se dio
cuando estas máquinas empezaron a moverse gracias al uso de la energía hidráulica, que
aprovechaba el agua de los ríos mediante ruedas hidráulicas. Sin embargo, fue la máquina de
vapor, patentada por James Watt en 1769, la que permitió abandonar la dependencia y las
limitaciones de las fuentes de energía tradicionales, convirtiéndose en el símbolo de la
Revolución Industrial.
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La mecanización, el vapor y la concentración en fábricas provocaron el aumento de la
productividad (cantidad producida por unidad de tiempo) y la producción (cantidad de bienes
producidos), lo que permitió abaratar los costes y disminuir el precio.
2.2.- LA INDUSTRIA ALGODONERA.El sector emblemático de la Revolución Industrial fue la industria textil algodonera. El algodón
es un tejido suave, de fácil lavado y que, producido en grandes cantidades, resultaba
sumamente económico. Hasta el siglo XVIII, los tejidos de algodón se importaban de la
India, pero los nuevos industriales pronto se dieron cuenta de los beneficios que podrían
extraerse de su fabricación. Los inicios de la industria textil se remontan al año 1750, con la
prohibición de entrada, en Gran Bretaña, de tejidos de algodón estampados (indianas).
Desde mediados del siglo XVIII la industria textil británica conoció una expansión sin
precedentes, y a partir de ese momento consiguió no sólo abastecer el mercado interior sino
exportar buena parte de su producción. Por un lado, las masivas importaciones de algodón
en rama desde la India o desde las plantaciones esclavistas de Estados Unidos
abastecieron de materia prima barata al sector. Por otro, la aplicación de inventos sencillos
como la lanzadera volante y las máquinas de hilar incrementaron la productividad en el
hilado, y estimularon el crecimiento de la producción.
2.3.- EL CARBÓN Y EL HIERRO.El segundo sector decisivo de la industrialización fue el del carbón y la siderurgia. El carbón
se convirtió en el gran combustible del XIX: alimentó la máquina de vapor y desempeñó un
papel imprescindible en el proceso siderúrgico. En consecuencia, la producción de carbón
aumentó de manera considerable gracias a una serie de innovaciones en la minería, que
comportaron el incremento de la productividad. El uso de vigas de hierro en las minas
permitió penetrar en los pozos con más seguridad, mientras la introducción de raíles y
vagonetas facilitó la extracción y el transporte del mineral.
En la segunda mitad del XVIII, la demanda creciente de hierro para fabricar barcos,
munición y herramientas estimuló la búsqueda de un combustible menos costoso y más
efectivo. La sustitución del carbón vegetal por el carbón de coque (Darby, 1732), con
mucho más poder calorífico, y su fundición en un alto horno, permitió, por un lado, un
extraordinario crecimiento del sector minero del carbón y, por otro, la producción de hierro
en grandes cantidades.
Otra técnica importante para el desarrollo de la siderurgia fue la pudelación y el laminado del
hierro inventados por Cort en 1783. Más adelante, en 1856, el convertidor Bessemer permitió
transformar el hierro fundido en acero, con lo cual se abrió una nueva etapa en la
fabricación de maquinaria.
La transformación de la siderurgia permitió emplear el hierro en múltiples instrumentos
(utillaje agrícola, vías férreas, locomotora…), y sobre todo, fabricar máquinas más precisas y
duraderas. Pero el mayor impulso a la siderurgia provino de la gran demanda de hierro que
comportó la construcción de la red ferroviaria, a partir de la década de 1830.
2.4.- OTROS SECTORES INDUSTRIALES.3
El resto de la economía no permaneció al margen de los cambios. La industria química también
quedó profundamente transformada ante las necesidades del textil, que requería ingentes
cantidades de tintes y blanqueadores. La producción de acido sulfúrico también creció a un
ritmo espectacular tras la invención de la cámara de plomo por Roebuck (1746).
La metalurgia (fabricación de maquinaria) fue otro sector de elevado crecimiento. En una
primera etapa su impulso provino de las necesidades del textil, pero poco a poco la difusión
de la mecanización hizo que se consolidara este nuevo sector dedicado exclusivamente a
fabricar las máquinas necesarias para el resto de las actividades industriales. Finalmente, otro
sector de rápida expansión fue el de la construcción.
2.5.- LOS NUEVOS TRANSPORTES.-.
Para poder trasladar materias primas y mercancías, En Gran Bretaña, a mediados del XVIII,
se mejoraron los caminos y se construyeron canales para posibilitar la navegación fluvial.
Pero fue el ferrocarril el que provocó una verdadera revolución en el transporte, gracias a su
rapidez, enorme capacidad de carga, menor coste por unidad transportada y mayor
seguridad para pasajero y mercancías.
Sobre la base del sistema tradicional de arrastrar vagonetas sobre carriles mediante el tiro
de animales, Stephenson inventó, en 1829, la locomotora, una máquina de vapor capaz de
trasladarse sobre rieles. La primera línea de ferrocarril movida por la fuerza del vapor unió
Liverpool y Manchester en 1830, dos ciudades vinculadas a la industria algodonera. A
principios del XIX, un ingeniero estadounidense, Robert Fulton, aplicó la máquina de vapor a
la navegación y, en 1807, el primer barco de vapor navegó por el río Hudson. Poco a poco, los
barcos de vela fueron sustituidos por los de vapor, que permitieron acortar de manera
considerable los viajes transoceánicos.
La construcción de la red ferroviaria en la segunda mitad del XIX modificó, tanto en Gran
Bretaña como en el resto de Europa, las costumbres sociales, al hacer mucho más rápidos y
seguros los viajes de larga distancia. Las grandes expectativas de desarrollo económico
creadas por el ferrocarril condujeron, en la década de 1840, a un gran boom bursátil de las
compañías constructoras, que alcanzó su apogeo en 1846.
2.6.- EL IMPULSO DEL MERCADO.La mejora en las infraestructuras y el transporte hizo posible el paso hacia una economía de
mercado, en la que se produce no para el autoconsumo, sino para la venta. Así, el aumento
de la producción agrícola e industrial obligó a encontrar nuevos consumidores tanto en el
interior como en el exterior.
El impulso inicial de la expansión comercial británica provino del mercado exterior. Los
industriales y comerciantes aprovecharon las oportunidades que les ofrecía el mercado
atlántico para la exportación de la producción. Pero la transformación de mayor calado fue
el desarrollo de un mercado interior, de ámbito nacional, que permitiese la generalización
de los intercambios. Su consolidación fue un proceso más lento, que se nutrió del
crecimiento de la población al procurar más consumidores, del aumento de la capacidad
adquisitiva del campesinado, de la especialización de la producción y de la mejora de los
transportes.
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Como resultado, hubo un aumento considerable del comercio y se pasó de un ámbito de
intercambios local y comarcal a un mercado integrado a nivel nacional e internacional.
2.7.- LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL CONTINENTE.A finales del XVIII y lo largo del XIX, el proceso industrializador se expandió por el
continente europeo, aunque de una manera más desigual y con notables diferencias
respecto al modelo británico. En el resto del mundo, tan sólo en EEUU y Japón se produjo un
desarrollo de la industria semejante al europeo.
A principio del XIX, las transformaciones económicas se iniciaron en Francia y Bélgica, donde
tuvo un menor peso el sector textil, y la industrialización se sustentó en la explotación de los
ricos yacimientos de carbón, una agricultura desarrollada, una buena red de transportes
(canales fluviales y marítimos, ferrocarril) y un activo comercio. A partir de los años 1850-70,
Alemania cimentó su desarrollo industrial en la abundancia de carbón y hierro, la
concentración de capital financiero en grandes corporaciones bancarias, un importante
sector siderúrgico y la más destacada industria química de Europa.
En la Europa meridional, el crecimiento industrial fue más tardío y lento y en muchos caso
incompleto. En Italia y España coexistían áreas fuertemente industrializadas (Piamonte,
Cataluña…) con regiones de economía básicamente rural y poco productivas, pero la
ausencia de una reforma agraria, que constituyeron un lastre para la plena industrialización
de estos países. En la Europa oriental, el Antiguo Régimen permaneció vigente durante
todo el XIX. Sólo en zonas muy localizadas de los imperios austrohúngaro y ruso se asentó
una incipiente industrialización a finales de siglo.
3.- LIBERALISMO ECONÓMICO Y CAPITALISMO.- (NO)
La industrialización estuvo ligada al liberalismo económico (doctrina económica) y el
capitalismo (sistema económico).
3.1.- EL LIBERALISMO ECONÓMICO.Los principios económicos del liberalismo fueron elaborados, a finales del XVIII, por un conjunto
de pensadores británicos que constituyen lo que se conoce como la Escuela Clásica, y que
tiene en Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y John Stuart Mill sus principales
exponentes.
Adam Smith defendía la supremacía del individuo frente a los estamentos o grupos
organizados, y consideraba que la búsqueda del propio interés era el motor del desarrollo
económico. Para Smith, el interés personal de cada individuo da cómo resultado que cada
bien sea producido en la cantidad en que es demandado. Los intereses contrapuestos se
equilibran en el mercado a través de una “mano invisible” que, mediante los precios, ajusta la
oferta y la demanda. Es el libre juego de ambas el que consigue un equilibrio óptimo, tanto a
nivel social como económico. De este modo, el Estado debe abstenerse de cualquier
intervención en la economía y debe eliminar las barreras proteccionistas y los
monopolios, porque ambos son un obstáculo para el crecimiento económico. Sin embargo, la
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visión de Smith no descartaba la intervención pública en ámbitos como la educación para
adultos pobres, la justicia o el ejército.
Autores posteriores pusieron de relieve otros aspectos. David Ricardo, por ejemplo, argumentó
que al ser el trabajo una mercancía como los demás, y muy abundante, los salarios no
subirían por encima del mínimo imprescindible para la subsistencia.
Thomas Robert Malthus señaló que el crecimiento de la población desequilibraría su
relación con los recursos existentes, lo cual empeoraría el nivel de vida de la mayoría de
las personas.
3.2.- CAPITAL, TRABAJO Y MERCADO.Desde la Revolución Industrial, el capitalismo se configuró como un sistema en el que los
instrumentos de producción (la tierra, las fábricas y la maquinaria), y lo que se produce con
ellos, son propiedad privada. Ésta se concentra en sólo una parte de la población
denominada burguesía o capitalistas, mientras la mayoría, los asalariados o proletariado, no
poseen más que su capacidad para el trabajo, que alquilan a cambio de un salario.
Trabajadores y empresarios se relacionan mediante el mercado, en donde unos demandan
empleo y otros ofrecen, fijándose un precio (salarios) en función de la oferta y la demanda.
Además, el capitalismo es un sistema de iniciativa libre no planificado, que tiene como
objetivo la búsqueda del máximo beneficio individual. Así, los propietarios de los medios de
producción pretenden maximizar el beneficio obtenido con su propiedad mientras que los
asalariados persiguen un salario más alto. La competencia entre empresarios para
conquistar mayor cuota de mercado les incentiva a reducir costes y precios, adoptando para
ello técnicas más productivas y tratando de que los costes salariales sean los menores
posibles.
Los desajustes entre oferta y demanda provocan crisis periódicas, que, según los
planteamientos liberales, se corrigen ajustando los costes (salarios) o la producción
(oferta). A lo largo del XIX, desaparecieron las crisis de subsistencia, propias del Antiguo
Régimen, pero no las situaciones de crisis económica. En ellas, los productos no se
venden, los precios caen, los beneficios bajan, las empresas cierran y el paro aumenta. En
esta situación, sólo los empresarios con mayores recursos, o los que tiene menores costes,
sobreviven y son los que prosiguen la innovación para encontrar nuevos productos, vender
los ya existentes a menor precio o abrir otros mercados.
3.3.- PROTECCIONISMO Y LIBRECAMBIO.Gran Bretaña, como país pionero y avanzado en el proceso de industrialización, se mostró
partidaria del librecambio, es decir, de la no intervención estatal en el comercio
internacional, lo cual permitió que las mercancías, se intercambiasen libremente entre los
distintos Estados, dependiendo exclusivamente de la competitividad de las empresas.
De este modo, la irrupción en el mercado internacional de los productos británicos, de mayor
calidad o de menor precio, afectó profundamente al resto de Europa. Para evitar la
competencia de Gran Bretaña y, al mismo tiempo, fomentar el crecimiento de su propia
industria, tanto los países del continente como EEUU aplicaron medidas proteccionistas. El
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proteccionismo defiende la imposición de aranceles a la entrada de productos extranjeros
con el objetivo de encarecerlos para que no sea rentable su importación.
La defensa de la libertad de intercambios favorecía a los países más competitivos y mejor
situados en el proceso industrializador. Sin embargo, todos los Estados mantuvieron un
componente de proteccionismo más o menos intenso. La propia Gran Bretaña introdujo, en
1846, unas leyes proteccionistas sobre la importación de trigo (Corn Laws).
3.4.- MÉTODOS DE FINANCIACIÓN.La necesidad de capital llevó a la creación de las sociedades mercantiles, es decir, a la
agrupación de varios inversores para aportar el capital y repartirse los beneficios. La
sociedad anónima es el tipo de sociedad más extendida en el capitalismo y consiste en la
división del capital en participaciones (acciones), que son adquiridas por diferentes
accionistas, pueden venderse posteriormente y dan derecho al cobro de la parte del
beneficio no reinvertido (dividendo).
La emisión de nuevas acciones y su compraventa se realizan en la bolsa, una institución
financiera que en el siglo XIX se convirtió en un organismo esencial para la financiación de las
nuevas industrias. La bolsa funciona como una subasta y se rige por la ley de la oferta y la
demanda: si existen muchos compradores y pocas acciones a la venta, su cotización sube,
cuando ocurre lo contrario, su valor disminuye. Sin embargo, toda acción tiene un valor
nominal, que está en relación con el capital de la empresa que emite las acciones.
El desarrollo industrial comportó también el crecimiento y diversificación de las entidades
bancarias, que se convirtieron en captadoras del ahorro privado por medio de depósitos a la
vista (bancos de depósito) y en suministradores de capital para la industria (banco de
inversión). Su actuación ayudó a facilitar los pagos (letras de cambio, cheques, pagarés…) y
los intercambios, gracias a la emisión de papel moneda. Para controlar la circulación de
billetes, los Estados dieron el monopolio a los grandes bancos nacionales, como los de
Gran Bretaña, Francia y España.
4.- LAS CONSECUENCIAS SOCIALES.La nueva sociedad industrial comportó un intenso proceso de urbanización y significó la
consolidación de dos nuevas clases: la burguesía y el proletariado.
4.1.- EL PROCESO DE URBANIZACIÓN.La difusión de la industrialización y la organización fabril de la producción obligaron a los
trabajadores a concentrarse en torno a la fábrica y a trasladarse a las ciudades. Este
proceso provocó un cambio en la localización de la población en el territorio que dio lugar a la
multiplicación y crecimiento de las ciudades (sociedad urbana).
La emigración interior hacia las ciudades procedió, en su mayoría, de las áreas rurales
circundantes. Se calcula que con el inicio de la industrialización casi dos millones de
ingleses se desplazaron a las ciudades. Así, la urbanización creció rápidamente. En Gran
Bretaña, hacia 1750, había dos ciudades (Londres y Edimburgo) que alcanzaban los 50.000
habitantes; en 1851, ya había 29.
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El crecimiento urbano afectó también al resto de Europa: mientras a principios del XIX sólo
un 2% de la población europea vivía en las ciudades, a comienzos del XX lo hacía ya el 78%
de los británicos, el 60% de los alemanes y el 44% de los franceses.
4.2.- LA SEGREGACIÓN URBANA.-(NO)
El rápido crecimiento de las ciudades originó una fuerte segregación social por barrios. La
burguesía edificó nuevos y confortable barrios residenciales donde la suciedad y la
contaminación industrial eran menores. En estos barrios se construyeron edificios que se
articulaban alrededor de grandes avenidas y se dotaban de servicios públicos, como la
iluminación y el alcantarillado. En ellos se instalaron oficinas, comercios y viviendas en las
que la burguesía podía mostrar su riqueza y gozar de todo tipo de comodidades.
Los barrios obreros crecieron rápidamente y a menudo sin que ninguna planificación: las
calles no estaban pavimentadas, por lo que cuando llovía se llenaban de barro, no había
alcantarillado tenían diversas plantas, con varias viviendas en cada una. La calidad de la
edificación era muy baja, no había agua corriente, ni baños individuales.
4.3.- LA NUEVA SOCIEDAD INDUSTRIAL.-(NO)
El triunfo de la industrialización y la instauración del capitalismo comportaron una profunda
transformación de la sociedad del Antiguo Régimen. Por un lado, en el campo, muchos
pequeños propietarios se convirtieron en jornaleros a la vez que el número de campesinos
fue disminuyendo como resultado de la concentración de la propiedad y la mecanización.
Por otro lado, la consolidación de la producción fabril arruinó a la mayor parte de los
artesanos. De este modo, muchos campesinos y artesanos pasaron a engrosar las filas del
naciente proletariado industrial.
La aristocracia ligada a la propiedad de la tierra perdió parte de su relevancia social ante la
consolidación del poder económico como pilar de estatus social. Hasta la Revolución
Industrial, la tierra fue la principal fuente de poder, pero con el afianzamiento del
capitalismo industrial surgió una nueva clase, la burguesía, vinculada a la propiedad de
fábrica, cuya riqueza aumentó a un ritmo muy rápido y disputó a la aristocracia su
preeminencia social.
En el nuevo mundo industrial, los empresarios, los banqueros, los grandes propietarios
agrícolas formaban esta burguesía, que se convirtió en la élite social. Gracias a su riqueza y a
su creciente influencia política y cultural organizó la sociedad en función de sus ideas y
de sus valores.
Los nuevos valores burgueses se basaban en la exaltación de la propiedad privada, el
trabajo, el ahorro y el individualismo. Igualmente, eran los jóvenes varones de estas
familias quienes accedían a la enseñanza secundaria y a la universidad, de manera que las
élites políticas, científicas y culturales (ingenieros, abogados, escritores, pintores,
investigadores, jefes de gobierno, ministros, empresarios…) surgieron de esta clase social.
Al igual que en el pasado, la familia continuó siendo el núcleo esencial de transmisión y
consolidación del patrimonio, y la vivienda familiar se convirtió en un símbolo de
prosperidad y de estatus social. Para emular las formas aristocráticas, las familias de la
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alta burguesía disfrutaban de servicio doméstico, de vestidos elegantes, de institutrices y
tutores para la educación de los hijos y se esforzaban en ostentar su lujo y refinamiento.
En medio de esta élite económica y los trabajadores fabriles surgió la clase media, cuyo
rasgo común era que no ejercía un trabajo manual. Estaba formada por profesionales
liberales (abogados, médicos, profesores…), a los que se sumaron nuevas profesiones que
alcanzaron una gran importancia en la sociedad industrial: técnicos e ingenieros,
empleados de comercio, funcionarios de la Administración, trabajadores especializados,
militares de alta graduación así como empleados de banca.
La situación de la mayoría de la población (asalariados, jornaleros agrícolas, tenderos,
artesanos, etc.) quedó muy lejos del nivel de vida de la burguesía. Los asalariados
constituían el grueso de la fuerza de trabajo, necesaria para mover las máquinas y producir los
bienes, y que vendían a cambio de un salario. Sus condiciones laborales eran precarias,
sus sueldos, escasos, y sus jornadas de trabajo muy prolongadas (12-13 horas). A diferencia
de los antiguos campesinos y artesanos que cultivaban sus tierras y tenían capacidad para
decidir su horario de trabajo, el trabajador de la fábrica perdió la independencia y tuvo que
someterse a un rígido horario laboral.
A pesar del aumento espectacular de la producción y de la riqueza, la inmensa mayoría de la
población vivió, al menos hasta 1850, muy cerca del límite de la subsistencia.
4.4.- LAS MUJERES EN LA SOCIEDAD INDUSTRIAL.-(NO)
La sociedad industrial consolidó una clara diferenciación social por géneros: la esfera
pública (economía, cultura, arte, política…) quedaba para los hombres, mientras se reservaba
la esfera doméstica a las mujeres. De este modo, la mujer se orientaba hacia el matrimonio y
su situación jurídica y legal reflejaba una clara inferioridad: el código civil disponía que la
mujer tenía la obligación de obedecer al marido, que era el representante de todos sus
bienes, y necesitaba su permiso para cualquier acto legal. Las mujeres carecían también de
derechos políticos, ya que el liberalismo, en su primera fase, sólo concedió el derecho al
sufragio a los hombres.
La vida de las mujeres de clase media y alta transcurría en el hogar. Sus tareas primordiales
eran el cuidado de la casa y de los hijos, y según su nivel social, contaban con servicio
doméstico. Por ello, su educación se consideraba como subsidiaria y sus estudios se
orientaban a la adquisición de nociones básicas de lectura, escritura y cálculo, y también
de las materias consideradas como femeninas. Religión, música y hogar. De este modo, la
educación femenina disminuía a medida que se descendía en la escala social a la vez que
se incrementaba la actividad laboral.
La industrialización comportó el surgimiento de la mujer obrera, puesto que el salario del
hombre era insuficiente para mantener a toda la familia. Las mujeres realizaban largas
jornadas, de 10 a 12 horas, a las que había que añadir el cuidado de la casa y la familia; su
remuneración era inferior a la del hombre y su trabajo gozaba de una escasa valoración
social. Se dedicaban preferentemente al sector textil, sobre todo al hilado, pero también había
un gran número de mujeres jóvenes, de entre quince y veinticinco años, en su mayoría
solteras, que ejercían el servicio doméstico.
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