En medio de la niebla Texto de Marie Story Los cambios me inquietan mucho. Me gusta tener mi nido cómodo, donde todo sea de una manera y que nada me empuje demasiado. Me agradan las rutinas, los horarios, la comodidad de saber lo que pasa, tanto inmediatamente como en el futuro. Todo eso quedó en el aire hace poco, cuando mi esposo y yo nos mudamos lejos de familiares y amigos. Empacamos todas nuestras pertenencias, nos subimos al auto y nos dirigimos a un futuro desconocido. Sabíamos que era necesario que nos mudáramos, y sabíamos a dónde nos dirigíamos. Aparte de eso, el futuro era un gran espacio en blanco. Y eso me daba miedo. Quizás has pasado recientemente por una experiencia parecida. Tal vez todo lo que conocías hasta el momento quedó en el aire, avanzas dando traspiés y tratas de encontrar una base firme. Es posible que tus buenos amigos se hayan marchado y trates de seguir tu vida sin su apoyo. Tal vez te has mudado y no te encuentras en un entorno conocido, tienes que hacer nuevas amistades, aprender una nueva cultura y quizá hasta un nuevo idioma. Si pasas por algo así, te comprendo. El cambio a veces es emocionante, pero casi siempre es muy difícil. Cuesta dejar atrás algo que conoces y que te encanta, y da miedo mirar hacia adelante y no saber que habrá. En esa situación me encontraba cuando nos alejábamos de lo que había sido nuestro hogar por los últimos ocho años. Viajábamos de noche y, cuando pasábamos por caminos montañosos, nos rodeó una espesa niebla. No había luces cerca del camino, tampoco se veían casas. Solo los faros de nuestro auto iluminaban el camino oscuro rodeado de niebla. La señalización no era buena, y parecía que habíamos tomado un camino equivocado. Fantástico. Entrecerré los ojos para mirar entre la niebla. Me apoyé hacia adelante sin quitarme el cinturón de seguridad, con la intención de ver a dónde nos dirigíamos. Claro que no veía nada, y mi preocupación aumentaba al pensar que habíamos tomado el camino equivocado. Como dije antes, no me gusta la incertidumbre. Todo lo que había visible era el espacio que nuestros faros iluminaban en el camino. Por supuesto, mi imaginación se aceleró. Por mi cabeza pasaban imágenes de toda clase de situaciones espantosas. Imaginé precipicios, que nos perdíamos en la montaña… Cada situación hipotética era peor (y menos realista) que la anterior. Por fin, desistí de ver en medio de la niebla y me recliné en mi asiento. Observé a mi esposo, que conducía confiado, sin preocuparse por la niebla. Se limitaba a seguir la parte del camino que podía ver. «Hola». Sentí que Jesús me daba un empujoncito y en mi interior escuché Su voz conocida: «Sabes que soy tu conductor. Te esfuerzas por planificar tu futuro, por organizarlo todo. Sin embargo, ahora mismo te he puesto en la niebla. Te he dicho que avances, pero solo puedes ver un poco del camino que está delante de ti. Sé que eso te preocupa, pero relájate. Reclínate en el asiento y deja que sea Yo el que conduzca». Lo hice. Me recliné en el asiento y confié. Cruzamos por la niebla sin problemas y volvimos a caminos donde veíamos con claridad. Mientras viajábamos, reflexioné. Mi vida era exactamente como ese camino oscuro y cubierto de niebla. Por mucho que lo intentara, no lograba ver lo que nos deparaba el futuro a mi esposo y a mí. No había luces en el camino —es decir, familiares o amigos— que nos guiaran o que nos dieran sus consejos. Lo único que veía era la luz que tenía delante, que iluminaba un pequeño tramo a la vez. Pero puedo confiar en mi Conductor. Tiene un currículum perfecto, y siempre me ha llevado a salvo a mi destino. Y aunque a veces yo creo que nos hemos perdido, Él siempre sabe exactamente a dónde nos dirigimos. ¿Recuerdan cómo Dios guió al pueblo de Israel por el desierto?1 No tenían un mapa. No tenían brújula. No tenían un iPhone con GPS integrado que les indicara dónde dar la vuelta. Aunque hubieran contado con esos aparatos, no les habrían servido de mucho, pues en primer lugar, ni sabían a dónde iban. Lo único que sabían era que debían irse de Egipto. Pese a que no podría haber sido divertido que fueran esclavos, tal vez a algunos israelitas les costó dejar su vida en Egipto, pues era todo lo que conocían. Es posible que algunos tuvieran amigos en Egipto. O por lo menos tenían comida y un lugar donde vivir; y no existía el desempleo. Dios, sin embargo, les dijo que se marcharan y lo hicieron. Dios cuidó de ellos a medida que obedecieron y lo siguieron. Cuando llegaron al Mar Rojo no había salida y Él les abrió camino por el agua. Cuando se quedaron sin alimentos y tuvieron hambre, Él les envió alimento del cielo. Cuando tuvieron sed, Él hizo que saliera agua de una roca. Cuando no sabían qué dirección tomar, Él puso una nube delante de ellos para que les indicara el camino. Aun después de todo eso, dudaron de Dios. Se quejaron y no confiaron en que Él cuidaría de ellos. Nunca entendí los motivos. Resultaba evidente que Dios siempre los había acompañado. ¿Por qué dudarían de Su abundancia y cuidado después de que una y otra vez les demostró de lo que era capaz? Sin embargo, al final hice lo mismo que ellos. Dios nunca me ha fallado. Siempre he tenido un techo, comida y agua. Y de todos modos me preocupo cuando la situación no se ve claramente planificada. Proverbios 3:5-6 nos dice: «Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él hará derechas tus veredas» 2. Eso significa que aunque lo que está delante se vea oscuro, si te da la impresión de que te encuentras en medio de la niebla y no puedes ver el camino, si reconoces —o acudes— al Señor, Él te dirigirá. Te mantendrá por buen camino y llevará a cada uno a su tierra prometida particular. Cuando me preparaba para esta gran mudanza, vi un versículo que nunca había leído antes. Jeremías 29:11 dice: «Yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza»3. ¡Esa sí que es una promesa! ¡Dios tiene planes para ti! ¡Te dará prosperidad! ¡Quiere darte esperanza y un futuro! ¿Verdad que es fabuloso? Me aferré a esa promesa en los últimos meses, ¿y adivinen qué? ¡Dios me sacó adelante! El futuro aún no está del todo claro, y tal vez nunca lo esté. No sé cómo terminará todo, pero está bien. Sé quién domina la situación. Y tengo la certeza de que Su plan es perfecto. Así pues, si te pareces a mí, te sientes un poco perdido, y te asusta que no sepas qué te espera en el futuro, tranquilízate y recuerda quién conduce. Es posible que no puedas ver el camino debido a la niebla, pero Él si lo ve y te llevará a salvo a tu destino. Notas a pie de página 1 Éxodo, capítulos 12-40 2 Santa Biblia, versión Reina-Valera 1995 3 Santa Biblia, Nueva Versión Internacional Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López. © La Familia Internacional, 2011 Categorías: el cambio, confiar en Dios