RESEÑA del Libro de Javier Pérez Royo, La reforma constitucional inviable. Madrid: Los libros de la catarata, 2015, 144 págs. En este reciente estudio, cuya oportunidad no puede ser más evidente, el profesor Javier Pérez Royo analiza en detalle el problema de la reforma de la Constitución de 1978. Retoma así un asunto sobre el que ya había escrito con anterioridad y aporta una original y perspicaz contribución al debate en curso, tanto en sede política como académica, acerca de la naturaleza, el alcance y los límites de una reforma de nuestro texto constitucional. La singularidad del análisis del profesor Pérez Royo radica en su propio punto de partida. “Los problemas constitucionales no son problemas de ingeniería, afirma, sino de legitimidad democrática. Por muy buena que sea la ingeniería, sin legitimidad democrática no se va a ninguna parte”. Por esta razón, sitúa la cuestión de la reforma en el contexto de nuestra particular historia constitucional. Una historia que se inicia muy prometedoramente con la Constitución de 1812, en cuyo texto la nación hace acto de presencia por primera vez, y que a lo largo del siglo XIX y hasta el último tercio del siglo XX se caracteriza por la confrontación entre la monarquía constitucional y la soberanía nacional y las enormes dificultades de la sociedad española en transitar de manera ordenada tanto política como jurídicamente de la monarquía absoluta a la monarquía constitucional y de ésta a la democracia. Este tránsito, plagado de dificultades, no se conseguirá sino después del breve paréntesis de la Segunda República, que supuso el primer régimen democrático de nuestra historia, y del largo período del Estado anticonstitucional surgido de la Guerra Civil. La Constitución de 1978 es el resultado del doble compromiso alcanzado durante la transición de la dictadura a la democracia, por un lado, entre los centros de poder y los actores gubernamentales de la reforma política, que se plasmaría en la Ley de reforma Política de 1976 y el Real Decreto-ley 20/1977, y, por otro, entre éstos y las fuerzas democráticas, en el proceso de elaboración de la Constitución de 1978. Materialmente los contenidos de la Constitución relativos a la monarquía, el ejercicio del derecho de sufragio y la estructura territorial del Estado se pre-decidieron en la Ley de 1976 y se sustrajeron al debate y decisión de las Cortes constituyentes. Las distorsiones al derecho de sufragio, lo que Pérez Royo califica de “desviación calculada del principio de igualdad”, mediante la introducción de fuertes correctivos a la proporcionalidad del sistema electoral, han conformado un sistema bipartidista, que si bien ha funcionado “razonablemente” hasta 2015, ya no permite la expresión política, “la síntesis”, de la pluralidad política de la sociedad, generando un déficit democrático, que amenaza con colapsar el sistema de representación. En cuanto a la estructuración territorial del Estado, la pervivencia de la provincia, una estructura administrativa vinculada a la organización territorial de la monarquía, a partir de la cual se configuran el Congreso de los Diputados y el Senado, en detrimento de las Comunidades Autónomas, que prácticamente desaparecen del texto constitucional, determina un límite estructural a la evolución del sistema en sentido descentralizador y federal. Por todo ello la reforma de la Constitución “monárquica, bipartidista y antifederal” se antoja como una tarea “inviable” si no se resuelve, primero, “el problema de la legitimación democrática del Estado” y después, “el problema territorial”. De la aprobación de estas dos “asignaturas dependerá que se ponga en cuestión o no la restauración de la monarquía”. Estamos pues ante un texto importante para continuar la conversación acerca de la reforma constitucional desde la razón civil que está en la base de todo sistema constitucional decente. Jordi Conde Castejón Profesor de Derecho Constitucional de la UB y miembro del IDP